jueves, 28 de julio de 2022

La casa González de Cosío /Hegewich en Paseo de la Reforma 234, esquina con Havre.



Curioso modelo para la vertiente del Nacionalismo impulsado por José Vasconcelos y los gobiernos post-revolucionarios, la sorprendente casa de don Carlos González de Cosío, en Paseo de la Reforma Nº234, fue diseñada en 1922 por Manuel Ortiz Monasterio, levantada sobre un terreno de 569m² en la esquina del Paseo y la calle Havre, y permaneció frente a la estatua de Antonio Rosales (erigida por el estado de Sinaloa y develada el 15 de septiembre de 1898; obra del escultor Jesús Contreras) hasta 1945.



Conocida como la “Casa del torero Rodolfo Gaona” -según lo indica Manuel Sánchez de Carmona-, la casa fue destruida a inicio de 1946 y sustituida en el terreno por un edificio de oficinas de corte funcionalista –diseñado por la mancuerna Ricardo de Robina y Jaime Ortiz Monasterio–, la estructura intervenida y reforzada luego del sismo de 1985, recibió una nueva fachada y funciona aún con locales en renta.




El arquitecto Manuel Ortiz Monasterio Popham había nacido en la Ciudad de México el 4 de febrero de 1887, quinto hijo del Vicealmirante –de muy destacada carrera– Ángel Ortiz-Monasterio Irizarri (1849-1929) y Marie Raphaëlle Cecile Popham (1860-1953), originaria de Nueva Orleans, Luisiana.



Don Ángel Ortiz-Monasterio Irizarri –Jefe del Departamento de Marina y Jefe del Estado Mayor Presidencial con el presidente Díaz–, fue designado en 1912 por el propio presidente Francisco I. Madero magistrado propietario del Supremo Tribunal Militar, justo cuando se organizaba la conspiración encabezada por Manuel Mondragón, Félix Díaz y Bernardo Reyes; los alzados intentaron toma el Palacio Nacional, que el general Lauro Villar y el vicealmirante Ángel Ortiz- Monasterio defendieron en nombre del gobierno maderista. Durante la Decena Trágica, Victoriano Huerta engañó a las tropas de Ortiz-Monasterio simulando falsas ofensivas, trifulca que concluiría con el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez y la toma del poder, frente a lo que el vicealmirante Ortiz-Monasterio se negó a reconocer el gobierno de Huerta y fue aprehendido.


Además de ser miembro del Poder Judicial Militar, Ángel Ortiz-Monasterio Irizarri fue comandante de la Escuela Corbeta Zaragoza –primer buque escuela de México– y realizó el primer viaje de circunnavegación de un buque de la Armada Mexicana. Murió el 28 de marzo de 1922, inhumado en el Panteón Español de la Ciudad de México, aunque se discute si sus restos deben ser trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres…

El matrimonio Ortiz-Monasterio Popham procreó doce hijos, de los que 9 llegaron a la edad adulta: Rafaela (1880-1881), José (n.1881), María de los Ángeles (n.1883), Carmen (1885-1889), Manuel (n.1887 y de quien hablaremos más adelante), Angela (1888), Ángel (n.1889), Fernando (n.1892), Margarita (n.1894), José (n.1895), Juan Manuel (n.1898) y Francisco (n.1900).

Abajo, la familia de don Fernando Ortiz-Monasterio Popham (1892-1947) que el 16 de octubre 1922 contrajo nupcias–en el oratorio privado de don José María Gargollo en Paseo de la Reforma Nº150 (Ver)– con Carmen Garay Katthain (1901-1995) y con quien procrearía 9 hijos.



Por su parte y como ya indiqué, Manuel Ortiz-Monasterio Popham nació el 4 de febrero de 1887 en la ciudad de México, y luego de sus estudios en la Academia de San Carlos recibió el título de arquitecto el 25 de octubre de 1913. Además de una destacada carrera en el diseño de inmuebles, sería profesor de la Escuela de Arquitectura en cálculo de estructuras y materiales para la construcción y durante un largo período, fungió como Presidente de la Sociedad de Arquitectos –de 1923 a 1935–.

Abajo, en una fotografía captada en noviembre de 1942, aparece -al centro- el arquitecto Manuel Ortiz-Monasterio con el general Ramón Jiménez -gobernador del estado de San Luís Potosí- y don Pablo Hernández -gerente de FNM- durante la inauguración de la estación ferroviaria diseñada por el arquitecto.


La trayectoria profesional de don Manuel fue sorprendente y destacó en diversos ámbitos, aunque es recordado -sobre todo- por haber diseñado el primer “Rascacielos” de la Ciudad de México, creado con Bernardo Calderón y Luis Ávila en 1931 para albergar las oficinas de “LA NACIONAL -Compañía se Seguros sobre la Vida, S.A.” frente al Palacio de Bellas Artes, en la esquina de las Avenidas Juárez y San Juan de Letrán -ahora Eje Central-.

Abajo, una toma firmada “H. Brehme” captada en 1938 en que aparece el edificio “La Nacional” enmarcado por la ampliación a la casa de los condes del Valle de Orizaba -Casa de los Azulejos- ejecutada por el arquitecto Guillermo de Heredia en 1903 y al frente, la demolición de la casa Escandón y edificios colindantes (Ver), sitio donde se edificaría el “Anexo Guardiola” del Banco de México.



El arquitecto Manuel Ortiz-Monasterio Popham diseñó arquitectura en un amplio espectro estilístico que corría desde la más pura tradición académica hasta la vanguardia modernista, pasando por edificaciones en lo que se conoce como “Art Decó” y eclecticismo nacionalista.

En 1919 diseñó la estación de Ferrocarril en Durango, edificio que se construyó entre 1918 y 22 y sigue operando, ahora como asiento de la Secretaría de Desarrollo Económico del estado.


En fachada, sobre el gran arco de acceso -a manera de arco triunfal- destaca un reloj de dos caras, en una composición de clara influencia académica; al interior, un vestíbulo de doble altura ornamenta sus muros con escudos nacional y su aparición en varias películas -“Las Bandidas” y la “Cristiada”- demuestra su trascendencia…



Un diseño que en la Ciudad de México causó revuelo también en la década del veinte, fue la cubierta y amueblado que para la sala de recaudación en la Tesorería en el Palacio Nacional entregó Ortiz-Monasterio en 1924 -trabajando con la ayuda del muy joven Vicente Mendiola- por encargo del secretario de Hacienda y Crédito Público Alberto J. Pani y con la anuencia del presidente Calles; el encargo consistió en cubrir uno de los viejos patios de Palacio (880 m²), cosa que el arquitecto emprendió con un tragaluz que descansa sobre trabes de concreto pareadas y terminadas en cartabón.


La estructura de la cubierta y sus tragaluces se ornamentó con bragas de bronce que incorporan lámparas y cabezas de león, y en los empotres, largos relieves con magueyes estilizados, además de policromía con franjas doradas.


El piso del recinto se decoró con mosaico veneciano y cenefas multicolores, mientras que la magnífica cancelería de influencia historicista, trabajada en caoba con insertos de hierro, estuvo rematada con antorchas de bronce y ónix. El diseño sigue vigente y aunque retirada buena parte del amueblado original, fue restaurado en 1999 para ser aprovechado desde 2019 para recibir a los periodistas que a diario convoca la presidencia.



También en el período, Ortiz-Monasterio diseñó para doña Josefa Noguera viuda de Llorente una casa de características neocoloniales en la calle de Artes Nº5 (calle hoy dedicada al arqueólogo Antonio Caso), a unos pasos del Paseo de la Reforma en la ahora Colonia Tabacalera.

La casa de muy distinguibles influencias estaba imbuida de ambición colonial/nacionalista y al ser entregada en 1922 resultó ejemplo a seguir; no se piense que ese derrotero fue casual: durante el gobierno de don Venustiano Carranza 1917-1920), y con la clara influencia de José Vasconcelos, se decretó una exención de impuestos para todos aquellos inmuebles que se construyeran en estilo “Colonial”.


No se piense que fue una acción aislada o poco importante, ya que en innumerables edificaciones residenciales encontramos el mismo ímpetu nacionalista de inspiración colonial; también en 1922 se edificaron siguiendo el diseño del arquitecto Bernardo Calderón y Caso sobre el Paseo de la Reforma Nº 186 y 188 las casas de don Alejandro Quijano Rueda (foto de abajo) y José Luís Rivero Quijano, mientras que al cruce con la avenida dedicada al Río Rhin el arquitecto Martínez del Collado diseñó desde 1919 la casa para don José Graciano Guichard de la Concha, casa que afortunadamente aún se conserva (Ver).


En su libro “Arquitectura contemporánea mexicana”, nos cuenta el arquitecto Israel Katzman que “El gobierno de Venustiano Carranza contribuyó a este tradicionalismo, decretando la exención de impuestos federales a todos los que construyeran sus casas en estilo colonial. Hacia 1922-1923 no solamente toma fuerza el movimiento por el número de construcciones realizadas sino por su defensa teórica…”

Ya entre 1913 y 1914, el arquitecto Federico Mariscal había dejado plasmado en La Patria y la arquitectura Nacional:
“El ciudadano mexicano actual, el que forma la mayoría de la población, es el resultado de una mezcla material, moral e intelectual de la raza española y de las razas aborígenes. Por tanto, la arquitectura mexicana tiene que ser la que surgió y se desarrolló durante tres siglos virreinales en los que se constituyó el mexicano que después se ha desarrollado en la visa independiente. Esa Arquitectura es la que debe sufrir todas las transformaciones necesarias para revelar en los edificios actuales las modificaciones que haya sufrido de entonces acá la vida del mexicano. Desgraciadamente se detuvo esa evolución y por influencias exóticas –en general muy inferiores a las originales– se ha ido perdiendo la arquitectura Nacional”. “Aún es tiempo de hacer renacer nuestro propio arte arquitectónico y para ello, estudiemos la vida de la época en que surgió y se desarrolló la vida actual y veremos como coinciden en muchos puntos las dos vidas y por tanto es posible acrecer la herencia monumental de nuestros antepasados”.


También en “Arquitectura contemporánea mexicana”, Israel Katzman nos dice que:
“Es en 1922-23, cuando en un grupo numeroso de arquitectos, la voluntad de emplear formas tradicionales madura lo suficiente para lanzarse abiertamente ya a la construcción de una serie de obras neo-coloniales. En esos dos años, Manuel Ortiz Monasterio hace en dicho estilo una casa en Artes, otra en Reforma 234 y un edificio de apartamientos en Vizcaínas Nº12 y 14.”

Las inconfundibles “Casas de los Perritos” en la calle de las Vizcaínas Nº12 y 13 –justo frente a la cúpula de Capilla del propio Colegio– retoman los marcos acodados del edificio diseñado por José Miguel de Rivera Saravia en el S. XVIII, aunque permitiéndose la libertad de mostrar en el dintel de las puertas de acceso a los patios, un relieve de evidente influencia contemporánea.



Además, también en 1923, el arquitecto Ortiz-Monasterio diseñó -trabajando ya con Luis Ávila- el nuevo edificio para “La Nacional Financiera” en el Nº25 de la avenida Centenario (hoy Nº853 de Venustiano Carranza –el mismo que decretó la exención de impuestos federales a todos los que construyeran sus casas en estilo colonial–), en un sobrio estilo neocolonial que claramente retomaba los lineamientos de la arquitectura virreinal que se generalizó en el S. XVIII, combinando cantera y Tezontle; las recias líneas del edificio que aún se conserva íntegro a pesar de haber modificado el uso, es magnífico ejemplo de ese rescate a “la herencia monumental de nuestros antepasados”…



La otra mención que hace Katzman es a la casa en el Paseo de la Reforma 234, que sería edificada durante 1922 y entregada al año siguiente a don Carlos González de Cosío sobre un terreno de 569m² en la esquina del Paseo y la calle Havre; indicada como ejemplo de la “casa en estilo colonial” que sería comentada en varias publicaciones y promovida en el Nº12 -segunda serie- de “EL ARQVITECTO -Revista de Arquitectura y Artes Americanas de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos-” por 1923.


En el texto “Las modalidades de la Casa Señorial en México” que acompaña a las imágenes, el arquitecto Alfonso Pallares nos dice:
La casa en el Paseo de la Reforma construida por el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio, acopla con la sutileza plástica que caracteriza las obras de este arquitecto, elementos platerescos que tuvieran también cabida en nuestros monumentos coloniales con notas de arte aborigen, derivadas más directamente de los restos arqueológicos más en boga en nuestros días…

La casa se edificó para don Carlos González de Cosío y Marroquín, ingeniero topógrafo que el 16 de agosto 1900 había contraído matrimonio -en el Oratorio del que fuera Palacio Arzobispal- con Amalia Hegewisch Castro (1875-1950), hija de don Everardo Hegewisch Martínez (1846-1920) y Amalia Castro Marín (n.1851-). El ingeniero González de Cosío era hijo de don Francisco de Paula González de Cosío Arauz, también ingeniero y gobernador del estado de Querétaro –a quien suplió en diversas ocasiones– y Guadalupe Marroquín López, familias ambas que siguen vigentes en el ámbito político y legal…


Así, la casa González de Cosío/Hegewich en la esquina del Paseo de la Reforma con la calle de Havre, se transformó en estandarte de esa nueva corriente, y retomando nuevamente a Katzman leemos:
Hacia 1920, surgen aisladamente en la capital algunas casas con ornamentos platerescos, aleros con teja, rejas de hierro forjado, azulejos, recubrimientos de ladrillo, etc., búsqueda de lo mexicano paralela al gusto por las canciones y novelas de la Revolución, los sarapes y la cerámica de Tlaquepaque. Esta propensión de la clase media es reforzada paradójicamente aun por los de actitud todavía extranjerista por el hecho de que en California se estaba poniendo de moda el Spanish, que comprendía el plateresco y una arquitectura popular, provinciana y pintoresca cuyo origen se podía encontrar en las costas del mediterráneo, en la América Latina en general o, tal vez, en los ranchos mexicanos…


Edificada en tres niveles, la casa se desplantaba sobre un basamento –que recibía sillares de talla rústica a modo de “Almohadillado”– sobre el que descansaba una holgada “Planta Noble” en que se desplegaban las habitaciones principales, rematando la esquina en un torreón cubierto de techo a cuatro aguas y amplios aleros. En fachada, una variada decoración –que incluía rusticato renacentista, escudos heráldicos, remates góticos y azulejo a la manera mudéjar– engalanaba un conjunto que causaba admiración entre los viandantes…

El arquitecto Vicente Mendiola –por entonces un joven que contaba apenas 25 años y trabajaba en el despacho Ortiz Monasterio/Calderón Caso– la incorporaría siempre en su currículo, ejemplo de su muy amplio vocabulario compositivo, al lado de los techos de la Tesorería en el Palacio Nacional…



Me sorprende el que esta casa apareciera frecuentemente como ejemplo de esa corriente nacionalista, más aún cuando en fachadas veo elementos formales que parecerían ligarla más a un eclecticismo exacerbado –no puedo evitar hacer referencia a la arquitectura mudéjar española con la torre a la manera de la Iglesia de San Tirso en Sahagún, la portada de la Universidad de Salamanca en lo intricado de la talla, la talla rústica que recuerda el Palacio de Carlos V de la Alhambra o la “Casa de las conchas” con el blasón de los Maldonado, también en Salamanca, hasta pasar por el Palacio de Cogolludo en Guadalajara– que a una intención de rescate de raíces virreinales…



Lo que sí me queda claro es que hay un evidente gusto por el recate de “ornamentos platerescos”; generalmente, ese “plateresco” se refiere a un estilo arquitectónico –que se desarrolló en España a finales del siglo XV y principios del XVI– que se caracterizó por el empleo de estructuras góticas a las que se añadían elementos renacentistas y abundantes adornos. En la casa González de Cosío/Hegewich, el sitio que mejor ejemplifica esa intención es el pórtico de acceso, con la idea de retomar la fastuosa crestería calada del Palacio de Monterrey en Salamanca o el Palacio de Cogolludo en Guadalajara, incluyendo los sillares almohadillados que le diseñara don Lorenzo Vázquez de Segovia.

Aquel pórtico con vista hacia el Paseo de la Reforma, acceso de autos y jardines, debió sorprender con su talla en piedra con curiosa ornamentación gotizante, y no se puede menos que recordar la ornamentada crestería de la Portada de la Universidad de Salamanca o la Casa de las Conchas, antiguo palacio urbano de estilo gótico y elementos platerescos, cuya construcción concluyó hacia 1517…


Aunque también se puede pensar en un guiño por parte de Ortiz-Monasterio al edificio de la Quinta casa de Correos, inaugurada por el propio Porfirio Díaz el 17 de febrero de 1907, siguiendo el diseño de Adamo Boari, maestro del arquitecto.


En otras áreas de la fachada, la ornamentación a que acude Ortiz-Monasterio estaría ligada a la tradición mudéjar, muy a la manera del palacio de Pedro I –llamado también palacio del Rey Don Pedro y palacio Mudéjar–, edificio que forma parte del complejo monumental del Real Alcázar de Sevilla, edificado junto al palacio Gótico de Alfonso X.

Abajo, la portada hacia el patio de la Montería del Real Alcázar de Sevilla, edificio que muestra un alero de madera, sostenido por mocárabes dorados, con un mural de azulejos e inscripción; la idea de rematar un edificio con azulejos –y su uso en la casa González de Cosío/Hegewich– probablemente se pueda rastrear hasta aquella riquísima tradición mocárabe…



Además de los elementos platerescos y sus evocaciones góticas y renacentistas, el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio delinearía en la fachada –punteando la esquina– un escudo de armas remontado de un Yelmo con lambrequín que parece haber hecho alguna alusión a la familia Solís, dadas las características del blasón; abajo, pongo como ejemplo las “Armas parlantes de los Solís”, en la “Casa del Sol” en Cáceres; con un escudo de oro que presenta un sol heráldico de gules con rayos mordidos por ocho cabezas de serpiente de Sinope y sobre montado por un yelmo.


El escudo se talló en la esquina, casi como soporte a un fuste entorchado en la arista del torreón, como parte de un lenguaje que remite a las justas y batallas medievales, en ese espíritu que rescataba los “…tres siglos virreinales en los que se constituyó el mexicano”. Otro ejemplo aparece en el escudo heráldico de la esquina que hacen las calles Jesús y María y Cabeza en el viejo Madrid, apenas a unos pasos de la plaza Tirso de Molina, donde antaño se levantaba el antiguo Convento de la Merced.



Al interior, la casa debió ser sorprendente y algunos detalles se pueden descubrir en las fotografías captadas justo antes de la entrega de la obra en 1923, que aparecieron en la revista “EL ARQVITECTO” de ese año.

En la página 6 y con el epígrafe “La Escalera” apareció una fotografía en que sorprende la escalinata de intrincada geometría –que seguramente subía al torreón y bajaba al vestíbulo de Reforma– trabajada en madera con intricada talla de ecléctica inspiración, ejecutada por el maestro Manuel Huerta en su taller de la calle del Chopo Nº82. Se distingue además el magnífico lambrín –revestimiento de azulejos en las paredes– que debió tener eco en diversas partes de la casa, y arriba el plafón de gran calidad y un vitral a manera de tragaluz.



En la página 5 aparece “El Comedor”, que debió diseñarse para ser uno de los salones importantes en la “Planta Noble”, imagen de la que surge la profusa decoración creada por Ortiz Monasterio y carpintería ejecutada por Manuel Huerta, aunque aún sin los arbotantes que deberían flanquear la chimenea. A la izquierda el marco con suntuosa talla se hace eco del lambrín que envuelve la habitación, mientras que el recio plafón –que no puedo evitar sentir tiene influencia del trabajo de Augustus Pugin en el Palacio de Westminster– muestra reminiscencias del diseño para la sala de recaudación en la Tesorería en el Palacio Nacional.



El dato para la ejecución de la carpintería se despende del anuncio que el propio Huerta publicara en 1923 –seguramente como parte de la promoción que Ortiz Monasterio hacía de su trabajo–, mostrando su labor en los barandales de la casa González de Cosío/Hegewich en Paseo de la Reforma Nº234.



En lo que concierne a Katzman, la casa es claro exponente de “NACIONALISMO” y quedó incorporada –en Arquitectura Contemporánea Mexicana– con las obras ejecutadas entre 1922 y 1926 por Federico Mariscal, Carlos Obregón Santacilia, Ángel Torres Torrija, Luis Robles Gil, Francisco Martínez Negrete, Agustín de la Barra, Salvador Vértiz, Augusto Petriccioli, Rafael Goyeneche y hasta Manuel Amabilis…



La casa tendría una interesante historia, aunque destruida prematuramente en 1946 para construir sobre el predio un edificio de oficinas de corte funcionalista, diseñado por la mancuerna Ricardo de Robina y Jaime Ortiz Monasterio; entretanto, el arquitecto Manuel Ortiz-Monasterio Popham seguiría diseñando edificios de particular relevancia y que en su mayoría aún maravillan al viandante de nuestra ciudad.



En el periódico Excelsior del 15 de marzo 1925, se hace mención de una Casa de campo –en la Colonia del Valle–, propiedad del señor Rafael Salcedo que había diseñado Ortiz Monasterio en un estilo “Colonial” del que no he logrado obtener mayor información…

Un proyecto que haría destacar la obra del arquitecto Ortiz Monasterio fue el diseño de 1929 del “Edificio Imperial” para albergar oficinas en la Avenida Juárez Nº97, apenas a unos pasos de la entonces Secretaría de Relaciones Exteriores y a corta distancia del paseo de la Reforma y la Estatua Ecuestre de Carlos IV.


El edificio de diez niveles apenas se salvó de la demolición a raíz de la ampliación del Paseo hacia el noreste y aún se conserva con su fachada de remate gótico a un lado de la que fuera Nueva Torre de la Lotería Nacional –Edificio Prisma–, diseño de Ramón Torres en 1970 y que parcialmente sustituyó la casa de don Francisco Espinosa (Ver) en la que había sido calle de Patoni.



También en ese período, Ortiz Monasterio diseñó el edificio de departamentos “Santa Clara” …


El Edificio Santa Clara, con el Nº8 de la calle de Bolívar –entre Tacuba y Cinco de Mayo– se edificó en 1929 para albergar departamentos y comercios en la parte baja; el edificio es netamente funcional, aunque con líneas decorativas de inspiración “gótica” que abrevan en la misma tradición historicista que la casa en Reforma 234. Aunque pasó por una mala época, el edificio ha sido recuperado y en la parte baja conserva un amplio vestíbulo que ha adquirido nuevos usos.



1930 fue un año productivo para Ortiz Monasterio y Calderón, ya que edificaron las casas de Puebla 402 y Yucatán 54 (demolidas ambas), así como el moderno SANATORIO en Av. Insurgentes Nº70, que apareció en la revista Tolteca Nº19 de mayo 1931.

Desde ese mismo año, don Manuel Ortiz Monasterio trabajaba ya en un nuevo proyecto por el que es recordado: el primer “Rascacielos” de estructura metálica en la Ciudad de México, creado con Bernardo Calderón y Luis Ávila en 1931 para albergar las oficinas de “LA NACIONAL -Compañía se Seguros sobre la Vida, S.A.” frente al Palacio de Bellas Artes, en la esquina de las Avenidas Juárez y San Juan de Letrán -ahora Eje Central- el edificio se entregaría en 1932.


El que sería admirado como primer edificio alto de América Latina, es una construcción de armadura metálica levantada sobre pilotes profundos y terminada en concreto aparente, con cálculo del ingeniero Bernardo Calderón, y líneas modernas inspiradas en el perfil de los rascacielos norteamericanos y evocación de las sobrias líneas que ahora llamamos “Art Deco”.



“La Nacional” marcaba un claro alejamiento de las líneas académicas y paso a las vanguardias, en un edificio que se hacía eco de lo que ya había planteado el edificio de “Seguros Latinoamericana” en la esquina opuesta. “LA NACIONAL -Compañía se Seguros sobre la Vida, S.A.” sería la gran punta de lanza para varios edificios de altura importante que Ortiz Monasterio y Bernardo Calderón diseñarían en la Ciudad de México con heterogéneos resultados.


El arquitecto Ortiz Monasterio planteó que se debía edificar un edificio “gemelo” para dar frente congruente al Palacio de Bellas Artes que finalmente se había inaugurado en 1934; aunque la ampliación se ejecutó, el edificio no tendría las características planteadas de origen. Aunque bien construido, “La Nacional” sufrió de hundimientos diferenciales, y un desplome que se exacerbó con el sismo del 19 de septiembre de 2017.





Desde 1934, se encomendó a la mancuerna Manuel Ortiz Monasterio/Bernardo Calderón diseñar un alto edificio a espaldas del palacio de Bellas Artes, donde paradójicamente, estaba una de las casas coloniales de importancia: La casa de los Mariscales de Castilla…



La casa edificada de origen en el siglo XVI fue propiedad de don Carlos de Luna y Arellano, Mariscal de Castilla, casado con Leonor de Ircio y Mendoza, sobrina del primer Virrey de la Nueva España y cuñada del segundo Virrey Luis de Velasco. Aunque con algunas modificaciones del siglo XVII, la casa aún exhibía un llamativo remate almenado y hermoso balcón decorado en la esquina; intervenida en siglos posteriores, el terreno albergó además las casas de Manuel Tolsá y Vicente Riva Palacio.

Demolida en 1943, el terreno sería ocupado por el “Edificio de La Mariscala” –de 22 pisos y sobrias líneas trazadas por Ortiz Monasterio–, que sería mayormente ocupado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP). A raíz del sismo de septiembre de 1985 la estructura quedó seriamente dañada, por lo que fue demolida en 1987…




Desde 1933, el despacho trabajaba en el diseño de una nueva torre emblema para “La Lotería Nacional” que sobrepasara los cien metros de altura, justo frente a la “Plaza de la Reforma”, aprovechando el terreno que habían ocupado la casa De la Torre/Díaz (Ver) y otros predios aledaños; aunque de compleja evolución, diseño y construcción estuvieron a cargo de Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón y Luis Ávila, en colaboración con el ingeniero estructural Guillermo Martín Plata.


El diseño se arbitró reiteradamente, tanto por requerimientos técnicos como estéticos, aunque la mayor limitante resultaba el reglamento y ley de construcción, que prohibía edificaciones de semejante altura; por instrucciones del presidente Lázaro Cárdenas, don Aarón Sáenz -jefe del Departamento del Distrito Federal- modificó el reglamento y para fin de 1934 se inició la construcción del nuevo edificio de estructura de acero y elegantes líneas que coronaría en un fastuoso remate.


Dadas las características del subsuelo, la cimentación enfrentó diversos desafíos y ante la sorpresa de los citadinos, para 1935 se alzaba ya una estructura metálica que fijaría el posterior desarrollo del Paseo de la Reforma…


“El Moro” –apelativo que nunca ha quedado satisfactoriamente explicado– fue pionero en muy diversas áreas y el diseño de Ortiz Monasterio sería ampliamente celebrado, incluyendo la sorprendente sala de sorteos y el remate de “fuentes” que sostuvo por años una antena trasmisora. El edificio conservó su apariencia hasta 1985, luego de que el sismo de septiembre afectara severamente la estructura y se decidiera retirar el remate que desde 1936 coronaba el edificio.




En la década del cincuenta, el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio trabajando nuevamente con Luis Ávila, diseñó el conjunto “Verónica” para la Compañía Mexicana de Luz y Fuerza, en la confluencia de lo que hoy conocemos como vías rápidas Circuito Interior y Marina Nacional. El amplio conjunto inició edificación en 1954 y sería entregado en 1957.


Aunque extensamente intervenido, el edificio es aún reconocible, y alberga ahora las “Oficinas de la Dirección de Control de Sentenciados en Libertad del Órgano Administrativo Desconcentrado Prevención y Readaptación Social” en Melchor Ocampo 171.



A inicio de 1946, la casa del Paseo de la Reforma 234, esquina con Havre fue destruida y sustituida en el terreno por un edificio de oficinas de corte funcionalista, paradójicamente diseñado por la mancuerna de Jaime Ortiz Monasterio y Ricardo de Robina. El edificio se entregó en 1947 y sufrió algún deterioro luego del sismo de 1957; la estructura intervenida y reforzada a raíz del sismo de septiembre de 1985 recibió una nueva fachada y tiene espacios disponibles…



El arquitecto Manuel Ortiz-Monasterio Popham murió el 19 de enero de 1967, poco antes de cumplir los ochenta años; aunque la casa de Reforma 234 desapareció, parte de su extensa obra aún está presente en la cuidad y es reflejo de la historia cultural que acentúa el espacio urbano.




Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



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