En el parque triangular que se forma a un costado de Insurgentes, al cruzar Álvaro Obregón y Monterrey -- ahora dedicado a la memoria de Juan Rulfo--, estuvo la casa del arquitecto Adamo Boari, autor de la Catedral de Matehuala, del Templo Expiatorio de Guadalajara, el Palacio de Correos y el Palacio de Bellas Artes.
La imagen de arriba, que proviene del magnífico Catálogo de Ricardo Espinosa y he coloreado para ilustrar la sorprendente edificación, apareció en el libro de Laura Gonzalez Flores: “Otra revolución: fotografías de la Ciudad de México, 1910-1918", publicado por la UNAM –IIH en 2010.
Adamo Boari Oreste nació en el poblado de Marrara -vecino a Ferrara- Italia, el 22 de octubre de 1863. Estudió en la Scuola di S. Bartolomeo y realizó estudios sobre edificación y diseño en Ercole d'Este para pasar luego a las universidades de Ferrara y Bolonia, donde en 1886 se tituló como ingeniero civil; trabaja un año con el ingeniero Amico Finzi en el proyecto para la Stazione ferroviaria di Oggiono (Como-Lecco y Monza-Molteno-Lecco) pero deja el empleo en 1887 para cumplir con el Servicio Militar…
Se sabe de algunos de sus diseños realizados para la “Esposizione Nazionale di Architettura” de Torino en 1890 y enviados desde Río de Janeiro –Brasil--, donde buscando aventura se había establecido desde 1889, laborando en la instalación de la red ferroviaria paulista; para 1891 trabaja como promotor de una de las propuestas para el proyecto que se enviaría a la Exposición Universal de Chicago representando a Brasil, y viaja más tarde a Buenos Aires y Montevideo. Abajo, una fotografía del “BUILDING OF BRAZIL” de la Chicago World´s Fair de 1893, en cuya preparación (y probablemente diseño) participó Boari.
Durante sus andanzas por Sur América (mientras supervisaba la construcción de la estación para el entronque ferroviario Santos-Campinas), contrae fiebre amarilla y luego de varios meses se traslada a los Estados Unidos de América para recibir tratamiento en Nueva York. En marzo de 1892 se muda a Chicago, donde trabaja como ingeniero nivelador bajo las órdenes de Daniel Hudson Burnham (Burnham&Root) durante los preparativos del Jackson Park para recibir la instalación de la Feria Mundial, que se había bautizado como “Columbian Exposition of 1893”.
Durante los meses que antecedieron a la inauguración de la feria y por disposición del propio Burnham, se encarga de la supervisión y terminación del “Administration Building” (incluyendo los diseños de culminación para tambor, cúpula y obra escultórica) y durante 1893 siguió como supervisor de trabajos de la muestra que ya para entonces se conocía como “The White City”. Arriba, una toma general del estanque central (Court of Honor) de la “Chicago World’s Fair of 1893”; abajo el edificio administrativo, de cuya terminación Boari se hizo cargo desde 1892.
En ese período tuvo contacto directo con John Rooth (encargado de la planificación arquitectónica de la feria) y con el popular arquitecto Louis Sullivan que diseñara el pórtico de acceso al “Transportation Building”, único proyecto que no coincidía con el albo tinte predominante en el resto de los edificios de la feria. Abajo, el acceso al Transportation Building, diseñado por Sullivan.
Desde 1894, Boari trabaja en el despacho de Dankmar Adler y Louis Sullivan, encargándose primero como ingeniero de dibujos estructurales del Guaranty Building en Buffalo N.Y. y después de diseños interiores menores del Auditorium Building en la calle Michigan de Chicago, donde ya se encontraba instalado el propio despacho. Mientras tanto, Adamo de 30 años estudia inglés, revalida estudios y toma cursos universitarios a fin de titularse; además participa en varios concursos, entre los que destaca un certamen internacional convocado en 1897 por el gobierno mexicano para diseñar el nuevo Palacio Legislativo. En 1899 Adamo Boari recibió diploma del Chicago Architectural Board para el ejercer profesionalmente como arquitecto en los Estados Unidos.
El gobierno encabezado por el general Porfirio Díaz, convocó en marzo de 1897 a un concurso internacional (inspirado en el que en Alemania se había hecho en 1882 para diseñar el Reichstag) para diseñar el nuevo “Palacio del Poder Legislativo Federal de los Estados Unidos Mexicanos”. El ingeniero Adamo Boari participó en el certamen con una propuesta, sumándose a otros 56 proyectos consignados y en abril 1898 recibió el premio de segundo lugar, emparejado con los diseños de P.J. Weber & D.H. Burnham de Chicago y Pio Piacentini & Filippo Balatri de Roma –declarándose desierto el primer lugar--. Arriba, acuarela del proyecto enviado por Boari en 1898.
A raíz de ese premio, al ingeniero Boari se le solicitó ese mismo año enviar una propuesta para techar el crucero de la Parroquia de San Miguel Arcángel (S. XVIII) de Atotonilco –Jalisco-- complementando la torre diseñada por el arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras; el proyecto y calculo que envió en septiembre de 1898, considerando una cúpula y tambor de 16 gajos, se ejecutó en años siguientes. Abajo, la Parroquia de San Miguel Arcángel al centro de Atotonilco.
En 1899, el ya arquitecto Boari viaja a México por invitación de la administración del Presidente Porfirio Díaz y presenta ante el gobernador de San Luis Potosí, Carlos Díez Gutiérrez López Portillo, un proyecto para el “Nuevo templo parroquial de Matehuala” que el obispo de la arquidiócesis don Ignacio Montes de Oca le había encomendado el año anterior. El proyecto toma como modelo la iglesia de Saint Joseph de Brotteaux --de Lyon, Francia--, edificada por Gaspar André en el mismo siglo XIX (consagrada en Mayo de 1884).
La primera piedra del edificio Neo-románico, se olocó en 1906 y la nave norte fue el primer cuerpo en ser terminado y usado para las celebraciones religiosas; a mediados del siglo XX se terminó la primera fase al concluir el altar, la nave sur y los laterales. La catedral aún no se ultima y por éstos días se erigen las torres que flanquean la fachada principal. Arriba, la parroquia –ahora Catedral—de Matehuala que sigue el proyecto de Boari de 1898; abajo, el interior que muestra las características columnas pareadas del edificio que conmemora la tipología del género románico.
Ya instalado en México, Boari concursa y gana la convocatoria de 1899 para diseñar un templo en Guadalajara; el proyecto para el Templo Expiatorio de Guadalajara --edificio que el entonces arzobispo de la ciudad, Pedro Loza y Pardavé, proponía edificar para la reparación de la comunidad Tapatía— incluyó la iglesia de estilo neo-gótico y un amplio edificio anexo.
La primera piedra se colocó el 15 de agosto de 1901 y para 1911, las columnas interiores y los muros a la altura de los capitales ya estaban terminados; aunque se ha propuesto que el arquitecto efectivo es Salvador Collado (mexicano que diseñó el magnífico puente colgante de Arcediano) quien supervisó la primera fase de la edificación, la autoría de Boari permanece incuestionada. Los trabajos se suspendieron durante la Revolución y se reanudaron en 1924; el Templo Expiatorio de Guadalajara se terminó en 1972. Arriba, el Templo Expiatorio desde la Av. Prisciliano Sánchez; abajo, el sorprendente interior neo-gótico del templo.
Desde 1900, y probablemente a raíz de su buena relación con el ministro Felipe Berriozábal Basave y Manuel González Cosío (primer director de la SCOP), trabaja en tres proyectos que cambiarán el rumbo de su carrera: La remodelación del Teatro Nacional, la remodelación de Palacio Nacional y la propuesta de un monumento en honor de Porfirio Díaz.
Aunque éste último no prosperó, por sus obvias implicaciones, establece simpatía con el presidente Porfirio Díaz y así, éste estimuló a Boari para proponer mejoras funcionales al edificio federal, en lo que el propio Boari llamó la “Sistematizatzionne di Palacio Nacional”…
Se le encargó entonces un proyecto de actualización del edificio de Palacio, que incluía la modernización de los servicios, aumento y redistribución de los espacios. Boari propuso una ampliación al edificio, con una arcada en la parte alta sobre la totalidad de la fachada a la Plaza Mayor (a la manera de lo que luego propuso en el edificio para la casa del Correo) y una modificación al remate de la portada principal, incorporando un nicho ceremonial para la “Esquilón San José” (Campana de Dolores); aunque esas intervenciones no prosperaron, se harían veinte años después con un diseño a cargo del arquitecto Augusto Petricciolli, con la remodelación que da al edificio la apariencia neocolonial que hoy tiene.
Es interesante señalar que durante esos años, Adamo Boari se ocupó en validar ante la Academia su título de Arquitecto del Chicago Architectural Board (no el de Ingeniero obtenido en Italia) y en 1904 obtuvo la certificación de su diploma como arquitecto ante la Escuela Nacional de Bellas Artes, cosa que además le permitió integrarse al cuerpo docente de la escuela como titular del curso de composición. Abajo, en una fotografía de 1905, “la Escuela Nacional de Bellas Artes” donde se señala al arquitecto Adamo Boari que fungía como titular de la materia “Composición II”. Al centro de la imagen aparecen el Licenciado Justo Sierra, ministro de Instrucción pública y a su derecha el arquitecto Antonio Rivas Mercado, director de la Academia, amigo y crítico de Boari; de pié y detrás de Rivas Mercado el joven arquitecto Federico Mariscal. A la izquierda de Sierra, el pintor Antonio Fabrés que fungía como subdirector de la escuela; a su izquierda podemos ver al arquitecto Nicolás Mariscal y detrás, entre ambos, al pintor José María Velasco.
Desde hacía varios años, el gobierno federal consideraba la edificación de una nueva casa (la quinta) para el sistema mexicano de correo; en 1901 se encargó al arquitecto Boari elaborar el proyecto para un edificio que ocuparía el terreno del antiguo Hospital de Terceros de San Francisco (construido en 1761) y que tendría la supervisión estructural del ingeniero mexicano Gonzalo Garita y Frontera (1867-1921).
Lo que algunos llaman “la joya dorada del Centro Histórico” se constituyó en un lapso menor a cinco años, a partir de la primera piedra que se colocó el 14 de septiembre de 1902 hasta su inauguración en febrero 1907, donde el Presidente Díaz depositó dos tarjetas postales con la imagen del nuevo Palacio. Arriba, en una fotografía de Kahlo, el edificio en 1906.
El edificio de cuatro pisos es de un estilo ecléctico, “plateresco isabelino y/o gótico veneciano” cubierto al exterior con cantera blanca de Pachuca, que alberga un patio deslumbrante, con elevadores y una escalera metálica de la Fondería Pignone (Florencia); para muchos, lo más sorprendente es que la estructura del edificio es una (entonces) modernísima armazón metálica diseñada y provista por “Milliken Bros.” de Chicago. Llaman la atención los frescos de Bartolomé Calloti, que hacen referencia al correo. Abajo, en una fotografía de Guillermo Kahlo fechada en 1906, el “Detalle escalera, 2° y 3er Pisos” del Edificio de Correos.
Desde 1900, se tenía el proyecto de remodelar el viejo “Teatro Nacional”, inaugurado por Santa Anna en 1845 y donde se interpretó públicamente por primera vez el Himno Nacional el 15 de septiembre de 1854; el teatro había sido diseñado por el arquitecto Lorenzo de la Hidalga y edificado entre 1840 y 1844, cerrando la Av. 5 de Mayo a lo largo de la calle de Vergara (hoy Bolívar). En 1902 se encomendó a Adamo Boari y a Gonzalo Garita la reestructuración y remodelación del foro.
Probablemente a causa del éxito de la obra de la Quinta Casa de Correos (y la decisión de continuar la Avenida Cinco de Mayo de Vergara hasta Santa Isabel (hoy Eje Central), se encomendó a Boari definir un sitio para el edificio y elaborar el proyecto para un nuevo teatro…
Entre 1902 y 4, Boari viaja extensamente, visitando los grandes teatros de las capitales del mundo y elabora un inventario/catálogo de características y programas; en el proceso obtiene el primer diseño del nuevo teatro que se edificaría sobre el terreno que ocupaban el templo y convento de Santa Isabel y algunas edificaciones sobre la calle de Hombres Ilustres.
El edificio de distintivo protocolario y notable vanguardia comenzó a edificarse en 1904, nuevamente con la supervisión estructural de Gonzalo Garita y trascendental estructura y cimentación de la firma Miliken Brothers de Chicago. Arriba, el proyecto definitivo para la fachada del Teatro Nacional, firmada por Boari y fechada en 1906; abajo le estructura metálica del teatro en una fotografía de Kahlo fechada el 1° de diciembre de 1906.
Casi siempre se piensa que el diseño del Teatro Nacional es un capricho formal “del Italiano” y se evalúa únicamente por sus características estéticas; es indispensable recordar que las habilidades técnicas de Boari permitieron contemplar en el diseño elementos de avanzada que funcionaron y duraron en el edificio hasta su muy reciente remodelación en 2010, prácticamente CIEN AÑOS luego de instalados. Otro de los talentos notables de Boari, es el saberse rodear de magníficos profesionales y eso va desde escultores y herreros de extraordinario talento, hasta técnicos de alta especialidad, que incluyeron a Westinghouse en las instalaciones eléctricas o A. Rosenberg en las maquinarias del escenario.
Y hablando de las habilidades de Boari, es indispensable mencionar a su acompañante en la obra: cada mañana desde 1904, el arquitecto aparecía con una singular acompañante que sorprendía por la absoluta regla con que seguía las indicaciones de su amo…
Aída era una extraordinaria Setter (antes de que se diera la subdivisión entre Inglés, Irlandés y Gordon) que incluso figura entre los medallones que ornamentan el edificio del Teatro Nacional -ahora Palacio de Bellas Artes-. Abajo, del cincel de Fiorenzo Gianetti, uno de los medallones del Teatro Nacional; representa a Aída, la perra Setter de Adamo Boari…
Entretanto...
En 1907 y a insistencia de los promotores de la nueva Colonia Roma, Boari adquiere un terreno en el desarrollo, aunque en el extremo sur, alejado de la calzada de Chapultepec y su acueducto. Arriba, en un detalle del “Plano perspectivo de la Ciudad y el Valle de México (1906)” aparece señalado el terreno que en 1907 adquirió Boari para edificar su casa en la naciente colonia Roma, muy cerca del Castillo de Chapultepec y aún más del edificio de gradas del nuevo Hipódromo de la Condesa.
En un magnífico predio triangular de 1050 m², limitado por las avenidas Veracruz –al poniente-- y Jalisco –hacia el sur-- (avenidas que hoy conocemos como Insurgentes y Álvaro Obregón) y la amplia calle de Monterrey hacia el oriente, se edificó en 1908 la casa que para sí diseñó el arquitecto Adamo Boari. Arriba, en el Plano oficial de la Ciudad de México en su edición de 1908, aparece marcado el predio de que se habla (nótese lo poco ocupada que aún está la Colonia Roma); abajo, una fotografía del edificio de gradas del Hipódromo, apenas a unos 1000 metros de la casa del arquitecto.
La colonia Roma era el nuevo sitio de crecimiento para la ciudad de México; inaugurada en diciembre de 1902 ofrecía parques, infraestructura de avanzada y terrenos donde la arquitectura vanguardia podía exhibirse suntuosamente. Abajo, una imagen de la calle de Durango al cruce con la avenida Orizaba, frente al entonces Parque Roma (que ahora llamamos Plaza Río de Janeiro); la casa edificada en 1906 con características “liberty” pertenecía a la familia Lascurain (al fondo puede verse la torre del templo de la Sagrada Familia).
Ese es el contexto en que se diseñó y edificó la casa durante el año de 1908, con características que la ubican en una situación de vanguardia en el México de la primera década del siglo XX. La casa Boari, se erigió en la parte sur del terreno, con una estructura de concreto armado y encofrado integral, cosa que la pone a la delantera de las aportaciones técnicas y en un estilo que en ese momento se denominaba modernismo (y nosotros catalogaríamos como “Nouveau”). Abajo el ángulo sur-poniente de la casa (fachadas que miraban a las avenidas Veracruz –al poniente-- y Jalisco –hacia el sur—y frente a la que aparece el arquitecto en 1909.
Es necesario recordar que el arquitecto Boari había pasado varios años recorriendo las capitales del mundo, dedicado específicamente a inventariar las aportaciones que se habían hecho a los grandes teatros, proceso en el que además conoció las contribuciones de avanzada que en materia residencial se descubrían en Chicago, Nueva York, París, Londres, Roma, Torino, Praga, Berlín, Viena o Bruselas, sitios donde pudo revisar las obras de modernistas como Sullivan y Wright, Guimard y Sauvage, Mackintosh y Townsend, Sant’Elia y Velati-Bellini, Ohmann y Maróti, Wagner y Hoffman, Olbrich y Behrens o Paul Cauchie y Victor Horta.
Además, creo importante recordar que en ese momento Boari se encargaba de la supervisión de la ya avanzada obra exterior del Teatro Nacional --una de las edificaciones más importantes del período, con una estructura que contemplaba secciones de muros y losas encofrados—y se preparaba ya para realizar el decorado de los interiores. Abajo, el Teatro Nacional en 1908 cuando comenzó a recibir las tallas Fiorenzo Gianetti.
Es también interesante recordar que por esa época vino a México el húngaro Géza Maróti, a fin de revisar los diseños que realizaría para los interiores. En el teatro actual se conservan aún los diseños de Maróti para arco en mosaico del proscenio (y el telón de seguridad que terminó realizando la casa Tiffany de N.Y.), el vitral central de la sala y la escultura exterior para el remate de la cúpula central, aunque trabajó en muchos más elementos del interior; ejemplo de las propuestas de Maroti, puede ser uno de los arcos y acceso a los vestíbulos…
Es relevante mencionar a Geza Maroti, por el simple hecho de que además de llevar a cabo diseños para el Teatro Nacional, amistosamente participó en el diseño de algunos espacios interiores de la casa de Boari en la Colonia Roma. Abajo, una imagen de Ricardo Espinosa, captada en 1910.
El arquitecto Antonio Rivas Mercado dice en sus notas para febrero de 1909: “Boari se mudó a su casa en la colonia de Orrin; el cubo de concreto es moderno y novedoso, sin adornos y con una terraza al poniente que resultará muy agradable en día de carreras. Los hierros son de Romero Soto y los de la reja se repiten en el remate”. Arriba, en una fotografía fechada en 1911, aparece la casa Boari, vista desde la esquina de las avenidas Veracruz y Jalisco, con el abocinamiento de la terraza de acceso. El “cubo” presentaba oquedades hacia oriente y poniente, así como salientes y “Bay Windows” hacia norte y sur; un sorprendente detalle que se menciona en prácticamente todas las descripciones, son dos ventanas esquineras en la fachada sur, que encantaron a los observadores.
Hacia el norte –donde el terreno se estrechaba por el encuentro de Veracruz y Monterrey--, el esquema producía un amplio salón con vistas a un jardín; arriba, visto desde la azotea, el jardín norte…
Nunca he encontrado fotografías que muestren específicamente el espacio interior de la casa, pero en pláticas con el doctor Luís Ortiz Macedo, repetidamente me dijo que el “Hall” tenía sorprendentes similitudes con el Hall de la Grosses Glückert hauss de Joseph María Olbrich, edificada en Darmstadt en 1900.
Arriba, una foto de la Grosses Glückert hauss; abajo, una fotografía de 1909 en que aparecen en un salón de la casa el arquitecto Adamo Boari, su perra Aída y la que en 1913 sería su esposa, la señora María Dandini de Silva.
Así como Frank Lloyd Wright escribe acerca de Boari refiriéndose a él como “hirviente italiano” que observaba curioso y vivaz la “arquitectura austera” que producía en su oficina de Chicago, en un comentario del arquitecto Nicolás Mariscal se lee: “La casa de Boari es moderna y elegante, amplia e iluminada, con un agradable salón que mira al sur y que decoró el húngaro” (refiriéndose sin duda a Géza Maroti).
Nuevamente recuerdo al doctor Ortiz Macedo que me dijo que la casa tenía un comedor con elementos que le recordaban la casa que para sí había edificado en 1905 Paul Cauchie en Bruselas; específicamente con una serie de dibujos en los marcos y enjutas, endeudados con la estética modernista y que parecían de la mano de alguien como Maroti…
Hombre de innumerables talentos, Boari mostró siempre interés por las ciencias aplicadas –sin duda relacionado a su formación original como ingeniero y su participación en proyectos ligados a las vías férreas de Brasil--, y una intensa pasión por la nueva tecnología que significaba el naciente mundo automotriz. Arriba, uno de sus diseños, fechado en 1912, para un automóvil monoplaza que previsiblemente se llamaría “Aída”; abajo, Boari con su hermano Sesto (Sixto), la señora María Dandini de Boari y su perra Aída en 1913, frente a uno de los ahuehuetes de Chapultepec…
En una fotografía de 1923, donde aparecen los terrenos del “Hipódromo de la Condesa”, poco tiempo antes de ser transformados en la “Colonia Hipódromo” podemos ver una carrera de automóviles sobre el óvalo del estadio. La foto mira desde las gradas y hacia el oriente, donde al fondo aparece la avenida Veracruz que hoy llamamos Insurgentes; arriba y al centro de la imagen, las casas que en 1909 proyectó para María Conesa el arquitecto Saúl Orvañanos y a la izquierda (señalado con una flecha) se adivina la casa de Adamo Boari…
Con el fin del régimen de Díaz y la llegada a la presidencia de Francisco Madero, la actividad profesional de Boari pareció recuperarse; incluso se hizo una asignación presupuestaria para la continuidad de la obra del Teatro Nacional y el propio presidente visitó con el arquitecto el edificio en obra. Luego de los desafortunados sucesos de 1913, las cosas cambiaron por completo, y a pesar de que el gobierno de Huerta consideró continuar con la obra, el desastre presupuestal lo impidió…
Aunque la edificación del Teatro se detuvo, uno de los espacios se puso en función: “La Pérgola”; a pesar de su obra inconclusa, la estructura de concreto y acero se sembró de buganvilias y por años fue deleite de los paseantes que llegaban a “La Alameda”. Arriba, una foto de Guillermo Kahlo fechada en 1915.
La edificación de los templos de Matehuala y Guadalajara también se detuvo y para 1914, con los levantamientos armados en México y el inicio de hostilidades en Europa la actividad de Boari quedó prácticamente interrumpida; además, a causa de su atributo de extranjero, su situación en la Academia se vio atacada y para 1915 quedó fuera de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Abajo, el corte transversal del “Nuevo Teatro Nacional”, dibujo a tinta de J. Cañizo, firmado por Boari en 1914.
Adamo Boari siguió asesorando varios trabajos de excavación para el desagüe de la cuenca y terminó la edificación de la casa que había proyectado en el actual número 67 de la calle de Nápoles de la Colonia Juárez, además de visitar periódicamente la obra del teatro y seguir sufragando varios de los gastos para el mantenimiento de la obra casi abandonada. La casa de Nápoles 67 -que ha sido ampliamente intervenida pero es perfectamente reconocible-, presenta sorprendentes similitudes con la casa del propio Boari en la colonia Roma y permite entender detalles que no se pueden distinguir en las fotografías.
Durante 1914 elaboró los planos y maquetas definitivos para terminación interior del Teatro Nacional y entregó al comité encargado de la supervisión; en 1915, Boari prepara un inventario de los avances de obra, solicita a Kahlo una compilación fotográfica y pone a resguardo los modelos que del proyecto definitivo para el Teatro Nacional se habían preparado y en diciembre de 1915 hace entrega de un “estado de cosas” a la SCOP. Arriba, una fotografía de la casa de Nápoles N°67 en su estado actual –transformada en escuela-; abajo, el estado de las obras exteriores del Teatro Nacional en 1915…
En 1916 Boari parte rumbo a Italia y se establece en Roma, viajando a menudo a Ferrara. Se menciona que desde Roma, enviaba aportaciones e ideas para la finalización del Teatro Nacional de México, y con la experiencia escribió un libro sobre la construcción y diseño de teatros, usando como ejemplo en edificio inconcluso de México. Además diseñó el edificio “Serbatoio” para los tanques de almacenamiento del Acueducto de Ferrara, proyecto que se terminó en 1932; aparentemente también brindó apoyo a su hermano Sesto Boari en el proyecto del “Teatro Nuovo” de Ferrara.
Sabemos que por ese período nació su hija Elita Boari Dandini, aunque me ha sido imposible averiguar la fecha exacta del nacimiento (algunas fuentes aseveran que el nacimiento se dio cuando la pareja aún vivía en México). Además es interesante hacer notar que la casa de la Colonia Roma se arrendó en ese período al señor R.L. Wiles, originario de Nayarit y que administraba estaciones de combustible de la marca “Corona Roja” (Red Crown). Arriba, el “Serbatoio acquedotto di Ferrara”; abajo el arquitecto Boari y su esposa María Dandini en 1917.
Boari siguió enviando propuestas para la transformación del Teatro Nacional, incluso para la instalación de un cinematógrafo que permitiera aprovechar el espacio techado; en 1921 cuando se trasladaron los Pegasos de Querol a la Plaza de la Constitución para celebrar el fin de la lucha armada, propuso un nuevo proyecto a fin de aprovechar el edificio y evitar su deterioro…
En 1923 autorizó al señor Wiles a demoler la barda de la casa de la Colonia Roma y a edificar en el jardín norte una estación de servicio para la que Boari envió bocetos; es interesante hacer notar que parte de las rejas de esa barda (que Rivas Mercado dice ser de Romero Soto, autor de parte de las rejas de Bellas Artes) se usaron como remates en la estación de servicio.
En su libro “Antonieta”, Fabienne Bradu nos dice que Antonieta Rivas Castellanos y sus hermanos menores Mario y Amelia, ocuparon la casa de Monterrey núm. 107 a partir del 3 de abril de 1927; además menciona que ahí se reunía con personajes como Manuel Rodríguez Lozano, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto Owen y Celestino Gorostiza, y que también ahí, “en el amplio salón de la casa de Monterrey” se creó el “Teatro de Ulises” que funcionaría en el número 42 de la calle de Mesones…
Arriba, en una fotografía de 1928, el jardín norte de la casa Boari, en que se edificó una estación de servicio y expendedora de gasolinas “Corona Roja” y lubricantes “Zerolene” de la compañía Standard Oil Products, administrada por R.L. Wiles; atrás se distingue claramente la casa. La aquiescencia siguió operando hasta 1938 cuando luego de la expropiación petrolera, la estación cerró sus puertas y permaneció en abandono hasta 1941.
Con el rumorado reinicio de las obras de terminación del edificio del Teatro, en 1923 Boari intentó volver a México, pero su salud y la animadversión de los nuevos arquitectos “modernos” en la SCOP frustraron el intento.
Adamo Boari murió en Roma el 24 de febrero de 1928.
El 26 de febrero de 1928, aparecía la noticia en los periódicos nacionales reportando la muerte --tres días antes-- del arquitecto Adamo Boari en Roma; la nota del EXCELSIOR, firmada N.M. (¿Nicolás Mariscal?) decía en parte:
“Dígase lo que se quiera, nuestro Teatro Nacional es la obra de un genio, que acaba de morir en medio de la indiferencia más injusta y desleal: el arquitecto Adamo Boari, a quien los arquitectos no hemos tributado el más sencillo homenaje conmemorativo, quien sufrió las consecuencias del olvido -cuando no del ultraje-, y a quien se tuvo lejos -casi como desterrado-, de la obra en que puso toda su alma de artista, como lo hizo en nuestro fascinante edificio del Correo”
Entre 1930 y 34, el arquitecto Federico Mariscal fue nombrado Director de las obras de conclusión del Palacio de Bellas Artes e intervino el edificio de Boari con un nuevo estilo que ahora llamamos “Art-Decó”, en consonancia con la nueva vanguardia. Al exterior modificó la apariencia de las cúpulas que dejaron de ser vitrales y descartó la ornamentación que no estuviera fija, eliminando además la explanada de acceso para dar cabida a un estacionamiento y continuidad a la calle de Cinco de Mayo; al interior modificó la escalera de acceso en el Gran Vestíbulo (la escalinata original tenía mucha similitud con la escalera exenta del edificio de correos), el aforo y dimensión de la sala, y la decoración completa de vestíbulo, salas y salones de recepción…
La sección norte de casa siguió operando como “gasolinera” de Corona Roja hasta 1938, cuando luego de la expropiación petrolera, la estación cerró sus puertas y permaneció en abandono hasta 1940. Abajo, una imagen contemporánea en la que he dibujado el inmueble como si aún existiera la casa en nuestros días.
Según entiendo, Elita Boari Dandini hizo varias visitas a México, viviendo en nuestra ciudad por algún período en una casa de la Colonia Juárez; en ese 1940 vendió la sección sur de la propiedad sobre la que se edificó un inmueble de uso mixto con comercios en planta baja y seis niveles de departamentos; el proyecto a cargo del arquitectos Augusto Álvarez y Juan Sordo Madaleno, sufrió grave deterioro luego de los sismos de 1985; el edificio que se construyó en la parte aguda del predio –la sección norte, en que se edificó la gasolinera-, colapsó durante el sismo.
El sitio es ahora un jardín…
El parque triangular que se forma a un costado de Insurgentes, al cruzar Álvaro Obregón y Monterrey -- ahora dedicado a la memoria de Juan Rulfo— no tiene placa alguna que señale que ahí estuvo la casa de Adamo Boari, autor del proyecto del “Palacio de Correos”, “Palacio de Bellas Artes” o la “Catedral de Matehuala” …
Afortunadamente en 1972 se terminó el Templo Expiatorio de Guadalajara, siguiendo en casi todo el proyecto de Boari; su interior neo-Gótico, siempre sorprende a los visitantes…
La Quinta Casa de Correos fue declarada Monumento Artístico de la Nación el 4 de mayo de 1987 y a mediados de los años noventa se restauró extensamente el edificio que había sufrido varias intervenciones, incluyendo la adición de un entresuelo, una invasión del espacio con oficinas del Banco de México (conectándolo al inmueble vecino con puentes) y el retiro de los elevadores.
Y el Teatro Nacional, ahora Palacio de Bellas Artes…
Ahora que se festejan los ochenta años de terminación del Palacio de Bellas Artes, recuerden que la obra exterior no es equivalente al proyecto que dejó Adamo Boari en 1916 para su Teatro Nacional…
Abajo, la maqueta principal que dejó Boari para la terminación del Teatro Nacional y que Federico Mariscal mandó destruir luego de las críticas a su proyecto para concluir el edificio en 1934.
Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…
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