viernes, 13 de mayo de 2016

Villa del arquitecto De la Hidalga en la calzada a Tlacopan.




El arquitecto Lorenzo Martínez De la Hidalga y Musitu edificó hacia 1860 una casa en las afueras de la ciudad –frente a lo que hoy llamamos Avenida Puente de Alvarado– para el deleite y descanso de su esposa Ana María Fernanda García Icazbalceta y sus cinco hijos Ignacio, María Loreto, María del Pilar, Eusebio y Federico.



De esa edificación no queda huella alguna, aunque resulta de interés referirla a otras grandes casas de descanso que se edificaron durante el siglo XIX sobre lo que hoy llamamos Calzada de San Cosme y que fuera el viejo camino hacia el pueblo de Tlacopan, calzada donde también se ha perdido la huella de los acueductos que desde Chapultepec trajeron agua a la capital de México. Abajo una litografía coloreada que muestra “El Convento de San Cosme” dibujo de Adolpho Rovagne que muestra desde la cúpula del templo de San Cosme y Damián -mirando hacia el oriente- el acueducto de La Verónica, calzada y jardines de villas circundantes, hacia 1850.



Todo apunta a que pocos recuerdan a don Lorenzo De la Hidalga y aunque diseñó y edificó media docena de importantes residencias en lo que hoy llamamos “Centro Histórico”, fue mucho más reconocido por sus edificaciones públicas, de enorme exposición en su momento.

Fue un arquitecto importante en el período durante los gobiernos encabezados por Antonio López de Santa Anna y Maximiliano I de México, y aunque algunos de sus diseños significativos se han perdido, como fueron el Mercado de “El Volador” (donde hoy está la Suprema Corte de Justicia), el “Ciprés nuevo” de la Catedral Metropolitana, El Teatro de Santa Anna (que fue destruido para abrir la avenida Cinco de Mayo) y el diseño original de la Columna de la Independencia en la Plaza Mayor (y por cuyo “zocalo” -pedestal- llamamos así a esa plaza), unas cuantas de sus obras aún perduran; la alta cúpula de “Santa Teresa la Antigua” que sobresale a la izquierda cuando miramos el Palacio Nacional y el pedestal de la estatua ecuestre de Carlos IV (“El Caballito”) son de esos trabajos.



En Febrero de 1901, don Manuel G. Revilla escribió una señalada reseña acerca de la obra del arquitecto De la Hidalga (en “Biografías de artistas”, México -Biblioteca de Autores Mexicanos- 60, 1908) y desde entonces, mucho se ha escrito acerca de sus obras más importantes, destacando los textos que Elisa García Barragán publicó en 2002 dentro de las recopilaciones de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas (ver), así como los textos de Elisa Vargaslugo, citas a las que es importante agregar la reseña pormenorizada que hizo publica Israel Katzman en “Arquitectura del Siglo XIX en México”.

Recurriré reiteradamente a esas fuentes y anotaciones para ilustrar la importancia de nuestro personaje, aunque para mayor hondura, sugiero consultarlas directamente.



Lorenzo Hidalga Musitu (en registros Lorenzo Martínez de la Hidalga Musitu, aunque también Juan Lorenzo María Hidalga Musitu, luego difundido como Lorenzo De la Hidalga), nació el 4 de julio de 1810 en la provincia de Álava (muy cerca de ciudad de Vitoria, en la región vascongada -España-) y fue bautizado el 23 de julio 1810; decimosexto hijo (de 17) de Antonio Martínez de la Hidalga Fernandez (n. 1759) y Manuela Gertrudis Musitu Zalvide-Goitia (n. 1768).

Don Lorenzo casó en México con Ana María Fernanda García Icazbalceta 1814-1888 (hija de Eusebio García Monasterio 1771-1852 y Ana Ramona Icazbalceta Musitu †1839 y hermana del reconocido Joaquín García Icazbalceta) con quien procreó a cinco hijos: Ignacio (n. 1841, también arquitecto y que casó con María Ana Vallejo Solórzano, ver), María Loreto (n. 1842), María del Pilar (n. 1843 y casada con Ramón Usandizaga Elizarán), Eusebio (n. 1845, también arquitecto y que casó con Ángela Salles Rosas, ver ), y Federico (n. 1848), todos registrados como Hidalga García, aunque el apellido real fuera Martínez García, y a cuyos hijos arquitectos debemos el que se generalizara el apellido como “De la Hidalga”.

Bástenos para comenzar, saber que para 1838 -luego de estudiar en París-, convites de familia (su tía Ana Ramona Icazbalceta Musitu le hizo una invitación formal) le trajeron a México en marzo de 38 y no inesperadamente, al año siguiente contrajo matrimonio con Ana García Icazbalceta; el ascendiente intelectual de esta nueva familia y sus contactos sociales con el régimen (específicamente con Lucas Alamán) propició la ejecución de los primeros trabajos que le fueran encargados: el nuevo mercado para la Plaza del Volador y el Gran Teatro que sería decdicado a Santa Anna…


-Mercado del Volador-



Al costado sur del Palacio Nacional llegaba la gran acequia (conocida como “Acequia Real”) y frente al edificio de la Universidad, se colocaba el mercado itinerante en una plaza concida cono “del Volador”. Varios intentos por ordenar ese comercio se habían dado, pero en 1841 el general Santa Anna decidió poner orden definitivo a ese mercadeo y encomendó una propuesta a Lorenzo Hidalga…

Abajo, en una pintura de Juan Patricio Morlete que mira hacia el sur desde la azotea de Palacio, aparece la Plaza del Volador durante el período colonial; al frente aparece la acequia con sus trajineras y a la izquierda, el edificio de la Universidad.



En su “México pintoresco”, don Manuel Rivera Cambas describe:

La plaza del mercado en la del Volador forma un verdadero rectángulo; el lado norte tiene... veintiocho puertas e igual número la del sur, en tanto que el costado del oriente y su paralelo solamente tienen veinticuatro cada uno, dando un total de ciento cuatro puertas de los cuatro lados del mercado, sin contar en este número las doce de hierro que forman las entradas, esto es tres por cada lado. Estas puertas están adornadas con molduras de orden dórico y sobre los macizos de ellas había genios alegóricos. El interior del edificio tiene varias calles y lo adornan dos fuentes, antes hubo allí algunos árboles. En el centro de la Plaza mirando hacia Palacio, estaba un pórtico sostenido con cuatro columnas de orden jónico, y en la fachada interior de éste, hubo dos nichos con estatuas que representaban a la Justicia y a Mercurio.

Enfrente del pórtico, mirando hacia el norte, veíase una columna dórica, cuyo capitel estuvo coronado con la estatua del general Santa Anna, construida por don Salustiano Vega, de nacionalidad española, quien copió del natural la cabeza en tres horas... la fundición estuvo a cargo de D. José López, mexicano.




La primera piedra se había colocado el 31 de diciembre de 1841 y el edificio fue inaugurado al año siguiente, pero a decir de Elisa García Barragán, “la muy espaciosa construcción del mercado del Volador no fue aprobada por buena parte de la crítica de su época, a pesar de que se trataba de una muy curiosa e interesante fábrica”. El mercado fue consumido por un incendio del 17 de marzo de 1870. El Monitor Republicano, dos días después, daba noticia de los daños causados por ese siniestro:

En lo interior de la Plaza no han quedado de pie más que los pilares de ladrillo que sostenía la techumbre de los puestos. La oficina del administrador está sin techo, sin puertas ni ventanas y se eleva en medio de ese montón de ruinas como capilla que está en medio de un cementerio.




-Teatro Nacional-

Sería con la promoción de don Francisco Arbeu, que se llevó a cabo la construcción del “Gran Teatro Santa Anna”, luego Gran Teatro Nacional, edificio con el que De la Hidalga ganaría enorme popularidad y de cuya propia mano es la perspectiva de abajo…



En forma casi paralela al mercado del Volador, Lorenzo Hidalga construía el nuevo teatro que le fuera encomendado por el empresario don Francisco Arbeu Molina y que recibiría la aprobación del propio general Santa Anna; con el afán de mejorar la que consideraba “floreciente y bella ciudad de México”, anhelaba erigir un teatro a tono con esa nueva imagen, teatro que se bauizaría “Teatro Santa Anna” y que debería ser una construcción imperecedera:

“… la solidez, la magnitud de un monumento en que sin duda mi amor propio se ha interesado más que mi deseo de utilidades [...] no por esto renuncié a la inspiración de un teatro magnífico; no por esto me limité a lo posible, cuando los recursos escaseaban. El hacerlo digno de México o sucumbir en la miseria fue mi resolución.”



Arriba, de "El libro de mis recuerdos" publicado por don Antonio García Cubas en 1945, reproduzco planta y corte del edificio.

La primera piedra la colocó el presidente el 18 de febrero de 1842, en un terreno de las calles de Vergara (hoy Bolívar) y rematando la calle del Arquillo (que hoy llamamos Cinco de Mayo) y que iniciaba frente a la torre poniente de Catedral. Al decir de Manuel G. Revilla, ésa fue la mejor obra del arquitecto y:

El único edificio del México independiente, que por su magnitud e importancia y por la rara perfección con que llegó a ejecutarse, pudo competir con los admirables templos y palacios debidos a la conquista [...] tanto más habrá de apreciarse el mérito del Sr. Hidalga por haberle dado apropiado exterior a su teatro, cuanto que hoy mismo, después de los adelantos realizados en el arte de la construcción, los arquitectos nacionales no aciertan con las formas que más convienen a los edificios conforme a su índole y estilo [...] conforme al proyecto del autor, unas grandes estatuas alegóricas deberían romper la uniforme línea horizontal del remate.



Arriba, la calle de Vergara (hoy dedicada a Simón Bolívar) con la portada del Teatro Santa Anna en una pintura de Pedro Gualdi firmada en 1842; las seis esculturas de la parte superior nunca se colocaron. Abajo, en un lienzo anónimo (pero probablemente pintado por José Jimenez en 1844) el patio interior del Teatro de Santa Anna.



El Teatro Santa Anna se inauguró el sábado 10 de febrero de 1844 con un concierto del violoncellista Maximiliano Bohrer; nos dice García Barragán que “la firmeza y comodidad del teatro resultaron evidentes, y al finalizar la función fueron llamados al escenario no sólo Bohrer, sino también el empresario Arbeu y el arquitecto De la Hidalga, a quien se ovacionó, según dice Rivera Cambas, por la "infatigable actividad, maestría y buen gusto que empleó en la bella obra que nos dejó en esta capital".



Arriba, el interior del Teatro Santa Anna visto desde el escenario, en una pintura de Pedro Gualdi firmada en 1844; es indudable que ya para entonces se había formado una amable relación entre el pintor italiano que había castellanizado su nombre de pila (Pietro) y el arquitecto que adoptaría lo mexicano como propio, preparando el terreno para lo que sería una fructífera colaboración.

Enrique de Olavarría y Ferrari escribió acerca del inicio de la temporada de conciertos de 1844 y proporciona un curioso dato:
Este magnífico escenario lucía una hermosa decoración del señor Gualdi, que fue celebrada, lo mismo que el magnífico telón representaba la Plaza Principal de México con la columna de la Independencia, que en esos momentos se construía bajo la dirección de De la Hidalga.



En efecto, el telón mostraba el proyecto realizado por el arquitecto como parte del “Arreglo de la Gran Plaza de México” diseño que contemplaba varias intervenciones en la explanada y sus edificios, adición de fuentes y de manera destacada una columna conmemorativa de la Independencia. Arriba, una versión posterior de Gualdi.



-Plaza Mayor-



Para 1843 las ocupaciones de Lorenzo De la Hidalga se incrementaron y las obras se multiplicaron: desde enero, trabajaba en dos residencias y las renovaciones que se hacían al edificio del Apartado Nacional del Oro y la Plata; además, desde el 11 de julio en que se habían dado a conocer las bases del concurso para un "proyecto de monumento que recordara las acciones heroicas y campañas relativas a la Independencia Mexicana", se afanaba en preparar su competencia y dos meses después, para el 18 de agosto en “El Siglo Diez y Nueve” se daba a conocer el resultado:

“El premio propuesto para el artista que presentase el mejor modelo para la columna monumental que debe erigirse en la plaza de esta ciudad, se adjudicó al arquitecto D. Enrique Griffon. Sinenbargo, la Academia de San Carlos, después de un largo y detenido examen, y de haber oído el dictamen de una comisión de artistas nombrados en su seno, ha adjudicado este premio por unanimidad, decretando de la misma manera accesit al Sr. D. Lorenzo De la Hidalga, arquitecto de brillantes talentos, y cuyas obras ocupan ya un lugar tan distinguido entre los de esta ciudad.”


Arriba, “Vista de la gran Plaza de México” -pintura y litografía de Pedro Gualdi-, publicada por la Imprenta litografica Ag. Masse; inserto un óleo también de Gualdi. Abajo, la montea del diseño de De la Hidalga para el " monumento que recordará las acciones heroicas y campañas relativas a la Independencia Mexicana" de 1843.



Manuel Vilar (escultor de quien tenemos la estatua dedicada a Colón frente a la delegación Cuauhtémoc, así como el "Tlahuicole" del MUNAL), profesor de la Academia de San Carlos y amigo del arquitecto De la Hidalga, dirigió a su hermano José Vilar, el 26 de marzo de 1846, una carta en que describe el monumento:
“…será compuesto de un basamento octavado. Encima de cada ángulo habrá un héroe de la Independencia, y dentro de este basamento estarán los cuerpos de éstos… Encima de éste habrá otro basamento con bajorrelieves, y otra estatua en cada ángulo, que sostendrá la columna fajada con ornatos y el capitel compuesto, encima del cual habrá la estatua de la República, y se subirá por dentro de la dicha hasta ésta. Ya se duda que este monumento llegue al fin, pues el gobierno está endeudado al exterior. El proyecto es de un arquitecto español llamado Hidalga.”


Así, el 16 de septiembre de 1843, se colocó en la Plaza Mayor la primera piedra del monumento para honrar a los héroes de la Independencia, se excavaron los cimientos y se edificó la base de soporte y los tres primeros cuerpos del pedestal que sostendría la columna; cuando ese año el gobierno de los Estados Unidos planteó la incorporación de Texas a su territorio y sucedió la muerte de la esposa Santa Anna -frente a lo que el presidente contrajo matrimonio con la señorita Doña Dolores Tosta y Gómez-, los escándalos le obligaron al retiro de la escena política. Las obras para la columna quedarían detenidas y para 1864 -a la llegada de Maximiliano I de México- ese zócalo fue utilizado como grada para el recibimiento.



Esos poco más de 20 años de una Plaza Mayor con el zócalo del Monumento a los Héroes en su centro, fue suficiente para que el nombre popular se volviera “Zócalo” (supongo que por insólito, el vocablo que significa base o soporte pudo coligarse facilmente) y en una de esas curiosas vulgarizaciones, ahora otras plazas centrales de ciudades mexicanas se denominan “Zócalo”, para asombro y desconcierto de otros hispanohablantes…



-Cúpula de Santa Teresa-



El 3 de abril de 1845, un fuerte sismo abatió la cúpula de la capilla anexa al templo de Santa Teresa -obra de Antonio González Velásquez-, y a Lorenzo De la Hidalga se confió la reposición, tarea que cumplió con gran éxito al diseñar y edificar una fastuosa estructura con tambor de dos cuerpos que al interior sorprende con una doble cúpula.



Para 1846, don Lorenzo trabajaba ya en levantar la nueva cúpula, que cubriría la capilla anexa al viejo templo dedicado al “Cristo de Santa Teresa” levantado en el siglo XVII, y conocido originalmente con el nombre de "Convento de San José de las Carmelitas Descalzas"; la capilla se había erigido a partir de 1798, con diseño original de José Antonio González Velázquez, mientras que para la creación de interiores se contrató al célebre valenciano Manuel Tolsá -por lo que la capilla presenta su decorado neoclásico- y a Rafael Ximeno y Planes para pinturas y murales.



De la Hidalga respetaría aquellas estructuras de González Velázquez y Tolsá, interviniendo el edificio únicamente de pechinas hacia arriba, con una esbelta estructura que maravilló a la sociedad mexicana y reavivó los temores de su colapso.

Arriba, el interior de la Capilla del Señor de Santa Teresa en su estado actual (como parte de “X-Teresa”), con la cúpula edificada en 1847 por De la Hidalga sobre los elementos -pechinas y arcos- construidos por González Velázquez y Tolsá. Abajo, un fragmento de la litografía “Jardín de la Plaza de Armas” de Casimiro Castro, tomada en 1864 que apareció en “México y sus alrededores” donde se distinguen las fuentes, y zócalo que había diseñado De la Hidalga desde 1843; entre las cúpulas, destaca a la izquierda la de Santa Teresa.



En la cúpula, la estructura de doble tambor alberga dos cuerpos de luces, donde el inferior –con esbeltos vitrales– ilumina la capilla y la parte baja de una falsa cúpula con enorme óculo, mientras que el cuerpo de luces del tambor superior da claridad a la pintura plasmada al interior de la cúpula efectiva, pintada con una nueva interpretación del tradicional “Rompimiento de Gloria” con el "Dios Padre rodeado de las virtudes" del pincel de Juan Cordero.




A raíz de ésta obra, De la Hidalga gozaba de enorme prestigio como arquitecto y casi podemos imaginarlo -¿o reconocerlo?- gracias a Pelegrín Clavé, en su “Retrato del arquitecto Lorenzo de la Hidalga”, fechado en 1861 -aunque retrata al arquitecto a los cuarenta años, por 1850-. El óleo sobre tela de 136 x 104 cm –que ahora forma parte de la colección del Museo Nacional de San Carlos- nos muestra a don Lorenzo en plenitud y ataviado en frac de tarde, y detrás el "Diccionario razonado de la arquitectura” de Viollet-le Duc con “La arquitectura considerada en relación con el arte, las costumbres y la legislación” de Claude Nicolas Ledoux, un modelo del capitel corintio en versión Vignola y la maqueta para la nueva cúpula de Santa Teresa -la Antigua-.



Justino Fernández nos habla detalladamente de la siguiente obra de importancia pública del arquitecto de la Hidalga en su texto dedicado a “El Ciprés de la Catedral Metropolitana” (ver) en donde nos dice: “De la Hidalga realizó en México el nuevo ciprés de la Catedral Metropolitana, que le fue encargado por el Cabildo en 1847.”… “La obra se comenzó en junio de 1848 y se terminó tres años más tarde, en 1851.


-Ciprés de la Catedral Metropolitana-



El diseño de Hidalga sustituía un Ciprés Barroco, obra de Gerónimo de Balbás -autor del Altar de los Reyes de la misma Catedral-, que subsistió por lo menos hasta la coronación de Iturbide en Julio de 1822, pero cuyo desmontaje sigue siendo asunto de discusión.

Nos dice Justino Fernández: “Su concepción fue apropiada, de elegantes proporciones y de planta circular; tenía un cuerpo principal con columnas que sostenían un entablamiento (sic.) y bóveda, sobre la que se levantaba otro cuerpo más reducido con arcos; diversas estatuas de santos completaban el conjunto y en la cúspide lucía en un grupo escultórico la Asunción de la Virgen.”



Y para mayor detalle, extraigo del apéndice de ese texto de Fernández una descripción contemporánea: “La composición arquitectónica es sumamente sencilla y severa, como corresponde al destino sublime del monumento. La plancha general es de figura circular; solamente en la parte baja proyectan cuatro mesas de altar, sobre las cuales hay un gradería, que sirve para la colocación de los candelabros que se ponen en las funciones solemnes, interrumpidas por ocho pedestales para otros tantos santos; sobre dicha galería está el zócalo del cuerpo; este zócalo tiene un nicho en cada uno de los cuatro frentes, y ocho pedestales corintios sobre los ocho ejes verticales que dominan la elevación total; sobre el zócalo y cuerpo que acabamos de describir se apoyan ocho columnas del mismo orden corintio (cuyo módulo o unidad d medida es de doce pulgadas), y el cornisamiento correspondiente con un antepecho en el que se perfilan ocho pedestales de otros tantos santos; dentro de las plantas de los intercolumnios, se halla la de cuatro pilastras que forma el gran nicho para la custodia, compuesto de cuatro arcos y una bóveda esférica; sobre las cuatro pilastras se apoya el segundo cuerpo, el cual consta de un zócalo sobre el que está formado el nicho para el Salvador con cuatro muros decorados con pilastras angulares, terminado como el nicho de la custodia por cuatro arcos y una bóveda esférica, coronando el todo una cornisa sobre la que se apoya el grupo de la Asunción.”


Recordemos que éste período de la historia de México es extraordinariamente complejo y difícil, con luchas internas entre grupos conservadores y liberales, y con innumerables cambios en la estructura de gobierno, por lo que sorprende que De la Hidalga siguiera trabajando…


-Traslado y pedestal para la Estatua ecuestre de Carlos IV-

Durante la presidencia de don Mariano Arista en 1852, don Miguel Lerdo de Tejada -alcalde de la ciudad- propuso trasladar la Estatua ecuestre de Carlos IV del patio de la Universidad a la que entonces era primera glorieta e inicio del Paseo de Bucareli que como parte de las mejoras a la ciudad estaba en proceso de remodelación.

Recuerden ustedes que la magnífica estatua que había engalanado la Plaza Mayor –en la que ahora De la Hidalga edificaba su columna– estaba resguardada desde 1823 en el patio central de la Pontificia y Nacional Universidad de México– justo frente al mercado del Volador que en 1842 había edificado De la Hidalga–; abajo, el magnífico daguerrotipo de la estatua de Carlos IV dentro del claustro de la Universidad, que se dice fue obtenido en 1839 por el grabador francés Jean Prelier.



Don Lorenzo De la Hidalga fue elegido por concurso para hacer el traslado de la estatua ecuestre y construir además el nuevo pedestal; así, la maniobra se inició el 3 de septiembre de 1852. El proceso sería largo y dificultoso, pues el trayecto de poco más de 2 kilómetros se hizo por las calles que entonces llamaban, Plateros, San Francisco y Calzada del Calvario (hoy Madero y Avenida Juárez), cuyo empedrado era deplorable; en esas condiciones, la maniobra duró 21 días y no fue sino hasta el 24 de septiembre, cuando “El Caballito” quedó finalmente instalado en su nuevo pedestal frente al Paseo de Bucareli.



El nuevo zócalo sería de enorme sobriedad –más aún comparado con el diseño original del arquitecto Antonio González Velázquez– y tan correcto su emplazamiento y factura que siguió en ese sitio hasta 1979, cuando estatua y pedestal fueron trasladados a la plaza que hoy ocupan, frente al Palacio de Minería.



Podría seguir enumerando las obras públicas del arquitecto De la Hidalga, e incluir diseños tan importantes como el de la “Capilla Imperial”, los retablos para la iglesia del Colegio de Niñas, la nueva Plaza de toros en la calle de Rosales, la catedral de Tampico o la penitenciaría de León, pero entonces demoraría bastante en llegar a hablar de su casa en el camino a Tlacopan; baste entonces mencionar que el propio Manuel Revilla nos enumera algunas de las residencias que diseñó y edificó en la Ciudad de México: En el N° 9 de San Francisco (Madero) la casa de la familia Barrón, la casa de Palma N° 2 que por años albergó el Casino Francés (enorme residencia que se alzaba donde ahora está el estacionamiento de Palma 32), la residencia colindante a la Plaza de toros de la familia de don Eusebio García Monasterio y su esposa Ana Ramona Icazbalceta Musitu, la casa de Capuchinas N°3 (Venustiano Carranza), la villa campestre para su amigo Anacleto Polidura Gil en la Calzada a Tlacopan –frente al templo de de San Cosme y Damián–, o la magnífica residencia de la Plaza de Guardiola –aprovechando el diseño de Rodríguez Arangoiti para la familia Escandón (ver)



Y cuenta la historia en un texto de "La Casa de los Escandón" por Lauro E. Rosell (1938): "... levantado a las expensas de Don Vicente Escandón, en el año de 1871, quien encargo al arquitecto Rodríguez Arangoiti los proyectos para el levantamiento de la casa en cuestión, y bien por no haberle satisfecho del todo esos proyectos, o bien por no inspirarle Rodríguez -como constructor- toda la confianza necesaria, o por ambas cosas a la vez, confióle la dirección de la obra al señor Hidalga quien dirigió la construcción, acaso introduciendo acertadas variantes en lo primeramente ideado por Rodríguez”.


Y agregar que recuento y antecedentes no estarían completos sin mencionar la “casa de ciudad” y oficina que el arquitecto había edificado para sí en la 1° calle del Indio Triste N° 11 –apenas a unos metros de Palacio, Casa de Moneda y Academia de San Carlos– y colindando con las Casas del Mayorazgo de Guerrero y de cuyo patio (arriba) podemos tener una imagen gracias a Pietro Gualdi…

Sorprendentemente nunca he encontrado más referencias a ésa residencia, pero la casa (hoy Correo Mayor 11) a la que desafortunadamente se añadió un piso al inicio de S. XX, fue ocupada durante el porfiriato por don José de la Horga y permanece hasta nuestros días como edificio que ahora ocupa la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH. (ver)



En 1937, en “Por la vieja calzada de Tlacopan”, don Artemio de Valle-Arizpe nos decía:
“Don Lorenzo de la Hidalga… construyó su casa, su pomposa casa habitación, en lo que es ahora Avenida Hidalgo, en parte del terreno que ocupan la espalda del Palacio de Bellas Artes y la calle de Ángela Peralta que corre a su costado poniente."
El párrafo es equivocado en relación al sitio en que se había edificado en 1855 la residencia de la Hidalga / García Icazbalceta, y errado también en relación al sitio donde edificó su Villa campestre, error que desafortunadamente otros investigadores repitieron al paso de los años.

Hacia fines de 1858, don Lorenzo adquirió un magnífico predio de poco más de 5,200 m² y con 30 m. de frente sur hacia la avenida que hoy conocemos como Puente de Alvarado, precisamente en la sección donde el trazo dobla un poco hacia el norte para transformarse en Ribera de San Cosme y frente al ensanche en que se proponía hacer la Plaza de Buenavista. Importante recordar que por ese tiempo, aún se mantenía el acueducto que traía agua desde Chapultepec y que corría ininterrumpido desde la fuente de la Tlaxpana –o de los músicos– hasta la fuente temporal que se había levantado en la esquina con la actual calle de Guerrero.



Arriba, la “Fuente de los Músicos o de la Tlaxpana” en una imagen que apareció en “Por la vieja calzada de Tlacopan” publicado en 1937 por Artemio de Valle Arizpe. Abajo, un fragmento del “Plano General de la Ciudad de México para 1861”, en que aparece la sección poniente de la ciudad; al centro el predio del que hablamos…



Recuerdese que esa zona al poniente y más allá del jardín de la Alameda era ya la periferia de la ciudad, donde desde hacía tiempo, algunas de las familias más pudientes habían edificado sus residencias campestres, tomando como guía aquella vieja calzada que llevaba al pueblo de Tlacopan y que ya luego del Río del Consulado, era además parte del camino del acueducto. Abajo, en un fragmento de la litografía coloreada de Casimiro Castro publicada en 1864 por Decaen, “La Alameda de México tomada en globo” donde se adivina al centro izquierda la figura de la estatua ecuestre de Carlos IV en el sitio donde De la Hidalga la había colocado en 1852 y al centro derecha la ancha calle que desde el costado norte de esa Alameda, corre hacia el poniente y que ahora conocemos como Avenida Hidalgo, luego Puente de Alvarado y a lo lejos, Ribera de San Cosme...


Allá, a lo lejos, aún se conserva la célebre “Casa de los Mascarones”, que fuera propiedad campestre de don José Diego Hurtado de Mendoza, Peredo y Vivero -séptimo Conde del Valle de Orizaba-, cuya contraparte urbana aún disfrutamos y es conocida como la “Casa de los azulejos”…
Abajo, en una maravillosa imagen de Claude Joseph Désiré Charnay fechada en 1858, aparece la Casa de los Mascarones, edificada sobre la Calzada a Tlacopan -aunque dejada inconclusa hacia 1771-, como una finca campestre para, el séptimo conde del valle de Orizaba.



No puedo pensar en mejor ejemplo para ilustrar las moradas que ahí se edificaban, que la excepcional “Casa de Pinillos” construida por orden de la marquesa de Selva Nevada -María Josefa Rodríguez de Pinillos y Gómez de Bárcena- como residencia para el Conde de Buenavista, edificio diseñado por don Manuel Tolsá y terminado en 1805, que ahora conocemos como Museo de San Carlos.



Mucho se ha escrito acerca del edificio, pero bástenos aquí decir que fue habitado por Juan de Dios Pérez-Gálvez Obregón, Antonio López de Santa Anna y el mariscal Achille François Bazaine, quien estuviera al frente de las tropas durante la intervención. Por más de treinta años fue sede para la Tabacalera Mexicana, luego de la Lotería Nacional y la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas; luego Escuela Preparatoria No. 4 y cuando se restauró para Escuela de Salud Pública pasó al Instituto Nacional de Bellas Artes para alberga un museo a partir de 1968.

Abajo, en un fragmento de la litografía coloreada y delineada por Casimiro Castro, publicada en 1864 por Debray, con el título “La Ciudad de México, Tomada en globo por el Noroeste”, aparece en el extremo inferior derecho la “Casa de Pinillos” con el enorme jardín enrejado que llegaba hasta la calle de Patoni o Calzada del Ejido -hoy República- (en la imagen un tanto deformada, ha desaparecido el patio); al centro destaca el “Coliseo Nuevo” –diseño también de De la Hidalga– y arriba la Estatua Ecuestre de Carlos IV.



Resulta sorprendente, el que esa construcción de portada remetida, patio oval y magnífica arquitectura fuera una residencia en las afueras de la ciudad del S. XIX, cosa casi imposible de entender al mirar su fachada frente a la ajetreada avenida Puente de Alvarado; apenas nos queda un indicio al mirar la fachada posterior –sur–, que en su momento era la que albergaba aposentos privados con vista hacia un extenso jardín que llegaba hasta lo que ahora conocemos como la explanada del Monumento a la Revolución, limitando con la “Avenida de la República”…

Abajo, una imagen de portal y fachada posterior del Museo de San Carlos y más abajo, la misma fachada, pintada por Francisco Javier Álvarez como “Casa de campo del señor Pérez Gálvez” (pertenece a la colección de BANAMEX), habitada entonces por Juan de Dios Pérez Gálvez y su esposa Victoria Rul Obregón.





Me interesa mucho la imagen de arriba, óleo firmado F.J.A. y pintado por Francisco Javier Álvarez -alumno del paisajista Eugenio Landesio-, ya que muestra el magnífico jardín de la casa diseñada por Tolsá, y reproduce con fidelidad las características arquitectónicas del edificio, otorgándonos el complemento de hacerlo residencia en uso; abajo, aparece el óleo sobre papel y madera, firmado también F.J.A. que muestra la “Casa de campo del arquitecto De la Hidalga” vista desde el jardín…



Como referencia para ubicar éstas casas, he marcado en una vista oblicua de Google-maps tomada en 2014 y que mira hacia el sur desde la zona de Buenavista, la Plaza de toros de Rosales (“Coliseo Nuevo” en naranja), la casa que para la familia García Icazbalceta diseñara De la Hidalga en 1854 (limitada en rojo), la “Casa de Pinillos” que terminara Tolsá en 1805 (marcada en amarillo con la extensión original del jardín) y en verde la Casa de la Hidalga edificada entre 1858 y 1860 ; Inserto, un fragmento del “Plano General de la Ciudad de México para 1861”(colocado con el norte hacia abajo), en donde puede compararse la saturación urbana y donde además aparece marcado el acueducto de La Verónica que por aquel tiempo aún llevaba agua a la ciudad…



Visitar la villa campestre de los De la Idalga y García Icazbalceta debió ser toda una experiencia: salir de la ciudad rumbo a Tacuba y pasar al lado de la hermosa Alameda para llegar 400 m. después a la calle de Rosales (donde ahora estaba la fuente del acueducto), para mirar luego a la izquierda –apenas 300 m. más adelante, la hermosa portada de la casa que había habitado Antonio López de Santa Anna y seguir por la calzada hasta llegar al ensanche que a mano derecha se hacía para la “Plaza de Buenavista”, apenas a un kilómetro del templo de la Santa Veracruz…



Arriba, en una fotografía de Julio Michaud –publicada por Michaud e hijos– captada en 1863, aparece el acceso principal a la “Casa del señor Hidalgo Arquitecto” donde un marco -casi triunfal- da acceso ceremonial, custodiado por figuras de tradición académica que representan “La Industria” y “El Arte” encargadas a Manuel Vilar, pero ejecutadas por Felipe Sojo y Martín Soriano, mientras que arriba, un grupo de cinco amorcillos juguetea en una alegoría de la labor creativa.

Nos dice Vilar en su “Copiador de cartas y diario particular”: El día 20 de julio de 1860 entregué las estatuas de la Industria y Artes Mecánicas que me encargó el señor Lorenzo de la Hidalga para su casa de San Cosme, y que ejecutaron mis discípulos Sojo y Soriano, bajo mi dirección, en la academia. Estas estatuas costaron 700 pesos por las dos y fueron entregadas en yeso".

Como vemos, apegado a una costumbre que diera muy buenos frutos, Lorenzo De la Hidalga encargó obra para esta villa a Manuel Vilar (que fuera ejecutada por los muy jóvenes Sojo y Soriano), tal y como lo había hecho antes con obra para el Ciprés de la Catedral (con esculturas de Francisco Terrazas y Primitivo Miranda) y de forma privada a maestros españoles como Pelegrín Clavé y Eugenio Landesio, al italiano Pietro Gualdi, o los pintores mexicanos Joaquín Ramírez y Rafael Flores; fruto de esos encargos son los magníficos lienzos de Clavé en que podemos contemplar al matrimonio De la Hidalga / García Icazbalceta…


Arriba, dos lienzos de Pelegrín Clavé: a la izquierda, “Retrato del arquitecto Lorenzo de la Hidalga”, 1861; óleo sobre tela, 136 x 104 cm. (el marco es coetáneo) y a la derecha “Retrato de doña Ana García Icazbalceta, esposa del Arquitecto de la Hidalga”, probablemente 1863; óleo sobre tela 190 x 138.5 cm. –Ambos de la Colección Museo Nacional de San Carlos-.

Resulta relevante referirse a doña Ana María Fernanda García Icazbalceta, hermana mayor del prestigiado Joaquín García Icazbalceta, miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua, historiador y bibliógrafo, propietario además de la hacienda de Santa Clara de Montefalco, en el estado de Morelos. La señora De la Hidalga no fue simple observadora de la labor de su marido, sino impulsora eficaz de su carrera y promotora de la actividad cultural en la que su familia acostumbraba participar; así como lo había hecho antes, desde 1861 transformaría la villa de Ribera de San Cosme en recinto donde se promovían actividades culturales que sorprendieron a la sociedad capitalina.

Éstos son los padres de una familia cuyos cinco hijos -de edades que para entonces oscilaban entre los doce y veinte años- habitaron esa villa campestre de San Cosme –con jardín que miraba hacia lo que habían sido los potreros del antiguo Colegio de Propaganda Fide de San Fernando–, diseñada a manera solemne, aunque en correspondencia con otras villas campestres cercanas, una de las cuáles sería recordada por albergar a Francis Erskine de Calderón, la famosa "Madame Calderón de la Barca" que recién llegada a la Ciudad de México nos retrata el sitio que “provisoirement” habían tomado gracias a don Manuel Martínez del Campo…


Es una casa sola, con un patio grande, y enfrente pasa el gran acueducto de piedra, obra magnífica de los españoles, aunque no tanto quizás como las que surtían de agua la antigua Tenochtitlan. Detrás de la casa sólo se ven algunas pequeñas casas, con árboles, de modo que podemos considerarnos casi en el campo. A la derecha se ve un gran edificio, con jardín y un olivar, donde estuvo la Legación Inglesa; es un palacio, por su tamaño. Después lo ocupó Santa Anna, y ahora el señor Pérez Gálvez; y es una casa que nos haría felices si el propietario quisiera alquilárnosla. (Se refiere a lo que ahora conocemos como el Museo de San Carlos)

Pero lo que más nos llama la atención, son los curiosos y pintorescos grupos de gentes que vemos desde las ventanas: hombres de color bronceado, con solo una frazada encima con la que se envuelven, sosteniendo con garbo sobre sus cabezas vasijas de barro, precisamente del color de su propia piel;… y llevan las vasijas dulces o blancas pirámides de grasa (mantequilla); mujeres con rebozo, de falda corta, … y por debajo de la enagua asoma un encaje; …señores a caballo, con sillas y sarapes mexicanos; léperos … echados bajo los arcos del acueducto.

Carta VI (26 de diciembre de 1839), de “La Vida en México, durante una residencia de dos años en ese país"



La fotografía de arriba, formó parte de la exposición de 1996 “Viajeros europeos del siglo XIX en México” y se publicó en 1867 como parte de “Souvenirs du Mexique”. El fotógrafo anónimo (posiblemente el soldado Louis Edouard Roussel) trepó al acueducto para fotografiar la casa que había ocupado provisionalmente el general François Achille Bazaine (que era propiedad de la familia Cortina y a la que desafortunadamente se cegó el pórtico de acceso) antes de mudarse a la Casa de Pinillos, luego de su matrimonio con la joven mexicana María Josefa Pedraza de la Peña; afortunadamente enmarcó tres de las grandes casas de campo que entonces delimitaban la acera norte la calzada de Tlacopan y la ampliación de la plazuela de Buenavista. A la extrema derecha aparece el acceso a la villa del arquitecto De la Hidalga, reconocible gracias al marco del acceso principal.

Esa villa De la Hidalga/ García Icazbalceta se hallaba entre las casas de la familia Cortina -hacia el poniente (izquierda en la foto)-, y la de la familia Sánchez -hacia el oriente-; en la fotografía, maravilla el que detrás de las edificaciones aparece la densa arboleda de lo que habían sido los potreros de San Fernando, entonces parte de las huertas frutales de Buenavista, y que cederían su espacio a la Estación del Ferrocarril de Veracruz.


Mirando detenidamente la fotografía de Julio Michaud, gracias a que el portón permanece abierto, la vista penetra hasta el jardín del fondo; transpuesto el monumental zaguán, se abría un pórtico al costado poniente de la casa, que permitía el acceso al patio de la Villa o seguir de frente hacia el jardín bardeado, en cuyo centro se había colocado una fuente.

Hace años ya, platicando con el doctor Luis Ortiz Macedo, me dijo que tenía datos acerca de que el segundo piso que aparece en aquel óleo de Álvarez nunca se había edificado, por lo que abajo, en un retoque de la pintura de Francisco Javier Álvarez, muestro la fachada norte -hacia el jardín- de la villa De la Hidalga/ García Icazbalceta, imagen en que se hace evidente la influencia “Palladiana” en una residencia de Puente de Alvarado.


Esa fachada posterior, de marcada inspiración neoclásica, presentaba dos volúmenes gemelos separados por una galería central que remataba en un ático ornamentado con esculturas -que probablemente fueran de tamaño natural- y donde el “piano nobile” descansaba sobre un semi-sótano que daba altura a ese pórtico y vistas largas hacia el jardín cerrado de composición asimétrica. Es de destacar esa circulación franca que corre desde el exterior hasta el jardín –casi un parque de acceso restringido si se cerraba alguna de las rejas–, pero donde la mirada podía explorar libremente los linderos de la finca y donde la fuente no marcaba el centro compositivo de la casa sino del acceso lateral...

Tal y como hemos visto en las obras anteriores de la Hidalga, aparecen como señal y sello compositivo los pórticos a manera de loggia, vanos cerrados en medio punto, enmarcado y moldura asignados a puertas y ventanas, áticos ornamentados, así como otros elementos compositivos de la más pura tradición académica, ligada irremediablemente a villas del veneto como el Palazzo Chiericati (Vicenza) de A. Palladio, la Villa Nani-Mocenigo (Canda, Rovigo) de Vincenzo Scamozzi o el mismísimo Palazzo della Ragione, mirados a través del filtro académico francés...



Gracias a Álvarez de la Torre tenemos una memoria del exterior de la Villa De la Hidalga/ García Icazbalceta, pero lamentablemente nunca he encontrado documento alguno que muestre o describa las características interiores del inmueble, aunque sería tentador pensar en pinturas murales, a la manera de las villas de la zona de Vicenza. Arriba, una imagen del salón del “Piano Nobile” de la Villa da Porto Colleoni (Thiene –Vicenza-), con sus notables frescos de Giovanni Antonio Fasolo y Giambattista Zelotti, que en México podrían haber sido encargados a Juan Cordero, autor de las obras que decoran la cúpula de Santa Teresa…


En la imagen de arriba, muestro la ambientación que en 2001 se hizo para la exposición “México, los proyectos de una nación 1821-1888” donde se recreaba el gabinete de don Lucas Alamán; no hay otra razón más que el mostrar dos de los óleos de Pietro Gualdi, con la esperanza de encontrar algún indicio de los interiores de la villa suburbana en el número 1 ½ de la plaza de Buenavista…



Apenas doce años luego de terminada la Villa de San Cosme, don Juan Lorenzo María García de la Hidalga y Musitu murió “por causa de fiebre perniciosa” el 15 de junio 1872 en la Ciudad de México, a la edad de 62 años y fue enterrado en el Panteón del Tepeyac, recordado en la eulogía con algunas de sus obras más relevantes, incluyendo el trabajo que con sus hijos hacía desde 1870 (ver).

Ya desde 1879, aparece en los planos de la ciudad la primera estación del Ferrocarril de Veracruz -con apenas dos vías de desfogue-, pero para 1880 se pueden ver ya las instalaciones con andenes de carga y pasajeros sobre los llanos de Buenavista. Abajo, en un fragmento del “Plano General de la Ciudad de México para 1881” aparece al centro la “Estación Buenavista del Ferrocarril de Veracruz” y señalada con rojo, la casa De la Hidalga/García Icazbalceta -cuando había perdido ya un fragmento del jardín-; es interesante notar que ya se puede ver también el trazo del Paseo de la Reforma partiendo de la glorieta del Paseo de Bucareli, donde en 1852, De la Hidalga había colocado la estatua ecuestre de Carlos IV.



Luego de la muerte de doña Ana María Fernanda García Icazbalceta viuda de De la Hidalga el 7 Noviembre de 1888, la casa pasó a propiedad de los herederos y fue modificado el edificio, integrando el jardín a la lotificación que frente a la nueva estación Buenavista se realizaba con la ampliación de la nueva “Calle de la estación” (que ahora llamamos Avenida Buenavista) y la “Calle de Nonoalco” (que ahora llamamos Juan Aldama).

Para 1892, lo que quedaba de la casa fue demolido, cuando la estación fue ampliada agrupando las entonces “Estación del ferrocarril de Cuernavaca y el Pacífico”, “Estación del Ferrocarril Central” y “Estación del Ferrocarril Mexicano”. En la imagen de abajo, una vista del edificio de la “Estación Buenavista – Ferrocarril Mexicano” tomada varios años más tarde, desde lo que había sido el ángulo nor-poniente del jardín de la villa De la Hidalga...



En un curioso giro del cuento, cuando en 1892 se demolía la casa, frente a la “Estación Buenavista del Ferrocarril Mexicano” se colocaba una estatua dedicada a Cristóbal Colón encomendada a Manuel Vilar –el mismo escultor al que De la Hidalga había encomendado “La Industria” y “El Arte” y cuya ejecución supervisó a manos de Felipe Sojo y Martín Soriano–, escultura colombina en la que trabajaba dese 1856 (el modelo original de yeso se conserva en el Museo Nacional de Arte) y que sería fundida en bronce, en el taller de Miguel Noreña por el italiano Tomás Carandente en 1892. La estatua se colocaba detrás la zona que había ocupado la casa de la familia Cortina –aquella en que habitara transitoriamente el general Achille Bazaine– y de la villa de la familia Ugalde, que fuera demolida en 1879 para abrir la “Calle de la estación”.



La escultura sigue ahí, no así la estación…


Cuando en 1937 don Artemio de Valle-Arizpe publicó “Por la vieja calzada de Tlacopan”, incluyó un apéndice fotográfico con la última foto que tengo registrada de la “Plaza de Buenavista” en su sección poniente –esa explanada frente a la que se había edificado la villa De la Hidalga / García Icazbalceta–, ya que en ese mismo año se absorbió para ampliar la avenida y abrir las calles dedicadas a Bernal Díaz del Castillo y Bernardino de Sahagún…

En la foto, tomada desde lo alto del recién terminado “Edificio Arriaga” (Puente de Alvarado N°66), aparece la esquina con Ponciano Arriaga, donde hoy está la entrada al Metro –estación Revolución–. El sitio es prácticamente irreconocible…





Abajo, en una imagen de google-maps, he marcado la ubicación aproximada de la Villa De la Hidalga / García Icazbalceta. El perímetro de la propiedad (verde) está contenido entre las avenidas Puente de Alvarado –al sur– y Buenavista –al poniente–, la calle de Juan Aldama –al oriente– y la cerrada de Orozco y Berra –al norte–. El espacio ocupado por la casa, es ahora parte de un taller mecánico; la casa en la que se albergó Madame Calderón de la Barca, estuvo precisamente donde ahora desemboca la calle de Aldama en la avenida Puente de Alvarado.

En la parte baja de la imagen, se distingue el patio oval de la “Casa de Pinillos” -hoy Museo de San Carlos- y al centro arriba, he marcado con una estrella el monumento a Colón, que estuvo frente a la Estación Buenavista del Ferrocarril Mexicano, y donde ahora encontramos el edificio de la Delegación Cuauhtémoc y el estacionamiento del edificio corporativo del PRI.





De la obra de arquitecto, pocas edificaciones llegan a nuestros días; como ya dije, el “Mercado del Volador” fue consumido en un incendio del 17 de marzo de 1870, aunque impulsó que don Lorenzo -de sesenta años- propusiera un nuevo diseño. El “Teatro Nacional” fue derribado cuando luego de que la calle del Arquillo fuera nombrada “Cinco de Mayo”, se le dio continuidad para llegar hasta Santa Isabel (donde se edificó un nuevo teatro –que hoy conocemos como “Palacio de Bellas Artes”); en su artículo "El Gran Teatro Nacional baja el telón -1901-", Clementina Díaz de Ovando detalla lo acontecido en aquel coliseo, y describe su destrucción en aras de una mejora urbana…



Del "proyecto de monumento que recordara las acciones heroicas y campañas relativas a la Independencia Mexicana", nos queda el nombre de “Zócalo” para la Plaza Mayor, y aunque se construyeron las cuatro fuentes, fueron retiradas ante de 1916; años después, el proyecto de una columna conmemorativa sería retomado en 1886 por Cluss & Schulze y revivido en 1901 por don Antonio Rivas Mercado (ver). El Ciprés de la Catedral Metropolitana fue muy criticado por la calidad de la ejecución y rápido deterioro; fue retirado con el argumento de que obstruía la vista hacia el Retablo de los Reyes.



El pedestal de la Estatua Ecuestre de Carlos IV, colocada en la Plaza Tolsá desde 1979, sigue cegado en mayo de 2016, luego de una mala intervención en septiembre de 2013 que paradójicamente pretendía restaurarlo…



Aunque la propuesta hecha en 1850 para una “Cárcel en la Ciudad de México” sirvió como inspiración al arquitecto Antonio Torres Torrija, cuando en 1886 diseñó y construyó la penitenciaría de Lecumberri en el Distrito Federal, sobrevive de De la Hidalga un diseño más moderado en León, Guanajuato. La “Capilla Imperial” para Palacio nunca se inició (ver), aunque una Capilla dedicada a Santa Clara de Montefalco en Morelos (en la hacienda propiedad de su cuñado) aún sobrevive.

De las casas no queda huella alguna, y de las tres villas en la calzada hacia Tlacopan no hay recuerdo, aunque de la magnífica casa en la Calle del Indio Triste, escribiré en breve; del “Coliseo Nuevo” en la calle de Rosales, apenas fotografías…











Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay 60), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…

También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html  VER











13 comentarios:

  1. Muchas felicidades y muchas gracias por esta entrada que arroja luz sobre una casa poco reseñada y que don Artemio había ubicado en la calle de la Mariscala, "en parte del terreno que ocupan la espalda del Palacio de las Bellas Artes y la calle de Ángela Peralta". También Guillermo Tovar la había situado en esa calle en 'La ciudad de los palacios'. Por otra parte, se queda uno pensando si la casa que construyó de la Hidalga en San Francisco será la que aún permanece en la esquina norte oriente de Madero y Filomeno Mata. Saludos cordiales.

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    1. ¡Hola Jorge Pedro!
      Gracias por el comentario; siempre es complicado contradecir a los grandes…
      La casa con mansarda curva en Madero 12, que hoy ocupa la esquina de lo que fuera 1ª de San Francisco y callejón de Betlemitas –y donde por años estuvo la “Librería Madero” – no se edificó sino hasta 1897. La casa que para la familia Barrón diseñó De la Hidalga estuvo enfrente (justo al lado de San Felipe de Jesús), y por años albergó el “American Bank” sobre Madero y arriba -en Gante- el “American Club”.
      Dentro de algunas semanas publicaré acerca de la casa en N° 11 la Calle del Indio Triste algunos otros datos interesantes que contradicen aún más las crónicas que has leído… ;-)
      ¡Saludos!

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    2. ¡Estaré muy al pendiente! Gracias por tu respuesta.
      La casa de Madero 12 llama mucho la atención, especialmente por seguir habitada. Sin embargo, yo me refiero a la de enfrente, la que habitó una señora de apellido Campero hasta los años veinte del siglo pasado. De todos modos, ya me estoy saliendo del tema. ¡Muy interesante lo de la casa de de la Hidalga para la familia Barrón!, gracias nuevamente.
      Saludos.

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  2. Buenos días, Rafael.
    Sólo para comentarte que en esta página: https://earlylatinamerica.wordpress.com/2016/02/22/previously-unknown-views-of-mexico-1862-1867 aparece otra fotografía de la casa, aparantemente contemporánea de la de 1864 que tú publicas, pero en la que se observan varios cambios notables. Ojalá la puedas incluir y, sobre todo, comentar.
    Abrazo.

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    1. ¡Mil gracias por la liga JLB!
      Ya escribí a Gregory Leroy solicitando me permita usar su foto en el blog…
      ¡Un abrazo!
      RF

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    2. Dear JLB,
      I did not get your email, but please do use the pic if your want.
      Yours truly,
      Gregory

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  3. Estimado Maestro,
    Me encanta su página, leo con mucho interés sus publicaciones, a las que acudo recurrentemente, sólo le pediría un gran favor, podría, de ser posible, identificar la procedencia de las imágenes? Se que a veces es muy difícil, yo soy historiadora de la fotografía y encontrar imágenes en internet, que no tengan referentes a sus colecciones o archivos, las hace muy difícil de utilizar en otras publicaciones, particularmente impresas.
    Muchas gracias y una vez más muchas felicidades!!!

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    1. ¡Hola Gina!
      Como lo indico al final del texto, a menos que indique lo contrario, las imágenes proceden de mi propio archivo -las fotografías modernas (desde 1970) tomadas por mí-, que incorpora además fotografías y documentos diversos que acumuló de mi padre al paso del tiempo; también tengo la fortuna de custodiar impresiones y negativos de G. Kahlo, que proceden del archivo de don Francisco Diez Barroso, cuando hacía investigación en los años 20’ del S. XX.
      ¡Saludos!
      RF

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  4. Excelente trabajo Don Rafael Fierro, una joya para quienes tenemos un gusto particular por la historia de nuestra querida Ciudad de México. Tengo tres inquietudes, primero, la casa que menciona Diáz de Ovando en "invitación al Baile" y que perteneció a la familia Barrón, tengo entendido que ocupó el espacio en donde actualmente se encuentra el "Pasaje América" entre las calles Madero y 5 de Mayo, ¿es la misma que a hace referencia en un comentario y que estuvo al lado de San Felipe de Jesús?; segundo, ocasionalmente publico en mi cuenta de twitter fotografías de ésta naturaleza con algunos comentarios de la vida cotidiana de aquellos días, ¿podría utilizar alguna de sus fotos para ese fin?; tercero, ¿conoce Usted alguna foto de la alberca que existió en Chapultepec y que Guillermo Prieto describe en "El Semanario Ilustrado" de 1868?, estoy seguro que la he visto pero no puedo recordar donde. Muchas gracias por sus respuestas, y nuevamente, agradezco y felicito sus maravillosas descripciones. Luis Daniel Aguilar

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  5. Es un placer leerle, se absorbe uno en la descripción, en los comentarios, he encontrado en su block un espacio realmente enriquecedor. Me complementa el gusto de saber mas de este lugar que amo y habito llamado Ciudad de México, y aunque lamento realmente la perdida de tantas construcciones por desconocimiento total, de autoridades y/o sus propios dueños; sin embargo es parte del propio crecimiento y evolución de una ciudad que vive... Mis sinceras felicitaciones por su ardua y meticulosas investigaciones. Espero continué regalándonos este saber. M en Arq. Ramirez C.

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    1. ¡Mil gracias por sus palabras Maestro!
      Le envío un saludo...
      RF

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