miércoles, 6 de diciembre de 2023

La casa González / Macías en avenida de los Corregidores 510, Lomas Virreyes.


Edificada entre 1943 y 1945 por el ingeniero Rodolfo G. Covarrubias en un extenso predio limitado por las calles dedicadas a Vicente de Güémez, Gaspar de Zúñiga y la propia avenida Corregidores, la casa de don Francisco González Barragán y Bethuel Macías fue uno de los mejores ejemplos de la arquitectura neobarroca, que como derivación del Spanish Colonial Revival se edificaron en la Ciudad de México con el orgullo nacionalista preponderante y fue gallardete de una de las compañías chocolateras mejor conocidas en el país: “La Azteca S.A.”.


Además, ávido patrono de la charrería, don Francisco sería emblema y defensor de esa tradición ecuestre en México, que no cabía de contento haciendo gala de sus habilidades a pie o a caballo y era frecuentemente avistado trotando en las avenidas de Lomas Virreyes, Lomas de Chapultepec y Chapultepec-Polanco con su amigo -y hermano del presidente de la República- Maximino Ávila Camacho.


Luego de la muerte de don Francisco –el 14 de mayo de 1984–, la casa fue destruida hacia 1985 y ahora el predio está ocupado por cinco casas diseñadas por la firma “Artigas Arquitectos” con acceso único por el Nº 510 de la calle dedicada a don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco, que en el S. XVI fuera presidente de la Real Audiencia de México y luego virrey de la Nueva España.



Don Francisco González Barragán nació en 1899, y fue el hijo menor de don Francisco González Morfín y María Luisa Barragán Morfín, ambos oriundos de Cotija -Michoacán-, pueblo que sorprende por su población que revela su ascendencia española, italiana y francesa -sur- y es cuna además del muy apreciado y galardonado Queso Cotija…


La familia González Barragán estaba constituida en torno a don Francisco y María Luisa por Librada (1862-1913 hija mayor fuera del matrimonio y de apellidos González Valencia) que contraería matrimonio con Rafael Degollado Carranza, Elvira (n. 1894) que casaría en Orizaba con Benjamín Espinosa Farías, Jovita (1895-1969) casada ella con Manuel Barragán Méndez, Raymundo (1897-1980) casado con Natividad Ruiz Degollado y luego con con Teodora Farías Barragán y finalmente Francisco González Barragán (1899-1984) que al paso del tiempo contraería nupcias con Bethuel Macías García (1910-2004).

Los hermanos Raymundo y Francisco trabajarían en varios rubros, pero para 1919 se encontraban en Orizaba -cuando Francisco cumplió 20 años- y decidieron unir fuerzas sumadas a la ayuda de su padre, para comprar una fábrica de productos de cacao fundada apenas dos años antes -en 1917- por don Alfonso Arana y Antonio Zgaip de nombre “La Azteca”.


“La Azteca”, ya como propiedad de los hermanos González Barragán estaba establecida en la antigua Calle de Libertad (hoy Oriente 6) esquina con la Calle Benito Juárez (ahora Sur 5) frente al Hotel France –hoy hay una gasolinera en ese sitio–; dado el éxito de su administración, abrieron poco después nuevas oficinas y despacho, en una casa que había sido propiedad del Sr. Sotero Ojeda, en la esquina de la misma Calle Libertad con la Calle Real (actual esquina de Oriente 6 y Sur 9) casa que aún existe contra esquina al Templo Evangélico de Orizaba.


Durante 10 años, "Chocolatería la Azteca" permaneció en Veracruz, produciendo las populares tabletas de “Chocolate Escudo de Orizaba” –avalado por la firma del propio Francisco González certificando su pureza–, así como el “Chocolate Carlos V”, también en tabletas para preparar chocolate “a la española”–amargo y con canela– aprovechando la producción local de cacao; en 1929 los hermanos González Barragán decidieron trasladarse a la Ciudad de México a fin de escapar de conflictos laborales que entorpecían la producción y aprovechar los eficientes enlaces ferroviarios así como el enorme consumo que se preveía en la capital.


Así, desde 1929 los hermanos se trasladaron a la ciudad México y para 1930 alquilaron una sencilla casa de la Colonia Morelos, en la que, según recordaban los vecinos, ellos mismos producían manualmente las tabletas de chocolate y lo distribuían en canastos a comercios. Además, sería en este período que Francisco González contraería matrimonio con la muy joven Bethuel Macías García (1910-2004) con quien formaría una familia a la que se sumarían Elizabeth y Olivia González Macías.

Para 1934, “La Azteca” se había establecido en el sitio de lo que luego sería su nueva Fábrica, en el Nº105 de la avenida Ferrocarril de Cintura esquina con la calle Nacional -también en la Colonia Morelos-, al Nor-poniente de la ciudad, en un predio que aún conserva fragmentos de aquel edificio y que en el rumbo todavía se conoce como “La chocolatera”…


Ya en esa nueva factoría se elaboraban los tres chocolates originales –Escudo de Orizaba, Azteca y Carlos V– y se lanzaron también otras presentaciones de las que no todas tuvieron el éxito esperado, como el “Chocolate Nupcial” con sus tres sabores: “Único para fiestas, bodas, bautizos, primeras comuniones, etc..”


Para 1937 se lanzó al mercado el chocolate “Popo”, adicionado con soya que permitía ofrecer un producto más barato para consumo popular, más resistente al calor y que se comercializaba en todo el país…



Otro producto de gran éxito y presentado también a final de la década del 30’ –gracias al interés de don Francisco por hacer crecer la compañía– fue el de las novedosas tablillas circulares del chocolate “Morelia Presidencial”, como “Chocolate del asilo de Morelia” y “El más mexicano de los chocolates”. La Azteca S.A. se enfilaba así hacia la década del 40’ con extraordinario éxito y ventas que retaban a toda competencia…




En 1939, se lanzó la que se transformaría en la marca más célebre de la casa, presentada en las novedosas tabletas circulares y empaque hexagonal: el "Chocolate abuelita", con una “Receta de familia” y en cuya promoción figuraba una primera abuela, mujer de pelo blanco y ojos verdes, ataviada de vestido gris, chal rosa y un medallón con el retrato de un hombre; la tradición cuenta que era la tía abuela de los hermanos González Barragán y tía de doña María Luisa Barragán Morfín.


Sería en este período y gracias a la buena acogida del “Chocolate Abuelita” que La Azteca se estableció firmemente en el mercado nacional y procedió a contratar campañas en diversos medios publicitarios para acuñar el lema con el que por años sería identificada:
“La Fábrica que ha dado fama al Chocolate en México”

Al paso del tiempo y luego de que en 1970 “La Azteca, S.A.” fuera vendida a Quaker Oats Company, doña Sara García se transformó en la nueva imagen de ese 'Chocolate abuelita', al ser considerada por la nueva administración “un ícono mexicano que representa a los atributos más importantes de la personalidad de la marca: apapachadora, cálida y hogareña”, imagen presentada desde1973 en el hexagonal paquete y que perdura.




Sería en ese período –la década del 40’– que don Francisco González Barragán emprendió con el ingeniero Rodolfo G. Covarrubias la construcción de dos obras relevantes y que representan dos curiosas vertientes arquitectónicas vigentes en el México de la década del 40’:
Por un lado y desde 1943, la creación del nuevo edificio de oficinas, servicios y habitación para empleados con frente a la avenida de Ferrocarril de Cintura y número 105, haciendo esquina con la calle Ferrocarril Nacional, limitado al este por la Avenida del Trabajo, y al norte por la calle dedicada a don Manuel José María de la Peña y Peña, aquel jurista y político mexicano que se desempeñó como presidente de México en dos ocasiones durante la Intervención estadounidense en México...


La escuadra de tres niveles y fachadas al sur (para vivienda) y oeste (para las oficinas) que resguardaba la nave de producción, se diseñó con un claro lenguaje moderno añadiendo una torre de agua y decorando los grandes paños ciegos con mosaicos coloridos además de la curiosa añadidura de una portada de influencia neo-indigenista como acceso principal que mostraba varios escudos y las leyendas “FABRICA DE CHOCOLATES” en el friso alto y “LA AZTECA S.A” sobre el dintel de la puerta.


Hacia el Oeste, un gran paño -ciñendo el acceso al área de carga- se decoró con un llamativo mosaico, firmado “JUANACATLAN S A”, que presenta una mujer Azteca ofreciendo chocolate frente a un panorama de la cuenca de México marcada por las cimas nevadas de Popocatépetl e Iztaccíhuatl, mosaico que a pesar del paso de los años conserva sus brillantes colores.


Sobre la avenida Ferrocarril de Cintura y al centro de la moderna fachada, el ingeniero Covarrubias diseñó una opulenta portada de cuatro cuerpos trabajada en cantera que daba paso a las oficinas, frontis que se adornó con alusiones a alguna arquitectura Azteca, que además de las leyendas “FABRICA DE CHOCOLATES” y “LA AZTECA S.A.”mostraba los escudos de armas de Carlos V, Morelia y Orizaba y un monumental remate central en la parte más alta.


Aquel colosal remate en la parte superior de la portada se perdió en el sismo de 1957, pero el resto se conserva intacto, aunque el edificio se aprovecha ahora como parte de un complejo de vivienda que sustituyó la nave de la fábrica.


El propio edificio de la Fábrica de chocolates sería además parte de la estrategia publicitaria en las siguientes décadas y aparecería encabezando los cortes comerciales patrocinados por “La Azteca” recodada entre los que ahora peinan canas por el programa TELEVISADO (en Blanco y Negro): “Teatro Fantástico” de Enrique Alonso que al terminar instigaba a los televidentes: "¡Adiós, amigos! No olviden tomarse su chocolatote"…

Desde 1955 y por 17 años, el chocolate “Express Pulverizado” de La Azteca S.A. sería patrocinador del “Teatro Fantástico” –“el programa que más gusta a los niños, a los papás de los niños y a los papás de los papás de los niños”– con Enrique Alonzo “Cachirulo” y la promoción del novedoso producto: Chocolate Express, soluble, vitaminado e instantáneo…

Semanalmente, los niños se emocionaban desde los primeros acordes de “Waltzing Bugle Boy” en la versión que Frank Chacksfield hiciera tan popular de la composición de Ray Martin creada en los años 40’; la interpretación de octubre de 1953 -que se usaba al inicio de aquel programa- puede escucharse en la versión DECCA digitalizada por “Internet Archive” en: Ver 



Al sistema de promoción, se sumó ya a final de la década del 60 un nuevo personaje: Cuqui la ratita” y el popular Jingle: “Cuqui la ratita, va a su tienda favorita, a comprar su chocolate…




En coherencia con el éxito de su empresa, don Francisco González Barragán encargó desde 1943, para su esposa Bethuel Macías de González, así como pensando en sus hijas Elisabeth y Olivia, la edificación de una nueva residencia en Lomas Virreyes, que debía estar acorde con la vanguardia nacionalista del período, diseño que encargó también al ingeniero Rodolfo G. Covarrubias, autor del edificio de oficinas de “La Azteca, S.A.”.

La casa se edificaría sobre un predio rectangular adquirido en 1943 con 4,270m² en la cabecera de manzana limitada por las calles dedicadas a Vicente de Güémez, Gaspar de Zúñiga y los Corregidores de la Nueva España, con una colindancia de 70m lineales hacia el sureste -y el bosque de Chapultepec-, con un amplio jardín en que don Francisco pudiera además gozar de sus caballos...


La urbanización de esa sección –designada “Lomas Virreyes”–, era una extensión tardía de Lomas de Chapultepec, y ampliaba la urbanización sobre una suave pendiente con vistas hacia el sur y lo que ahora llamamos 3ª sección de Chapultepec, frente a los terrenos del Panteón Civil de Dolores y con la Avenida Toluca bordeando el bosque, y dando acceso al sitio en que se edificaría la acometida del acueducto Lerma terminado en 1951 –antes de conectarse al sistema de distribución hidráulica de Chapultepec (Ver)–. Además, también en esa zona, de crearía lo que ahora conocemos como el “Centro Hípico de la Ciudad de México”.

Abajo, una vista oblicua -de la Compañía Mexicana de Aerofoto- que mira hacia el sur y el Panteón de Dolores, en que se distingue en primer plano la glorieta de Avenida Explanada y Boulevard de los Virreyes, así como las calles dedicadas a Francisco de Croix, Melchor de Portocarrero, Fray García Guerra y Gaspar de Zúñiga, que al prolongarse darían pie a “Lomas Virreyes”. La estrella marca el sitio aproximado en que se edificó la casa González/Macías.


Como nota curiosa, a partir de 1947 y en la manzana aledaña a la casa de don Francisco González –con un magnífico terreno de cerca de 6,000m²–, se comenzó a levantar bajo la supervisión del arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada, la residencia para don Ramón Beteta, secretario de Hacienda durante el sexenio de Miguel Alemán (Ver).

La casa contaría cerca de 2,500m² construidos en tres niveles, además de un torreón con vistas hacia el bosque de Chapultepec y la Ciudad de México; la planta baja estaría dedicada a servicios y garajes, mientras que el primer nivel -tratado como Planta Noble- recibiría a los invitados luego de ascender por una monumental escalera a la que se accedía desde las rejas de la Avenida Corregidores, y luego –atravesando el gran hall–, permitía salir a la terraza sur que miraba a los extensos jardines…


Diseñada en un estilo que por entonces se llamaba “Californiano” y que podríamos catalogar como un ornamentado neo-barroco –y que Leonor Cortina considera modalidad ultrabarroca–, la gran portada tenía elementos en común con alguna de las residencias que poco antes había diseñado el arquitecto Eduardo Fuhrken Meneses en el fraccionamiento Chapultepec-Polanco, en particular la proyectada en 1938 frente al parque para el señor Elías Henaine (Ver), aunque también abrevando en las composiciones que el ingeniero Manuel Klachky -discípulo de Fuhrken- ejecutó en el mismo fraccionamiento (Ver).

Abajo, tres portadas de Polanco creadas por Fuhrken y Klachky: Alfred Tennyson Nº53 esquina de Luís G. Urbina, Luis G. Urbina Nº56 esquina con Alejandro Dumas y finalmente Emilio Castelar Nº135 esquina con La Fontaine.



Para la casa de Corregidores Nº501, Rodolfo G. Covarrubias creó una portada de exuberante ornamentación –probablemente la más intricada de la ciudad–, en que aprovechó fustes entorchados de inspiración salomónica además de elementos del Barroco-estípite mexicano, entremezclados con prolífica hojarasca que pareciera desbordar sus paramentos para sostener un balcón, que entre amorcillos y guirnaldas marcaba la fecha “1944”. En la parte más alta, la cartela decorada con una Victoria alada remataría la composición que agregaba a la intrincada talla en piedra, herrería de magnífica factura en puertas y guardas del balcón.


Aunque la ornamentación se concentraba en aquella portada, cada remate y vano de toda fachada estaría ataviado con piedra de talla y ornamentos diversos, incluyendo fustes salomónicos para las vidrieras de los salones, guarniciones para balcones, balaustres en las terrazas, así como ménsulas en las salientes de techos y resaltes en los extremos del edificio.


Hacia el norte, la composición agregaba un gran torreón cubierto por techos inclinados protegidos con teja de mediacaña, cuarto piso que también recibía el tratamiento ornamental que el resto de las fachadas recogía.

Aunque hacia el sur y los jardines, la ornamentación podría considerarse un poco más recatada, todo vano estaría enmarcado por cantería, ya fuera con guarnición de sobria inspiración herreriana o con ornamentadas filigranas de inspiración barroca, incluyendo claraboyas de cuadrifolio, además de los balaustres y farolas que redondeaban la imagen ornamental.


La talla en piedra estaría presente también en los jardines frontales, tanto en estanque como bancas, aderezado todo con mosaico –pintado y vidriado– que representaba escenas de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”; abajo aparece la fotografía de un fragmento de esa fachada Nor-oeste, con bancas, fuente y mosaicos, ilustrando una acción seguramente inspirada en el fragmento “¿Dónde estás, señora mía, que no te duele mi mal? O no lo sabes, señora, o eres falsa y desleal.”, combinado con “Siempre, Sancho, le he oído decir: que el hacer bien a villanos es echar agua en el mar…” según los grabados de Gustave Doré.


Quien paseara por las banquetas de la avenida Corregidores era invitado a asomarse por las rejas e imaginarse en algún imaginario paraje novohispano, en aquel tiempo que José Vasconcelos había conjeturado como el mejor momento de la historia de Méjico, con lo mejor de dos mundos encontrados y complementándose…


Además, en el brocal de aquel estanque se colocó una de las varias piezas que sirvieron como prueba y estudio al símbolo de “La Azteca”, seguramente parte del proceso de diseño en los 40’. De hecho, era sorprendente -ya en los 80’- ver llegar enormes autobuses turísticos y detenerse frente a la casa, para dejar descender entusiastas fotógrafos ávidos de registrar el Spanish Colonial Revival de México de Chapultepec Heights…



Acceder a la casa de don Francisco González Barragán y Bethuel Macías debe haber sido un auténtico acontecimiento, dado que dese el propio acceso a la casa comenzaba el espectáculo que tan de moda había estado desde los años 30 del siglo XX, en que tras un semblante de fachada historicista –que pretendían recrear el S. XVIII novohispano–, se desarrollaba una arquitectura con las más avanzadas tecnologías del momento: estructura integral de concreto armado en losas, sistema de agua corriente en baños –tanto fría como caliente y disponible en llaves mezcladoras–, iluminación y alimentación eléctrica oculta, sistema de calefacción por radiadores fijos, grandes espacios como el “Hall” que retomaba la idea de un gran patio pero lo recreaba a cubierto, y hasta detalles tan curiosos como sustituir los armarios de otras épocas por el novedoso “Closet” integrado ya al programa arquitectónico…


Por desgracia no tengo fotografías del interior de la casa, pero podemos suponer acabados y decoración acorde con esa opulenta corriente neocolonial que en Lomas de Chapultepec se volvió tan popular desde fin de la década del 30’. Abajo aparece una imagen del “Hall” de la casa del Paseo de la Reforma N°403, esq. Montes Escandinavos (Ver) que fuera uno de los ejemplos más representativos del período y que afortunadamente sigue en pie, aunque con algunas modificaciones.


Además, puedo ilustrar la tendencia de origen con una imagen de la colección de Elvira y Eduardo Fuhrken que apareció en el documento que el Museo de San Carlos publicó a raíz de la exposición “El Neobarroco en la Ciudad de México” que se inauguró en febrero de 1992. La imagen muestra una escalera diseñada por el arquitecto Eduardo Fuhrken Meneses, cuando trabajaba con asistido por Manuel Klachky.


En todo caso, la opulenta casa de Avenida de los Corregidores 510 sería marco perfecto para las actividades del matrimonio González Macías, en particular para la afición charra de don Francisco, que pudo usarla como marco ideal para ese apego que en las primeras décadas del siglo XX estableció al charro como arquetipo del mexicano al lado de la china poblana…



Históricamente, en México, Charro y Ranchero eran lo mismo, sinónimos para describir al mismo personaje, como nombre genérico de los hombres del campo, específicamente de los jinetes; el término “Vaquero” describiría entonces simplemente un oficio, uno de tantos oficios que ejercían los Charros o Rancheros de las haciendas.


Para mediados del siglo XIX, algunos de los charros de abolengo se acercaron al emperador Maximiliano I de México, que buscaba rodearse símbolos para integrarse a su nuevo Imperio y tradiciones; se le atribuye incluso la modificación al pantalón charro y el uso de botín en lugar de las botas de campana.

El Duque de Regla y Marqués de Guadalupe, don Carlos Rincón Gallardo de Romero y Terreros, es considerado uno de los representantes históricos de la charrería (y era invitado a los coleaderos organizados por Maximiliano en el bosque de Chapultepec) y es antepasado de muchos charros notables, además de jugadores de polo. Arriba y abajo, y de la colección de la Fototeca del INAH, don “Carlos Rincón Gallardo en un festival charro” y “bailando el jarabe tapatío con una mujer, durante un festejo popular en un jardín público”…



No puedo evitar imaginar a don Francisco González Barragán con aquella gran casa como telón de fondo –haciendo eco de un pasado novohispano– presentándose como ese “Charro Mexicano” que por 1850, en su libro “Los Misterios de México” don Niceto de Zamacois definió como: “Charro: gente del campo que se compone mucho para montar á caballo”.

Abajo y como referencia aparece “Charro Mexicano”, litografía de Lino Sánchez y Tapia fechada en la primera mitad del siglo XIX.



No olvidemos que, por esa época, el nacionalismo exacerbado de los gobiernos postrevolucionarios mostraba su arraigo con esa vertiente charra y con uno de sus representantes más visibles en el general Maximino Ávila Camacho, que opinaba (él) sería el próximo presidente de México…


La casa que para sí edificó don Maximino en Polanco –sobre la que fuera avenida Rocafuerte (ahora Homero) con el N° 1109– aún existe, y aunque modificada, es también buen ejemplo de aquel período (Ver).

Corregidores 510 seguiría siendo residencia de don Francisco durante el apogeo de “La Azteca” y hasta su muerte el 14 de mayo de 1984 contando ya 85 años; unos años antes, su compañía había pasado a ser parte del conglomerado Quaker Oats Company –creado desde 1901 en Chicago– con tal éxito que para 1988 -La Azteca/Quaker Oats- adquirió la compañía LARÍN, fabricante también de chocolates; años después y ya con la ratificación del Tratado de Libre Comercio, “La Azteca” pasó en 1995 a formar parte del conglomerado Nestlé.


Poco después de la muerte de don Francisco se demolió la espectacular casa, sin que en aquellos 4,270m² quede recuerdo de la arquitectura neocolonial o la fiesta charra. Para 1990 se levantó ahí un conjunto de cinco residencias diseñadas por la firma “Artigas Arquitectos” con acceso único por el Nº510 de la calle dedicada a don Gaspar de Zúñiga. La que fuera casa de don Ramón Beteta aún pervive en la manzana aledaña, aunque el terreno fue subdividido.


Doña Bethuel Macías García viuda de González, murió el 15 de mayo de 2004 a los 94 años.



Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.


Conforme haya más entradas (¡Ya hay ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…



También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
Ver










viernes, 24 de noviembre de 2023

La casa de Doña Mercedes Ochoa Ponce de León -Viuda de Emilio Fernández- en Emilio Castelar Nº131, Polanco.


Sobre un magnífico terreno con algo más de 1,050 m², frente sur al parque central del fraccionamiento Chapultepec-Polanco y formando esquina con la calle dedicada a Anatole France, se erigió desde 1940 una residencia de influencia “Californiana”, con casi 1,250 m² construidos y sorprendente interior, diseño que estuvo a cargo del ingeniero y arquitecto Francisco J. Serrano y Álvarez de la Rosa.


El inmueble que permaneció ocupado por la familia Fernández/Ochoa hasta final de S.XX y por varios años albergó las oficinas de la FORD International Foundation, ha pasado en el S.XXI a ser sitio que se ofrece para bazares, eventos comerciales y lanzamiento de productos, con frecuentes intervenciones que colman la casa de sorprendentes intrusiones, llegando incluso a “enjaular” la casona…




A esta residencia tengo un especial cariño, dado que en 1982 –cuando preparaba la investigación para la tesis de licenciatura–, la visité con el propio Francisco J. Serrano: Mi trabajo para obtener el título de arquitecto era una investigación acerca de la historia y arquitectura de la colonia Polanco (de origen Chapultepec-Polanco), y dado que el ingeniero y arquitecto Francisco Serrano había edificado ahí un muy relevante número de residencias era natural solicitar entrevistarlo y logré una cita a la que asistí puntual a las 9:00am, al edificio de su despacho –Serrano, Serrano y Nava– en la esquina de la Avenida Nuevo León con la calle Laredo, en la Colonia Hipódromo.
¡Para mi sorpresa, en la puerta me esperaba don Francisco, listo para ir a Polanco!


Yo que suponía una sesión en oficina –cuando menos una breve entrevista con el admirado diseñador de edificios tan importantes como el Cine Teresa, el Edificio Basurto o el Edificio “Centro Olímpico” (con Luis MacGregor Krieger y Fernando Pineda en Paseo de la Reforma) y que ya para entonces contaba 82 años (nació el 12 de marzo de 1900)–, me vi llevando al famoso perito en mi “Atlantic”, armado él de su bastón y generosa sonrisa.


Ya en Polanco visitamos primero el “Pasaje Comercial” (Ver) y las 25 casas con frentes a las calles de Moliere y Séneca (Ver), para pasar luego a la casa en Ibsen Nº7 (Ver) y la residencia Carrillo (Ver), y encaminarnos después a la calle dedicada a Emilio Castelar para ver el N°171 esquina con Edgar Allan Poe (Ver) con la intención de terminar en el magnífico “Edificio ROEL”, en la esquina de Emilio Castelar y Julio Verne, memorable proyecto de 1942. (Un breve recuento de la obra de Serrano en Polanco aparece en: http://polancoayeryhoy.blogspot.com/2011/07/francisco-j-serrano.html Ver). 


No dejaba de sorprenderme el vigor de don Francisco, que frente al Nº131 de Emilio Castelar me dijo:
—Párate aquí, y vamos a visitar la casa.

Ya a pie, tocó el timbre y dio muy amables indicaciones:
—Dígale a la señora que está aquí Francisco Serrano, y quisiéramos ver la casa.


Un momento después, apareció la que luego deduje era doña Mercedes Ochoa Ponce de León, que recibió cariñosamente a don Francisco –tratándolo de “Panchito”– y me permitió visitar el Hall central y varias habitaciones…

El júbilo de visitar Polanco con don Francisco J. Serrano fue extraordinario y ver que se le recibía con cariño en una casa levantada varios años antes, me sería aún más entrañable cuando supe de su muerte un par de meses después, el 3 de diciembre de 1982. No pude menos que dedicar mi trabajo de Tesis –Polanco: aprendiendo de un fenómeno– con cariño “A Papá Serrano”.



Pero volvamos a doña Mercedes Ochoa Ponce de León:
Desde fin de la década de los años setenta del S.XX y por más de veinte años, la ganadería que fuera propiedad de don Alfredo Ochoa Ponce de León, se hizo de gran reputación entre los aficionados a la “Fiesta brava” en México. Eran toros que según se narraba, “mantenían justo equilibrio entre bravura y nobleza”, dando así lustre a una tradición ganadera que comprendía en esos tiempos al hermano mayor -don Jesús-, con el hierro de El Romeral, don Fernando, con el hierro de El Junco, y doña Mercedes Ochoa Ponce de León, con la muy reconocida marca de “Viuda de Emilio Fernández”, todos asentados en el Estado de Michoacán y que proporcionaron cimiento a la fiesta en esa región primero y en el país entero después.


Ese coto -“Viuda de Emilio Fernández”- surgió en 1967 –emplazado en el Rancho La Labor, parte del municipio de Zinapécuaro, Michoacán– y fue propiedad de Luis Fernando Ochoa Sánchez, fundado desde 1948 por Emilio Fernández Álvarez y Alfredo Ochoa Ponce de León, con 40 vacas de Matancillas y 2 sementales de La Punta. En 1965 se sumaron 100 vacas y 3 sementales de El Junco, así como un semental de Jesús Cabrera. Ya con esa estructura y partir de 1967 la casa comenzó a lidiar con gran éxito en Michoacán como “Viuda de Emilio Fernández”.


Así, la historia de esa ganadería –siguiendo el árbol de la hacienda Enrique Fraga– se desprende del tronco de Matancillas con raíz en La Punta, para crear la rama de la que eventualmente brotaría Campo Alegre, cuando don Alfredo Ochoa Ponce de León y Emilio Fernández compraron a Don Ramón Tapia gran parte de su propiedad incluyendo el casco de la Hacienda, al pie del cerro de las doncellas y a la orilla del lago de Cuitzeo…

Luego de la muerte repentina de Emilio Fernández, Don Alfredo Ochoa adquirió –dada la gran amistad que sostenía con Don Luis Barroso Barona, ganadero de San Miguel de Mimiahuapan–, toros y vacas del encaste San Mateo; así, Campo Alegre obtuvo triunfos muy importantes como el indulto de “Saltillero” por una gran faena de Curro Rivera en la Plaza México y logró establecerse como una ganadería preferida por toreros. Por su parte el hierro de la Viuda de Emilio Fernández lograba crónicas como la que sigue:
Se lidiaron 6 novillos de Caparica (con el hierro de la Viuda de Emilio Fernández), disparejos en hechuras, parejos en juego, salvo el 6o., que fue deslucido, nobles y de buen juego en general, de los que destacó el 3o., por su calidad y fue premiado con arrastre lento. Pesos: 371, 395, 410, 395, 370 y 420 kilos.


Bajo ese ya popularizado hierro, la casa proporcionaría los encierros de innumerables faenas, presentándose generalmente bajo una divisa carmín, azul celeste y blanco.

Ya bien entrado el S. XXI, contaba Rodolfo Ramírez de una faena en Arroyo, en el 2008: Ha sido aprobado el encierro de Viuda de Emilio Fernández, que será lidiado mañana sábado 4 de octubre en punto de las 13 horas por Jorge Reyna El Piti, José Pedro Rodríguez, Fernando Alzate y Daniel Palencia.

Como homenaje y en Morelia, una calle cercana a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo lleva el nombre de la “Ganadería Viuda de Emilio Fernández”, que para los entendidos entregó innumerables toros de primera línea…




No tengo información acerca del propietario original de la casa en Emilio Castelar 131 –esquina con Anatole France–, aunque puedo afirmar que ya en la década del 60’, el inmueble sería adquirido por doña Mercedes Ochoa Ponce de León Viuda de Emilio Fernández, hermana ella de don Fernando Ochoa Ponce de León, quien fuera propietario de la ganadería El Junco en el estado de Michoacán, padre del también criador de toros de lidia Don Fernando Ochoa Sánchez “Tiquis”, reconocido ganadero de la casa “Viuda de Emilio Fernández” que heredaría la propiedad; además, don Fernando abuelo del matador y actual apoderado Fernando Ochoa, y además, bisabuelo del novillero Patricio Ochoa.

En todo caso, la casa que se edificó desde 1941 en un predio de la colonia Chapultepec-Polanco, pasaba a la propiedad de doña Mercedes, sobre un terreno frente al ya arbolado parque, en que desde 1938 la reglamentación original había precisado “Zona de Residencias estilo Colonial”…


Arriba, el “Plano de zonificación del fraccionamiento Chapultepec-Polanco” –que agradezco a Alejandro Leal– y en el que he marcado el predio en la esquina de las avenidas Emilio Castelar y Anatole France. Doña Mercedes Ochoa Ponce de León -Viuda de Emilio Fernández- adquirió la casa ya edificada en el magnífico terreno con superficie de casi 1,056m², con frente sur de treinta metros y cara al parque del fraccionamiento con una zonificación que claramente definía que la edificación debía respetar la norma de “Residencias Estilo Colonial”, estilo que en 1941 permanecía en boga...

Esa zonificación había normado el que desde 1938 se edificaran las residencias que serían tan representativas en el fraccionamiento de “Chapultepec-Polanco”, entre las que destacan la de don Elías Henaine en la esquina de Luis G. Urbina y Alejandro Dumas (Ver), la de don Pinjas Zajdman y Elke Grunstein en Emilio Castelar 135 (Ver) o la casa Domit / Gemayel también en Emilio Castelar, aunque esquina con Calderón de la Barca (Ver).



Aquel estilo que tradicionalmente se considera heredero del Spanish Colonial Revival –que causó furor en la California de los años 20’ y 30’–, sería conocido como “Californiano” y nos es reconocible por un exterior de grandes paños aplanados y ornamentados con cantera labrada, herrería y techos inclinados cubiertos de teja de media caña, mientras que los interiores –concebidos de manera casi escenográfica– expondrían gran riqueza ornamental, con cantería, hierro forjado y carpintería trabajados con una riqueza que se inspiraba en el período del barroco novohispano…

Arriba y como ejemplo de aquellos interiores, el “Hall” de la casa en el Nº47 de la avenida dedicada a Julio Verne, magnífico exponente de aquella arquitectura de fin de la década del 30’ en Chapultepec-Polanco. Abajo, en una toma oblicua de la Compañía Mexicana de Aerofoto –fechada en 1949–, aparece al centro el parque del fraccionamiento “Chapultepec-Polanco” con sus espejos al cruce de la Avenida Julio Verne; al centro, he señalado la casa de doña Mercedes Ochoa Ponce de León Viuda de Emilio Fernández, en la esquina de Emilio Castelar y Anatole France.


Esa casa sería parte de aquel conjunto de residencias “Californianas” que bordearon el parque (con frentes sobre Emilio Castelar y Luis G. Urbina) así como las edificadas sobre el primer tramo de la avenida Julio Verne, complemento al “Pasaje Comercial” diseñado por Francisco J. Serrano desde 1938 como parte de la infraestructura del fraccionamiento.

Como conjunto, esa urbanización de Polanco sería –en buena medida gracias al éxito inicial y a la rápida venta y edificación en sus predios– uno de los ejemplos más uniformes de esa corriente ornamental que desde final de la década del 30’ y la del 40’ cundió en México, conjunto que desgraciadamente se ha ido perdiendo…


Arriba, sección nororiente de la propia casa de Emilio Castelar 131 y acceso a la residencia vecina –Anatole France Nº70–, ambas, parte de esa tradición Neocolonial, que tan exitosa y popular resultó en Polanco y la Colonia del Valle.
Como ya se ha señalado, Francisco J. Serrano (Ciudad de México, 12 de marzo de 1900 - 3 de diciembre de 1982) fue un arquitecto e ingeniero civil mexicano con amplísima producción en muy diversos géneros del proyecto y larga trayectoria. A decir de Wikipedia:
A los 15 años quedó huérfano y heredó el cine Fénix, ubicado en la colonia Santa María la Ribera. Estudió ingeniería civil y arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también fue profesor de ingeniería civil y arquitectura. En sus primeras obras, produjo un muy importante número de proyectos en la corriente Art-Decó y puso luego en práctica el estilo colonial californiano, como en el Pasaje Comercial Polanco; tiempo después, construyó en la vertiente moderna, siendo su máxima expresión el Edificio Basurto.


Y sigue Wikipedia: “Gran parte de sus obras se localizan en las colonias Condesa, Hipódromo Condesa y Polanco de la ciudad de México” y la casa de Emilio Castelar 131 es una de ellas, edificación que afortunadamente llega a nuestros días en muy buenas condiciones y con pocas modificaciones.


La casa se levantó respetando las restricciones reglamentadas en la ordenanza establecida desde 1938 en aquel fraccionamiento “Chapultepec-Polanco”, con un remetimiento que sería reservado para jardines y se ha conservado. En la esquina, una torre –con techo a cuatro aguas y cubierto de teja– se levanta tres y medio niveles sobre la banqueta y da ancla al conjunto; de manera poco habitual, el acceso principal quedó resguardado bajo un amplísimo arco sin ornamentación alguna, al que se accedía gracias a una escalinata con media docena de peldaños, para entrar luego al “Hall” por una amplia puerta de hierro forjado enmarcada por talla de cantera.


Recurriendo a la disposición tradicional en esos proyectos, ese eje de acceso estaría marcado arriba por las ventanas del baño principal, que en este caso tendría dos novedosos “Panoramas fotográficos” –un paisaje tropical con flamencos por un lado, y cascadas en un bosque por otro– que sustituían con la más avanzada tecnología los tradicionales vitrales emplomados.

También a la manera habitual, en la fachada lateral –oriente– se levantó una puerta cochera con arcos, que además de dar acceso secundario al “hall” central, creaba arriba sitio a una amplia terraza- mirador, con vistas al parque y jardines, además de la calle Anatole France.


Esa terraza complementaba otros varios balcones, dotados de barandas de hierro forjado y cantera decorativa, que, añadidas a los recuadros en puertas, ventanas, pináculos esquineros y escaleras de acceso, además de las rejas decorativas y farolas, creaban un conjunto acorde a ese requerimiento “Colonial” del fraccionamiento.


La casa contaría con dos plantas completas en torno a la doble altura del “hall”, además de sótano –dedicado a cuarto de fiestas y billar– y un salón/mirador en el torreón, sumándose además a la superficie toral un edificio separado con cocheras y habitaciones de servicio, que prácticamente sumarían los 1,250 m² construidos, con amplias áreas libres al exterior.

Una notable curiosidad en el diseño de Emilio Castelar 131 es el gran volumen de planta semicircular y tres niveles que ocupa la esquina Nor-oriente del proyecto, cilindro calado de ventanas enmarcadas de cantera y ataviadas de herrería ornamental que albergaría dos amplios salones y marcaría el límite entre la zona habitable de la residencia y sus servicios.


Aunque el acceso en la fachada sur estaba diseñado como la entrada principal –además del acceso de servicio en la fachada norte, justo en el eje de la escalera de servicio y al lado de la cocina–, el acceso desde el pórtico sería mucho más socorrido cotidianamente, dado su muy práctica liga con el pórtico, paso directo al “hall” y cercanía con la zona de servicio.


Desde su liga con el pórtico, ese acceso secundario daría paso al “hall” por una puerta de hierro y vidrio primero, para permitir luego entrar a un pasaje con rodapié de azulejos y yeserías en los techos, donde una escalera y puerta de madera daría acceso al “hall” de doble altura.


No es por error que he usado repetidamente la palabra “hall”, un anglicismo muy socorrido en el período, junto con “closet”, “pantry” y “brekfast”, expresiones muy favorecidas en el período como símbolo de vanguardia y modernidad, alusión a la delantera norteamericana que proponía deshacerse de los viejos armarios en las recámaras, colocar llaves mezcladoras en lavabos, instalar máquina lavadora en la lavandería, junto con avena y pan de caja en el “pantry”, espacios todos ligados gracias a ese gran lugar que sustituía el patio colonial con un amplio espacio cubierto –de grande altura– al que se ligaba una escalera ceremonial y que ahora se llamaba HALL


En la casa de Doña Mercedes Ochoa Ponce de León el gran hall era en verdad sorprendente, espacio rectangular con una cubierta de importante altura que permitía iluminación perimetral gracias a 14 ventanas –con lunetos (pequeñas bóvedas con forma de media luna que atraviesan los costados de una bóveda de cañón con el fin de introducir iluminación natural al interior del espacio cubierto)– decoradas con cristales emplomados y que permitían relucir a las decoraciones de ese techo.

Aunque estructuralmente de gran simplicidad, el revestimiento decorativo presenta un atavío de casetones enmarcados por bóvedas vaídas entrelazadas que parecerían inspiradas en la decoración del patio del Palazzo Vecchio en Florencia o la estructura de la Chiesa de San Giovanni Evangelista de Parma.


Las suaves bóvedas aún conservan la decoración de inspiración pompeyana, que podría estar inspirada en los decorados que en Mantua y para el “Palazzo del Te” se ejecutaron entre 1524 y 1534 para Federico II Gonzaga –del afamado arquitecto Giulio Romano–, o en alguno de los muchos manuales que con propósito decorativo se imprimieron durante el S. XIX…



Aunque ese amplísimo espacio ha permanecido inalterado en la parte alta, la iluminación varió en el tiempo y aunque desprovisto ahora de lámpara, en algún momento lució un espectacular candil de bronce y 16 luces que engalanaba la gran altura, además de vitrales de cristales coloridos y estructura de plomo, que desafortunadamente fueron retirados.


Ese hall recibió en su perímetro una escalera y pasillo superior –ambos en “voladizo”– que comunicaban las dos plantas residenciales y están aún guarnecidas por barandal y herrería de magnífica factura, complementando ese ecléctico diseño interior que afortunadamente se conserva casi intacto.


La casa de la familia Fernández/Ochoa no retomó el tradicional modelo decorativo que las casas de Chapultepec-Polanco exhibían en la década del 40’, pero resulta magnífico ejemplo de esa interpretación de lo “Colonial” que en el período se aceptaba, e ilustra lo amplio y laxo de ese término que además incluyó lo “Californiano”...

Como ejemplo, permítaseme usar ahora una fotografía del hall de la casa en la avenida Horacio Nº1022, a apenas unas tres cuadras y edificada el mismo año, que muestra el ya acostumbrado y profuso trabajo en cantera y herrería que se había transformado en ejemplo a imitar durante los últimos años de la década del 40’, haciendo ya frente a la creciente popularidad del racional-funcionalismo que desbancaría por completo al neocolonial.


Desde la parte alta del hall en la casa Fernández/Ochoa –que por comparación se siente casi austera–, se tenía el espectáculo de un amplio espacio abierto en el que se desenvolvía la gran escalera y podían reunirse grandes grupos de visitantes, todos prestos a gozar de la prosperidad a que ese interior aludía…



Un curioso e interesante detalle es el piso del gran hall, que con sus mosaicos de figuras entrelazadas, reemplazó la tradicional baldosa ocre frecuentemente usada; técnicamente ese mosaico es una baldosa hidráulica de cemento y su origen se puede rastrear a la Francia de mediados del siglo XIX; se desarrolló de la mano de la industria del cemento y los diseñadores de la época crearon auténticas obras de arte en sus diseños.


Fue tal el éxito, que muchos países crearos sus propias industrias productoras de baldosas y algunas sobrevivientes han visto un resurgir en la popularidad del material. Afortunadamente, la totalidad de los mosaicos del hall se conservan en buenas condiciones y de hecho se replicaron algunos diseños para la ampliación del S. XXI.

Otros curiosos fragmentos que no corrieron la misma suerte fueron los vidrios coloridos de los baños sur, que sustituían los tradicionales emplomados con lo que se podría considerar tecnología de punta en la década del 40’; tanto al centro de la fachada principal –al sur– como en la fachada norte, se podían valorar vidrios con escenas tropicales que debieron ser memorables, aunque extensamente criticadas al paso de los años.


Durante mi infancia, recuerdo que cualquier baño de Polanco o la Colonia del Valle –que se preciara de estar en boga– tenía en algún sitio la imagen de un Flamingo (-hoenicopterus ruber- Flamenco en español), ya fuera en un vitral, mosaico, baldosa, pintura o grabado en el cristal de la regadera…

Como ejemplo, aparece abajo el vitral del baño principal en la casa Domit/Gemayel (Ver), edificada en la misma zona y en el mismo período, siguiendo el diseño del arquitecto Leonardo Shafik Kaim.




En Emilio Castelar 131 los dos ejemplos principales incluían no solo el “fotovitral” con flamingos rodeados de aguas azules y enmarcados por palmeras –probablemente en Aruba–, sino también un grupo de cascadas en atractivo paisaje boscoso, uno para cada baño...



Otro componente arquitectónico que merece mención es el cilindro de tres niveles –uno en sótano– que ocupa la esquina Nor-oriente del proyecto y que con sus ventanas enmarcadas de cantera y ataviadas de herrería ornamental alberga tres amplios salones y formaba parte fundamental del salón de juegos en el sótano.


Con cinco ventanas en cada piso, esa -casi torre-




Doña Mercedes Ochoa Ponce de León viuda de Emilio Fernández murió en 1999 y heredó la casa a sus hermanos Alfredo, Jesús y Fernando quienes decidieron conservar el inmueble en su estado original y al poco tiempo lo arrendaron a la FORD International Foundation; la institución que comenzó a trabajar en México desde 1962, pretendía ampliar el acceso a la educación superior para las nuevas generaciones. Al paso del tiempo pasó a robustecer a las organizaciones locales e intentó que los diversos gobiernos rindieran cuentas de su inacción…

Abajo, el hall de la casa Ochoa Ponce de León por el año 2000, cuando albergó la FORD International Foundation.


Desde sus oficinas frente al parque de Polanco, la institución trabajó discretamente durante una decena de años hasta que se mudó a la calle de Santa Margarita Nº227 en la colonia Insurgentes San Borja, ahora una casa modernista en la esquina con el Eje 6 sur.


Ya en la segunda década del S. XXI la casa en Emilio Castelar Nº131 y esquina con Anatole France ha pasado con nueva administración a promoverse como “Castelar131”- “El mejor venue en el corazón de Polanco” y “LA Casa”...
…se ha convertido en uno de los venues más hot del momento para hacer eventos…


Es sin duda, un inmueble que aprovecha su privilegiada ubicación frente al parque Lincoln, ya no como residencia, sino como polo de reunión para los nuevos residentes y visitantes a la zona; afortunadamente, se han hecho pocas modificaciones permanentes al inmueble, que sigue siendo perfectamente reconocible.

Dos alteraciones relevantes se dieron en rejas y accesos, modificando por un lado la fachada sur al retirar por completo la reja, su pretil y entrada, junto con la escalera del acceso principal; en su lugar, el arco de ese acceso se transformó en una pequeña terraza, mientras que el jardín frontal pasó a ceder su lugar a cajones de estacionamiento.


La otra modificación se dio al transformar el porche de acceso para autos en acceso principal, retirando el paso de vehículos y transformando ese espacio en un vestíbulo cerrado, sitio para la acogida de visitantes, agregando además una nueva puerta en el enrejado original.


Al interior, la casa de 1940 sigue siendo perfectamente reconocible, aunque los espacios creados hace más de ochenta años se utilizan ahora de manera bastante diferente…


Con frecuencia la casa entera se ha transformado siguiendo algún guion temático, y tocando tanto exterior como cada una de las habitaciones, se ha hecho de la visita una nueva y memorable aventura. Es indudable que los casi 1,250 m² construidos permiten a los patronos la libertad de crear una aventura en cada espacio.



Me sería imposible hacer un recuento de los eventos que se han servido de Emilio Castelar 131 como escenario, y aunque en algunos casos el resultado ha sido bastante afortunado, en otros las intervenciones me han dejado perplejo.



Me alegra que la protección brindada a los inmuebles catalogados por el INBAL y la Dirección de Sitios Patrimoniales y Monumentales de la Ciudad de México, permita que casas como ésta mantengan la memoria urbana de un sitio como Polanco, aún a pesar de la turbulencia económica e inmobiliaria.


Aquel fraccionamiento Chapultepec-Polanco de 1938 sigue bien representado por la casa de Emilio Castelar Nº131, esquina con Anatole France.




Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.


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