viernes, 22 de noviembre de 2019

Casa Grande de doña María de Jesús García en la antigua hacienda de Esquitlán,

en Tulancingo, Hidalgo.


Erigida entre 1903 y 1908 como legado para doña María de Jesús García Otamendi, fue creada por don Pánfilo Garcia Muñoz ‒probablemente con la asistencia de los ingenieros Hugo Dorner y Antonio Ortiz‒ como foco regente de la “Hacienda Exquitlán”, al sur del “Cerro del Tezontle” de Tulancingo; la propiedad que en 1883 aparecía registrada a nombre de don Jesús Monter, pasó luego a ser habitada por Trinidad García Olvera y su esposo Miguel Urrutia desde 1944 y hasta 87. Para 1948 –ya ocupada la sección norte por la familia Díaz‒ se transformó en sede productiva de “Sidra El Pomar” y a más de un siglo de levantada sigue en pié, aunque deteriorada y a la venta sus remanentes 30,000 m² en el vergel, para una nueva conversión.



Incontables historias y mitos envuelven la abandonada “Ex‐Hacienda de Exquitlán” con macabras e imaginativas leyendas en torno a su propietario original –artificiosamente transformado en despreciable protagonista de tétricas narraciones para asustar a los niños‒ y aún más ficciones respecto al proyectista, que incluyen desde la autoría de Gustave Eiffel –creador en 1889 de la torre de 300m en París‒ hasta el esbozo creado Emile Berliner ‒creador en 1887 de un gramófono que compitió con el fonógrafo de cilindros de cera patentado por Edison‒, pasando por “un famoso diseñador catalán” o un ficticio Pánfilo García Otamendi…

Magnífico ejemplo de la arquitectura residencial del porfiriato, es una creación ecléctica de clara influencia francesa, que aún en su desmejorado estado, permite revelar la manera en que México intentó insertase en el panorama mundial con una producción edilicia que retomaba los cánones de vanguardia dictados en Europa, aplicados en la industria productiva del período.





En el S. XX, el Valle de Tulancingo sobrellevó una notable transformación, más aún desde la aparición de la “Estación Terrena Tulancingo 1” –antena parabólica de 32 metros edificada en 1967 por INTELSAT para comunicación satelital‒; difícil es imaginar que hace ciento veinte años, Tulancingo era una mancha urbana que apenas superaba los 9 mil residentes (el censo de 1900 indicaba 9,036 habitantes, mientras que el de 2020 indicó 106,160), y era irrigada por caudalosos afluentes que hacia el norte forman el ancho Río Grande Tulancingo...

Abajo, Tulancingo hacia 1950, visto desde el “Cerro del Tezontle” mirando hacia el Oeste; al centro derecha, se distingue la catedral edificada sobre una fundación creada por instrucciones del Conde del valle de Orizaba.


Enorgulleciendo a sus habitantes, el valle ha saltado frecuentemente a las páginas de la historia de la Nueva España primero y México después; así en tiempos coloniales fue sitio predilecto de los condes del valle de Orizaba ‒don Luis de Vivero e Ircio de Mendoza y Velasco, y doña Graciana Suárez de Peredo y Acuña y Jaso‒ para ser residencia –en 1823‒ del depuesto Emperador de México Agustín de Iturbide, mientras que en 1863 fue sitio visitado por el Emperador Maximiliano I de México.

Para 1893, ya desfilaba regularmente el ferrocarril, transporte que hacía escala en la estación TULANCINGO ‒del “Ferrocarril de Hidalgo” que se conectó con la estación Irolo del “Ferrocarril Mexicano” en la ruta México-Veracruz‒ construida por don Gabriel Mancera desde 1892, y no es extraño que desde entonces esa opción para carga detonase el acelerado desarrollo de la comarca. Afortunadamente, ese viejo edificio aún se conserva –restaurado y rehabilitado‒ como “Museo del Ferrocarril de Tulancingo” para memoria de aquel interesante pasado.


Así, en los últimos años del S. XIX y en buena medida gracias al ferrocarril, explotó la producción agrícola en el Valle de Tulancingo, se consolidaron las propiedades y se crearon además nuevas y grandes fábricas de hilados y tejidos de lana, entre las que destacaron las administradas por la familia García López y García Muñoz.

A la muerte de don José Serrano y de Vivero, V conde del Valle de Orizaba ‒Justicia mayor de Tulancingo en 1679‒, heredó las deudas de su hermano que se incrementaron con las propias, y luego de solicitar un préstamo al Santo Oficio para poder subsistir, fue despojado del título en 1696, y falleció por 1704 ; muy a su pesar, vendió la hacienda de “San Francisco Londres” ‒en Singuilucan al sur-este de Tulancingo‒ a don Juan García, propiedad cuyos herederos ‒hasta llegar a José Cristóbal García‒ la transformaron en dominio sorprendentemente productivo.


Por 1870, don Martín García López heredó esa hacienda de San Francisco Londres y la articuló a otras haciendas menores y rancherías para crear un inmenso complejo productivo; desde Tulancingo y con cuidadosa administración, la llevaría a ser una de las más ricas de la región produciendo cebada, carne y lana, justo en la época en que las fábricas de hilados se estaban fundando en Tulancingo y donde además, para 1888 estableció la Fábrica de Hilados y Tejidos de Lana “Los Ángeles” (que eventualmente devendría en la poderosa “Santiago Textil”).


Además, ya como presidente municipal -voluntario- de Tulancingo, desde 1903, don Martín García López con don Miguel Mancera, su tío José Pánfilo García Muñoz y otros tulancinguenses, propusieron e introdujeron la red de distribución y cobro de agua potable, e instalaron para 1906 una novedosa iluminación eléctrica.

Justo al sur de Tulancingo, cruzando apenas el “Río chico”, estaba la “Hacienda Exquitlán”, propiedad de don José Pánfilo García Muñoz ‒tío de don Martín (hermano de don José Cristóbal García)‒, con quien se entretejen y mezclan algunas historias y ficciones, probablemente porque Martín García administró por algún tiempo esa propiedad; don Pánfilo habría nacido en el “Rancho Corralillos”‒Tepeapulco‒ por 1837, hijo de don Honorato Garcia y Maria Antonia Muñoz ‒hermano menor de don Cristóbal‒, y contrajo nupcias aparentemente en 1857 ‒a los 20 años‒ con Benita Otamendi, matrimonio en que engendrarían dos hijos, Luís –que años después murió por septicemia‒ y María de Jesús García Otamendi a quien nos referiremos más adelante.


Armando González publica un blog titulado “El último García” (Ver) y en la entrada correspondiente a julio de 2012 nos cuenta que:
Don Pánfilo García representa en la historia familiar un parte aguas, visionario, trabajador, emprendedor, de costumbres sencillas, enamoradizo pero leal, amigo de hacer bromas, afecto al teatro y la zarzuela, filántropo, es el primer García que se sabe que tuvo una biblioteca en casa, o por lo menos una buena colección de libros, hablaba español y francés y siempre estaba dispuesto a trabajar por el bien de la comunidad, amante de restaurantes y licores finos, se supieron de él algunas anécdotas, siempre en la Ciudad de México, nunca en Tulancingo y sus alrededores.
En 1869, a los escasos 30 años de edad muere doña Benita, dejando al viudo con dos hijos, María de Jesús y Luis García Otamendi.


Entresacando datos del archivo de don Héctor Espinosa de la Torre –que según entiendo es también descendiente de Pánfilo García‒ concluyo que doña Benita murió con cerca de sesenta años en 1903 (aunque la tradición dice que murió muy joven en 1867 o 68); lo que consta es que a la muerte de Benita Otamendi de García, don Pánfilo solicitó a Antonio Ortiz se edificara una capilla en el vergel de la propiedad, con fosas adicionales para sepultarlo a él mismo y a sus hijos. El obispo de Tulancingo, José Mora y del Río (que años después protestó la Constitución Política de México, promulgada en 1917 y la Ley Calles, cosa que le valió el destierro) bendijo la capilla a fin de ese año y la fecha aparece en la portada de la capilla.



Es interesante que en general, los datos acerca de don Pánfilo repitan atrevidamente un mismo texto –del que no he podido rastrear origen‒, que refrenda per verbum:
Hace muchos años en Tulancingo, Hgo., vivió Don Pánfilo García, un hacendado con mucho poder e inmensa fortuna, que tenía pacto con el Demonio…
Cuentan que Don Pánfilo era dueño de 99 haciendas, era malo y cruel con sus trabajadores, no tenían derecho de faltar a sus labores, ni aún enfermos, porque una falta era motivo de que los echara a los puercos hambrientos… Al confesarle su hija que estaba enamorada de un peón y de su deseo de casarse con él, en un arrebato de ira, Don Pánfilo enfureció, la golpeo y la encerró durante muchos meses, al peón, lo mandó traer para torturarlo hasta destrozarlo… su hija al ver tanta crueldad en su padre, se desmoralizó y terminó por suicidarse.

¡Sorprende la diferencia entre dos versiones de la vida de un mismo individuo!

El caso es que a fin de 1903, la capilla en la propiedad quedó bendecida y es el edificio que aún se conserva al centro del fantástico vergel, que a decir de don José Manuel Toscana, por entonces estaba sembrado de perales, manzanos, chabacanos, ciruelos, higueras y nogales.



En ese período –con dos hijos aún vivos‒ e interesado en construir una nueva Casa Grande en Exquitlán, seguramente en uno de sus viajes a la Ciudad de México y por recomendación de Antonio Ortiz, don Pánfilo estableció contacto con el ingeniero Hugo Dorner que por entonces había terminado ya la Joyería y Relojería “La Perla” ‒inaugurada el 10 de Enero de 1903, con “moderna estructura metálica que los señores Diener mandaron construir con Dorner y Bacmeister” (Ver)‒; Dorner y Bacmeinster también edificarían a partir de 1903 –con la asistencia de Ruelas‒ una casa “De estilo francés” en la Calle Reforma 8 Sur (ahora el número 64 de Hamburgo) en los linderos de la entonces “Colonia Americana”, sitio que ahora es parte de la “Zona Rosa”.

Abajo, una imagen de la casa en Hamburgo 64, tomada hacia 1909 desde la esquina de Hamburgo y Havre, en que se pueden apreciar buena parte de las características compositivas que utilizó el ingeniero Dorner para la casa “de estilo francés” , incluyendo rígida rítmica compositiva, buhardilla –“Mansarda”‒ así como pináculos y filigrana metálica para rematar la composición.


Cuando consulté el “Archivo Dorner” para escribir acerca de la casa Diener, me topé con una carpeta con etiqueta “November 1903” y la anotación: “Haus fur P. García/ Tulancingo, mt. Ortiz”; desafortunadamente, la carpeta estaba vacía (es en realidad de ahí que nació mi interés por investigar la exhacienda de Exquitlán). El dato, me permite suponer que cuando menos, para fin de 1903, Dorner y Ortiz (supongo que se refiere al ingeniero Antonio Ortiz que había edificado la capilla en el vergel de la “Hacienda Exquitlán”) estaban involucrados en el diseño de una casa para el señor P. (¿Pánfilo?) García en Tulancingo.

Y retomando a José Manuel Toscana (Ver) que en 2018 nos platica:
La hacienda Exquitlán, se rumora que fue un proyecto de Gustavo Eiffel, el mismo de la torre de París, se destacaba por el estilo francés de la fachada, los pisos, canceles y muebles. La escalera principal es de fierro desmontable. A su dueño, Pánfilo García –le atribuían más de cien propiedades y negocios‒ a pesar de toda su fortuna y saber -hablaba inglés y francés- era un hombre sencillo que gustaba recorrer su latifundio y estar al tanto de lo que acontecía…


Para la casa Grande de la Hacienda de Exquitlán –cuya fachada aparece arriba y no es diseño de Gustave Eiffel‒, don pánfilo debe haber solicitado un diseño “a la francesa” y no dudo, que si en efecto consultó al ingeniero Dorner, pudo haber conocido el diseño de la casa en Hamburgo 64.

Aunque al año siguiente, Dorner diseñaría la casa de don Agustín Diener (Ver) con un talante mucho más efusivo, el esquema empleado para Exquitlán se ajusta a la tradición de influencia parisina, por rematar los edificios con una bohardilla de techos muy inclinados, que primariamente se generalizó por las reglamentaciones de Haussman para París de Napoleón III, pero que ya para entonces eran un recurso meramente ornamental y de uso extendido en el mundo entero.


La idea de un diseño “Francés” se podía asociar con un techo en “Mansarda” –recordando las propuestas de Hardouin Mansart‒ se remonta al reino de Luís XIV en la ampliación al palacio del Louvre en 1546, en que se empleó esa estructura sobre el ala diseñada por Pierre Lescot; así, aunque el diseño de Lescot es el primero en utilizar ese tipo de remate, sería Mansart quien “democratizaría” su uso y por eso lleva esa designación y su asociación con lo francés…

En México –como en el resto del mundo‒, se popularizó el uso de la mansarda en arquitectura pública y privada (en castelano, se le llama un Gambrel, que es simplemente un techo abuhardillado a dos aguas) y encontramos innumerables ejemplos en la Ciudad de México, que ya existían en los últimos años del S.XIX y con que don Pánfilo García debió tropezar durante sus visitas a la capital; muy populares serían las mansardas en los diseños del arquitecto Goyeneche para las tiendas “El Puerto de Veracruz” (foto de arriba) y “Puerto de Liverpool” (foto de abajo) que se alzaba justo al centro de lo que ahora conocemos como la Avenida que conmemora el 20 de Noviembre.



Aunque en una ciudad en que la nieve es cosa muy poco común, esos techos de significativa inclinación resultan de difícil justificación, a no ser por la imagen de cosmopolita vanguardia que podían proyectar; incluso edificaciones gubernamentales de la jerarquía de la Escuela Nacional de Maestros ‒en Popotla‒ o el edificio de Servicios Generales del Manicomio Central ‒en lo que fueran terrenos de la hacienda de la Castañeda‒ (Ver https://grandescasasdemexico.blogspot.com/2016/01/casa-de-campo-de-don-arturo-quintana-y.html ), recurrieron a ese artilugio de lenguaje, aunque fuera apenas como un escueto guiño al centro de la composición…



La arquitectura residencial también acudió a la “Mansarda” o “Gambrel” de manera recurrente y en el Paseo de la Reforma, se edificarían dos buenos ejemplos; uno fue la casa de Hugo y Clara Scherer en Paseo frente a la estatua dedicada a Cristóbal Colón, que aparentemente inició como el “Proyecto de Casa Habitación para el señor Sherer” en el despacho del arquitecto Manuel Cortina García, aunque sería luego diseñada por el Ingeniero Militar Salvador Echagaray Antonelli (Ver).

Podemos citar también la casa de don Pedro M. Regil Estrada, edificada en el Paseo de la Reforma esquina con París (Ver), construcción que muestra la popularidad de esa arquitectura “A la francesa”; en esa casa, es también de hacer notar el uso de cintillas en fachada, como elemento distintivo que también aparecerá en Exquitlán. Abajo, la casa de don Pedro Regil –luego de don Manuel Mestre‒ en la esquina del Paseo de la Reforma y la calle París.



Para la Casa Grande de la Hacienda de Exquitlán, don Pánfilo debió solicitar que la composición –a la manera francesa‒ estuviera cubierta por una “Mansarda” envolvente y que se enfatizara el eje central y acceso –donde el nombre “EXQUITLÁN” destacaría prominente en el arco del balcón central poniente‒ dotándolo de un reloj de maquina oculta con dos carátulas‒¿o habrá sido sugerencia de los Diener de “La Perla”?‒ y sus correspondientes campanillas para marcar hora, cuartos y medio día. Hasta donde tengo entendido, la máquina del reloj sí fue provista por “La Perla” y funcionó por años, incluyendo el carrillón montado sobre la buhardilla…


Sospecho que el diseño de una casa que seguramente medió en la concepción de la Casa Grande de los García en Exquitlán, fue la que apenas en 1891 había edificado para su esposa Amada Díaz, don Ignacio De la Torre y Mier en el número 1 de la Plaza de la Reforma (Ver); la magnífica edificación diseñada por el ingeniero militar Ignacio De la Barra que se levantaba justo al inicio del Paseo, frente a la Estatua Ecuestre de Carlos IV y sería uno de las edificaciones emblemáticas del período, aparece abajo en fotografía de Guillermo Kahlo, imágen que apareció como parte de las memorias de los Festejos del Centenario de la Independencia de México, cuando se ocupó como albergue de la legación española.


Amén de elementos ornamentales como la “Mansarda”, en Exquitlán el diseño se aprovecharía también de algunas enseñanzas aprendidas por Dorner y Ruelas durante el montaje de la estructura para el “Palacio de Cristal”, estructura diseñada de origen por Bruno Möhring y fabricada para la empresa metalúrgica Gutehoffnungshütte Gasmotorenfabrik Deutz. Ese montaje se ejecutó durante 1905, con la supervisión de Hugo Dorner y los ingenieros Luis Bacmeister y Aurelio Ruelas, y es el edificio que hoy conocemos como el “Museo del Chopo”, armado en lo que habían sido los jardín de la casa de la casa Braniff/Amor en la Rivera de San Cosme N°15 (Ver).

Aquella estructura había sido transportada –desarmada‒ a la ciudad de México y algunos de los acabados debieron ser sustituidos al rearmar el “Palacio” en San Cosme; el uso de piezas prensadas de “Piedra artificial” como parte de los acabados en fachada constituyó parte de los adelantos aprovechados por Ruelas y reaparecería en diversas edificaciones en el país, incluyendo la Casa Grande de Exquitlán.



La tradición indica que la casa encargada por don Pánfilo, se erigió como parte del patrimonio que recibiría su hija María de Jesús Garcia Otamendi –a la que criñosamante se llamaba “Tías Jesusita”‒, de la que Luz María García Andrade, nos cuenta en “Toda familia tiene una historia, ésta es la mía”:
María de Jesús probablemente, nació en la hacienda de Buenavista, donde vivían sus padres en ¿qué año? Lo ignoro. Quizás era una niña consentida y caprichosa, tenía todo, poco instruida, como casi todas las mujeres de su tiempo, como ya dijimos no sabía leer ni escribir, se ignora si tenía alguna afición o pasatiempo, si tocaba el piano o el laúd, por ejemplo o hacía maravillas bordando y tejiendo, fue solitaria e incomprendida.
Según el retrato con que contamos, nada agraciada, como podemos constatar, así es que es poco creíble, que hubiera tenido muchos pretendientes, como afirma la “leyenda negra” y que Pánfilo celoso, los mandaba arrojar al foso de los cerdos hambrientos. Aparentemente, no conoció el amor, permaneció soltera toda su vida.
Al morir Pánfilo se fue a vivir a la hacienda de Exquitlán, donde se rodeó de lujos y comodidades; fue dueña de una hermosa colección de rebozos de seda y deslumbrantes aderezos de variadas piedras preciosas que compraba en la joyería La Esmeralda de la ciudad de México.


Arriba, una fotografía de doña María de Jesús Garcia Otamendi ‒parte del acervo de don Héctor Espinosa de la Torre‒ hija de Benita Otamendi y don Pánfilo Garcia Muñoz quien moró en la Casa Grande de la Hacienda de Exquitlán.

No estoy convencido de veracidad en la descripción que la señora García Andrade hace de la “Tía Jesusita”, pero lo que resulta indudable es que ella habitó la Casa Grande de Exquitlán apenas terminada; hay datos que indican que don Pánfilo murió en 1907 y considerando que la fecha de terminación inscrita sobre la puerta de entrada es 1909, la última parte del proceso constructivo –específicamente los acabados y decoración‒ debieron estar a su cargo o bajo su vigilancia.

Así, puedo asegurar que la Casa Grande de la hacienda de Exquitlán, edificada entre 1906 y 1909, sería la residencia de doña María de Jesús Garcia Otamendi y conserva varios elementos decorativos propuestos por ella; abajo una toma aérea –muy posterior a la fecha de edificación‒ que puede ilustrar acerca de la disposición de los edificios en la propiedad.


En la toma –con el norte hacia arriba‒ he delimitado la zona de la casa grande y su vergel; arriba, se distingue el límite de la propiedad con el “Río Chico” y un puente que llevaba a Tulancingo. Al centro del vergel aparece claramente la Capilla erigida en 1903 y detrás de la casa varios graneros que para entonces eran ya parte de la producción de sidra “El Pomar” que aprovechaban de lo que supongo eran manzanos plantados en la hacienda desde 1948. La flecha señala la glorieta en torno a una fuente frente a la Casa Grande que servía como acceso ceremonial.

Recurro nuevamente a la página de José Manuel Toscana (Ver) que nos cuenta de doña María de Jesús Garcia Otamendi:
…vivía en una casa al lado de Exquitlán, pues la mansión principal fue terminada en 1909; el buen Pánfilo murió en septiembre de 1907, antes de terminar el palacete con todo y la capilla de cuatro torres, la huerta bardeada de cinco hectáreas con ojo de agua incluido, con perales, manzanos, chabacanos, ciruelos higueras nogales, melocotoneros y parras por todo el espacio hacendario, logrando un conjunto encantador… en la entrada de Exquitlán, al centro, hay una fuente, una escalinata y el portón principal;…


Aunque ahora deteriorada, la casa muestra su fachada principal ‒frente poniente‒ como acceso ceremonial, dando cara a una glorieta cuyo camino –hacia el norte‒ comunica a Tulancingo, y que se presenta como una tradicional edificación del eclecticismo finisecular. De esquema cuadrangular y composición simétrica, se desarrolla en torno a un amplio patio y consta de dos pisos útiles rematados por una buhardilla, levantado todo sobre una plataforma ventilada.

La fachada de acceso, señalaba su jerarquía con un elevado gambrel en cuya cumbre destacaban carátulas de reloj –con frente al oriente y poniente‒ y en la cima de la mansarda se colocó un carrillón. Esa cubierta formada por superficies combinadas con dos pendientes distintas ‒la inferior más empinada que la superior‒, no parece haber tenido función interior alguna, y su estructura de madera fue recubierta con grandes rastras representando la pizarra que tradicionalmente la protegería.


A las fachadas se les daría un tratamiento de interpretación casi “renacentista”, con aparejo de “piedra artificial” que con bisel enfatiza el avío y da una robusta imagen al formar recuadros y molduras en torno a los vanos; además de la peculiar herrería –las rejas corredizas son sorprendentes y en su momento fueron de absoluta vanguardia‒, un interesante detalle son las bíforas (ventanas de dos arcos) con claves recalcadas gracias a cabezas de león de fundición, que probablemente provienen del catálogo de “Fonderie J.J. Ducel et Fils” o “Val d’Osne”. Las “Tête de lion en fonte avec un anneau” (Cabeza de león con aro) son poco comunes, y frecuentemente se confunden con aldabas (o llamadores) a pesar de ser mucho más grandes.


En éste caso, las decoraciones son "Tête de Lion avec anneau d'amarrage” o “Mufles de lion” con aros para amarrar embarcaciones en los puertos y ocasionalmente empleadas para sujetar momentáneamente una cabalgadura. Arriba, «Mufle de lion tenant un anneau d’amarrage dans la gueule» en la ribera del Támesis.


Hacia el sur –la fachada que mira hacia el vergel, jardín que está resguardado por muro perimetral‒ el frente tiene un tratamiento similar a la fachada principal, pero marcando ahora el eje central no en altura con el gambrel, sino con un balcón que abajo enmarca una escalinata para el descenso al jardín. El tratamiento de la fachada se da también con aparejo de “piedra artificial” que da una robustecida imagen y hace pensar que aquel balcón al sur debió dar magnifica jerarquía a la habitación central.


Arriba, una imagen de la fachada sur vista desde el vergel. Abajo, un detalle de aquella escalinata que comunica patio interior con el jardín; es interesante notar que también aquí, la calve del arco se señala gracias a una Cabeza de león con aro, y que se afortunadamente se conservan todas las rejas originales.



Tanto fachada oriente –hacia los patios de servicio y graneros‒ como la fachada norte, tienen tratamientos similares, aunque desprovistos de ornamentación; gracias a la regularidad de la estructura –en que se usaron viguetas y arcos metálicos para el entresuelo‒ la edificación ha conservado su integridad, amén de un severo deterioro en la cubierta, cuya estructura está totalmente alzada en madera.




Abajo, en una vista aérea más reciente, aparece nuevamente la Casa Grande de Exquitlán ‒señalada dentro de un círculo‒, donde se distingue la plaza de acceso (con una fuente al centro) y el edificio de planta cuadrada con un patio abierto. A la derecha destaca el amplio vergel –con acceso directo desde la casa‒ y al centro la capilla así como el vestigio de otra construcción de importancia; detrás de la Casa Grande ‒arriba al centro‒, diversos edificios que funcionaron como almacén y depósito, además de Troje con sus corrales, machero, carpintería y herrería.


El edificio de planta cuadrada con casi 25 metros por lado, encierra un patio abierto al cielo, con más de 100m² y bordeado por amplios corredores cubiertos en ambas plantas. En el perímetro, se distribuyen las diversas habitaciones, todas con ventanas y puertas hacia el patio y exteriores, con balcones tanto hacia la plaza de acceso ‒en voladizo‒ como el huerto y campo norte, donde la ampliación al volumen, albergó la biblioteca en piso bajo.

La estructura metálica del entresuelo, también permitió crear un pasillo perimetral –en voladizo‒ para las habitaciones del piso alto, y sostener una barandilla –con balaustres de “Piedra artificial”‒ que además soportarían una cubierta de estructura metálica.


Aunque en grave deterioro, ese patio interior aún conserva buena parte de las características originales, con pasillo superior protegido por balaustrada perimetral tanto arriba como abajo, donde al centro se colocó una magnífica fuente.



El patio –de generosas dimensiones que además se ensancha dada la ausencia de apoyos en la parte baja‒ estaría engalanado con diversas decoraciones y ornamentos, incluyendo una gran pileta que al centro se aderezó con una fuente fundida en fierro, parte del catálogo de piezas decorativas de “Fonderies du Val d’Osne” con “Vasque avec enfant ailé portant corne et trident” (Pileta con infante alado portando cuerno y tridente).


De origen, la figura central formó parte de las piezas que “Fonderie J.J. Ducel et Fils” ofrecía a sus clientes, ésta como « Fontaine n° 10295 avec enfant ailé portant corne et trident sur une base avec coquillage et dauphin et une vasque en forme de coquille » en la lámina 355. Al asimilarse Ducel a Val d’Osne en 1878, buena parte del inventario se remozó y la figura infantil –que podría haber sido tomada de un original de Mathurin Moreau, que ejecutó varios “Centre de fontaine” para Ducel‒ pasó al inventario de la fonderie du Val d’Osne.

Abajo, una hoja del catálogo 1877 de “Fonderie Ducel” con la Fontaine n° 10295 –al centro‒.



Ya modificada la pieza y transformada la pileta, apareció en catálogos de la Société Anonyme des Hauts-Fourneaux & Fonderies du Val d’Osne en la sección “Fontaines et vasques” (fuentes y piletas) el al lámina PL204 con inventario F269 y en algunas reproducciones se identifica como « PETIT NEPTUNE » con su caracola y tridente. Fonderies du Val d’Osne ofrecía también en su sección “Statues”, diversas piezas que incluían “Enfant au canard” (N°14), “Enfant a l’urne” (N°44) y el famoso “Enfant a la rame” (N°34) de Moreau.

Abajo la lámina 204 del catálogo para 1903 de Fonderie du Val d’Osne con diversas piletas, incluida la N°269 ilustrada al centro.



La idea de una fuente con un infante alado obedece a la vieja tradición inaugurada en el Pallazzo Vechio de Florencia ‒y que proviene de la tradición pompeyana‒, donde aún se puede admirar en el primer patio la magnífica fuente central con el amorcillo (Putto con Delfino o Il bambino di bronzo) creado por Andrea del Verrocchio –que se trasladó ahí de la Villa medicea di Careggi‒, sobre una pileta de Giorgio Vasari.

Aunque aquí interpretado por los arreglistas de Fonderie du Val d'Osne a fin del S.XIX, la fuente presenta un infante alado que sostiene en la diestra y en lo alto un pequeño cuerno –símbolo de abundancia‒ y en la siniestra un pequeño tridente ‒arma de Poseidón o Neptuno‒ inspirado seguramente por el fresco de la Loggia di Amore e Psiche de la Villa Farnesina en Roma, pintado hacia 1518 por Raffaello Sanzio. Ahí, en los 14 lunetos del plafón, aparecen amorcillos con los atributos de las deidades que rindieron homenaje al amor, y así aparece cupido con el tridente de Neptuno…


La exposición y venta de los productos se efectuaba por entonces en su almacén parisino del Nº 58 del boulevard Voltaire como “Société Anonyme des Hauts-Fourneaux & Fonderies du Val-D'Osne, Anciennes maisons J.P.V. André et J.J. Ducel et Fils”, que mantuvo estas piezas en sus catálogos hasta después de 1906 y podían pedirse a vuelta de correo o solicitarse el envío a través de la “Casa Claudio Pellandini –Efectos de Lujo y Bellas Artes‒” en el N°10 de la calle de san Francisco.


Aunque la fuente pudiera parecer una simple pieza decorativa, es foco que articula buena parte de la decoración del patio, donde también se colocaron relieves en yeso mostrando escenas que ilustran la caza y pesca, vendimia y prensado, los placeres de la mesa, y conversación, música y danza, en frisos a manera de “Bacchanale d’enfants


Los cuatro bajo-relieves forman parte de la tradición francesa de decorar con frisos de imágenes infantiles los accesos a diversas habitaciones, y pueden además rastrearse hasta la antigüedad romana, como pinturas en sitios como la Casa de los Vettii ‒Aulo Vetti Conviva y Aulo Vetti Restituto‒ de Pompeya ‒más un domus que una villa romana‒. En el oecus, un friso a media altura muestra diversos putti y psiques dedicados a varios oficios como la vinicultura, orfebrería, perfumería y similares…


La tradición académica retomaría la idea, y abajo aparece un magnífico “Bacchanale d'enfants” de Piat Joseph Sauvage, creado hacia 1785 que se conserva en las colecciones del Muso del Louvre. Típico ejemplo de pintura en “trompe l’œil” –de la que Sauvage fué gran especialista‒, imita la escultura en bajo relieve característica de François Duquesnoy (1597-1643), donde los juguetones Putti muestran gran virtuosismo en la ilusión de volumen.


Probablemente inspirados en las esculturas de François Duquesnoy, los relieves colocados en el patio de la Casa Grande de Exquitlán presentan niños en diversas labores aunque con variable virtuosismo; por desventura, los relieves fueron pintados de negro y están ahora a la espera de una restauración que les devuelva la apariencia original.



En París podemos encontrar innumerables ejemplos de “bacanales infantiles” (aunque en castellano, el termino resulta un tanto brusco). Abajo aparece un relieve que estuviera colocado en el Patio de Honor del Hôtel de Bourbon Condé, en París, ahora exhibido en el Museo del Louvre; obra de Claude Michel –conocido como “Clodion”‒ “La Bacchanale de la Chèvre” es buen ejemplo del efecto que se procuraba con este tipo de decoraciones.



En el patio de la Casa Grande, también podemos descubrir cuatro cariátides “sosteniendo” las esquinas de corredores altos; bastante deterioradas y también pintadas de negro, son recuerdo de las diversas interpretaciones que se han hecho de ese tipo de soportes, y tienen su más sorprendente ejemplo en la Tribuna de las Cariátides del Erecteion en la Acrópolis de Atenas.

Las figuras han evolucionado mucho y más relación tienen con una Herma ‒que en la Antigua Grecia (en griego antiguo ἕρμα, plural ἕρμαι hermai) era un pilar cuadrado o rectangular de piedra, terracota o bronce (el estípite) sobre el que se colocaba un busto, normalmente el del dios Hermes‒ y un Telamón (que según Vitruvio, se refiere al mito de Atlante a quien se suele representar sosteniendo el cielo, por haber sido el primero que instruyó a los hombres en el curso de los astros).



Complemento a esos espacios interiores son innumerables elementos de carpintería, vitrales, pisos, vasijas, balaustres, macetas y lámparas que debieron aderezar el interior de la Casa Grande de doña María de Jesús Garcia Otamendi cuando en 1909 se inauguró la obra.

Las fotografías de aquel patio en las primeras décadas del S. XX permiten entender la cotidianidad de sus habitantes e imaginar la manera en que se aprovechaban los espacios, comenzando por el patio y su fuente central, que evidentemente era sitio de tertulia y alborozo.


Arriba y abajo, dos imágenes del patio central de la casa hacia 1912 o 14, fotografías que agradezco a don Héctor Espinosa de la Torre. En la toma de abajo, sorprende descubrir un componente más en la decoración del patio, arco decorativo que se distingue apenas entre el follaje a la derecha de la toma…


Parte también de las decoraciones colocadas seguramente por práctica de doña María de Jesús, aparece un tímpano decorativo en bajorrelieve y policromo, que ilustra uno de los pasajes culminantes del cuento “Cendrillon ou la Petite Pantoufle de verre” según la versión de Charles Perrault. El antiguo relato (Rhodope del S.II) se fijó en Occidente con la versión de Giambattista Basile y su “La gatta Cenerentola”, “Aschenputtel” de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, y la versión del propio Perrault de 1697.


En el relieve de Exquitlán, aparece el momento en que la cenicienta (no un nombre, sino sobrenombre, sinónimo de criada y referente a estar sucia de hollín/parda) se deshace de sus zapatos de madera (diríamos zuecos, no por Suecia, sino por el latín soccus) para tantear una curiosa “zapatilla” en presencia del prometedor Príncipe, y rodeados por aves y flores…

Es una historia que siempre me ha parecido sorprendente y que ha ido evolucionando en el tiempo; la transformación que me resulta más relevante es haber transmutado el cuento de “Cendrillon ou la Petite Pantoufle de vair” por “Cenicienta y la zapatilla de cristal” y no “Cenicienta o la Pantufla de pelo de ardilla”. Innumerables ilustraciones y tratados han contendido sobre el tema y aquí apenas y es relevante considerar lo interesante que resulta el que esa historia y ese pasaje específico, haya sido elegido por doña María de Jesús García para decorar el patio de su casa.


La mayor sorpresa es saber que el mismo tema –en su versión recreada en 1950 por Walt Disney‒ fue reproducido en bajo relieve y en resina epóxica para las diversas tiendas de la cadena mundial, y en su versión china colgó por años –y con gran orgullo– en la recámara de mi sobrina…



Innumerables sorpresas depara la Casa Grande de doña María de Jesús García en la antigua hacienda de Exquitlán, y para eso, cito nuevamente a don José Manuel Toscana que nos cuenta:
…la tía Jesusita, supuestamente adoptó a un tal Gelasio; cuando muere tía Jesusita, el feliz Gelasio hereda todo; llevando desde entonces una vida ostentosa, con grandes fiestas en Exquitlán hasta su muerte…
… El agrarismo expropia los ranchos y haciendas; en el caso de Exquitlán la convierten en cuartel militar; al paso del tempo el gobierno la pone a la venta comprándola una prima de mi abuela, la tía Trini y, durante muchos años ahí siguió viviendo la familia…



Así, sabemos que iniciada la lucha revolucionaria la casa grande, pasó a ser la Ex Hacienda de Esquitlán (oficialmente se cambió la X por S) y tal y como lo cuenta don José Manuel Toscana, la propiedad sería adquirida para doña Trinidad García Olvera y sería residencia familiar desde 1944 con su esposo Miguel Urrutia.


Quiero suponer que en ese período, aunque deteriorados, aún conservaban su viveza los yesos interiores y sus policromías, además de que vitrales y lámparas aún estarían completos; hoy muy deteriorados, podemos descubrir vitrales y pinturas murales que decoran el acceso (foto de arriba), así como los vestigios de lámparas y carpintería que fueron sorpresa de los visitantes en los primeros años del S. XX.

En yeserías de muros y plafones aún asombran los delicados acabados que hace más de 110 años se colocaron con gran habilidad y pintaron con exquisito virtuosismo; a pesar de los daños que tiempo y descuido han causado, visitar Exquitlan sigue siendo como ensueño…


En los plafones del piso bajo aún se conserva los “Trompe L’Œil” que abrían ventanas al cielo en el salón y biblioteca, mientras que en lo que fuera el “Salón de Recibir” aún resplandecen los colores de la decoración que “a la pompeyana” ataviaba un espacio cuyos muebles no podemos más que imaginar.




En las habitaciones del piso alto, el deterioro es más evidente, ya que la estructura de madera que sostuvo los plafones y articuló la buhardilla se ha rendido ante el paso de los elementos. Sospecho que de no hacerse una intervención un par de años, los daños comenzaran a ser irreparables en los pisos bajos…





La Casa Grande de García Otamendi, en la antigua hacienda de Esquitlán, es una edificación representativa de su momento y buen ejemplo de lo que la actividad edilicia y decorativa producía al final del período que encabezó Porfirio Díaz. También su deterioro es buen ejemplo de lo que sucedió a innumerables propiedades productivas que luego de la Revolución resultaron ya inoperantes.



Aunque la familia Urrutia García ocupó la casa entre 1944 y 1987, desde 1948 la sección norte de la propiedad fue ocupada por la familia de don Ramón Díaz de la Concha ‒originario de Asturias‒ y que desde 1917 fabricaba sidra gasificada en Pachuca.

En 1948 se trasladó a Tulancingo, y para 1950 creó la empresa “El Pomar”, que diez años después pasó a ser “Bodegas El Pomar” S. de R.L. Cualquiera que recuerde las fiestas de Navidad y Año Nuevo en la década del 60’, recordará que la “Sidra Pomar” era sinónimo de celebración…


Tiempo después –ya como Bodegas El Pomar‒ se edificaron en la sección norte de la propiedad, nuevas naves para cobijar la producción de sidra, que ya para entonces incluía las marcas Pomarosa (una mezcla de sidra y vino tinto que produce sidra rosada) y Avinyonet

En la página de “El Pomar” se nos dice: “Situada en la antigua Ex-Hacienda de Exquitlán, en la rica zona manzanera del Estado de Hidalgo.” La imagen aérea que supongo de 1965 no dejará mentir, ya que el casco que hemos descrito, aparece rodeado de lo que aparentan ser campos plantados de manzanos…


Abajo, una toma de 2019 desde el puente sobre el río chico –al norte de la propiedad‒, donde se ven las “Bodegas de Exquitlan S.A de C. V” en primer término, y detrás la que fuera Casa Grande de Exquitlán y su huerto.



En años recientes la casa ha quedado en abandono y se anuncia en venta por parte de diversos corredores.
Hermosa Ex hacienda y Terreno en Tulancingo Hidalgo
30,000 m² Total
1,000 m² Construido
Construcción 1868-1908 (¿?)
Preciosa exhacienda en el estado de Hidalgo. El casco está rodeado de árboles frutales y cuenta con una capilla. Se vende como terreno y está dentro de la localidad de Tulancingo, Hidalgo, a 5 minutos del centro.
Ideal para construcción de viviendas, Centro turístico, Bodegas, etc..



Espero que alguien decida comprar la propiedad y restaurarla, conservando cuando menos el vergel como parte integral de la historia de Tulancingo.



Agregado el 17 de enero de 2022:

Me avisan que ya se compró la propiedad y el nuevo dueño –Rodrigo Urrutia Scheleske‒ está restaurando la casa… :-)
Tomé la fotografía que aparece abajo -con los techos ya restaurados- de su página en Facebook.
¡Felicidades!




Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



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