miércoles, 25 de septiembre de 2019

La casa de don Luís Escalante y María Leonor Martínez de la Torre en Santa Clara (ahora Tacuba 53)




Siguiendo un diseño del ingeniero civil y arquitecto Emilio Dondé, presentado en 1891 y ajustado hasta terminar la obra en 1895, se edificó sobre la calle de Santa Clara la casa que don Luís Escalante Gómez de la Casa habitaría primero como “hombre acomodado” y luego marido de la distinguida María Leonor Martínez de la Torre Cuevas. Al paso del tiempo y luego de la inesperada muerte de don Luis, la edificación fue ampliada e intervenida, pero se conserva en muy buenas condiciones –a pesar de haberse alterado la fachada en planta baja y reformado los salones– en el N°53 de la calle de Tacuba.



Don Luis Escalante Gómez de la Casa, nació en la Ciudad de México en 1871 y murió prematuramente en 1909 a los 38 años; décimo segundo de 14 hermanos, sus padres fueron Joaquín Escalante Fernández (1826-1876) y Julia Gómez de la Casa Zozaya (1829-1901). Apasionado coleccionista de armas, entusiasta del juego de billar, devoto de los caballos y promotor de las carreras ecuestres, se desenvolvió como organizador de galopadas y con el apoyo de don Pedro Rincón Gallardo, factor determinante en la evolución del Hipódromo de Peralvillo y su Sociedad Mexicana de Carreras de México hasta llegar a los preparativos para crear el Hipódromo de La Condesa...


En su libro “México Pintoresco, Artístico y Monumental”, don Manuel Rivera Cambas nos platica que el de Peralvillo fue el primer hipódromo formal de la Ciudad de México; hasta entonces, las carreras de caballos –y las apuestas respectivas– se improvisaban lo mismo en terrenos de San Lázaro que en el Rancho de Nápoles. La pista e instalaciones fueron inauguradas en un potrero del “Rancho de Vallejo” el 23 de abril de 1882 por la Sociedad Mexicana de Carreras y se transformaron rápidamente en el sitio predilecto para ver y ser visto…


Aquellas gradas estuvieron donde hoy una discreta calle rinde homenaje a Gioacchino Rossini –inolvidable autor de la ópera “El barbero de Sevilla”, basada en la obra de Pierre-Augustin de Beaumarchais– muy cerca del cruce con las calles que consideran a los tenores Enrico Caruso y Florencio Constantino, y donde apenas un parque con cancha deportiva de la Colonia Ex Hipódromo de Peralvilo, nos remite a aquel pasado…

El 20 de marzo de 1883, aparecía “El Imparcial” que amonestaba:
“…los hombres ricos imitan las modas europeas y fundan así un Jockey Club; el deporte hípico no es más que un pretexto para la tertulia diaria en un nuevo cenáculo, del que son directores y miembros don Manuel Romero Rubio, don Pedro Rincón Gallardo, don Samuel Knight, don José Gargollo, don Ramón G. Guzmán, don José Yves Limantour, don Manuel Nicolín, don Pablo Escandón, don Luis de Errazu, don José Izita, y don Francisco Suinaga.”


Nombres identificables todos, aunque en la edición de “El Siglo XIX” del viernes 10 de junio de 1881, con precisión se había dado a conocer la primera junta directiva del Jockey Club: don Francisco Somera, como presidente -despachando en la casa de la calle de Santa Clara N°12-, don Pedro Rincón Gallardo (que aparece arriba) y el general Ignacio Mejía, como vicepresidentes, don José Yves Limantour como secretario y don Pablo Escudero como vocal; en ese momento se habían inscrito treinta accionistas y tenían grandes proyectos para la Sociedad Mexicana de Carreras …



Para 1887 el Jockey Club acondicionó una hermosa casona colonial –conocida como la Casa de los Azulejos– que fuera residencia de los condes del Valle de Orizaba en la antigua calle de San Francisco N° 4 (ahora Madero), y a la que Manuel Gutiérrez Nágera -uno de los grandes cronistas de las idiosincrasias capitalinas del siglo XIX- incluyó en sus poemas para dar luz en la descripción de la duquesa “que adora a veces al duque Job” dándole realce histórico a la zona con su popular:
Desde la esquina de la Sorpresa
hasta las puertas del Jockey Club,
no hay española, yanqui o francesa
ni más bonita ni más traviesa
que la duquesa del “Duque de Job”.

Acceder a aquel recinto era todo un privilegio y ahí concurría Luis Escalante…



A pesar de su juventud, desde 1889 Luis Escalante Gómez de la Casa figuraba de manera prominente en el entramado de los eventos ecuestres del Hipódromo de Peralvillo, representando desde 1891 ante los miembros del Club a don Pedro Manuel Constantino Rincón-Gallardo Romero de Terreros, cuando su nombramiento como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México frente al gobierno de Nicolás II de Rusia lo mantuvo apartado.

Ya desde 1898, los miembros del Jockey Club habían decidido que aquella pista del hipódromo en Peralvillo presentaba algunos inconvenientes por lejanía e insalubridad –las constantes polvaredas que se levantaban en plena temporada de carreras a causa del ya innegable desecamiento del lago de Texcoco–, por lo que los miembros del Club –encabezados ya por don Francisco Z. Mena– confiaron en Luis Escalante para hallar un nuevo espacio llano, para dedicarlo a competencias y exhibiciones ecuestres; las negociaciones para adquirir el terreno de 293,684 m² comenzaron en 1902 y la transacción se concretó en 1908 con el Banco Mutualista y de Ahorro -que lo había adquirido de las sucesiones testamentarias de don Vicente Escandón y Guadalupe Arango de Escandón, propietarios de la antigua Hacienda de la Condesa- como asiento del nuevo hipódromo del Jockey Club para el resplandeciente S. XX.


El nuevo hipódromo se inauguraría en octubre de 1910, aunque don Luis Escalante no estaría presente…



Ya desde aquel 1891 y a instancia del propio Pedro Rincón Gallardo, Luis entró en posesión de un predio de 632 m² en la 1ª calle de Santa Clara –que la tradición cuenta había sido asiento de una residencia de Manuel Payno‒, a apenas un callejón del antiguo convento y su capilla de la Purísima Concepción –que se conserva como Biblioteca General del Congreso de la Unión– dos cuadras al poniente de la Catedral y a metros de la recientemente ampliada avenida Cinco de Mayo; ese predio con una vieja edificación virreinal sería confiado al arquitecto e ingeniero Emilio Dondé Preciat, prestigiado constructor que ya tenía en su haber los diseños de varias residencias cercanas, así como la notable intervención en la casa de la marquesa de San Mateo Valparaíso y luego propiedad del marqués de Moncada en la antigua calle de San Francisco, para transformarla en el muy popular “Hotel Iturbide” (hoy "Palacio de Cultura Banamex"), a unos pasos del Jockey Club.


Además del “Café Colón” en el Paseo de la Reforma –frente al monumento dedicado al genovés en la segunda glorieta del Paseo–, por entonces Dondé Preciat edificaba ya la pródiga Iglesia de San Felipe de Jesús en los terrenos que ocupara la capilla de Nuestra Señora de Aranzazú anexa al Templo de San Francisco y que aparece abajo vista desde los balcones del Jockey Club...



Por si faltara algún fundamento para reconocer la jerarquía profesional de don Emilio, puedo agregar que además de varias publicaciones con el Ayuntamiento de la capital y su proyecto para el Banco Nacional, participó en el notorio concurso para el Palacio Legislativo Federal que se convocó a nivel mundial en 1897 y que sería finalmente otorgado –luego de larga controversia– a Henri Jean Émile Bénard.



Emilio Dondé había nacido en Campeche, e ingresó a la Academia de San Carlos en 1867, como una de las últimas generaciones que recibirían el título de “Arquitecto e Ingeniero civil”. Alumno destacado, impartió clase –transitoriamente– de Geometría descriptiva y participó con Ángel Anguiano en el diseño del proyecto de la cúpula para el Observatorio Astronómico de la Escuela Nacional de Ingeniería; aprobó el 8 de julio de 1872 su examen profesional de arquitecto e ingeniero civil, en la Escuela Nacional de Bellas Artes.



En su libro “Arquitectura del Siglo XIX en México”, publicado por Israel Katzman en 1973, aparece una significativa lista de las obras de don Emilio, aunque Katzman lamenta que “Desgraciadamente la mayor parte del archivo de planos y fotografías del Arquitecto Dondé que se había donado al INAH desapareció antes de que pudiera examinarlo, y solamente existe una lista de su contenido.”

Por fortuna, Marcela Saldaña Solís y Pedro Paz Arellano han divulgado los hallazgos de sus investigaciones recientes e informan que buena parte del repertorio está en el “Archivo Geográfico Jorge Enciso del CNMH-INAH, como Donaciones Emilio Dondé” donde se ha guarecido buena parte de lo que supongo era aquel archivo listado por Katzman; de ahí retomo algunos de los datos que ilustran la labor de Dondé, donde resalta el interés por aleccionar a los interesados en sus ideas y proyectos.


De particular interés resulta el documento que acompaña una de las propuestas iniciales que el arquitecto hiciera a Escalante y donde sorprende mirar los que parecen bocetos preliminares para la adecuación de la casa, acompañados de un texto que a la letra indica:
Programa para la casa del Sr. Lu. Es.
La casa o habitación del hombre acomodado debe tener un sello especial en toda ella, debe dominar la idea de confort acompañada de cierto lujo y deben pertenecer por completo al dueño sus departamentos, debe constar de 4 departamentos, a saber 1° recepción, 2° habitación, 3° servicios de coches y caballos, 4° servidumbre, todos colocados convenientemente.
El departamento de recepción, debe contar…

En el N° 37 del “Boletín de Monumentos Históricos” que en 2016 publicó la Subdirección de Investigación del INAH, el propio Pedro Paz analiza una fracción de los documentos archivados y retomando parte de ese texto, titula su investigación “Un proyecto de reformas para la casa de un hombre acomodado (1891-1896)”, complementando el análisis con los diversos planos que dieron posibilidad al diseño definitivo de la casa. 
Ver  



De los dibujos firmados en 1891 por Dondé para la casa N° 23 de la calle de Santa Clara y que aparecen arriba, mostrando el nivel de acceso desde la calle (izquierda) y el primer piso (derecha), se deduce la aplicación de aquellas nociones y muestra claramente el diseño que el arquitecto concluyó –o asignó– de las necesidades de su cliente: En planta baja y anexo al acceso, -además de la oficina- un billar; más adelante y mirando al patio principal, una sala de armas y espacio de sobra para Coches; al fondo y con su propio patio, cuadras para ocho caballos…

En el piso alto y ligado con una magnífica escalera, vestíbulo unido a un gabinete iluminado cenitalmente, Grande y Pequeño salones, así como unión al comedor por una galería acristalada desde una sala de asistencia. En el “Archivo Geográfico Jorge Enciso del CNMH-INAH…”, se conservan además algunos de los bocetos para el diseño interior del Gran Salón.



En lo referente al diseño de fachada, la casa de don Luís Escalante sería una demostración de las habilidades de Dondé, con una composición emanada de las instrucciones de los tratadistas en cuanto a proporción y escala, que resulta aún más admirable cuando consideramos que no se trató de un diseño totalmente nuevo, sino de la adecuación de una estructura preexistente, de la que se aprovecharon parte de los elementos estructurales...


En el documento que he citado, Pedro Paz Arellano (Ver) hace un detallado análisis del proyecto, por lo que no redundaré en lo ahí explicado, pero quisiera insistir en apuntar el cuidado con que Dondé detalló los planos definitivos –incluyendo la estereotomía para el corte de cantera–, cosa que para la mirada contemporánea resulta sorprendente o cuando menos insospechado.



No tengo datos fidedignos del porqué la ejecución de la obra se llevó casi cinco años, pero es comprensible que un proyecto con esas características, ejecutado para un cliente tan joven (recuérdese que don Luís Escalante Gómez de la Casa había nacido en 1871, por lo que cuando comisionó el diseño a Dondé, contaba apenas veinte años), sufriera algunos demoras y alteraciones en el proceso de transformación, ejecución y amueblado.



Lo que sí es claro, es que en el diseño construido que llega hasta nosotros –edificado hace ya 125 años– la calidad de materiales, labrado y ejecución, es óptimo y a pesar del tiempo y deterioro natural, se conserva prácticamente indemne…



Acceder a la casa debió ser un espectáculo digno de relato, y a pesar de las alteraciones hechas al diseño original, lo sigue siendo; caminar por la Calle de Tacuba y mirar a los viandantes hacer una pausa frente al portón del Número 53 es prueba de ello.



Aunque vestíbulo y escalera principal han sido tapiados, el primer entre-eje del pasillo de entrada se conserva con la decoración de origen y permite imaginar lo que acceder a la casa Escalante debió conllevar; aunque la policromía de los plafones ha sido terciada, es claro que aún podemos comprender las características ceremoniales de la senda que daba paso a la antesala del cuarto de billar y sala de Armas, seguir hacia el patio o subir a la zona residencial...



De seguir por el pasillo, el espacio se abría al primer patio que daba paso a las cocheras y cuarto de arneses, para pasar luego al segundo patio que permitía iluminar y ventilar las ocho caballerizas, de las que con admiración, Pepe Rey comentó en “The great Stables of Mexico” primera revista dedicada al deporte en México; impreso publicado desde 1896, que aparecía semanalmente y estuvo en circulación cerca de 10 años, con noticias de futbol, ciclismo y equitación:

The iron ceiling is painted gray and the walls covered with luxurious and expensive imported white tiles, cut into large squares. All around the perimeter of the stable runs a beautifully painted cove. The stable guides are made of wrought iron and the feeding boxes are white porcelain. Bright brass rings attached to the crib above the feeding boxes give an aristocratic air to each post. Mr. Escalante's stable is lit with incandescent lamps.


Debe haber sido sitio al que muchos anhelaban llegar.


Tal y como se indica en los planos del proyecto, de aquel segundo patio también se podía subir por una escalera al entrepiso dedicado a servicios o llegar a la parte más alta, donde la servidumbre tenía aposentos. De tomar la escalera principal, los visitantes podían llegar al piso alto, donde la jerarquía espacial estaba claramente marcada en fachada y donde el “Gran Salón” y su balcón era el protagonista…





Nuevamente recurro al “Archivo Geográfico Jorge Enciso del CNMH-INAH…”, y los bocetos que se conservan para el diseño interior del Gran Salón de la casa de Santa Clara 23; no he sabido qué tanto de esos interiores se ejecutó, aunque las características de los dibujos indican que era un proyecto terminado y suficientemente adelantado para ser ejecutado. Sugiero recurrir al texto de Pedro Paz que hace una magnífica recreación de ese espacio.




Lo que sí sé, es que don Luis Escalante casó el 16 de mayo 1892 con la hermosa María Leonor Martínez de la Torre Cuevas (1870-1933) [hija de don Rafael Martínez de la Torre (distinguido abogado, Regidor del Ayuntamiento de México y Diputado al Congreso de la Unión, en donde destacó como orador parlamentario 1826-1876) y Concepción Cuevas Estanillo (hermana mayor de Luis Gonzaga Cuevas Estanillo, propietario de la hacienda de San Juan de Dios, 1830-1898)] fungiendo como testigos: Rafael Martínez de la Torre Cuevas (1857-1895) y Adolfo Martínez de la Torre Cuevas (1862-1901) hermanos de la novia, Antonio Álvarez Rul (senador por el estado de Querétaro), Luis Elguero Pérez-Palacios y Antonio Escalante Álvarez del Mazo amigos de los novios.

Abajo, la comentada belleza de la que para 1892 sería doña Leonor Martínez de la Torre y Cuevas de Escalante.


Considerando que la casa se hallaba en plena ejecución, ese diseño pasó de ser “La casa o habitación del hombre acomodado” a transformarse en residencia de matrimonio Escalante y Martínez de la Torre, dignidad residencial con pilastras, frisos y cornisamento de espectacular brillantez.



Al poco tiempo, el matrimonio procrearía a María Escalante Martínez de la Torre (n.1898) que habitaría en esa casa y contraería luego matrimonio el 20 de mayo 1918 ‒en el Templo de Santa Brígida (Santa Veracruz)‒, con Manuel Campero Cervantes, Marqués Apartado; y luego Leonor Escalante Martínez de la Torre (1905-1936) que contraería matrimonio el 26 de abril 1926 en Los Ángeles, California, E.U.A., con Eduardo Raúl Meade López-Portillo (1898-1930).

Como ya he señalado, don Luis Escalante Gómez de la Casa murió prematuramente en 1909 a los 38 años dejando viuda y dos hijas de once y cuatro años. Por algún tiempo la casa de Tacuba 53 seguiría siendo residencia de la mutilada familia, pero luego de los acontecimientos de 1913, Leonor Martínez de la Torre y Cuevas, viuda de Escalante y sus hijas Leonor y María dejaron la casa.


Arriba, bajo una imagen que apareció en la revista SOCIAL N° 289 de agosto de 1960, se lee: “Doña Leonor Martínez de la Torre y Cuevas, viuda de Escalante acompañada de sus hijas Leonor y –de pie– María Escalante y Martínez de la Torre, más tarde señora de Campero, marquesa del Apartado.”

Así, desde 1913, comenzó un periplo de transformaciones para la que había sido casa Escalante-Martínez de la Torre. En octubre de ese año, el ingeniero Adolfo Amescua firma un proyecto para la modificación y ampliación de la casa que Emilio Dondé había transformado menos de veinte años antes; el ingeniero que en décadas siguientes diseñó varios edificios en la colonia Hipódromo, retiraba la escalera principal y caballerizas, colocando ahí un nuevo cubo de escalera con elevador, que permitiría llegar así a un nuevo cuarto nivel que incrementaba la superficie rentable en más de 420 m².


Además de la ampliación en altura, se intervino la fachada original para aprovechar el nuevo impulso comercial de la calle de Tacuba (ahora tanto Santa Clara como San Andrés y Escalerillas recibían ese nombre), modificando las ventanas y cantería de despacho y cuarto de juego, para dar acceso irrestricto a locales comerciales que sacarían provecho con amplios exhibidores.

Afortunadamente, la fachada de la “Planta Noble” del diseño de Dondé se conservó casi intacta y salvo el incremento de altura ‒que respetó entre-ejes y herrería‒ el virtuosismo artístico del diseño sigue manifiesto.



Los cambios en la dinámica comercial de la ciudad han cobrado un inexorable costo a muchos de los inmuebles de la zona, pero afortunadamente la casa de Tacuba 53 ha sido bien conservada y recientemente restaurada; aunque la vegetación que se plantó hace tiempo suaviza el entorno urbano, oculta parte de la fachada y podría representar una amenaza a la integridad estructural del edificio.





Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



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