Edificadas desde 1938 siguiendo un diseño del ingeniero Carlos Rousseau y su hijo, y bajo el cuidado inicial de don Manuel Toussaint –Reyes estaba encargado de una “Misión Especial” en Brasil–, las casas y biblioteca en la esquina de la avenida Industria y Tacámbaro –en lo que habían sido terrenos de la Hacienda de la Tercera Condesa de Miravalle–, llegan al siglo XXI ya como “Capilla Alfonsina” salvaguardado acervo y biblioteca por la poeta y traductora Alicia Reyes –nieta de don Alfonso– seguida desde 2017, por don Javier Garciadiego.
Contaba Germán Arciniegas en un texto creado para celebrar los cincuenta años de vida literaria de Reyes:
Si usted pregunta en México por don Alfonso el Sabio, le llevan, al número 122 de la calle Industria. Llama usted a la puerta. Es muy posible que salga a recibirle la mujer de don Alfonso. Una mujer expansiva, cordial. Parece una campesina sacada de un fresco de Diego Rivera. Entra usted a la biblioteca de don Alfonso, pulida, resplandeciente, inmensa. La casa toda no es sino un inmenso salón que tiene la altura de dos pisos. No ha quedado espacio ni para alcoba, ni para el comedor, ni para la cocina o el baño, que están como en escaparates agregados a la librería. Don Alfonso escribe en un balcón volado entre aquella estantería. Allí tiene su fichero, abre y aparta la correspondencia, responde, recibe a los amigos, le ofrece a usted una copita de brandy, una tacita de café, un cigarrillo. Él es pequeñito, redondito, radiante y radioactivo…
Éste “Sabio”, don Alfonso Reyes Ochoa, fue el noveno de doce hijos de doña María Maximiliana Aurelia de Ochoa-Garibay y Zapién (hija ella de don Apolonio Ochoa y Josefa Zapién, ambos de prosapia tapatía) y el general Bernardo Reyes Ogazón (nacido en 1849 en Guadalajara, hijo de don Domingo Reyes y Juana Ogazón Velázquez), secretario de Guerra y Marina, gobernador de Nuevo León, candidato a la vicepresidencia y aparente sucesor a la presidencia de México luego de la salida del general Porfirio Díaz en 1911.
Los hijos de aquel matrimonio Reyes/Ochos serían: Bernardo (n.1873), Rodolfo, María, Roberto, Aurelia, Amalia, Eloísa, Otilia, Alfonso (n.1889), Guadalupe, Eva y Alejandro.
El propio Reyes nos cuenta:
Resulté un bebé risueño y gordo. Mis hermanas, por lo pesado que yo era, solían llamarme "el Cerro de la Silla"...Albores. Obras completas XXIV, 516
Conservo retratos de mis tres, de mis seis meses, Me parece que ésos son mis verdaderos retratos y lo demás es decadencia.
El padre de ese “bebé risueño y gordo” no era otro que el general Bernardo Reyes Ogazón (1849-1913), un apreciado militar y político que peleó en la intervención francesa y llegó luego a ser gobernador del Estado de Nuevo León –durante más de 20 años, interrumpidos apenas de 1900 a 1903–, lapso durante el que logró notable avance económico, industrial y social para el estado; fue sin duda uno de los copartícipes más fervientes y cercanos al presidente Porfirio Díaz.
En 1900 fue nombrado secretario de Guerra y Marina, pero dimitió dos años después debido a conflictos con el grupo de "Los Científicos", volviendo al cargo de gobernador en 1903. Partió luego a un viaje por Europa, de donde no volvería sino hasta luego de la renuncia de Díaz, con miras a enfrentar la elección extraordinaria del 15 de octubre de 1911. Aprovechó ese tiempo en Francia para fabricar prototipos de un sable / pistola de su invención, arma que luego también en México sería fabricada –prototipos– en la nueva Compañía Fundidora de Fierro y Manufacturera de Monterrey, por acuerdo con Vicente Ferrara y León Signoret.
Por su parte, Alfonso estudió en varios colegios de Monterrey y luego en la Ciudad de México, a donde se trasladó cuando su padre fue nombrado ministro de Guerra en 1900; así, a los once años ingresó al Lycée Français du Mexique para pasar luego a la Escuela Nacional Preparatoria –institución orgullo del Porfiriato–, e ingresar después a la Escuela Nacional de Jurisprudencia, dentro del edificio apenas inaugurado en 1908 frente a la calle de San Ildefonso.
Sin duda alguna, la familia Reyes / Ochoa era parte de la élite gobernante en México y el joven Alfonso obtendría una de las mejores educaciones que el país podía ofrecer y en la que destacaría...
Desde joven, Reyes acumuló extendidas lecturas de autores europeos, sobre todo franceses e ingleses; mostraba ya erudición, elevado rigor intelectual y apuntaba a los intereses que luego guiarían su obra a lo largo de medio siglo de creación literaria; tanto lograría, que el distinguido escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que Reyes era “el más grande prosista en lengua española de cualquier época”.
Para 1910, preparaba ya “Cuestiones estéticas” en que aparecerían asuntos cardinales como una precursora reivindicación de Góngora –años antes que la Generación del 27 en España–, y del que advirtió no era oscuro, sino claro y “bello como el día”; además, del complejo y misterioso Mallarmé, Reyes daría cuenta de la insuficiencia de la palabra para reflejar la maravilla interior de aquel pensamiento humano…
Cuestiones estéticas aparecería en 1911, cuando Reyes contaba 21 años –el miembro más joven del Ateneo de la Juventud–, casi como “el amanecer de una nueva era”.
Entretanto, el país se convulsionaba luego de la partida de Porfirio Díaz: el 26 de mayo de 1911, don Francisco León de la Barra rindió protesta ante el Congreso de la Unión como “Presidente Interino de la República Mexicana” y asistió luego a muy diversos eventos; abajo -a la izquierda- durante la ceremonia de “Entrega de bandera” aparecen en primer plano “los personajes del momento”: Francisco I. Madero, Francisco León de la Barra y Bernardo Reyes; a la derecha, la portada de “El Mundo Ilustrado” para el 13 de agosto de 1911.
Aunque contrincantes, se auguraba que Madero y Reyes trabajarían unidos, pero luego de las elecciones y sin motivo aparente, Reyes partió rumbo a Tamaulipas y cruzó luego a los EE.UU…
Nos cuenta Gustavo Casasola en “6 siglos de historia gráfica en México” del “REYISMO”:
El divisionario jalisciense Bernardo Reyes, después de dos años de estar en Europa estudiando la organización de los ejércitos, regresó a México en los primeros días del mes de junio de 1911. Al acercarse la lucha política, sus partidarios y amigos volvieron a convocar a sus clubs y preparar su postulación a la Primera Magistratura del país. Efectuaron mítines, manifestaciones y su convención, en la que ratificaron la designación del general Bernardo Reyes como candidato Presidencial.Tomo III, p.1561.
En la manifestación efectuada el 3 de septiembre, fueron atacados por una contramanifestación maderista, en la que se vio obligado el candidato, a refugiarse en la fotografía “Daguerre” en la Av. Juárez. La marcada hostilidad de sus enemigos políticos obligó al general Reyes a renunciar a su postulación y exiliarse voluntariamente en los Estados Unidos.
Arriba, don Bernardo Reyes en el balcón de “Fotografía Daguerre” aquel 3 de septiembre de 1911; el pequeño edificio estaba donde ahora se levanta el “Rascacielos” que de origen albergó Seguros La Nacional, en la esquina de Eje Central y Avenida Juárez.
Esa evasión sería algo que el general no perdonaría a los seguidores de Madero aún luego de su contundente victoria en las urnas…
Desafortunadamente, desde los EE. UU. el general Reyes se sublevó contra el gobierno de Francisco I. Madero mediante proclamación del Plan de la Soledad (Tamaulipas) ‒el 16 de noviembre de 1911‒. Al no contar suficientes seguidores, Reyes se rindió en Linares, fue encarcelado y trasladado a la prisión de Santiago Tlatelolco. Luego del juicio militar fue condenado a muerte, pero gracias a los buenos oficios de José Peón (Ver), el presidente Madero conmutó la pena por prisión y lo mantuvo retirado en Tlatelolco, aunque recibiendo visitas y ausentándose para acudir a algunas reuniones...
Entretanto, en noviembre de 1912, nació el hijo –único– de Alfonso y Manuelita Mota –Alfonso Bernardo Reyes Mota–, compañera ella desde la Preparatoria y con quien Alfonso Reyes estaría unido hasta su muerte en 1959, aunque el matrimonio no se haría oficial sino hasta tiempo después; doña María Ochoa no parece haber estado complacida por la relación de su hijo con la “hija de bordadores”, y a pesar de estar su marido en prisión, mostró recio rechazo hacia Manuelita y su hijo…
El domingo 9 de febrero de 1913, tras ser liberado por soldados sublevados de la guarnición de la ciudad de México –encabezados por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz–, los rebeldes se dirigieron a las ocho de la mañana a la Plaza de Armas para apoderarse de Palacio Nacional, donde contaban tomar preso al presidente Madero y a sus colaboradores importantes. Sin embargo, habiendo perdido el factor sorpresa, Bernardo Reyes sucumbió en el asalto bajó el fuego de metralla de las tropas leales del general Lauro Villar; murió justo frente a las puertas de Palacio, cabalgando sobre su caballo Lucero y desenvainado su afamado sable con pistola...
Comenzaba ese sombrío capítulo en la historia de la Ciudad de México, con lo que se ha dado en llamar la “Decena Trágica”.
“Don Félix le dijo a Reyes,
con audacia y con cautela,
si usted asalta Palacio,
yo tomo la Ciudadela.
Reyes con todas sus tropas,
su valor quiso mostrar
y al acercarse a Palacio
la muerte vino a encontrar."
Arriba, el sepelio de Bernardo Reyes en ese mismo febrero de 1913; aparecen al centro doña María Ochoa-Garibay y Zapién viuda de Reyes y su hijo Alfonso que por entonces contaba 24 años, y era ya el padre de Alfonso Bernardo, nacido apenas el año anterior.
Febrero de Caín y de metralla:
humean los cadáveres en pila,
los estribos y riendas olvidadas
y, Cristo militar, te nos morías…
Desde entonces mi noche tiene voces,
Huéspedes mi soledad, gusto mi llanto,
Y si seguí viviendo desde entonces
Es porque en mí te llevo, en mí te salvo,
Y me hago adelantar como a empellones,
En el afán de poseerte tanto.
• 9 de Febrero de 1913 -Alfonso Reyes-
Además de la tristeza por la muerte del general -su padre-, la situación se volvió enredada para toda la familia luego de la muerte de Madero y Pino Suárez, la fugitiva potestad de Lascuráin y el violento caudillaje de Huerta. Alfonso apresuró entonces los trámites para titularse como abogado y salir del país con su esposa Manuelita y su hijo.
Arriba, la fotografía y rúbrica incorporadas al pasaporte de Reyes en octubre 1914.
El repudio generalizado a la república castrense de Victoriano Huerta determinó en buena medida el que Alfonso Reyes saliera de México en agosto de 1913, y no volviera al país sino hasta 1924, luego de vivir un año en Francia y diez en España, un velado destierro, iniciado como Segundo Secretario de la Legación Mexicana. Entraría ahí en contacto con el hispanista Raymond Foulché-Delbosc e iniciaría su texto "Visión de Anáhuac", recordando: “…donde el aire brilla como espejo y se goza de perenne otoño.”
Cesado el cuerpo diplomático mexicano destacado en Europa bajo la presidencia de Venustiano Carranza –pretexto del estallido de la Primera Guerra Mundial–, se trasladará Reyes a España en octubre de 1914, donde concluirá Visión de Anáhuac y frecuentaría a Antonio G. Solalinde y Pedro Henríquez Ureña. Uno de sus hermanos mayores estaba ya instalado en San Sebastián, por lo que Manuelita y Alfonso Bernardo se alojaron de momento allí, mientras él se adelantó a Madrid en busca de mejores oportunidades.
Gracias en buena medida a Pedro Henríquez Ureña, Reyes trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid –por entonces bajo la batuta de Ramón Menéndez Pidal– con gente de la talla de Américo Castro y Tomás Navarro Tomás. Combinó ese empleo con febril actividad periodística y literaria. Al paso de los años, resultaría éste su periodo más fecundo.
1917 sería un año de gran producción editorial para Reyes, ya que aparecerán: Cartones de Madrid, El suicida y Visión de Anáhuac; además, su traducción de Ortodoxia, de Chesterton, y sus ediciones de Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, Páginas escogidas de Quevedo y Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita.
Además, en un giro afortunado, entre 1919 y 1920 coincidió en Madrid con Artemio de Valle-Arizpe, que tenía un puesto en la legación mexicana y con quien Alfonso establecería creativa y fecunda relación.
De hecho, es la casa-biblioteca de don Artemio la que me lleva a rasguear acerca de la correspondiente de Reyes (Ver) con la admiración de alguien que se deja asombrar por la palabra escrita y protegida en los libros de una biblioteca...
Ya para 1920, Reyes se integró de nuevo al Servicio Exterior; albergó cargos diversos hasta 1924, cuando regresó brevemente a México. Debía ocupar luego un puesto en Argentina, pero de último momento la cancillería lo envió de nuevo a España, en breve misión que le permitió reunirse con el rey Alfonso XIII. Se instaló luego y con la familia en París, desde donde cumplió variados encargos diplomáticos en el continente.
1937 sería una año trascendente, dado que el 1º de abril asistió al matrimonio de su hijo Alfonso con Alicia Mota Gómez y a fin de año –corría el período del presidente Lázaro Cárdenas– al reducirse el presupuesto en la Secretaria de Relaciones Exteriores, quedó don Alfonso sin puesto diplomático a partir del 1º de enero de 1938.
Cesante, Reyes regresó a México en febrero y seguramente dispuesto a residir definitivamenle en la capital, compró un terreno a plazos e inició la construcción de una casa para su hijo así como de la que sería su casa-biblioteca, sitio que con el tiempo pasaría a ser conocido –bautizado por Enrique Díez-Canedo– como la "Capilla Alfonsina ".
Para albergar aquellas casas con BIBLIOTECA, Reyes adquirió a plazos dos terrenos que sumaban 360m² sobre la antigua “Calle de la Ranchería” en Tacubaya –anexa ya a la nueva colonia que se urbanizaba en lo que habían sido los jardines de la “quinta” de la familia Gómez de Parada / Rubín– (Ver), parte de lo que en el S. XVIII había sido la Hacienda de la Condesa y que se incorporaba ya a la "Colonia Condesa", incluyendo una importante fracción de lo que había sido el “vergel de La Condesa” adquirido por el Deutsche Schule Mexiko-Stadt “Alexander von Humboldt” (Colegio Alemán), que edificaría ahí y desde 1941, el nuevo y moderno edificio para el colegio –ahora parte de las instalaciones de la Universidad La Salle–.
Gracias a las notas registradas en su diario (p.138) sabemos que entre el lunes 18 y martes 19 de mayo don Alfonso pagó las mensualidades de mayo y junio del terreno donde construiría aquellas casas y aprobó el diseño para su biblioteca en planos que le presentó el “ingeniero Rousseau”.
-Alfonso Reyes, Diario IV. Buenos Aires, 1º de julio de 1936-México, 8 de febrero de 1939.
Para el diseño en la esquina de la avenida Industria y Tacámbaro, Reyes habría convocado al ingeniero Carlos Rousseau –profesor en la “Escuela Superior de Construcción”–, que ya entonces colaboraba con su hijo –el muy jóven Ingeniero y arquitecto Carlos Rousseau García–, que según la tradición, fue el primer alumno titulado de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional -ESIA-, institución que además dirigió durante un breve lapso.
Nos cuenta Gladis Ferreiro en su investigación al respecto, que Carlos Rousseau García fue el Primer alumno titulado –como Ingeniero-Arquitecto– de aquella ESIA (aunque los documentos indican que Rousseau Jr. se tituló hasta 1946 con cédula profesional Nº861) reestructurada desde 1931 por diversos profesionistas como Juan O’Gorman, para llamarse “Escuela Superior de Construcción”; en 1936, la Escuela se integró con otras para crear el Instituto Politécnico Nacional. Así, a final de enero de 1936, la Escuela Superior de Construcción, cambió de nombre y se transformó en Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA); para 1938 se le asignó espacio en las instalaciones de Santo Tomás –aunque en 1956 pasaría al nuevo edificio en Plan de San Luis, edificio que abandonó en 1957, luego del sismo del 28 de julio- y se intaló -provisionalmente- en el Palacio de Comunicaciones de Tacuba.
Luego de varios cambios más, en 1974 se estableció la ESIA que muchos conocen, en la Unidad Profesional Tecamachalco -Estado de México- donde se inauguró la “Biblioteca Carlos Rousseau G.” en honor a ese primer egresado y director entre 1954 y 1955, según lo indica Alfredo Plazola Cisneros en “Arquitectura habitacional -Plazola-”.
Sabemos también que Carlos Rousseau (Jr.) formó parte del Consejo Directivo de la “Sociedad de Arquitectos Mexicanos” en 1941-1942 / 1946-1948, estando a la cabeza el arquitecto Federico E. Mariscal, e Intervino en la convocatoria para el concurso de embellecimiento de la Plaza de la república y en la exposición sobre Arquitectura Mexicana en La Habana, Cuba.
Además, trabajando con Augusto H. Álvarez García, Rousseau erigió entre 1954 y 1955 el edificio que albergó al “Banco del Valle de México”, en la Avenida Juárez Nº100, ejecutado además colaborando con Simón Bali, en un edificio que desafortunadamente sufrió graves daños luego del sismo de 1957.
Durante su larga estancia en Francia, don Alfonso conoció seguramente la Bibliothèque Forney y su magnífica sala de lectura de dos pisos, así como la “Salle Stanislas” de la Bibliothèque de Nancy, espacios que debieron iluminar sus ensueños de una biblioteca propia; además había visto las diversas disquisiciones de arquitectura moderna que hacían furor en Francia, en particular la Maison La Roche, conjunto diseñado en 1923 para Raoul La Roche y Albert Jeanneret y edificado en 1924 por Le Corbusier en el XVI distrito de París.
Ahí, dos casas –una para La Roche, otra para Jeanneret– forman un conjunto que claramente ilustra las características del “purismo” arquitectónico, edificación moldeada en torno a formas geométricas simples y desprovista de ornamento. Arriba, una vista de la biblioteca en la casa La Roche.
En México, uno de los exponentes más reconocibles de aquella corriente fue sin duda el arquitecto Juan O’Gorman, que no solamente impulsó la creación de la “Escuela Superior de Construcción”, sino también por esa época, diseñó y edificó casas tan relevantes como las de Cecil O’Gorman, Diego Rivera y Frida Kahlo en San Ángel, las de Luis Enrique Erro, Carlos Vallejo Márquez y Alfonso Sotomayor en Martín Mendalde –personajes además del propio O'Gorman conectados con Narciso Bassols, que serían clave para la fundación del IPN–, o la edificada para don Manuel Toussaint y Margarita Latapí en la Cerrada Eugenia Nº34, Colonia del Valle (antes parte del Rancho de Santa Rita) –foto de abajo–.
Seguramente por su reciente experiencia al edificar su casa y dada la estrecha amistad que les ligaba, Reyes pidió a Toussaint asesoría en lo relativo al diseño de su aventura edilicia, y de hecho, al darse un súbito cambio de planes en la vida de don Alfonso, sería el propio Manuel Toussaint quien se encargaría de colocar la primera piedra y dar inicio a la construcción de las casas en los números 122 y 124 de la Avenida Industria –Tacuabaya–.
Entre abril y mayo de 1938 el presidente Cárdenas, en vista de las buenas relaciones de Alfonso Reyes en Brasil , le nombró para una misión especial: México intentaba romper el bloqueo internacional contra el petróleo mexicano impuesto luego de la expropiación del 18 de marzo de 1938. La misión de Reyes además de lograr que Brasil comprara una cantidad simbólica de petróleo, tendría –a decir de don Daniel Cosío Villegas– “…un gran valor político internacional, pues rompía el bloqueo, y un valor interno, ya que hizo nacer la esperanza de que el país comenzaba a salir de aquel atolladero".
Además, es importante recordar que también en el período, Alfonso Reyes participó con don Daniel Cosío Villegas en la creación de “La Casa de España en México” (fundada el 20 de agosto de 38 por Lázaro Cárdenas), que daría refugio a intelectuales españoles en el contexto del exilio republicano español –luego de dos años de actividades, aquella Casa de España se transformó en El Colegio de México–.
Cuenta la historia que, en lo referente al diseño de su biblioteca, don Alfonso esbozó para Rousseau –desde 1938–, un croquis que señalaba claramente los requisitos para ese espacio que permitiría trabajar y almacenar libros y documentos, además de recibir a visitantes y ceñir el tiempo de trabajo. Ese croquis –resguardado en el acervo de la “Capilla Alfonsina” y que aparece arriba– muestra además de la doble altura y su pasillo perimetral, lo que seguramente fue una precisión de estantes ajustables para las necesidades de textos y legajos, además de muros para exhibir cuadros y claros detalles de iluminación.
Al respecto, sabemos que Reyes también pidió asesoría para el diseño de su biblioteca -una auténtica biblioteca de trabajo- a su amigo José Moreno Villa, un archivero, bibliotecario, poeta, articulista, crítico e historiador de arte, que recién había llegado a México en 1937 y clasificaba por entonces los cuadros de Bienes Nacionales.
Aunque toda la atención la ha concentrado siempre la biblioteca, es importante recordar que el diseño final de los Rousseau para aquel terreno de 360m² incluía también dos sobrias casas independientes, comunicadas por un balcón: la de don Alfonso Reyes y Manuela Mota, en Av. Industria Nº122, Tacubaya –que por años conservaría el número de teléfono 15-22-25– y la de Alfonso Reyes Mota con Alicia Mota y sus hijos, en Industria Nº124.
Gracias al ejemplar de 5º aniversario de la revista “EDIFICACION -Órgano de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura” de septiembre-octubre de 1939 –Número 29–, en que se publicó información relativa a ese proyecto –y que gracias al ingeniero Eduardo Mejía pude revisar en la Capilla Alfonsina–, podemos descubrir el proyecto y algunos detalles de ese diseño a cargo de los ingenieros Rousseau, que con orgullo politécnico se hacía público en 1939.
En la página 33, aparecen las plantas del proyecto, incluyendo ambas casas y biblioteca, dibujos que permiten deducir las tres distintas partes del conjunto: al oriente (derecha), una casa bastante tradicional para el hijo y su esposa, con estancia/comedor, jardín al frente, tres recámaras, los servicios requeridos y sitio para un auto. Al poniente –en la esquina de Industria y Tacámbaro– el amplio espacio de la biblioteca con doble altura, acceso desde una terraza compartida y escalera propia para acceder al “Mezzanine”; en la parte alta, una amplia sección marcada como “Estudio” con paso directo a la parte privada de la casa que incluye un medio baño y paso desde la zona de servicio.
Cabe indicar aqui que un mezzanine, entresuelo, entrepiso, mezzanina o tapanco es –en lo que concierne a la arquitectura–, un piso intermedio entre dos plantas y que sobresale a manera de balcón. La palabra del francés mezzanine, llega del italiano mezzano (‘medio’), que a su vez proviene del latín medianus.
El propio Reyes describió en 1939: “Estas son las líneas que escribo en mi casa, hecha con el esfuerzo de toda mi vida, para dar asilo conveniente a mis libros… ya está aquí el salón especial para recibirlos, de dos pisos con mezanine. Arriba en un volado, estará mi escritorio. Tengo luz cenital, ventanitas alargadas en todos los nichos que dan a la calle, y una gran vidriera al lado de mi escritorio que recorre los dos pisos. No puedo creer a mis ojos”.
Entre ambas partes anteriores –casa hijo y biblioteca–, la propia casa de don Alfonso y Manuela, vivienda que sorprende por lo frugal de los espacios –estancia y comedor en planta baja, que apenas ocupan tanto espacio como la escalera misma– con sitio para un auto y arriba solo una recámara y sus servicios –baño, ropería y paso a un “solárium” que mira hacia el oriente–.
No debe parecernos extraño lo escueto de la casa misma –ámbito tradicional de la señora de la casa–, ya que la protagónica biblioteca era espacio en verdad compartido por don Alfonso y su esposa Manuela Mota, que a decir de Sandra Frid “… al pasar de los años Manuelita se transformó en una especie de indispensable secretaria, porque ella le escribía algunas crónicas, le revisaba los textos, además de ser su bibliotecaria.”
El diseño de los Rousseau contemplaba espacios de sorprendente vanguardia y racionalidad, acordes con aquel funcionalismo de la época y con dejos de aquel “purismo” arquitectónico que Reyes había visto en Europa; abajo, una de las imágenes que aparecen en la revista “Edificación” Nº29 y en la que aparecen la chimenea de la biblioteca, así como la singular columna de curioso capitel –que parece un tanto estorbosa, aunque evidentemente resultó motivo de interés–, que sostiene aquel “…volado, donde estará mi escritorio.”
Además, en la revista también aparece una toma del ángulo norponiente de la biblioteca, donde además de la “gran vidriera al lado de mi escritorio que recorre los dos pisos”, se distinguen algunos de los libreros modulares ya instalados en la parte baja y una parte de la baranda metálica que resguarda el “mezzanine”.
Esa “gran vidriera al lado de mi escritorio que recorre los dos pisos” es un magnífico ejemplo de los ventanales de placas de vidrio prismático que se popularizaron en el período y en este caso, está formada por placas de “Verre Prismatique” de la “Société Continentale de Verre Soleil” -France-, placas que también se debían colocar en el resto de las ventanas. Además, la biblioteca estaría iluminada cenitalmente por amplios tragaluces circulares que además de vidrio prismático y difusores, incorporarían lámparas incandescentes colocadas dentro de la horadación.
Mención especial merece la estructura metálica con que se da soporte a la losa de la biblioteca, ya que a diferencia del resto de la edificación –cuya estructura es de muros portantes de tabique rojo y discretas losas de concreto armado– el amplio claro de 8 metros se soporta con cuatro vigas “I” que –en tiempos complejos luego de la expropiación petrolera y cuando se avecinaba ya la guerra– proporcionó como un obsequio al hijo del general Bernardo Reyes, la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S. A., encabezada entonces por don Adolfo Prieto.
Además de esas vigas metálicas –que permiten un airoso y bien iluminado espacio–, se diseñaron en fierro los bastidores de ventanas, rejas y soportes del “Solarium”, además del singular –y muy bien diseñado– pasamanos que bordea y protege escaleras y mezanine; esa baranda creaba además recodos en el pasillo, sitio donde consultar algún documento sobre las mesas cuya superficie podía inclinarse…
Arriba, los pasamanos en escaleras de casa y biblioteca.
También parte del diseño de los ingenieros Rousseau –eco de aquel boceto de Reyes y la asesoría de Moreno Villa– es el ingenioso sistema de soporte y ajuste de los libreros, que, con pares de tubos perforados y anclados a las losas, pemiten ajustar la altura adecuada para los entrepaños -que simplemente se insertan en las guías- sin más ajuste que pequeñas pijas de hierro.
Don Alfonso parece haber estado muy complacido con el diseño, aunque las urgentes labores relacionadas con la Casa de España en México –que buscaba dar cobijo a muchos de los intelectuales que ya habían salido de su patria a raíz de la Guerra Civil– y de la que fue nombrado director, le distrajeron de instalarse por completo hasta bien entrado 1939.
Ya instalado en Industria Nº122, en 1943 pasó a ser parte de los fundadores de El Colegio Nacional; promovido por Lázaro Cárdenas, el Colegio buscaba agrupar a figuras destacadas en ciencia, literatura, filosofía y arte, a fin de mostrar lo mejor de México y fortalecer la identidad del país. Como referencia, notemos que pertenecieron también a ese grupo fundador Diego Rivera, José Vasconcelos, Alfonso Caso, Mariano Azuela, José Clemente Orozco e Ignacio Chávez, entre otros.
Aunque don Alfonso era ya miembro de la Academia mexicana de la Lengua desde 1918, fue presidente a partir de 1957, además de ser miembro y promotor del International Pen Club, período en que la Avenida Industria -la antigua “Calle de la Ranchería”- cambió de nombre para rendir homenaje a Bemjamín Hill Pozos, militar mexicano que participó en la Revolución y fue además Gobernador de Sonora y secretario de Guerra y Marina…
En su casa/biblioteca –auténtica biblioteca de trabajo–, don Alfonso seguiría con ardua labor; de ese período, hace poco saltó a los reflectores su “Cartilla moral” por la reimpresión que por orden del presidente se hizo del cuadernillo de 1944, encargada de origen por Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública. A muchos sorprenderá saber que la “Cartilla” es una obra menor: apenas unas cuantas páginas del tomo XX de los veintiséis volúmenes de las Obras completas de don Alfonso Reyes Ochoa.
Siempre me ha sorprendido que en las “Obras completas” hay escritos de enorme variedad: cultura y literatura griegas, poesía, letras novohispanas, filosofía, teoría literaria, cocina, ensayos sobre autores mexicanos, ingleses, españoles…
¿Por dónde comenzar a leer a Alfonso Reyes? José Emilio Pacheco, otro de nuestros grandes escritores, nos dice: “Empieza por donde quieras, lee lo que te interese, considera las obras de Reyes una enciclopedia o un periódico que nadie te pide que leas de principio a fin”.
Reyes escribió poemas, fábulas, narraciones, artículos periodísticos, e hizo traducciones, pero lo que más brilla es su ensayo, obra tan vasta y variada que hay quienes, como José Luis Martínez, la clasifican por tipos de ensayo: “género de creación literaria, poemático, de fantasía, doctrinario, interpretativo, teórico, de crónica y expositivo.”
Además de obra escrita, Reyes recolectó objetos y documentos que pertenecieron a su padre, recortes diversos, cartas, planos, discos –una serie de bocinas frecuentemente permitía escuchar música en la gran sala–, esculturas, obra pictórica y fotográfica de sus amigos y conocidos –algunos regalos, algunos encargos, algunas compras– y entre lo expuesto en la biblioteca reunió retratos familiares y magníficos lienzos de Angelina Beloff –que retrató a Manuelita (foto de abajo)– Diego Rivera y Roberto Montenegro, fotos de Gisèle Freund, tintas de Manuel Rodríguez Lozano y un prolongado etcétera…
Llamada con admiración “Capilla Alfonsina” –por sugerencia de don Enrique Díez-Canedo en tiempos del propio Reyes–, fue casa abierta para sus amigos, estudiantes y personas que querían conocerlo y solicitar opinión o consejo. Se cuenta que por esa biblioteca desfilaron actores de la talla de Martín Luis Guzmán, Angelina Beloff, José Vasconcelos, Pita Amor, Manuel Rodríguez Lozano, José Gaos, Julio Torri, Gabriela Mistral, Manuel Sandoval Vallarta, Gisèle Freund, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Ramón Xirau y Pablo González Casanova.
Al paso del tiempo, las casas y biblioteca se conservaron con pocos cambios, aunque el espacio de la terraza de la casa principal se cerró, para crear un agradable antecomedor de uso frecuente; abajo, una imagen de Gisèle Freund que se conserva en la “Capilla”.
Con el cambiar de las necesidades familiares y la transformación del rumbo, la casa Nº124 se amplió hacia el jardín, se elevaron las rejas de ambas casas y sobre la biblioteca se construyó un Roof garden con amplia estancia sobre la colindancia norte y vista hacia el sur; en el proceso se levantó una parapeto-celosía perimetral para resguardar aquel mirador.
En 1944 don Alfonso Reyes sufrió un primer infarto, del que se recuperó por completo; sufrió dos incidentes más en 1947 y otro más grave en 1951, por lo que su deambular se volvió más difícil e instalaron un par de camastros en la biblioteca para permitirle recostarse mientras seguía trabajando.
Don Alfonso no se recuperó del todo y su muerte llegó el 27 de diciembre de 1959.
Manuela Mota permaneció en la casa/biblioteca, y auxiliada por su hijo Alfonso, difundió la obra de su marido hasta que murió el 14 de junio de 1971. Durante diez años Manuelita se dedicó a rescatar los escritos que don Alfonso no publicó en vida; conservando “como si él estuviera vivo” la que fuera casa de ambos, la Capilla Alfonsina, donde se descubre un espacio que en verdad cuenta una y varias historias…
Al deceso de Doña Manuelita, Alfonso hijo, se quedó al frente de la Capilla, hasta que en 1973 el gobierno se hizo cargo, nombrando a la Dra. Alicia Reyes, nieta de Don Alfonso Reyes, directora del conjunto. Desafortunadamente, la compra no incluyó la casa Nº124, por lo que el conjunto quedó trunco; desde entonces, la Capilla –ahora “Patrimonio Nacional”–, está bajo la tutela de la “Coordinación Nacional de Literatura” del Instituto Nacional de Bellas Artes, dirigida desde 2017 por don Javier Garciadiego Dantán, distinguido historiador, escritor y académico mexicano.
Casa y biblioteca están abiertas al público y detrás del escritorio de don Alfonso, aún se pueden ver las primeras ediciones de obras relevantes; como parte del trabajo institucional, se ha digitalizado una parte relevante del acervo, pero una visita a “la Capilla” siempre resulta fascinante.
Como complemento, en Monterrey, está la “Capilla Alfonsina -Biblioteca Universitaria UANL-” que también resguarda material bibliográfico de don Alfonso Reyes, edificio inaugurado el 13 de noviembre de 1980.
Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las fotografías a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.
Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…
Arriba, la tumba de don Alfonso Reyes en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores; el busto de granito es obra de Ernesto Tamariz.
También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html Ver
Buenas noches, es grato leer sus publicaciones. Siempre tan excelentemente documentadas. Gracias
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