viernes, 12 de abril de 2024

La casa Holtz / Mendivil en Monte Ararat 705, Lomas de Chapultepec.


Gracias a la absoluta libertad que les permitió crear una colección y exhibirla a su entero gusto, la casa del ingeniero Ignacio Holtz y su esposa Beatriz Mendivil –edificada desde 1989 en las Lomas de Chapultepec– es sin duda alguna el ejemplo más sorprendente de diseño Modernista en México, con una extraordinaria recopilación de objetos originales y réplicas que ilustran aquel movimiento libertador de la “Belle Époque” que llamamos “Art Nouveau”.


Aunque el diseño de la casa carece de relevancia histórica, su atavío inspirado en los diseños de Horta, Van de Velde y Guimard crea un contenedor donde la magnífica colección puede exhibirse sin las limitaciones académicas a que un museo obliga; esa recopilación de variadísima procedencia y calidad, incluye notables muebles firmados por Louis Majorelle y Augusto Tagliabue, sorprendentes lienzos que incluyen a Jean Béraud, magníficas lámparas a la manera de Louis Comfort Tiffany así como variados objetos de su serie “Blue Favrile Art Glass” (foto de abajo) que incluye un perfecto “Jack-in-the-Pulpit vase” así como un “Peacock vase” de aquella serie, además de pizas en Pewter plateado de Albert Mayer, la Württembergische Metallwarenfabrik y The Derby Silver Company





Don Ignacio Holtz nació en la Ciudad de México el 16 de abril de 1936, hijo de Salomón Holtz y Magda Hale –nacidos ambos en Lipno, voivodato de Cuyavia y Pomerania, en Polonia– que procrearon a Abraham, Mauricio, Manuel y al propio Ignacio. El apellido HOLTZ –o Höltz– es común en Alemania, aunque prevalente en Polonia, Austria y Suiza, con antecedente en Siegfried von Holtz que vivió en Wurtemberg (en alemán: Württemberg) por 1120 y tiene una vasta rama judía Askenazi que se asentó en Polonia.

Ignacio Holtz Hale cursó primaria y secundaria en The Gordon College y la preparatoria en el Centro Universitario México (apenas fundada por los Maristas en 1948, como sucesora del Colegio Francés Morelos); luego –ya en la recién inaugurada Ciudad Universitaria– estudió la licenciatura en Ingeniería Civil, y al paso del tiempo –con su colega Emilio Rosenblueth–desarrolló un eficiente método para calcular la elasticidad de estructuras altas y su resistencia a movimientos sísmicos.


En el ámbito profesional, desempeñó primero el cargo de director general de D.C. Construcciones, S.A., así como directivo en Constructora Serna, Proyectos Gympel, Arte y Diseño Internacional –desde Euler 152, en Polanco–, así como en la Urbanizadora de Hermosillo. Al paso de los años, calculó y ejecutó construcciones de muy diversa índole, desde casas y edificios en condominio hasta caminos y redes de agua potable, pasando por consultorías diversas –en México como en Estados Unidos–, además de reestructuraciones varias; de hecho, su abultado currículo sumaba más de 2 mil diseños estructurales cuando murió el lunes 24 de octubre del 2022.

Don Ignacio es gratamente evocado por su actividad altruista: en 2001, Holtz creó el programa “10 Sonrisas para trasplantes de riñón” y en 2003, fundó el “Centro de Córneas Mexicanas, A.C.”; en 2016, instituyó el Holtz Beahon Kidney Transplant Program para que adultos y adolescentes necesitados puedan recibir un trasplante de riñón. En noviembre de 2018 publicó “El Riñón de Beatriz”, en el que relataba la aventura luego de que su esposa Beatriz le donara uno de sus riñones. Desde principio de los años 60’ estuvo casado con Beatriz Mendivil, con quien formó a sus hijos: Deborah (n.1960), Janet (n.1962) ambas Holtz Cimet, Luis Ignacio, Beatriz, Victoria, Judith y Miriam.


Contaba don Ignacio en varias entrevistas, que luego de maravillarse por una pieza “Art Nouveau” comprada en la Lagunilla, decidió con Beatriz iniciar una colección: “Un jarrón art nouveau descubierto en el tianguis a finales de los años 60, fue lo que nos despertó el interés por coleccionar todos los artículos posibles dentro de esa corriente…”

Para la llegada de los 80’ la colección había adquirido proporciones sorprendentes y para final de la década, el matrimonio emprendió la transformación de una estructura preexistente en Las Lomas de Chapultepec para albergar el creciente repertorio de objetos de arte ligados a esa corriente, tan unida al inicio del siglo XX que en Francia y Bélgica se conoció como “Art Nouveau” (Arte Nuevo), en Italia como “Liberty” (por libertad), en Gran Bretaña se llamaba Modern Style o Studio Style, mientras que en Alemania tomó el nombre de Jugendstil (estilo joven), en Austria Sezessionstil (Estilo de la Secesión -rompimiento-), en los Países Bajos Nieuwe Kunst (Arte Nuevo en holandés), en Polonia Secesja, en Suiza Style sapin o Jugendstil, en Serbia y Croacia Secesija, en Rusia Moderna y, en España “Arte Joven”, o más frecuentemente, “Modernismo”…


Ya desde 1902, Leonardo Bistolfi (el mismo artista que ejecutó para el Teatro Nacional de México –ahora Palacio de Bellas Artes– varios grupos escultóricos, incluyendo la arquivolta de la fachada principal con su afamada "Armonía") había creado el admirado cartel y manifiesto para la “Prima Esposizione Internazionale d'Arte Decorativa Moderna” de Torino 1902; el magnífico dibujo (arriba) que se inserta en la tradición historicista y abiertamente evoca la usanza de las bacantes, se volvió estandarte para esa libertad creativa que se apoderó de la península itálica y se difundía por Europa...

En aquella Esposizione Internazionale de 1902 en que la convocatoria claramente indicaba: "Sólo se admitirán productos originales que muestren una tendencia decisiva hacia la renovación estética de las formas. No se aceptarán meras imitaciones de estilos pasados ni productos industriales que no estén inspirados en un sentido artístico…", se vieron diseños novedosos que llamaron la atención, destacando un interior (abajo) con muebles y decoración del arquitecto Belga Víctor Petrus Horta –la imagen es parte de la colección del Museo Horta–.


En efecto, en Bélgica esa libertad había hecho eco en un brillante arquitecto de apellido Horta, que en 1894 había terminado ya “La Casa Tassel” (en francés: Hôtel Tassel) en la rue de Turin Nº12 -ahora rue Paul Emile Janson Nº6 -Bruselas-, como ejemplo de un nuevo tipo de vivienda unifamiliar que el ingeniero Émile Tassel perseguía, usando los materiales tradicionales –como el hierro, vidrio, piedra cerámica y madera– pero empleados de manera novedosa y vanguardista...

Este Hôtel Tassel de cuatro pisos y apenas siete metros frente a la rue de Turin, se transformaría en estandarte mundial para aquella corriente, primera síntesis del modernismo en arquitectura, obra que rompió la disposición clásica y académica dando una nueva libertad a los diseñadores y donde la “ligne Horta” (la línea látigo) hizo su aparición envolviendo la estructura metálica desnuda, de inspiración vegetal aunque aventurada, y donde barandales, plafones y muros se vistieron de complejas líneas de fresca improvisación vegetal…



Ese “Nuevo Arte” (Art Nouveau), que en Francia también era conocido como Style 1900, Style Guimard –por el arquitecto Héctor Guiñad– o École de Nancy (para objetos de arte y muebles), era también el rescate y apropiación de formas naturales como insubordinación ante la industrialización –con sus líneas rectas y anodinas–, como un grito a la unidad decorativa entre la arquitectura y el naciente diseño industrial…

Guimard también ejecutó una obra emblemática de este tiempo: el Castel Béranger edificado entre 1894 y 1898, "planteado originalmente como un edificio de estilo neogotico", pero que en 1895 –cuando ya se edificaba y Guimard viajó a Bruselas y visitó el Hôtel Tassel de Horta– sería enteramente rediseñado para reflejar el “nuevo estilo”.


El Castel Béranger volvería famoso a Hector Guimard –ganó el “Concours de Façades de la Ville de Paris de 1897/98”– y en los numerosos encargos que le sucedieron, logró precisar sus postulados estéticos, en particular lo referente a la armonía y continuidad estilística, que estimulaban a la concepción del decorado interior como conjunto unitario, postulados que culminarían en 1909 en el Hôtel Guimard (su propia casa en el Nº122 de la avenue Mozart y regalo de boda a su esposa Norteamericana) donde formas casi biológicas se aplican tanto a muebles como a estructura, formando un todo integral al edificio.


La obra de Guimard sería seminal y ampliamente publicitada, gracias a la difusión periodística y al esplendido álbum de gran formato con imágenes del “L’Art dans l’habitation moderne/Le Castel Béranger.” –68 láminas a color– y publicado en 1898 por la librairie Rouam –que también publicaba la “Revue des arts décoratifs”– y que rápidamente se transformó en elemento de consulta para arquitectos y diseñadores de aquella vanguardia; la contribución fundamental era dejar en claro que el nuevo espíritu del diseño no debía incorporar solo a la arquitectura y sus fachadas, pisos y techos, sino transformar la concepción del amueblado, decorado y utensilios, pasando por jaladeras y hasta la tipografía a emplear.


A pesar de que el movimiento parecía estar en contra de la fabricación en serie y su innata capacidad para producir objetos en gran volumen, Hector Guimard planteaba la iniciativa de que diseño industrial, tomara inspiración en la naturaleza para hacer más accesibles y gratos los objetos que así podrían ser repetibles y económicos…

En 1899 la Compagnie du chemin de fer métropolitain de Paris (Compañía del Tren -Metro-metropolitano de París) convocó a un concurso para el diseño de diversos accesos; el ganador del concurso fue el arquitecto Henri Duray, pero el presidente -Adrien Bénard-, aventuró su apoyo al arquitecto Hector Guimard que proponía un diseño “Novedoso” que atraería a los parisinos a utilizar este vanguardista modo de trasporte; así, Guimard daba a conocer al gran público el “Art Nouveau” con el que hasta entonces solo la clase pudiente estaba familiarizada. Desafortunadamente, innumerables accesos se perdieron, pero aún quedan 36 magníficos ejemplos…


Arriba el acceso a la estación “Place de la Bastille” lamentablemente perdido; abajo uno de los accesos –“Édicule Guimard, Porte Dauphine”– diseñados por Héctor Guimard el último año del S. XIX para el Metro de París que aún sobreviven.


Además, y en concordancia con ese repetido uso de líneas curvas y ondulantes, Hector Guimard trabajó con la Manufacture de Sèvres para producir piezas de porcelana como el “Vase Cerny” que aparece abajo, pieza de porcelana que se diseñó en 1900 y produjo en 1908 por la Manufacture nationale de Sèvres, y que pertenece a la colección del Saint Louis Art Museum.



No sería solo la producción de Guimard la que establecería la fama de aquel Nuevo Arte; en Nancy –al noreste de Francia–, la figura emblemática de un vidriero llamado Émile Gallé y de un ebanista y diseñador de nombre Louis Majorelle, impulsarían un movimiento conocido como École de Nancy –o Alianza provincial de Arte e Industrias– que congregaba a artesanos, decoradores, pintores, ebanistas, vidrieros y herreros, así como a industriales y arquitectos, químicos, albañiles, para compartir y estimular sus creaciones.

Émile Gallé –un auténtico humanista, involucrado en la creación de escuelas para la clase trabajadora– exhibiría con gran éxito sus creaciones en la Exposición Universal de París de 1889, alcanzando fama internacional con sus trabajos en vidrio labrado a manera de camafeo; abajo tres ejemplos de ese trabajo, con un magnífico florero y la lámpara –recuérdese que las lámparas con bombilla eléctrica eran una absoluta novedad– de mesa firmada Gallé producida en 1901 y que están acompañadas del “Vase Lys” pieza que Gallé produjo entre 1900 y 1903.



Por su parte, Louis Majorelle –fundador de aquella Alianza provincial de Arte e Industrias de Nancy– adoptó desde 1900 el uso de elementos botánicos en los perfiles de sus muebles y marqueterías. Ya desde 1899 su mobiliario floreció engalanado con ondulaciones, lazos y serpenteos inspirados en la naturaleza: troncos y hojas, helechos, flores varias como cardos y lirios, además de mujeres, caracoles y libélulas. De hecho, cuando para su esposa Marie Léonie Jane Kretz, edificó una nueva casa en 1902, la “Villa Majorelle” (o villa JiKa, por las iniciales de su esposa) se transformó en sitio de exhibición para esas nuevas propuestas que incorporaban las diversas disciplinas que la “École de Nancy” proponían.


Como buen ejemplo de lo que fabricaba el “Atelier Majorelle a Nancy”, aparece abajo un mueble de ese periodo en que se aprecia el magnífico trabajo de ebanistería y marquetería que el taller producía en 1904 y del que se fabricaron tres ejemplares; el mueble de poco más de dos metros de alto y ejecutado en nogal modelado y tallado, con divisiones y dos puertas con marquetería, se subastó en 2015.


Varias piezas firmadas por Majorelle serán parte fundamental de la colección Holtz-Mendivil y en buena medida inspiración para las réplicas que en México los carpinteros y ebanistas ejecutaron; abajo, un magnífico “Buffet Modele Chicoree”, ca. 1905, parte de un juego de comedor –con mesa y siete sillas– que se subastó en 2022.



Un buen ejemplo de lo que promovía la Alianza provincial de Arte e Industrias –o École de Nancy– aparece en la imagen de abajo, con el comedor para el departamento de Charles Masson en Nancy, tal y como se exhibe en el Musée de l'Ecole de Nancy. Sigue el diseño arquitectónico de Eugène Vallin (1856-1922) con mobiliario de Victor Prouvé (1858-1943), que incluye la ebanistería de la chimenea, paneles de cuero decorados con rosales, así como cubierta pintada sobre lienzo y su lámpara; el todo ejecutado en caoba, cuero repujado pintado y dorado, vidrio soplado, bronce, y pintura sobre lienzo.

Es uno de los tesoros exhibidos en el museo –la viuda Marie Masson lo donó en 1938– y no solo muestra el conjunto completo, sino que, además –a diferencia de otras exhibiciones institucionales– se muestra parte de los utensilios que lo guarnecían…




En lo que se refiere a pintura, aunque ahora identificamos a artistas como Gustav Klimt, Alphonse Mucha o Eva Daniell –incluido Henri de Toulouse-Lautrec– con aquel período, el impulso de la Academia conservó un fuerte control sobre los artistas y apenas unos cuantos -como Victor Prouvé- se permitieron capturar el espíritu del momento en Nancy.

Abajo, el fantástico óleo “Émile Gallé”–ya preparando piezas como el “Vase Lys”–, creado en 1892 por Victor Prouvé (1858-1943), que cuelga en el Musée de l'Ecole de Nancy junto a la magnífica cama «Aube et crépuscule» histórico diseño de Gallé; a un lado y también exhibido en ese museo, “Portrait de Monsieur et Madame Corbin”, óleo sobre tela fechado en 1906, de Victor Prouvé.



La Belle Époque en París –un París resguardo de despreocupación, progreso y paz– produjo en Francia sobresalientes pintores académicos como Victor Gilbert, Basile Lemeunier, Jean Béraud o Jules Alexandre Grün, que aún con los impedimentos de la Academia desplegaban su magnífica técnica y se atrevieron a mostrar la vida cotidiana, revelando un mundo que se había recuperado ya del período de depresión económica de fin del S.XIX, y aún no presentía siquiera los horrores de la “Gran Guerra”…


Arriba, "La marchande de fleurs" o "Le corsage" de Victor Gabriel Gilbert (1847-1933) firmado en 1900; abajo, de Basile Lemeunier (1852-1922), “Nourriture pour les petits oiseaux” firmado en 1901. Ambas obras corresponden al academicismo de inicio del S.XX y retratan ese período de despreocupada opulencia en que se desarrolló el Nuevo Arte.




Entretanto, el quehacer en la escultura era dominado por un curioso fenómeno: la osada Loïe Fuller –la bailarina Norteamericana Marie Louise Fuller (1862-1928)– que alcanzó fama internacional por su invención de la “Serpentine Dance”, además de sus creaciones en iluminación teatral; cuando se mudó a París en 1892, tuvo un éxito casi inmediato dentro de la comunidad artística de la ciudad, ganándose el mote francés de Loïe Fuller; París era sin duda el epicentro de libertad artística justo cuando el “Art Nouveau” florecía y la bailarina estadounidense de libre movimiento, estaba en el sitio indicado para triunfar.

Impresionó en el Folies Bergère parisino por la forma en que ondulaba las decenas de metros de seda de su vestido -y por la transparencia sin corsé que apenas y cubría su cuerpo-. Loïe también patentó una serie de compuestos químicos para producir efectos de color en sus gazas y ropa, y utilizó por primera vez sales luminiscentes para crear trucos de iluminación escénica.


Arriba, en una magnífica fotografía de Isaiah West Taber captada en 1897 –considérese la dificultad que por entonces era captar un objeto en movimiento–, aparece “La Fuller” durante una de sus presentaciones; abajo, de Raoul Larche (1860-1912) escultura de Loïe Fuller que forma una lámpara de bronce dorado, con firma y sello de fundición “Siot Decauville fondeur -Paris”. Como muchos, Larche tomó inspiración en la bailarina estadounidense, aunque su poder de evocación lo sitúa entre los escultores que mejor lograron romper con el arte académico, asegurándole gran notoriedad en su momento.



En ese contexto podemos entender que otros diseñadores y arquitectos produjeran piezas del mismo tipo, aunque ilustradas de manera diferente; un buen ejemplo es lo que sucedía en Alemania con el Jugendstil –que debe su nombre a la revista Jugend [Juventud] de Múnich– firmemente arraigado en las artes aplicadas y decorativas, intentando fusionar el arte y con lo cotidiano para abolir la jerarquía entre las "altas artes" y los oficios. El artista y arquitecto Peter Behrens (1868-1940) fue uno de los principales exponentes de esta conducta y su lámpara de mesa –paradójicamente diseñada en 1902 para el Gran Duque Ernst Ludwig von Hessen– es eco de aquellas mismas líneas del Nuevo Arte en Francia; la pieza de bronce y vidrio que incorpora un motivo figurativo típico del Jugendstil –se conserva en la Fundación Casa de Hesse y es la imagen ByN– ha sido tan insistentemente copiada, que me ha sido imposible saber cuál es el color original de la pantalla...



Es así como innumerables objetos de uso cotidiano recibieron también influencia del Art Nouveau, Jugendstil, Szecesszió y Modernismo, con creadores y fabricantes que inundaron el mercado con creaciones de producción industrial.

En Pécs -Hungría-, la fábrica de Miklós Zsolnay introdujo un nuevo proceso de vidriado de afelpada iridiscencia, creado por Vilmos Zsolnay en 1893 que llamarían “Eosin”, vidriado que sería admirado y copiado por innumerables fabricantes. Artistas como Lajos Mack –parte de la Szecesszió húngara– se transformarían en grandes representantes del movimiento. Abajo, una jarra Zsolnay “Táncoló nők” (Mujeres danzando), diseñada por Sandor Apati Abt y Lajos Mack, en producción de1903; a su lado “Szép hölgy” (hermosa dama) –detalle– de Lajos Mack, producida en 1904.


De manera que a muchos sorprendió, los objetos con las vanguardistas líneas de nuevo diseño aparecían en gran producción y precio medianamente accesible, publicitados en novedosos catálogos que ofrecían envío rápido por correo y entrega en la estación postal más cercana. En toda Europa y los Estados Unidos la compra por catálogo parecía el futuro…


Diversos objetos –de uso que ahora podría parecer extraño– aparecían en esos catálogos y eran piezas muy suministradas, como los “Vide poche” (sitio donde vaciar el contenido de la bolsa del pantalón), tarjeteros (donde dejar la tarjeta de presentación cuando se acudía a una visita), platos para popurrí (contenedor para albergar dentro una mezcla aromática) y hasta escribanías completas (soporte con tintero, pluma y salvadera)…

Abajo, una estupenda “assiette” o “vide poche” ejecutada en metal plateado y estampado WMF –de la Württembergische Metallwarenfabrik en Geislingen an der Steige– presentado en 1906.




Podría seguir con la interminable lista de objetos y creadores que la primera década del S.XX nos dio del “Art Nouveau”, por lo que es mejor terminar con la reseña histórica; pero antes de pasar a la compilación que en México hizo el matrimonio Holtz/Mendívil, resulta indispensable hablar de uno de los representantes de ese Arte Nuevo en los Estados Unidos de América del Norte, específicamente Louis Comfort Tiffany (1848-1933) que tendrá relevante representación en la casa de Las Lomas de Chapultepec.

Hijo de Charles Lewis Tiffany (fundador de Tiffany & Co. de Nueva York), Louis C. Tiffany fue un destacado artista y diseñador industrial, reconocido por sus trabajos como pintor, decorador de interiores, diseñador de vitrales y lámparas, mosaicos, vidrio soplado, cerámica, joyería y metal, y es el artista norteamericano que más se asocia con el Art Nouveau. En México, sin duda alguna su obra más relevante es el extraordinario telón cortafuego del Teatro Nacional (ahora Palacio de Bellas Artes) colocado en la boca escena desde el 20 de enero de 1911, producido por la “Tiffany Glass & Decorating Company”.


El extraordinario objeto –una auténtica cortina de cristal– está forrado por más de 200 tableros de 0.90 m² cada uno, y cerca de un millón de piezas de cristal "Favrile" opalescente, uno de los productos más afamados de la casa Tiffany.

Además de otros muchos productos, Tiffany ganó enorme prestigio y fama por su producción de vitrales y lámparas –nuevamente, piénsese en la novedad de las lámparas con bombilla eléctrica– y en particular las magníficas piezas para iluminación que se comercializaron desde 1899 y han causado furor entre los coleccionistas, siendo víctima de abundantes reproducciones de muy diversa calidad…


En diciembre de 2020, la casa Chrisie’s de Nueva York subastó una “Wisteria' Table Lamp”, fechada en 1905 por Tiffany Glass & Decorating Company -vidrio, plomo y bronce patinado- que en puja alcanzó sorprendentes $525,000.oo dólares. Para el observador general, existen varios museos que muestran esos trabajos firmados por Louis C. Tiffany, entre los que destacan el Morse Museum en Florida, así como la Colección Neustadt, que desde 1995 expone lámparas, vitrales y objetos varios en la galería permanente del Queens Museum.


Además de las lámparas en general, quiero hacer énfasis en el vidrio opalescente –también de la Tiffany Glass & Decorating Company–, fabricado desde 1890 por los obreros que trabajaban en el estudio de Corona -Nueva York- y se aplicaría en la fabricación de innumerables objetos además de las pantallas para lámparas; el innovador tipo de vidrio soplado al que llamarían “Favrile Glass” y con el que se crearía gran variedad de objetos.

Abajo aparece una fotografía de parte de la colección que el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York exhibe de esas piezas de “Favrile Glass”, incluyendo un emblemático “Peacock vase” (jarrón pavo real) que con forma en abanico recuerda la cola desplegada del ave y presenta la iridiscencia típica Favrile de Tiffany. Además de varias piezas de este tipo, la colección Holtz exhibe varios de los homenajes al Lirio Cobra que Tiffany bautizó como “Jack-in-the-pulpit vase” que mucho sorprende a cualquier visitante.




En México, aquel Modernismo de la primera década del S.XX tendría diversos exponentes, aunque desgraciadamente casi todos han sido intervenidos o desaparecido; el ejemplo más relevante sería el Teatro Nacional, que siguiendo el diseño del arquitecto Adamo Boari, comenzó su edificación como el más claro ejemplo del estilo Liberty en América; el teatro que se anunciaba como “El más suntuoso del Mundo” presenta aún piezas de magnífica factura modernista, en particular las obras de Géza Maróti, máximo exponente de la Szecesszió húngara.


La obra interrumpida en 1912 sería terminada con modificaciones en el nuevo estilo “Decó”, e inaugurada ya como “Palacio de Bellas Artes” en septiembre de 1934.

Buenos exponentes del estilo en la Ciudad de México fueron las grandes tiendas departamentales que se edificaron en el período; en la actual cabecera de mazana formada por las calles de Venustiano Carranza, Cinco de Febrero y la avenida Veinte de Noviembre, se levanta la tienda “El Palacio de Hierro” de la antigua Sociedad J. Tron y Cía; diseño del arquitecto Paul Dubois de 1918, al exterior muestra un Art Nouveau tardío y al interior aún conserva dos magníficas cristaleras de colores firmadas por Jacques Grüber.


Justo enfrente, en la esquina de Venustiano Carranza y Cinco de Febrero, aún se conserva parte del edificio edificado para “Fábricas Universales” (¡A las Fábricas Universales! -Gran almacén de Ropa-) de A. Reynaud y Compañía; diseñado por el arquitecto parisino Eugène Ewald y construido aquí por el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta en 1909; el magnífico remate de esquina recubierto de azulejo es un magnífico ejemplo de esa arquitectura del “Art Nouveau” que maravilló a los habitantes de la ciudad…


Apenas a unos pasos –en la esquina de las actuales 16 de septiembre y 5 de febrero–, se conserva buena parte de lo que fue “El Centro Mercantil” fundado por Sébastien Robert e inaugurado en 1899; al edificio que había sido edificado para don José De Teresa por el ingeniero Daniel Garza se le añadieron varios elementos decorativos entre los que destaca la cubierta acristalada del gran patio central, encargada al distinguido Jacques Grüber de la escuela de Nancy, autor también de las cubiertas de los edificios de “Banque de Crédit Lyonnais” en Nancy (1901) y la tienda insignia de “Galeries Lafayette” en París (1912).



En el ámbito privado, se edificaron diversas grandes residencias con influencia modernista, destacando la de don Pedro Lascurain y María Enriqueta Flores en la Plaza Roma (ahora Río de Janeiro) en la Colonia Roma (Ver); la casa construida entre 1910 y 1912, era un ejemplo sobresaliente de la influencia Liberty en México, pero desafortunadamente fue destruida en 1938.


En lo que se refiere al diseño interior, el ejemplo más relevante fue sin duda alguna la casa de la familia Requena/Legarreta en la Santa Veracruz (Ver), remodelada a partir de 1895 por don José Luís Requena, ostentó una de las ornamentaciones más peculiares y profusas de nuestra ciudad; la decoración de Ramón P. Cantó, influida por el eclecticismo decimonónico y la fisonomía del Art Nouveau, la colocan como una de las más lamentables perdidas de la arquitectura capitalina, a pesar de que parte de sus muebles se conservan y exhiben en la “Quinta Gameros” del Centro Cultural Universitario de Chihuahua.



Aún perviven en la Ciudad de México algunos ejemplos de esos diseños que se acercaron al rescate y apropiación de formas naturales como insubordinación ante la industrialización, y afortunadamente unos cuantos se han restaurado con las mejores intenciones.

Me viene a la mente la ahora llamada “Casa Prunes” –Nº78 de la calle Chihuahua, colonia Roma–, edificio levantado en 1916 por “Arquitectura Prunes” para albergar cuatro departamentos. Adquirido en 1999 por don Alejandro Burillo, el inmueble que había sufrido grave deterioro fue intervenido por el despacho Higuera+Sánchez y abierto al público en 2006 como centro de reunión.


Chihuahua Nº78 me resulta relevante porque muestra en puerta de acceso y ventanas, una ornamentación de la que Israel Katzman nota es: … la imitación de un paño plegado que en el centro parece colgar por su propio peso” y se despliega luego como una yedra que trepa, cuelga, y finalmente florece; es un modernismo que algo tiene de catalán –recuerda los diseños de Salvador Valeri i Pupurull– y algo tiene también del “Sacro Bosco di Bomarzo” –Parque de los monstruos– y las fantasías que Pirro Ligorio creó en 1552; parece ser el mismo tipo de musa que guio al ingeniero Holzt en la ornamentación exterior de su casa…



Es una pena que tanta arquitectura de diseño Modernista se haya perdido en la Ciudad de México, pero es claro que aquel territorio de fantasía ornamental no tendría ya sitio en una sociedad que había pasado por dos guerras mundiales y se adentraba ya en un Racional-Funcionalismo que nada quería tener que ver con fantasías decorativas…
Abajo, la casa sobre la calle de Guanajuato Nº63 –casi esquina con Mérida, una zona en que abundó ese tipo de arquitectura–, en la Colonia Roma, con su acceso de “paño plegado”.





Sobre un magnífico terreno –en cabecera de manzana–, con el número 705 de Monte Ararat, limitado por Sierra Gorda al Sur-oriente y Sierra Vertientes al Nor-poniente –en el fraccionamiento Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México–, el matrimonio Holtz/ Mendívil adquirió desde 1985 una casa de estilo moderno –que paradójicamente no contaba con uso de suelo para ser “casa-habitación”–, que a partir de 1988 sería extensamente moldeada para hacerse eco a los trazos de la creciente colección “Art Nouveau” de la pareja. El proceso sería una larga aventura en que el ingeniero diseñó y recreó –en ocasiones con materiales novedosos como resina epóxica– un sinnúmero de objetos gracias a artesanos y especialistas que le acompañaron en el lance.

Desde el acceso ceremonial –en la esquina de Monte Ararat y Sierra Gorda– aún el paseante más desatento descubre que esta no es una casa común, ya que desde la banqueta misma, ondulantes trazos guían hacia una verja que recuerda las propuestas de Horta y Guimard.


Una sorprendente variedad de trazos orgánicos impacta a quien se toma el tiempo de contemplar el diseño del ingeniero Holtz, que transformó los vanos de esa construcción en singulares recreaciones de expresión modernista, mirada desde final del S.XX.
Hacia el Nor-poniente y sobre la calle de Sierra Vertientes –donde se concentran parte de los servicios–, la fachada de cuatro niveles viste sus vanos con aliños que recuerdan los sinuosos perfiles de Antoni Gaudí, mientras que un muro ondulante -coronado por reja- limita la propiedad hacia Monte Ararat y Sierra Gorda.


En la esquina de Monte Ararat y Sierra Vertientes hay un acceso para el funcionamiento cotidiano de la casa –incluyendo una puerta cochera–, mientras que sobre Sierra Gorda hay otro acceso para que visitantes puedan dejar su auto al lado del acceso principal a la casa.

Para el observador, el resultado de aquellas líneas ondulantes en las bardas es sin duda notable –modelado todo en concreto que al paso del tiempo ha sido pintado–, y al paso de los años –con la vegetación invadiendo la arquitectura– la intención orgánica de las formas arquitectónicas de esa “Arquitectura Nueva” y “Modernista” se vuelven incuestionables.


En alguna entrevista que don Ignacio Holtz dio a Marco Antonio Mata por 1990, el ingeniero recordaba:
“Fue difícil encontrar herreros que elaboraran herrerías de tipo Art Nouveau. Probé como a 40 herreros y desafortunadamente su trabajo era para tirarlo a la basura. No servía para nada. Pero por fin convencí a unos forjadores que tenían su ingenio y ellos trabajaron en el sótano de la casa. Aquí teníamos un taller de carpintería, de tapicería, de herrería y de resina que se manejaba bajo mi supervisión”.


Para los artesanos contemporáneos, las líneas ondulantes y “de látigo” deben haber sido todo un reto, tanto para herreros como para los escultores que debieron preparar moldes para que albañiles formaran en concreto las formas, y más cuando las referencias venían de documentos de principio de siglo…

Para las principales fachadas, el ingeniero Holtz trazó una serie de alargados vanos que unifican ventanas de planta baja y primer piso, con el fin de lograr la dilatada proporción, que enmarcada por ondulantes molduras, está rematada con marquesinas semicirculares –protegidas por gajos moldeados en fibra de vidrio– sostenidas por ménsulas de ingeniosa herrería.


Todos los vanos se cerraron con vidrieras sostenidas por ebanistería de magnífico diseño, carpintería en caoba que con la cancelería interior, es testamento de la espléndida mano de obra que el ingeniero y su empresa “Arte y Diseño Internacional” alcanzaron.

Retomando la entrevista que a don Ignacio Holtz hizo Marco Antonio Mata:
“A los carpinteros, por ejemplo, les dije en un principio que hicieran puros látigos, nada de círculos ni cuadrados. Les dejaba la caoba y ellos hacían sus piezas. Como a los tres meses agarraron el estilo, y lo mismo ocurrió con la gente de resina y con los que hacían las piezas de chapas y los apagadores. Construir la casa fue una aventura emocionante…”


La entrada principal –que mira hacia Sierra Gorda–, está también enmarcada por sinuosas molduras que además dan soporte a un balcón, que bajo su marquesina semicircular y con pretil de herrería de látigo, da vista a la recámara principal; luego de pasar bajo ese balconcillo, un nicho enrejado da cobijo a la puerta principal –puerta de dos hojas y líneas curvas en caoba, con vidrios biselados– y paso al vestíbulo y la colección Holtz/Mendivil…


En el vestíbulo, nos recibe primero un antiguo ascensor de rejas metálicas corredizas (modernizado), ceñido dentro de un vestigio extraordinario: una entrada de cuatro cuerpos y vidrios de bisel ondulante, puertas enmarcadas por lo que parecieran dos troncos entorchados que se transforman en mujeres, con ramas y cabello que parecieran transformarse en trazos de humo…

Ese vestíbulo está en la parte baja de una planta en forma de “C”, que se desarrolla en torno a un patio interior cubierto por una vidriera con trazo orgánico, decoración floral y vidrios de colores, que en su doble altura está abrigado por espejos y decoraciones en relieve que parecieran inspiradas en los diseños de August Endell y su “Taller Elvira”.


En ese jardín cubierto, comienza el despliegue de los cinco años de planeación para la disposición de cada pieza de la colección -con un juego Liberty, un par de lámparas Tiffany y escultura de Daún-, así como de indispensables barandales y manijas, pasando por apagadores, mesas, lámparas y objetos varios...

Comencemos por el comedor, que inspirado en las líneas de Victor Horta, crea un refugio para doce comensales bajo un plafón de gajos -espejo al centro- que está respaldado por un mueble Majorelle y profusamente iluminado por un candil inspirado en Tiffany.


Nótese que en la fotografía de ese comedor que aparece arriba, y a la extrema derecha, apenas y se adivinan los seductores trazos que hicieron mundialmente famoso a Gustav Klimt luego de crear obras como el retrato de Adele Bloch-Bauer en 1907 o “El beso” en 1908.

El curioso candil de tres cuerpos, es una creación que retoma una estructura metálica que homenajea los fuetes de Victor Horta e integra tres grupos colgantes inspirados en la “Lily pad lamp”, de Louis Comfort Tiffany –diseño de1905– con las magníficas pantallas (24x3) de “Favrille Grass” opalescente.


Algo que aplaudo de la casa Holtz/Mendivil, es que aún a pesar de no poder jactarse de la antigüedad, originalidad o procedencia de todos sus muebles y bártulos, la libertad de ser una creación propia permite recrear un ambiente con la calidéz que aquel Arte Nuevo proponía y ponerlo en uso; como ejemplo, aparecen abajo, a la izquierda el comedor de la casa Holtz, mesa puesta con mantel, platos, copas, cubiertos y flores; a la derecha el comedor de l’hôtel Aubecq, diseño del arquitecto belga Victor Horta tal y como se exhibe en el Musée d’Orsay, con piezas de magnífica calidad, pero un tanto secas...


Así, la gran fortaleza de la casa es la colección misma, con una exhibición que en buena medida recrea aquel ambiente del optimismo en que el mundo se había recuperado del período de depresión económica de fin del S.XIX, y aún no presentía siquiera los horrores de la “Gran Guerra”…

Una opulencia ornamental –que también encontramos en el período victoriano– que niega moderación y se rodea de placeres sensuales encarnados en las líneas mismas de los muebles. Abajo, una mesa frente al comedor en que destaca un magnífico “Jack-in-the-pulpit Vase”, pieza ejecutada en favrile glass entre 1911-1912 como homenaje al Lirio Cobra por la Tiffany Glass & Decorating Company.



Prácticamente todo rincón de la casa Holtz muestra la sensualidad de la línea Nouveau, en una coreografía que doña Beatriz Mendivil se encargó de detallar, al grado de cambiar y reponer cada uno de los objetos, ya fuera una réplica de la “Dragonfly lamp” o un tarjetero de la WMF.

Abajo aparece una mesa del vestíbulo mirada desde dos ángulos diferentes, donde destaca el famoso “Dragon-fly design” –que Clara Driscoll y sus “Tiffany Girls” hicieran popular desde 1899– tan replicado, y a la derecha he señalado una de las varias piezas plateadas…


Mirar a detalle un rincón puede resultar sorprendente, y ahí se distingue un objeto interesante y que a nuestros ojos podría parecer extraño; una ninfa –deidad femenina menor, típicamente asociada a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial– que acaricia una pequeña ave rodeada por grandes hojas de nenúfar (Nymphaea) y unas cuantas pequeñas flores. Las hojas forman una pequeña charola que en la casa Holtz se usó para colocar flores secas.

El objeto fue de hecho diseñado como Visitenkartenablage -Charola para colocar tarjetas de visita- presentado en 1906 por la Württembergische Metallwarenfabrik –en Geislingen an der Steige–, que comercializaba en Reino Unido como Visiting card tray aunque generalmente se usara como “vide poche”.


Pero mucho más allá del simple acopio de hermosos objetos en torno a una moda, el ambiente más logrado de la casa es la sala, que en su doble altura aglutina en una atmósfera sugestiva eso que se llamó “Esprit de l’Art Nouveau”, en la evocación más alcanzada de la colección.

Colmado de listones decorativos que en madera evocan las sutiles líneas del humo de un cigarro, las lianas de una seductora selva o el estallido de un látigo, el salón crea un gran recipiente donde se recrea aquella libertad que estalló a principio de siglo XX, con la “estética de la curva”.


En la fotografía de arriba –magnífica toma de Nacho Urquiza captada desde el balcón de primer piso que mira a la sala–, no solo se adivina lo amplio de ese espacio, sino que se valora el trabajo que con los diseñadores de “Arte y Diseño Internacional” y ebanistas expertos, logró don Ignacio Holtz como recreación del Art Nouveau para albergar la colección curada por Beatriz Mendivil y su equipo.

El trabajo para marco y perfil de la ventana es admirable, ya que no solo en trazo sino en ejecución –aunado a buena factura en el biselado decorativo del vidrio– redime las mejores propuestas de Guimard y Horta, sino que tanto moldura decorativa –con motivo de hojas y flores– como plafón, crean magnífico marco para la exhibición…


Vista desde el punto de acceso, la perspectiva de ese salón no es solo afortunada, sino que muestra un armonioso e integral conjunto en que cada una de las piezas puede resplandecer, desde el par de magníficos “Canapé” y sillas complementarias de innegable procedencia “Libery”, hasta las lámparas Tiffany de la serie 'Butterfly' Table Lamp –c. 1900– una y “Zinnia & Flower with vase base” –c. 1902– otra.

Tomemos como muestra de los objetos agrupados, la mesa circular frente a la ventana –con cubierta de espejo–, que exhibe además de varias piezas de cristal opalescente –la mayoría en tonos ámbar– un par de recipientes en metal plateado, un candelabro y una “Lily pad lamp”, de Louis Comfort Tiffany con trompetas de “Favril Grass” opalescente.



Mirando al lado contrario, otro rincón de la sala presenta una chimenea de magnífico diseño y sobre su repisa un reloj que lleva la vista a un retrato de la señora de la casa; al otro lado una cómoda Majorelle y otra sorprendente lámpara “Hanging Head Dragonfly Shade and “Mosaic and Turtleback” Base” de Tiffany Studios en diseño original de Clara Pierce Wolcott Driscoll.

Driscoll creó al menos ocho modelos de “pantalla libélula”; este ejemplar se distingue por sus grandes dimensiones, cabujones de vidrio y la colocación de cuerpos de insectos a lo largo del borde inferior. Si bien Tiffany Studios produjo en masa estas pantallas y bases, la compañía varió la combinación de colores en cada objeto para realzar la ilusión artesanal. Este atrevido diseño –que se convirtió en uno de los más populares de Tiffany y se fabricó hasta 1924– aparece a la derecha –con cabujones verdes– en un ejemplar que se exhibe en el Art Institute of Chicago.



Muchos son los rincones de la casa que hospedan tesoros del modernismo; la biblioteca anexa a la recámara principal no solo contiene libros que ilustran Art Nouveau, Liberty, Studio Style, Jugendstil, Sezessionstil o Nieuwe Kunst, sino que exhibe una chimenea inspirada en Majorelle así como una magnífica copia de la lámpara que el arquitecto Peter Behrens diseñó en 1902 para el Gran Duque Ernst Ludwig von Hessen. Además, el baño hace eco de aquellas formas y se integra al resto de la decoración…


Un placer asomarse a la casa Holtz-Mendivil…



Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.


Arriba, doña Beatriz Mendivil ahora viuda de Holtz, propietaria actual de la casa.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…



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