El 25 de mayo de 1900, se inauguró el pabellón de México en la Feria Universal de París, “de aspecto sencillo y elegante, ... una gran casa de México en Francia para el mundo.”
En la nota de El Mundo Ilustrado que apareció el domingo 17 de junio de 1900, se leía que “El estilo del edificio diseñado por el arquitecto Anza, es neo-griego, distinguiéndose por la pureza de sus líneas… digna casa de México en París, un logro más en la declaración que de sus riquezas, arte y bellezas hace nuestro país ante el mundo...”
México había participado reiteradamente en las ferias mundiales, y ya desde 1867 se había presentado en la “Exposition Universelle de París” desde el 1° de abril hasta el 31 de Octubre, en la magna exhibición inaugurada la por el propio Napoleón III. La muy atractiva y comentada muestra mexicana resultó ensombrecida –y apartadas sus esculturas referentes a rituales de muerte–, cuando el 19 de Junio fuera fusilado en el Cerro de las Campanas el Emperador Maximiliano I de México…
Había sido el propio emperador quien encomendó a Edouard Henri Theophile Prignet la creación de un Pabellón Mexicano en la Exposición de 67, y en un sitio al exterior del enorme “Palais Omnibus” se reproduciría una de las hermosas plataformas de Xochicalco –tan conocida luego de las descripciones de Humboldt–, engalanada con reproducciones del sorprendente “Calendario Azteca” así como de la aterradora madre gestante de Huitzilopochtli.
Reproducciones tanto de Coatlicue como de la Piedra del Sol, ya habían sido exhibidas en Europa por Bullock, en el Londres 1823 -apenas treinta años luego de su descubrimiento definitivo de 1790- y habían causado furor. https://archive.org/stream/gri_sixmonthsres00bull#page/n291/mode/2up
De hecho, se había presentado ante el emperador de México la idea de enviar a Francia las piezas originales, que por orden del propio Maximiliano se habían colocado en el nuevo “Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia” (Antigua Casa de Moneda, hoy Museo Nacional de las Culturas), cuando ordenó se retirara “el Calendario Azteca” de la pared de la Catedral y se colocara en el nuevo salón junto a la “horrenda Coatlicue de falda de serpientes”; de no haber sido por la negativa de Maximiliano I -que consideró eran parte fundamental de la historia de México-, las “piedras” posiblemente hubieran ido a parar a Francia, y a las colecciones del Louvre...
Según los datos de la exposición, “… la hermosa pirámide mexicana se labró con moldes tomados directamente del edificio original” (cosa poco probable) por Léon-Eugène Méhédin, que además exhibía su “collection mexicaine” al interior, luego de cobrar una módica contribución para acceder. Méhédin era arqueólogo, arquitecto y fotógrafo, reconocido por su contacto con Napoleón III; una parte de esa colección exhibe ahora en el Muséum d'Histoire Naturelle de Rouen.
No debe sorprender ese tipo de pabellón historicista, ecléctico y de infusión precolombina, que muy a la manera coetánea, exaltaba los valores y cultura de los países que en 1867 exhibían sus glorias pasadas; baste ver como contraparte, el “Temple d’Athor”, diseñado por Drevet, que Egipto presentaba como parte de sus glorias aborígenes; la ecléctica mezcla de elementos provenientes del templo de Philae, con decoraciones de Abydos y Saqqarah, mostraba parte de las colecciones del museo de Blaq a cargo de Auguste Mariette.
Ya durante el gobierno del general Porfirio Díaz, México había recurrido a otros eclecticismos historicistas, al presentarse en la exposición de la Nueva Orleans en los Estados Unidos de Norteamérica, con un pabellón desarmable, “… edificado con novedosa técnica metálica e inspiración morisca”, diseñado por el distinguido ingeniero y arquitecto José Ramón Ibarrola el año de 1884. Gracias a la amistad de Ibarrola con Andrew Carnegie –dueño de la primera gran acerera del país anfitrión en Pittsburgh–, se fundió y terminó a tiempo para figurar como pabellón de México en la exposición, ante el asombro de los visitantes que se mostraban sorprendidos ante tal portento moruno encarnando a la República Mexicana…
Las artesanías, minerales, productos vegetales y animales presentados por México en Nueva Orleans, descubrían ante el mundo las enormes posibilidades de inversión en un país “de legado árabe”, exhibición amenizada por bandas de música, la Orquesta Típica mexicana –ataviados los músicos con trajes charro–, así como la presencia del “destacado rejonero Ponciano Díaz”. La exhibición incluía curiosidades del orden de una pequeña pirámide con muestras minerales, “obras en oro y plata en vitrinas de ébano, trabajos de piel con bordados de hilo de oro, plata y piedras preciosas en bruto y talladas, muebles y objetos en maderas finas”. El kiosco fue luego enviado a Chicago y de ahí a San Luis Missouri, también como asiento de la colaboración de México en exhibiciones internacionales.
La estructura desarmada llegó a México en 1896 y para 1902 se ensambló en un costado de la Alameda Central, frente a la estructura del templo de Corpus Christi, donde fue sala de proyección y sede de los sorteos de la Lotería. Para 1908, con motivo de las fiestas del Centenario y la edificación del monumento homenaje a Benito Juárez, el pabellón fue nuevamente desarmado y trasladado al Parque de Santa María la Ribera, donde se reinauguró el 26 de Septiembre de 1910.
Para 1889, la sede “Universal” se ubicó de nuevo en París, con el pretexto de una Feria que vitoreara el centenario de la revolución Francesa y la universalidad de esa nueva erudición. Sin duda alguna, el mayor y perdurable símbolo de aquella feria fue la edificación de una torre de trescientos metros de altura, a cargo de Gustave Eiffel, estructura recibida con espantosas críticas y que es ahora símbolo irreemplazable de aquella ciudad…
La enorme explanada detrás de la “École Royale Militaire de París” (diseño de Ange-Jacques Gabriel en 1752) y frente al “Palais du Trocadero” (edificado para la exposición universal de 1878), se había transformado ya en sitio habitual para las exposiciones, y así el “Champ de Mars” recibió también la espectacular “Galerie des Machines” –diseño de Ferdinand Dutert y Victor Contamin– como contraparte de la torre y complemento del salón de fiestas en el “Palais du Trocadero”.
En postales coloreadas aparecen, arriba, la “Galerie des Machines”, y abajo, el eje principal, que alineaba la colina de Chaillot con el Trocadero, el puente “Iéna” (edificado entre 1808 y 1814 por Corneille Lamandé) sobre el Sena y los arcos de la torre del señor Eiffel, para llegar a la galería de las máquinas, donde la calzada remataba con la espectacular cúpula del salón de eventos cuyo interior aparece más abajo en un óleo de Louis Beroud; la extraordinaria pintura no solo muestra la novedosa estructura de acero de los edificios, sino la ecléctica decoración interior así como la variada y heterodoxa vestimenta de los visitantes, muy a la manera del gusto de la época…
En ése contexto, sobre la explanada del Campo de Marte transformado en “prado de las naciones del mundo” y justo al Sur-Oeste de la Torre, en compañía de los gallardetes de latinoamérica, se edificó el proyecto “Neo-Azteca” para el pabellón de México, rodeado por las casas de Bolivia, Venezuela, Argentina y Brasil…
El diseño del pabellón estuvo a cargo de Antonio Peñafiel y Antonio M. Anza, ambos connotados ciudadanos y de trayectorias diferentes: Peñafiel fue un médico prestigiado, asiduo a la estadística, que escribió gran cantidad de libros y artículos sobre arqueología mexicana hacia el cambio de siglo; Anza fue ingeniero civil y arquitecto, catedrático de composición, que participó en la terminación de la Penitenciaría de la Ciudad de México (Lecumberri).
Las ideas arqueológicas de Peñafiel se vieron plasmadas en el exterior, con elementos arquitectónicos y ornamentales adaptados por Anza y otros artistas, destacando una serie de magníficos relieves en bronce, trabajados por un joven becario mexicano de la academia de San Carlos que a la sazón trabajaba en París.
Esos doce bronces, así como atlantes, hornacinas y coronamiento, fueron creados para el pabellón por Jesús Fructuoso Contreras, dando sustancia y forma al proyecto de Peñafiel que como homenaje a las culturas antiguas, fue descrito como “…del más puro estilo Azteca”.
Habrá muchos más detalles del edificio en una próxima entrada de “Grandes casas de México”.
Hago énfasis en Contreras porque su papel también será relevante en 1900, como parte de los expositores en el pabellón de México y por haber recibido enormes distinciones. Abajo, una imagen tomada en 1889 en el estudio de E. Colibert y que publicó Patricia Pérez Walters, aparecen el propio arquitecto Colibert de pié al centro y Contreras a la extrema derecha con otros artistas y técnicos.
En los talleres de los hermanos Thièbaut, Contreras llevó a cabo el vaciado y fundido de seis relieves de deidades (Tlaloc, Centéotl, Chalchiuhtlicue,Camaxtli, Xochiquetzalli y Yacatecuhtli) así como de otros tantos personajes históricos (Nezahualcoyotl, Izcóatl, Totoquihuatzin, Cacama, Cuitláhuac y Cuauhtémoc), resultando éstos últimos de magnífica factura y sorprendente belleza.
Luego de desmontado el pabellón, los relieves se enviaron a México y se dispersaron. Tres relieves (Izcóatl, Nezahualcoyotl y Totoquihuatzin) se pueden conocer en el Jardín de la Triple Alianza, al exterior del Museo del Ejército, en Filomeno Mata esquina con Tacuba; otros varios están en el Museo de Aguascalientes. Cuatro réplicas de los bronces forman también parte del remate del “Monumento a la Raza” (construcción concebida por Francisco Borbolla y ejecutada por el arquitecto Luis Lelo de Larrea en 1940 sobre la Avenida de los Insurgentes). Arriba, el relieve que representa a Cuauhtémoc y abajo el bronce de Izcóatl como parte del Monumento a la Raza.
De la estructura presentada por México en la “Columbian Exposition” de Chicago en 1891 no quedó huella; apenas las fotografías que nos hablan de la “Exacta y maravillosa reproducción de las misteriosas ruinas de Yucatán” frente al edificio de etnología, recreación evidente del "Uxmal" (Plate 10, Archway, Casa del Gobernador) de los grabados de Frederick Catherwood.
Así las recreaciones historicistas de México ante el mundo; hasta llegar a 1900…
La Exposición Universal de 1900, se llevó a cabo entre el 15 de abril y el 12 de noviembre en París; participaron 58 países, cubrió una superficie de 120 hectáreas, y parece que fue visitada por 50’860,801 personas ‒cifra sorprendente en el siglo XIX‒. Durante la exposición, también se llevaron a cabo los Juegos olímpicos de 1900.
Las edificaciones más sorprendentes serían sin duda el “Grand Palais”, el “Petit Palais des arts” (edificados en el emplazamiento del Palacio de la Industria de la exposición universal de 1855), con la nueva avenida sobre el puente Alexandre III frente a la explanada de los Inválidos. Además, se construyeron la estación de trenes de Orsay (ahora Museo de Orsay) y una enorme noria 100 metros (rueda de la fortuna) en la avenida de Suffren.
En el Campo Marte, y aprovechando la enorme estructura de la “Galerie des Machines” que se había edificado en 1889, se montaron las salas de agricultura y alimentación y al centro, la notoria atracción que resultaron los “Palais de l'Electricité” y el “Château d'Eau” (Palacio de la electricidad y Castillo del agua), diseños de Hénard y Paulin, homenajes a los grandes logros del siglo que ya comenzaba.
La lista de atracciones y sorpresas para los visitantes extranjeros resulta casi interminable, pero indispensable es mencionar que además de la primera línea del Metro de París (Porte de Vincennes - Porte Maillot, con entradas diseñadas por Hector Guimard) se edificó la «Rue de l'Avenir» (calle del futuro), con sus “trottoirs roulants” (banquetas rodantes) que permitían a los visitantes trasladarse a diversas partes de la exposición circulando sobre plataformas móviles a lo largo del Sena sobre los Quai D’Orsay y Branly, la rue Fabert a un costado de la explanada de los Invalidos, la Avenue de La Motte-Piquet y a un costado del Campo Marte sobre la Avenue de la Bourdonnais. Abajo, una toma de ese “trottoir roulant” sobre el Quai D’Orsay, donde se distingue el pabellón que representaba a Italia, con su inconfundible diseño “gótico-bizantino”.
Es innecesario señalar la Torre Eiffel –que mantenía su presencia desde 1889–, nuevo símbolo e ícono de la exposición, que se transformó en “Fanal del mundo para el nuevo siglo XX”…
El paso ceremonial a la exposición se realizaba salvando el monumental acceso a través de la “Porte de la Place de la Concorde”, diseño de Binet rematado con la estatua “La Parisienne” de Moreau-Vauthier, para recorrer luego el “Cours-la Reine” y decidirse por la nueva avenida entre los Grande y Pequeño palacios o el puente Alexandre III para llegar a la explanada de los Inválidos y sus maravillosas exposiciones.
Buena parte de los países del orbe, representados por edificaciones construidas sobre el Sena en lo que se llamó “L’avenue des puissances étrangères” siguieron con la tradición de edificar pabellones que recreaban en pomposas alegorías académicas las glorias de su pasado histórico –parte del requerimiento de la convocatoria–, con una sucesión de opulentos edificios que unían el eje de la explanada de “Les Invalides”, con la el “Champ de Mars”. Abajo, un dibujo con la vista general de la zona de exposiciones y más abajo vista desde el río Sena, “L’avenue des puissances étrangères”.
No se piense que la exhibición era simplemente para promover ante grandes inversionistas las bondades de los países expositores. Parte imprescindible de lo mostrado en los pabellones se refería también a diseños y objetos destinados al gran público; un buen ejemplo es éste “Juego de Arquitectura”, diseño de Richter y compañía.
La ingeniosa “Caja de construcción” prometía “horas de instructiva diversión” con sus bloques de colorida arena prensada y solidificada. El anverso de la tarjeta en que se muestra el Pabellón que podía armarse, aparecen los datos de “F.-Ad. Richter & Cie.” de Rudolstdt en Alemania, sí como los datos del comprador a quien se envió el juguete en el N° 24 de la Rue Brey. (Agradezco las maravillosas imágenes a Javier Balbás Diez Barroso).
Los representantes de México recibieron un magnífico terreno sobe la ribera del río en el límite de “L’avenue des puissances étrangères”, a un costado del Puente de L’Alma y colindando con la escalinata del “pabellón de los ejércitos de mar y tierra”; todo justo frente al N° 1 del Quai Branly –que a la sazón albergaba el Comisariado General de la Exposición–, y del Palais de l'Alma (en el N° 11 del Quai Branly), edificio diseñado en 1861 por Jacques-Martin Tétaz, para albergar “Les nouvelles écuries pour la Maison de l'Empereur, Napoléon III” y que desde 1888 albergaba las dependencias dedicadas a la estadística y meteorología del gobierno francés.
Si bien el pasado antropológico e historicista había sido bandera representativa de México en las ferias mundiales, para 1900 el arquitecto Anza insistió ante las comisiones y el Ministerio de Fomento, que para la nueva exhibición el estilo ideal para representar a la República debía ser el Neo-Griego…
Luego de varias discusiones y complicaciones en la coordinación, se había nombrado al Ministro de México en Londres, don Sebastián B. de Mier como embajador plenipotenciario (sustituyendo a don Antonio de Mier y Célis) y encargado de la Legación de México en Francia, además de resultar electo como Comisario de México ante la Exposición Internacional de 1900 (ver). Sería él quien coordinaría la totalidad de las intervenciones de la República Mexicana, para que la presencia en la Feria resultara exitosa. Con un año de antelación, Mier elaboró un exhaustivo padrón de expositores y definió detalladamente las bases de su participación en París para comenzar la exhibición el 15 de abril de 1900 y permanecer ahí por siete meses.
Don Sebastián recibió tres encomiendas fundamentales: abrir la exposición a tiempo (el pabellón de 1889, había abierto sus puertas con una demora siete semanas); no exceder el presupuesto asignado (la anterior exhibición de México en París casi había triplicado el costo estimado); finalmente, exhibir un mayor número de productos mexicanos y obtener más inversionistas interesados en México. De ser posible, superar el número de premios obtenidos (en la exposición de 1889 la República Mexicana había obtenido 14 “Grandes Premios” y 88 medallas de oro, además de que uno de sus expositores había recibido una condecoración de honor)
En palabras del propio Sebastián B. de Mier, “…la situación del Pabellón era ventajosísima,… 10 metros río debajo de la estación del Puente del Alma y á 12 del palacio de los Ejércitos de Tierra y de Mar, donde se adjudicó á México un espacio de 75 metros de largo por 28’50 de ancho… En igualdad de circunstancias, el éxito de dos centros de exhibición, colocados en lugares diferentes, depende del mayor número de personas que los visiten, y éste número guarda proporción con el de las vías que á ellos conducen”.
Luego de examinar propuestas, el Ministro de Fomento eligió el proyecto presentado por el arquitecto (1872) e ingeniero (1874) Antonio M. Anza; además de cumplir con varias de las exigencias impuestas por la comisión de la exposición, Anza tenía enorme prestigio en México por su participación en las obras de terminación de la Penitenciaría de Lecumberri (hoy Archivo General de la Nación), además de tener la experiencia previa de edificar el pabellón mexicano en 1889. Es importante no confundir a Antonio con su hermano Juan N. Anza, también arquitecto e ingeniero, director de las obras de Palacio Nacional y que desde 1882 trabajó en las obras de transformación del Castillo de Chapultepec. En París, la edificación estaría a cargo del ingeniero Paul Furet y la contratación para edificar el pabellón se hizo con Mr. L. Dior, destacado contratista de la compañía del Ferrocarril del Oeste.
Arriba, “Pavillon du Mexique”, según dibujo firmado por el arquitecto Antonio M. Anza que muestra un corte a nivel de la doble altura central del diseño así como la planta baja del pabellón de México en París 1900. Abajo, una vista del taller en que se modelaron las decoraciones arquitectónicas para el pabellón; destacan el medallón para el remate central con el águila (arriba al fondo) así como los diversos capiteles de interpretación jónica ideados por Anza, además de la decoración para las enjutas de la portada (espacio entre los arcos) que aparece a extrema derecha.
Y decía Anza: “México ha tenido tres épocas muy señaladas en su historia. El período primitivo cuya arquitectura, completamente diversa de la de las razas que pueblan el continente Europeo, llegó á una época de esplendor, que atestiguan las ruinas de sus monumentos. El segundo período corresponde á la época de la dominación española, en cuya época se ejecutaron por arquitectos enviados de la metrópoli, los principales edificios públicos que poseemos… El tercer período comienza con la Independencia y llega hasta nuestros días. En una gran parte de éste período, México ha sido teatro de luchas intestinas, que han tenido por consecuencia el establecimiento de un régimen, gracias al cual, la nación marcha á grandes pasos en la senda del progreso; pero data apenas de ayer.” … “México, que como hemos visto no tiene una arquitectura que lo caracterice, que á simple vista de la fachada de su Pabellón, recuerde su nacionalidad, como la tienen Italia, España, Noruega, etc., debía adoptar un estilo sério (sic) que revelara el carácter del Gobierno que rige su destino y el Neo-Greco, que satisfacía éstas condiciones, fue el adoptado”.
Arriba, una fotografía del peculiar capitel ideado por el arquitecto Anza para su pabellón de estilo “Neo-Greco”, chapitel extendido con un dado a la manera en que Palladio diseñó los remates de la Iglesia del Santo Espíritu en Florencia. Abajo, la fachada norte del Pabellón de la República Mexicana hacia la berma del Sena; destacan los diez capiteles de peculiar orden jónico, la decoración para las enjutas y el medallón central que apareció fotos arriba.
Y escribe don Sebastián Mier: "Como ya he dicho, el Pabellón en la Exposición Universal de 1900 se encontró colocado sobre la orilla izquierda del Sena, en el muelle de Orsay, a 18 metros río abajo de la estación del Puente del Alma del ferrocarril de Oeste y a diez metros río arriba del Palacio de los Ejércitos de Mar y Tierra. La forma general de su planta fue la de un rectángulo de 41.70 metros de largo por 25.40 metros de ancho, en cuyos lados menores se apoyaban dos exedras de 9.90 metros de radio. Su longitud total es de 60 metros. En una gran parte se estableció sobre el tajo del ferrocarril de Oeste y el resto sobre la berma del Sena y sobre el muelle de Orsay. El rectángulo central de 41.25 metros de largo por 11.7 metros de ancho estaba formado por 24 columnas que sostenían el piso superior. En los lados mayores de este rectángulo se apoyaban dos crujías de 3 metros de ancho, cuyas partes centrales estaban destinadas a las comunicaciones del interior con los pórticos, y los doce espacios restantes, separados por tabiques de 0.40 de espesor, proporcionaban departamentos independientes para colocar las diferentes partes de la colección, dando un desarrollo de muros de 103.80 metros".
Gracias a su posición al lado del puente de Alma y frente a la perspectiva de la torre de Eiffel, el pabellón de México resultó muy visitado y fotografiado, sorprendiendo con su “sencilla y elegante sobriedad”, particularmente por contraste frente al boato de los edificios que lo rodeaban…
El acceso desde el Quai Branly, con su generoso pórtico orientado hacia el sur, resultó particularmente agradable, y la terraza del oriente –que recibió la escultura de Jesús F. Contreras para el monumento dedicado a Manuel Acuña–, resultó ser sitio favorito de los visitantes.
Al pórtico norte, que miraba hacia el río y frente a los edificios que recreaban el viejo París (“Le Vieux Paris”), se le aplaudió de inmediato, ya que los visitantes lo consideraron “…uno de los pocos sitios de la exposición que permite contemplar los alrrededores sin estar constantemente irrumpido por la exposición que presentan”.
Al interior, el gran espacio de doble altura y bañado de luz por una amplia claraboya cenital, permitía a los visitantes circular libremente por las exposiciones, mirando lo expuesto de acuerdo con una esmerada clasificación, que el propio Mier había establecido con Anza.
En ese espacio central, destacaron grandemente las exhibiciones de tabacos de “El Buen Tono”, las telas de la “Compañía Industrial de Orizaba” y “San Ildefonso”, así como los muebles y elementos decorativos que tanto “Claudio Pellandini” como “Palacio de Hierro” y “Alfarería Artística S.A.” enviaron para la ocasión.
La exedra poniente albergaba una escalera de tendida rampa, amplio derrame y desarrollo “imperial” semicircular que en el perímetro albergaba también zonas de exhibición. En el descanso, un par de grandes lampadarios de nueva brazos ‒que ahora forman parte de la ceremonial “escalera de leones” del Alcázar de Chapultepec‒, iluminaban con tulipas ámbar el ascenso.
Ya arriba, la totalidad del edificio estaba rodeado y contenido por arcos y columnas de agradable proporción, que delimitaban las áreas de exposición y permitían a los visitantes deambular libremente. Una memorable particularidad era la iluminación eléctrica incorporada al diseño interior, que con ampollas incandescentes contenidas en tulipas (vidrio esmerilado en forma de flor) cubrían a intervalos el intradós de los arcos. En su descripción -con cierto orgullo-, el Sr. Mier detalla que al interior, el pabellón contaba precisamente 1028 lámparas y bujías…
Arriba, la exedra de la escalera vista desde la planta alta con su arcada de exhibición. Abajo, uno de los nueve ábsides que a cada lado del corredor alto albergaban exhibiciones independientes; en éste caso, la exhibición de producción peletera.
En el lado opuesto a la escalera, la exedra oriente de doble altura, albergaba el “Salón de recibo y Bellas Artes” que se podía contemplar desde la planta alta. En la galería superior, se exhibía el “Proyecto de monumento a los Héroes” que diseñara el arquitecto Guillermo de Heredia frente al Panteón de San Fernando como parte central de un monumental “Panteón Nacional y monumento a los Héroes”, sobre la calle de Humboldt que por ello cambió su nombre. (ver y/o ver)
En la parte baja, se encontraba el “Salón de recibo y Bellas Artes” donde entre una nutrida variedad de muebles, mesas, cortinajes y biombos –acomodados a la manera de salón y donde se recibía amablemente a los visitantes–, podían ser vistas pinturas de Yzaguirre, Murillo, de la Torre, Javier Martínez y Fuster, así como esculturas de Jesús F. Contreras, Fidencio L. Nava, Agustín L. Ocampo y Guillermo Cárdenas.
Arriba, una imagen del lado sur del “Salón de recibo y Bellas Artes” del pabellón de México en París 1900; entre los cuadros, resalta un retrato ecuestre del general Porfirio Díaz (a la derecha). Entre las esculturas pueden verse “niño pescador” y la conocida “Desespoir”, obra de Fidencio L. Nava y que hoy se puede contemplar en el MUNAL.
Abajo, una imagen del lado norte del “Salón de recibo y Bellas Artes” del pabellón; varios de los muebles, forman ahora parte del acervo del Museo Nacional de Historia y se exhiben en el Castillo de Chapultepec. Al centro puede verse un busto en mármol de Carmen Romero Rubio de Díaz y a la extrema izquierda, se reconoce la magnífica escultura “Malgré tout” de Jesús F. Contreras, obra por la que se haría acreedor a la “Croix dela Légion D’Honneur” de la República Francesa…
“A pesar de todo” (Malgré tout) es una obra que Contreras modeló en la Ciudad de México en 1898, modelo en arcilla que se envió a Italia para ser transferido a mármol en 1899. Ese mismo año, le fue amputado el brazo derecho a Jesús, por lo que al público mexicano sorprendió el que un escultor manco pudiera producir una pieza de tan extraordinaria calidad y factura.
Jesús Fecundo Contreras había realizado buena parte de los bronces del pabellón de México en la feria de 1889 como estudiante, y en México se había forjado una sólida reputación como artista y empresario al organizar la “Fundición Artística Mexicana”, responsable de muchas piezas de bronce entre las que destacan las estatuas ecuestres al general Ignacio Zaragoza de Saltillo y Manuel González Ortega en Zacatecas, el Monumento a la Independencia de Puebla, el bronce de Josefa Ortiz de Domínguez en la plaza de Santo Domingo y una buena parte de las esculturas que adornan en Paseo de la Reforma de la Capital. Además, desde 1898 comandaba “Alfarería Artística S.A.” que producía mayólicas y terracotas decorativas. Es necesario agregar que Contreras había presentado en 1899 un proyecto alterno al de Anza para el pabellón de México, ofreciendo además sus servicios de manera gratuita pare encargarse de un proyecto de gran fastuosidad.
Además de enviar varias obras, Contreras se desempeñó como comisionado general de Bellas Artes durante la exposición y consiguió como célebre artista, poner a México en una nueva posición, donde ya no solo se veía al país como proveedor de materia prima, sino como una nación capaz de un notable desarrollo, cosa manifiesta en la sublime producción artística…
Arriba, una fotografía de Contreras en su taller, donde podemos notar el trabajo preparatorio para el mármol que retrata a de doña Carmen Romero Rubio, una de las piezas que aparece en la foto del “Salón de recibo y Bellas Artes”. Ésta, una pequeña escultura que representaba a su hijo, mas la talla monumental para honrar a Manuel Acuña que se exhibía en la terraza del pabellón (foto de abajo) pero sobre todo “Malgré Tout” le ganaron en 1900 a Jesús Contreras varios premios, pero es de destacar la “Croix dela Légion D’Honneur” entregada por Émile Loubet, Presidente de la República Francesa.
Amado Nervo daría a entender que Jesús Contreras talló aquella escultura de mármol sin el brazo derecho, y por eso la habría titulado “¡A pesar de todo!”; aunque las referencias históricas refutan el hecho, el regreso de Contreras a México resultó triunfal y apoteótico vista la desventura cuasi romántica “…del genio creador”, e inclusive Manuel María Ponce, conmovido por la historia (quizá dando crédito a Nervo) compuso una habanera para la mano izquierda como homenaje al escultor y a su trágica obra, titulada “Malgré Tout”.
De vuelta al pabellón, es interesante señalar que respondiendo a la exigencia de los organizadores, la iluminación no solo se diseñó para el interior, sino también para el exterior del edificio.
Y nos dice Mier: “Al exterior, se adaptó la idea más generalizada, que consiste en acentuar con luz las grandes líneas de la construcción, para que se destaquen del resto, escogiendo las lámparas Glow, con reflector plateado, por lo muy económicas que resultan, y prefiriendo la luz incandescente á la de arco, porque la primera, sobre ser más divisible y más intensa, se presta mejor á servir de elemento decorativo” se logró con 982 lámparas y bujías para el exterior…
Y termina Mier: “Podemos decir que el resultado fue satisfactorio, y más elegante que el de muchos otros expositores…”
En la contabilidad final, en el pabellón mexicano se registraron 478 expositores y la cifra de visitantes se estimó en los dos millones, luego de casi seis meses de exhibición. Con orgullo se publicó que se habían recibido un total de 1088 premios, destacando 34 “Grandes Premios” y 114 medallas de Oro. Además, don Sebastián B. de Mier recalcó ante el Ministerio de Fomento que no se excedió el gasto autorizado, siendo el costo total de la presencia de México en París, de $609,958.00 (frente a los $1’215,029.07 erogados en 1889).
Hubo innumerables menciones en la prensa francesa relacionadas con la presencia de México en la feria de 1900 y a muchos sorprendió que la acogida general fuera muy favorable hacia el pabellón y en muchos casos francamente entusiasta con relación a lo expuesto; particularmente vehementes fueron las notas relativas a las fiestas que se organizaron de manera reservada al interior.
Por su deferencia, reproduzco la nota que el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica publicó en su gaceta oficial, relativa al Pabellón de México, y que además apareció en los documentos conmemorativos editados en ese país en 1901.
Apenas cuatro años después, en 1904, durante “The St. Louis WORLD’S FAIR” -que se efectuó entre el 30 de abril y el 1° de diciembre-, el “Festival Hall and Terrace of the States” frente al “Grand Basin” del Forrest Park, eran casi una reverberación en Missouri de las instalaciones de París.
El Pabellón de la República Mexicana de la “Louisiana Purchase Exposition”, ahora a cargo del señor Cassius Clay Lamm (ver), era recuento de la vanguardia a la que México aspiraba como nación moderna, y sería la última presencia en una feria internacional del país antes de su revolución, paradójicamente, luego de haber solicitado la sede mundial de 1915…
Para 1922, la presencia de México en las Ferias Universales se reanudó en la Exposición Internacional del Centenario -en Río de Janeiro-, con un pabellón neocolonial diseñado por Carlos Obregón Santacilia; en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, la República Mexicana fue aplaudida por su pabellón Neo-Maya, diseñado por Manuel Amábilis Domínguez.
Sorprendentemente el pabellón de 1900 ha sido ampliamente ignorado en los recuentos históricos…
Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…
También se puede encontrar un índice general en: VER http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
¡Qué maravilla de blog! Gracias por compartir!
ResponderEliminarSaludos!
:-). ¡Saludos!
EliminarSolo puedo decir gracias por tan excelente información, un saludo Sr. Rafael Fierro Gossman, respeto y admiro su trabajo!!!...
ResponderEliminar;-)
EliminarSolo puedo decir gracias por tan excelente información, un saludo Sr. Rafael Fierro Gossman, respeto y admiro su trabajo!!!...
ResponderEliminarMe da mucho gusto que haya gente interesada en el pasado mexicano como yo! Da gusto encontrar sitios así, gracias por compartir.
ResponderEliminar;-). ¡Saludos!
Eliminar¡¡Excelente blog!!! Aplaudo su esfuerzo por conservar en la memoria colectiva estas obras.
ResponderEliminar¡Gracias! :-)
EliminarSaludos...
RF
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ResponderEliminarHola Angelitaaa,
EliminarLa fotografía –impresión en papel de 1909- es parte de mi colección.
Existen varias copias de esta imagen en diversas colecciones de las que tengo conocimiento; una de ellas, pertenece a la biblioteca Francisco Javier Clavijero de la UIA; otra, está en la Fototeca Nacional y ahí tienen –según la descripción que aparece en el registro- el original del negativo en cristal.
¡Muchas gracias! Saludos cordiales
EliminarHace un par de meses te mandé un comentario respecto a la casa de campo de los Quintana.
ResponderEliminarApenas ahora veo esto. Si me mandas tu email te puedo mandar algunas fotos recientes de París.
Saludos!
Dr. Silvia S. Kjolseth
Hola! Sería posible tener una bibliografía sobre este tema, y más precisamente sobre las exposiciones universales de París en 1889 y 1900? Gracias!
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarPara 1889, Clementina Díaz de Ovando publicó en el N° 61 de “Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas” fechado en 1990, un magnífico estudio titulado “México en la Exposición Universal de 1889”.
En esas mismas publicaciones, te puede interesar el artículo de Xavier Moyssén que apareció en el N°55, fechado en 1986, como “El Nacionalismo y la Arquitectura”.
El Museo Nacional de San Carlos publicó un documento como apoyo a su exposición “México en los Pabellones las Exposiciones Internacionales (1889-1929)” en 2010 con ese mismo título e ISBN 978-607-605-026-2
El resto de la información que tengo, procede de documentos originales de las exposiciones, que me temo no están disponibles para consulta, como las memorias de 1889 que menciono en el artículo, "El Mundo Ilustrado" o la “Encyclopédie du Siècle” de 1900…
¡Saludos!
Que maravilla, tengo algunos ejemplares del mundo ilustrado herencia de mi bisabuela y abuela, es fascinante observar los cambios sociales y culturales de nuestro México.
ResponderEliminar¿Qué te parece? http://pin.it/jkCvt2N
Gracias fue impactante y cultivador.
ResponderEliminar¡Gracias "santos"! :-)
EliminarRF
Hola, es una maravillosa exposición sobre el papel de México en las exposiciones universales. Me gustaría saber más sobre la participación de México en estas mismas exposiciones en París en materia de ciencia. Agradecería mucho su respuesta.
ResponderEliminar¡Saludos!
Adriel Reyes
¡Hola Adriel!
EliminarEste blog se refiere a temas de arte y arquitectura, y me temo que no tengo conocimientos relativos a cuestiones de ciencia. Estoy seguro que deben haberse hecho algunas propuestas, en particular las relacionadas a los procesos para la explotación y refinamiento de la materia prima que ofrecía México. Sé que en el período, causaba furor la instalación de un nuevo telescopio que se usaría para la observación de “El tránsito de Venus” en el Castillo de Chapultepec , así como la fabricación e instalación del “Gran Ecuatorial” en Tacubaya, para elaborar la Carta del Cielo que sería compartida con el mundo entero…
¡Saludos!
RF
Saludos. Felicitaciones por el trabajo realizado. Mi nombre es Armando Escandón Muñoz, estoy realizando una investigación sobre los orígenes del Museo Nacional de Historia Natural, el Chopo. Justo ahora me encuentro en la redacción de un capítulo sobre la historia natural de México en las Exposiciones Universales. Al buscar en la red, me mandó al excelente material que usted desarrolla. Quisiera preguntarle algunas cuestiones, por ejemplo las fuentes de donde tomó algunas imágenes como la del pabellón, diseñado por Antonio M. Anza. De ante mano, muchas gracias. Le dejo mi correo electrónico: armandoescandon@gmail.com
ResponderEliminar¡Hola Armando!
EliminarSi estás trabajando el Museo del Chopo, te puede interesar también la entrada acerca de la casa Braniff que colindaba con aquella estructura que de origen había sido diseñada por Bruno Möhring y fabricada para la empresa metalúrgica Gutehoffnungshütte Gasmotorenfabrik Deutz… Puedes encontrar datos en https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2017/04/la-casa-braniff-amor-en-la-rivera-de.html
Las fotos del Pabellón de Anza son parte de mi colección, y dentro de poco incorporaré al blog una entrada acerca de esa exposición de 1889 y lo expuesto dentro…
Puedes encontrar más datos de los bronces en el libro de PEREZ Walters Patricia “Alma y Bronce –Jesus E. Contreras 1866-1902”, ICA / CONACULTA / UAA, México 2002 (ISBN 970-18-7023-9)
¡Saludos!
RF
Más que comentario es una pregunta:
ResponderEliminarDentro de esta exposición de 1900, ¿también hubo muestras de la gastronomía mexicana (comida tradicional como tamales, atole, dulces regionales, moles, pozoles, menudo, gusanos, etc.)?
atte. Dr. Luis Ojeda L.; Chihuahua, Chih.
¡Saludos Dr. Ojeda!
EliminarMe temo que no sabría responder; sé que tiempo después si había, pero de 1900 no tengo información...
RF
Y por cierto, ¡¡Mis más sinceras felicitaciones maestro Fierro!!! ¡¡Una excelente recopilación y reseña histórica...!!! Yo no tenía ni idea de que nuestro país hubiera participado en las ferias mundiales...
ResponderEliminarDr. Luis Ojeda L.; Chihuahua, Chih. sojeda@uach.mx
Excelente investigación
ResponderEliminarPregunta, ¿Dónde se encuentra actualmente el pabellón de 1900?
ResponderEliminar¡Hola "Unknown"!
EliminarEl pabellón ya no existe...
Algunos componentes se pueden encontrar en diversas plazas, monumentos y museos, tal y como se indica en el texto...
¡Saludos!
RF