miércoles, 17 de abril de 2019

La casa Herrerías - Montoya, en Tlacopac.




En 1939, Ignacio F. Herrerías y Vesta Montoya adquirieron poco más de 6,000 m² de “terreno rústico” que años atrás habían pertenecido a la “ladrillera” de la Hacienda de Guadalupe, en la confluencia de los ríos que bajaban de las barrancas de Pilares y Guadalupe para formar el Río Tlacopac –justo al norte del todavía entonces “San Angel Inn” de Madame Roux y al poniente del templo dedicado a La Asunción en el poblado de Tlacopaque– ; con diseño de los hermanos Martínez Negrete, edificaron ahí una moderna casa para la familia y sus dos hijos, que terminada en 1940 sería enlutada cuatro años después; la construcción, alberca, frontón y jardines siguen ahí, aunque la casa ha sido trasformada y ahora pasará a ser “Casa Club” de un extenso conjunto residencial.




Ignacio Francisco Herrerías era parte de una familia de reconocidos periodistas; su padre –Ignacio Herrerías Ituarte que nació en la ciudad de México en 1880– inició carrera al lado de su primo Agustín Víctor Casasola y saltó a la fama con una reseña del asalto a la casa de los hermanos Serdan –evento del que fue testigo– el 18 de noviembre de 1910, cuando la policía poblana al mando de Miguel Cabrera irrumpió la casa…



Respecto a ese texto de Ignacio Herrerías, decía Medardo Fernández:
“Leí, volví á leer y releí el interesante relato, llano y sencillo como de repórter, pero intenso, intensísimo, como de Herrerías, joven de temperamento nervioso, de imagen exaltada y de poderosas energías intelectuales”
“Efectivamente, mi compañero de labores fue testigo presencial de los sangrientos sucesos; reporteaba para uno de los diarios metropolitanos, é incidentalmente se hallaba en la capital angelopolitana por asuntos profesionales cuando ocurrió la tragedia. No olvido todavía la violencia del sacudimiento nervioso que en mí produjo la lectura de las correspondencias telegráficas que Herrerías envió á su periódico. Vibrantes eran los relatos, y recuerdo que produjeron impresión profundísima en el ánimo del público”.
También entonces, Herrerías trabajó para ilustrar los textos con el muy joven Ernesto García Cabral, “El Chango” que alcanzaría enorme popularidad con sus portadas en Revista de Revistas…



Nombrado corresponsal de guerra por el diario "El País", Ignacio Herrerías fue enviado a describir la revolución en Chihuahua, llegando a la hacienda de Bustillos –entonces Cuartel General de Francisco I. Madero– en marzo de 1911 para cubrir la llegada de Abraham González y la primera reunión de Francisco Villa con Madero, y llegaría además a narrar la toma de Ciudad Juárez el 10 de mayo, batalla que daría lugar a la firma de los “Tratados de Ciudad Juárez” -el 21 de mayo de 1911-, precipitando la renuncia del presidente Porfirio Díaz.



Arriba, con sombrero claro, Ignacio Herrerías al llegar a la hacienda de Bustillos; abajo –durante la toma de Ciudad Juárez–, Pascual Orozco da un parte de guerra a Francisco I. Madero, en tanto Abraham González conversa con un periodista -Gerald Brandon-, mientras son fotografiados por Ignacio Herrerías.



Nos cuenta Betty Luisa Zanolli Fabila, biznieta de don Ignacio que:
“El periodismo era su vida, su pasión y su apostolado, tanto que a finales de ese año -1911- fundó y presidió la primera agrupación mexicana de periodistas, la Asociación de Periodistas Metropolitanos, para cuyos agremiados consiguió seguridad médica y un terreno en el Panteón Civil de Dolores donde podrían ser inhumados.”

Abajo, en una imagen de Agustín Víctor Casasola captada en el Tívoli de San Cosme en algún momento de 1911, aparecen los “Periodistas músicos”, contacto de negativo en el que se señala a Lorenzo Ríos –guitarrón–, Librado Rivera –laúd–, Rafael Reyes Spindola –guitarra– e Ignacio Herrerías –flauta traversa–.



Para el 11 de agosto de 1912, Humberto Strauss periodista uruguayo acreditado por “El Imparcial" e Ignacio Herrerías para "El País" –que planeaba “tomar película” de encuentro– acompañados por el fotógrafo Alfonso Rivera, abordaron tren número 21 del Ferrocarril Interoceánico con rumbo a Morelos, con la intención de entrevistar a Emiliano Zapata.

Nos cuenta Carlos Moncada que el último despacho de Strauss decía:
“…se asegura que el jefe rebelde supo por cartas y emisarios que una persona, haciéndose pasar como periodista, quiere llegar a donde él está para asesinarlo, y Zapata y todos los jefes rebeldes desconfían de todo y todos.”

Con esos anuncios, a la altura del poblado de Ticuman el tren fue asaltado por las fuerzas rebeldes zapatistas, al mando de Amador Salazar -primo de Zapata-; los 36 soldados federales que se transportaban en el tren así como los 20 pasajeros civiles resultaron muertos en el ataque, Ignacio Herrerías tenía 32 años al momento de su muerte y su hijo Ignacio F., apenas un chamaco de diez…



Antes de su muerte, Ignacio había fundado con su primo Agustín Víctor Casasola, la “Agencia Fotográfica Mexicana” reconocida como la primera agencia mexicana de prensa que luego de la muerte de Herrerías pasaría a ser la “Agencia Mexicana de Información Fotográfica”, semilla del afamado Archivo Casasola que la familia nutrió con tres generaciones de emprendedores.

Con la inexorable impronta de su padre y al cobijo de la familia Casasola, la carrera de Ignacio F. Herrerías se encaminó también hacia el periodismo -aunque en la vertiente deportiva-, combinado con la sorprendente perspicacia administrativa del muchacho que siempre se mantuvo cercano a Agustín Víctor Casasola primero, Miguel y Gustavo después, y comenzó a preparar camino en la industria editorial.


Arriba, Ignacio F. Herrerías en 1928, al que desde pequeño apodaron “Chamaco”. Abajo, la “Agencia Casasola Fotos”, en Ayuntamiento N°4 (casi esquina con lo que ahora llamamos Eje Central); a fin de 1912 la agencia se había expandido, y cambió su nombre a “Agencia Mexicana de Información Fotográfica”. Así, la representación atrajo a más fotógrafos y comenzó a comprar fotografías a agencias extranjeras y fotógrafos aficionados para venderlas a los diarios. Cuando “El Imparcial” cerró en 1917, Casasola recuperó los archivos del diario, compilando muchas de sus fotografías en el "Álbum histórico gráfico" que cubre los sucesos de la Revolución mexicana.



“El Chamaco” Herrerías se dedicó al periodismo desde los 14 años, y desde 1916 se inició en “El Pueblo” donde colaboró en deportes y escribía con el seudónimo de Gulliver; dos años después pasó a “El Demócrata” y en 1920 fundó un semanario que llamó “El Décimo”, un periódico deportivo y de espectáculos que alcanzó mediano éxito.

En 1924 dejó la publicación e ingresó a “El Globo” de Félix F. Palavicini (fundado en 1914 como apoyo al gobierno carrancista instalado en Veracruz) cubriendo la “fuente de guerra”. Ahí conoció al entonces ministro del ramo -general Plutarco Elías Calles-, quien simpatizó con el carácter desenvuelto del “Chamaco” y sus ideas sociales, por lo que decidió enviarlo con una beca a cursar dos años del bachillerato en periodismo a Nueva York; nos dice Blanca Ruvalcaba:
“Nacho Herrerías fue el primer periodista mexicano que llevó a cabo estudios especiales en la rama del reportaje”




“El chamaco” regresó a México, y un año más tarde viajó a Los Ángeles para trabajar en “La Opinión”, donde después de un tiempo, fue jefe de la sección deportiva y se hizo popular entre el público hispanohablante. Poco después intentó independizarse nuevamente y con un grupo de amigos y compañeros comenzó a editar un bisemanario tipo tabloide -dedicado a los deportes- al que llamó “El Gráfico”; simultáneamente, se dedicó a organizar encuentros y torneos de box con fines caritativos, y como resultado, dio a conocer numerosos pugilistas mexicanos en los EEUU. Además, durante ese período contrajo matrimonio y procreó dos hijos, pero el matrimonio no prosperó y "El chamaco" volvió a su país.

En 1932, ya de vuelta en México, ingresó como colaborador en la redacción de Excélsior -en la sección de deportes-, pero unos veinte meses después abandonó ese diario para iniciar una nueva aventura que sería su despegue definitivo como editor: fundar la revista “Mujeres y Deportes”.


Nos dice Felipe De la Torre que la publicación
“…alcanzó enorme popularidad y le proporcionó a su fundador los medios económicos suficientes para establecer su propia editorial a la que denominó Publicaciones Herrerías, S.A.”


Esa nueva casa editora tomó oficinas en el viejo edificio de “La Guai” (“Y” YMCA) –Asociación Cristiana de Jóvenes en la calle de Balderas‒ que durante la decena trágica de 1913 había sido dañado, pero para 1934 ofrecía espacios en renta; abajo, Gonzalo, Pedro e Ignacio F. Herrerías frente al N°79 (ahora 87) de Avenida que rinde homenaje a Lucas Balderas (muerto en la Batalla de Molino del Rey), bajo la placa de la “Young Men's Christian Association”.



El 5 de octubre de 1935, “Mujeres y Deportes” anunciaba la próxima aparición del periódico Novedades; se presentaba como una “edición bull-dog”, que saldría a la venta el domingo por la tarde “después de los toros”, como una edición adelantada del número del lunes, a la manera de los grandes matutinos de Estados Unidos:
“Todos los grandes diarios de la mañana que se editan en Estados Unidos lanzan ediciones adelantadas la víspera, con el objeto de que los lectores que andan en la calle de las seis de la tarde en adelante, lleven a sus casas el periódico del día siguiente. ¿Le gustaría a usted leer hoy en la noche el periódico que se pondrá a la venta mañana?”


Así, con el éxito de “Mujeres y Deportes” y para 1935, Publicaciones Herrerías amplió su mercado con la circulación del diario vespertino “Novedades”, y para 1936 –ocupando ya una buena parte del edificio de Balderas 79‒, la editorial inició el tiraje de una revista ilustrada para adultos llamada “Chamaco” que apareció como suplemento y salió luego a la venta como “cuadernos encuadernables”, tomando ventaja del mercado que habían abierto las revistas “Paquito” y “Pepín” de la editorial del Coronel José García Valseca.


Dada la sorprendente popularidad de “Chamaco”, al año siguiente se dio la publicación DIARIA de “Chamaco Chico” –versión “de bolsillo” del cuaderno (18 x 13 cm) que costaba diez centavos‒; desde 1938 ambas alcanzaron cifras inimaginables de ventas ‒llegando a publicar cada una, hasta 750,000 ejemplares diarios‒ y se vendían además en Centro y Sudamérica.

Al paso del tiempo, “Chamaco” de Publicaciones Herrerías, S.A. imprimió entre muchas otras, la exitosa y perdurable historieta Los Supersabios de Germán Butze, El Monje Loco y las mundos de Sealtiel Alatriste, Rafael Araiza, Gaspar Bolaños, Sixto Valencia (creador de Memín Pinguín), Ángel Mora (Creador de Chanoc) y Gabriel Vargas (creador de La Familia Burrón)….



Además, desde 1935 Ignacio Herrerías fortaleció notablemente la posición de su empresa, cuando con Miguel Lanz Duret (de El Universal), Rodrigo de Llano (de Excelsior) y Félix Palavicini, formó parte del grupo de editores que se coligaron con el gobierno federal para crear la “Productora e Importadora de Papel, S.A.” (PIPSA) que el presidente Lázaro Cárdenas creó el 21 de agosto de ese año. 1935 es también el año en que El Chamaco Herrerías de 33 años estableció una relación firme con Vesta Montoya de 20, relación que al poco tiempo devendría en matrimonio.

En la mitología romana, Vesta era la diosa del hogar, hija de Saturno y de Ops y hermana de Júpiter, Neptuno, Plutón, Juno y Ceres. Se corresponde con Hestia en la mitología griega, aunque en el culto romano asumió mayor relevancia como símbolo de la fidelidad.



Nos dice Felipe J. De la Torre, que:
“La familia Herrerías formaba parte de la alta sociedad capitalina, emparentada por ejemplo con la Casasola. Novedades fue siempre un diario conservador pro gobiernista y entre sus directores figuraron René Capistrán Garza, ex jefe cristero y Jorge Pasquel…”


Para 1935, “Mujeres y Deportes” batió el récord de venta entre los hebdomadarios entonces en boga, pues llegó a alcanzar un tiraje de más de 100,000 ejemplares y con la colaboración de Vesta, que agregó secciones de historia y cultura, la revista resultó aún más atractiva para sus lectores; además, para 1939, las familias habían comenzado a crecer…


Publicaciones Herrerias, S.A. –desde Bucareli 23– adquirió derechos e iniciando en 1939 publicó una gran cantidad de tomos de precio accesible, incluyendo la reimpresión de “México Través De Los Siglos” dirigida por Vicente Riva Palacio o “Disertaciones sobre la Historia de la República Mexicana desde la época de la conquista” de Lucas Alamán, a los que se sumaron novelas de Juan A. Mateos, Xavier de Montepin, Gastón Leroux y Lewis Wallace y su “Ben-Hur”…


Ese 1939 marcó también el año en que la familia Herrerías Montoya adquirió en Tlacopac un extenso “terreno rústico” que años atrás había formado parte de la “ladrillera” de la Hacienda de Guadalupe –luego ligado a la Hacienda Goicoechea– (que en el S. XVIII había sido propiedad de los Condes de Pinillos y Marqueses de Selva Nevada), justo en el punto de confluencia de corrientes que bajaban de las barrancas de Pilares y Guadalupe para formar el Río Tlacopac, y al norte del casco de esa Hacienda que había vendido los terrenos aledaños, y que por entonces aún albergaba el “San Angel Inn” de Madame Roux.

Abajo, un fragmento del plano que corresponde a la “Zona Urbana de San Ángel” del Atlas General del Distrito Federal, publicado en 1929 “…por orden del señor doctor José M. Puis Casauranc, Jefe del Departamento del Distrito Federal.” Destaca al centro el Río de Tlacopac y las avenidas Insurgentes y San Ángel (hoy Revolución); a la izquierda y con el N°7, aparecen los terrenos del hotel “San Angel Inn” (hoy restaurante) y con una estrella roja, he señalado el terreno adquirido por el matrimonio Herrerías Montoya.



El predio con más de seis mil metros cuadrados tenía dos límites fluviales (y por lo mismo algo tornadizos) y largo frente a la propuesta ampliación del Camino a Guadalupe y sus puentes; hacia el Nor-oriente, el terreno estaba a muy corta distancia del templo dedicado de origen a La Asunción –y desde 1987 a La Purísima Concepción‒, fundación del pueblo de Tlacopac y templo que aún se conserva en la esquina de las calles Corregidora y Francisco I. Madero y que de origen dependía de la parroquia de San Jacinto Tenanitla, administrada por los dominicos de Coyoacán.



Directamente al sur y cruzando el río, por entonces aún se conservaban los jardines del Hotel Campestre San Ángel -o San Ángel Inn- antes hacienda de Goicoechea que había conocido el esplendor como hacienda pulquera con sus 36 mil hectáreas dedicadas a la plantación de maguey y producción de su derivado, y que desde 1915 se convirtió en un hotel y restaurante operado por Mme. Roux, anunciándose como “hotel y restaurante de primera clase San Ángel Inn”; la propietaria publicaba que contaba con tranvía eléctrico hasta la puerta, patio colonial, jardines, canchas de tenis, billares, cochera, habitaciones y departamentos con baño individual y que habían atendido a presidentes mexicanos y a personalidades de la época.



Y en impresos para turistas extranjeros, el hotel se anunciaba:
San Angel Inn HOTEL & RESTAURANT Villa Obregón, D.F. An old Carmelite Retreat converted in a beautiful place to stay and dine with great food and no violence; Pure artesian water; Great atmosphere; Magnificent gardens. Once you have been here, you will come back…



Ya desde 1906, la “United States & Mexican Trust Co.” había promovido la subdivisión de los terrenos de aquella hacienda, y el ingeniero Marshal Miller había propuesto un proyecto para el fraccionamiento de la “Colonia Altavista”, limitada al norte por el río y pueblo de Tlacopac, al poniente con los terrenos que aún conservaba la Hacienda de Guadalupe y al oriente, el “Camino para Automóviles de la Ciudad” que hoy corresponde con la calle Reyna.

En el magnífico plano de Miller que reproduzco abajo (el norte está hacia la izquierda), aparece la Colonia Altavista y abajo a la derecha pueden verse los terrenos que desde entonces aparecían como RESERVADOS, justo frente a los jardines y parque del hotel San Ángel Inn.



Frente al hotel y con acceso por la Calle de las Palmas (lote 12 de la Manzana F), desde 1929 el arquitecto Juan O´Gorman diseñó su casa/estudio, que edificó durante 1930 con el apoyo de su amigo Marcial Gutiérrez Camarena; la casa de Palmas 81 colinda con las casas que al año siguiente edificaría para Diego Rivera y Frida Kahlo y que ocupan el predio de la esquina del Paseo de Altavista y Calle de las Palmas (ahora Diego Rivera), edificaciones de vanguardia funcional que no fueron bien recibidas por la sociedad conservadora mexicana. También en 1930, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia edificó para su familia una casa en esa zona, reflejo de su propuesta alterna en la búsqueda de identidad moderna; aunque fuera del límite del plano de arriba, la casa aún se conserva con acceso por Avenida las Flores N° 278 (Ver )



Al paso de los años, los jardines del “San Ángel Inn” fueron subdivididos, prolongando las calles Calero, Campestre y Fresnos, pero el “Camino a la hacienda de Guadalupe” no se amplió y los “Terrenos Reservados” quedaron sin urbanizar y para 1938 se ofrecían como “1.5 acres de Predio Rústico”.

El proyecto para la extensa casa Herrerías-Montoya estaría a cargo de Luis y Francisco Martinez-Negrete Palomar –arquitecto e ingeniero respectivamente–, mancuerna que desde los años 30’ había ganado enorme prestigio como diseñador y constructor, con proyectos de muy diversos estilos y características; desde edificios de tipología “Decó” –como el Edificio REX de 1935 en la Calle de López N°28–, hasta magníficas residencias de estilo “Californiano” –como la casa de la familia Valencia diseñada en 1938 sobre el Boulevard de los Virreyes–,culminando en 1951 cuando para la nueva Ciudad Universitaria, Luis Martínez Negrete con Juan Sordo Madaleno y José Luis Certucha diseñaron el edificio para el Instituto de Geología, magnífico ejemplo de la arquitectura moderna internacional…



Para la casa Herrerías-Montoya de 1938, el diseño obedeció a la tradición del “Spanish Colonial Revival” que tan popular se había vuelto en el desarrollo de “Las Lomas de Chapultepec” y que con grandes techos inclinados cubiertos de teja y amplios muros aplanados, pretendía recuperar la arquitectura colonial novohispana, inspirándose en las misiones Jesuitas de la Alta California; en el amplísimo terreno de compleja geometría y acceso principal por la calle de Gladiolas, el esquema agruparía volúmenes en torno a un jardín privado y giró su eje compositivo hacia el Sur-este, para crear en altura –dentro del volumen principal que alberga la escalera en una doble altura– un mirador con vista hacia los volcanes, desafiando el panorama que desde la terraza del San Angel Inn podía contemplarse.


El acceso ceremonial desde la zona urbanizada del pueblo de Tlacopac permitiría recorrer una larga calzada plantada de palmas Phoenix dactylifera –tan populares en el período– que enmarcarían la fachada principal de la casa, mientras que una terraza recibía a los visitantes dando apoyo a la portada principal y al mirador del piso alto.



Otros dos accesos se prepararon para la propiedad –además de calle de Gladiolas–, permitiendo una entrada de servicio y para vehículos por la calle cerrada de Jazmines, así como otra entrada ceremonial por el puente sobre el afluente del río Tlacopac, con acceso directo a la parte trasera y su salón de fiestas, desde el Antiguo Camino de Acapulco (ahora Anillo Periférico y su Segundo piso). Aunque en la vista contemporánea de Google Maps es difícil encontrarle lógica a los límites originales de la propiedad, he marcado en la toma de 2017 los dos cauces que –ahora entubados– marcaban el límite sur del predio de la casa Herrerías-Montoya, así como los tres accesos; los terrenos del perímetro poniente no formaban parte del terreno original.


Además, cumpliendo con la afición deportiva del "Chamaco", hacia el límite sur de la propiedad se proyectó una alberca que con cinco carriles de nado obedecía a estrictos lineamientos de entrenamiento, mientras que contra la colindancia oriente se consideraron una cancha de frontón para Pelota de mano y Frontenis, caballerizas y dependencias de apoyo para áreas exteriores…

Vista desde los accesos, nada de la casa se haría evidente a los transeúntes.



La casa propiamente dicha se colocó sobre un promontorio central del terreno, como una libre agrupación de volúmenes cubiertos de teja catalana, rodeada de jardines y circundada por un camino vehicular que permitía acceso a todos los puntos de la construcción; en el frente principal, una amplísima terraza con escalinata marcaba el acceso, mientras que hacia el Nor-poniente, las cocheras cubiertas funcionaban como desplante a un gran salón de fiestas.



Por alguna razón que ignoro, los Martinez-Negrete no se hicieron cargo de la ejecución final del proyecto, casa que para 1940 estaba edificada y funcionando como residencia del matrimonio Herrerías-Montoya y sus hijos. Aunque no todos los elementos del diseño original se mantuvieron, resulta evidente que en lo general el proyecto se respetó, ajustándolo en algunos detalles exteriores aunque con modificaciones al interior.



Aunque al paso del tiempo los amueblados han cambiado, la disposición interior se conservó, con un gran “Hall” central de doble altura que daba cabida a la escalera, dando paso al mirador y las habitaciones en la planta alta. Una idea de las características interiores del diseño original, la puede dar una de las casas diseñadas en 1938 por los Martinez-Negrete en Lomas de Chapultepec, que debió tener espacios interiores con significativas similitudes.



Para el 11 de septiembre de 1939, Publicaciones Herrerías S.A. convertía a “Novedades” en un diario matutino, incorporaba la revista “Mujeres y Deportes” como suplemento y tomaba la casi totalidad del espacio disponible en el edificio de Balderas N°87 como oficinas y símbolo de su éxito. Entretanto, para final del año la pequeña familia preparaba la mudanza de su residencia anterior para trasladarse a la casa de Tlacopac / San Ángel Inn, con sus amplios espacios de juego y novedosa arquitectura, nuevos espacios para Vesta y los niños.



La casa de “Calle de las Palmas y Gladiolas N°31” en San Ángel Inn recibió el teléfono 23-99-24 en enero de 1940 y mientras Vesta Montoya de Herrerías e Ignacio F. Herrerías ocupaban la nueva construcción, la cuñada Carmen Casasola y Gonzalo Herrerías se trasladaban a la casa de Patricio Sanz N° 1142 en la Colonia del Valle (la casa Herrerías-Casasola se destruyó y ahora el terreno es ocupado por un conjunto de siete casas).

Al inicio de la década de los 40’, “Vesta y el Chamaco” eran la pareja dorada de la sociedad mexicana, frecuentemente fotografiados en eventos culturales al interior del Palacio de Bellas Artes o pasando una entretenida velada en “El Patio”, centro nocturno en Atenas N°9 –propiedad de Conchita Vélez y Vicente Miranda– sitio muy popular en el período para cenar y bailar.





Para febrero de 1944, como resultado de un conflicto laboral con el sindicato de Novedades, Ignacio F. Herrerías ‒presidente y accionista mayoritario de Diario Novedades y cabeza de Publicaciones Herrerías S.A.‒, se vio envuelto en acre disputa que pareció resolverse, pero el 3 de abril fue asesinado por Florencio Zamarripa Marín ‒que había sido colaborador del diario‒ en la antesala de la oficina del jefe del Departamento del Distrito Federal, frente al Zócalo de la capital. Se especuló en el medio periodístico acerca de otros motivos para el homicidio –violentas trifulcas que sostuvo con sus competidores, como con el coronel José García Valseca–, sin llegar a alguna conclusión que apartara la culpa de Zamarripa.




Vesta Montoya ya viuda de Herrerías se hizo presente durante las manifestaciones de repudio al asesinato e hizo declaraciones incendiarias; al día siguiente (06/04/1944), asumió la dirección de la empresa y se mantuvo en el cargo poco más de dos años (hasta el 09/06/1946) cuando fue relevada por Gonzalo Herrerías.



A final de 1946, un grupo de inversionistas encabezado por el empresario Jorge Pasquel –hombre cercano al ya presidente Alemán–, toma el control de Publicaciones Herrerías y el diario Novedades y poco más de un año después, el 18 de agosto de 1948 Rómulo O’Farrill Sr. toma el control de lo que había sido Publicaciones Herrerías…


La casa de Calle de las Palmas y Gladiolas N°31 ‒San Ángel Inn‒, siguió habitada por Vesta y sus hijos (Ignacio F. Herrerías Montoya sería Diputado y secretario de la Cámara, durante la XLVIII Legislatura), hasta que la viuda de Herrerías murió, y a fin de mayo de 2007 Betty Ann Herrerías Montoya e Ignacio Francisco Herrerías Montoya ‒Albaceas mancomunadas de la Sucesión Testamentaria a bienes de Vesta Montoya Peraza‒ reclamaron su legado.



Desde 2018 se dio a conocer que en el predio se construiría un conjunto residencial llamado “Reserva León Felipe” desarrollado por Grupo Terraforma, donde la casa Herrerías Montoya (sin la zona de cocheras y su piso alto) se transformaría en la Casa Club del conjunto (en el terreno original se prevé edificar 25 casas unifamiliares); abajo un “render” del proyecto de Grupo Terraforma tomado de su página web.




Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (ya son más de 90), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html ver