Edificada entre 1943 y 1945 por el ingeniero Rodolfo G. Covarrubias en un extenso predio limitado por las calles dedicadas a Vicente de Güémez, Gaspar de Zúñiga y la propia avenida Corregidores, la casa de don Francisco González Barragán y Bethuel Macías fue uno de los mejores ejemplos de la arquitectura neobarroca, que como derivación del Spanish Colonial Revival se edificaron en la Ciudad de México con el orgullo nacionalista preponderante y fue gallardete de una de las compañías chocolateras mejor conocidas en el país: “La Azteca S.A.”.
Además, ávido patrono de la charrería, don Francisco sería emblema y defensor de esa tradición ecuestre en México, que no cabía de contento haciendo gala de sus habilidades a pie o a caballo y era frecuentemente avistado trotando en las avenidas de Lomas Virreyes, Lomas de Chapultepec y Chapultepec-Polanco con su amigo -y hermano del presidente de la República- Maximino Ávila Camacho.
Luego de la muerte de don Francisco –el 14 de mayo de 1984–, la casa fue destruida hacia 1985 y ahora el predio está ocupado por cinco casas diseñadas por la firma “Artigas Arquitectos” con acceso único por el Nº 510 de la calle dedicada a don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco, que en el S. XVI fuera presidente de la Real Audiencia de México y luego virrey de la Nueva España.
Don Francisco González Barragán nació en 1899, y fue el hijo menor de don Francisco González Morfín y María Luisa Barragán Morfín, ambos oriundos de Cotija -Michoacán-, pueblo que sorprende por su población que revela su ascendencia española, italiana y francesa -sur- y es cuna además del muy apreciado y galardonado Queso Cotija…
La familia González Barragán estaba constituida en torno a don Francisco y María Luisa por Librada (1862-1913 hija mayor fuera del matrimonio y de apellidos González Valencia) que contraería matrimonio con Rafael Degollado Carranza, Elvira (n. 1894) que casaría en Orizaba con Benjamín Espinosa Farías, Jovita (1895-1969) casada ella con Manuel Barragán Méndez, Raymundo (1897-1980) casado con Natividad Ruiz Degollado y luego con con Teodora Farías Barragán y finalmente Francisco González Barragán (1899-1984) que al paso del tiempo contraería nupcias con Bethuel Macías García (1910-2004).
Los hermanos Raymundo y Francisco trabajarían en varios rubros, pero para 1919 se encontraban en Orizaba -cuando Francisco cumplió 20 años- y decidieron unir fuerzas sumadas a la ayuda de su padre, para comprar una fábrica de productos de cacao fundada apenas dos años antes -en 1917- por don Alfonso Arana y Antonio Zgaip de nombre “La Azteca”.
“La Azteca”, ya como propiedad de los hermanos González Barragán estaba establecida en la antigua Calle de Libertad (hoy Oriente 6) esquina con la Calle Benito Juárez (ahora Sur 5) frente al Hotel France –hoy hay una gasolinera en ese sitio–; dado el éxito de su administración, abrieron poco después nuevas oficinas y despacho, en una casa que había sido propiedad del Sr. Sotero Ojeda, en la esquina de la misma Calle Libertad con la Calle Real (actual esquina de Oriente 6 y Sur 9) casa que aún existe contra esquina al Templo Evangélico de Orizaba.
Durante 10 años, "Chocolatería la Azteca" permaneció en Veracruz, produciendo las populares tabletas de “Chocolate Escudo de Orizaba” –avalado por la firma del propio Francisco González certificando su pureza–, así como el “Chocolate Carlos V”, también en tabletas para preparar chocolate “a la española”–amargo y con canela– aprovechando la producción local de cacao; en 1929 los hermanos González Barragán decidieron trasladarse a la Ciudad de México a fin de escapar de conflictos laborales que entorpecían la producción y aprovechar los eficientes enlaces ferroviarios así como el enorme consumo que se preveía en la capital.
Así, desde 1929 los hermanos se trasladaron a la ciudad México y para 1930 alquilaron una sencilla casa de la Colonia Morelos, en la que, según recordaban los vecinos, ellos mismos producían manualmente las tabletas de chocolate y lo distribuían en canastos a comercios. Además, sería en este período que Francisco González contraería matrimonio con la muy joven Bethuel Macías García (1910-2004) con quien formaría una familia a la que se sumarían Elizabeth y Olivia González Macías.
Para 1934, “La Azteca” se había establecido en el sitio de lo que luego sería su nueva Fábrica, en el Nº105 de la avenida Ferrocarril de Cintura esquina con la calle Nacional -también en la Colonia Morelos-, al Nor-poniente de la ciudad, en un predio que aún conserva fragmentos de aquel edificio y que en el rumbo todavía se conoce como “La chocolatera”…
Ya en esa nueva factoría se elaboraban los tres chocolates originales –Escudo de Orizaba, Azteca y Carlos V– y se lanzaron también otras presentaciones de las que no todas tuvieron el éxito esperado, como el “Chocolate Nupcial” con sus tres sabores: “Único para fiestas, bodas, bautizos, primeras comuniones, etc..”
Para 1937 se lanzó al mercado el chocolate “Popo”, adicionado con soya que permitía ofrecer un producto más barato para consumo popular, más resistente al calor y que se comercializaba en todo el país…
Otro producto de gran éxito y presentado también a final de la década del 30’ –gracias al interés de don Francisco por hacer crecer la compañía– fue el de las novedosas tablillas circulares del chocolate “Morelia Presidencial”, como “Chocolate del asilo de Morelia” y “El más mexicano de los chocolates”. La Azteca S.A. se enfilaba así hacia la década del 40’ con extraordinario éxito y ventas que retaban a toda competencia…
En 1939, se lanzó la que se transformaría en la marca más célebre de la casa, presentada en las novedosas tabletas circulares y empaque hexagonal: el "Chocolate abuelita", con una “Receta de familia” y en cuya promoción figuraba una primera abuela, mujer de pelo blanco y ojos verdes, ataviada de vestido gris, chal rosa y un medallón con el retrato de un hombre; la tradición cuenta que era la tía abuela de los hermanos González Barragán y tía de doña María Luisa Barragán Morfín.
Sería en este período y gracias a la buena acogida del “Chocolate Abuelita” que La Azteca se estableció firmemente en el mercado nacional y procedió a contratar campañas en diversos medios publicitarios para acuñar el lema con el que por años sería identificada:
“La Fábrica que ha dado fama al Chocolate en México”
Al paso del tiempo y luego de que en 1970 “La Azteca, S.A.” fuera vendida a Quaker Oats Company, doña Sara García se transformó en la nueva imagen de ese 'Chocolate abuelita', al ser considerada por la nueva administración “un ícono mexicano que representa a los atributos más importantes de la personalidad de la marca: apapachadora, cálida y hogareña”, imagen presentada desde1973 en el hexagonal paquete y que perdura.
Sería en ese período –la década del 40’– que don Francisco González Barragán emprendió con el ingeniero Rodolfo G. Covarrubias la construcción de dos obras relevantes y que representan dos curiosas vertientes arquitectónicas vigentes en el México de la década del 40’:
Por un lado y desde 1943, la creación del nuevo edificio de oficinas, servicios y habitación para empleados con frente a la avenida de Ferrocarril de Cintura y número 105, haciendo esquina con la calle Ferrocarril Nacional, limitado al este por la Avenida del Trabajo, y al norte por la calle dedicada a don Manuel José María de la Peña y Peña, aquel jurista y político mexicano que se desempeñó como presidente de México en dos ocasiones durante la Intervención estadounidense en México...
La escuadra de tres niveles y fachadas al sur (para vivienda) y oeste (para las oficinas) que resguardaba la nave de producción, se diseñó con un claro lenguaje moderno añadiendo una torre de agua y decorando los grandes paños ciegos con mosaicos coloridos además de la curiosa añadidura de una portada de influencia neo-indigenista como acceso principal que mostraba varios escudos y las leyendas “FABRICA DE CHOCOLATES” en el friso alto y “LA AZTECA S.A” sobre el dintel de la puerta.
Hacia el Oeste, un gran paño -ciñendo el acceso al área de carga- se decoró con un llamativo mosaico, firmado “JUANACATLAN S A”, que presenta una mujer Azteca ofreciendo chocolate frente a un panorama de la cuenca de México marcada por las cimas nevadas de Popocatépetl e Iztaccíhuatl, mosaico que a pesar del paso de los años conserva sus brillantes colores.
Sobre la avenida Ferrocarril de Cintura y al centro de la moderna fachada, el ingeniero Covarrubias diseñó una opulenta portada de cuatro cuerpos trabajada en cantera que daba paso a las oficinas, frontis que se adornó con alusiones a alguna arquitectura Azteca, que además de las leyendas “FABRICA DE CHOCOLATES” y “LA AZTECA S.A.”mostraba los escudos de armas de Carlos V, Morelia y Orizaba y un monumental remate central en la parte más alta.
Aquel colosal remate en la parte superior de la portada se perdió en el sismo de 1957, pero el resto se conserva intacto, aunque el edificio se aprovecha ahora como parte de un complejo de vivienda que sustituyó la nave de la fábrica.
El propio edificio de la Fábrica de chocolates sería además parte de la estrategia publicitaria en las siguientes décadas y aparecería encabezando los cortes comerciales patrocinados por “La Azteca” recodada entre los que ahora peinan canas por el programa TELEVISADO (en Blanco y Negro): “Teatro Fantástico” de Enrique Alonso que al terminar instigaba a los televidentes: "¡Adiós, amigos! No olviden tomarse su chocolatote"…
Desde 1955 y por 17 años, el chocolate “Express Pulverizado” de La Azteca S.A. sería patrocinador del “Teatro Fantástico” –“el programa que más gusta a los niños, a los papás de los niños y a los papás de los papás de los niños”– con Enrique Alonzo “Cachirulo” y la promoción del novedoso producto: Chocolate Express, soluble, vitaminado e instantáneo…
Semanalmente, los niños se emocionaban desde los primeros acordes de “Waltzing Bugle Boy” en la versión que Frank Chacksfield hiciera tan popular de la composición de Ray Martin creada en los años 40’; la interpretación de octubre de 1953 -que se usaba al inicio de aquel programa- puede escucharse en la versión DECCA digitalizada por “Internet Archive” en: Ver
Al sistema de promoción, se sumó ya a final de la década del 60 un nuevo personaje: Cuqui la ratita” y el popular Jingle: “Cuqui la ratita, va a su tienda favorita, a comprar su chocolate…”
En coherencia con el éxito de su empresa, don Francisco González Barragán encargó desde 1943, para su esposa Bethuel Macías de González, así como pensando en sus hijas Elisabeth y Olivia, la edificación de una nueva residencia en Lomas Virreyes, que debía estar acorde con la vanguardia nacionalista del período, diseño que encargó también al ingeniero Rodolfo G. Covarrubias, autor del edificio de oficinas de “La Azteca, S.A.”.
La casa se edificaría sobre un predio rectangular adquirido en 1943 con 4,270m² en la cabecera de manzana limitada por las calles dedicadas a Vicente de Güémez, Gaspar de Zúñiga y los Corregidores de la Nueva España, con una colindancia de 70m lineales hacia el sureste -y el bosque de Chapultepec-, con un amplio jardín en que don Francisco pudiera además gozar de sus caballos...
La urbanización de esa sección –designada “Lomas Virreyes”–, era una extensión tardía de Lomas de Chapultepec, y ampliaba la urbanización sobre una suave pendiente con vistas hacia el sur y lo que ahora llamamos 3ª sección de Chapultepec, frente a los terrenos del Panteón Civil de Dolores y con la Avenida Toluca bordeando el bosque, y dando acceso al sitio en que se edificaría la acometida del acueducto Lerma terminado en 1951 –antes de conectarse al sistema de distribución hidráulica de Chapultepec (Ver)–. Además, también en esa zona, de crearía lo que ahora conocemos como el “Centro Hípico de la Ciudad de México”.
Abajo, una vista oblicua -de la Compañía Mexicana de Aerofoto- que mira hacia el sur y el Panteón de Dolores, en que se distingue en primer plano la glorieta de Avenida Explanada y Boulevard de los Virreyes, así como las calles dedicadas a Francisco de Croix, Melchor de Portocarrero, Fray García Guerra y Gaspar de Zúñiga, que al prolongarse darían pie a “Lomas Virreyes”. La estrella marca el sitio aproximado en que se edificó la casa González/Macías.
Como nota curiosa, a partir de 1947 y en la manzana aledaña a la casa de don Francisco González –con un magnífico terreno de cerca de 6,000m²–, se comenzó a levantar bajo la supervisión del arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada, la residencia para don Ramón Beteta, secretario de Hacienda durante el sexenio de Miguel Alemán (Ver).
La casa contaría cerca de 2,500m² construidos en tres niveles, además de un torreón con vistas hacia el bosque de Chapultepec y la Ciudad de México; la planta baja estaría dedicada a servicios y garajes, mientras que el primer nivel -tratado como Planta Noble- recibiría a los invitados luego de ascender por una monumental escalera a la que se accedía desde las rejas de la Avenida Corregidores, y luego –atravesando el gran hall–, permitía salir a la terraza sur que miraba a los extensos jardines…
Diseñada en un estilo que por entonces se llamaba “Californiano” y que podríamos catalogar como un ornamentado neo-barroco –y que Leonor Cortina considera modalidad ultrabarroca–, la gran portada tenía elementos en común con alguna de las residencias que poco antes había diseñado el arquitecto Eduardo Fuhrken Meneses en el fraccionamiento Chapultepec-Polanco, en particular la proyectada en 1938 frente al parque para el señor Elías Henaine (Ver), aunque también abrevando en las composiciones que el ingeniero Manuel Klachky -discípulo de Fuhrken- ejecutó en el mismo fraccionamiento (Ver).
Abajo, tres portadas de Polanco creadas por Fuhrken y Klachky: Alfred Tennyson Nº53 esquina de Luís G. Urbina, Luis G. Urbina Nº56 esquina con Alejandro Dumas y finalmente Emilio Castelar Nº135 esquina con La Fontaine.
Para la casa de Corregidores Nº501, Rodolfo G. Covarrubias creó una portada de exuberante ornamentación –probablemente la más intricada de la ciudad–, en que aprovechó fustes entorchados de inspiración salomónica además de elementos del Barroco-estípite mexicano, entremezclados con prolífica hojarasca que pareciera desbordar sus paramentos para sostener un balcón, que entre amorcillos y guirnaldas marcaba la fecha “1944”. En la parte más alta, la cartela decorada con una Victoria alada remataría la composición que agregaba a la intrincada talla en piedra, herrería de magnífica factura en puertas y guardas del balcón.
Aunque la ornamentación se concentraba en aquella portada, cada remate y vano de toda fachada estaría ataviado con piedra de talla y ornamentos diversos, incluyendo fustes salomónicos para las vidrieras de los salones, guarniciones para balcones, balaustres en las terrazas, así como ménsulas en las salientes de techos y resaltes en los extremos del edificio.
Hacia el norte, la composición agregaba un gran torreón cubierto por techos inclinados protegidos con teja de mediacaña, cuarto piso que también recibía el tratamiento ornamental que el resto de las fachadas recogía.
Aunque hacia el sur y los jardines, la ornamentación podría considerarse un poco más recatada, todo vano estaría enmarcado por cantería, ya fuera con guarnición de sobria inspiración herreriana o con ornamentadas filigranas de inspiración barroca, incluyendo claraboyas de cuadrifolio, además de los balaustres y farolas que redondeaban la imagen ornamental.
La talla en piedra estaría presente también en los jardines frontales, tanto en estanque como bancas, aderezado todo con mosaico –pintado y vidriado– que representaba escenas de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”; abajo aparece la fotografía de un fragmento de esa fachada Nor-oeste, con bancas, fuente y mosaicos, ilustrando una acción seguramente inspirada en el fragmento “¿Dónde estás, señora mía, que no te duele mi mal? O no lo sabes, señora, o eres falsa y desleal.”, combinado con “Siempre, Sancho, le he oído decir: que el hacer bien a villanos es echar agua en el mar…” según los grabados de Gustave Doré.
Quien paseara por las banquetas de la avenida Corregidores era invitado a asomarse por las rejas e imaginarse en algún imaginario paraje novohispano, en aquel tiempo que José Vasconcelos había conjeturado como el mejor momento de la historia de Méjico, con lo mejor de dos mundos encontrados y complementándose…
Además, en el brocal de aquel estanque se colocó una de las varias piezas que sirvieron como prueba y estudio al símbolo de “La Azteca”, seguramente parte del proceso de diseño en los 40’. De hecho, era sorprendente -ya en los 80’- ver llegar enormes autobuses turísticos y detenerse frente a la casa, para dejar descender entusiastas fotógrafos ávidos de registrar el Spanish Colonial Revival de México de Chapultepec Heights…
Acceder a la casa de don Francisco González Barragán y Bethuel Macías debe haber sido un auténtico acontecimiento, dado que dese el propio acceso a la casa comenzaba el espectáculo que tan de moda había estado desde los años 30 del siglo XX, en que tras un semblante de fachada historicista –que pretendían recrear el S. XVIII novohispano–, se desarrollaba una arquitectura con las más avanzadas tecnologías del momento: estructura integral de concreto armado en losas, sistema de agua corriente en baños –tanto fría como caliente y disponible en llaves mezcladoras–, iluminación y alimentación eléctrica oculta, sistema de calefacción por radiadores fijos, grandes espacios como el “Hall” que retomaba la idea de un gran patio pero lo recreaba a cubierto, y hasta detalles tan curiosos como sustituir los armarios de otras épocas por el novedoso “Closet” integrado ya al programa arquitectónico…
Por desgracia no tengo fotografías del interior de la casa, pero podemos suponer acabados y decoración acorde con esa opulenta corriente neocolonial que en Lomas de Chapultepec se volvió tan popular desde fin de la década del 30’. Abajo aparece una imagen del “Hall” de la casa del Paseo de la Reforma N°403, esq. Montes Escandinavos (Ver) que fuera uno de los ejemplos más representativos del período y que afortunadamente sigue en pie, aunque con algunas modificaciones.
Además, puedo ilustrar la tendencia de origen con una imagen de la colección de Elvira y Eduardo Fuhrken que apareció en el documento que el Museo de San Carlos publicó a raíz de la exposición “El Neobarroco en la Ciudad de México” que se inauguró en febrero de 1992. La imagen muestra una escalera diseñada por el arquitecto Eduardo Fuhrken Meneses, cuando trabajaba con asistido por Manuel Klachky.
En todo caso, la opulenta casa de Avenida de los Corregidores 510 sería marco perfecto para las actividades del matrimonio González Macías, en particular para la afición charra de don Francisco, que pudo usarla como marco ideal para ese apego que en las primeras décadas del siglo XX estableció al charro como arquetipo del mexicano al lado de la china poblana…
Históricamente, en México, Charro y Ranchero eran lo mismo, sinónimos para describir al mismo personaje, como nombre genérico de los hombres del campo, específicamente de los jinetes; el término “Vaquero” describiría entonces simplemente un oficio, uno de tantos oficios que ejercían los Charros o Rancheros de las haciendas.
Para mediados del siglo XIX, algunos de los charros de abolengo se acercaron al emperador Maximiliano I de México, que buscaba rodearse símbolos para integrarse a su nuevo Imperio y tradiciones; se le atribuye incluso la modificación al pantalón charro y el uso de botín en lugar de las botas de campana.
El Duque de Regla y Marqués de Guadalupe, don Carlos Rincón Gallardo de Romero y Terreros, es considerado uno de los representantes históricos de la charrería (y era invitado a los coleaderos organizados por Maximiliano en el bosque de Chapultepec) y es antepasado de muchos charros notables, además de jugadores de polo. Arriba y abajo, y de la colección de la Fototeca del INAH, don “Carlos Rincón Gallardo en un festival charro” y “bailando el jarabe tapatío con una mujer, durante un festejo popular en un jardín público”…
No puedo evitar imaginar a don Francisco González Barragán con aquella gran casa como telón de fondo –haciendo eco de un pasado novohispano– presentándose como ese “Charro Mexicano” que por 1850, en su libro “Los Misterios de México” don Niceto de Zamacois definió como: “Charro: gente del campo que se compone mucho para montar á caballo”.
Abajo y como referencia aparece “Charro Mexicano”, litografía de Lino Sánchez y Tapia fechada en la primera mitad del siglo XIX.
No olvidemos que, por esa época, el nacionalismo exacerbado de los gobiernos postrevolucionarios mostraba su arraigo con esa vertiente charra y con uno de sus representantes más visibles en el general Maximino Ávila Camacho, que opinaba (él) sería el próximo presidente de México…
La casa que para sí edificó don Maximino en Polanco –sobre la que fuera avenida Rocafuerte (ahora Homero) con el N° 1109– aún existe, y aunque modificada, es también buen ejemplo de aquel período (Ver).
Corregidores 510 seguiría siendo residencia de don Francisco durante el apogeo de “La Azteca” y hasta su muerte el 14 de mayo de 1984 contando ya 85 años; unos años antes, su compañía había pasado a ser parte del conglomerado Quaker Oats Company –creado desde 1901 en Chicago– con tal éxito que para 1988 -La Azteca/Quaker Oats- adquirió la compañía LARÍN, fabricante también de chocolates; años después y ya con la ratificación del Tratado de Libre Comercio, “La Azteca” pasó en 1995 a formar parte del conglomerado Nestlé.
Poco después de la muerte de don Francisco se demolió la espectacular casa, sin que en aquellos 4,270m² quede recuerdo de la arquitectura neocolonial o la fiesta charra. Para 1990 se levantó ahí un conjunto de cinco residencias diseñadas por la firma “Artigas Arquitectos” con acceso único por el Nº510 de la calle dedicada a don Gaspar de Zúñiga. La que fuera casa de don Ramón Beteta aún pervive en la manzana aledaña, aunque el terreno fue subdividido.
Doña Bethuel Macías García viuda de González, murió el 15 de mayo de 2004 a los 94 años.
Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.
Conforme haya más entradas (¡Ya hay ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…
También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
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