viernes, 18 de marzo de 2016

Casa Azurmendi / De Teresa, en Sadi Carnot N° 13.




La extraordinaria casa de don Juan Antonio Azurmendi Zamora y Dolores De Teresa Miranda, fue una de las primeras en edificarse (el proceso inició desde 1891) en un terreno de más de 3,300m² de la que sería Colonia San Rafael, a poca distancia de la Ribera de San Cosme y sobre la prolongación de la calle que luego rendiría homenaje a Nicolas Sadi Carnot; a todos sorprendía la magnífica construcción, el imaginativo edificio anexo y su amplio jardín con estanque. La casa pasó luego a la propiedad de la familia Duarte-Pedrera (de Yucatán) y pervive como sede del Instituto Pedagógico Anglo-Español, a cargo de la Congregación de Religiosas del Verbo Encarnado.



Don Juan Antonio Azurmendi Zamora nació en 1861 en Bilbao –Vizcaya– y se trasladó a México, donde su padre, Francisco de Azurmendi y Beistegui lideraba la Fábrica "La Colmena” y la Fábrica de Paños de San Ildefonso.

Don Francisco de Azurmendi administraba la fábrica tejedora de hilados que en Monte Bajo (zona norte del municipio de Tlalnepantla) había fundado por 1840 Archibaldo Hope y que desde 1854 había pasado a ser propiedad de don Juan Antonio Bestegui y Barrón; el complejo incluía la hilandería original (“La Abeja”), así como una nueva fábrica de hilados (“Barrón”) que se tejían en “La Colmena”.

En buena medida, Francisco Azurmendi promovió el que las fábricas se modernizaran e incorporaran al trazo del ferrocarril Central Mexicano, cosa que permitió su fantástico desarrollo, al que incorporó la Fábrica de Hilados y Tejidos San Antonio Abad; además, invirtió en la industria minera (Real del Monte) y otros sectores productivos, incluyendo participación en la floreciente banca comercial (Banco Mercantil Mexicano y Banco Nacional de México).



A la muerte de Juan Antonio Beistegui, Francisco de Azurmendi y Beistegui adquirió parte (2/5) de la propiedad de las fábricas y las transformó en productoras sobresalientes del Estado de México y trascendentales abastecedoras del Distrito Federal; la familia habitaba una imponente residencia anexa a “La Colmena” que contaba cinco recamaras y varios salones ajuareados con lujo. A su muerte en octubre de 1884, esos bienes pasaron a la sociedad mercantil “Viuda e hijos de Azurmendi” (que incluía a doña Cándida Antonia de Zamora de Zabaleta y Achucarro –ahora viuda de Azurmendi– así como a Elena, Juan Antonio, Francisco y María del Rosario todos Azurmendi Zamora), donde Juan Antonio pasó a controlar la Fábrica "La Colmena" junto con las otras empresas manufactureras, inclusa la Hacienda de la Encarnación.

Elena Azurmendi –hermana mayor de Juan Antonio–, casó –en luto– el 17 de noviembre 1886 en el Sagrario Metropolitano con Jacinto Pimentel Fagoaga (hijo de don Francisco Javier Pimentel Heras, Conde Casa Heras y Soto (1832-1893) y doña Josefa María Gómez Fagoaga).

Para 1896, “Viuda e hijos de Azurmendi” vendieron a Iñigo Noriega –Asturiano– buena parte de las propiedades, incorporándolas a un enorme conglomerado textil que desde 1901 pasó a ser la “Compañía Industrial de Hilados, Tejidos y Estampados San Antonio Abad y anexas, Barrón y La Colmena, Sociedad Anónima”.


Desde 1881 Juan Antonio Azurmendi Zamora había contraído matrimonio con Dolores Josefa De Teresa y Miranda, octava de trece hijos de Nicolás De Teresa Sánchez-Tamés y Dolores Miranda Muñoz, destacada familia cuyo padre había llegado de Llanes (Asturias, España) y logrado una inmensa fortuna en la banca, industria textil y otros rubros.

Dolores era hermana menor de José María De Teresa Miranda, que había casado con Maria Luisa Agustina Modesta de la Luz Romero Rubio y Castelló, hermana menor de Carmen Romero Rubio y Castelló de Díaz. También era hermana mayor de Pedro De Teresa Miranda, que casado con Vicenta Rivera Romano y de vuelta al pueblo familiar de Llanes, edificó en 1896 la Villa Vicenta o “Chalé de la Guía”.



Anotemos finalmente, que Dolores era además hermana de Fernando De Teresa Miranda (1864-1918) que casó el 30 de Septiembre 1887 con Susana De Teresa Pesado (hija de José De Teresa Sánchez y Susana Pesado de la Llave -ver: http://grandescasasdemexico.blogspot.com/2014/02/la-casa-en-tacubaya-de-la-familia-mier.html), que además de su casa en la calle de Lerdo –hoy Palma–, remodeló y edificó con Daniel Garza y Gonzalo Garita a partir de 1896 una espectacular quinta campestre en la zona de Tacubaya -con número 29 sobre la calle dedicada al gobernador Gregorio Villa Gelati-, que además de salones, habitaciones, cocheras y caballerizas, acogía teatro, biblioteca, alberca, casa de muñecas, lago y hasta un ferrocarril de vapor (el terreno hoy lo ocupa el Hospital MOCEL de la colonia San Miguel Chapultepec).





Como era de esperarse, además de la dote que correspondía a su jerarquía, luego de la muerte de don Nicolás De Teresa Sánchez-Tamés el 14 de mayo de 1892, Dolores De Teresa de Azurmendi llevó a la relación una considerable fortuna que Juan Antonio se encargó de administrar…

Así, el matrimonio Azurmendi–De Teresa y sus hijas María de la Gloria, Luisa y Victoria (las tres Azurmendi de Teresa) se hallaban en la cúspide de la sociedad mexicana, tanto social como económicamente.


Luego de que Juan Antonio Azurmendi Zamora se hiciera cargo de los bienes de la Sociedad Mercantil en 1885, las condiciones de alojamiento con su esposa cambiaron radicalmente y para 1889 había trasladado su residencia permanentemente a la Ciudad de México –a fin de que Dolores estuviera cerca de su padre– donde entabló cercana amistad con el escultor Miguel Noreña y comenzó pláticas con don Mauricio Porraz, propietario del “Gran Tivoli de San Cosme” a fin de adquirir un terreno en lo que había sido el anexo de los jardines del centro recreativo; para final de 1892 se cerró la transacción, con la adquisición de poco más de 6,000 m² en el equivalente a ocho lotes, de los que cuatro ocuparía la casa y otros tantos se desarrollarían posteriormente.

Abajo, en un fragmento del sector poniente del “Plano General de la Ciudad de México” dibujado por don Diego García Conde en 1793 y grabado en 1807, aparecen la Alameda y las edificaciones del límite poniente de la ciudad en aquella época. Del costado norte del parque (arriba), continúa la calle que llevaba a Tacuba y que conocemos como Ribera de San Cosme, por donde corría el histórico acueducto que traía “agua gorda” de Chapultepec y donde –a la extrema izquierda–aparece el templo de san Cosme y Damián; del lado sur del parque (abajo) continúa el trazo de una calle que llevaba hacia el poniente (izquierda) y a la “Garita del Calvario”. La estrella marca al sitio aproximado en que se levantaría la casa Azurmendi a partir de 1895, a un costado de los jardines del tívoli de San Cosme...



El “Gran Tivoli de San Cosme” era parte del conjunto de jardines de recreo que habían prosperado desde el II Imperio hacia la zona poniente de la Ciudad de México. En “México pintoresco”, Manuel Rivera Cambas nos dice: “..la moda ha hecho que el tívoli sea lugar concurrido, donde se busca la fortaleza y se siente que la sangre circula con más velocidad;… ahí son las cita, las aventuras novelescas en que la protagonista es una dama que lleva velado el rostro; aquel es el lugar indispensable para las comidas de los ricos que no quieren mortificarse con la preparación, recepción y otras ceremonias en sus casa. Abajo, en una fotografía (parte de una estereoscópica) de 1873 de los hermanos Kilburn, aparece un “pabellón cenador” del que Rivera Cambas dice: “Hay además del tívoli de San Cosme otros tres, el del ferrocarril, el Eliseo y el Petit Versailles, pero en ninguno es tan agradable la permanencia, ni los árboles están tan bien cultivados, ni los cenadores son de tan bello aspecto como el de San Cosme, cercano a la iglesia de este nombre.”




Hacia el sur del templo de san Cosme y Damián, y lindando con la “Garita del Calvario”, se había trazado desde 1862 un fraccionamiento sobre terrenos propiedad de doña Josefa de Terreros de Algara y al que se llamó “Colonia de los arquitectos” a cargo de Eduardo García y Francisco Somera que lo urbanizaron desde 1863, con la idea de alojar las residencias diseñadas por los arquitectos de la Academia de San Carlos.

Abajo, en el fragmento de un plano fechado en 1861 denominado “Plano general de la Ciudad de México”, impreso por Decaen y que forma parte de la colección de la Mapoteca Orozco y Berra, aparece el sector poniente de la ciudad, destacando las edificaciones sobre Ribera de San Cosme; abajo a la izquierda, se dibujó la colonia de los arquitectos (aun inexistente), con las ocho manzanas que la conformarían: al oriente limitaba con la calle de Ramón Guzmán que después –ensanchada– se convertirá en Insurgentes Centro; al poniente con la calle de Rosas Moreno, al sur limitaba con la calle de la Hacienda de la Teja -ferrocarril a Toluca-, hoy Sullivan; al norte limitaba con la prolongación del camino de Fierro de Tacubaya, Calzada a San Rafael, hoy Guillermo Prieto y Camino al Calvario, hoy Gómez Farías; al centro calle de Industria y Garita al Calvario, hoy Serapio Rendón y también al centro la Calle de los Arquitectos, hoy Miguel Schultz. Como referencia, se marca con una estrella el sitio aproximado en que tiempo después se edificaría la casa Azurmendi, en una esquina de los terrenos del “Gran Tívoli de San Cosme”.



Años más tarde, los señores Enrique (Henri) Tron y Leon Signoret a través de Eduardo García constituyeron una sociedad para la compra en 1890 una serie de terrenos al norte y poniente de la Garita del Calvario, que incluía el rancho “Cebollón” y fragmentos de la hacienda San Rafael para crear una extensión a lo que se había urbanizado desde 1863 y no había prosperado; al conjunto se le llamó “Colonia San Rafael” con límites (con nombres contemporáneos) al sur, Sullivan y Parque Vía; al norte, Ribera de San Cosme; al oriente, la Av. Insurgentes Norte; al poniente, la calle dedicada a Gabino Barreda, restricción que luego se extendería hasta la calzada de la Verónica, luego Av. Melchor Ocampo, y hoy Circuito Interior.

Ese nuevo fraccionamiento incluía el camino de la Garita del Calvario y el predio anexo al templo de san Cosme y Damián, frente al que se encontraba desde 1864 el “Gran Tívoli de San Cosme” y del que en 1891 don Mauricio Porraz había vendido a Juan Antonio Azurmendi cerca de 6,000 m².

Abajo, ahora en un fragmento del plano denominado “Plano General de Indicación de la Ciudad de México” publicado por C. Montauriol en 1889 –justo antes de la creación de la “Colonia San Rafael por parte de Tron, Signoret y García–, aparece nuevamente indicada la zona en que a partir de 1891 se edificaría la casa Azurmendi-De Teresa.



Doña Josefa Romero de Terreros y Gómez de Parada, viuda de Algara (Francisco de Paula Algara y Cervantes), era propietaria (junto con sus hijos) de la hacienda San Rafael, así como de un rancho anexo -llamado “Cebollón” en que ocasionalmente se solazaba su hijo mayor -Ignacio Algara y Romero de Terreros casado con María Schultze y Rincón Gallardo- (Un fragmento de la casa morisca aún existe en el centro de manzana limitado por las calles de Guillermo Prieto, Miguel Schultz, José Rosas Moreno y el predio de la Secundaria Francisco I. Madero; entrando por Guillermo Prieto 29, aún se puede ver la fachada lateral, aunque lamentablemente la portada principal que miraba al oriente, se ha perdido por completo). Los Algara y Romero de Terreros vendieron sus propiedades por escritura de 15 de abril de 1890 en la suma de $ 330,000 a Enrique Tron, León Signoret y Eduardo García, quienes constituyeron una sociedad el 14 de mayo de 1890.



El 19 de julio de 1891, la sociedad solicitó autorización al Ayuntamiento para establecer una colonia en los terrenos que había adquirido y cuyos linderos eran, al norte, la 2a. sección de la Ribera de San Cosme; al sur, los terrenos de la Estación de FF. CC. Nacionales que lindaban con el camino a la Hacienda de la Teja; al oriente, lotes de la Colonia de los Arquitectos y la calle “Sur 22” –Calzada particular de los ferrocarriles del distrito– (que hoy conocemos como Insurgentes Centro); al poniente el nuevo fraccionamiento llegaba por el momento a la Calzada de San Rafael, calle que parcialmente coincide con lo que hoy conocemos como Gabino Barreda.

El diseño incluía prolongar la “calle sur 24” (1° y 2° del Sur de la Colonia de los Arquitectos) hasta llegar a la Ribera de San Cosme en lo que desde 1900 se llamó Calle Marie François Sadi Carnot, en honor al presidente de Francia asesinado en 1894 y que pertenecía a la famosa familia de los Carnot; era nieto del célebre matemático y político Lazare Carnot, organizador de la defensa de la Revolución francesa y sobrino de Nicolas Léonard Sadi Carnot, fundador de la Termodinámica moderna, conocido igualmente como Sadi Carnot y en cuyo honor recibió ese nombre.

Así, con el número 33, una propiedad de más de 3,000 m² -que había sido parte del “Gran Tívoli de San Cosme”- y que Azurmendi había comprado a Mauricio Porraz en 1892, pasó a quedar alineada con la Prolongación de la calle de sur 24 (luego Sadi Carnot) en el desarrollo de la Colonia San Rafael de Tron, Signoret y García.


Arriba, en un fragmento del “Plano Oficial de la Ciudad de México” fechado en septiembre de 1906, aparece marcada la casa Azurmendi-De Teresa (que ya para entonces había pasado a ser propiedad de la familia Duarte-Pedrea) en la calle de Sadi Carnot N°13 de la Colonia San Rafael.

A partir de 1895 el diseño de una residencia se encargó al ingeniero Luis Bacmeister, al que Azurmendi había recurrido en 1887 para la instalación de una planta eléctrica en "La Colmena". Es probable que el diseño estuviera a cargo del arquitecto Hugo Dorner, con quien Bacmeister se había asociado y con quien edificaría varias casas y edificios en la ciudad de México (ver: http://grandescasasdemexico.blogspot.com/2015/02/la-casa-de-la-familia-diener-struck.html), diseño para Azurmendi que en algunos aspectos recuera los diseños del arquitecto Ricardo de Bastida, uno de los grandes exponentes del modernismo Bilbaíno.


Arriba, una fotografía del avance de obra de la casa Azurmendi-De Teresa, con la fachada oriente en edificación sobre la Prolongación de la calle de sur 24 (Sadi Carnot) y mirando hacia el Sur, tomada probablemente en abril de 1896. Al fondo, se distingue la “Colonia de los arquitectos” que aún está separada por el muro de la Hacienda de San Rafael en la avenida del Calvario (hoy Gómez Farías). Abajo, una imagen de la esquina sur-oriente de la casa en construcción, cuando aún no existían barda y dependencias de servicio que limitarían la vista.


Contemplar la edificación de la casa debe haber sido todo un espectáculo, tanto por la magnitud de la obra, como por lo detallado de la fábrica, así como por la cantidad de trabajadores que en ella participaban, a fin de darle celeridad al proceso; en ambas tomas logro contar cuando menos 38 trabajadores –entre los que además, probablemente se suman los que edificaban la casa contigua en el número 7–, y a los que deben sumarse los que aparecen en la siguiente imagen, laborando al interior del predio, y dedicados a la cantería.



Así, para final de 1896 la casa estaba casi terminada y se trabajaba en los detalles de acabados y carpintería interior. La residencia propiamente dicha, se inscribía en un rectángulo perforado por dos patios, donde uno albergaba la escalera cubierta y el otro las observancias de servicio. Hacia el sur y la parte más amplia el jardín, la casa presentaba un pórtico y porche sobre el acceso principal y hacia el oriente (derecha), un gran volumen ochavado que albergaba el recibidor y galería del señor Azurmendi; hacia el poniente (izquierda) donde se encontraban los salones y comedor, la casa mutaba su acabado de cintilla de tabique y marcos de cantera por trabajo de azulejo colorido, cambiando los materiales a partir de un torreón de base circular, cubierto de mosaico azul y blanco.



Además del edificio principal, el conjunto residencial incluía una logia y edificio de juegos, colocados en el lindero nor-poniente del terreno, formando una barrera contra la casa vecina y un horizonte casi onírico para contener lo que sería un voluptuoso jardín. Arriba, una imagen de la fachada sur de la casa principal, y abajo la zona de juegos y galería a final de 1896, cuando se preparaba la excavación de un pozo para abastecer el lago.



Es importante hacer notar que la extensa colección de imágenes que ilustran la edificación de la casa, forman parte del acervo “Fondo Azurmendi” que custodia la Fototeca Nacional del INAH y que fuera entregada a la institución para su salvaguarda en 1981 por los descendientes de la familia Pimentel-Azurmendi. Patricia Masé ha hecho varios estudios y curado diversas exposiciones relacionadas con los 375 negativos en placa de vidrio del fondo y las imágenes que aquí aparecen, han sido tomadas del sitio del SINAFO-INAH.

Para ilustrar, puede resultar interesante mirar el video referente a la colección en: https://www.youtube.com/watch?v=mgEc05kRpuA



El conjunto arquitectónico estaba entonces constituido por cuatro edificios, entre los que destacaba -además de la casa propiamente dicha- el inmueble anexo de servicios y juegos, edificado en la esquina nor-poniente del predio, diseñado con una arquitectura fantasiosa y lúdica, anclada en la tradición inaugurada por J. Lacroux en su manual “La Brique Ordinaire” publicado en 1878. El edificio que mezclaba elementos neo-góticos, con ventanas neo-renacentistas e intricado acomodo de sillares y azulejos, se unía a la casa por una galería de dos niveles que en la parte baja albergaba una línea de juego de bolos y en la parte alta una crujía cubierta, decorada con macetas y ataviada con jaulas de aves cantoras.



Hacia el poniente –mirando hacia el jardín, la galería y el edificio de juegos–, la casa se engalanaba con fachada cubierta de un intricado diseño de azulejos coloridos, que además de remarcar un rodapié, enfatizaban el ochavo central, que en planta baja albergaba parte del salón comedor, y arriba la imponente capilla de la que destaca el vitral principal.





Así, la zona privada de la casa que miraba al jardín, contemplaría un panorama que en buena medida aprovechaba lo que del Gran Tívoli de San Cosme había quedo dentro de la propiedad; además, ese edén, era sitio perfecto desde donde contemplar la casa y sus espacios de servicio y entretenimiento. Abajo, una imagen que mira desde la parte sur del jardín hacia el norte, donde aparecen la casa principal y los edificios de servicio contra la colindancia norte.



Casi concluidas las obras de la casa, al centro del área jardinada y sacando provecho a las restricciones que los grandes fresnos imponían, se ahuecó el sitio para un estanque poco profundo. De nuevo, las magníficas fotografías de la colección Azurmendi permiten revelar innumerables detalles acerca del proceso de edificación y paralelamente hacen surgir innumerables preguntas acerca de los personajes que aparecen fotografiados como complemento a la arquitectura.



Arriba, una toma del jardín y que mira hacia el nor-oriente, durante las etapas finales de la ejecución de la casa Azurmendi, tomada probablemente a final de 1896; detrás del ciclista (que algunos han identificado como el propio Juan Antonio Azurmendi Zamora) aparece una esquina del cascaron de concreto para el lago. Abajo, en una imagen que mira hacia el poniente, aparece parte del jardín, donde se puede ver el estanque con su puente e islote (que conserva un tronco floreciente), así como la arboleda del “Tívoli” tras la nueva barda; es interesante hacer notar que a la izquierda de la imagen, aparece uno de los miradores que seguramente habían pertenecido al Gran Tívoli de San Cosme...




La casa propiamente dicha, recibía a los visitantes en un porche, que además de soportar la terraza del salón de música, permitía subir a un amplio pórtico desde el que se podía llegar al despacho del Sr. Azurmendi (a la derecha), al gran salón de recibir, donde la Sra. De Teresa de Azurmendi recibía los Jueves (a la izquierda), o seguir de frente para llegar a la gran escalinata que llevaba al segundo piso.



Traspasar las puertas centrales debió ser todo un espectáculo, ya que en el vestíbulo, se podía elegir nuevamente el pasar al despacho, al gran salón o sobre todo, seguir hacia la gran escalera.



De optar por la derecha, los visitantes recibidos por don Juan Antonio podían pasar a despacho, pero de correr con suerte, eran llevados al gran salón/biblioteca de la casa -espacio que con el tiempo se hubiera transformado en una auténtica “Wunderkammern”-, albergado en las amplias habitaciones que miraban hacia la fachada oriente de la casa, hacia la calle de Sadi Carnot.



El espectacular espacio, unificaba las habitaciones del piso bajo, con vistas a la calle y el ochavo del jardín, lugar que Azurmendi transformó en sitio de tertulias para diletantes diversos; ahí se acumularon objetos de arte, instrumentos musicales y libros, así como colecciones de rocas y minerales, catálogos y enciclopedias; se acentuaban objetos ligados a la amistad entablada con varios maestros de la Academia de San Carlos, entre los que destacaba Miguel Noreña, al que Azurmendi había apoyado grandemente durante el periplo de creación de las esculturas para la monumento a Cuauhtémoc. De hecho, en varias de las fotografías aparecen maquetas y documentos ligados con el monumento que impulsado por Vicente Riva Palacio se había inaugurado en 1887.



Miguel Noreña había estudiado con el escultor Manuel Vilar en la Academia de San Carlos, donde lo reemplazó como profesor de escultura y para 1868 sustituyó a Felipe Sojo como director en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Era un entusiasta en el uso de la fotografía como apoyo a la enseñanza, cosa que probablemente hizo que cristalizara la amistad con Azurmendi; en 1967 había fundido la escultura para el monumento a Vicente Guerrero y para 1880 había realizado en Europa la escultura del “Monumento Hipsográfico a Enrico Martinez”.



Sus trabajos más conocidos son la estatua de Cuauhtémoc y uno de los paneles (Prisión a Cuauhtémoc) ejecutados en 1878, y en los que con entusiasmo fue apoyado por Azurmendi, y de los que además conservaba dos de los bocetos originales.

Noreña también ejecutaría las esculturas de Benito Juárez sentado en la silla presidencial (colocada ahora frente a la Puerta Mariana de Palacio Nacional), que se fundió en marzo de 1891 y la escultura de “Sátiro y el amor”, de la que una reproducción se encuentra sobre la Avenida Álvaro Obregón.

Abajo, modelo de “torso con penacho” de la escultura para el Cuauhtémoc de Miguel Noreña, colocada en el salón/biblioteca de la casa Azurmendi; atrás, se adivinan las ventanas del volumen ochavado a la entrada del edificio.



Los visitantes podían también ser invitados al salón de recibir, habitación a la que se llegaba por una antesala que llevaba luego al amplio aposento en la esquina sur-poniente de la construcción, al lado de la torre esquinera y con vistas al jardín poniente. Esas habitaciones fueron fotografiadas en diversas ocasiones y presento aquí las que se tomaron en 1897, cuando apenas se acababa de ocupar la casa y cuando aún no se incorporaban algunos elementos decorativos.



Arriba, una toma del salón, donde a la derecha se puede ver la puerta al saloncillo de recibir y al centro la puerta que da paso al comedor. Abajo, una fotografía del salón comedor, donde al fondo aparece la puerta al salón y a la derecha las ventanas que miran al jardín, con el volumen ochavado sobre el que descansa –arriba– la sección de vitrales de la Capilla Doméstica.



Abajo, un par de tomas del antecomedor, expuestas en dos tiempos distintos: la primera cuando la familia Asurmendi se acababa de mudar en 1897 y a la izquierda, una segunda toma realizada algunos años después, probablemente cerca de 1900; es interesante confrontar las imágenes, ya que aunque las diferencias en el amueblado son casi imperceptibles, la evolución en el encuadre, corrección de fugas y profundidad de foco resulta sobresaliente, cosa que habla acerca del progreso de don Juan Antonio y su “pasatiempo fotográfico”.




Al fondo de la residencia y hacia el costado norte de la propiedad, había un patio –adosado y complemento al espacio dedicado a la escalera–, que cumplía las funciones de comunicar e iluminar las áreas privadas y de servicio de la casa, dando acceso en las partes bajas a cocinas, aponsentos de servicio y salónes, patio que estaba decorado con una fuente y acabados de azulejo a la manera de la fachada poniente.



Como cosa curiosa y muy poco común, incluyo una sorprendente fotografía de la cocina de la casa Azurmendi, imagen que muestra una disposición funcional que desafía las concepciones de los espacios decimonónicos dedicados a los servicios; en la fotografía, aparecen claramenre separados los espacios de lavado –al fondo izquierda–, preparado –extrema derecha– y cocinado –mueble circular en primer plano–, definición funcional que no sería común sino hasta varias décadas después…




Uno de los espacios más sorprendentes de la casa y que afortunadamente se ha conservado, es el de la escalinata que da acceso al segundo piso, diseñada a manera de “Escalera Imperial”. Entre las imágenes de la colección Azurmendi de la Fototeca Nacional, se conservan varias tomas con las que se puede recrear el espacio y su gradería, pero en las que además se hace evidente la distintiva decoración del recinto.





Con circulación perimetral contenida gracias a un lujoso trabajo de herrería, la parte alta de ese espacio dedicado a la escalera, se iluminaba gracias a un amplio vitral, donde la intrincada decoración de muros y casetones del plafón se veía complementada con una única obra pictórica: una magnífica “Virgen del Apocalipsis”, en un deslumbrante lienzo que parecería de Miguel Cabrera, aunque de atribución inadmisible unicamente por la fotografía…



Desde mediados del XVII habían cundido en México las representaciones de purísimas apocalípticas -más que en España-, especialmente desde que el sacerdote Miguel Sánchez elaborara un discurso que relacionaba las mariofonías del Tepeyac con la mujer del Apocalipsis (Apocalipsis 12: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas …También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas”). Tomada literalmente de un cuadro de Rubens, pintado en 1624 para la catedral de Freising, se adoptó la iconografía de la "Virgen del Apocalipsis" o "Inmaculada alada" por multitud de pintores y escultores novohispanos, como José de Ibarra, Juan Correa, Cristóbal de Villalpando o Miguel Cabrera.



Frente a aquella Inmaculada alada, un balconcillo daba apertura a las rampas de la escalera, donde un lampadario cuya escultura de Jean Goujon marcaba el eje de acceso a la casa y la terraza sobre el porche, sitio que daba acceso al saloncillo de música, espacio pensado especialmente para el lucimiento de las niñas Azurmendi-De Teresa…



Las habitaciones de los señores seguían los cánones establecidos por la tradición, con recamaras separadas, una al oriente y otra al poniente de la casa; abajo, algunas tomas de la habitación de doña Dolores, colocada en la esquina sur-poniente y que aprovechaba como antecámara el torreón circular con amplia vista a los jardines, así como el balcón sur. Es interesante hacer notar que nuevamente presento fotografías tomadas en fechas diferentes, con la misma evolución por parte del fotógrafo en relación con la composición del cuadro.




La habitación tapizada con motivos florales –cuyo dibujo permite suponer una tonalidad rosada con colores claros– muestra un ajuar muy acorde con el período; con el complemento de la fotografía que sigue, podemos dar cuanta de algunos detalles del adorno, que además de exuberantes marcos dorados y singulares tibores del “coin chinois”, presenta figuras de Meissen y platos de procedencia diversa…




En el caso de la habitación de don Juan Antonio, ubicada al sur-oriente de la planta alta, muestra una decoración un tanto más sobria, aunque con elementos de diseño equivalentes de habitación y antecámara.





Destaca entre las fotografías expuestas hacia 1900 un elemento curioso: el “Négrillon assis au canotier” de la “Siderolith and Majolika Fabrik von Ferdinand Maresch”; la pieza de mayólica que aparece en diversas imágenes como pícara sorpresa, fue elaborada por la prestigiosa fabrica que se hizo famosa por sus gnomos barbados...



Haría falta describir otros aposentos, en particular de las recamaras de las niñas, pero lamentablemente no tengo imágenes con que ilustrar; baste entonces una fotografía de doña Dolores con Luisa y Victoria, a un costado de la escalera principal y frente a la puerta que lleva al patio, justo donde podía tenerse acceso a las recamaras infantiles, con paso directo al patio, jardín y zona de servicio.



No podemos dejar la planta superior de la casa Azurmendi-De Teresa sin mencionar la Capilla, situada en el eje oriente-poniente y con acceso también desde la escalera principal. El recinto cubierto con una bóveda podía albergar una veintena de personas e incorporaba varios vitrales.




Vista desde el exterior, la capilla formaba parte importante de la composición de la casa, ocupando un espacio primordial en la facha poniente sobre el volumen ochavado del comedor, señalada por el vitral, techo distintivo y cruz a la manera celta.



Resta, ya que hemos vuelto al exterior, describir algunas características de ese espacio que a partir de 1897 -cuando la familia ocupó la casa-, pasó a jugar un papel fundamental en la vida cotidiana. Ese amplio jardín contaba más de 2,500m² y para 1900 se había transformado en un auténtico edén, que incorporaba lago con su isleta y puente, así como una “Casa de agua” que supongo servía para resguardar las barcas y distribuir el agua que se sacaba del pozo. En ésta foto que mira hacia el nor-poniente, aparecen además la “Casa de juegos”, zona de servidumbre y como telón de fondo, la arboleda del Tívoli de San Cosme…



Hacia el sur, el jardín había tenido su límite contra una barda colindante con un terreno desocupado y bordeada por un camino que remataba con uno de los viejos miradores del Tívoli; hacia 1899, don Juan Antonio incorporó ese predio al jardín de la casa, incluyendo una vieja arcada a la que dio continuidad y formar así un nuevo ámbito al prado.





Así, la casa con su jardín de más de 3,000 m², se transformó en una de las residencias más sobresalientes de la ciudad en el México de 1900, entorno idílico para los juegos de las niñas Azurmendi De Teresa...



En un texto recopilado por William H. Beezley, Patricia Massé nos dice que “…Azurmendi strengthened his position in the financial world without having a direct relation with the production of goods… He acted as the manager of a good part of his wife’s capital, Dolores de Teresa.” Y añade respecto a sus fotografías: “Based on the detailed observation of the 372 photographic pieces that make up the collection, I have determined that Azurmendi practiced photography for many years as a highly creative and pleasurable activity…”



Fue seguramente con la ayuda de Daniel Garza, su asistente, que Juan Antonio Azurmendi creó esas y muchas más imágenes relacionadas con su casa y familia, de las que muestro apenas una fracción de las que registran la arquitectura y exteriores; el acervo que custodia el SINAFO-INAH y que Massé ha estudiado extensamente, contiene otras 327 imágenes que incluyen innumerables momentos íntimos y tomas cándidas, además de innumerables detalles que podrían ilustrar aún mejor ese momento en la Ciudad de México que veía llegar el siglo XX…

Arriba, la preparación de una toma frente al salón de bolos, con doña Dolores, Luisa y Victoria a la espera; Abajo, otra toma del salón de la casa mirando hacia el comedor, con don Juan Antonio acompañado de ese “Négrillon assis au canotier”, que habíamos visto en su recamara.



En 1902, al familia Azurmendi-De Teresa partió inesperadamente rumbo a Francia dejando casa y contenido a cargo de Elena Azurmendi de Pimentel –hermana mayor de Juan Antonio–; al poco tiempo casa y jardín pasaron a la propiedad de don Eulogio Duarte Troncoso y su esposa Juana Martínez de la Pedrera –originarios de Mérida, Yucatán–, propiedad que muy pronto fue entregada a sus hijos María Concepción, Eulogio, Rafael y Dolores Duarte Martínez de la Pedrera y se mantuvo durante tres generaciones en manos de la familia.



Nos dice Patricia Massé que entre 1934 y 1950 la propiedad fue rentada a diversas instituciones educativas, periodo durante el que sufrió notable deterioro, y en la década del 50 fue adquirida por la Congregación de Religiosas del Verbo Encarnado –orden fundada por Jeanne Chézard de Matel–. Así, la casa Azurmendi/Duarte pasó a ser sede permanente de dos Colegios, uno de niños y uno de niñas: el Colegio Anglo Español, institución de religiosas del Verbo Encarnado, que adquirió edificios Lasallistas y se fusionó académicamente con el Colegio Cristóbal Colón, bajo la dirección única de los Hermanos De La Salle.



Arriba, una imagen de los años setenta (s.XX) en que aparece la fachada oriente de la casa, cuando aún existía la casa contigua, edificada en el mismo período. Abajo, una imagen de GoogleMaps, correspondiente a 2014, en la que he marcado alextensión original de la propiedad Azurmani/De Teresa; arriba, aparece la Avenida Ribera de San Cosme y al centro la calle de Sadi Carnot.





Arriba y abajo, imágenes oblicuas que corresponden a la zona norte de la colonia San Rafael, donde se señala el Colegio Anglo Español, que fuera la Casa Azurmendi edificada en 1896.





Arriba y abajo, imágenes del estado actual de la casa…



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…
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