viernes, 24 de noviembre de 2023

La casa de Doña Mercedes Ochoa Ponce de León -Viuda de Emilio Fernández- en Emilio Castelar Nº131, Polanco.


Sobre un magnífico terreno con algo más de 1,050 m², frente sur al parque central del fraccionamiento Chapultepec-Polanco y formando esquina con la calle dedicada a Anatole France, se erigió desde 1940 una residencia de influencia “Californiana”, con casi 1,250 m² construidos y sorprendente interior, diseño que estuvo a cargo del ingeniero y arquitecto Francisco J. Serrano y Álvarez de la Rosa.


El inmueble que permaneció ocupado por la familia Fernández/Ochoa hasta final de S.XX y por varios años albergó las oficinas de la FORD International Foundation, ha pasado en el S.XXI a ser sitio que se ofrece para bazares, eventos comerciales y lanzamiento de productos, con frecuentes intervenciones que colman la casa de sorprendentes intrusiones, llegando incluso a “enjaular” la casona…




A esta residencia tengo un especial cariño, dado que en 1982 –cuando preparaba la investigación para la tesis de licenciatura–, la visité con el propio Francisco J. Serrano: Mi trabajo para obtener el título de arquitecto era una investigación acerca de la historia y arquitectura de la colonia Polanco (de origen Chapultepec-Polanco), y dado que el ingeniero y arquitecto Francisco Serrano había edificado ahí un muy relevante número de residencias era natural solicitar entrevistarlo y logré una cita a la que asistí puntual a las 9:00am, al edificio de su despacho –Serrano, Serrano y Nava– en la esquina de la Avenida Nuevo León con la calle Laredo, en la Colonia Hipódromo.
¡Para mi sorpresa, en la puerta me esperaba don Francisco, listo para ir a Polanco!


Yo que suponía una sesión en oficina –cuando menos una breve entrevista con el admirado diseñador de edificios tan importantes como el Cine Teresa, el Edificio Basurto o el Edificio “Centro Olímpico” (con Luis MacGregor Krieger y Fernando Pineda en Paseo de la Reforma) y que ya para entonces contaba 82 años (nació el 12 de marzo de 1900)–, me vi llevando al famoso perito en mi “Atlantic”, armado él de su bastón y generosa sonrisa.


Ya en Polanco visitamos primero el “Pasaje Comercial” (Ver) y las 25 casas con frentes a las calles de Moliere y Séneca (Ver), para pasar luego a la casa en Ibsen Nº7 (Ver) y la residencia Carrillo (Ver), y encaminarnos después a la calle dedicada a Emilio Castelar para ver el N°171 esquina con Edgar Allan Poe (Ver) con la intención de terminar en el magnífico “Edificio ROEL”, en la esquina de Emilio Castelar y Julio Verne, memorable proyecto de 1942. (Un breve recuento de la obra de Serrano en Polanco aparece en: http://polancoayeryhoy.blogspot.com/2011/07/francisco-j-serrano.html Ver). 


No dejaba de sorprenderme el vigor de don Francisco, que frente al Nº131 de Emilio Castelar me dijo:
—Párate aquí, y vamos a visitar la casa.

Ya a pie, tocó el timbre y dio muy amables indicaciones:
—Dígale a la señora que está aquí Francisco Serrano, y quisiéramos ver la casa.


Un momento después, apareció la que luego deduje era doña Mercedes Ochoa Ponce de León, que recibió cariñosamente a don Francisco –tratándolo de “Panchito”– y me permitió visitar el Hall central y varias habitaciones…

El júbilo de visitar Polanco con don Francisco J. Serrano fue extraordinario y ver que se le recibía con cariño en una casa levantada varios años antes, me sería aún más entrañable cuando supe de su muerte un par de meses después, el 3 de diciembre de 1982. No pude menos que dedicar mi trabajo de Tesis –Polanco: aprendiendo de un fenómeno– con cariño “A Papá Serrano”.



Pero volvamos a doña Mercedes Ochoa Ponce de León:
Desde fin de la década de los años setenta del S.XX y por más de veinte años, la ganadería que fuera propiedad de don Alfredo Ochoa Ponce de León, se hizo de gran reputación entre los aficionados a la “Fiesta brava” en México. Eran toros que según se narraba, “mantenían justo equilibrio entre bravura y nobleza”, dando así lustre a una tradición ganadera que comprendía en esos tiempos al hermano mayor -don Jesús-, con el hierro de El Romeral, don Fernando, con el hierro de El Junco, y doña Mercedes Ochoa Ponce de León, con la muy reconocida marca de “Viuda de Emilio Fernández”, todos asentados en el Estado de Michoacán y que proporcionaron cimiento a la fiesta en esa región primero y en el país entero después.


Ese coto -“Viuda de Emilio Fernández”- surgió en 1967 –emplazado en el Rancho La Labor, parte del municipio de Zinapécuaro, Michoacán– y fue propiedad de Luis Fernando Ochoa Sánchez, fundado desde 1948 por Emilio Fernández Álvarez y Alfredo Ochoa Ponce de León, con 40 vacas de Matancillas y 2 sementales de La Punta. En 1965 se sumaron 100 vacas y 3 sementales de El Junco, así como un semental de Jesús Cabrera. Ya con esa estructura y partir de 1967 la casa comenzó a lidiar con gran éxito en Michoacán como “Viuda de Emilio Fernández”.


Así, la historia de esa ganadería –siguiendo el árbol de la hacienda Enrique Fraga– se desprende del tronco de Matancillas con raíz en La Punta, para crear la rama de la que eventualmente brotaría Campo Alegre, cuando don Alfredo Ochoa Ponce de León y Emilio Fernández compraron a Don Ramón Tapia gran parte de su propiedad incluyendo el casco de la Hacienda, al pie del cerro de las doncellas y a la orilla del lago de Cuitzeo…

Luego de la muerte repentina de Emilio Fernández, Don Alfredo Ochoa adquirió –dada la gran amistad que sostenía con Don Luis Barroso Barona, ganadero de San Miguel de Mimiahuapan–, toros y vacas del encaste San Mateo; así, Campo Alegre obtuvo triunfos muy importantes como el indulto de “Saltillero” por una gran faena de Curro Rivera en la Plaza México y logró establecerse como una ganadería preferida por toreros. Por su parte el hierro de la Viuda de Emilio Fernández lograba crónicas como la que sigue:
Se lidiaron 6 novillos de Caparica (con el hierro de la Viuda de Emilio Fernández), disparejos en hechuras, parejos en juego, salvo el 6o., que fue deslucido, nobles y de buen juego en general, de los que destacó el 3o., por su calidad y fue premiado con arrastre lento. Pesos: 371, 395, 410, 395, 370 y 420 kilos.


Bajo ese ya popularizado hierro, la casa proporcionaría los encierros de innumerables faenas, presentándose generalmente bajo una divisa carmín, azul celeste y blanco.

Ya bien entrado el S. XXI, contaba Rodolfo Ramírez de una faena en Arroyo, en el 2008: Ha sido aprobado el encierro de Viuda de Emilio Fernández, que será lidiado mañana sábado 4 de octubre en punto de las 13 horas por Jorge Reyna El Piti, José Pedro Rodríguez, Fernando Alzate y Daniel Palencia.

Como homenaje y en Morelia, una calle cercana a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo lleva el nombre de la “Ganadería Viuda de Emilio Fernández”, que para los entendidos entregó innumerables toros de primera línea…




No tengo información acerca del propietario original de la casa en Emilio Castelar 131 –esquina con Anatole France–, aunque puedo afirmar que ya en la década del 60’, el inmueble sería adquirido por doña Mercedes Ochoa Ponce de León Viuda de Emilio Fernández, hermana ella de don Fernando Ochoa Ponce de León, quien fuera propietario de la ganadería El Junco en el estado de Michoacán, padre del también criador de toros de lidia Don Fernando Ochoa Sánchez “Tiquis”, reconocido ganadero de la casa “Viuda de Emilio Fernández” que heredaría la propiedad; además, don Fernando abuelo del matador y actual apoderado Fernando Ochoa, y además, bisabuelo del novillero Patricio Ochoa.

En todo caso, la casa que se edificó desde 1941 en un predio de la colonia Chapultepec-Polanco, pasaba a la propiedad de doña Mercedes, sobre un terreno frente al ya arbolado parque, en que desde 1938 la reglamentación original había precisado “Zona de Residencias estilo Colonial”…


Arriba, el “Plano de zonificación del fraccionamiento Chapultepec-Polanco” –que agradezco a Alejandro Leal– y en el que he marcado el predio en la esquina de las avenidas Emilio Castelar y Anatole France. Doña Mercedes Ochoa Ponce de León -Viuda de Emilio Fernández- adquirió la casa ya edificada en el magnífico terreno con superficie de casi 1,056m², con frente sur de treinta metros y cara al parque del fraccionamiento con una zonificación que claramente definía que la edificación debía respetar la norma de “Residencias Estilo Colonial”, estilo que en 1941 permanecía en boga...

Esa zonificación había normado el que desde 1938 se edificaran las residencias que serían tan representativas en el fraccionamiento de “Chapultepec-Polanco”, entre las que destacan la de don Elías Henaine en la esquina de Luis G. Urbina y Alejandro Dumas (Ver), la de don Pinjas Zajdman y Elke Grunstein en Emilio Castelar 135 (Ver) o la casa Domit / Gemayel también en Emilio Castelar, aunque esquina con Calderón de la Barca (Ver).



Aquel estilo que tradicionalmente se considera heredero del Spanish Colonial Revival –que causó furor en la California de los años 20’ y 30’–, sería conocido como “Californiano” y nos es reconocible por un exterior de grandes paños aplanados y ornamentados con cantera labrada, herrería y techos inclinados cubiertos de teja de media caña, mientras que los interiores –concebidos de manera casi escenográfica– expondrían gran riqueza ornamental, con cantería, hierro forjado y carpintería trabajados con una riqueza que se inspiraba en el período del barroco novohispano…

Arriba y como ejemplo de aquellos interiores, el “Hall” de la casa en el Nº47 de la avenida dedicada a Julio Verne, magnífico exponente de aquella arquitectura de fin de la década del 30’ en Chapultepec-Polanco. Abajo, en una toma oblicua de la Compañía Mexicana de Aerofoto –fechada en 1949–, aparece al centro el parque del fraccionamiento “Chapultepec-Polanco” con sus espejos al cruce de la Avenida Julio Verne; al centro, he señalado la casa de doña Mercedes Ochoa Ponce de León Viuda de Emilio Fernández, en la esquina de Emilio Castelar y Anatole France.


Esa casa sería parte de aquel conjunto de residencias “Californianas” que bordearon el parque (con frentes sobre Emilio Castelar y Luis G. Urbina) así como las edificadas sobre el primer tramo de la avenida Julio Verne, complemento al “Pasaje Comercial” diseñado por Francisco J. Serrano desde 1938 como parte de la infraestructura del fraccionamiento.

Como conjunto, esa urbanización de Polanco sería –en buena medida gracias al éxito inicial y a la rápida venta y edificación en sus predios– uno de los ejemplos más uniformes de esa corriente ornamental que desde final de la década del 30’ y la del 40’ cundió en México, conjunto que desgraciadamente se ha ido perdiendo…


Arriba, sección nororiente de la propia casa de Emilio Castelar 131 y acceso a la residencia vecina –Anatole France Nº70–, ambas, parte de esa tradición Neocolonial, que tan exitosa y popular resultó en Polanco y la Colonia del Valle.
Como ya se ha señalado, Francisco J. Serrano (Ciudad de México, 12 de marzo de 1900 - 3 de diciembre de 1982) fue un arquitecto e ingeniero civil mexicano con amplísima producción en muy diversos géneros del proyecto y larga trayectoria. A decir de Wikipedia:
A los 15 años quedó huérfano y heredó el cine Fénix, ubicado en la colonia Santa María la Ribera. Estudió ingeniería civil y arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también fue profesor de ingeniería civil y arquitectura. En sus primeras obras, produjo un muy importante número de proyectos en la corriente Art-Decó y puso luego en práctica el estilo colonial californiano, como en el Pasaje Comercial Polanco; tiempo después, construyó en la vertiente moderna, siendo su máxima expresión el Edificio Basurto.


Y sigue Wikipedia: “Gran parte de sus obras se localizan en las colonias Condesa, Hipódromo Condesa y Polanco de la ciudad de México” y la casa de Emilio Castelar 131 es una de ellas, edificación que afortunadamente llega a nuestros días en muy buenas condiciones y con pocas modificaciones.


La casa se levantó respetando las restricciones reglamentadas en la ordenanza establecida desde 1938 en aquel fraccionamiento “Chapultepec-Polanco”, con un remetimiento que sería reservado para jardines y se ha conservado. En la esquina, una torre –con techo a cuatro aguas y cubierto de teja– se levanta tres y medio niveles sobre la banqueta y da ancla al conjunto; de manera poco habitual, el acceso principal quedó resguardado bajo un amplísimo arco sin ornamentación alguna, al que se accedía gracias a una escalinata con media docena de peldaños, para entrar luego al “Hall” por una amplia puerta de hierro forjado enmarcada por talla de cantera.


Recurriendo a la disposición tradicional en esos proyectos, ese eje de acceso estaría marcado arriba por las ventanas del baño principal, que en este caso tendría dos novedosos “Panoramas fotográficos” –un paisaje tropical con flamencos por un lado, y cascadas en un bosque por otro– que sustituían con la más avanzada tecnología los tradicionales vitrales emplomados.

También a la manera habitual, en la fachada lateral –oriente– se levantó una puerta cochera con arcos, que además de dar acceso secundario al “hall” central, creaba arriba sitio a una amplia terraza- mirador, con vistas al parque y jardines, además de la calle Anatole France.


Esa terraza complementaba otros varios balcones, dotados de barandas de hierro forjado y cantera decorativa, que, añadidas a los recuadros en puertas, ventanas, pináculos esquineros y escaleras de acceso, además de las rejas decorativas y farolas, creaban un conjunto acorde a ese requerimiento “Colonial” del fraccionamiento.


La casa contaría con dos plantas completas en torno a la doble altura del “hall”, además de sótano –dedicado a cuarto de fiestas y billar– y un salón/mirador en el torreón, sumándose además a la superficie toral un edificio separado con cocheras y habitaciones de servicio, que prácticamente sumarían los 1,250 m² construidos, con amplias áreas libres al exterior.

Una notable curiosidad en el diseño de Emilio Castelar 131 es el gran volumen de planta semicircular y tres niveles que ocupa la esquina Nor-oriente del proyecto, cilindro calado de ventanas enmarcadas de cantera y ataviadas de herrería ornamental que albergaría dos amplios salones y marcaría el límite entre la zona habitable de la residencia y sus servicios.


Aunque el acceso en la fachada sur estaba diseñado como la entrada principal –además del acceso de servicio en la fachada norte, justo en el eje de la escalera de servicio y al lado de la cocina–, el acceso desde el pórtico sería mucho más socorrido cotidianamente, dado su muy práctica liga con el pórtico, paso directo al “hall” y cercanía con la zona de servicio.


Desde su liga con el pórtico, ese acceso secundario daría paso al “hall” por una puerta de hierro y vidrio primero, para permitir luego entrar a un pasaje con rodapié de azulejos y yeserías en los techos, donde una escalera y puerta de madera daría acceso al “hall” de doble altura.


No es por error que he usado repetidamente la palabra “hall”, un anglicismo muy socorrido en el período, junto con “closet”, “pantry” y “brekfast”, expresiones muy favorecidas en el período como símbolo de vanguardia y modernidad, alusión a la delantera norteamericana que proponía deshacerse de los viejos armarios en las recámaras, colocar llaves mezcladoras en lavabos, instalar máquina lavadora en la lavandería, junto con avena y pan de caja en el “pantry”, espacios todos ligados gracias a ese gran lugar que sustituía el patio colonial con un amplio espacio cubierto –de grande altura– al que se ligaba una escalera ceremonial y que ahora se llamaba HALL


En la casa de Doña Mercedes Ochoa Ponce de León el gran hall era en verdad sorprendente, espacio rectangular con una cubierta de importante altura que permitía iluminación perimetral gracias a 14 ventanas –con lunetos (pequeñas bóvedas con forma de media luna que atraviesan los costados de una bóveda de cañón con el fin de introducir iluminación natural al interior del espacio cubierto)– decoradas con cristales emplomados y que permitían relucir a las decoraciones de ese techo.

Aunque estructuralmente de gran simplicidad, el revestimiento decorativo presenta un atavío de casetones enmarcados por bóvedas vaídas entrelazadas que parecerían inspiradas en la decoración del patio del Palazzo Vecchio en Florencia o la estructura de la Chiesa de San Giovanni Evangelista de Parma.


Las suaves bóvedas aún conservan la decoración de inspiración pompeyana, que podría estar inspirada en los decorados que en Mantua y para el “Palazzo del Te” se ejecutaron entre 1524 y 1534 para Federico II Gonzaga –del afamado arquitecto Giulio Romano–, o en alguno de los muchos manuales que con propósito decorativo se imprimieron durante el S. XIX…



Aunque ese amplísimo espacio ha permanecido inalterado en la parte alta, la iluminación varió en el tiempo y aunque desprovisto ahora de lámpara, en algún momento lució un espectacular candil de bronce y 16 luces que engalanaba la gran altura, además de vitrales de cristales coloridos y estructura de plomo, que desafortunadamente fueron retirados.


Ese hall recibió en su perímetro una escalera y pasillo superior –ambos en “voladizo”– que comunicaban las dos plantas residenciales y están aún guarnecidas por barandal y herrería de magnífica factura, complementando ese ecléctico diseño interior que afortunadamente se conserva casi intacto.


La casa de la familia Fernández/Ochoa no retomó el tradicional modelo decorativo que las casas de Chapultepec-Polanco exhibían en la década del 40’, pero resulta magnífico ejemplo de esa interpretación de lo “Colonial” que en el período se aceptaba, e ilustra lo amplio y laxo de ese término que además incluyó lo “Californiano”...

Como ejemplo, permítaseme usar ahora una fotografía del hall de la casa en la avenida Horacio Nº1022, a apenas unas tres cuadras y edificada el mismo año, que muestra el ya acostumbrado y profuso trabajo en cantera y herrería que se había transformado en ejemplo a imitar durante los últimos años de la década del 40’, haciendo ya frente a la creciente popularidad del racional-funcionalismo que desbancaría por completo al neocolonial.


Desde la parte alta del hall en la casa Fernández/Ochoa –que por comparación se siente casi austera–, se tenía el espectáculo de un amplio espacio abierto en el que se desenvolvía la gran escalera y podían reunirse grandes grupos de visitantes, todos prestos a gozar de la prosperidad a que ese interior aludía…



Un curioso e interesante detalle es el piso del gran hall, que con sus mosaicos de figuras entrelazadas, reemplazó la tradicional baldosa ocre frecuentemente usada; técnicamente ese mosaico es una baldosa hidráulica de cemento y su origen se puede rastrear a la Francia de mediados del siglo XIX; se desarrolló de la mano de la industria del cemento y los diseñadores de la época crearon auténticas obras de arte en sus diseños.


Fue tal el éxito, que muchos países crearos sus propias industrias productoras de baldosas y algunas sobrevivientes han visto un resurgir en la popularidad del material. Afortunadamente, la totalidad de los mosaicos del hall se conservan en buenas condiciones y de hecho se replicaron algunos diseños para la ampliación del S. XXI.

Otros curiosos fragmentos que no corrieron la misma suerte fueron los vidrios coloridos de los baños sur, que sustituían los tradicionales emplomados con lo que se podría considerar tecnología de punta en la década del 40’; tanto al centro de la fachada principal –al sur– como en la fachada norte, se podían valorar vidrios con escenas tropicales que debieron ser memorables, aunque extensamente criticadas al paso de los años.


Durante mi infancia, recuerdo que cualquier baño de Polanco o la Colonia del Valle –que se preciara de estar en boga– tenía en algún sitio la imagen de un Flamingo (-hoenicopterus ruber- Flamenco en español), ya fuera en un vitral, mosaico, baldosa, pintura o grabado en el cristal de la regadera…

Como ejemplo, aparece abajo el vitral del baño principal en la casa Domit/Gemayel (Ver), edificada en la misma zona y en el mismo período, siguiendo el diseño del arquitecto Leonardo Shafik Kaim.




En Emilio Castelar 131 los dos ejemplos principales incluían no solo el “fotovitral” con flamingos rodeados de aguas azules y enmarcados por palmeras –probablemente en Aruba–, sino también un grupo de cascadas en atractivo paisaje boscoso, uno para cada baño...



Otro componente arquitectónico que merece mención es el cilindro de tres niveles –uno en sótano– que ocupa la esquina Nor-oriente del proyecto y que con sus ventanas enmarcadas de cantera y ataviadas de herrería ornamental alberga tres amplios salones y formaba parte fundamental del salón de juegos en el sótano.


Con cinco ventanas en cada piso, esa -casi torre-




Doña Mercedes Ochoa Ponce de León viuda de Emilio Fernández murió en 1999 y heredó la casa a sus hermanos Alfredo, Jesús y Fernando quienes decidieron conservar el inmueble en su estado original y al poco tiempo lo arrendaron a la FORD International Foundation; la institución que comenzó a trabajar en México desde 1962, pretendía ampliar el acceso a la educación superior para las nuevas generaciones. Al paso del tiempo pasó a robustecer a las organizaciones locales e intentó que los diversos gobiernos rindieran cuentas de su inacción…

Abajo, el hall de la casa Ochoa Ponce de León por el año 2000, cuando albergó la FORD International Foundation.


Desde sus oficinas frente al parque de Polanco, la institución trabajó discretamente durante una decena de años hasta que se mudó a la calle de Santa Margarita Nº227 en la colonia Insurgentes San Borja, ahora una casa modernista en la esquina con el Eje 6 sur.


Ya en la segunda década del S. XXI la casa en Emilio Castelar Nº131 y esquina con Anatole France ha pasado con nueva administración a promoverse como “Castelar131”- “El mejor venue en el corazón de Polanco” y “LA Casa”...
…se ha convertido en uno de los venues más hot del momento para hacer eventos…


Es sin duda, un inmueble que aprovecha su privilegiada ubicación frente al parque Lincoln, ya no como residencia, sino como polo de reunión para los nuevos residentes y visitantes a la zona; afortunadamente, se han hecho pocas modificaciones permanentes al inmueble, que sigue siendo perfectamente reconocible.

Dos alteraciones relevantes se dieron en rejas y accesos, modificando por un lado la fachada sur al retirar por completo la reja, su pretil y entrada, junto con la escalera del acceso principal; en su lugar, el arco de ese acceso se transformó en una pequeña terraza, mientras que el jardín frontal pasó a ceder su lugar a cajones de estacionamiento.


La otra modificación se dio al transformar el porche de acceso para autos en acceso principal, retirando el paso de vehículos y transformando ese espacio en un vestíbulo cerrado, sitio para la acogida de visitantes, agregando además una nueva puerta en el enrejado original.


Al interior, la casa de 1940 sigue siendo perfectamente reconocible, aunque los espacios creados hace más de ochenta años se utilizan ahora de manera bastante diferente…


Con frecuencia la casa entera se ha transformado siguiendo algún guion temático, y tocando tanto exterior como cada una de las habitaciones, se ha hecho de la visita una nueva y memorable aventura. Es indudable que los casi 1,250 m² construidos permiten a los patronos la libertad de crear una aventura en cada espacio.



Me sería imposible hacer un recuento de los eventos que se han servido de Emilio Castelar 131 como escenario, y aunque en algunos casos el resultado ha sido bastante afortunado, en otros las intervenciones me han dejado perplejo.



Me alegra que la protección brindada a los inmuebles catalogados por el INBAL y la Dirección de Sitios Patrimoniales y Monumentales de la Ciudad de México, permita que casas como ésta mantengan la memoria urbana de un sitio como Polanco, aún a pesar de la turbulencia económica e inmobiliaria.


Aquel fraccionamiento Chapultepec-Polanco de 1938 sigue bien representado por la casa de Emilio Castelar Nº131, esquina con Anatole France.




Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.


Conforme haya más entradas (¡Ya hay ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…


También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html