jueves, 23 de diciembre de 2021

La casa ‒Casco‒ de don Eduardo Cuevas y Dolores Núñez en Av. del Castillo N° 86. ‒Hoy “Hacienda de los Morales”‒


Don Eduardo Manuel Melesio Francisco de Paula Cuevas Lascurain fue bautizado el 13 de febrero 1878, segundo hijo de don Eduardo Cuevas Rubio (1846-1920) y Ana Lascurain Gómez-Valdés, contrajo nupcias el 12 de enero de 1905 con María de los Dolores Ana Josefa del Corazón de Jesús Núñez Couto, y con ella procreó diez hijos que serían los postreros habitantes de la ya para entonces añosa edificación…



Mucho se ha escrito acerca del casco de la Hacienda de San Juan de Dios, y no pretendería aquí agregara nada a los numerosos estudios y artículos publicados; básteme hacer una sucinta historia del sitio para concebir el entorno en que la familia habitó la casa de Avenida del Castillo de Chapultepec N°86 y entender así las sorprendentes transformaciones de la zona.

La propiedad de la amplísima hacienda –San Juan de Dios‒ pasó a manos de la familia Cuevas cuando don Eduardo Cuevas Rubio adquirió de don Juan Goribar la posesión en 1880. Aquel conjunto había comenzado a formarse desde 1539, cuando don Lorenzo de Tejada ‒“Oidor que fue de la Real Audiencia de la Nueva España”‒ emprendió la compra de tierras en la zona, pasando el conjunto luego a manos de Pedro de Sandoval, su viuda y herederos, Bartolomé de Terreros, Nicolás Gómez de Prado, su viuda y heredero, Baltazar de Arechavala y sus herederos, para quedar en propiedad de Jesús Goribar hacia 1876.


Resultó interesante descubrir –en el AGN‒ el contrato por el que Juan Goribar ‒heredero de la propiedad‒ vendió a Cuevas por ciento cuarenta y cinco mil pesos la “…Hacienda y Molinos llamados “San Juan de Dios de los Morales” y sus ranchos anexos “Huisachal”, “Polanco” y “Anzures” situados en la jurisdicción de Tacubaya, Distrito Federal, y Villa de Tlalnepantla, Estado de México, “siendo su estancia total, treinta y cinco caballerías, dos fanegas, dos cuartillas y tres mil novecientos noventa y nueve varas cuadradas” y sus linderos son los siguientes: por el Poniente con el Molino de Riohondo, Hacienda de León; por el Oriente con la Hacienda de La Blanca; por el Norte con la dicha Hacienda de León, el Molino de Sotelo, el Pueblo de San Joaquín y la Hacienda de la Asención; y por el Sur la Hacienda de Jesús del Monte, Pueblo de Tecamachalco y Molino del Rey todo lo cual se expresa en el plano que el señor Goribar mandó levantar y que tiene a la vista el suscrito notario”.

Generalmente conocida como “Los morales” o “Hacienda de morales” –a raíz del añejo intento por plantar Morera (morales) para criar gusanos de seda‒, fue productora trigo, cebada y alfalfa, además de pulque y aceite de oliva, y asiento de la “Compañía Molinera Mexicana S.A.”, además de abastecer de ganado en pie y toros de lidia a la capital.


Arriba, el extraordinario plano que en 1871 levantaran y dibujaran “de la Hacienda y Molino de San Juan de Dios de los Morales” los ingenieros Fernando de Rosenzweig y Luis Bolland para don Eduardo de Cañas y que reproduzco aquí gracias a la amabilidad de Joaquín Carral Cuevas. Justo al centro, aparece marcado como “La Hacienda” el casco, rodeado por tierras de cultivo que incluían amplias tierras de riego, olivar y magueyal, además del “Rancho Huisachal” con explotación forestal y los varios torrentes que irrigaban la zona y daban tracción al molino.

Don Eduardo Cuevas Rubio haría prosperar la hacienda incrementando la producción e instalando nueva tecnología ‒incluyendo el emplazar carros de ferrocarril “Decauville” (Ver) para transportar la producción y tres molinos que llegó a arrendar‒ y para la llegada del S.XX se contaba entre las propiedades más prosperas de la cuenca.



Es difícil para el observador del S.XXI el comprender que “Los morales” al iniciar el S. XX era una zona alejada de la Ciudad de México y que buena parte de aquellos terrenos eran simplemente tierras de labranza más allá de Chapultepec; cuando en 1901 Conrad Wise Chapman visitó México, pintó la cuenca vista desde la hacienda de don Eduardo Cuevas y en sus paisajes presenta los grandes volcanes – Iztaccihuatl y Popocatépetl‒ el cerro de Chapultepec con su “Castillo” y el paisaje campirano de labranza… ¡Extraordinariamente ilustrativos!


Arriba “Chapultepec desde la hacienda de los morales” de Conrad W. Chapman, óleo sobre tabla firmado “Chapman Mexico 1901”; en el óleo se distinguen los volcanes, el cerro de Chapultepec y al frente una magnífica Dracena (supongo es una Dracaena indivisa, marginata o Cordyline australis) entreverada con un nopal y al pie de los que corre un río al final de la barranca de Barrilaco, sitio que hoy probablemente está bajo la Avenida Campos Elíseos a la altura del Conservatorio Nacional de Música y el Anillo Periférico…

Abajo, “México desde la Hacienda de los Morales'' también de Conrad Wise Chapman, fechado en 1907 (y que ahora forma parte de la Colección Carlos Slim) en que aparecen a lo lejos –mirando hacia el oriente desde la Loma de San Isidro‒ la ciudad y el lago de Texcoco; en medianía, los terrenos de la Hacienda de San Juan de Dios y en primer término el Río de Tecamachalco, que unido luego al caudal del Río de Barrilaco, formaba el “Río de los morales”.



El propio José María Velasco ya había pintado desde 1891 “Valle de México desde el río de los morales” (parte de la colección del MuNal), vista tomada desde un punto aún más elevado, probablemente al lado de la “Mojonera alta” al lado del camino a Tecamachalco en lo que hoy es el límite entre el Estado de México y la CDMX, y donde aún hoy cruzan los puentes de Tecamachalco y Avenida de la Fuentes…


Parece increíble tal transformación –y los cursos de agua dejan clara la importancia de la hacienda que los cuidaba y aprovechaba‒, y que terrenos rebosados y de labranza estén ahora ocupados por la interminable mancha urbana, con Lomas de Chapultepec, Tecamachalco, Granada y Polanco…

Abajo, en una fotografía de Guillermo Kahlo –parte del álbum “MEXIKO 1904”‒ captada desde el Alcázar de Chapultepec –residencia creada por Maximiliano I por 1864 (Ver) y que ya para por entonces, remodelada en 1881 por don Manuel González era usada como residencia presidencial‒ donde aparece la “Garten Gallerie” (Galería -corredor- del Jardín); en la toma que mira hacia el poniente se pueden ver hacia el norte –derecha‒ los terrenos de la Hacienda de San Juan de Dios “Los Morales”, propiedad de la familia Cuevas.



Cuando el 13 de mayo de 1920 murió don Eduardo Cuevas Rubio, se había hecho ya la distribución de los terrenos de aquella hacienda entre sus hijos, y abajo aparece la copia de un plano fechado en diciembre de 1920 –calco del firmado por los ingenieros Fernando de Rosenzweig y Luis Bolland en 1871‒ que serviría para identificar las diversas “fracciones” y destinar beneficiarios.


Al sur, lo que se conocía como “Loma de la Pila vieja” y era parte de la “fracción 5°”, pasó a la propiedad de la hija mayor ‒Ana Cuevas Lascurain (n.1876)‒ que casada desde septiembre de 1902 con Julio R. Ambrosius vendería a la “Chapultepec Heights Company” ‒integrada por cinco socios capitalistas: Samuel W. Rider y Benjamín T. Davis (norteamericanos), Albert Blair (británico y por entonces esposo de Antonieta Rivas Mercado), José Certucha y el propio Julio R. Ambrosius (mexicanos)‒ el 6 de octubre de 1921, unos 2’210,940m² de las tierras en esa “Loma” para crear la primera sección que se vendió como Loma de Bella Vista. Para 1922 y aprovechando el que se prolongaría la "Calzada de la Exposición", José Luis Cuevas Pietrasanta había diseñado el fraccionamiento que luego de varios ajustes y ensanchamientos devendría en lo que hoy conocemos simplemente como “Las Lomas”…



Guadalupe Cuevas Lascurain (n.1888) casaría en febrero 1922 con Francisco de Paula García-Sancho Chacón y desde 1921 recibió terrenos en la fracción 4° que devendrían en lo que se transformó en Colonias Granada, Loma Hermosa e Hipódromo de la Américas, incluyendo una gran extensión que luego de gran contención se designó como terrenos para la Ciudad Universitaria, pero eventualmente quedó en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Alberto Cuevas Lascurain ‒que desde 1907 había contraído nupcias con Trinidad Gándara Girón‒ se aventuró desde 1922 en fraccionar y urbanizar en parte de sus terrenos de la fracción 5° la “Colonia del Bosque de Chapultepec”, entre el Río de Polanco (hoy entubado bajo Campos Elíseo) y la Calzada del Paredón (luego Fundición y hoy avenida Rubén Darío); esa primera aventura fraccionadora tuvo moderado éxito (Ver) y quedó después integrada a la colonia Chapultepec-Polanco.



Carlos Cuevas Lascurain –el hermano menor que había casado con Leonor Barrigón Martín‒ uniría fuerzas con Eduardo (1878-1950) en conservar algunos terrenos en cultivo y crear sobre lo que había sido el camino que comunicaba la hacienda con Tacubaya, la nueva Avenida del Castillo de Chapultepec; además, vendió una amplia superficie –aún plantada de fresnos‒ al lado del Rancho San Isidro, a don Manuel Ysita (Ver) para la construcción de una nueva casa.

El hermano mayor, Eduardo Cuevas Lascurain (1887-1959) recibiría su fracción correspondiente, que circunscribía el casco y varios edificios de servicio e incluía la vía férrea que daba servicio a la hacienda y que para entonces se había incorporado ya al servicio del Ferrocarril de Cuernavaca; don Eduardo contaba 42 años a la muerte de su padre y había sido auxiliar en la administración de los bienes; con su esposa Dolores Núñez decidieron habitar la gran casa y hacerla residencia de sus hijos, mientras aprovechaban la explotación de las tierras y eran testigos de un espectacular cambio en el entorno…


Arriba, en un lienzo firmado “Gerry Gedovius” aparece don Eduardo Cuevas Lascurain frente a su casa en “Los morales” por 1947. Germán Gedovius (1867-1937) fue un notable artista de la vanguardia mexicana de final del XIX y principio del XX; fue instrumental en la educación artística de la Academia de San Carlos, estableció una cercana amistad con la familia Cuevas Nuñez y pintó los retratos varios miembros de la familia con la que pasaba largas temporadas.

Don Eduardo había contraído matrimonio desde 1905 con Dolores Núñez Couto, hija de don José Tobías Núñez Pérez-Lomba y Ana Couto Bulnes, matrimonio que engendraría diez hijos de apellido Cuevas Núñez. Abajo, doña Dolores Núñez de Cuevas.


Para 1920 ‒año en que los Cuevas Núñez fijabaron residencia en el casco de la hacienda‒, habían nacido ya Eduardo (n.1907), María Dolores (n.1908), Carmen (n.1910), Carlota (n.1912), Antonio (n.1913), Luz (n.1918) y venía en camino José (n.1920); núcleo familiar al que se agregarían Jorge, Ana Elena y finalmente Magdalena –a la que todos llamarían “Manona”‒.


Al paso del tiempo varios miembros de la familia mudaron residencia a las zonas urbanizadas cerca del casco, específicamente a la Avenida del Castillo de Chapultepec, que con su amplio camellón (parte del viejo “Camino para Tacubaya” que antaño se usaba para el traslado de ganado hacia la capital) se transformó en sitio envidiable para residir ‒don Carlos Cuevas y Leonor B. de C. en Av. Castillo N°90, o el Dr. Rafael Carral y Elena Cuevas en Av. Castillo N°39 son buenos ejemplos‒.

Así, dentro del “Atlas General del Distrito Federal –Tomos I y II‒” aparecía el “Plano de la Ciudad de México con datos de 1929” y en que en el fragmento que reproduzco abajo, se distinguen los terrenos aún dedicados a la labranza aledaños a la hacienda, así como los fraccionamiento de Lomas de Chapultepec (abajo) y Granada (arriba derecha); además, es importante notar el trazo del “Ferrocarril de Cuernavaca” que atraviesa la propiedad de sur a norte y siguió siendo instrumental para enviar parte de la producción a la ciudad...


Si comparamos con el levantamiento de 1871, podemos observar que al trazo del “Camino Real para México” se había transformado en camino secundario –que luego daría lugar al trazo de la Avenida Salomón, hoy dedicada a Presidente Masaryk‒ pasando a ser el camino de acceso la “Avenida de los Morales” que hoy llamamos Avenida Ejército Nacional Mexicano y que en su cruce con la vía del ferrocarril era el nuevo acceso a la hacienda.


Desde tiempos de don Eduardo Cañas, la “Hacienda y Molino de San Juan de Dios de los Morales” tenía su acceso por el “Camino Real para México” ‒de trazo Este/Oeste‒ que al acercarse al casco enderezaba hacia el norte –creando una arboleda‒ para encontrarse con el eje de la Casa Grande –según puede verse en el detalle del plano que los ingenieros Fernando de Rosenzweig y Luis Bolland trazaron para don Eduardo en 1871 y que aparece arriba‒. Abajo, aparece un detalle del ángulo inferior derecho de ese mismo plano, donde se distingue el “Plano de la casa” y en que se han indicado además “Magueyal”, “Olivar”, “Jardín” y “Alamedita”.


Además, nos da los datos para identificar otros edificios como el pajar –junto a la puerta norte en el camino a San Joaquín‒ los largos edificios para depósito de trigo y asoleadero, la Troje con sus corrales, machero, carpintería y herrería, así como el molino y su depósito de agua al lado del “Despacho”, agregando también el “Tinacal” frente al “Camino para México”.

Abajo, aparece una fotografía aérea –fechada en 1947‒ donde queda claro que todos los edificios se conservaban hasta entonces y seguían operando bajo la mirada vigilante de don Eduardo Cuevas Lascurain.


La Casa Grande –marcada simplemente como “Habitaciones” en el plano Rosenzweig/Bolland y que en la foto de arriba aparece justo al centro‒ correspondía a un esquema de patio central, y tiene orígenes que pueden rastrearse hasta la edificación de don Lorenzo de Tejada hacia 1550. La construcción corresponde principalmente al S. XVIII y abajo aparece un croquis que publiqué en 1983, con ambas plantas del edificio principal.

Es interesante hacer énfasis en el piso alto al frente oriente de la construcción, que además de tener una torre/mirador en la esquina Noreste, recibía una ancha escalera para desembocar en un salón con amplísima terraza cubierta y que fungía como mirador gracias a su arcada abierta hacia el oriente y las amplias vistas hacia los cultivos, Chapultepec y la ciudad de México.


El esquema no es del todo inusual en las edificaciones virreinales de la Cuenca de México, pero casi todos los ejemplos han desaparecido; un modelo sobresaliente –que nos puede asistir, a pesar de su mayor escala‒ se conserva en el Estado de Morelos y es comúnmente conocido como el “Palacio de Cortés”, edificación intervenida en diversas ocasiones pero que conserva el espíritu de lo construido por el español Hernán Cortés en los años inmediatos a la conquista de México.


Parece haber sido su residencia, y donde asentó la encomienda al recibir el marquesado del Valle de Oaxaca. La edificación guarda una sorprendente semejanza con el Alcázar de Colón de Santo Domingo que se edificó a inicios del siglo XVI, y con los magníficos murales de Diego Rivera en el mirador, es ahora sede del Museo Regional Cuauhnáhuac.


Por su parte, el Alcázar de Colón o “Palacio Virreinal de Don Diego Colón” es un alcázar edificado por 1506, levantado en la Plaza de España de la Ciudad Colonial de Santo Domingo (República Dominicana). Edificado sobre un solar contiguo a los farallones que miran hacia el río Ozama y concedido a Diego Colón ‒hijo primogénito del ahora vituperado descubridor Cristóbal Colón‒ por el rey Fernando el Católico, para que “…obrase una morada para él y su descendencia en la isla de La Española”, a la que llegó en 1509 en calidad de gobernador.

El añoso edificio funciona ahora como el “Museo Alcázar de Colón”, y –aunque desprovisto de patio‒ subir al mirador puede dar una clara idea de la intención de diseño –una magnífica terraza cubierta‒, que se repitió en la Casa Grande de la Hacienda de San Juan de Dios.



Aunque para el S.XIX en “Los morales” la arcada ya se había cerrado con ventanas para permitir el uso como habitaciones para los Cuevas, la evocación al Alcázar de Colón y su género arquitectónico no puede pasar inadvertido, con la edificación colocada en alto y su magnífico mirador abierto hacia la Cuenca de México, la distante ciudad y los terrenos irrigados más productivos de la hacienda…


Aún hoy, quien contempla el panorama rematado por la silueta de edificios en Polanco frente a Chapultepec –en el pasado, seguramente se alcanzaba a distinguir a lo lejos la silueta de la Catedral Metropolitana al centro de la ciudad, tal como lo dejan claro los lienzos de Conrad W. Chapman y José María Velazco‒, no puede menos que maravillarse ante el espectáculo.



Esa arcada dio una imagen distintiva la Casa Grande y a pesar de que quedó cegada –probablemente desde el S. XVIII‒ la distinguía claramente en el conjunto. Abajo una fotografía que indica: “Hacienda de ‘Morales’ y Compañía Molinera Mexicana, S. A.” captada en la primera década del S. XX, podemos apreciar el conjunto de Casa Grande (izquierda), molino y administración, con terrenos aún cultivados en lo que hoy conocemos como Polanco; a la izquierda, se distinguen los árboles de la arboleda triangular que hoy conocemos como “Parque Machado” y la toma debe haberse hecho desde un sitio en que años después se trazaron las calles dedicadas a Plinio y Solón…



Es indispensable recordar que “Los morales” siguió plantando los campos aledaños mientras que criaba y repartía ganado; por años, la hacienda recibió en sus campos los toros que don Antonio Llaguno del Rancho San Mateo (Zacatecas) enviaba para las corridas citadinas, mientras que el ferrocarril –que aprovechaba las vías tendidas años atrás y que pasaban justo frente a la Casa Grande‒ era instrumental en abastecer el mercado de la ciudad de México y Tacubaya.

Abajo, una fantástica toma del abrevadero frente al casco; atrás la arboleda que hoy conocemos como “Parque Machado” y a la izquierda, las vías que ahora dan nombre a la “Avenida Ferrocarril de Cuernavaca”. En la toma –captada desde la calle que hoy llamamos Juan Vázquez de Mella‒ se alcanza a distinguir el estanque ‒sitio ahora ocupado por el edificio que alberga el CAD‒ que acumulaba agua del molino antes de enviarla a irrigar los terrenos bajos por un cauce que hoy yace bajo la avenida Campos Elíseos…



Abajo, el fragmento de una imagen oblicua de la Compañía Mexicana de Aerofoto fechada en 1948, en que aparece –arriba izquierda‒ la Casa Grande con su jardìn (atràs) y el camino de acceso; al centro de la imagen se distinguen el molino y el edificio que aún funcionaba como administración y “Despacho”. El largo edificio bajo que se extiende a la derecha era el depósito de trigo y su “asoleadero”, mientras que enfrente se distinguen la Troje con sus corrales, machero, carpintería y herrería; un poco más abajo se nota la vía del Ferrocarril de Cuernavaca. La arboleda que se distingue abajo a la derecha, corresponde al trazo de lo que hoy llamamos Avenida Cicerón…


Aunque para cuando se hizo esa toma, ya se había edificado el Conservatorio Nacional de Música al otro lado de la Avenida Salomón (en la esquina izquierda de la foto), los campos seguían visiblemente cultivados mientras que la Casa Grande albergaba a la familia Cuevas/Núñez.

Al paso del tiempo, buena parte de aquellos edificios de servicio serían destruidos cuando se urbanizó Polanco y se trazó la parte alta de las avenidas que hoy llamamos Homero y Horacio; afortunadamente, aún se conserva el edificio del Molino –que tiene sorprendentes similitudes con el conocido “Molino del Rey”, aledaño al Rancho de la Hormiga (Ver) y que por años funcionó como apoyo a las residencias presidenciales (Ver)‒ y que puede descubrirse justo al costado del actual acceso.


Ese edificio albergó depósitos y uno de los tres molinos de la hacienda, que contaba además una alta chimenea (ya desaparecida) para complementar el servicio con vapor; aledaños al acceso a la casa, se distribuían por un lado la rampa a las caballerizas y cocheras –al costado sur‒ y por otro el paso a los servicios y administración –hacia el norte‒ donde comenzando por el molino, se podía llegar a la administración y otras dependencias.



Aquella plazoleta al norte de la Casa Grande era sitio de incidental agitación, donde jornaleros, capataces y compradores se reunían frente a la administración para acordar faenas, tarifas y calendario…

Abajo, en una imagen que también agradezco a Joaquín Carral, aparece ese espacio de común tranquilo, liga entre las tierras productivas y casa ‒ya entonces citadina‒ en que habitaba la ampliada familia Cuevas‒Núñez; no solo resulta sugestiva la sombra sobre el acceso, sino admiro las dos jaulas para los longevos loros que por años flanqueando la entrada y auxiliaron en la administración…



Al poniente, la casa abría las vistas hacia un jardín y el amplio Olivar de la Loma de Sotelo, sitio aprovechado como vergel, donde los niños pudieron vivir extraordinarias aventuras, y más cuando se aventuraban más allá de la verja, al explorar la zanja que abastecía de agua al molino principal.

Abajo, una toma de la fachada de la Casa Grande hacia el jardín poniente; en la foto, se distingue la singular silueta de la capilla, edificada desde el S. XVIII al sur del patio y que afortunadamente aún conserva el singular perfil salpicado de pináculos que complementan la espadaña.



Aunque desde 1647 don Bartolomé de Terreros obtuvo de don Francisco de Aguilar y Seixas el permiso para oficiar en la capilla que construyó en el casco de la hacienda, sería doña Ana María Romo ‒viuda de Nicolás Gómez Prado‒, quien por 1718 hermoseó el recinto y le dio las características exteriores que aún conserva.


Aunque al interior la decoración barroca se sustituyó por ornato neoclásico, se conservan algunos magníficos lienzos, incluidas una crucifixión y una escena de la vida de San Francisco del pincel de los Echave.



La capilla vista desde el patio sería motivo de varios lienzos, incluido uno ejecutado por Germán Gedovius y que ofrece una vista interior de la Hacienda de los morales; tanto doña Dolores como don Eduardo pidieron a Gedovius clases de pintura, y seguramente por eso floreció una amistad que se habría de prolongar hasta la muerte del artista en 1937.


Hasta donde entiendo, por los años veinte, doña Dolores acondicionó un estudio/habitación para el pintor en la hacienda, mientras que Gedovius apadrinó a Magdalena durante el bautismo. De hecho, fue en “Los morales” donde el pintor vivió sus últimos días.

Arriba la "vista interior de Los morales" y abajo “Retrato de Carmen Cuevas Núñez” firmado en 1929, ambos del pincel de Germán Gedovius.



La hacienda misma sería así motivo de representaciones diversas y seguramente de ese período proviene una vista en que se captó el conjunto de la “Hacienda de San Juan de Dios de los morales” hacia 1929. La pintura bien complementa lo que aparece en las fotografías del período.



Al interior, doña Dolores acondicionó la vieja estructura a la práctica del período, integrando a la decoración de algunas habitaciones un ecléctico conjunto de muebles y avíos que dieran a la Casa Grande la presencia requerida en el S. XX.

Las diversas habitaciones presentarían entonces un escogido conjunto de muebles, ornamentos y colgaduras que evocarían tanto el ponderado pasado colonial como el eclecticismo del porfiriato, pasando por el efusivo barroco y las opulentas memorias a Luís XV.


Arriaba, una imagen del comedor de la casa Cuevas-Núñez hacia 1930; algunos de los elementos que aparecen en la fotografía, aún se conservan en el recinto transformado en restaurante. Abajo el Salón de la casa, donde amueblado y decoración corresponden a la moda del tiempo y con muebles que en gran medida aún conservan los herederos.



La casa sería escenario de innumerables reuniones y como ejemplo, retomo el texto que en “SOCIAL” apareció en el número de enero 1942, recordando la “Posada en la Hacienda de los Morales” de diciembre de 1941:
En la casa solariega de la hacienda de Los Morales, la señorita Helen Cuevas reunió en una de las noches de Posadas, a un numeroso grupo de sus amigos, y, como en años anteriores, ofreció un baile en el cual los motivos de Navidad dieron alegre marco a la fiesta. Las “Piñatas” y el árbol tradicional, tuvieron sitio en los jardines de la casa, y, en los salones, después de la cena, el baile hasta el amanecer.
En la fotografía principal (abajo), un grupo de invitados de la señorita Cuevas. Son –de izquierda a derecha‒: María Teresa Osio y Sánchez Adalid, René Chousal, María Elena Campero y Escalante, María Luisa García Armendáriz, Luís López Hermosa, Telmo de Landero, Gloria Jiménez Canet, Rafael del Villar, Margarita Gargollo y Rivas y Ángel de Lascurain.


Y sigue la nota:
Y en ésta página, en el estrado de los retratos de familia, otro grupo de invitados. Están: Román S. de Lascurain, Carlos Elguero, Jr.; Ruth Herig, Alicia González, María Elena García, Carlos Ruíz de Chávez, Sofía Corona y Manuel González.


Detrás el grupo, destaca el retrato familiar que aún se conserva y en que aparece la familia Lascurain y Gómez-Valdés con don Ángel Gerardo Lascurain Miranda (1809-1876) y doña María Consolación Gómez-Valdés Martínez-Alcalde (1821-1874) a la cabeza, acompañados de Julia, Román Sebastián (n.1845 y que casaría con Concepción Landa Escandón), Pablo, Ana (que contraería matrimonio con Eduardo Cuevas Rubio), María Belén y María del Carmen (n.1855 y que casaría con Fernando de María Campos Castro); llegarían después Josefa, Ángel Gerardo y Consolación, todos Lascurain Gómez-Valdés.


La nota de “SOCIAL” termina con:
Y abajo, en el mismo orden, ahora frente al árbol de navidad colocado en el patio, aparecen: Jesús García Collantes, Paulina Gargollo y Rivas, Elvira Dubois, Rodolfo García Bravo, Carmen Elguero y Landa y María Teresa Torres Izábal.


Don Eduardo Cuevas Lascurain murió el 21 de febrero 1950 ‒a los 72 años‒, mientras que doña Dolores Núñez Couto viuda de Cuevas, murió el 5 de julio 1959 ‒también a los 72 años‒; los hijos distribuirían las propiedades y conservarían parte de la posesión de la casa. La hija menor –Manona‒ instalaría su morada apenas a unos pasos del casco, frente a la arboleda de lo que años atrás había sido el “Camino Real para México”…

El viejo casco aún conserva los espacios primordiales de la Casa Cuevas, aunque terciados para adecuarlos a las nuevas necesidades como restaurante y sus áreas públicas.


Las transformaciones primordiales se han dado en el entorno, que resulta difícil imaginar en su realidad de hace apenas ochenta años…

Abajo, el fragmento de una imagen oblicua, fechada en 1930; al frente, aparece la “Loma de Sotelo” en la sección que hoy ocupa el Hospital Central Militar. A la izquierda –abajo‒, se distingue lo que hay llamamos Avenida Ejército Nacional y al centro de la imagen los cultivos y el jagüey (bordeado de árboles) de la Hacienda con que se abastecía el molino; arriba al centro, la arboleda del camino a San Juan de Dios, y a la izquierda el casco y los edificios de servicio. Arriba a la derecha, aparece la incipiente urbanización de “Chapultepec Heights”…



A mi parecer, la transformación más sorprendente está en los terrenos que ahora ocupa lo que inició como el fraccionamiento Chapultepec-Polanco y ahora conocemos con el genérico Polanco. Abajo, una toma oblicua fechada en 1936 y que mira hacia el noroeste, en que aparecen en primer término el Bosque de Chapultepec y su “Castillo”; buena parte de las tierras que se distinguen atrás, formaron parte de las tierras de cultivo de “Los morales” y están ahora ocupadas por Polanco y su franja de edificios altos frente al paseo de la Reforma. El amplio rectángulo que se distingue a la izquierda de la imagen era el Club de Polo, sitio que ahora ocupan el Campo Marte y Auditorio Nacional.


Como complemento, aparece abajo otra toma oblicua que ahora mira hacia el oriente, en que aparecen en primer término (abajo al centro) la Casa Grande de “Los morales” y los largos depósitos de trigo y asoleaderos, la Troje con sus corrales, machero, carpintería y herrería. A la izquierda, destaca por sus árboles lo que era el “Camino a los morales” y ahora conocemos como Avenida Ejército Nacional Mexicano, con la planta de General Motors y los edificios de la Beneficencia Española; a la derecha se distinguen el Club de Polo y las calles de Chapultepec Heights. Al centro de la toma, los terrenos que ahora ocupan las diversas secciones de Polanco…



Desde 1946, don Eduardo Cuevas entró en tratos con José G. De la Lama (1867-1975) y Raúl A. Basurto (1898-1962) para fraccionar una sección aledaña a la Prolongación del Paseo de la Reforma frente al Club de Polo (Ver); el consorcio había creado ya la Colonia Hipódromo y la urbanización en terrenos de la Hacienda de San Juan de Dios se conoció como “Chapultepec-Polanco” y se inauguró en 1938. En un plano de 1784 que se conserva en el Archivo General de la Nación aparece la “Casa Arruinada de Polanco” (Ver) que evidentemente daba nombre a la zona…

La aventura sería un gran éxito y “Como por encanto…!” rápidamente se edificaron casas de uniforme estilo gracias al reglamento que los desarrolladores crearon. Abajo, la publicidad de “Chapultepec-Polanco” que apareció en el diario Excelsior el 2 de abril de 1939.|



Abajo el fragmento superior de una toma oblicua de la Compañía Mexicana de Aerofoto fechada en 1949 que mira hacia el poniente y en que aparece la Colonia Polanco; a la izquierda se distinguen el Paseo de la Reforma y el Bosque de Chapultepec, justo al cruce con la entrada al fraccionamiento donde se levantó un Obelisco. Arriba al centro se distingue al casco de la hacienda y lo que aún se conservaba cono terrenos plantados de alfalfa donde luego se trazarían las calles que rinden homenaje a Séneca, Platón, Sócrates, Sófocles, Plinio y Solón…


También en la imagen de arriba, se distingue el apenas inaugurado Conservatorio Nacional de Música, edificado en los terrenos del Club Hípico Alemán entre la Avenida Salomón (ahora Presidente Masaryk) y el Río de los morales (ahora Campos Elíseos).

Desde 1965 Pedro Gorozpe –por entonces director del hotel María Isabel Sheraton‒ y Juan Cortina Portilla ‒reputado inversionista‒, convencieron a los herederos de la familia Cuevas para instalar en la vieja casona –ya para entonces totalmente rodeada por la ciudad‒ un restaurante; con la mediación de los arquitectos Enrique y Agustín Landa y Juan Cortina del Valle, se intervino el “Casco” para adecuarlo al nuevo uso y se crearon nuevas cocinas y áreas de servicio bajo la supervisión de Gorozpe. El edificio del molino se aprovechó como bodegas y un amplio salón en el piso alto, se creó una nueva escalera y el antiguo comedor se transformó en estancia, mientras que algunas de las habitaciones se cubrieron con nuevas “bóvedas catalanas”, cubierta que se repitió en los nuevos corredores creados hacia el jardín.



Años después se agregó hacia el oriente un edificio de estacionamiento y un nuevo arco de acceso; el estacionamiento eliminó el viejo acceso desde el “Camino Real de México” y la arboleda, así el gran arco sería la nueva entrada principal que ahora además muestra el nombre del restaurante.


A pesar de las modificaciones interiores, estoy seguro que don Eduardo y doña Ana reconocerían sin titubeos la casa en que habitaron desde 1920 hasta su muerte; incluso algunos de los cuadros y muebles permanecen como parte de la decoración.


A final de agosto de 2011 se anunciaba que una parte de los descendientes habían vendido su participación en la empresa, que ahora sería mayoritariamente encabezada por Maxwell&Lyle.



Al exterior, en diversas ocasiones se han remodelado, ampliado y acondicionado los distintos espacios, organizando el jardín, caballerizas y hasta el gallinero para aprovecharse como parte del restaurante. A pesar de que la vieja finca está ahora rodeada por altos edificios y con el “Segundo Piso” erguido apenas a unos metros, los espacios no han perdido la inspiración centenaria…



Uno de los mejores espectáculos lo sigue dando el salón de la arcada/mirador que ha mudado las vistas a los campos de cultivo por la metrópoli con altos edificios de la zona hotelera de Polanco…




Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…





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