miércoles, 29 de enero de 2020

La Casa Grande de la Hacienda San Pablo “De Enmedio”




Al norte del antiguo pueblo de Azcapotzalco, irrigada por el Río de los Remedios y con acceso desde el Camino Real que llevaba a Tlalnepantla y el norte del país, justo entre las haciendas Patera y San Javier, la hacienda de San Pablo del Medio fue generalmente conocida como “La de en medio”, nombre que se arraigó luego de la construcción que se hizo a la Casa Grande en 1856 por don Raimundo De la Mora y Lastra primero, y la intervención de su hijo don Rafael de la Mora y Trueba después. Ahora, ese casco –que algunos reconocen por haber sido escenario de la película "Flor silvestre" (Emilo Fernández - 1943), la telenovela “Cuando seas Mía” o "Roma" de Cuarón– se conserva en la Avenida De La Hacienda No. 1, justo fuera del límite territorial de la Ciudad de México y frente a la bulliciosa colonia Industrial Vallejo –parte de un curioso ancón en la delimitación territorial–, integrado al Estado de México y rodeado por la Unidad Habitacional que recuerda ese pasado como Ex-hacienda De En Medio.



Desde tiempos coloniales, aparece en diversos planos el rancho -luego hacienda- de San Pablo, marcado su límite por el Camino Real ‒hacia el norte, comunicando la ciudad de México con Tlalnepantla y Tizapán‒ y el Río de Azcapotzalco –luego Río de los Remedios y ahora Autopista Naucalpan-Ecatepec‒. Abajo aparece un fragmento del plano que don Ignacio Castera elaboró y entregó en 1794 como complemento a sus actividades en el resguardo de la Ciudad; el plano –dibujo a tinta y acuarela– muestra la cuenca de México con la ciudad y pueblos diversos, e incorpora las propuestas de drenado de Joaquín Velazquez de León y Pedro Ponce; el magnífico documento forma parte del acervo del Archivo General de la Nación (Núm. Cat. 3668 Fomento desagüe) y en la sección que reproduzco ‒el Norte está hacia arriba e izquierda‒, he señalado el Rancho de San Pablo, al norte de Azcapotzalco.



Frente a San Pablo, al otro lado del camino, se distingue la “Patera” zona que en algunas temporadas del año quedaba anegada y envuelta por parvadas de patos silvestres que se criaban en la zona como resultado de las crecidas e inundaciones en la confluencia de los ríos Tlalnepantla y “Escapuzalco” (De los Remedios); ahí se edificó la Hacienda La Patera, que comenzó a construirse hacia1714 y que durante la lucha de Independencia sería –por breve período– cuartel general de Agustín de Iturbide con su Ejército Trigarante.

Ahí, el recién llegado (último) virrey de la Nueva España -Don Juan de O´Donojú- se citó con el Mariscal Francisco Novella y el Comandante Agustín de Iturbide el 13 de septiembre de 1821 en el portal de La Patera, propiedad en aquel entonces de Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco ‒la célebre “Güera Rodríguez”‒, para ratificar los Tratados de Córdoba.

Abajo un óleo que representa la entrevista que tuvieron don José Ignacio de Ormaechea, los señores O'Donojú, Novella y el jefe del Ejército de las Tres Garantías -Agustín de Iturbide- en la Hacienda de la Patera en 1821, parte de la colección del Instituto Nacional de Antropología e Historia -Museo Nacional de Historia-, Castillo de Chapultepec.



Al oriente de aquella Patera y su pórtico, desde 1790 se habían edificado varias construcciones para el Rancho de San Pablo, inmueble rústico del que pocos muros sobreviven, a no ser por los vestigios de una fuente en el huerto de la hacienda que tomó su nombre y lugar. Muros que al paso de los siglos y el ejemplo de la fuente, aprendieron a cantar…



Desde la segunda mitad del S. XIX, don Raimundo De la Mora y Lastra comenzó a hacerse de ranchos vecinos a su recién adquirida estancia de San Pablo -Tlalnepantla-, ranchos de diversa y considerable producción agrícola y ganadera gracias a su previsible irrigación pluvial y abastecidos además por el Río de los Remedios; para 1880 había asimilado a San Pablo los ranchos de Santa Ana, Santa Lucía y San Raymundo hacia el norte, así como los del Cuartelito, El horno y San Juan hacia el Oriente, además de Santa Rosa, Santa Teresa y San Esteban (Grande y Chico) al otro lado del río.


El peculiar mote, proviene probablemente de Tlalnepantla (palabra náhuatl, que se compone de tlallí: tierra y Nepantla: Estar en medio (en Durán –en medio‒), dando origen a su nombre “Tierra de En medio”, calificativo que pasó al rancho de San Pablo primero y luego a la Hacienda entera...

Para agrupar la producción y garantizar el almacenado y transporte eficiente hacia la ciudad –donde don Raymundo se transformó en importante comerciante en el Mercado de La Merced‒, desde 1854 se había edificado una amplia troje y allanado camino a lo que había sido el Camino Real –frente a la Hacienda “La Patera”‒, y hacia 1855 se inició la construcción de una Casa Grande con patio y vergel, con la intención de albergar a la creciente sucesión de don Raimundo.

Arriba, la Cruz Calvario patada que corona la troje de la hacienda de San Pablo Tlalnepantla; abajo, la troje de la “Hacienda de En Medio”.


Aquella troje de generosas dimensiones se edificó sobre arcos de medio punto y con un piso alto de cobertizo sobre viguería de madera, dejando en el espacioso piso bajo, un amplísimo granero; con siete arcos al frente sobre unos veinte metros de boca y seis entre-ejes de fondo, la estructura permitía cubrir unos 1,500m² de almacenaje y en algún período también funcionó como establo de ordeña. Al frente, una espaciosa explanada permitía las maniobras de carga y descarga (arriba), así como el paso a Casa Grande y salida hacia el camino de México.



Tan bien resuelta quedó esa estructura, que en 1981, cuando tomé la imagen de abajo, la troje aún servía como almacén de madera para la construcción, cuando ya se habían perdido los terrenos productivos y una de las descendientes de don Raimundo De la Mora habitaba el casco; la troje sigue en pie, y su piso bajo se renta como sitio para eventos sociales



A la manera de la tipología que se generalizó en la Nueva España y perduró luego de la Independencia, la “Hacienda de En medio” tiene edificios que conforman una unidad, es decir, que se completan; agrupados en torno a un patio, que es de hecho la casa principal ‒en piso alto‒, así como las áreas administrativas abajo, los trojes y tinacales, el conjunto incluía además una capilla ‒con acceso directo desde el patio‒, y vergel a manera de jardín, además de las casas para los trabajadores, que se situaban fuera del núcleo principal y que ya desaparecieron.

Abajo, en una imagen de Google-maps fechada en 2017, aparece lo que sobrevive del casco de la Hacienda de San Pablo “De En medio”, y donde al centro se distinguen claramente el patio principal de la Casa Grande y su distintivo acceso porticado; a la derecha explanada de carga y troje, mientras que a la izquierda destaca el amplio vergel como jardín. Aunque la casa sería edificada y terminada en 1857 por don Raimundo De la Mora y Lastra, la característica fachada principal con pórtico sería añadida por su hijo, don Rafael De la Mora y Trueba en los primeros años del S. XX, luego de la muerte de don Raymundo.



El Camino Real, había sido espina de las comunicaciones en el México Colonial y lo siguió siendo en el S.XIX. Se tomaba por la calzada de Tacuba, llegaba al Humilladero y seguía hacia el norte para pasar por Nonoalco, tomar luego rumbo a Tenayuca y enfilar camino a Cuautitlán. En 1857, el Ministerio de Fomento que encabezaba don Manuel Silíceo, publicó la “Memoria de la Secretaría de Estado y del Despacho” que incluía un magnífico levantamiento marcado como “Plano del camino de México al Puente Grande de Cuautitlán” en un dibujo a cargo del Ingeniero Manuel de la Cuesta.



En el dibujo que coloca el Norte hacia la izquierda y cuyo detalle superior derecho muestro abajo, nos muestra luego de la Hacienda de Ahuehuetes y el cruce con el “Camino que va para Tlanepantla y Azcapozalco” una pulquería (que quizá refiera a una garita del pulque), y marca luego el paso a la Hacienda de la Patera y el viejo “Camino para Guadalupe”; ahí se bifurca el doble camino a la “Hacienda de Enmedio” a un costado del Río de los Remedios y donde aparecen marcados varios edificios. En el plano, el camino a Cuautitlán cruza luego por el “Puente de Guadalupe”, marcando al norte el pueblo de Santiago y al sur el de Iztacala; finalmente el plano nos indica que en esa sección, el Camino Real corría luego paralelo al Río de Tlalnepantla, para pasar junto a la caja de agua, la Hacienda de San Javier y llegar al propio pueblo de Tlanepantla.



Ese casco de la “Hacienda de Enmedio” fue construido desde 1856 y concluido en 1867 por don Raimundo De la Mora y Lastra (1817-1887) e intervenido después para ser habitado por su hijo Rafael De la Mora y Trueba (1858-1938) para quedar finalmente en manos de doña Maria de la Mora Vélez, luego de cuya muerte pasó a transformarse en centro de eventos y fiestas.

Don Raimundo De la Mora y Lastra nació en 1817 en el pueblo de Miera, Santander –Parte de Cantabria‒ y murió en su hacienda el 30 de diciembre de 1887 siendo inhumado en el Panteón de Tepeyac, a poca distancia de su hacienda, desde cuyo mirador -se dice- podía distinguirse la tumba.


Arriba, una fotografía de la escalera en la “Casa Grande” de la Hacienda de En Medio, donde en el muro del descanso aparece una pintura mural con la vista de un amanecer detrás del cerro de Guadalupe. En la parte alta de esa escalera -que permitía subir a los aposentos familiares-, pintado en una cartela que simula ser un pergamino desliado aún se lee: “ESTA CASA FUE CONSTRUIDA POR EL SR. DON RAYMUNDO DE LA MORA Y LASTRA EN EL AÑO DE 18XX” (1856).



Dada la buena administración y el crecimiento de su posesión productiva, en esa época don Raymundo se hizo además de varias propiedades mercantiles en el barrio de La Merced, cuando casi todo el sector estaba lleno de puestos de mercado y en afinidad a cuando en 1862 se decidió construir un mercado permanente sobre los terrenos del antiguo Convento de la Merced. Así, la producción de los diversos ranchos concentrada en la hacienda de San Pablo se acumulaba en su troje y vigilada la provisión, salía hacia la capital por el Viejo Camino de México…

Exitoso agricultor, productor y comerciante, don Raymundo había casado en 1843 con doña Ana María de la Luz Prisciliana Trueba Vivanco (n.1827 en Tlalnepantla, y la mayor de nueve hermanos) con quien engendró a Luis Juan José (n.1844), Rafaela Guadalupe Micaela (n.1845), María del Carmen (n.1848), Manuel (n.1850 y que casaría en 1894 con Dolores Salazar Trueba), Tomás Silvestre Manuel (n.1851), Magdalena (n.1853 que casaría en 1881con Agustín Rivera Río y en 1853 con Manuel Lombardo Gil), Ana María (n.1855, casada en 1894 con Lorenzo Astivia Espinal), María Josefa Petra Anastasia (n.1857), Rafael (n.1858-1938 y casado con María Vélez Cañizo), Tomás José de la Santísima Trinidad (n.1860), María de la Luz (n.1862), María (n.1865, casada en 1889 con Carlos Ortiz Gutiérrez 1855) y Raimundo (n. 1867, que casaría en 1893 con Luz Madaleno Domínguez y en 1912 con María Cristina Llaca Domínguez) todos Mora Trueba.


Noveno de los trece hijos, Rafael De la Mora y Trueba había nacido el 21 de octubre de 1858 y su infancia se desarrolló en continuo contacto con la hacienda familiar de San Pablo; de gran visión para los negocios, contrajo nupcias el 16 abril de 1904 -en la Parroquia de la Santa Veracruz- con María Joaquina Vélez Cañizo (n.1874), hija del general Francisco Antonio Vélez y Gallardo –que se había hecho gran fama “al tener acto de valor” por ondear la bandera mexicana, cuya asta había sido destrozada durante la invasión estadounidense del Puerto de Veracruz en 1847–; el matrimonio engendró a Ana María, María Carlota (n. 1908) y Rafael, los tres De la Mora Vélez.

Luego de la muerte de don Raimundo en 1887, la administración de la hacienda fue tomada por Rafael, y aunque su madre estaba oficialmente al mando, dedicó buena parte de sus habilidades y tiempo para hacer crecer el patrimonio y su capacidad productiva. Para el 29 de abril 1897, cuando falleció doña Ana María Trueba Viuda de De la Mora -a los 70 años-, Rafael De la Mora y Trueba tomó las riendas de la propiedad y en esa última década del S. XIX la “Hacienda de San Pablo de Enmedio” casi duplicó la superficie productiva, añadiendo a su marca varios ranchos al norte y sur del Río de los Remedios, ligándolos todos al casco de San Pablo, levantado por sus padres desde 1855. Para 1910, la superficie de la hacienda llegó a las 582 hectáreas (5.82 Km²) al aglutinarse casi veinticinco ranchos al poniente de las propiedades originales y a ambos lados del Río de los Remedios.



Así, la “Hacienda de San Pablo de Enmedio” se transformó en uno de los principales productores de insumos para la capital y su propietario trabajó asiduamente para que tanto él como sus vecinos obtuvieran seguridades y aprovechamiento de aguas, y logró además que la Secretaría de Fomento le confirmara sus derechos para aprovechar las aguas en el río de "Los Remedios", eje de la gran explotación agrícola y ganadera que era la fuente primordial de ingresos para la familia al venderse en el mercado de La Merced y las bodegas propias.


Arriba, un detalle del “Plano de la Hacienda de San Pablo de En medio, ubicada en el Distrito de Tlanepantla –Estado de México-, Propiedad del señor D. Rafael De la Mora y Trueba” en el que una estrella marca el “Casco” que se hacía acopio de la producción de la Hacienda.

La construcción terminada en 1857 por don Raimundo De la Mora y Lastra obedecía al tradicional esquema de patio, donde los cuatro lados de la Casa Grande miraban a un espacio interior contenido por dos niveles de construcción, donde la parte alta estaba dedicada a la vivienda familiar, mientras que la parte baja albergaba capilla y dependencias administrativas. El diseño de los diversos espacios obedeció a la lógica de la producción, pero para fin de S. XIX se harían algunas adecuaciones al inmueble, a fin de adaptarlo a la nueva lógica y producción.



No he encontrado documentación para recrear a detalle el proceso de modificaciones que sufrió el casco de la hacienda San Pablo, pero es claro que la fachada oriente –de acceso‒ obedece a una lógica edilicia posterior al resto del edificio, mientras que el volumen sur –que mira al vergel‒ acata a un diseño funcional tradicional.

Buena parte de las dependencias de servicio –en los costados poniente y norte del patio‒ conservan elementos constructivos con los que fueron edificados desde mediados del S. XIX, con materiales tradicionales como tepetate en muros de 60 y 80 centímetros de ancho, reforzados con esquineras de tabique recocido y revocados, con techumbres sostenidas por vigas de madera con entortados de ladrillo y pisos de piedra...



El corredor del piso alto del patio conserva buena parte de la estructura y apariencia que debió tener la Casa Grande edificada por don Raymundo De la Mora e inaugurada en 1856, incluyendo un magnífico barandal de esbeltos balaustres de barro cocido que resguarda todo el perímetro, y donde sorprende el pasillo oriente, construido en voladizo y cubierto con teja, impasible y enigmática tradición.



El patio tiene magníficas dimensiones, y con sus 20m. por lado, permite sobrada iluminación y ventilación al piso bajo que destaca con magnífica arcada perimetral y seis metros de entrepiso. Aunque al paso del tiempo el patio perdió su vegetación –de origen contó camino central en cruz, fuente central y cuatro secciones profusamente vegetadas–conserva una grata atmósfera de sereno resguardo, ambiente que perdura más de ciento sesenta años después.



Hacia el sur y por una doble crujía –que parece haber aprovechado parte de una estructura levantada desde el S. XVIII‒, desde el patio central se puede pasar al huerto, que de origen debió ser un vergel con abundancia de flores y árboles frutales para gozo de la familia; aunque dedicado también a la producción, no formaba parte del aparato productivo de la hacienda y la densa arboleda guarecida entre muros y con amplios andadores y fuentes, debe haber sido agradable paseo para la familia De la Mora y Trueba.

Buena parte de las ventanas de aquella fachada, iluminaban las habitaciones privadas de la casa y un peculiar cobertizo -con techo a dos aguas y cubierto por tejas-, protege y señala el paso a la casa.


Muros viejos, que enfrentados al tiempo, aprendieron a cantar…



En el piso bajo, el patio de la Casa Grande albergó varias dependencias administrativas, portería, archivos, una oficina para el Sr. De la Mora, paso a la Troje y establos hacia el norte, además del amplísimo corredor cubierto y –hacia el sur– acceso a la escalera para subir a las habitaciones de la familia.


Aquel amplísimo corredor cubierto daba además acceso a la capilla, anidada en el remate del pasillo sur, con doble altura e iluminación cenital, y donde en la parte alta se creó una pequeña tribuna a manera de coro, donde la familia podía presenciar el servicio; al oratorio se podía también acceder desde las dependencias de servicio al norte del patio, acatando el llamado a misa.


Para tal propósito, al poniente del cuadrángulo de la Casa Grande y sobre la capilla, se levantó una espadaña haciendo funciones de campanario; la espadaña (del latín spatha, espada) es una estructura que se prolonga verticalmente, sobresaliendo del resto de la edificación, y que suele acabar en un pináculo, pudiendo tener uno o más vanos para albergar campanas y formando parte de capillas o iglesias. La de la capilla de San Pablo, tiene una curiosa escalera que da acceso a la campana.



Aunque la tradición cuenta que don Raimundo De la Mora y Lastra así como doña Ana María de la Luz Trueba Vivanco viuda de De la Mora fueron inhumados en el Panteón del Tepeyac uno y en el Panteón Español la otra, la capilla de la hacienda presenta dos placas que honran su memoria a ambos lados del altar.




El elemento distintivo y que personifica las modernizaciones establecidas por don Rafael De la Mora a la Hacienda de “En Medio” desde final del S. XIX y principio del XX, está en fachada oriente y se señala desde el patio de la casa, con un eje que simbólicamente nos lleva de Tlalnepantla hasta el Cerro de Guadalupe gracias al camino hacia La Patera y lo que fuera el Camino Real de México.

En el patio, ese eje se señala con un arco más ancho (su flecha es un poco menor a la mitad de su luz) dentro de la sucesión de arcos de medio punto que contienen los corredores, y rematando hacia el poniente con las puertas que comunican hacia a las dependencias de servicio.


Desde ahí, se organiza el eje que mira al oriente con arco diferenciado, da paso a una doble crujía de entrada y luego de la puerta de acceso, a un pórtico y la explanada de entrada. Se podría decir que así, la hacienda y su propietario hacían un guiño a la transformación urbana que desde 1887 había iniciado el presidente Porfirio Díaz.



Aunque el Casco edificado por don Raymundo De la Mora en 1856 permaneció casi intacto, don Rafael agregó hacia el oriente una nueva crujía y pórtico de acceso para recibir el Siglo XX. Así, la puerta de la Casa Grande quedaba protegida y se habilitaban nuevos espacios para atender correctamente las negociaciones y transacciones con las haciendas vecinas. Comúnmente llegaban representantes del Rancho de San Marcos o las haciendas de Careaga, El Cristo, Echegaray, del Rosario, San José de la Escalera y Ahuehuetes, todos parte de la cuenca lechera del norte de Distrito Federal y dependientes del agua del Río de los Remedios, así como la propia doña Dolores Barrón, de Forbes y Cía., propietaria de La Patera.



Arriba, la parte superior del magnífico plano de la “Municipalidad de Azcapotzalco” elaborado en 1899 por Israel Gutiérrez y donde he señalado la “Hacienda de Enmedio” así como otras propiedades circundantes que desde entonces se acercaron a los buenos oficios de don Rafael para lograr la seguridad en el abastecimiento de agua; aunque con una revolución de por medio, para el 02 de enero de 1918, en el Diario Oficial de la federación, se publicaba la nota en que “…se confirman los derechos para aprovechar las aguas en el río de "Los Remedios", al señor Rafael de la Mora y Trueba de la hacienda de San Pablo de Enmedio”, así como a un amplio grupo de propietarios de tierras vecinas en Tlalnepantla y Azcapotzalco.

Así, por la influencia de don Rafael De la Mora, la “Hacienda de Enmedio” jugaba papel importante en la cuenca y para ello, fue dotada de un remate ceremonial para el camino de entrada, que hicieran justicia a ese protagonismo.



Desde la última década del S.XIX, la puerta de entrada al patio de la Casa Grande se vio precedida de un portal de cinco arcos que recibiera correctamente a los visitantes y diera dignidad a esas audiencias; la arcada frontal de sobrio diseño marcaba el eje con pilastras de cantera y nichos rectos, y rematada por barandilla balaustrada y macetones, enfrentado el portal una amplia explanada semicircular –ahora cubierta de pasto, pero que de origen serviría para recibir carruajes‒ a la que se podía llegar luego de cruzar un riachuelo y su puente.







Sin duda, el elemento más notable añadido en esa intervención fue el mirador, que sobre la arcada y detrás de los balaustres debió ser una terraza con magnífico panorama del Valle de México y justo al frente la zona del Tepeyac. El salón central con su mirador cerrado y plataforma semicircular con cinco ventanas inscritas en arcos de medio punto y entreveradas con pilastras de orden Jónico, daba pauta para el remate general de la fachada oriente, donde nuevamente aparecían grupos de balaustradas enmarcadas por pedestales que soportaban grandes urnas de barro e inspiración neoclásica.



Al interior, esa tribuna permitía contemplar a través de los vidrios multicolores de sus arcos la luz de la mañana y descubrir desde lo alto l camino al casco ‒lo que ahora conocemos como Boulevard Isla de la Concepción‒ alineado con la vista del Cerro de Guadalupe, y aún ahora conserva en su camellón algunos añosos árboles de Pirú de los tiempos en que don Rafael De la Mora y Trueba remodeló el edificio para la familia.



Las características del diseño de esa fachada, me hace pensar que don Rafael recurrió a un profesional, versado en las características del diseño académico, ya sea egresado de San Carlos o Minería. La composición de la fachada Oriente de la Hacienda de San Pablo “de Enmedio” es uno de los frentes residenciales mejor logrados del período. Y afortunadamente se conserva hasta hoy, aunque ha perdido algunas de sus guarniciones.



El enfrentamiento armado del S. XX dio fin al período de bonanza para las haciendas, ya que en general las tierras fueron expropiadas y a partir de 1917 solo se permitiría la posesión máxima de ochenta hectáreas. La mayoría de las propiedades en la cuenca fueron recuperadas y conservadas por los descendientes de sus propietarios y en el caso de la -ahora- Ex Hacienda de En medio, la propiedad quedó en manos de doña Maria de la Mora Vélez, hija de Rafael de la Mora y María Joaquina Vélez Cañizo.

Durante los disturbios revolucionarios, don Rafael De la Mora había adquirido un predio de 728m² en la Colonia Juárez, justo en esquina de las calles dedicadas a Hamburgo y Berlín. Entre 1922 y 1923 construyó una casa para su familia que sería diseñada y edificada por el ingeniero Manuel Hernández Cabrera, quien probablemente le había asesorado años atrás en la ampliación oriente de la hacienda.


Don Rafael habitó la casa con doña María hasta Octubre de 1938 en que murió; luego de muerta su viuda, la casa pasó a la propiedad de su hija María Carlota Mora Vélez que la habitó también hasta su muerte. La casa De la Mora Vélez es ahora ocupada por la Consejería de Educación de la Embajada de España en México, la Universidad Nacional de Educación a Distancia y el Ateneo Español.





Volviendo a Tlalnepantla, en 1942 la hacienda se usó como escenario para la película “Flor Silvestre”, dirigida por Emilio Fernández y protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Fue la primera película que Dolores del Río filmó en México tras su regreso de Hollywood, y marcaría el inicio de una fructífera colaboración entre Fernández, Del Río, Armendáriz, el fotógrafo Gabriel Figueroa y el guionista Mauricio Magdaleno. En buena medida, “Flor Silvestre” definió a la llamada Época de oro del cine mexicano, y abajo aparecen tres escenas, tomadas de video y donde aparecen una vista general del casco, el frente de a Casa Grande con Miguel Ángel Ferriz en primer plano, y la Troje a principio de los años 40’.



De las 582 hectáreas que la hacienda llegó a acompasar bajo la administración de don Rafael de la Mora y Trueba, ya para 1950 y bajo la propiedad de doña María Carlota Mora Vélez –luego de la creación de las colonias Prado Vallejo y Prensa Nacional‒ la “Hacienda de Enmedio” conservaba 16 (apenas 160,000m²) dedicadas principalmente al ganado y producción de leche; en 1970, la presidencia de la República y el gobierno del Distrito Federal emitieron un acuerdo que mandataba el que todos los establos tenían que salir del área conurbada de la Ciudad de México, cosa que obligó a la descendiente De la Mora a abandonar la producción lechera y para 1975 de la Hacienda apenas conservaba el casco con las 2.7 hectáreas que hoy le ciñen.



Tengo entendido que doña Maria Carlota de la Mora Vélez habitó en el casco hasta su muerte.

Además del Vaso Regulador Carretas (parte del sistema de drenaje de la cuenca) en lo que fuera la hacienda aparecieron varias colonias Ixtacala, Bosques Ceylan, parte de los escapes ferroviarios de La Joya, así como la colonia Venustiano Carranza y la Zona Industrial San Pablo Xalpa.



Parece increíble el que una zona tan intensamente cubierta por la mancha urbana de la Ciudad de México haya sido zona de cultivo, vergel y pastoreo, productora de leche, alfalfa, cebada y hortalizas; salvo el casco en sí, poco hay que nos remita a ese pasado que apenas se remonta a 1856 cuando don Raimundo De la Mora y Lastra terminaba la Casa Grande de la Hacienda de San Pablo de Tlalnepantla (de en medio).


Como “Ex̶ Hacienda de San Pablo de En Medio” la casa, sus jardines y troje han sido habilitados y se rentan ahora para eventos e incluso ha sido capturada para recorridos virtuales (Ver)




Cuando en 1981, preparaba un curso que impartí tanto en el Centro Cultural Helénico como en la Universidad Iberoamericana que se llamó “Las Haciendas que hicieron a la capital”, visité los lugares en que por viejos planos sabía debían estar los cascos; algunos fueron ruinas y otros habían desaparecido, pero la “De Enmedio” fue una grata sorpresa, justo frente a la bulliciosa Industrial Vallejo y la unidad habitacional que recuerda su nombre como Exhacienda. Cuando tomé la imagen de abajo, asomado por una rendija en la puerta, en la Casa Grande aún estaban los muebles y recuerdos de tres generaciones de la familia De la Mora…


Esa entrada sería mi obsesión por varios años…





Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



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GQ México en 2006.