sábado, 29 de febrero de 2020

La Villa Pliego / López Mateos en Tlalpan.

Conocida como Casa Frissac, se dice fue además residencia de don José Vicente Villada, y ahora alberga el Instituto Javier Barros Sierra.


Edificada a manera de una villa renacentista tomando como modelo alguna de las casa veraniegas trazadas por Andrea Palladio en Vicenza –aunque diseñada con toda la destreza de un arquitecto académico siguiendo lineamientos establecidos por Sebastiano Serlio–, la Villa Pliego se edificó a final del S. XIX para don Jesús Pliego Pastrana, por entonces cabeza del ayuntamiento local y propietario de extensas tierras en el Estado de México con las haciendas de Enyege y Tepetitlán. Obra del arquitecto Antonio Rivas Mercado –a decir de Ángel Vargas‒, pasó a ser finca del general José Vicente Villada y para 1964 quedó en propiedad de don Adolfo López Mateos –ya ex presidente de México- y luego pasó a manos de su hija -Ave López Zámano de Zolla-, que por años la prestó al Colegio Lancaster y luego la entregó a la tutela delegacional en 1999 (Vía Servimet), ahora Alcaldía de Tlalpan.


Ha aparecido como escenografía en varios comerciales y películas, y desde el 2000 es sede del Instituto Javier Barros Sierra; aunque el imaginario popular la mantiene ligada a la familia “De Frissac” y el colorido e idealizado personaje de “Chucho el Roto”, no existe relación alguna con esa leyenda.




Don José de Jesús Pliego Pastrana nació en Toluca –Estado de México‒ en 1872, hijo de don Luis Pliego Pérez (n.1846) y doña Dolores Pastrana Cuevas, heredera de las productivas tierras de la hacienda de Tepetitlán en San Felipe del Progreso. Así, la unión de las familias Pliego y Pastrana ligó también las haciendas Enyege y Tepetitlán en la cuenca de Ixtlahuaca –al norte de Toluca–, y donde la económicamente poderosa familia Pastrana fue parte del colectivo que con don Lorenzo de Zavala y a principio del S. XIX, propuso y logró que Tlalpan fungiera como capital del Estado de México.


Durante el período colonial, a fines del siglo XVIII, la vasta hacienda de Tepetitlán con su sorprendentemente grande capilla –dedicada a San Felipe‒ perteneció al Mayorazgo Monterde Albarrán y Antillón, como atestigua (arriba) el espectacular escudo de armas que aún hoy ornamenta la entrada al patio de la deteriorada Casa Grande; luego de innumerables cambios en su propiedad, hacia 1850 llegó a manos de los Pliego y Pastrana, que además eran dueños de la hacienda de Enyege, con la que –unidas‒, alcanzarían una nada despreciable superficie que superaba las diez mil hectáreas (10 millones de metros cuadrados) en magníficos terrenos de regadío y cultivo mixto, que incorporaban además la propia presa de Tepetitlán.


Así, para mediados del siglo XIX el conjunto Tepetitlán – Enyege contaba con un eficiente sistema de riego centrado en una gran represa levantada sobre el propio río Tepetitlán –su cortina de mampostería está aún bajo las aguas de la moderna presa de Tepetitlán– y a la que se sumaban 23 kilómetros de canales con el número necesario de compuertas para distribuir el agua por las seis mil hectáreas de riego de la hacienda; lo más sorprendente del sistema lo constituyó además de la presa, un canal de mampostería que corría en altura sobre la serranía de Mextepec y un acueducto -que bajo del pueblo de San Antonio Mextepec-, fue construido en 1921 por el ingeniero A. G. Lascuráin de uno al otro lado del río Tepetitlán.


Los deteriorados restos de la Casa Grande de aquella hacienda y su extraordinario templo, se conservan aún al lado de la Carretera Ixtlahuaca-San Felipe de Progreso y ahora es popularmente conocida como “Campamento Mazahua”, con sus espacios que acogen reuniones y hostería.


Esas eran las principales propiedades de don José de Jesús Pliego Pastrana que secundando a su padre, había adquirido a final del S. XIX otros terrenos en el pueblo de San Agustín de las Cuevas que hoy conocemos como Tlalapan, cuando éste ‒sorprendentemente‒ aún se consideraba asiento ideal para la capital del Estado de México en lugar de Toluca.


En 1813 habían desaparecido del derecho las repúblicas indianas ‒aunque no del hecho‒, y seguían rigiéndose con sus propias prácticas; por eso al entrar al México Independiente la población de Tlalpan, ingresó como un ayuntamiento y a la vez cabecera del Partido de San Agustín de las Cuevas (formado por los ayuntamientos de Xochimilco, Tulyehualco, Milpa Alta, Coyoacán, San Ángel y el propio San Agustín), perteneciente al Distrito de México y cuya capital era la ciudad de México; pero al formalizarse la residencia de los poderes federales en la ciudad de México y formarse el Distrito Federal, el estado de México debió mudar su capital estatal y distrital, y de esta manera la ciudad de Texcoco fue elegida capital estatal en 1825 y Tlalpan erigida como capital del Distrito de México, aunque en 1828 la capital estatal fue mudada, esta vez a San Agustín de las Cuevas, que por decreto de la legislatura estatal ‒y luego la federal‒ recibió el grado de ciudad con un nuevo nombre, Ciudad de Tlalpan convirtiéndose en capital estatal y distrital a la vez.


Para acrecentar su ascendiente, el gobierno estatal estableció su propia Casa de Moneda en la nueva ciudad ‒en aquella época cada estado de la federación o particular autorizado podía hacer su propia moneda‒, así como el Instituto Literario de Tlalpan antecesor de la Universidad Autónoma del Estado de México, además de muchas otras obras públicas que embellecerían la población e incorporaban los veneros de las “Fuentes Brotantes” como sitio de admiración para los visitantes. Pero apenas en 1830 ‒ante los problemas que ocasionaban la cercanía de ambas capitales, la federal y estatal‒, la capital estatal fue cambiada a la ciudad de Toluca donde aún persevera. Para el 26 de noviembre de 1855 -por decreto presidencial- Tlalpan quedaría incorporado al Distrito Federal, como cabecera de la Prefectura del Sur, cuya demarcación incluía Coyoacán, San Ángel, Xochimilco y llegaba hasta el Peñón Viejo (Iztapalapa e Iztacalco).



Aunque ya Tlalpan tenía extraordinarios edificios –como la “Casa Chata” de Pedro de Arrieta o la “Casa de Cadena”‒, por entonces adquirió varios de los grandes edificios que le caracterizan –como la Casa de Moneda del Estado de México, el Mercado de la Paz y varias de las sorprendentes residencias estivales‒ y aumentó su popularidad como una población de recreo para la capital; como una de las puertas de entrada a la ciudad de México, Tlalpan fue una de las poblaciones tomadas por el ejército de los EE.UU. en la Guerra de 1847 (cuando el General Scott se albergó en la “Casa de las Campanas” de Tlalpan) y al término de la Guerra de Reforma, fue sede del poder ejecutivo que ostentaría en forma provisional el Gral. Juan Álvarez.

De aquella “Casa de Moneda”, resulta interesante notar que la curiosa construcción del S. XVIII ‒conocida entonces como la Casa de Cadena‒, fue en el S. XIX propiedad de don Lorenzo de Zavala, un trascendente político y amigo de los Pliego, que influyó para que San Agustín de las Cuevas fuera capital del Estado de México, y que vendió la casa al gobierno estatal para convertirla -de 1827 a 1830- en Casa de Moneda del Estado de México. La hermosa fachada con magnífico friso decorativo a la calle dedicada entonces a Ramón Corral, fue restaurada en 2011, y alberga desde 1955 la Escuela Secundaria N°29.



Gracias a una ley expedida por el presidente Porfirio Díaz en 1903, Tlalpan fue una de las 13 municipalidades en que quedó dividido el Distrito Federal y dado que para 1928 se suprimieron los municipios del Distrito Federal, Tlalpan pasó entonces a ser una Delegación, que desde 2018, pasó a ser Alcaldía. Pero me adelanto, y volvamos a los años finales del S. XIX a la calle donde aún está aquel edificio de la Casa de Moneda y frente a la plaza mayor –oficialmente dedicada a la Constitución de Cádiz de 1812‒, con su quiosco, portal comercial y templo Dominico de San Agustín de las Cuevas, zona desde la que en 1878 se hizo la primera llamada de larga distancia en éste país, conectando Tlalpan con la Ciudad de México…


Es en esa esquina que don Jesús Pliego Pastrana adquirió un amplio predio que superaba los 4,800 m², con 35m frente a la pintoresca Plaza de la Constitución de Tlalpan –con vista al nuevo quiosco y frente a la puerta de acceso al templo de San Agustín de las Cuevas‒ y más de 100 m en altura sobre la calle de Moneda, que con una loma en la parte central, permitía magníficas vistas hacia el norte y el Valle donde anidaba la lejana Ciudad de México. Para ejecutar el diseño, Pliego contrataría –a decir de Ángel Vargas de la sección Cultura de “La Jornada”‒ al joven arquitecto Antonio Rivas Mercado, que por entonces ya gozaba de prestigio por la remodelación e intervención en varias haciendas productoras, en especial la de don Manuel Fernández del Castillo y Mier, que le habría encomendado la remodelación de su propiedad productiva hacia 1890, siguiendo los pasos de don Ignacio Torres Adalid.



De Rivas Mercado, retomo lo escrito en 2015, relativo a sus años de formación:
Considerado desde su juventud como un muchacho peculiar, estudió en la ciudad de México cuando su familia se mudó a la capital en 1857, año en que su padre –a cargo del capítulo en México de la empresa de importación y exportación “Barrón-Forbes & Co.” – trasladó las oficinas; para 1864 –año en que a México llegaban Maximiliano I y la Emperatriz Carlota–, Antonio de 11 años fue enviado a Inglaterra, donde hizo estudios primarios bajo la tutela de uno de los socios comerciales de don Luís Rivas –Don Eustaquio Barrón y Escandón– en el colegio jesuita de Stonyhurst; luego se le mandó a Francia –al amparo de Elena Rivas Góngora de Lavadie (hermana de su padre)– para cursar los saberes secundarios en el Liceo de Burdeos, y más tarde se trasladó a la capital para cursar los de arquitectura en “L’Atelier Taranne des Beaux-Arts” de París, llevados en paralelo con los de ingeniería en La Sorbonne. Se graduó con honores diversos en 1878 y dedicó el año siguiente –muy a la manera de la tradición de “Le Grand Tour d’Europe”– a recorrer Italia con varios amigos, pintando acuarelas para sobrevivir; su habilidad pictórica y analítica se vio reconocida con la exhibición de acuarelas en España, donde además de visitar Málaga –tierra natal de su abuelo don Manuel de Rivas– se maravilló con la arquitectura de tradición árabe y adquirió el gusto por portar un FEZ.



Al intervenir aquella Hacienda de San Bartolomé del Monte –al sur de Calpulalpan, Tlaxcala–, el joven arquitecto Rivas Mercado mostró a don Manuel Fernández del Castillo y Mier su sorprendente talento y plasmó los conocimientos adquiridos durante su estancia en Europa, particularmente lo aprendido en la zona de Vicenza durante su estancia en 1879, en las villas del renacimiento Italiano.

Para final del S. XIX, Rivas Mercado había ya intervenido la hacienda San Antonio Ometusco (Otumba, Estado de México) de los Torres Adalid (Ver) y se perfilaba ya para ser uno de los más importantes actores en el panorama de diseño arquitectónico en el S. XX Mexicano (Ver)

En lo referente al diseño para la casa Pliego, de particular interés me resulta la Hacienda de San Bartolomé del Monte, por la disposición con que el Arquitecto marcó los diversos espacios, muy en línea con las villas Godi y Badoer de Andrea Palladio, o las Villas Duodo de Vicenzo Scamozzi y la Vila Pisani, conocida como “La Barbariga”.


Es indudable que San Bartolomé del Monte alcanzó mayor esplendor cuando perteneció a don Manuel Fernández del Castillo, período en el que de forma concurrente se inauguró el ferrocarril México-Veracruz con sus ramales ‒que por razones topográficas pasaban por los Llanos de Apan‒ y permitieron llevar la producción a mayor velocidad a centros de consumo a mayor distancia –como la Ciudad de México‒. Así, ese avance acrecentó no sólo producción de pulque, sino las de cereales propios de clima frío, incrementándose además la explotación de los bosques inmediatos. Muchos hacendados construyeron vías estrechas desde sus trojes y aserraderos hasta las grandes líneas del ferrocarril, incluyendo a don Manuel Fernández del Castillo que desde 1890 se dio a la tarea de modernizar los edificios y encomendó esa tarea a Rivas Mercado…

Algunos de los experimentos practicados en las haciendas de San Antonio Ometusco y San Bartolomé del Monte, Santa María Tecajete y la “Casa Grande” del Rancho Espejel serían aplicados para el diseño de la casa –casi Villa‒ que para don Jesús Pliego se trazó en los últimos años del S. XIX., y de los que podemos hallar curiosos antecedentes en detalles como el que aparece abajo, una de las puertas del pasillo sur en el edificio principal –Casa Grande– de San Bartolomé del Monte, ecos de Sebastiano Serlio en Tlalpan…




Aunque el plano de abajo está fechado en 1929, la zona urbana de Tlalpan se mantenía poco alterada desde hacía tiempo. En el plano que forma parte del Tomo II del “Atlas General del Distrito Federal”, arriba destaca el límite pedregoso con Coyoacán y el “Río de Tlalpan” (en lo que ahora es el desarrollo “Cantera puente de Piedra” y por donde pasa el Anillo Periférico) con el incipiente desarrollo de la nueva colonia Toriello Guerra; a la derecha se distinguen los azules de “Fuentes Brotantes” –hoy se conserva la cañada donde hay una planta de bombeo y un Mercado de comidas–; justo al centro, aparece la Plaza de Tlalpan con el templo de San Agustín de las Cuevas (N°2), y en la manzana que presenta el número 1 se edificaría a partir de 1899 la casa que don Jesús Pliego Pastrana edificaría para su esposa, doña Juana Garza Prieto.



Juana Delfina Aurea De la Garza Prieto fue hija del jurista, militar y político liberal mexicano, don Juan José De la Garza Galván (1826-1893) y Adela Natividad Prieto Quintero; casada el 4 de Febrero 1892 con José de Jesús Pliego Pastrana, estaba además emparentada con las familias Darqui Sánchez y Pani, Obregón Cortina, y Llorente Jáuregui. Como hija de quien fuera gobernador de Tamaulipas en 8 ocasiones, enfrentado primero a Santa Anna y Comonfort pero aliado después a Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada ‒cuando recibió el nombramiento de General Segundo en Jefe de la Plaza a los 32 años‒, Juana recibió esmerada educación e insistió en que la casa de Tlalpan resultara memorable...



Así, la residencia campestre para la familia Pliego Pastrana / Garza Prieto en Tlalpan ‒donde jugaría el hijo único del matrimonio Luís Pliego De la Garza‒, comenzó a edificarse en 1899 para terminarse en 1900, año en que don Jesús Pliego P. recibió el nombramiento para presidir el Ayuntamiento local.

Abajo, en una imagen aérea que apareció en la p.325 del Tomo I para el “Atlas General del Distrito Federal –Obra formada en 1929 por orden del Jefe del Departamento Central, José Manuel Puig Casauranc” he señalado los predios en que se edificó la casa Pliego/Garza; en la imagen que mira hacia el oriente se distingue al centro la calle de Moneda (antes Ramón Corral, Moneda, y Porfirio Díaz) que además de lindar con el terreno de la casa Pliego, limita también la Plaza de la Constitución y el costado del templo de San Agustín las Cuevas. A la derecha se distingue además la manzana que alberga al palacio municipal y mercado de Tlalpan.



Para la casa, el arquitecto escogió una planta compacta que recuerda las ideas que tan populares se volvieron en el S. XIX con el “Palladian Revival”, específicamente recreando un idealizado esquema de la casa campestre que para Americo Capra diseñó –entre 1566 y 1567‒ sobre una colina en las afueras de Vicenza, Andrea Palladio y que generalmente es conocida como la “Villa Rotonda” y/o el idealizado esquema de la casa campestre que para Nicolò y Luigi Foscari diseñó –entre 1559 y 1560‒ a las afueras de Gambarare di Mira y que generalmente es conocida como “La Malcontenta”, pasadas por el tamiz de las interpretaciones que Iñigo Jones hiciera para sus casas campestres en la Inglaterra de 1727 y agregando anotaciones como las que Pierre Rousseau hiciera para el Hôtel de Salm, edificado en el París de 1785 y que fuera edificio admirado por los estudiantes de L’Atelier Taranne.

Abajo, un fragmento del lienzo anónimo que se conserva en el Museo Carnavalet de Paris «L'hôtel de Salm en construction» pintado hacia 1786, edificio que ahora alberga el Museo de la Legión de Honor y de las órdenes de caballería, y aún puede visitarse en el Quai Anatole France, frente al Jardín de las Tuilerías y al lado de la Pasarela Léopold Sédar Senghor y el Musée d'Orsay.



Así, en una ecléctica interpretación académica, en el terreno de 4,800m² se escogió una protuberancia en la zona más amplia, sobre la que una antesala octogonal –alineada al eje del Templo de San Agustín y abierta arriba por un amplio tragaluz‒ permitía la distribución hacia las diversas áreas y salida hacia los salones de ceremonia orientados al norte, que gracias a la altura de desplante y diseño en semicírculo del gran salón, permitiría magníficas vistas hacia el norte y la Cuenca de México.


Arriba, la antesala octagonal, mirando hacia el norte; abajo uno de los dibujos de mi archivo Rivas Mercado, que a pesar de no corresponder exactamente con lo edificado en Tlalpan, permite entender la distribucion de los diversos espacios en el diseño original. Con el norte hacia arriba, los salones principales se abren a las amplias y mejores vistas, mientras que hacia el sur (abajo) se colocarían las habitaciones mirando hacia los jardines confinados; destaca a la izquierda –el poniente– el acceso principal con un portal flanqueado por columnas pareadas, y hacia el oriente –a la derecha– un puente que permitía acceso a las terrazas de la portada principal, dado que la casa vista desde el norte, quedaba en alto, acoplada sobre la prominencia original.



Como escribí antes, la planta de la “Villa Pliego” se hace eco de los admirados diseños de las villas del Véneto del S.XVI e incorpora mucha de la carga semántica que al paso de los siglos se les confirió; rescatemos entonces la afamada planta de la “Villa Rotonda” que para Américo Capra diseñara en 1566 Andrea di Pietro della Góndola ‒autonombrado Andrea Palladio‒, sobre una colina en las afueras de Vicenza, y acerca de la que el propio Andrea escribió:
“El sitio es hermoso ya que está sobre una colina,.. al centro de una espaciosa extensión… En esa cima, habrá una alta habitación circular rodeada de habitaciones” (II,15). Es un sitio “…tan agradable y delicioso como se pueda encontrar, porque está en la cima de una pequeña colina, con el rio Bacchiglione a un lado y cerros del otro, que darán la impresión de estar en un gran teatro” (II,3).




Me parece importante hacer notar a los visitantes actuales, que el promontorio original de la Villa Pliego ha sido reformado, y ahora el flanco oriente tiene continuidad con el jardín, siendo que en el diseño original, esa sección de la casa, se separaba por una pequeña quebrada (probablemente en algún momento hubo ahí una fuente y cascada) que era traspuesta por un puente metálico que ya desapareció, siendo repletado el hueco y extendido el jardín.


Pero más que la disposición del edificio mismo, el diseño de los espacios señalan claramente la influencia del S. XVI italiano, específicamente la presencia de Andrea Palladio…

A decir de Jesús Hernández Perera, Palladio fue el arquitecto que «mejor supo actualizar la herencia de las formas clásicas con la realidad del momento central del Cinquecento»; sus villas campestres y otras obras influyeron en la arquitectura del Neoclasicismo y han sido reestudiadas constantemente. Durante sus estancias en Roma (en 1541, 1545 y 1547) tomó apuntes de ruinas romanas y las obras de Bramante, dibujos que fueron recogidos en sus “I quattro libri dell'Architettura”, obra publicada cuando Palladio tenía ya 62 años, y por la que se le liga con Leon Battista Alberti, además de que al igual que él (concretamente en el Templo Malatestiano de Rímini) acometió el revestimiento perimetral de la gótica Basílica de Vicenza destinada a la administración comunal…


Ahí –donde en la Piazzetta Andrea Palladio de Vicenza, se le rinde homenaje desde 1859 con una escultura de Vincenzo Gajassi‒ della Góndola retomó un elemento que le haría trascendente en el rescate de la “antigua tradición Romana” y le ligaría con Sebastiano Serlio, al rodear el núcleo medieval del edificio comunal con un halo de pórticos en dos pisos con arcadas, volcadas airosa y rítmicamente en disposición de los vanos serlianos ‒como Sansovino lo había hecho ya en la biblioteca de San Marcos‒, aunque con éxito tal que, desde entonces, se llama también al vano «motivo palladiano».


Ese arco flanqueado por dos vanos adintelados aparece originalmente en el período imperial Romano que tanto estudió Palladio. Se utilizó en la Villa Adriana (125-134), el Tívoli, y en el Templo de Adriano (130) y se conoce también como "arco siriaco". Lo recuperó Bramante en Sta. Mª del Popolo (1507-09) en Roma, aunque fue Palladio quien con más éxito lo utilizó, por lo que en Inglaterra, difundida y seguida la arquitectura Paladiana por Íñigo Jones (1573-1652), se conoció como Arcada Paladiana.

Como nos dice Giulio Carlo Argan: “Se trata de un espacio con intervalos claramente marcados según un ritmo trímetro yámbico: breve-larga-breve. Y en el mismo ritmo, más apretado, se encuentran en los llenos: columnita-media columna, columnita y huecos circulares".


La Basílica de Vizenza despertó tal interés en las familias pudientes de Vicenza, que le encargaron la construcción de palazzos urbanos y villas campestres, de las que arriba aparece un buen ejemplo en la Villa Valmarana Bressan –sorprendentemente, apenas atribuida a Palladio–; siguiendo a Argán, era ésta "una nobleza bien encuadrada en la estructura de la república, sin ambiciones de poder, culta y laboriosa, especialmente interesada en desarrollar la producción agrícola, en administrar sabiamente sus vastas haciendas, en las que gustaban de pasar una parte del año”.

Otro singular ejemplo de trazo para este peculiar vano –y que tambien tendrán ecos en el diseño de la Villa Pliego‒, puede descubrirse sobre la portada del Palacio de Carlos V en Granada, diseñado con fastuosa ornamentación por Pedro Machuca en 1527, como parte de las obras Reales que se añadieron a la vieja Alhambra. Sebastiano Serlio y Andrea Palladio hilvanados en el tiempo…


Para nuestra Villa Pliego, Rivas Mercado retomará esa Serliana/Palladiana al interior de los espacios ceremoniales, como evocación a esa “nobleza culta y laboriosa” a la que se aspiraba en el México de 1900 y a partir de ahí ‒sin demasiados apliques plásticos‒ desarrollará el discurso formal.


Aunque los muros interiores de la villa Pliego se presentan ahora totalmente desprovistos de decoración ‒incluso la estructura de techos ha sido cubierta‒ es iportante recordar que aquellos muros interiores, al homenajear las villas del véneto, debieron concebirse cubiertos con frescos y tampantojo, o cuando menos motivos ornamentales y grisallas. Como ejemplo, abajo aparece el interior del “Salón de Venus” con los frescos de Giambattista Zelotti en la magnífica Villa Emo de Treviso. Más abajo, el corredor y salón central de la Vila Capra, con frescos y alegorías de Alessandro Maganza.




Como contraparte, el salón central de la Villa Pliego se presenta albo, sin la ornamentación con la que seguramente fue concebido en 1900, aunque así nos permite admirar el magnífico espacio octagnal profusamente iluminado por un grán tragaluz que en 2007 fue restituido respetando el disño original.





Como ya se ha señalado, el espacio octagonal permite paso a los salones principales que miran al norte, donde se abren a las amplias y mejores vistas a la cuenca, mientras que hacia el sur se da acceso a las habitaciones que miran hacia los jardines internos, contenidos por los muros que limitan la propiedad. En esa fachada norte, se da el mirador cerrado, que a pequeña escala hace un guiño al Hôtel de Salm que Pierre Rousseau edificara en el París de 1785 y que a pesar del deterioro sufrido por el levantamiento de la Comuna en 1871, fuera edificio admirado por los estudiantes de L’Atelier Taranne cuando Rivas Mercado ahí estudiaba...

Abajo, el Hôtel de Salm luego de los daños sufridos durante el levantamiento de la Comuna de París en mayo de 1871; al perder la cubierta del Gran Salón, las recias líneas hacen evidente la influencia italiana así como la extraordinaria aportación de Rousseau con el saliente semicircular delimitado por muros y medias muestras que mantienen la unidad del conjunto.


En la Villa Pliego, Rivas Mercado se retomará el subterfugio y si pensamos que las vistas de ese salón en el Hôtel de Salm son hacia el río Sena y los jardines de “Tuileries”, comprenderemos la pertinencia de recrear una saliente semicircular que permite mirar hacia el jardín de Tlalpan y su larga vista a la Cuenca de México.


Al interior, esa saliente se transformó en parte del amplísimo salón de múltiples ambientes separados por Serlianas y apto para recibir, bailar o simplemente estar. Además, dados los acabados que aún conserva, podemos imaginar el aspecto que debió tener durante los festejos del Centenario de la Independencia de México en 1910…





También desde el vestíbulo –a un costado del recinto octagonal‒ se podría subir al mirador de la casa, amplísima habitación que cumplió diversas funciones siempre supeditadas a la extraordinaria perspectiva que se tenía desde las ventanas y su dilatado balcón semicircular. Aún hoy, el espectáculo es sorprendente –a pesar de las transformaciones de la zona‒ y para demostrarlo, abajo aparece una imagen tomada desde lo alto de ese mirador, echando una mirada hacia el norte –sobre lo que fuera el predio del antiguo hospital La Floresta para enfermos mentales, ahora parque Juana de Asbaje‒, mirando la ciudad que alcanza a presumir sus edificaciones, apenas distinguibles entre la arboleda.



Visitar la Villa Pliego debió ser un privilegio, y al paso de los años parece ser que ahí se registraron magníficos festejos, además de los que celebraron la llegada del nuevo siglo y aplaudieron el Centenario de la Independencia, todo a pesar de que las cosas tomaran después un curso inesperado.


Puesta en contexto la casa gracias a la moda de la primera década del S.XX, la ecléctica ornamentación exterior rápidamente adquiere lógica, más aún si recordamos algunas otras obras del período y en las que el propio Rivas Mercado tuvo injerencia, como el Teatro Juárez de Guanajuato (1892-1903), la transformación de la Casa Grande de la hacienda de Chapingo (hacia 1900 Ver) o su propia casa en la calle de Héroes (Ver). Arriba, la fachada norte de la Villa Pliego; abajo el pórtico de acceso en la fachada poniente, con sus columnas pareadas de singular diseño.


Ese pórtico poniente –que tiene también antecedente en las Villas del Véneto, a pesar de no soportar un tímpano– se distancia de aquella fuente por la compleja ornamentación de orden fantasioso con que fueron aderezados sus elementos; los fustes cuadrados y estriados de robusto pedestal –que se repiten como pilastras sobre el muro de fondo‒, sostienen la cornisa tocada de sólidas ménsulas con fantásticos capiteles que con guirnaldas y conchas –venera muy a la manera de la ornamentación de la clásica acrótera‒, se inscriben en ese eclecticismo ampuloso que tan favorecido fue en el período. Como complemento, los óculos (ventanas circulares) siguen apareciendo como eco de las serlianas interiores, aunque ahora más deben a Pedro Machuca y su diseño para el Palacio de Carlos V en Granada que a Palladio.





Me resulta importante aclarar aquí que la idea de “copiar” o inspirarse en obras pasadas no era entonces un defecto sino una cualidad; en la formación académica, la noción de originalidad no estaba en la invención sino anclada en la repetición interpretativa de las Obras Maestras y el pasado ofrecía amplio repertorio. Básteme ejemplificar con el Château Porgès de Rochefort-en-Yvelines que Jules Porgès había comenzado a edificar para su esposa en 1899 inspirándose en el Hôtel de Salm y su Gran Salón. La obra que causó enorme interés y se encargó al arquitecto Charles Mewès, era una copia –agrandada y provista de formidables jardines– del edificio de París, y sería bandera de quienes consideraban que la repetición de modelos era mejor camino que la austera desnudez que se avecinaba con las propuestas de renovación...

¿Otro experimento del eclecticismo imperante en el período?
Abajo, visto desde el pórtico, el minarete de la “Casa morisca” colindante con la Villa Pliego, resonancia de quel exotismo que el fecundo eclecticismo del período favoreció…



Ahí, la Villa Pliego se erguía como magnífica demostración de la inventiva de un diseñador que abrevando en el pasado podía proveer -parafraseando a Argán-, “digna habitación una aristocracia bien encuadrada en la estructura de la república, con ambiciones de poder, culta y laboriosa, especialmente interesada en desarrollar la producción agrícola y en administrar sabiamente sus vastas haciendas, en las que gustaban de pasar una parte del año…”.


Aunque al paso del tiempo la edificación sufió periodos de descuido, buena parte de los magníficos detalles del diseño exterior se conservan prácticamente intactos –luego de una necesaria recuperación en 2007‒, y así, tanto los sillares esquineros, cornisas y dinteles, capiteles y guirnaldas, así como rejas y antepechos con sus curiosas celosías, complacen ahora a quien se da tiempo de mirarlas.


Algunos elementos de los jardines desaparecieron, como el puente, la cañada y parte de la jardinería y arbolado originales, incluyendo la banca semicircular dedicada a Melpómene, que a manera de foro se prestó para la lectura y representación de tragedias.



Afortunadamente, el acceso frente a la Plaza de la Constitución se conserva intacto, con su magnífico arco triunfal enrejado, edificado con tabique rojo aparente, procedente de los hornos de la fábrica de ladrillos de San Marcos, que además producía las peculiares piezas en semicírculo y balaustres que tan comunes son en Tlalpan y que se emplearon en la casa y sus bardas de intrincado aparejo.




En esa larga barda sobre la calle de Moneda -más de 100 metros-, el arquitecto planteó sugestivos aparejos para los tabiques, tomando nuevamente inspiración en las villas de Vicenza, pero adecuándose a la naciente tradición tlalpense; arriba y abajo, parte de aquel muro –que además sostiene parte del terraplén del jardín‒ en que aparecen aparejos diversos, además de amplia voluta dibujada en tabiques, celosías y resguardos que recuerdan los del atrio de San Agustín, ejecutados seguramente con rasillas procedentes de la fábrica de ladrillos San Marcos.




Éste podría ser buen momento para hacer una aclaración importante: la Villa Pliego se conoce popularmente como “Casa Pliego Frissac”, haciendo una liga con la leyenda de “Chucho el Roto” y aseverando que esta fue la casa de la familia de don Diego De Frissac, padre de Matilde de Frissac con quien Jesús tuvo romance y una hija. El legendario bandido mexicano probablemente haya sido Jesús Arriaga nacido en Chiautempan -Tlaxcala- en 1858 y muerto en Veracruz en 1894, por lo que es imposible que haya siquiera conocido la casa de Tlalpan.


Por once años -entre 1960 y 1970-, se transmitieron a través de la XEW “La Voz de la América Latina”, los 3,500 capítulos de la radionovela “Chucho el Roto”; en una ceremonia que ahora podría parecer extraña, a las siete de la tarde y durante media hora, los radioescuchas permanecían atentos a las voces de Manuel López Ochoa interpretando al “Bandido Generoso” y Amparo Garrido como Matilde de Frissac dando vida a la adaptación radiofónica en textos de Carlos Chacón Jr. Es probable que de ahí venga la ficción, cuando en la radionovela de “Chucho el Roto” se hablaba de visitas a la casa de Tlalpan…
Arriba, la imagen que tradicionalmente se asocia con Jesús Arriaga, aunque es muy poco probable que lo sea, ya que la fotografía y detalles del atuendo la colocan rondando 1900.



Don José de Jesús Pliego Pastrana murió en 1923, siendo la única heredera su esposa Juana De la Garza y aunque hay innumerables datos acerca de las negociaciones que se siguieron en torno a las haciendas de Enyege y Tepetitlán y sus 3,458 hectáreas de riego, apenas y se menciona la casa de Tlalpan; entre 1924 y 1929 las haciendas apenas y lograron retener terrenos en rededor de ambos cascos y la de Enyege con sus 50 hectáreas fue adquirida en 1930 con las obras hidráulicas de la represa –por sentencia judicial– por el Banco de México.

Aunque se dice que la Villa Pliego fue ocupada por don José Vicente Villada (es posible que así haya sido, aunque poco probable y por muy corto tiempo, ya que murió en 1904), para 1935 la propiedad fue ocupada por la nieta de doña María del Rosario Mateos, madre de doña María de la Concepción Rosario Pérez Mateos, abuela de Jesús Pliego Pastrana y por años ahí habitaron sus bisnietas –María de la Luz y María Concepción‒, hasta que en 1964, el expresidente Adolfo López Mateos, la compró como casa para su recogimiento.



Contaba Ave López-Mateos Sámano de Zolla
“Mi abuelita me llavaba a la casa de Tlalpan cuando yo tenía apenas cinco años, antes de que mi papá le comprara la casa a a las primas lejanas; recuerdo que íbamos a pasar la Semana Santa, temporada en la que estaban en flor los naranjos y mandarinos del jardín. Era un lugar para vacacionar; ibamos con maleta y era toda una excursión, porque mi abuelita vivía en la colonia Roma y nosotros en la colonia Del Valle, pero más cerca de Coyoacán: entónces se tomaba el tranvía en el centro para ir a Tlalpan…”


Don Adolfo López Mateos murió el 22 de septiembre de 1969, sin que la casa de Tlalpan hubiera sido completamente ordenada, ya que doña Eva prefirió adecuar la casa de San Jerónimo para luego retirarse en 1970 a otra casa en San Ángel. Después, “Avecita” López-Mateos Sámano de Zolla heredó la propiedad.


Y cito nuevamente a “Avecita”, que en noviembre de 1999 contaba a Carmen Rosas:
Esa casona la disfrutaron mi papá y otros parientes, nosotros la vivimos en el sentido de que nos íbamos de vacaciones y no teníamos teléfono, pues queríamos descansar... Me dolió mucho tener que venderla, pero es imposible mantener dos casas en la ciudad de México. Por uno años, cuando a mí me interesaba que mi hija terminara sus estudios, la presté al colegio Lancaster y ahí se quedaron varios años hasta que la recuperamos y ellos se fueron a Insurgentes, muy cerca de la UNAM…


La página de La Escuela de Lancaster A.C. lo corrobora:
“La Escuela de Lancaster fue fundada por un pequeño grupo de padres de familia que querían ofrecer a sus hijos una educación verdaderamente bicultural en la que pudieran recibir los beneficios de ambos sistemas educativos, tanto mexicano como británico. Así, la Señora Ave López Mateos de Zolla ofreció su casa ubicada en Plaza de la Constitución No.1 en Tlalpan para instalar la escuela. En septiembre de 1979 con aproximadamente cuarenta alumnos y cuatro maestros La Escuela de Lancaster inició sus funciones. En 1992, antes de poder realizar el proyecto de las nuevas instalaciones, se tuvo que desalojar el plantel original, por lo que la escuela se vio en la necesidad de adaptar sus instalaciones de Insurgentes para albergar a todos los alumnos juntos mientras se desarrollaba el proyecto definitivo para un nuevo plantel”



Así es que la Villa Pliego, fue Colegio Lancaster de 1979 a 1992, trece años en los que lamentablemente la vieja casa sufrió algunos daños por falta de mantenimiento adecuado; los techos se resintieron por humedad y el tragaluz del salón central sufrió graves daños y se vino abajo parte de la estructura.

Ave López Sámano de Zolla comentó por entonces:
“Visité la casa hasta la Semana Santa de 1999, porque ya hacía un año que la delegación de Tlalpan me la estaba pidiendo… Ya necesitaba reparación en el techo y la verdad de las cosas, era demasiado caro repararla. Espero que le den buen uso, pero creo que va a necesitar muchas modificaciones, porque no es fácil convertir una casa de vacaciones en cosa pública; ellos mismos se pusieron limitaciones, porque la consideran algo histórico. Yo no le veo nada de historia: ese tipo de casas eran muy vistosas, pero construidas con adobe y desgraciadamente ese material tiene que reforzarse para durar. Así eran las casas porfirianas de final del siglo XIX.”


En el fondo, un elemento clave para comprender la renuencia a salvar un inmueble histórico, está en que desde 1986 la edificación había sido incorporada al Decreto Zona de Monumentos, e incluida en el catálogo del INAH al año siguiente; esa declaración patrimonial, limita los usos que se puede dar al inmueble y establece lineamientos para su intervención y conservación, por lo que los propietarios frecuentemente consideran eso un inconveniente.



Desde 1994 el Grupo Financiero Bancomer había estado en negociaciones con la señora López Sámano de Zolla para adquirir la Villa Pliego con sus 4,800m² ‒así como comprar también el enorme predio de lo que había sido el “Psiquiátrico Floresta” (actual parque Juana de Asbaje y estacionamiento)‒ para convertirla en oficinas para el grupo; eso no sucedió y en 1999 el Gobierno del Distrito Federal vía SERVIMET, adquirió las propiedades que serían donadas a la entonces Delegación Tlalpan.


En 2014 la Delegación invirtió un millón 800 mil pesos para intervenir el área que funcionaría como galería, además de hacer trabajos de impermeabilización y cambio de instalación eléctrica y lámparas, erogación que se sumaba a lo ya invertido y que permitió a la casa, abrir sus puertas como galería de arte…



La casa ha aparecido como escenografía en varias películas como “Las Abandonadas” de 1944, dirigida por Emilio Fernández y protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz, “Los Olvidados” de 1950, escrita y dirigida por Luis Buñuel, “La sonrisa de la Virgen” de 1958, dirigida por Roberto Rodríguez con guion de Rafael García Travesi, o más recientemente la película de terror "Los Visitantes" de 2014, ópera prima de Acán Coen, protagonizada por Kate del Castillo; la película en que se utilizó la Villa Pliego, agrega un piso y enorme techo en una maqueta que hace gala de efectos digitales...



Tengo mucho más material respecto a la casa, pero creo que ya hay suficiente información…



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html

Ver