jueves, 2 de julio de 2020

La casa de don Pedro Lascurain y María Enriqueta Flores en la Plaza Roma



Edificada entre 1910 y 1912, la extraordinaria casa de líneas modernistas se construyó sobre un terreno que para sí había reservado el abogado Pedro Lascurain de lo que fuera la propiedad familiar en el Rancho del “Potrero de la Romita”, y que para entonces era ya la boyante Colonia Roma inaugurada desde 1906. Luego del periplo de la Decena Trágica –cuando Lascurain fungió como Presidente Interino–, la propiedad cayó en descuido e inició un pausado deterioro, y hacia 1938 fue trágicamente demolida; el amplio terreno fue subdividido y ahora acoge 14 predios y la pequeña calle Cerrada Río de Janeiro.



Don Pedro Lascurain Paredes ‒cuyo nombre en acta sorprende por las cuantiosas encomiendas (el dictado completo en el registro de bautizo es Pedro José Domingo de la Calzada Manuel María de los Ángeles de los Dolores Luis Gonzaga Ignacio de Loyola Bernardo de Ojeda Juan Francisco Regis Leonardo Antonio de la Santísima Trinidad Lascurain)‒ nació el 12 de mayo de 1858 (día de Santo Domingo de la Calzada y Francisco Patrizzi) en el Rancho del “Potrero de la Romita” ‒justo a la vera de la Garita de Belén (también llamada de la Piedad), una de las viejas puertas de entrada a la Ciudad de México‒, y Bautizado al día siguiente según consta en el registro parroquial y diocesano.

Segundo hijo del matrimonio entre don Francisco Lascurain Icaza (n. 1823 e hijo único de don Pedro Lascurain y doña Dolores de Icaza y Jiménez del Arenal) y doña Ana Paredes Cortés (n. 1833 e hija del general José Mariano Epifanio Paredes Arrillaga, político y militar conservador que, tras dar un golpe de Estado en 1845, ostentó de manera interina el cargo de Presidente de México).


Arriba, en un lienzo de Joaquín Ramírez ‒parte de los retratos que ejecutó de los héroes patrios para el Palacio Nacional‒, el general Mariano Paredes y Arrillaga, abuelo matero de don Pedro Lascurain, cuando fue nombrado Presidente Interino de México por una Junta de Notables que se formó a partir de los jefes de los departamentos gubernamentales el 3 de enero de 1846.

Don Francisco Lascurain Icaza (también de largo apelativo: Francisco de Paula Jesús María de los Angeles y de los Dolores José Ladislao Leonardo Basilio Ramón Luis Gonzaga Lascurain) era un comerciante veracruzano que atravesó por un período de penurias luego de que contrajo matrimonio con Ángela Paredes y engendró siete hijos ‒Francisco (1853-1854), María de los Ángeles (1855-1923), José (1856-1858), Pedro (1858-1952), María Dolores (n.1859), Mariano (1861-1894) e Ignacio (n. 1862)‒ y formó una familia tutelada por puntuales y estrictos dictados religiosos.

Nos cuenta Bertha Hernández que... “De familia tan católica como adinerada, Lascuráin se formó en colegios privados en sus primeros años y después fue alumno de la Escuela Nacional Preparatoria cuando recién había sido inaugurada. Eran los tiempos en que la dirigía el médico filósofo Gabino Barreda, y, lo que muestran los documentos del alumno Lascuráin, es que sus aptitudes estaban en el campo de las humanidades, y no era tan bueno en Física, Matemáticas y Cosmografía.


Para 1880 Pedro se graduó de la Escuela Nacional de Jurisprudencia e inició una próspera carrera como abogado y académico que fructificó durante los siguientes veinte años, e incluyó en 1891 su matrimonio con María Enriqueta Flores Manzanera (1873-1951) descendiente ella de don Manuel Antonio Flórez Maldonado Martínez de Angulo y Bodquín, que fuera Virrey de la Nueva España de 1787 a 1789; en el directorio Ruhland de 1903-1904 aparece don Pedro Lascurain con despacho legal en Hospicio de San Nicolás (hoy parte de República de Guatemala) N°28 y residencia en Av. Madrid N°160 –vecino de C.C. Lamm en Madrid N°127– donde luego nacieron sus hijos Pedro (n.1892), Ana María (n. 1893), Fernando (n.1896) y Francisco (n.1899) todos Lascurain Flores. Abajo el rebisabuelo de aquellos hijos, don Manuel Antonio Flórez Maldonado, virrey de Nueva Granada, virrey de Nueva España y séptimo capitán general de la Real Armada, en un retrato que se conserva en el “Salón de los Virreyes” del Museo Nacional de Historia en Chapultepec.



A fin de 1901 murió su padre -don Francisco Lascurain Icaza- y Pedro quedó como albacea y titular de las diversas propiedades familiares según testamento del 11 de abril de 1890, en que don Francisco legaba a sus hijos -María de los Ángeles y Pedro- entre otras varias propiedades los terrenos de “La Ciénaga” que había adquirido en 1851 de la “Antigua Inmobiliario Flores Hermanos” y que para entonces aparecían en expedientes legales como el “Potrero de La Romita”, pequeño rancho donde 43 años antes había nacido el propio Pedro.



Recurro de nuevo a Bertha Hernández que respecto a don Pedro Lascurain nos cuenta:
Poco a poco, pudo hacerse de clientela y montó su propio despacho, pero el florecimiento de su vida profesional vino con su herencia, pues de ella nacería la Compañía Fraccionadora de la Calzada de Chapultepec, que lo convertiría en uno de los empresarios inmobiliarios más exitosos y prósperos de la capital, y con ese peso, lograría transitar del porfiriato al régimen maderista.
Doscientos 10 mil pesos fue lo que pagó la sociedad de Brown, Morton, Lamm y Orrin a los Lascuráin por aquellos terrenos donde se fundaría la colonia Roma. Además, se les dio una participación accionaria en la empresa fraccionadora y desarrolladora de la nueva colonia, que ascendía a la bonita suma de 50 mil pesos.



Durante los últimos años del S. XIX, la Ciudad de México se había extendido, urbanizando algunas áreas de la periferia, iniciando con la “Colonia de los Arquitectos”, Santa María la Ribera y después las Colonia del Paseo y “Colonia Americana”. Ante el éxito de esos desarrollos y con el impulso de C.C. Lamm se creó desde 1901 la “Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec, S.A.” para desarrollar terrenos de uno de los accionistas -don Pedro Lascurain Paredes-.

Para quien estudia ese sitio en el S. XXI, resulta casi imposible imaginar que el área fuera prácticamente campo, donde predominaban potreros y población dispersa en una finca que sus propios dueños llamaban “La Ciénaga”; cuando en septiembre de 1821, Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero ‒comandantes del ejército Trigarante‒ entraron a la Ciudad de México, lo hicieron por la Garita de Belén, en la esquina de las actuales Avenidas Chapultepec y Bucareli, llegando desde “Fuera de la Ciudad” y donde a apenas 300m estaba la Capilla de san Cristóbal, en los Potreros de Romita “…junto a la calzada que lleva a los pueblos del Sur” que ahora conocemos como Av. Cuauhtémoc...


Baste mirar el lienzo de Luís Coto pintado en 1857 –cincuenta y cinco años antes de la edificación de la casa que nos ocupa‒ bajo el título “Paisaje de San Cristóbal Romita” en que se contempla la pequeña iglesia parroquial edificada desde 1530 como Santa María de Nativitas, que para 1808 se dedicó a San Cristóbal y ahora se conoce como la Templo y Vicaría San Francisco Javier (parte de la V Vicaría Episcopal).

En el óleo que cuelga en el MuNal y mira hacia el sur desde lo que hoy es un conjunto habitacional en el Callejón de Romita N°18 –apenas a unos pasos de la bulliciosa Avenida Cuauhtémoc‒, se identifica la capilla con la torrecilla que llega intacta a nuestros días y en un primer plano un riachuelo que parecería inverosímil en la Colonia Roma; al fondo –del lado izquierdo– se distingue lo que por entonces era la Escuela Militar en la cima del Cerro de Chapultepec, que al poco tiempo se transformaría en nuestro querido “Castillo”, y frente al que desde 1866 remata la avenida que fuera trazada por orden de Maximiliano I y que es para nosotros el Paseo de la Reforma.


Arriba, un fragmento del “Plano General de la Ciudad de México para 1900” firmado “Luís L. de la Barra, Tercer Ingeniero de la Ciudad”, donde he marcado el terreno de “La ciénaga”, Rancho del “Potrero de la Romita”, que desde 1870 formaba parte del patrimonio de don Francisco Lascurain Icaza y que a partir de 1902 sería motivo de negociaciones con la “Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec, S.A.”. Abajo, el plano que pertenece al Archivo del Antiguo Ayuntamiento (Ramo Colonias, Libro 519) aparece el “Proyecto presentado por la compañía” en 1902.


Luego de las negociaciones iniciales, desde 1901 comenzaron las transacciones administrativas a fin de crear la “Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec, S.A.” y para febrero de 1903, el gobierno federal había otorgado un permiso provisional según el “Proyecto presentado por la Compañía” (arriba, donde he señalado el sitio donde aún existe la Capilla de San Cristóbal Romita) para fraccionar los predios de lo que se conocía como Potrero de la Romita, terrenos ya infecundos que habían pertenecido a la hacienda de La Condesa, luego a los señores Calero Sierra y Echegaray, y desde 1851 estaban en posesión de la familia Lascurain, siendo transferidos en 1902 a aquella sociedad inmobiliaria y sus inversores; con un capital de $800,000.00, la compañía estaba representada por sus principales accionistas: Edward Walter Orrin –actuando como Gerente–, el propio Licenciado Pedro Lascurain Paredes –como Tesorero–, Gabriel Morton (Vicepresidente de Ferrocarriles Nacionales), Cassius C. Lamm, Lewis Lamm (planificadores y constructores) y Edward N. Brown –como los cuatro vocales–.

Fueron varios los delineados que se presentaron (modificando geometría de calles y dimensión de las manzanas), y los límites que se determinaron respetar para “La Romita” dentro del trazo de la nueva colonia, pero para 1904 iniciaron los trabajos definitivos para trazo, nivelación y saneamiento; el 17 mayo de 1905 quedó redactado el “CONTRATO Celebrado entre la dirección General de Obras Públicas, el Sr. Leandro F. Payró, en representación de la compañía de pavimentos de adoquines de asfalto, y el Sr. Lic. D. Pedro Lascurain, en representación de la compañía de terrenos de la calzada de Chapultepec S.A., para pavimentar las calzadas de treinta y tres calles en la Colonia Roma.”



Ya desde 1904, se vendían en el N°8 de la calle de Gante lotes de la “Colonia Roma”, con la promesa de calles pavimentadas, servicio de agua y drenaje (que por entonces se llamaba “Saneamiento”), anchas banquetas con árboles así como servicios de parque y mercado. Lo sorprendente, era que las adquisiciones de podían liquidar a diez años con crédito que se otorgaba de manera inmediata, y con la promesa de entregar el lote “Saneado” en febrero de 1906.


Para el 6 de junio de 1905, ante el cabildo ‒en el aparato NOMENCLATURA COLONIAS‒ se registraba: “Víctor M. García, por la Colonia de la Condesa S.A., y Eduardo W. Orrín, por la Compañía de Terrenos de la Calzada de Chapultepec S.A., presentan el proyecto de Nomenclatura para las calles de la Colonia de Roma y la Condesa”. Para julio de ese año, se aceptó ya la nomenclatura que rendía homenaje a las ciudades de nuestro país y quedó reconocida y repertoriada la Nueva Colonia.



El fraccionamiento era novedoso por sus servicios, y atraería las miradas de quienes ansiaban dejar el viejo casco de la ciudad para trasladarse a zonas de innovadora urbanización y descongestionadas calles. Algunos de los lotes de importante superficie –en general, dos lotes unificados–, se asignaron a los inversionistas de la “Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec, S.A.” y así Córdoba N°42 con 3,295 m² sería asignado a Lamm, Mérida N° 33 y 3,254 m² a Morton, mientras que Mérida N° 21 con 2,351 m² tocaría a Brown y Orizaba N° 42 con 1,288 m² y frente a la Plaza roma se entregarían a Orrin, en tanto que Orizaba N° 43 y sus fantásticos 3,575 m² frente a la “Plaza Roma” y esquina con Orizaba se entregaron a don Pedro Lascurain. Es importante agregar aquí que un lote sustancial, en la esquina de Puebla y Orizaba y colindante con la propiedad de Lascurain, sería donado por la Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec a fin de levantar un templo católico dentro de los límites de la nueva colonia, y entregado en 1906 a la Compañía de Jesús por mediación de don Pedro ante Luis Martín García, vigésimo cuarto Padre Superior de la Compañía de Jesús.


En la imagen de arriba, que corresponde a una copia heliográfica del “Plano de lotes de la Colonia Roma” y está fechado en 1917, he marcado los lotes en que algunos de los socios edificaron sus propias casas a manera de muestra, y corresponden a las de Pedro Lascurain en Orizaba N° 43 (1), C. C. Lamm en Córdoba N°42 (2) Ver, Gabriel Morton en Mérida N° 33 (3, predio que ahora alberga a la Universidad del Valle de México Campus Roma), Edward N. Brown en Mérida N° 21 esquina con Puebla (4) Ver  y Walter Orrin en Orizaba N°42, frente a la Plaza Roma (5).

Complementando, señalo también la casa que en 1910 edificara para su familia el arquitecto Lewis Lamm (6) Ver, con sus magníficos 2,416 m² en la esquina de la avenida Orizaba y la entonces avenida Jalisco -que desde 1925 homenajea a Álvaro Obregón-; la casa no sería ocupada por la familia, pero es la única de aquel grupo de inversores que llega a nuestros días, y paradójicamente se conoce como “Casa Lamm”.



Es en ese contexto que don Pedro Lascurain decidió edificar su casa, cuando ya varios otros socios habían erigido su “Casa Muestra” en la nueva colonia; aunque desde 1905 había dado inicio la edificación de la casa de Edward Nonphlet Brown (Ver) la primera en quedar terminada sería la casa que proponía C. C. Lamm como muestra (Ver) y a pesar de su muerte al año siguiente, de las primeras en quedar ocupadas. La casa que propuso Walter Orrin como muestra, también se edificaba desde 1905 y aparece abajo -en proceso de construcción-, vista desde el jardín sur-poniente de la Plaza Roma; ese predio -ahora subdividido-, recibió luego un edificio con el N°42 de Orizaba y otro con el N°44Bis. de Rio De Janeiro .


No he logrado averiguar el por qué Lascurain retrasó la edificación de su “Casa muestra”, pero es probable que por algún tiempo haya usado parte de lo que quedaba del rancho familiar como su presencia en el nuevo fraccionamiento. En la foto de arriba -que mira hacia el norte-, el terreno de Lascurain aparece a la extrema izquierda de la imagen, mientras que al centro vemos la residencia de Walter Orrin en construcción.

Además, don Pedro quedó inmerso en actividades que exigían su total atención, cuando desde 1906 fue nombrado secretario de actas en el Ayuntamiento de México y además formaba parte –como Presidente- del patronato que regía el Colegio de San Ignacio de Loyola, Vizcaínas y para el que insistió en crear el “Museo de las Vizcaínas” que aún llega a nosotros en la antigua casa de los capellanes del colegio (tiene ahora 14 salas de exhibición, en las que se exhiban piezas de la suprimida Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu, de los colegios femeniles de San Miguel de Belén y de Nuestra Señora de la Caridad).



Es interesante hacer notar que entre mayo y julio de 1906, don Pedro hizo un viaje a Europa, específicamente a Milán –Italia–, acompañando a su amigo el Embajador Francisco León de la Barra, justo antes de asumir éste la representación de México en la Conferencia de la Paz en La Haya en 1907. Ahí, seguramente visitó la “Esposizione Internazionale –Milano 1906” que se presentó entre abril y noviembre en la Plaza de Armas y el Parco Sempione –a un lado del Castello Sforzesco- y conectadas por la ferrovia elettrica sopraelevata, festejando la apertura del túnel que conectaba Italia con Suiza bajo los Alpes.



Siempre me ha sorprendido que don Pedro –mesurado y circunspecto– se interesara en la vanguardia modernista, pero no puedo más que suponer que ese viaje causó una profunda impresión en el reservado abogado, que decidió entonces edificar una casa en la Colonia Roma siguiendo las propuestas de la vanguardia modernista que en tantos pabellones pudo admirar, mostrando el género “LIBERTY” italiano.


Arriba, el acceso lateral al “Padiglione dell’Arte decorativa Francese” (Pabellón de las Artes decorativas francesas) diseñado por el arquitecto Orsino Bongi, en cuyo exterior se colocó una réplica del extraordinario grupo escultórico "Les premières funérailles" (Adam et Eve portant Abel) de Louis-Ernest Barrias; abajo, ese detalle.



Otros varios de los pabellones mostraban esa peculiar interpretación que del modernismo se hacía en la Italia de los primeros años del siglo XX, rescatando las propuestas del Jugendstil que tanto había prosperado en el Sezessionstil Vienés –con Joseph Maria Olbrich‒, o el Art Nouveau de Hector Guimard y Jules Lavirotte, y que bautizado como “LIBERTY” en la península, estaría representado en las obras de Ernesto Basile primero y Giovanni Battista Bossi después.


Arriba el “Padiglione dell'Agraria” (pabellón agrario), diseñado por el arquitecto O. Bongi para la muestra de 1906; abajo una tarjeta postal que muestra el “Padiglione della Pace” (Pabellón de la Paz) diseño del arquitecto G. B. Bosi, uno de los gallardetes fundamentales de Milano 1906.



Ya desde 1902, Leonardo Bistolfi (el mismo artista que ejecutó para el Palacio de Bellas Artes en México varios grupos escultóricos, incluyendo la arquivolta de la fachada principal con su afamada "Armonía") había creado el admirado cartel y manifiesto para la “Prima Esposizione Internazionale d'Arte Decorativa Moderna” de Torino 1902; el magnífico dibujo que se inserta en la tradición historicista, y abiertamente evoca la usanza de las bacantes –representadas como danzarinas pompeyanas (en rigor, griegas) adoradoras del dios Baco–, se volvió estandarte para esa libertad creativa que se apoderó de la península itálica y sería tan del agrado latino.


Con esa influencia libertaria, desde 1902 -en Torino- había prosperado la tendencia y para 1906 -en Milán-, había madurado al grado de transformarse en una corriente muy demandada, implementados ya los artistas y artesanos para producirla. Abajo, una vista del salón principal de la “Prima Esposizione Internazionale d'Arte Decorativa Moderna” de Torino 1902 y su aclamado stile floreale, stile Liberty, arte nuova o arte moderna



El nombre Art Nouveau ("nuevo arte") fue acuñado en Francia, donde el movimiento también era conocido como Style Guimard, Style 1900 o École de Nancy (para objetos de arte); por entonces también en Gran Bretaña se conocía como Art Nouveau junto con Modern Style o Studio Style, mientras que en Alemania tomó el nombre de Jugendstil (estilo joven), en Austria Sezessionstil (Secesión), en los Países Bajos Nieuwe Kunst (traducción de Art Nouveau en holandés), en Polonia Secesja, en Suiza Style sapin o Jugendstil, en Serbia y Croacia Secesija, en Rusia Moderna y, en España Arte Joven, o más frecuentemente, modernismo…

En todo caso, el licenciado Lascurain se interesaría en ese estilo del que poco se producía en México, excepción hecha del diseño que para su propia casa ejecutaba desde 1895 don José Luís Requena (Ver) que lograría un excepcional ejemplo de diseño interior modernista y que desafortunadamente se ha perdido por completo (a no ser por los muebles que la familia conserva y se exhiben en la Quinta Gameros de Chihuahua).



Durante su viaje, don Pedro seguramente se pertrechó de publicaciones e imágenes que permitieran inspirar o reproducir los diseños, y comenzó desde 1907 la gestación para el nuevo diseño; tengo la sospecha de que el esquema que el arquitecto Giovanni Battista Bossi había ejecutado para el pabellón de Ernesto Teodoro Moneta sería de particular relevancia para la casa de Orizaba 43.



En cualquier caso, para 1908, el licenciado Lascurain, había ya emprendido las disposiciones para ese diseño de su casa, a edificarse en el terreno con poco más de 3,570 m² frente a la Plaza Roma; el Museo MODO indica que el diseño de Orizaba N°43 se encargó al arquitecto Arnold Spinelli, mientras que en su libro “Casas escasas: El art nouveau en la Ciudad de México” María Eugenia Aragón Rangel nos indica que en registro tiene tanto a Spinelli trabajando con Mario Mascanzoni (para Jalapa N°50) así como a Gino Zaccagna (para Valladolid N°110), Miguel Beltrán de quintana (para Córdoba N°48) y “Prunes” (para Zacatecas 78 y 120), los primeros de origen italiano y que llegaron a México en la estela de Adamo Boari y su éxito en 1906 luego de la inauguración del Palacio Postal…

Para la casa Lascurain, se dispuso que los modelos decorativos serían ejecutados por el recién llegado Enrico Nessi y vendrían de un taller establecido en la Calle de Frontera N°111, a poca distancia de la obra en el límite sur-oriente del fraccionamiento, donde se ejecutarían en la novedosa “Piedra artificial” que tan buenos resultados había dado en Italia. Nessi llegó a México para ejecutar las escayolas y mármoles artificiales del Salón Principal de Telégrafos Nacionales en el edificio de Comunicaciones y Obras públicas (hoy Munal) y lograría gran reconocimiento con los relieves del arco triunfal del estadio deportivo de Jalapa en la siguiente década.

En nuestra ciudad, aún perviven algunos ejemplos de esos trabajos, ligados unos a la tradición floral del Liberty y otros más influidos por el Style Guimard; así, destacan los detallados antepechos de la casa en Valladolid N°100 esquina con Tabasco –obra firmada por Gino Zaccagna‒, las voluptuosas siluetas del edificio en Guanajuato N°54 esquina con Mérida ‒ y el cuidadoso trabajo de colado en los grandes y complejos moldes abombados de Colima N°145 esquina con Córdoba –firmada por Arturo Jiménez y concluida en 1910‒.




La casa Lascurain se diseñó como una sola planta principal, montada sobre un basamento a manera de semi-sótano que daría tribuna de desplante al gran pórtico sur que recibía a los visitantes con una espectacular vista sobre la Plaza Roma y su rotonda con fuente al cruce de Orizaba y Durango, y donde desde 1908 sorprendería a los visitantes el “Edificio Roma” diseñado por el ingeniero Randolph (algunas fuentes indican Regis) A. Pigeon. Abajo, vistos desde la casa Lascurain en construcción (nótese que aún no se ha colocado la reja, pero ya están listos los pilares para el acceso de la esquina), la plaza Roma y el edificio de departamentos Roma (ahora Río de Janeiro).


La casa, edificada en el amplio terreno frente a la esquina nor-poniente de la Plaza Roma y Avenida Orizaba, gozaba en toda su amplitud de uno de los cuatro jardines de esa Plaza, en una zona en que ya se habían comenzado a edificar varias residencias; en la imagen de abajo –captada en 1909‒ donde he marcado el terreno en que se edificaría la Casa Lascurain-Flores, se distinguen en lejanía y al centro, el conjunto de casas que aún existe al cruce de Insurgentes (entonces aún avenida Veracruz) y Oaxaca que en 1906 edificó la sociedad “De la Lama y Zwicker Ings. Arqs.”



En el diseño de la casa, el elemento más conspicuo sería desde luego el acceso central de la fachada sur, que con su portal a manera de pilono (palabra proveniente del griego πυλών pylṓn 'puerta grande') se levantaba sobre una decena de escalones contenido por un asombroso pórtico de atractivas dimensiones; el acceso mismo, cobijado por una marquesina de hierro cubierta de cristal y enmarcado por dos enormes pilares decorados con cartuchos y medallones, y rematado por un arco adornado de guirnaldas, repisas y cartuchos, daba paso a la casa a través de una puerta con marco de indudable influencia modernista.


Arriba, una recreación de la fachada sur y abajo, un dibujo que reconstruye el marco de aquella puerta de acceso, basado en fotografías...



Existen pocos y contradictorios datos acerca del autor del diseño definitivo de la casa, y mientras que se señala a Aldo Spinelli como diseñador, también se indica que Spinelli trabajaba tanto con Mario Mascanzoni –como lo hicieron en Jalapa N°54– como con el ingeniero Manuel Luis Stampa –como lo hiciera para la magnífica casa de estilo moderno en el N°57 de la Plaza Roma‒ colindando al poniente con la casa Lascurain-Flores.

Esa casa de delicado stile liberty ‒que aún se conserva en el N°45 de la ahora Plaza Río de Janeiro‒, tuvo una larga lista de propietarios entre los que figuran: don Alberto González casado con dos hermanas Velásquez y que la ganó y perdió en juegos de naipes; incluso figura en la lista el mismísimo José Rubén Romero, autor de Mi Caballo, mi perro y mi rifle y desde luego La vida inútil de Pito Pérez, cuya historia parecería desarrollarse inspirada en la torre-campanario del templo de la Sagrada Familia…


Mirar esa casa desde el circuito de la Plaza Roma, nos permite observar no solamente la fina composición del conjunto, sino además, casi adivinar la reja de acceso a la casa Lascurain (a la derecha, en la imagen de abajo), cuya verja sur se extendía por más de 50 m., interrumpida apenas por una magnífica cancela de hierro forjado que daba paso a la escalinata de entrada.


Aquella reja sur, permitiría a los visitantes de a pie entrar al jardín y subir a la amplísima tribuna sobre la que se erguía la casa, para detenerse bajo la marquesina acristalada y decidir si entraban o permanecían afuera, gozando de la galería que envolvía parte de la casa y las magníficas vistas que desde ahí se podían descubrir.


Si en efecto, el diseño fue de Aldo Spinelli trabajando ya con Stampa, estoy seguro que el ingeniero Manuel Luis Stampa aprovechó la misma idea cuando diseñó poco más de once años después -en 1923- la casa del general Francisco Serrano en Plaza Ajusco (Ver), apenas 600m. al sur sobre la propia avenida Orizaba, aunque utilizando un estilo completamente distinto, cuando ya el “Nouveau” había pasado de moda…

Hacia ambos lados de ese acceso en la fachada principal ‒mirando tanto hacia el oriente y la avenida Orizaba, como hacia el poniente y el jardín‒, se alzaba un magnífico pórtico de esbeltas columnas pareadas y recio entablamento que seguía el estatuto clásica pero con un orden de voluptuosas líneas que retan descripción. Así, la casa se mostraba ligera y grácil hacia el parque, con ese pórtico que más fungía como galería abierta que como corredor y remataba la silueta con coronas, recordando las coronas de hojas de laurel que se colocaban de hecho sobre la cabeza los antiguos griegos y romanos -aludiendo a una victoria-, pero también con otros muchos ramajes como el olivo (la paz), roble (la fuerza), o incluso composiciones de frutos diversas (abundancia).


Así, la casa se levantaba en su esquina, más como pabellón que como parte de un denso tejido urbano, y donde resulta evidente en la imagen de abajo –seguramente captada desde lo alto del Edificio Roma por 1912– que la composición de pilono de acceso y pórtico se daba ciñendo un patio interior cubierto por amplia cristalera –donde seguramente se distribuían los ámbitos públicos–, mientras que un ala en la sección nor-oriente, recibía las áreas y habitaciones privadas.



La casa Lascurain-Flores debió contar cerca de 1,800 m² construidos en dos plantas, donde el sótano albergaba dependencias de servicio, cocinas y bodegas, mientras que la “planta noble” recibía espacios ceremoniales como el patio cubierto, galería, salones, biblioteca y comedores en el núcleo principal y habitaciones en el ala nor-oriente; además, al fondo –en la colindancia poniente‒ parece haber existido un edificio anexo que servía como cochera al centro del amplio jardín cerrado y sus 2,000m² arbolados.

Frente a la Avenida Orizaba –que entonces aún conservaba las esculturas de leones con que Orrin había decidido decorar los camellones‒, la casa mostraba una larga reja, dos accesos para automóviles y 60m de jardín donde se desplantaba la casa mostrando las recias ventanas de un sótano que sostenía las columnas pareadas de la galería a la izquierda y ventanas de las habitaciones a la derecha, todo enmarcado por las obras del Templo de la Sagrada Familia al norte.



De aún existir la casa, probablemente aparecería afín a lo que he señalado abajo, aprovechando una vista de Google maps captada en 2019 y donde en la parte baja se distingue la sección norte de la ahora Plaza Río de Janeiro, con la fuente que en su centro abriga una réplica en bronce de la afamada estatua “David” de Michelangelo Buonarroti.


Aprovechando la imagen de arriba, puede ser interesante mencionar aquí, que ya para entonces se levantaba la estructura de concreto de lo que hoy conocemos como el templo de La Sagrada Familia, siguiendo el proyecto que desde 1907 habían elaborado el arquitecto Manuel Gorozpe y el ingeniero Miguel Rebolledo aprovechando el lote en la esquina de Puebla y Orizaba ‒al norte de la propiedad de Lascurain‒, que había entregado la “Compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec” a fin de levantar el templo católico cuya edificación inició el 6 de enero de 1910.

La excepcionalmente adelantada estructura de concreto armado diseñada por Rebolledo ‒y que sería luego revestida con las ornamentaciones concebidas por Gorozpe‒ puede verse en la imagen de abajo, captada desde la calle de Puebla y mirando hacia el sur, y donde bajo el crucero, puede distinguirse la silueta de la casa Lascurain.



Privilegio reservado a pocos, el interior de aquella casa debió ser sorprendente, sobre todo si consideramos que para 1912 –cuando debió quedar terminada‒ don Pedro no solamente había afianzado su posición como promotor urbano ‒cuando nuevamente en sociedad con Orrin y Lamm, adquirió terrenos de la Hacienda de la Condesa para dar continuidad a la urbanización de la Colonia Roma‒, sino que además formaba ya parte de la estructura del nuevo gobierno, como titular del Ayuntamiento de la Ciudad de México desde enero de 1912, cuando el gobierno de Francisco Madero tenía dos meses de vida.



Nunca he encontrado imágenes del interior de aquella casa, pero para ilustrar la esfera doméstica, me permito usar una imagen de la Villa Igea en Palermo, obra de Ernesto Basile ‒en que se distingue una inconfundible influencia francesa‒ y donde fácilmente podemos imaginar el retrato de don Pedro colgado al interior de uno de los salones.


Quiero suponer que también algunos de los espacios públicos serían dotados de amueblado cuidadosamente diseñado en ese estilo Nouveau y como ejemplo, muestro un interior –el comedor‒ del Hôtel Bouctot-Vagniez, diseño del arquitecto Louis Duthoit ejecutado entre 1909 y 1911, en el N°36 de la Rue des Otages, Amiens –Francia‒, y que ejemplifica uno de los modelos más logrados del período.



Apenas unos meses después de inaugurada la casa, don Pero fue convocado por el Presidente Madero para ocupar la cartera de Relaciones Exteriores, sitio donde su exquisita educación y dominio de lenguas vino como anillo al dedo para el nuevo régimen.

Abajo, don Pedro Lascurain Paredes ‒Secretario de Relaciones Exteriores‒ y su equipo a final de 1912; apenas unos meses después, don Pedro debería enfrentar una severa crisis del gobierno electo al que representaba, lastimado por un golpe de estado al que se sumaría la presión de representantes extranjeros.


Uno de los retratos que más me cautivan de don Pedro, es el que en 1917 hizo el embajador Manuel Márquez Sterling como parte de “Los últimos días del presidente Madero: Mi gestión diplomática en México entre enero y marzo de 1913” en donde nos dice que Lascurain “…vivía, como un vástago de reyes, en un palacio exquisito…” y que en contexto nos cuenta:
Hombre de elevada estatura, de rostro sereno y gesto amable, muy culto, muy discreto, muy cortés, y de una ética severa, don Pedro Lascuráin dio en el angustioso drama un admirable ejemplo de nobleza y patriotismo. Educado en la escuela del bufete y para labores puramente sedentarias, encontrábase fuera del campo de sus actividades en medio de los combates; él, acostumbrado a las bregas de la inteligencia y no a la gimnasia de los brazos. Pobre, en la juventud, por sí mismo, sin el favor de la dictadura, supo enriquecerse; antigua y respetable su familia, pertenecía, desde luego, a la alta clase aristocrática, sin afiliarse a la intransigencia “porfirista” ni al Partido Científico; fervorosísimo católico, no chocó su alma devota con el espiritismo de Madero, ni llevó al gabinete consejo clerical; demócrata, por la sencillez de sus hábitos y por la tolerancia de su ánimo piadoso, vivía, como un vástago de reyes, en un palacio exquisito que, recientemente, había construido, en el cual rivalizaban el buen gusto, el arte delicado, la elegancia irreprochable y la opulencia.



A partir del 9 de abril de 1912 y ocupando entonces don Pedro la cartera de Relaciones Exteriores, en una de esas peculiaridades legales de entonces, el Canciller ocupaba también el tercer puesto en la administración, quedando designado como presidente interino a la falta del Vicepresidente, puesto ocupado entonces por José María Pino Suárez. Abajo, en una imagen captada el martes 8 de octubre de 1912, durante el funeral de don Justo Sierra, aparecen Pino Suárez, Madero y Lascurain.



Innumerables son los textos que describen los sucesos de febrero 1913, cuando se dio un golpe de estado -militar- para remover a Francisco I. Madero de la Presidencia de México. Conocida como “Decena Trágica”, la revuelta se dio entre el 9 y 19 de febrero, con desenlace en la muerte de Madero y Pino Suárez.

En lo referente a Lascurain, retomo al embajador Manuel Márquez Sterling que nos cuenta:
El papel más doloroso, en aquellos trances, era el del ministro de Relaciones Exteriores, obligado a entenderse con un Cuerpo Diplomático en su mayor parte hostil y, sobre todo, con Mr. Wilson que tramaba, y hacía cuestión de amor propio, la ruina del gobierno.


Desde hacía tiempo ya, el embajador Wilson ‒que apoyaba los planes de los golpistas‒, estuvo enterado de un posible convenio con los rebeldes y lo notificó al gobierno de Estados Unidos; para desacreditar al gobierno mexicano y a los embajadores latinoamericanos que estaban a favor de Madero, inquietó a parte del cuerpo diplomático europeo para que le ofrecieran respaldo, arguyendo la incompetencia de Madero y así se enfrentó directamente con Lascurain. Así, reunió en la residencia de la embajada –apenas a un par de cuadras de la casa Lascurain, en la esquina de Avenida Veracruz (ahora Insurgentes) y Puebla‒ a un reducido grupo que definió uno de los trascendentales capítulos de la historia de México.



Y retomo al embajador Manuel Márquez Sterling que con su cargada redacción –muy a la manera de la época‒ nos cuenta de los intentos por salir del trance y lograr sacar con vida al presidente y vicepresidente, trasladándolos a Cuba:
En el fragor de la pelea, Lascuráin es, de los ministros de Estado, incluso el de la Guerra, el que más en peligro pone su vida, el que más decepciones y sinsabores recoge, el que más responsabilidades echa sobre sí. Sus Excelencias, los plenipotenciarios, jaquéanlo, continuamente, en el tablero diplomático; y alguno, alevoso, cruel, exígele, como en época normal, cuanto el canciller no puede cumplir; las grandes potencias, descargan todo su peso en el atribulado corazón del patriota; y con las dos manos crispadas, bajo una lluvia de proyectiles, quiere detener la avalancha que se aproxima, que lo amenaza, que lo arrolla. Entra en la Embajada con el semblante adolorido y la mirada triste y se encierra con los tres ministros del secreto, y dura mucho el pugilato, y sale, erguida la cabeza y torturado el corazón. Lo acompaña un general y con él parte veloz en su automóvil. Parece que revientan bajo el asfalto 100 volcanes. Y llega, por el azar, sano y salvo, a la bombardeada residencia del Poder Ejecutivo. Pero, a su esposa, una dama de noble alcurnia, doña María Flores, descendiente del virrey quincuagésimo primero de Nueva España, don Manuel Antonio, de su mismo apellido, sucesor del arzobispo don Alonso Núñez de Haro y Peralta, y antecesor del segundo Conde de Revillagigedo, el insigne don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, le comunica un malvado, por el teléfono, que apenas ya funciona, la muerte del canciller en el trayecto. La señora Lascuráin, desesperada, hízome llamar, ante el espanto de aquella noticia. “Me consta, le dije, que el ministro está en Palacio sin novedad” y en esos instantes el propio canciller llamaba a la conturbada esposa desde su puesto de honor, junto a Madero. El llanto se convirtió en alegría; la primogénita del abnegado ministro, suave como una hoja de clavel, abrazaba y cubría de lágrimas a la madre; y orando, con las manos entrelazadas, daban al cielo gracias por la ventura de que fuese yo afortunado nuncio y que tan patente confirmación tuvo en seguida. De noche, pasé a visitar al señor Lascuráin que, al abrigo de su familia, daba reposo al cuerpo y al espíritu. “Señor ministro —dijo al verme— su última nota acerca del crucero Cuba, ha causado, en el gobierno, en el presidente Madero, y, naturalmente, en mí, el efecto de un abrazo que se dan nuestras dos patrias...—Y, sin embargo —le respondí— la segunda nota, a que usted se refiere, contiene las mismas declaraciones de la primera...—Exactamente —arguyó Lascuráin—. Pero, en la primera, encontrábamos, el presidente y yo, algo oscuro...—¿Oscuro?—Sí, oscuro... Lo crítico de las circunstancias —agregó el canciller— se presta a recelos, a desconfianzas, a suspicacias... De pronto, parece que se forma en el horizonte una tempestad...



En efecto, el embajador Manuel Márquez Sterling, preocupado por las vidas de Madero y Pino Suárez, había ofreció asilo político en La Habana, y su gobierno dispuso el crucero Cuba en Veracruz para trasladarlos. Luego de las renuncias de presidente y Vicepresidente, El Secretario de Relaciones Exteriores de México, asumió el cargo de Presidente Interino de los Estados Unidos Mexicanos el 19 de febrero de 1913.

La tempestad estalló sin que las acciones para el traslado Cuba fructificara, con el asesinato de Madero y Pino Suárez el 22 de febrero. Al día siguiente, el diputado Luis Manuel Rojas ‒convencido de la participación del embajador estadounidense en el golpe de Estado‒, leyó un discurso ante el pleno de la Cámara, redactado tomando inspiración en “J’accuse…! de Zola:
Yo acuso a míster Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México, ante el honorable criterio del gran pueblo americano, como responsable moral de la muerte de los señores Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, que fueron electos por el pueblo, presidente y vicepresidente de la República mexicana, en 1911 [...] Yo acuso al embajador Wilson de haberse inmiscuido personalmente en la política de México, habiendo contribuido de manera poderosa a la caída de los gobiernos del presidente Díaz y del presidente Madero. [...] Yo acuso al embajador Wilson de que ni por un natural sentimiento de humanidad se le ocurrió en el último extremo, amparar a los prisioneros bajo la bandera americana, a pretexto de que no quería cargar con la responsabilidad de lo que después hicieran los señores Madero y Pino Suárez [...]



Lascurain había ocupado el puesto de presidente obligado por las circunstancias y, después de nombrar Secretario de Gobernación a Victoriano Huerta, renunció. Huerta fue nombrado presidente interino y aparentemente se legitimaron el cuartelazo y la traición…

Durante el gobierno de Huerta, la mayor parte de los maderistas se vieron obligados a salir del país, pero don Pedro Lascurain permaneció en México, sin casi ser importunado; dispuso actividades privadas en su casa de la Plaza Roma y continuó con sus actividades profesionales, la administración de la nueva ampliación de la Colonia Condesa, y dictando cátedra y conferencias en la Escuela Libre de Derecho –recién fundada‒.


Al triunfo de los constitucionalistas ‒en agosto de 1914‒ los huertistas salieron al destierro y don Pedro Lascurain –que no lo fue‒ fue obligado violentamente a salir con ellos; los revolucionarios culparon a Lascurain por la muerte de presidente y vicepresidente, por lo que fue perseguido y decomisadas sus propiedades. Partió hacia la Habana con su familia y días después viajó a Nueva York, donde vivió los siguientes seis años.



Don Pedro regresó a México a fin de mayo de 1920, cuando Carranza había sido asesinado; volvió a ejercer como abogado y volvió a dictar cátedra en la Escuela Libre de derecho, donde presidió la Junta directiva en 1932 y fue nombrado Rector Honorario. En 1930 fue Presidente de la Barra Mexicana de Abogados y retomó su papel en la Junta Directiva del Colegio de Vizcaínas. No regresó a su casa de Plaza Roma, sino que se instaló con doña Ma. Enriqueta y tres de sus hijos en una sobria casa en el N°97 de Liverpool, casi al cruce con Insurgentes.

Durante ese período y mientras don Pedro intentaba recuperar su casa, al festejarse el Centenario de la Independencia de la República de Brasil en 1922 y presentarse la “Exposición del Centenario”, el gobierno de México envió como obsequio “De México a Brasil” una réplica de la estatua de Cuauhtémoc, que se instaló en una gran plaza de Río de Janeiro, llamándola Plaza de México ‒frente a Praya Flamengo‒ y que fue inaugurada con un emotivo discurso de José Vasconcelos; al año siguiente, por iniciativa de don Alberto J. Pani y el propio Vasconcelos, a la Plaza Roma se le cambió el nombre a Plaza Río de Janeiro.



Mientras que el templo de la Sagrada familia había reiniciado su edificación y estaba por concluirse, la casa de Orizaba N° 43 –frente a la ahora Plaza Río de Janeiro‒ con sus 1,800 m² construidos y sus fantásticos 3,575 m² frente a la “Plaza Roma” se había deteriorado notablemente durante los seis años que la familia permaneció en Nueva York; decomisada por los constitucionalistas, parte del mobiliario había sido pillado y varias secciones de la casa quemadas o lastimadas por humedades.



En su renuncia a la presidencia, dirigida a los secretarios de la Cámara de Diputados –el 19 de febrero de 1913‒, don Pedro Lascurain confió en el juicio de la historia: “…que resolverá serenamente sobre mi actitud; estimo demostrar con ella mi lealtad a quien me honró con su confianza y mi amor a mi patria…”

Para 1938, cuando ya la Sagrada Familia de la Colonia Roma Parecía terminada, iniciaron los trabajos para demoler la casa Lascurain-Flores y preparar los documentos a fin de subdividir la propiedad, abriendo una pequeña calle cerrada que diera acceso a 10 de los 15 nuevos lotes.



Don Pedro José Domingo de la Calzada Lascurain Paredes murió el 21 de julio de 1952 a los 97 años, y tanto en Vizcaínas como en el templo de la Sagrada Familia se oficiaron exequias. Su cuerpo sería depositado en la capilla familiar del Panteón Francés.



Muy pocas fueron las obras del modernismo finisecular que se ejecutaron en México y aún menos las que sobrevivieron al paso del tiempo. Aún la obra más importante que se produjo en el período llega a nosotros inconclusa y reformada en su interior, ya no como Teatro Nacional sino como Palacio de Bellas Artes; ese simple hecho la hace aún más valiosa y representativa.



Es una pena que la casa Lascurain-Flores fuera destruida, no solo porque sería un magnífico representante de aquel Stile Liberty que ahora generalmente llamamos “Art Nouveau”, sino porque fue un fragmento de la historia misma…




Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.


Ahora, hacia allá mira el bronce de David, y pareciera preguntarse: ¿Qué sucedió con la casa de los Lascurain?



Conforme haya más entradas (¡Ya hay un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html

Ver







































12 comentarios:

  1. ¡¡Estupenda narrativa y exposición histórica!! Me removió la "castaña" de los recuerdos ya que parte de mi vida estudiantil la viví en la finca de Tabasco y Valladolid, mi cuarto era en la torre, que por cierto algunas amistades de la facultad me decían que parecía escenario de Remedios Varo; a propósito la finca es, porque creo que aún existe, un duplex, yo vivía en la casa cuya entrada está por Tabasco, la otra entrada es por Valladolid; también conocí a parte de la familia Lascurain y Flores, pues estamos emparentados por la rama Flores de Durango, Dgo., principalmente traté con algunos miembros de la rama Lascurain y Jimenez de la Cuesta; la tía Anita Lascurain y Flores vivía en Alvaro Obregón. Como puede ver, estimado maestro, me testereó los recuerdos.Mil felicidades por un éxito más, saludos afectuosos.

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    1. Don Adolfo:
      ¡Usted siempre amable y generoso con sus comentarios!
      No sabe el gusto que me da saber lo que me cuenta y enterarme que haya usted pasado una temporada en esa maravillosa torre con entrada por Tabasco; espero haya usted reconocido los magníficos trabajos que adornaban las ventanas de los pisos bajos.
      Le envío un saludo y mi agradecimiento.
      RF

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  2. Respuestas
    1. Si lee usted el texto, descubrirá que: Para 1938, cuando ya la Sagrada Familia de la Colonia Roma Parecía terminada, iniciaron los trabajos para demoler la casa Lascurain-Flores y preparar los documentos a fin de subdividir la propiedad, abriendo una pequeña calle cerrada que diera acceso a 10 de los 15 nuevos lotes.

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  3. Arquitecto, en otro de sus blogs ha escrito sobre los fraccionamientos proyectados por el equipo de De La Lama y Basurto. En particular, me interesa saber si ha publicado algo más sobre el fraccionamiento León Moderno, de 1955. ¿Ha encontrado planos originales de ese conjunto en algún archivo, o el nombre de los arquitectos que lo proyectaron?

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  4. hola quisiera saber si tiene info sobre la primera calle de frontera nos 3, 5 y 7 de la col roma y que habñia en esos predios y si tiene fotos. Gracias

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  5. Excelente exposición histórica...muchas felicidades por trasmitir conocimiento

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  6. Una pregunta arquitecto, ¿se pueden tomar las imágenes expuestas en su blog Grandes Casas de México, para la publicación de algún artículo o libro?

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  7. ¡Hola Edgar!
    Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente...
    ¡Saludos!
    RF

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