miércoles, 4 de noviembre de 2020

La casa Guichard De la Concha/Martin, en Paseo de la Reforma N°245


Edificada para don Gracien Guichard De la Concha –hijo de Gracien Guichard, miembro de la Junta Directiva de la Compañía Industrial de Orizaba, del Banco Nacional de México y la Fábrica de papel San Rafael‒ con motivo de su matrimonio, la casa construída por el ingeniero F. E. Aramburu con diseño del arquitecto Martínez del Collado responde a la vertiente Neo-Colonial que entró en boga justo antes de la Revolución gracias a las propuestas de Francisco Yturbe, Guillermo Heredia, Samuel Chávez y Federico Mariscal.

La casa permanecería como propiedad y ocupada por la familia hasta 1999, habitada por Gracien Guichard y su esposa Madeleine Martin en los 40’ y heredada por sus hijos Claudile, Graciano y Gilberta, mientras que desde 2016 y por decisión de su bisnieto –que fuera presidente del consejo de administración de Invex y es ahora Director General del El Puerto de Liverpool–, alberga “Invex Infraestructura”, habiendo transferido su potencial de altura a la torre adyacente.
La ahora llamada casa “Invex infraestructura” tiene un piso más y acceso desde el N°243 del Paseo de la Reforma, edificio que además colocó un jardín vertical en su fachada lateral sobre la casa.



Don Gracien Guichard nació en 1857 en Digne-les-Bains ‒Departamento de Alpes de Alta Provenza‒ y al llegar a México a los 32 años en 1888, se hizo socio en “El Correo Francés” –casa de Lambert Reynaud y Cía.‒ fundado el 7 de marzo de1889 y donde ocupaba el puesto de Gerente-Administrador.


Aunque el magnífico edificio que aún lleva ese nombre en la esquina de 16 de Septiembre y calle de La Palma es posterior –diseño del arquitecto Paul Dubois, profesor de composición en la Academia, que además proyectó el edificio sede de El Palacio de Hierro, en 5 de Febrero y Venustiano Carranza‒, su ornamentación con teselas doradas nos recuerda el período en que fue concebido y que da pie a hablar de la trayectoria de don Gracian Guichard, ligado a Mateo Lambert y Casimiro Reynaud en su domicilio del Portal de las Flores N°7. Arriba, una imagen de Guillermo Kahlo captada en 1928, en la que aparece el edificio “Fabricas de Francia”; abajo una imagen de la marquesina de acceso en su estado actual.


La familia mantendría una larga liga con Lambert y Cía, al grado de que el bisnieto de Guichard dirigiría la empresa textil en el S. XXI y conservaría influencia en otras tiendas departamentales como Liverpool, estando emparentada la familia con los Michel y Suberville.

Para 1892, Gracian Guichard aparecía ya como suplente en el Consejo de Administración de la Compañía Industrial de Orizaba –CIDOSA‒, fundada el 1° de julio de 1889, cuando los patrones de grandes almacenes –incluido Lambert Reynaud y Cía.‒ reunieron un capital de 2.5 millones de pesos y aprobaron la compra de las fábricas de Cerritos y de San Lorenzo, y al poco tiempo construyeron la más grande y moderna fábrica textil de América Latina: “Río Blanco”, inaugurada el 9 de octubre de 1892 por el presidente Porfirio Díaz.


Gracias a sus habilidades administrativas, Guichard sería rápidamente integrado al equipo de trabajo y luego de haber participado en crear “Río Blanco”, para 1899 –ya independizado de Lambert‒ y por un largo período formaría parte del consejo de Administración de CIDOSA.


Arriba, y también diseño del arquitecto Paul Dubois, el Edificio CIDOSA, sede de la “Compañía Industrial de Orizaba S. A.”, en la esquina de Uruguay e Isabel la Católica, donde se reuniría don Graciano con el Consejo de Administración. Ligado al grupo Barcelonette, Guichard seguiría su magnífica carrera como inversionista incursionando en la banca e incluso la fabricación de papel.

Desde 1915, don Graciano figuraba como parte del consejo de Administración de la Fábrica de Papel San Rafael –en Tlalmanalco, Estado de México–; además, Graciano Guichard Jr. aparece ya desde 1916 mientras que pasa a primer consejero desde 1924 y hasta 1930.
Abajo, la “Fábrica de Papel San Rafael” en 1926, frente al bosque que lleva al Volcán Iztaccihuatl.



En “Una contribución a la modernidad, La comunidad Francesa de la Ciudad de México” Javier Pérez Siller nos cuenta que:
La incorporación de los inmigrantes franceses a las finanzas se consolida en 1896, cuando el gobierno abrió definitivamente el sector a la competencia, rompiendo el casi monopolio de emisión de billetes que gozaba el Banco Nacional… Todo comenzó con la iniciativa de un grupo de empresarios franceses, que unidos a comerciantes españoles adquirieron la mayoría de acciones del Banco de Londres y México (entre ellos, Léon Signoret, Henri Tron, Mateo Lambert, Léon Ollivier, Alphonse Michel, Léon Honnorat, Gratien Guinchard y Josep Hauser). Al poco tiempo terminaron por controlar tres cuartas partes del capital del banco. Todavía en los años 1950 encontramos algunos franceses en su Consejo de Administración ‒Ernest Spitalier‒, la existencia de un Comité Consultivo de París, y un presidente francés ‒Gracien Guichard (Jr.)‒.


Abajo, en otra magnífica fotografía de Kahlo fechada en 1913, aparece el Banco de Londres y México erigido en esquina de las ahora calles 16 de septiembre y Simón Bolívar, siguiendo el diseño del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo e iniciándose la obra en 1911 para inaugurarse las nuevas oficinas el 3 de febrero de 1913.


Es interesante notar que con admiración, nos cuenta Pierre Martin-Charpenel que « Gratien Guichard, d'origine dignoise, fut le dernier bas-alpin à parvenir à un poste important : il y a une cinquantaine d'année il était Président du BANCO DE MEXICO. »

Efectivamente, en 1925 don José Graciano Guichard De la Concha –nacido en diciembre de 1886‒ aparece ya como miembro del consejo de directores del Banco Nacional de México, y en documentos se descubre que participó por 20 años como consejero en la administración del Banco de México.


Arriba en una imagen de Guillermo Kahlo captada en 1922, aparece el Consejo de Administración del Banco Nacional de México, sesionando en lo que era entonces su sede central ‒el Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso‒ en la esquina de las calles dedicadas a Isabel la Católica y Venustiano Carranza. Edificado por Francisco Antonio Guerrero y Torres para don Miguel de Berrio y Zaldivar, marqués del Jaral de Berrio y su esposa, Ana María de la Campa y Cos, condesa de San Mateo de Valparaíso, el inmueble de suntuoso estilo barroco novohispano albergó desde 1884 las instalaciones del Banco Nacional de México y sería su orgullo y símbolo...


Arriba, una imagen de Guillermo Kahlo fechada en 1928, en que aparece la sede del Banco Nacional de México; inserto, el dorso del billete de diez pesos en su emisión de 1913.

Nos dice la Maestra Estela Ramírez Villalobos en su recuento de la historia del banco de México ‒aunque confundiendo al abuelo y al bisnieto‒ que:
Graciano Guichard fue un influyente empresario y banquero, director de la fábrica de papel San Rafael y accionista del Banco de Comercio, establecido en 1932 por Salvador Ugarte, Raúl Bailleres y Liberto Senderos. Entre otros accionistas del Banco de Comercio se encontraban Manuel Gómez Morín, Maximino Michel y Antonio Signoret… Graciano Guichard fue también miembro del consejo de directores del Banco Nacional de México. El Banco de Comercio y el Banco Nacional de México, los dos bancos más grandes del país, estuvieron controlados por una convergencia de intereses de los empresarios principales y no por algún grupo específico. Así, el consejo de directores del Banco Nacional de México incluyó a varios capitalistas prominentes, como Guichard y Pablo Diez, un directivo de la Cervecería Modelo. Guichard fue también miembro de la mesa directiva de El Puerto de Liverpool SA de CV y Director de M Lambert y Cia Sucs, SA de CV. Asimismo fue Consejero propietario de Invex Grupo Financiero, SA de CV. El Banco de Comercio, junto con otras instituciones financieras establecidas en los años treinta, como Crédito Minero y Mercantil, el Banco General de Capitalización (1934), de las compañías de seguros La Nacional y La comercial (1936), constituyeron el centro de operaciones del grupo BUDA.


El 20 de agosto de 1958, aparecía la serie HF de billetes del Banco de México, en la que rubricando el billete de UN Peso –el de mayor circulación‒, José Graciano Guichard de la Concha aparecía como Consejero del Banco de México.


Con tan impresionante historial en las finanzas mexicanas, la casa de Graciano Guichard De la Concha se edificó desde 1919, justo en un período en que no era evidente que el país –o el individuo‒lograría tal posición; recuérdese que desde 1913 las cosas no marchaban bien en una ciudad que enfrentó la decena trágica y luego un país que se sumió en la reyerta revolucionaria, lucha que pareció fusionarse con el terrible inicio de la Gran Guerra, conflicto en el que muchos miembros de la comunidad francesa –Barcelonnette en particular‒ perecieron.

Aun así, Graciano Guichard decidió edificar sobre el Paseo de la Reforma, frente a la cuarta glorieta y al cruce con la avenida dedicada al Río Rhin, una casa sobre el terreno de esquina, que apenas contaba 520m² y presentaba la extraña geometría de una tangente curvada por el trazo de la glorieta.


Siempre he pensado que no puede ser una mera casualidad la elección de aquel terreno, más aun considerando que al salir de casa y cruzar el Paso de la Reforma, la vista hacia el Poniente y la columna de la Independencia retribuía al paseante con una vista prácticamente idéntica a la del dorso de los billetes de aquella serie…

Aunque la propuesta detallada debió venir del arquitecto, la elección del estilo de aquella casa, debió provenir de don Graciano y el influjo neocolonial convino alguna correspondencia con edificios relevantes del periodo y con los que estaba familiarizado.


La casa de los condes del Valle de Orizaba albergó por muchos años el Jockey Club; propiedad de don Francisco-Sergio de Yturbe Idaroff cuando en 1900 se amplió la avenida Cinco de Mayo –y la casa perdió casi 300m² en aquel frente norte‒ encargó al arquitecto Guillermo de Heredia los trabajos de readaptación de interiores y fachadas hacia la nueva avenida y callejón, decidiendo recrear el diseño que la Quinta Condesa del Valle de Orizaba había encargado a Diego Durán Berruecos desde 1737 hacia la calle de San Francisco (ahora Madero). Así desde 1903 se crearon nuevos labrados de cantera para estípites, ventanas y cornisas, cubriendo con nuevos azulejos el resto de los paramentos. Recuérdese que el arquitecto Heredia es autor también del “Hemiciclo a Juárez” ‒ que fuera inaugurado en septiembre de 1910‒ y al que se suman esculturas de Alessandro Lazzerini.

Arriba, en una imagen de Guillermo Kahlo, el Jockey Club en 1912, con la fachada creada desde 1737 por Diego Durán; abajo, la avenida Cinco de Mayo ya ampliada en 1904, imagen en la que he señalado la fachada de la Casa Yturbe (Jockey Club) diseñada en 1903 por el arquitecto Guillermo de Heredia.


Aunque la nueva fachada pareciera simplemente copiar el diseño colonial, el proyecto de Heredia es de sorprendente suntuosidad y vanguardia ‒la estructura portante es metálica y al interior se agregó un elevador para los miembros del Jockey Club‒ que en fachada no solo elimina el entresuelo, sino que agrega pilastras de diseño estípite en piso alto y novedosos dinteles en ventanas y puertas, con talla notablemente afinada y precisa, imbuida en la tradición académica.


Es indudable que habrá influencia del trabajo del arquitecto de Heredia en la obra de Aramburu y Martínez del Collado, en particular en la elección de materiales constructivos, así como la manera en que se trabajaría la ornamentación, imbuida de academicismo…


Por otro lado, está la patente influencia del edificio que ampliaba el Colegio de San Ildefonso ‒para albergar las nuevas instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria‒, con diseño del arquitecto Samuel Chávez –maestro de Composición de Martínez del Collado‒ y ejecutado entre 1906 y 1911, con su frente a la calle de Montealegre (hoy Justo Sierra). En 1936, nos contaba el arquitecto Federico Mariscal:
En ese local nuevo, empezó a construir Samuel Chávez lo que ahora es el Anfiteatro “Bolivar”, abarcando dos pisos y, en un tercero amplias salas de dibujo, con iluminación especial. Eso abarcaba la mitad del terreno de la ampliación y la otra mitad comprendía en el proyecto un patio que actualmente existe y un gimnasio y estanque de natación que han desaparecido y ocupaban el local del patio y las oficinas de la Rectoría de la Universidad.



Y agrega además Mariscal:
El sistema constructivo apenas había llegado a México: el concreto armado, según la patente de Hennenbique, fue desde luego escogido por Samuel Chávez ya que era lo más moderno, pero muy difícil adaptar ese sistema de construcción al estilo grandioso del Colegio de San Ildefonso, sin hacer un verdadero remiendo o cubrir la estructura con otra de piedra que la falseara… El auditorio prolonga el antiguo estilo de la época virreinal sin que constituya una reconstrucción arqueológica; muestra claramente los diversos materiales empleándolos de la manera más adecuada y sincera, y la impresión de novedad va ligada siempre a la reminiscencia de formas venerables, como si estas fueran un cariñoso y respetuoso recuerdo.



La fachada del edificio, además de retomar elementos de aquella “reminiscencia de formas venerables” se recubre de tezontle colorado, la piedra roja tan importante en los sistemas constructivos del altiplano y que formaran parte irremplazable en la visión barroca de la arquitectura novohispana.

El tezontle es una roca roja de origen volcánico (ígnea); tiene componentes de bióxido de hierro y de ahí su color rojizo. En México se lo encuentra en las sierras Oriental y Occidental, en volcanes como el Popocatépetl e Iztaccíhuatl, Tezoyucan y Cerro del Tezontle.


Arriba, la portada del Auditorio Bolivar de la ampliación a San Ildefonso, con sus paramentos con cantera de talla y muros recubiertos con sillares de tezontle; abajo el Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso –modelo indudable de esas interpretaciones‒ con el tezontle ya restituido en la fachada.



Entre 1913 y 14, Federico Mariscal dio una serie de conferencias que serían recopiladas en una edición editada como “La Patria y la Arquitectura Nacional”, de donde extraigo el siguiente párrafo, sin duda influido por las ideas de José Vasconcelos, por entonces director de la Escuela Nacional Preparatoria:
“El ciudadano mexicano actual, el que forma la mayoría de la población, es el resultado de una mezcla material, moral e intelectual de la raza española y de las razas aborígenes. Por tanto, la arquitectura mexicana tiene que ser la que surgió y se desarrolló durante tres siglos virreinales en los que se constituyó el mexicano que después se ha desarrollado en la vida independiente. Esa arquitectura es la que debe sufrir todas las transformaciones necesarias para revelar en los edificios actuales las modificaciones que haya sufrido de entonces acá la vida del mexicano.



Y con relación a esas ideas y refiriéndose a Palacio Nacional, Israel Katzman agrega:
… Augusto Petriccioli transforma el Palacio Nacional, cuyo núcleo central ya se había edificado por orden de Cortés en el S. XVI… Perticcioli cotejó las fachadas con los grabados de la época colonial que la reproducen, encontrando que en el Imperio y la República se habían suprimido escudos, remates, etc., y propuso entonces su rehabilitación estilística, aprovechando la necesidad que existía de aumento de un piso y cambios estructurales.



El edifico de amplia fachada hacia la Plaza de la Constitución se vestía entonces de cantera y tezontle, imagen clara de aquella intención nacionalista promovida por Guillermo Heredia, Samuel Chávez y Federico Mariscal.

Mención especial merece el “Edificio Gaona” con el N°80 a 88 del Paseo de Bucareli ‒frente al “Reloj Chino” y el edificio de la Secretaría de Gobernación‒ y haciendo esquina con la avenida Emilio Dondé, diseño del arquitecto Ángel Torres Torrija y terminado en 1924.


Magnífico ejemplo de aquella corriente Neocolonial que tan popular se volvió en la segunda década del S.XX, es enseña de la adaptación de viejos lenguajes a las nuevas técnicas, rescate de los elementos ornamentales del barroco novohispano pasados por el tamiz de las enseñanzas de la Academia de San Carlos, para intentar encontrar el lenguaje que mejor representaba a ese México que salía de la Revolución.




Y es precisamente aquí donde se inserta la “Casa de la Plamera”, edificada frente a la cuarta glorieta del Paseo de la Reforma, donde desde 1900 de plantó por recomendación de don Miguel Ángel de Quevedo un ejemplar de Phoenix canariensis, que a la fecha sigue desarrollarse al centro de la glorieta; Phoenix es una especie muy longeva, tanto que los ejemplares más altos llegan a superar los dos y quizás tres siglos de edad, de gran tamaño, algunas pasan los 30 m de altura –como la nuestra‒ y aunque ya se retiraron las Washingtonia robusta (palmera de abanico), que de origen la acompañaron, sigue siendo quien da nombre a la glorieta del Paseo, aunque ya no “Glorieta de las Palmas”…


Propuesta para recibir monumentos a Benito Juárez o a Porfirio Díaz, es la única glorita del paseo que sigue con parte de su vegetación de origen; por años, ha sido sitio desde donde la mejor perspectiva de la Columna de la independencia podía captarse, aunque ahora es prácticamente imposible acceder a ella. También ahí y en 1892 se crearon los campos para el Nuevo polo Club de corta vida.


También en aquel entorno, y sobre la acera del Paseo que mira al sur, se edificaron las grandes casas de las familias Pérez-Verdía Pérez-Rubio y Elizaga Romero Rubio, justo frente al sitio donde el Estado de Sinaloa entregó en 1898 la efigie que honra a don Ramón Corona, en una escultura modelada y fundida por Jesús Contreras.


Aquellas grandes construcciones se habían edificado en el estilo que muchos consideraban correcto para la gran avenida, mostrando el recargado estilo favorecido por la tradición académica de Napoleón III y que parecían soñar con las reglamentaciones del París del Barón Haussmann.

Los predios de ambas edificaciones (N° 243 y 239 del Paseo) están ahora integrados en el número 243 y reciben la “Torre Mapfre” terminada en 2013. Es precisamente la casa N°243 de la familia de don Luis Pérez-Verdía Villaseñor, la que colindaba con el predio en que desde 1919 se edificó la casa Guichard.



Aunque aquel guiño a la arquitectura del Segundo Imperio Francés fue común denominador en la arquitectura del Paseo durante la primera década del S. XX, para la segunda década se experimentaba ya con referencias a la arquitectura virreinal, retomando elementos compositivos del período barroco, e invocando las grandes viviendas citadinas de marqueses y condes con fachadas rematadas con pináculos varios y aderezadas de ventanas con jambas, peanas y colgaduras diversas…


En específico, sorprenden las casas que desde 1922 diseñaron los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio y Bernardo Calderón y Castro para doña Josefa viuda de Llorente (en la calle de Artes N°5) o para los señores Alejandro Quijano Rueda y José Luis Rivero Quijano (en el Paseo de la Reforma N°186 188). Abajo una imagen de la casa de don José Luis Rivero Quijano en el Paseo de la Reforma N° 188; la fachada al Paseo muestra una interpretación neocolonial que adereza la talla en cantera con tezontle, agregando un rodapié de abarrocado perfil y remate de estudiada composición mixtilínea que delatan la formación académica del diseñador.



La casa para don José Graciano Guichard de la Concha, quedaría imbuida en esa corriente que el arquitecto Martínez del Collado había estudiado en la academia, trazando fachadas tipo para casas, patios y edificios públicos que serían buen ejemplo del fervor nacionalista post-revolucionario; un magnífico ejemplo es el dibujo del alumno Antonio Muñoz G. firmado en 1909, como Trabajo de Composición en el curso de Samuel Chávez, trazando “Elementos para un Patio” (Publicado por Katzman en 1964).


La casa Guichard en la esquina del Paseo de la Reforma y Río Rhin, miraría por completo hacia el Sur y poniente, abriéndose hacia la glorieta del Paseo y las vistas hacia la Columna de la Independencia, con un esquema que podría describirse como la sección de un patio abierto hacia las calles.

Abajo, en una imagen captada seguramente hacia final de 1920, aparece la casa apenas terminada en la nueva Colonia Cuauhtémoc, distintiva entre las mansardas de los palacios que aún emulaban el eclecticismo porfiriano; proyecto de G. M. Del Collado –discípulo del arquitecto Samuel Chávez‒ y edificada por el ingeniero F. E. Aramburu, más parece una rica residencia del siglo XVIII, con un patio cortado de tajo por una nueva avenida –como vemos ahora en el patio del claustro en el Convento de Nuestra Señora de Monserrat, cortado por la Calle de San Miguel (ahora José María Izazaga) y transformado en Museo de la Charrería‒, y más emparentada con la casa de Jaral de Berrio o San Mateo de Valparaíso que con sus vecinos inmediatos…


En la imagen, me asombra el que detrás se distingue claramente el perfil de los techos a manera de mansarda de la casa l N°243, incluida la torre y un tinaco que seguramente se agregó para dar presión a alguna regadera de la familia de don Luis Pérez-Verdía Villaseñor. Además, sobre la calle se distinguen los desechos de algún caballo, testimonio de aquel período en que aún se usaban comúnmente en la ciudad.

La casa de dos niveles se compuso a la manera de aquella tradición virreinal, con el piso alto trabajado a manera de planta noble, con el desfogue de una escalera ceremonial y una galería de grandes arcos que da paso a las que en su momento debieron ser vistas espectaculares hacia la Victoria alada de la Independencia de México.
Abajo, una vista desde el capitel de la Columna de la Independencia hacia el oriente en 1939 ‒al fondo se descubre el recién terminado Monumento a la Revolución‒, donde he señalado las arcadas de la casa Guichard; seguramente desde ahí, la perspectiva hacia “El Ángel” debió ser espectacular…


Inserta en aquel contexto, la casa de don Graciano Guichard es no solo un magnífico ejemplo de vanguardia nacionalista, sino además del desarrollo edificado en un país que apenas dejaba atrás la lucha revolucionaria. Detrás de sus fachadas ornamentadas a la manera del S. XVIII virreinal, había una estructura de vigueta y bovedilla metálica de avanzada, sistemas de bombeo de agua fría y caliente, con mezcladoras en los baños, instalación eléctrica oculta, calefacción y muchas otras novedades.

La planta en forma de “L” permitió responder a la glorieta con un jardín que además confería su extensión a la entrada y acceso de vehículos a la casa, liberando buena parte de la planta baja con una arcada que creaba un agradable espacio y en el que además se colocó una fuente decorada con azulejos.


Aquel acceso se conservó prácticamente inalterado, y en la imagen de arriba, aparece la arcada de ambos pisos ya cerrada con grandes ventanales. Como contraparte, abajo aparece una imagen en que un auto de diseño contemporáneo a la edificación aparece frente a la reja del acceso; sorprenden los grandes paños trabajados en cantera y recubiertos de tezontle, que sin duda confieren una distintiva dignidad al conjunto y sorprende al ser llevado a la década del 20’.


Esos labrados en fachada, son sin duda el distintivo memorable del conjunto, que añade jambas, dinteles y pretiles moldurados con sobriedad, además de recuadros hundidos y bordeados de molduras ondulantes que parecieran querer ser autoría de don Francisco Antonio de Guerrero y Torres…

Cuando en “Paseos Coloniales”, don Manuel Toussaint nos describe la casa de los condes de San Mateo de Valparaíso ‒de Guerrero y Torres‒, parecería estar hablando de la casa Guichard cuando nos dice:
En el exterior, la residencia señorial se caracteriza por sus proporciones monumentales… Aunque este tipo de portada proviene quizá de la casa andaluza, llegó a desarrollarse en México de tal modo, con tan diversas variantes, que es representante genuino de nuestra arquitectura civil del 1700… Como la mayor parte de las residencias señoriales quefueron levantadas durante la segunda mitad del siglo XVIII, en que se usaba revestir los edificios con sillarejo de tezontle ‒tezontle rostreado, como se decía‒, casi todas presentan esa bella decoración, tan personal y tan típica de la arquitectura mexicana del 1700, aunque las hayan hecho en otra forma.

Muéstranos en su fachada el edificio, … elegacia en líneas y gran sobriedad en la distribución del ornato…



Destacan entre tales trazos de ornato, las pródigas guardamalletas de Reforma 245–colgaduras que recrean en piedra las que se ponían de tela y brocado en los balcones de las grandes casas durante los desfiles y fiestas en el siglo XVIII‒ y que resguardando los antepechos de las ventanas dan acomodo para asomarse a la avenida con un espectacular encuadrado.


La ornamentación de las guardamalletas ‒cuyo delineado podemos encontrar en la Capilla de Balvanera o el Templo de la Santa Veracruz‒, se trasmuta en plétora de avíos e incorpora roleos y volutas rocambolescas sosteniendo magníficas hojas de acanto que dan paso a festones de ilimitados frutos.

Distinta es la colgadura bajo la ventana de la esquina, que con magnífica talla en la guardamalleta, señala el aposento de acceso al salón principal; hace gala de volutas y roleos que enmarcan una venera de la que nace una cabecita infantil, y hace eco a las decoraciones de tableros sobre los dinteles de puertas y ventanas del piso alto.



Hacia el jardín, el tratamiento de la fachada recuerda también los pisos altos de las residencias virreinales, donde el gran pasillo superior da acceso a las diversas habitaciones. Como ejemplo, aparece abajo el desfogue de la escalera y su pasillo en la casa de los condes del Valle de Orizaba cuando era parte del Jockey Club en 1901; en la imagen de Waite –captada cuando el patio se decoró para la reunión Panamericana‒ se distinguen los cierros de las escaleras y diversas habitaciones, ligadas por el pasillo del patio.


Además, recuérdese que esa escalera era sitio de enorme importancia en las viviendas del período, estando la del Jockey Club –ahora Samborn´s‒ decorada con un mural de Orozco, o la de la casa de los condes de San Bartolomé de Xala –diseño del arquitecto Lorenzo Rodríguez y que aparece abajo‒ espléndida escalera bordeada por magnífico guardapolvo de azulejo adornado de sirenas y hojarasca.


En la casa Guichard, la escalera de dos rampas también se engalana con un arrimadero de azulejo y en el piso alto, el desfogue se adorna con una espléndida portadilla de arcos flanqueados por columnas pareadas, coronadas por pináculos; no tengo una imagen de aquella portadilla, pero abajo aparece una recreación de lo que podría verse.



Aunque la casa permaneció habitada por la familia hasta final del S.XX y mantuvo buena parte de su amueblado original, no he logrado encontrar imágenes del interior y la decoración correspondiente; para imaginar esos interiores he recurrido también a recreaciones que con algunas libertades me permiten imaginar lo que debió ser el entrar a aquellos aposentos de la planta alta.


Puertas entableradas y acristaladas daban acceso a las diversas habitaciones desde el pasillo –que eventualmente se cerró con grandes cristaleras‒ y daban paso a espacios que seguramente recreaban ambientes con decoración virreinal y dieciochesca con un talante nacionalista, muy acorde con la decisión familiar de hacer de México su hogar permanente.

Quiero imaginar que hacia el sur, la gran habitación que mira hacia el Paseo de la Reforma debió contener algunos muebles que seguían la tradición Colonial y estarían aderezados con piezas que provenían o reproducían el mercado ligado con el comercio de Oriente y Filipinas.


En alguno de los salones –y retomando una de las chimeneas labradas en cantera que aún conserva la casa‒quiero suponer alguna colección de “Cuadros de castas” y alusiones a aquel pasado virreinal, dentro del marco que con orgullo se solazaba el S. XVIII.



Como ya he dicho, apenas unos diez años luego de terminada la casa, se decidió cerrar los grandes arcos del pasillo con ventanales que protegieran aquel paso, y de manera natural recibieron cierros/rejillas que atajaran la vista de los moradores desde la calle; la imagen de abajo debe ser -a juzgar por los autos- de los años 30’….


Así, la casa permaneció prácticamente inalterada desde 1920 y hasta 1999, período en el que afloraron reformas notables. Ya desde la década del 60, el entorno se había modificado paulatinamente y las casas que se habían edificado en el vecindario desaparecieron, dejando su sitio a nuevos giros comerciales; al otro lado del Paseo, surgió la “Zona Rosa” y reemplazando la casa N°243 ‒de la familia de don Luis Pérez-Verdía‒ se levantó un edificio que albergaría oficinas del Banco de Londres y México que para 1971 se transformaría en “Banca Serfín”.

Es sorprendente pensar que a pesar de las transformaciones en la propia avenida Río Rhin, la casa siguió ocupada durante el período en que se demolían las residencias del entorno inmediato, incluidas aquellas que en algún momento también hicieron gala de intención nacionalista…



Abajo, en una fotografía aérea fechada en 1980 he señalado el predio de la casa Guichard; es curioso notar que en varios de los predios circundantes han desaparecido las edificaciones originales y los predios son ocupados por estacionamientos. Lo que más me llama la atención, es la cabecera de la manzana delimitada por el Paseo de la Reforma, la Avenida Río Rhin y la calle Río Papaloapan ‒predios ahora ocupados por la Bolsa Mexicana de Valores y el edificio “MetLife” ‒ terrenos de enorme valor que por un largo tiempo permanecieron subutilizados.



Ya desde la construcción de Reforma N°243, la casa Guichard sufrió un detectable hundimiento diferencial, a pesar de que el cuerpo principal del edificio limitó su altura para llegar apenas a los diez pisos.


Para los viandantes del área, la casa Guichard sorprendía a propios y extraños al ser de las pocas edificaciones residenciales que se preservaban en el Paseo y constantemente se especulaba acerca de su antigüedad, a pesar de que bien visible estaba exhibida la fecha se su edificación.

Reforma N°243 (que incluyó también el N°239) pasó a albergar diversas oficinas así como una amplia sucursal de la ya entonces “Banca Serfin” que sería remodelada en 1984, mientras que la casa Guichard seguía albergando a la familia.


Aquel edificio que se levantó donde antes estaban las casas de las familias Pérez-Verdía Pérez-Rubio y Elizaga Romero Rubio sería un buen ejemplo de la arquitectura moderna del período, que con diseño de Meza y Ballardo, creaba un conjunto de tres volúmenes para articular la esquina.


Desde 1999 se decidió aprovechar el terreno de aquella torre con un diseño que recibiera una torre de mayor altura que se conocería como “Capital Reforma”. Luego de destruir el edificio, desde 2007 inició la nueva cimentación pero la construcción se interrumpió y la desarrolladora GICSA suspendió el proyecto.

Para 2010 se reanudó la construcción, ahora con un proyecto más ambicioso que fusionó los predios de Reforma N° 239 y 243 (ya unificados) con el N°245 (de la casa Guichard) y el N°90 de la Avenida Río Rhin, aplicando el Sistema de Transferencia de Potenciales de Desarrollo Urbano.


Así, el nuevo inmueble ocuparía nominalmente la superficie conjunta de los predios (4,874m²) y podría edificar una superficie máxima de 73,468m² en una altura máxima de 12634m, preervando la casa de la esquina, ya catalogada por el INBA.


Con diseño de Colonnier Arquitectos para Pulso Inmobiliario, el basamento de la nueva torre bordeó la casa Guichard con un Muro Verde que quedó colocado desde 2015. Entretanto, a la casa se le hicieron reformas estructurales a fin de añadir un tercer piso e incrementar el área rentable, al tiempo que se renovaban instalaciones, iniciaba la remodelación interior y limpieza.



Aunque no puede decirse que el diseño del edificio haya integrado la casa, algún esfuerzo de hizo por parte del diseñador para ajustar la escala de la torre en el frente al Paseo de la Reforma.


Además de una necesaria limpieza, al exterior la casa recibió un tercer piso que no altera demasiado la percepción del volumen original, y se sustituyeron las herrerías y cierros metálicos de las ventanas y arcos. Para 2016 se trabajaba a marchas forzadas para terminar la adecuación de la casa, que recibiría las oficinas de “Invex Infraestructura”, de la que la familia Guichard aún forma parte.

En la planta baja hay ahora un acceso desde el estacionamiento a la casa, mientras que en pisos altos, se diseñó un acceso y desfogue de las oficinas directamente hacia el N°243.


Afortunadamente, “La Casa de la Palmera” sigue en pie y es ahora evocación de lo que hace cien años era el paseo en que se edificó.

Para los viandantes, acostumbrados a atravesar grandes vestíbulos de torres de oficinas, descubrir la reja de un jardín en la esquina del Paseo de la Reforma no deja de ser sorprendente…


Y para quien se da el tiempo, la casa aún permite descubrir algo de los que el paseo Residencial dejó atrás –con todo y fuente de azulejos...




Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
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