martes, 27 de mayo de 2014

La casa de don Artemio de Valle-Arizpe




Por categoría y relevancia histórica, más que por dimensiones, la casa que el 15 de noviembre de 1961 dejó don Artemio de Valle-Arizpe (en el número 16 de la calle del Ajusco en la colonia Del Valle –nombrada Calle Artemio de Valle-Arizpe en 1959--), es el perfecto ejemplo de una Gran Casa de México…


Arriba, una extraordinaria imagen captada por Manuel Ramos en 1959, donde aparece don Artemio en su biblioteca.
Y dice el acta de 1884: "ante mí Manuel Mendarosqueta, juez civil, compareció el señor Jesús de Valle, casado y abogado de 31 años de edad de esta vecindad, y presentó a un niño vivo y expuso que procreó con su esposa Refugio Arizpe de 18 años de edad, y que nació en esta ciudad en la sexta calle de Bravo, casa número uno y le puso por nombre Artemio de Valle. Siendo sus abuelos paternos don Francisco de Valle y doña María de los Ángeles de Peña y maternos, Juan N. Arizpe y Refugio Rodríguez.”



Don Artemio de Valle-Arizpe fue un escritor, diplomático y “colonialista”, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, y que se hizo popular como Cronista de la Ciudad de México; nació en Saltillo, el 25 de enero de 1884, hijo del abogado y luego gobernador de Coahuila Jesús María de Valle de la Peña y Refugio Arizpe Rodríguez, y además hermano del general revolucionario Francisco de Valle Arizpe.

Arriba, el retrato (acuarela y lápices de color sobre papel) que le pintara Saturnino Herrán en 1916 y que ahora pertenece a la colección del Museo de Aguascalientes. Abajo, una fotografía de don Artemio con Alfonso Reyes Ochoa, poeta, ensayista, narrador, diplomático y pensador mexicano, tomada en 1922, durante su encuentro con el coronel Pérez Figueroa, en la legación de México en Madrid.



Artemio de Valle inició estudios con los jesuitas, en el antiguo Colegio de San Juan de Saltillo y continuó su educación en el Ateneo Fuente; luego, en la Ciudad de México, cursó la carrera de leyes por insistencia de su padre, aunque poco ejerció la abogacía por haber encontrado ventaja en los oficios de la diplomacia. A partir de 1919 ocupó cargos en las representaciones de México en España, Bélgica y Holanda. Durante su estancia en España formó parte de la Comisión de Investigaciones y Estudios Históricos, donde su contacto con el Archivo de Indias despertó un especial interés por el período colonial de la América y Nueva España. Fue así como se dio a la tarea de rescatar historias de los tiempos de la Nueva España.



La casa en que habitó desde 1934, edificada por el arquitecto Roberto Álvarez Espinosa sobre la entonces calle del Ajusco -en la Colonia del Valle-, es una de cuatro que se edificaron por el mismo arquitecto sobre predios cercanos, siguiendo proyectos similares y con variantes en la fachada; siguiendo el estilo neo-colonial o Californiano tan en boga en aquel tiempo, la casa ocupó un terreno de poco más de 400m² y frente de 12m hacia el poniente, con acceso y puerta cochera remetidas sobre una fachada que miraba al sur. Arriba, una fotografía de la discreta fachada de la casa número 16, vista desde la entonces calle de Ajusco; abajo un acercamiento a la puerta de acceso, cuyo perfil recuerda las portadas que en Angahua (Michoacán) se ejecutaran durante al evangelización en el S. XVI. Una adición hecha a solicitud de don Artemio, fue el cordón que enmarca el escudo familiar, que siguiendo la tradición rezaba: “El que más vale no vale tanto como Valle vale”.



Al interior, el proyecto del arquitecto Álvarez corresponde a la tradición de rescate colonial que desde principio de siglo proponía en la Academia de San Carlos el arquitecto Federico Mariscal y cuyo mensaje quedó plasmada en “La Patria y la arquitectura Nacional” de 1915. En ese marco, los espacios modernos de la casa fueron complementados con la decoración que don Artemio rescataba de sus visitas a diversos sitios y el amueblado cuidadosamente adquirido o mandado hacer exprofeso con talladores expertos.



Para las descripciones, aprovecho los textos que acompañaron el artículo que apareció en la revista SOCIAL, del 15 de Noviembre de 1938, redactados por Alejandro Núñez Alonso y que a la letra dice: “Don Artemio de Valle-Arizpe, gran señor de la literatura colonialista de México, ex viajero de increíbles andanzas, ex diplomático ante diversas cortes de Europa y muy ilustre coleccionista de muchas y muy variadas y auténticas orfebrerías de época, anillos, abanicos, marfiles y porcelanas…”



Y sigue Alejandro Núñez contando que: “la casa, decíamos, tiene pureza de rasgos. Esa hornacina de piedra, la ventana de gruesos fierros, aquel farol, le dan carácter y calidad. Sin embargo, lo realmente de primer orden y mérito está en los interiores. En la estancia principal o hall, nos detenemos un instante para admirar ese magnífico trisitial (sic.) de coro con altos espaldares tallados, la gran mesa del siglo XVII con patas de rica talla y travesaños de cadena, la Concepción de Alcíbar, pintor poblano del XVIII y, aquí y allá, estolas, brocados, marfiles, cajas y cajuelas de nácar, de carey, de hueso…”



También nos dice Núñez Alonso, ahora para la foto de arriba, que “en la estancia, a lo alto, otra ventana de finos dibujos y levantadas perillas, y, en el mismo muro, algunas pinturas también del siglo XVIII y, al fondo, el vestíbulo. Como pieza notable, un cajonero con alfabeto; el mueble tallado y dorado a fuego, con las letras sobre un fondo de laca azul y las puertas entableradas.” Y reflexiona: “el sitio invita a repasarlo una y muchas veces, porque cada detalle y cada objeto lo amerita.”



“Ahora, otra perspectiva de la estancia. Al fondo la chimenea con el hogar enladrillado; junto, un vargueño espléndido, un sillón frailero del siglo XVII y la escalera de piedra, con azulejos en los peraltes y barandal de torno. A la derecha, el arco de acceso al salón de música y, en primer término, la mesa con sus riquísimas telas bordadas a mano, imágenes de marfil, libros, etc.”

No todos los comentarios eran generosos y desprendidos; al paso del tiempo he encontrado descripciones (Excelsior, 3 de Mayo de 1959) que ante el pasmo por el recinto, registraban más azoro que admiración: "De esta forma estamos ya dentro de su casa llena de chácharas, muchas de ellas traídas de allende los mares y otras que corresponden al México colonial, rescatadas de alguna polvosa bodega. Cruzamos este apretado espacio desconfiando de cada una de las cosas que existen unas sobre otras y que bajo buen cuidado reposan". Así, "Por fin llegamos a la sala: colonial en absoluto, estéticamente antigua, y donde se respira el perfume vetusto y marchito de los siglos. Allí cada cosa encierra una leyenda, un secreto, una historia o una maldición".

Y complemento la fotografía anterior del “hall”, con una de don Artemio en esa misma estancia, aunque en 1959, como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Academia de Historia de Colombia y de la Academia de Historia de Ecuador.



Para la siguiente imagen, Alejandro Núñez nos dice: “Al ver el hall principal desde otro ángulo, aparecen otras muchas piezas valiosas, entre ellas, el armario de media naranja –tres caras--, prodigiosamente tallado. Varias imágenes al estofado, dos columnas talladas y espejos españoles con marcos de dobles águilas doradas al fuego.”



Y para la fotografía siguiente, nos dice en 1938: “En la fotografía principal, un ángulo del salón de música, que también podría llamarse de los espejos por la profusión y riqueza de éstos. Venecianos, franceses y españoles antiguos; ingleses de varias épocas. Al fondo, bajo una veneciana rectangular bellísima, un sofá de brocado italiano del Renacimiento. A la izquierda, un clavecín de cubierta, en palo de rosa. Acá, una vitrina con varios abanicos espléndidos y un sillón abacial.”



La descripción sigue con: “Abajo, parte de la biblioteca en la que destaca, magnífica, la escribanía tallada en que el señor De Valle-Arizpe da cita a los personajes de sus relatos y escribe de sus andanzas y sucedidos. Cuadros miniaturas y un gran Cristo de marfil complementan el conjunto.”

Se sabe que además de las obras de consulta indispensables, la biblioteca contenía varias magníficas ediciones de importancia, como “El Arte en Nueva España” de Francisco Diez Barroso, publicado en 1921 y una nutrida colección de literatura y bocetos de la truhanería novohispana.



Al mencionar la bibioteca es inevtable aludir a algunos de los libros del propio don Artemio. Si bien Emmanuel Carballo lo definió como el "escritor isla" porque estaba rodeado de jóvenes escritores de vanguardia que no coincidían con sus temas y su estilo, Artemio de Valle-Arizpe tuvo una vida intelectual pública muy activa, y escribió en diversos periódicos de la ciudad de México. Además, fue un autor de éxito editorial poco frecuente en la época, ya que de algunos de sus libros se llegaron a imprimir hasta cinco ediciones en vida del autor….

Y nuevamente complemento la fotografía anterior, con una de don Artemio, ahora en la biblioteca, aunque en un retrato para la Editorial Porrúa de 1959.



La obra publicada de Valle-Arizpe es amplia, compleja y tiende a ser olvidada, con más de cincuenta obras que componen el “corpus” y compuesta por un mosaico de elementos que oscilan entre el idealismo y el realismo, aglomerando aspectos de índole popular y erudita.

Así, por un lado, usa la historia como ficción en un grupo de novelas caracterizadas por una composición narrativa donde lo grotesco y lo sublime, la sátira, la ironía y el humor son elementos para una reconstrucción moralizante, en una visión histórica que está cargada del código cultural que el autor quiere hacer evidente; ejemplifico con: “Cosas tenedes” de 1922, “Doña Leonor de Cáceres y Acevedo” de 1922, “El Canillitas” de 1941, “La movible inquietud” de 1945 o “Deleite para indiscretos” de 1951.

En otro grupo de novelas, Valle-Arizpe aborda la realidad histórica como leyenda, entre la ficción y la historia, tocando lo que hoy conocemos como microhistoria, resultando lo que Rangel define como el género de la "leyenda artemiana"; algunos ejemplos pueden ser: “Del tiempo pasado” de 1932, “Historias de vivos y de muertos” de 1936, “Andanzas de Hernán Cortés” de 1940, “Inquisición y crímenes” de 1952 o “Historia, tradiciones y leyendas de calles de México” de 1957.

Mi favorito, es un grupo de obras históricas -propiamente dichas-, donde el objetivo de Valle-Arizpe es abordar a personajes y lugares para dejar constancia formal y duradera; documenta –por ejemplo—la Calzada de TLACOPAN, con datos profundos y fotografías, que son una delicia para el lector.



De la obra producida en esa casa, el texto más exitoso, es sin duda “La Güera Rodríguez” de 1949; un mundo con sustento histórico donde la naturaleza humana es un mundo de fuerzas antagónicas, con pasiones, ambiciones, debilidades, cobardías, abusos, violencia y crimen, en que Valle-Arizpe pone en boca de María Ignacia Rodríguez de Velasco una aguda crítica a la obra maestra de Manuel Tolsá, pero cita a Montaigne recordando que “este es un libro de buena fe”…



Volviendo a la casa, Núñez complementa su descripción de la biblioteca contando que desde ahí puede verse el vestíbulo, “con una gran tela de terciopelo y un cristo magnífico, varios ormanentaes de iglesia,un armario del siglo XVI y algunos faroles muy notables…”



Retomemos la última descripción que en “SOCIAL” de Noviembre de 1938 hace Alejandro Núñez del comedor diciendo: “Con sus cómodas talladas, la mesa de torno y, detalle principal, las bancas de refectorio igualmente talladas con lujo de temas y figuras es un espacio recoleto que se complementa con las puertas de tableros y la infinidad de intrincados hierros y tallas que acompañan a los comensales”.



Y en ese mismo sitio, en una extraordinaria imagen tomada por Lola Álvarez Bravo, captada probablemente en 1961, aparece don Artemio ya viejo, degustando un chocolatito…



Nos dice Marco Fabrizio en un texto que apareció en la red el miércoles 10 de septiembre de 2008:

“El 15 de Noviembre de 1961 murió don Artemio, en ese remanso virreinal que llamaba casa, situado en la apacible calle que, por homenaje nada común, desde en vida del escritor recibió su propio nombre Valle-Arizpe. Quienes tuvieron la fortuna de conocerla pudieron apreciar la nutrida, selecta y elegante biblioteca de Don Artemio que estaba coronada con la siguiente leyenda "Esta biblioteca se hizo con libros prestados. Yo no presto libros."

Se reveló entonces que don Artemio había heredado a su secretario y compadre, el señor Héctor Ruelas, la totalidad de sus bienes, indicando que “…a mis hermanos no les dejo nada, porque ellos no necesitan de bien alguno.”.
Poco recibiría Ruelas…

Sobre el destino que sufrió esa colección, reproduzco parte del artículo de Armando Alanís publicado en la revista Macropolis:

En su testamento, De Valle-Arizpe nombró heredero universal a un joven de Aguascalientes. Pero mientras se llevaban a cabo los trámites para hacerlo efectivo, el general Francisco de Valle Arizpe hermano del escritor, fue a la casa y sustrajo hasta el último libro enviándolos a la ciudad de Saltillo para entregarla al entonces gobernador de Coahuila José de las Fuentes Rodríguez mejor conocido como el diablo. Mandó que todos los libros fueran guardados en el último piso del Ateneo Fuente.
El piso donde se encontraba la biblioteca carecía de instalación eléctrica. Una puerta de madera impedía el acceso. Aun así, se sabe que varios profesores se dieron maña para perpetrar pequeños hurtos. -Si me traes un libro de los de don Artemio, tienes 10 en el examen- prometían los profesores a sus estudiantes.

En marzo de 1984 la biblioteca entera alimentó el fuego que destruyó el último piso del Ateneo…




En 1970 se destruyó la casa N°16 y retiró la placa que recordaba que ésa había sido la morada de don Artemio de Valle-Arizpe y que en honor a él, la calle “del Ajusco” ahora llevaba su nombre. Poco después se levantó un edificio de 10 niveles para oficinas, que prefirió no colocar la placa conmemorativa.

Aunque la pérdida de casa y colección fue lamentable, me da gusto que haya causado algún eco en la preservación de la maravillosa casa de Guillermo Tovar y De Teresa en la Colonia Roma, gracias a la extraordinaria presteza de la Fundación Carlos Slim (Ver)



La “Comisión de Nomenclatura de la Ciudad de México”, dependiente de la “SeDuVi” retiró la mayoría de las señales originales y las sustituyó por láminas nuevas, en que ahora el nombre aparecía como “Artemio DEL Valle AriSpe”, sin guión, con S en Arizpe y modificando el “DE Valle” por “DEL Valle”. Luego de innumerables quejas, la comisión aceptó colocar una calcomanía que cambia la S por Z en Arizpe, pero se ha negado a corregir el DEL o agregar un guión. Parece que no importa el cómo escribiera su nombre el hombre a que se rinde homenaje poniendo su nombre a la calle…





Bien decía don Artemio: "La obra de arte es una evasión"



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…

También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html



martes, 20 de mayo de 2014

Casa de la familia González Jáuregui / Rivas (Ahora Instituto Cultural Helénico)




Don Nicolás González Jáuregui, casado con doña María Rivas Pastor, fue un importante empresario queretano, acreditado coleccionista, benefactor de la educación religiosa y taurófilo destacado. Reconocidos en Querétaro por su intensa afición taurina, primero su hijo Nicolás González Rivas y ahora su nieto Nicolás González Aréstegui siguen formando parte del panorama empresarial en el estado.

Abajo, en una fotografía que agradezco a su sobrina Loreto Gonzalez, aparecen don Nicolás González Jáuregui y doña María Rivas Pastor.



Casi olvidada y sustancialmente remodelada, la construcción en el número 1500 de la avenida Revolución alberga ahora el Centro Cultural Helénico -una Asociación Civil que da cobijo al “Centro Helénico” (que opera teatros a nombre de CoNaCulTa)-, y que casi pareciera haber olvidado la edificación que dio origen a lo que ahora es un recinto cultural…



Desde 1938 don Nicolás González Jáuregui adquirió al norte del pueblo de San Ángel, una magnífica propiedad, que hasta 1930 había formado parte del “Automóvil Club de San Ángel” y su parque, lindantes al sur con el Río de Tlacopac (que corría donde ahora están las calles de Av. León Felipe, Río San Ángel y Vito Alessio Robles); hacia el oriente, la propiedad era limitada por la recién ampliada Avenida dedicada a los luchadores Insurgentes (en los terrenos que hoy ocupa el centro comercial y torres de oficinas de “Plaza Inn”) y hacia el norte lindaba con el entonces nuevo desarrollo de la colonia Guadalupe Inn y sus calles con nombres de músicos destacados.



Arriba, en un plano de la “Zona Urbana de San Ángel” fechado en 1929, aparece señalado el terreno referido, donde hoy se encuentran “Plaza Inn” así como el parque anexo, en que ahora encontramos cuatro terrenos residenciales, además del Instituto Cultural Helénico y los edificios que albergan la sede alterna de la Suprema Corte de Justicia (de origen proyectado como edificio de oficinas para Seguros América –Banamex-, por el arquitecto Ricardo Legorreta). Abajo, una toma aérea de San Ángel fechada en 1921 y que mira hacia el norte, donde aparece en primer plano la Avenida de La Paz; a la derecha se distingue la Avenida de los Insurgentes que apenas llegaba al “Jardín de la Bombilla”; a la izquierda se puede ver la hoy Avenida Revolución que era entonces la Av. San Ángel y al fondo la Colonia Guadalupe Inn. Al centro, se señala el amplio terreno arbolado que adquiriría don Nicolás González Jáuregui en 1938 y que había formado parte de las edificaciones de la antigua hacienda de Guadalupe.



Hacia el oriente de la extensa propiedad, en el frente que lindaba con la Avenida de los Insurgentes y donde se había asentado por años el “Automóvil Club de San Ángel”, don Nicolás González cedió el terreno de Insurgentes N°1967 para el inmueble del Instituto Franco Español que se edificó en 1838, espacio que también ocupó por algún tiempo el Centro Cultural Universitario (antecedente de la Universidad Iberoamericana); para 1960, el edificio escolar sería sustituido en el predio por el Centro Comercial Insurgentes Minimax, con proyecto de Juan José Díaz Infante y años después albergaría el centro comercial Plaza Inn y sus edificios de oficinas. Abajo, en una fotografía oblicua de la Compañía Mexicana de Aerofoto fechada en 1933, aparece el “Automóvil Club de San Ángel” visto con su fachada hacia la Avenida de los Insurgentes; el edificio conservaba aún segmentos de la antigua hacienda de Guadalupe, que había sido propiedad de don José de Teresa / Romero Rubio, cuñado de don Porfirio Díaz (ver entrada: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2014/02/casa-de-la-familia-de-teresa-romero.html).



En la parte baja de la imagen, aparece la Avenida de los Insurgentes y al extremo izquierdo, puede verse el cauce del aún Río Tlacopac en lo que ahora son las calles León Felipe y Río San Ángel; a la extrema derecha, aparece la calle de Jaime Nunó de la Colonia Guadalupe Inn; la calle arbolada es la actual Fernando Villalpando y al fondo, se ha marcado el predio que reservó para sí el licenciado González Jáuregui. La amplia avenida del fondo, es lo que hoy llamamos Avenida Revolución, que entonces recibía el nombre de avenida San Ángel. Es interesante hacer notar que la “estación de despacho de combustible” del Automóvil Club, sigue existiendo hoy sobre Insurgentes…

En la sección poniente del predio, que lindaba con la avenida San Ángel, don Nicolás González Jáuregui cedió a la congregación de Nuestra Señora del Pilar o Enseñanza la porción sur para la edificación del Colegio Lestonnac en Revolución N°1508; en ese terreno, se edificaría en 1976 el edificio para las oficinas de Seguros América –Banamex--, con proyecto del arquitecto Legorreta y que ahora es ocupado por una sede alterna de la Suprema Corte de Justicia.

La sección poniente de la propiedad se subdividió en 4 partes, y para 1945 se tiene noticia de que don Nicolás preparaba el fragmento nor-poniente para edificar su residencia. El terreno pentagonal dedicado a morada, contaba poco más de 3,000m² y lindaba al norte con las calles de Manuel M. Ponce y Fernando Villalpando; hacia el Sur con 60m y Oriente con 50m limitaría con los terrenos de las escuelas; finalmente, hacia el Poniente, el predio contaba con cerca de 40m de frente hacia la Avenida San Ángel, luego Revolución, sobre la que recibiría el N° 1500 que conserva.

Para el diseño, se contrató al arquitecto Eugenio Urquiza J. que sería recordado por su participación en la edificación de la Ciudad Universitaria, y en particular por su insistencia en integrar murales a los edificios de la Escuela de Medicina; además, el arquitecto Urquiza es recordado por la comunidad taurófila queretana como el autor de la Plaza de Toros Santa María.



El arquitecto diseñó la casa a manera de pabellón moderno, al centro del terreno, con un cuerpo de servicios protegiendo la construcción del ruido de la avenida San Ángel (Revolución) en la orientación Poniente y liberando el acceso y las vistas más importantes hacia el jardín y la orientación Sur. Al respecto, Francisco Borja Bolado nos dice que “ésta gran mansión, rodeada de hermosos jardines, glorietas con frondosos árboles, preciosos grupos de finas plantas florales y anchos parterres en los que destacan, en alabastro, estatuas de las cuatro estaciones, fuentes de mármol, etc., está edificada en un estilo moderno, muy sobrio y elegante, único que permitía, modernamente también, sin decoraciones recargadas, valorizar netamente las admirables colecciones artísticas, positivamente excepcionales, de los señores González Jáuregui.”



Arriba, las fachadas Sur y oriente de la casa González Jáuregui / Rivas que en 1946 diseñara el arquitecto Eugenio Urquiza J. Abajo, la fachada norte de la casa, que con las subsecuentes remodelaciones y la adición de la Capilla medieval, se transformó en plaza de acceso y uno de los espacios exteriores más peculiares del conjunto.



Todo parece indicar que como indica Francisco Borja Bolado, a don Nicolás González Jáuregui le gustaban los contrastes: en su casa de San Ángel (arquitecto Eugenio Urquiza Jáuregui en 1946), el moderno interior contrastaba con la asombrosa colección de vetustas antigüedades. Aunque irreconocible, ese espacio hoy forma parte de Instituto Cultural Helénico…

Y dice Borja Bolado: “El hall ofrece una deslumbrante perspectiva que contrasta lo nuevo y lo añejo, en la que se ve, arriba el salón de música y la entrada a la capilla y abajo el armonioso conjunto de recibir. En los laterales, valiosos tapices de Aubusson y excelentes bronces. En la galería, a la derecha, un repostero español de terciopelo genovés, color rubí, con portentosos bordados en plata y el escudo de Isabel la Católica en el centro".



Como lo he hecho en otras ocasiones, reproduzco los textos de la revista “SOCIAL”, que en 1948 dedicó un par de números (145 de Agosto y 146 de Septiembre) a la casa González Jáuregui / Rivas. Las descripciones de Francisco Borja Bolado que brindan detalles del inmueble, amueblado, decoración y colorido que de otra forma sería imposible adquirir, son además ejemplo de la manera en que en los años cuarenta, se admiraba esa edificación y describía adjetivadamente...



Para la foto de abajo, Borja Bolado nos dice que: “Desde el vestíbulo de entrada, llega una de las vistas más admirables: en primer término, dos grandes tibores chinos –ejemplares catalogados--, con sobreadornos de bronces dorados y remates con candelabros, también de bronce. Después, en el centro del soberbio tapete de Aubusson, una mesa imperial, riquísima por sus maderas preciosas incrustadas y sus maravillosos adornos de bronce, trabajados a la cera perdida. Sobre su gruesa cubierta de mármol, un asombroso centro de Sèvres y varias preciosas figuras de Dresden y Meissen. Al fondo, entre dos estrados con piezas de Aubusson, la gran escalera de dos alas, alfombrada en rojo y oro, en cuyas columnas de arranque se ven dos enormes copas de Sèvres, y, más allá, en las ventanas, dos estatuas con candelabros de bronce. En el mismo término, un maravilloso reloj de la época, en bronce y plata, con forma escultórica de mujer en tamaño natural, y, en los cuadros montados sobre la piedra rosada del muro, un magnífico retrato de Madame Lebrun –en el centro—y dos Buché de gran calidad en los tondos.”



Abajo,”…otra soberbia perspectiva del gran hall, cuyas proporciones monumentales –¡doscientos cincuenta metros cadrados!—y cuyas riquezas espléndidas, lo hacen realmente extraordinario. El conjunto es esplendoroso; piso de mármol, gigantesco candil de bronce cincelado de sesenta luces (pieza única), y, en el gran set de la chimenea –de mármol rosa y bronces dorados, con elegantísimo panneaux de espejos--, un estrado con sofás de Aubusson que, con otros más del mismo hall, en el salón, en el comedor, en el vestíbulo, forman la más grande y admirable colección particular –cuarenta y cinco piezas—de estos valiosos muebles y tapices del que es ejemplar excepcional el estupendo tapete palaciego de dieciocho metros que se admira en el propio Hall.”



Y sigue diciéndonos Francisco Borja Bolado que … “en éste enfoque desde la parte baja del gran Hall, puede verse que –como toda la planta principal—la decoración es en el estilo francés, precisamente del siglo de los Luises, con las más asombrosas colecciones de muebles, tapices, pinturas, bronces y porcelanas de la época. En primer término, una graciosa comodita bombé con marquetería y bronces, y en la que está un bello candelabro de porcelana de Sajonia. Después, en set de honor, una gran cómoda –pieza de museo-- , en laca negra y bronces cincelados, con figuras realzadas y motivos de acusada influencia china, y, sobre ella, tres grandes, maravillosas porcelanas de Sèvres –azul cobalto y oro--, con escenas de corte esmaltadas a colores. En el muro, un soberbio repostero italiano en terciopelo azul, con prodigiosos bordados de plata, y, en el cuadro, la famosa ¨Brodeur¨ óleo original de Scoter (¿?). Junto a los cristales con marcos de bronce que separan el hall del comedor y que, repetidos en el piso superior, aíslan el salón de música y la capilla, hay otras porcelanas muy valiosas, entre ellas un gran tibor, azul turquesa, ruso, y de la misma época, con asombrosos decorados en oro.”



En la siguiente fotografía “…se ven varias de las piezas ya descritas, como la mesa imperial, riquísima por sus maderas preciosas incrustadas y sus maravillosos adornos de bronce, trabajados a la cera perdida el vistoso conjunto de la chimenea o los magníficos estrados con piezas de Aubusson, y, al fondo, cerca de la entrada al salón principal, una notable pintura –La Tempestad--, original autentificado de Tomas Greinburg.” Se refiere a Thomas Gainsborough (1727-1788)…



Abajo, “un ángulo del hall, también inmediato al comedor, en donde vemos otro de los numerosos y notables juegos de Aubusson; una preciosa mesita con un preciado tibor de Sèvres, y, en la magnífica vitrina de Boule –ébano, carey y bronce--, valiosísimas piezas de porcelana de Biscuit, de Capo di Monte, de Meissen, de Dresden, etc. A la derecha, columna y porcelana en pareja con las que aparecen en otras imágenes –aquí una escena de El Cántaro Roto—famosas en la colección González Jáuregui.”






Finalmente, para la foto de arriba, nos dice Francisco Borja Bolado que… “en el salón del comedor, el conjunto tiene también una señorial grandeza de palacio. Allí, la extraordinaria serie de Aubusson agrega otro juego admirable –época de Luís XIII--, formando por dos grandes sofás y doce sillones, y la serie de porcelanas y bronces se enriquece con varias piezas de una calidad artística imponderable. Mencionemos el candelabro de Sajonia y las bellísimas figuras de Meissen que se ven en la cómoda, el gran centro imperial de mesa –bronce y plata--, las piezas de las columnas, los fruteros –Meissen también--, y el grupo escultórico en bronce, soportado en alta base de mármol, ejemplar de exposición. Soberbio el gran candil de Baccarat –rojo y blanco—excepcional el gobelino –Siglo XVII—firmado, y excelentes los tres óleos de Van Schndel (foto de abajo) en el set del fondo. En el mismo plano, varios muebles de catálogo, piezas de extraordinario mérito entre las que destaca el gabinete con maravillosos esmaltes sobre porcelana y adornos de bronce que perteneció al emperador Francisco José. Otro mueble soberbio es la cómoda –bajo el gobelino--, incrustada con maderas preciosas y guarnecida de artísticos bronces dorados –catalogada igualmente--, y, muy valiosa por su talla y su forma oval perfecta, la gran mesa, auténtica de su época.”



Para 1954, don Nicolás González Jáuregui hizo una nueva y espléndida adición a la colección: en el jardín de la casa y ahora con la asistencia del arquitecto Luis Ortiz Macedo, el coleccionista mexicano incrustó en un claustro románico Español del siglo XII y una capilla gótica del XIV dedicada a San Nicolás de Bari, y una portada plateresca, procedente de Guanajuato, para lograr una sorprendente mezcla arquitectónica, que permite que en una fachada convivan dos indígenas empenachados con una virgen gótica en su nicho trilobulado…



De origen edificado en Ávila –España-, este fragmento de claustro albergaría una capilla con elementos del gótico Isabelino y dio cobijo a un artesonado del siglo XVI, pinturas, vitrales y gobelinos que complementaban las diversas colecciones depositadas en el conjunto residencial.



Parece ser que entre 1925 y 1926 Wlliam Randolph Hearst encontró esta Capilla Gótica en abandono y el claustro románico ruinoso en una comunidad de Ávila, España y compró el conjunto como parte de su fiebre coleccionista; sin limitaciones económicas, sus empleados desmontaron las estructuras, numeraron, empacaron y trasladaron las piedras en barco hasta un almacén en el puerto de Nueva York. Probablemente a causa de una epidemia de fiebre aftosa que azotaba España, el cargamento sufrió prolongada cuarentena que se extendió treinta meses y empató con la catástrofe bancaria de 1929. A partir de 1930 W. R. Hearst enfrentó severas dificultades financieras y aquel erario de cantería permaneció arrinconado en un almacén. Hearst murió en 1951 sin que se trasladara la cantería y sus fiduciarios pusieron a la venta aquel conjunto de piedras labradas en España seis siglos atrás.

Entonces, en 1953, don Nicolás González Jáuregui de visita en Nueva York se enteró de la venta, visitó el almacén, revisó piedras, inventario y planos, compró el lote y lo trasladó todo a la ciudad de México…



En 1954, con la intervención del arquitecto y restaurador Luis Ortiz Macedo, el conjunto se articuló en lo que entonces era el jardín norte de la residencia González Jáuregui, creando un nuevo acceso por la calle de Manuel M. Ponce. Es probable que al cargamento faltaran fragmentos, sea porque se perdieron, sea porque cuando W. R. Hearst adquirió Claustro y Capilla los edificios ya estaban arruinados; todo parece indicar que González Jáuregui y Ortíz Macedo fueron armando el rompecabezas con piezas diversas, y complementaron el conjunto para rellenar los vacíos. Así, una portada plateresca, traída de Guanajuato, complementa las arcadas del claustro Español del S. XII, y en la capilla una chimenea de características medievales francesas se integra al impresionante artesonado español del S. XVI, entre lámparas colgantes de reminiscencia mudéjar…



Dice Manuel Pereira que “El conjunto funciona como una máquina del tiempo. Entramos por una galería de columnas románicas y ya estamos en el siglo XII, pasamos por debajo de un arco flamígero y desembocamos en las postrimerías del XIV, subimos una escalera de caracol y retrocedemos al siglo XII, transitamos entre los sitiales plegables del coro con sus “misericordias”, y de nuevo somos catapultados en el tiempo, miramos hacia arriba y el artesonado nos traslada a la España del XVI… y, para rematar, salimos al patio por una portada de Guanajuato ricamente ornamentada.”

Y sigue Pereira diciendo que: “En el patio se despliega la galería románica con su arquería y los capiteles desde donde nos contempla el típico bestiario infernal del siglo XII: serpientes, vampiros o demonios… Por la parte trasera de la construcción se ven los contrafuertes y algunas gárgolas, pero lo más impresionante es el torreón.”



Me comenta don José Carlos Canseco Gómez que “…Don Nicolás fue amigo de mi padre y de niño estuve en esa extraordinaria casa. Don Nicolás-que parecía un Embajador- comentaba que cuando compró las cajas que pertenecieron a Hearst en varias de ellas -y para su sorpresa- venían otros tesoros. Nos contó que encontró una pintura de Murillo y que también estaban un candil magnífico que perteneció a los Rotschild y una alfombra que fue de los Vanderbilt. No podría identificarlos en las fotos pero lo que recuerdo muy bien es que en su recámara, que era enorme, tenía de un lado un altar con pinturas y santos, frente al altar, reclinatorios y en dos de ellos estaban las figuras de cera, de tamaño natural, de él y de Doña María Rivas. Una imagen así no se olvida nunca…”

Para 1966, las circunstancias de vida cambiaron de manera radical para la familia González/Rivas y en 1973, en lo que había sido la casa familiar se inauguró el nuevo Centro Cultural Helénico AC y que años después, pasaría a ser estandarte de la intención educativa del gobierno de José López Portillo.



La página del Centro Cultural Helénico nos dice que: “El conjunto, ubicado en la que fuera la residencia del coleccionista mexicano Nicolás González Jáuregui, está integrado por el Teatro Helénico, diseñado por el arquitecto Eduardo Luna Traill, con capacidad para 436 espectadores; el foro La Gruta, espacio experimental donde se han dado a conocer decenas de nuevos dramaturgos, directores y actores nacionales; y una capilla española de estilo gótico, que fuera transportada piedra por piedra desde Ávila, España que conserva en su interior pinturas de Tintoretto y Murillo así como gobelinos y vitrales de la época.”

Abajo en una toma de Google maps, de 2011, se ha marcado el límite de la propiedad de lo que fuera la casa González Jáuregui / Rivas y que ahora agrupa al Centro Cultural Helénico.



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…

También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html