miércoles, 1 de junio de 2016

La casa de los Marqueses de Salvatierra en la 1° calle del Indio Triste.




Uno de los edificios residenciales más sorprendentes del S. XIX que aún se conserva en nuestra ciudad, es el que para su esposa -Ana María García Icazbalceta- edificara hacia 1858 don Lorenzo De la Hidalga en la 1° calle del Indio Triste, residencia que en 1898 fuera ampliada y ocupada por don José De la Horga y Matilde Cervantes Romero de Terreros (VIII Marquesa de Salvatierra y Peralta), y en que actualmente se hospeda la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH.


En el N° 11 de lo que ahora llamamos calle de Correo Mayor, entre vendedores ambulantes que inquietan al viandante, se descubre la que algunos conocen como casa de don José de la Horga ‒el primer español en cruzar el Canal de la Mancha por aire‒, edificio que se recuerda por haber albergado la legación militar española durante los festejos del Primer Centenario de la Independencia de México en 1910; el edificio ocupa un sitio privilegiado en el centro de nuestra ciudad, y vale la pena ahondar en la historia del “solar” a fin de entender la trascendencia del edificio…


El “Plano General de la Ciudad de México, levantado por el Teniente Coronel de Dragones Don Diego García Conde en el año de 1793 y grabado el de 1807 por orden de la misma nobilísima Ciudad” es un documento extraordinario; sirvió como base para los planos de la ciudad por varias décadas y es un magnífico instrumento para entender la evolución de nuestra capital. En el detallado retrato de una ciudad a punto de verse envuelta en el proceso independiente, la zona urbana apenas y llega a los límites de lo que hoy conocemos como “Centro Histórico” con el término norte donde la hoy Avenida Peralvillo cruza con Rayón, al oriente donde Anillo de circunvalación cruza con Corregidora, al sur donde Fray Servando cruza con 5 de Febrero y hacia el poniente, donde Puente de Alvarado se encuentra con Rosales.

Innumerables construcciones de importancia se habían edificado en esa ciudad, destacando desde luego la maravillosa Catedral Metropolitana, edificada según los planos del arquitecto Claudio de Arciniega y campanarios de José Damián Ortiz de Castro, terminada hacia 1813 con las finas coronaciones de Manuel Tolsá; o el Palacio Virreinal que con la llegada del virrey Juan Vicente de Güemes II -Conde de Revillagigedo-, había alcanzado un cierto grado de dignificación hacia 1789. Destacable era además el Palacio del Arzobispado, erigido al costado de los anteriores, para albergar las habitaciones privadas de los altos prelados de la Iglesia.



A lo largo de la colonia, la moderada construcción arzobispal fue transformándose, amplianda a ritmo de los estilos de la arquitectura novohispana, hasta alcanzar la extensión y lucimiento de Palacio en el siglo XVIII, con la maravillosa portada de 1746 que muestra los más limpios estípites levantados en América, pilastras que Lorenzo Rodríguez y Jerónimo de Balbás transformarían en el símbolo del “barroco churrigueresco” mexicano…

Al interior, umbrosos corredores rodean dos patios con fuentes, donde el principal descansa sus sobrias columnas altas sobre pilares decorados con pilastras toscanas planas y arcos rebajados que delimitan el espacio bajo, y desde lo alto nos permite admirar la cúpula de Santa Teresa la Antigua, cúpula que nos interesa por la reedificación que hiciera en 1846 don Lorenzo De la Hidalga.



Esas construcciones se habían edificado sobre lo que hasta el S. XVI había sido parte de los recintos ceremoniales y palaciegos de la Gran Tenochtitlan, específicamente el Arzobispado sobre el Templo de Tezcatlipoca, edificios con cuyas piedras se forma –literalmente– parte de la ciudad colonial, que se vigorizó hacia fin del siglo XVIII; así entonces, el dinámico Virrey don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas (1740-1799), se valió de los servicios del arquitecto Ignacio de Castera para rejuvenecer y recrear la ciudad hacia el S. XIX.

De acuerdo con el proyecto, se reorganizó la metrópoli reordenando los mercados y reforzando la vigilancia, creando una división en cuarteles y manzanas, se puso nombre a las calles –según su elemento distintivo– y numeraron las casas conforme se alejaban de la Plaza de Armas y Catedral; se construyeron nuevos paseos y puentes, y la traza ortogonal se uniformó con la apertura, ampliación y alineación de calles, en las que además se alzaron banquetas y empedraron los arroyos. Inesperadamente, las innumerables intervenciones produjeron la exhumación de cuantiosos monumentos mexicas, entre ellos la piedra de Tízoc, la imponente Coatlicue y la Piedra del Sol -redescubiertas en ese 1790 y acerca de las que don Antonio de León y Gama escribió y publicó un ensayo: “Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790 -sobre dicho descubrimiento y el funcionamiento del calendario mexica-”.



Fue entonces –como ya luego ha sucedido en algunas ocasiones–, que los cinco años de gobierno de Revillagigedo –de 1789 a 1794– fueron resumidos en su “Diario de sucesos de México” por José Gómez “custodio de los Reales Alcázares”: “…en su tiempo se minó o abugeredó toda la ciudad y se sacaron varios ídolos del tiempo de la gentilidad”.


Lo sorprendente fue que contrario a lo que antes había sucedido, las antigüedades recién desenterradas ya no fueron destruidas o vueltas a ocultar, pues ahora se veía en ellas un suculento contenido histórico -y cierto valor artístico- y en algunos casos comenzaron a integrarse –como curiosidades históricas– a las residencias barrocas del período…

Arriba, la esquina de las calles de José María Pino Suarez y República de El Salvador, edificio que fuera Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, remodelado con diseño del arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres; abajo, un dibujo del capitán Guillermo Dupaix y que describe la escultura “…embutida en el ángulo exterior de la Casa del Conde de Santiago” … que “es un Mascarón monstruoso, con la boca abierta y haciendo visible una adana de colmillos espantosos” que tiene dos varas de frente y estuvo originalmente “…colocada á la entrada de algun Templo ó morada de algun simulacro amenasador”. La piedra incrustada en la esquina del actual Museo de la Ciudad de México, probablemente fue desenterrada cuando se reconstruyó la casa entre 1778 y 1779.



La “Descripción de Monumentos antiguos Mexicanos” del capitán Guillermo Dupaix, es un importante testimonio de los orígenes de la arqueología mexicana; los dibujos y textos de Dupaix revelan que esos hallazgos de tiempos de Revillagigedo no se limitaron a unos cuantos monolitos, sino que fueron decenas las esculturas exhumadas, promoviendo un fresco interés por el arte prehispánico.

Abajo, la esquina de la casa del Marqués de Prado Alegre, en el actual N° 39 de la calle Francisco Madero esquina con Motolinia; incrustado aparece el glifo Chalchíhuitl (que aliudía a lo precioso) sobre el que se grabó “Año de 1725”. Inserto el dibujo de Dupaix que dice: “encrustada en una pared de la calle de San francisco quasi del callejón del Espiritu Santo”.



Algunas piedras se utilizaron como decoración en las esquinas, los zaguanes y los patios de las nuevas moradas; otras nutrieron las colecciones privadas de la capital, acopiadas por anticuarios y diletantes, generalmente criollos ilustrados o viajeros europeos. Otras más fueron a parar a la Academia de San Carlos, donde se exhibieron junto con reproducciones de esculturas clásicas grecolatinas. En suma, la exhibición de estas sorprendentes y misteriosas tallas en lugares públicos generó curiosidad, debates, álbumes de dibujos, publicaciones y un definitivo deseo de preservarlas.

De entre las piedras que en San Carlos sorprendieron al capitán Guillermo Dupaix, estaban las tres con que comenzó la serie de dibujos de su “Descripción de Monumentos antiguos Mexicanos”, con la “Culebra de cascabel” (N°3), “…animal, ó especie de perro silvestre” (N°2) y “…hombre en perfecto reposo, destinado verosimilmente para llevar y hacer patente una insignia” (N° 1) que “…existen casualmente en la Academia… y se encontraron en las ruinas de una casa Grande en la calle de monte alegre”.



Ésta última pieza tallada en Basalto y perteneciente a la cultura Mexica , hallada seguramente bajo las casas del Mayorazgo de Mota en la esquina de las actuales calles de El Carmen y Justo Sierra, permaneció mucho tiempo -a decir de Antonio de León y Gama- exhibida junto a una pared de la casa y generó la tradición del “Indio Triste”, para pasar con ese nombre a ser uno de los primeros objetos en formar el acervo del Museo Nacional Mexicano, creado en 1825 por decreto del presidente Guadalupe Victoria, y que aparece abajo en el “Salón de monolitos” del museo, en el edificio que había sido la Casa de Moneda.



Se ha dicho que es un portaestandarte, por la manera en que algo puede detener entre las manos y que se atranca en la parte baja, pero para el propio León y Gama era una imagen de Ometochtli, dios del pulque, con las manos en actitud de beber de una vasija removible.

En todo caso, la pieza de basalto –que ahora se exhibe en el Museo Nacional de Antropología– dio nombre a tres calles y creó una fulgurante historia: Cuentan que “Cuenta la leyenda que” tal y como cuenta Luís González Obregón que le contaron, que recordando una antigua tradición “que un viejo vecino de dichas calles refería con todos sus puntos y comas, y aseguraba y protestaba ¨ser cierta y verdadera¨, pues a él se la había contado su buen padre, y a éste sus abuelos, de quienes se había ido transmitiendo de generación en generación, hasta el año de 1840, en que la puso en letras de molde el Conde de la Cortina.”



En general, refieren las diversas versiones que ya en tiempos de la Nueva España, en una de las casas de la calle que hoy lleva por nombre 1ª del Carmen, vivió un indio noble en el siglo XVI que a cambio de espionaje y servilismo recibía favores de sus amos españoles; por no delatar a tiempo una traición, “…perdió el tal indio las casas suntuosas poseía en la ciudad, sementeras en los campos, ganados y aves de corral.” Tenía y “perdió también joyas que había heredado de sus antepasados: discos de oro, que semejaban soles o lunas, anillos, brazaletes, collares de verdes chalchihuites; bezotes de obsidiana; capas y fajas de finísimo algodón o de riquísimas plumas; cacles de cuero admirablemente adobado o de pita tejida con exquisito gusto; esteras o petates de finas palmas, teñidas con diversos colores; cómodos icpallis o sillones, forrados con pieles de tigres, leopardos o venados. En una palabra, poseía aquel indio todo lo que constituía para él y los suyos un tesoro de riquezas y obras de arte.”

“Acuclillado y triste siempre se veía al indio, y por eso el triste indio nombre a la calle procuró…”



Arriba, el “Indio triste” expuesto durante la muestra que en 2015 se presentó en el MNA: “El capitán Dupaix y su álbum arqueológico de 1794”.

Es probable que la figura portaestandartes –u Ometochtli– expuesto frente a la casa del Mayorazgo de Mota en la esquina de las que ahora son El Carmen y Justo Sierra, haya causado tal curiosidad, que la población transformó la piedra desenterrada en “Indio triste” y luego de retirada, dio vuelo a la imaginación con historias diversas; más jugosa habría sido la leyenda de usar a Ometochtli, espíritu o dios menor de la embriaguez...



Entonces, exhumada hacia 1790, la escultura pasó probablemente de aquel cruce a la Academia de Bellas Artes donde la vio y dibujó el capitán Dupaix en 1794 y después al Museo Nacional en 1825, tiempo suficiente para crear una leyenda que poco tiene que ver con la escultura y su uso original; a decir de varios historiadores, la escultura proviene del Templo de Huitzilopochtli o del Palacio de Axayácatl donde servía de porta estandartes, versión sustentada sobre una lámina de “Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme” del fraile dominico Diego Durán (conocido como Códice Durán) y que se conserva en la Biblioteca Nacional de España.

Mucha más información respecto a los dibujos de Guillermo Dupaix y las piedras a las que corresponden, en el artículo de Leonardo López Lujan que apareció en Arqueología Mexicana: http://www.mesoweb.com/about/articles/AM109.pdf

Y para la leyenda del “Indio triste”, sugiero además la lectura de: http://www.taringa.net/comunidades/taringamexico/9393482/Historia-de-la-Calle-del-Indio-Triste.html





Frente a la Casa de Moneda –aquella que se volvió Museo Nacional y que ahora conocemos como Museo de la Culturas–, donde para 1790 llegaba la 1ª calle del Indio Triste alineada por proyecto de Castera para transformarse en la Calle del Correo Mayor, estaban los peculios que en el S. XVI habían sentado don Juan Guerrero de Luna y su esposa Beatriz Gómez Dávila cuando su familia recibió una concesión de tierra por parte del rey Felipe II. Las estructuras originales edificadas en el S. XVI fueron reconstruidas a final del S. XVIII por el arquitecto Francisco Antonio Guerrero y Torres, donde la casa principal –frente a la casa de Moneda– fue en la que habitó la familia, mientras que la casa oriental estuvo retenida para habitación de servidumbre y almacén.



Luego de la Independencia, la familia perdió gradualmente las propiedades, pues la casa principal pasó a servicio público, Escuela de Música y Escuela Nacional de Antropología e Historia, para albergar recientemente las oficinas de la Dirección de Arqueología del INAH; la más pequeña se subdividió en apartamentos y tiendas, perdiéndose los espacios interiores...



De cualquier forma, la mayor parte de la decoración característica de las casas está en el exterior –donde predomina el colorado tezontle– con marcos y decoraciones de cantera, ornato que da a la arquitectura el nombre alternativo de “Las Casas del Sol y la Luna” y sus curiosos relieves de Luna y Sol en la esquina de la intersección de la calle de Moneda e Indio Triste, referencias a la Virgen María: “tan bella como la luna y tan brillante como el sol” (y aprovechar la alusión a don Juan Guerrero de Luna).



Así, volviendo al Plano General de la Ciudad de México de don Diego García Conde -grabado en 1807-, nos encontramos con una ciudad aún Barroca aderezada de tezontle, en la que vemos una Plaza de Armas con mercado (Parián) y estatua ecuestre dedicada a Carlos IV en la nueva tradición académica, y en la que calles ya alineadas dan pie a una nueva ciudad ilustrada, lista para el proceso independiente…


Arriba, el fragmento central del al “Plano General de la Ciudad de México, levantado por el Teniente Coronel de Dragones Don Diego García Conde en el año de 1793…” en que se señala con una estrella el lugar donde se edificaría la casa de que trata ésta entrada. Abajo, la “Vista de la Plaza de México nuevamente adornada para la estatua ecuestre de nuestro Augusto Monarca Reinante Carlos IV, que se colocó en ella el 9 de diciembre de 1796 -cumple años de la Reyna Nuestra Señora María Luisa de Borbón su amada esposa-, por don Miguel de la Grua Marqués de Branciforte, Virrey de Nueva España…”, en un magnífico grabado de José Joaquín Fabregat sobre un dibujo de Rafael Ximeno y Planes. Más abajo y para comparación, el dibujo de Pietro Gualdi con el diseño que para ese mismo sitio hiciera en 1844 el arquitecto Lorenzo de la Hidalga.





Entre el 9 de diciembre de 1796, cuando el Virrey Miguel de la Grua Talamanca inauguró una estatua de madera dorada de Tolsá en la Plaza de México y el 16 de septiembre de 1843, cuando se colocó la primera piedra para el “Monumento para honrar a los héroes de la Independencia”, habían transcurrido apenas 45 años, pero los cambios políticos y económicos habían sido formidables…

Abajo, en el “Plano General de la ciudad de México para 1861”podemos ver el crecimiento que la mancha urbana había tenido desde 1793 y los cambios formales que luego de la independencia de México había sufrido; no es motivo de éste blog hablar de los acontecimientos de independencia, pero baste con notar que además de ese crecimiento, algunos de los nuevos diseños que para la ciudad se hacían, estaban a cargo del arquitecto Lorenzo De la Hidalga.



En el detalle de ese plano, aparece la Plaza Mayor ya con el diseño para la columna que conmemoraría la Independencia, así como el mercado en lo que había sido la Plaza del Volador, pero me es interesante llamar la atención al sitio que he señalado con una estrella, a espalda del conjunto conventual de la Orden de las Carmelitas Descalzas y justo detrás de la majestuosa cúpula que De la Hidalga levantara para la capilla dedicada “Cristo de Santa Teresa”.



El siete de abril 1845, luego de un severo sismo, la cúpula original de la capilla se vino abajo y fue tarea del arquitecto De la Hidalga el reponer la estructura, cosa que hizo con extraordinaria habilidad, terminando la intervención en 1858, con el aplauso de la sociedad capitalina. Durante el proceso de reconstrucción, parte de los trabajos se hicieron en el patio de una casa aledaña al ábside y con frente a la calle del Indio Triste, sitio que interesó al arquitecto por la magnífica vista que se tendría de su nuevo diseño…



Abajo, el interior de la Capilla del Señor de Santa Teresa, luego de la intervención de De la Hidalga –en que se respetaron los diseños originales que habían edificado González Velázquez y Tolsá–, cuando aún conservaba el magnífico ciprés (que ahora se puede ver en el templo de San Agustín, en Polanco, ver: http://polancoayeryhoy.blogspot.mx/2011/03/san-agustin.html).



Poco después, y probablemente ligado a que su esposa -Ana García Icazbalceta- recibió una importante herencia, el arquitecto Lorenzo De la Hidalga adquirió el magnífico lote de poco más de 1,000 m² y con 27 m de frente a la 1° calle del Indio Triste N° 11, justo a espalda del conjunto conventual de la Orden de las Carmelitas Descalzas; Israel Katzman menciona que el diseño fue una “transformación”, por lo que es posible que los trabajos se hayan hecho sobre una estructura preexistente, aunque no he encontrado más datos al respecto. Estoy seguro que el factor determinante para la adquisición fue la vista privilegiada que desde el interior de la propiedad se tenía de la nueva cúpula, pero es interesante considerar el que la casa se ubicaría a apenas unos metros del Palacio Nacional –que unos años después se transformaría en Palacio Imperial–, apenas a una cuadra de la Academia de San Carlos y a cortísima distancia de donde se erigía la Columna de la Independencia con el nuevo diseño de la Plaza Mayor y el Ciprés de la Catedral Metropolitana…



Si alguien tiene interés en consultar más datos acerca de la obra que por esos años realizaba don Lorenzo, sugiero visitar la entrada: https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/05/villa-del-arquitecto-de-la-hidalga-en.html , donde se habla de otra de las residencias del arquitecto y su esposa…

Me resulta de particular interés recordar el que ese predio había sido en el S. XVI parte de las propiedades del Mayorazgo de Guerrero (en tiempos de don Juan Guerrero de Luna y su esposa Beatriz Gómez Dávila), y que por su ubicación estaba justo en el lindero de los espacios ceremoniales del Recinto del Templo Mayor, limitado por un muro perimetral, que en su mayor parte medía dos metros de ancho -altura cercana a los 2.50 metros- y a decir de Marquina “…en cuya mampostería se ven empotradas pequeñas cabezas de serpiente como las que se conservan en los taludes de la pirámide de Tenayuca…”

Además, es interesante hacer notar que una parte de la Casa de Moneda –que se transformaría en Museo Nacional y desde 1865 a instancia de Maximiliano albergaría las colecciones y objetos del México prehispánico–, así como la sección de Palacio Nacional que sería ocupado por la Administración de Correos, también se habían edificado sobre ese muro perimetral; abajo una magnífica foto de la calle de Moneda con el edificio que entre 1772 y 1779 fuera ampliado por Miguel Constanzó, Lorenzo Rodríguez y el propio José Damián Ortiz de Castro.



Abajo, como referencia aparece un fragmento del “Plano de la maqueta, con indicación del Recinto y de los templos que contenía, en relación con el plano actual de la ciudad indicado en líneas color naranja”, que fuera publicado en 1959 por don Ignacio Marquina; aunque los datos se han rectificado luego de las excavaciones que iniciaron en 1978, el dibujo sigue siendo sorprendentemente correcto…



Donde aparece la estrella, se edificaría a partir de 1857 la nueva residencia De la Hidalga / García Icazbalceta, matrimonio ligado al “Benjamín en decena de gracias” (según Jesús Galindo y Villa) don Joaquín García Icazbalceta y sus padres, “El honradísimo comerciante de origen riojano D. Eusebio García, y la distinguida dama mexicana doña Ana Icazbalceta”, familia “propensa a las diversiones del mundo gracias al lujo que permite el propio caudal…”

Abajo, dos lienzos de Pelegrín Clavé: a la izquierda, “Retrato del arquitecto Lorenzo de la Hidalga”, 1861; óleo sobre tela, 136 x 104 cm. (el marco es coetáneo) y a la derecha “Retrato de doña Ana García Icazbalceta, esposa del Arquitecto de la Hidalga”, probablemente 1863; óleo sobre tela 190 x 138.5 cm. –Ambos de la Colección Museo Nacional de San Carlos-.



Resulta relevante referirse a doña Ana María Fernanda García Icazbalceta, hermana mayor del prestigiado Joaquín García Icazbalceta, miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua, historiador y bibliógrafo, propietario además de la hacienda de Santa Clara de Montefalco, en el estado de Morelos. La señora De la Hidalga no fue simple observadora de la labor de su marido, sino impulsora eficaz de su carrera y promotora de la actividad cultural en la que su familia acostumbraba participar; desde 1858 transformaría la casa en la 1° del Indio Triste en recinto donde se promovían actividades culturales que sorprendieron a la sociedad capitalina y en las que gracias a su hermano, su marido y encantos propios, participaban el padre don Francisco Javier Miranda, el arquitecto Javier Cavalari, don Manuel Orozco y Berra, don José María Lafragua y el propio Conde de la Cortina, don José Justo Gómez de la Cortina…

La residencia De la Hidalga /García Icazbalceta sería el parámetro de elegancia por el que se juzgarían otras edificaciones del S. XIX en la ciudad de México, y obedecía a la tradición del “Palazzo” italiano, que había dado representación a la gran mansión particular guarnecida de forma solemne en concordancia con los cánones del renacimiento, pero interpretado a la manera de la escuela de Bellas Artes de París; ejemplos a seguir eran el Palazzo Caprini diseñado por Bramante en Roma, el Palazzo Porto de Palladio en Vicenza, el Palazzo Branconio dell’Aquila de Giovan Battista Naldini en Florencia o la Villa Farnesina de Baldassare Peruzzi en Roma. Abajo, los diseños de Donato Bramante para el Palazzo Caprini en Roma y de Andrea Palladio para el Palazzo Porto en Vicenza.



Para la fachada, el diseño de De la Hidalga cuidaría la tradición de un piso bajo con vigoroso almohadillado en los sillares, clara simetría con distinción del acceso, énfasis en el “Piano Nóbile” y robusta cornisa para cerrar la composición, siguiendo las enseñanzas de Leon Battista Alberti en el Palazzo Rucellai...



Agreguemos a éstos elementos y para redondear el contexto arquitectónico, el que el edificio de la Academia de San Carlos –con su inmueble apenas a una calle de la casa De la Hidalga– sería remodelado a manos del “apuesto y talentoso arquitecto Javier Cavalari”, que por esa época (1856-1864) era director del ramo de Arquitectura. Según nos dice Israel Katzman: "Cavalari, que había nacido en Palermo (1811) y estudiado en Gotinga, era caballero de la orden de Alberto de Sajonia y socio honorario del Instituto de Arquitectos Británicos -al igual que De la Hidalga-. Antes de venir a México, había sido director de la Imperial y Real Academia de Milán y así como lo había hecho allá, estableció aquí la carrera de Arquitecto e Ingeniero Civil." Entre varias de sus obras, destaca el diseño de la nueva portada de la Academia –imagen de abajo, tomada hacia 1870– y la capilla de la familia Escandón en Tacubaya, aunque de particular interés resultan las “reparaciones” que a partir de 1857 hiciera a la casa Barron-Añorga (ver: https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2013/03/parque-lira-la-casa-cortinabarronlira.html)



En 1836, James Savage había escrito en su “Observation on Style in Architecture”:
“It is said that everything has already been invented, that the age of invention is over, and that all that art can do is to choose and copy”…


La casa De la Hidalga en la 1° del Indio Triste, sería un Canon a la arquitectura del Cinquecento italiano, pero modernizada a la manera en que Félix Louis Duban había interpretado esa tradición del renacimiento italiano en 1836, para el Hotel Pourtalés de París o poco después en 1839 en el Palais des Études de l’École des Beaux-Arts de París. Abajo, el Hotel Pourtalés de Duban tal como apareció en “The buider” publicado en Diciembre de 1856.



Los elementos compositivos han evolucionado claramente en aquel ámbito del “escoger y copiar un estilo” de James Savage, pero una copia pulida por los cánones académicos, particularmente siguiendo los designios de l’École des Beaux-Arts de París, contemplando las enseñanzas del propio Henri Labrouste plasmadas desde 1843 en la Bibliothèque Sainte-Geneviève. Así, hasta la repisa a manera de consola –flanqueada por ménsulas multiformes– que remata el arco principal con una clave de acanto y enjutas decoradas, parece abrevar en los dictados de Félix Louis Duban.




Aunque son de interés los varios elementos decorativos de la fachada -en particular la robusta cornisa que contiene la composición-, mención especial merecen las guirnaldas que rematan ventanas del piso alto -y que se repetían al interior del edificio-, recuadros que seguramente encontraron inspiración en el trabajo de Perrault y su trascendental diseño para la fachada este del Louvre en 1663; recuérdese que Claude Perrault era además autor de diversas publicaciones, entre ellas “Dix livres d’architecture de Vitruve corrigés et traduits nouvellement en français en 1673” cuyos grabados eran motivo de estudio y debate en la academia. Abajo, “Bains romains” de “Dix livres d’architecture de Vitruve corrigés et traduits nouvellement en français en 1673” publicado por Perrault ; más abajo, el modelo de guirnaldas, publicado en «Les vieux Hôtels de Paris» de 1846 del Faubourg St. Germain.





Gracias a Pietro Gualdi, que pintó el proyecto para el patio interior de la casa De la Hidalga, tenemos una perspectiva de la platea y sus dos pisos (espacio que claramente halla referencia en el Claustro de Santa María della Pace de Donato Bramante), y donde al fondo se distingue la espectacular escalera de diseño imperial que desafortunadamente se ha perdido.


Ese patio de poco más de cien metros cuadrados y rodeado por una docena de arcos de medio punto en el piso bajo y rigurosas pilastras “Bramantinas” en la planta noble, presentaba simétricas arcadas en cuyo seno (el espacio comprendido entre los trasdoses de los arcos contiguos), encontramos conspicuas “láureas”, dibujadas muy a la manera de lo que , como “Détails de décoration architecturale”en las publicaciones de A. Raguenet (5, Rue du Pont-de-Lodi, Paris) se publicaba mensualmente desde 1845.


Como no siempre sucede con cualquier motivo, la corona resulta memorable; recuerda los diversos galardones vegetales que se colocaban sobre la cabeza los antiguos griegos y romanos : las más corrientes son de laurel, que aluden a una victoria, pero también se pueden encontrar de otras varias especies, como olivo (la paz), roble (la fuerza), o composiciones con frutos (abundancia); las coronas del renacimiento temprano –a las que hace alusión De la Hidalga–,se designaban también láureas y siempre eran de laurel. Ya en la academia, es muy frecuente que la corona se acompañe de cintas -se nombran filacterias (que no las de la tradición hebrea: תפילין, Tefilín)-, que anudan y ocasionalmente envuelven el halo.



Toda descripción palidece ante lo que debió ser una visita a la casa o despacho del arquitecto, donde el traspasar el portal llevaba a contemplar la cúpula de la Capilla del Señor de Santa Teresa como remate al acceso, y donde la sucesión de espacios que daban paso a la escalera imperial, estaban cuidadosamente pensados como secuencia que colmara al visitante…



Con las modificaciones que se hicieron a principio de S. XX, el aspecto del acceso se alteró radicalmente, pero al subir al primer piso del inmueble actual, aún puede concebirse la intención original de De la Hidalga. (Agradezco la fotografía de abajo a Isaac Herrera)



Es interesante señalar además, que años más tarde, el arquitecto utilizó recursos muy similares en su diseño para la residencia de don Vicente Escandón Garmendia y doña María Guadalupe Arango Escandón, frente a la plazuela de Guardiola, adyacente a la 1° Calle de san Francisco (hoy Madero); aunque el diseño original se había encargado al arquitecto Ramón Rodrígez Arangoity, “…don Vicente confióle la dirección de la obra al señor Hidalga quien dirigió la construcción, acaso introduciendo acertadas variantes en lo primeramente ideado por Rodríguez” y seguramente entregando la supervisión a sus hijos Eusebio e ignacio . Abajo, una imagen del patio de la casa Escandón (ver: https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2013/02/la-casa-de-la-familia-escandon.html)



En la síntesis biográfica que acerca de don Lorenzo publica Israel Katzman en “Arquitectura del siglo XIX en México”, nos dice que “Fue un arquitecto competente y buen constructor; aficionado a la pintura, la escultura y la miniatura al pastel; académico de mérito de la Academia de San Carlos; profesor de arquitectura civil e hidráulica en el Colegio Militar, miembro del Instituto Real de Arquitecticos británicos y presidente de la sección de Bellas Artes de la Comisión científica, literaria y artística de México.” Y menciona además que entre 1864 y 1867 se encargó de la transformaciones en el Palacio Imperial, con Rodríguez Arangoity, los hermanos Agea y Antonio Torres Torrija, periodo en el que diseñó el enorme Salón de Recepciones, también conocido como Salón del Dosel y/o Salón del Trono para Maximiliano I de México, ganándose el sobrenombre de “Arquitecto Imperial”. Abajo, el “Salón del Dosel” en una imagen tomada en 1876, cuando ya había sido transformado para recibir a Juárez.



La magnífica casa Escandón sería edificada a partir de 1871 y al año siguiente don Juan Lorenzo María García de la Hidalga y Musitu murió “por causa de fiebre perniciosa” el 15 de junio 1872 en la Ciudad de México, a la edad de 62 años y fue enterrado en el Panteón del Tepeyac, recordado en la eulogía con algunas de sus obras más relevantes, incluyendo el trabajo que con sus hijos hacía desde 1870 (ver: https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2014/04/la-casa-haghenbeck-de-la-lama-en.html).


La casa quedó en manos de su esposa doña Ana María Fernanda García Icazbalceta viuda de De la Hidalga y luego de su muerte el 7 Noviembre de 1888, la casa pasó a propiedad de los herederos para ser vendida años más tarde a don Miguel Cervantes Estanillo que la entregaría a su hija como obsequio de bodas. Abajo, una imagen de 1906, parte de la familia Romero de Terreros en su casa de la calle de la Cadena número 19; sentado a la derecha y con barba, don Manuel Romero de Terreros y de Villar Villamil, marqués de San Cristóbal.



María Matilde Ana Josefa de Jesús Cervantes Romero de Terreros, hija de Miguel Cervantes Estanillo (1822-1901) y Matilde Romero de Terreros García Conde -Octava Marquesa de San Francisco- (1836-1909) y hermana menor de don José Miguel Cervantes Romero de Terreros, -Marqués San Francisco- (1858-1939), casó el 22 de abril 1899 en la Ciudad de México, con el español José Horga y Posadillo (1869-1921), recibiendo el título de Marquesa de Salvatierra y Peralta, luego que el título fuera rehabilitado en 1907 por Alfonso XIII.

El Título al Marquesado de Salvatierra de Peralta fue repuesto a instancia de Ricardo Horga para Matilde Cervantes y Romero de Terreros de la Horga (como VIII Marquesa de Salvatierra), formando parte de los arreglos de su matrimonio con José de la Horga y Posadillo. Aunque perdido, es el título que había ostentado Miguel Jerónimo López de Peralta Urrutia de Vergara Albornoz Cervantes y Velasco, nacido en el Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, hijo de don Ignacio Leonel Gómez de Cervantes y Padilla, nieto de los Marqueses de Sta. Fe de Guardiola e hijo de doña Ana Maria Jerónima Gutierrez Altamirano y Velasco de Ovando, XI Condesa de Santiago de Calimaya, décima Marquesa de Salinas del Río Pisuerga y quinta Marquesa de Salvatierra.



Arriba, el templo de San Joaquín de la hacienda “Molino de Flores”, productora de pulque y harina de trigo, y propiedad de don Miguel de Cervantes y Velasco, hijo de Ignacio Leonel Gómez de Cervantes Padilla (1762-1812) y Ana María Altamirano de Velasco Ovando, XI Condesa de Santiago de Calimaya (1766-1809), posesión que eventualmente llegaría a manos de Matilde Cervantes y Romero de Terreros de la Horga como parte de la herencia familiar.


Nos dice David Lavín Bordas que “José de la Horga y Posadillo… hijo del que fuera Alcalde de Santander por dos ocasiones (1899-1901 y 1905), Ricardo Horga, fue José agregado honorario de la legación de España en Méjico y estaba en posesión de la Cruz de Carlos III. Al casarse en la ciudad de Méjico con Mª Matilde de Cervantes y Terreros, alcanzó el grado de Marqués de Salvatierra (y Peralta) y heredó una gran fortuna. De regreso a España a principios de siglo, se convirtió en un afamado sportsman, miembro del Real Automóvil Club, y que con su Gobron de 40cv consiguió ya el 27 de octubre de 1905 la Copa de S.A. el Infante D. Carlos y 300 pesetas en el concurso aerostático-automovilístico organizado por el recién creado Aeroclub y La Correspondencia de España en honor del señor Loubet, presidente de la República Francesa.”

“Fue sin duda esta prueba la que encendió la chispa de la aerostación en de la Horga, y junto con la amistad que le unía con los miembros de ambos Clubs, encargó la compra en París de un globo de 2200 metros cúbicos a los ¨Ateliers de constructions aéronautiques Maurice Mallet¨.”



Y sigue David Lavín Bordas: “Por esas fechas, a Horga se lo veía en compañía de aristócratas en cacerías, poniendo a prueba su puntería, como la organizada en las lagunas de Daimiel. El viaje hasta allí lo hizo desplazándose en su propio coche con miembros del Aeroclub.”

En 1906, “José de la Horga compitió con el Capitán Alfredo Kindelán y Duany; la competición consistía en ser el globo que mayor distancia recorriese desde el punto de partida, y en aquella ocasión, Kindelán y de la Horga consiguieron recorrer 315 km en 11 horas y 45 minutos elevándose desde el punto de partida en los jardines de las Tullerías en París. Sobrevolaron el canal de la Mancha (siendo uno de los 7 que lo lograron) para llegar a Gran Bretaña, aterrizando en Chichester -cerca de Portsmouth-. De esta forma José de la Horga fue el primer aeronauta cántabro que piso campo internacional y el primer español (junto con Kindelán) en sobrevolar el Canal de la Mancha.”


Más datos en el boletín de la UNED en Cantabria -septiembre 2009-, con texto de David Lavín Bordas que escribió acerca de José de la Horga: http://docu.unedcantabria.org/pdf/Revista2.pdf

En la "Guía diplomática y consular de México" de 1906, se nos dice que el “Sr. D. José De la Horga y Posadillo, Agregado de la Representación Española y Marqués de Salvatierra y Peralta (ausente por motivo de competición en aerostato)” vivía con su esposa María Matilde Ana Josefa de Jesús Cervantes Romero de Terreros de De la Horga -Marquesa de Salvatierra y Peralta- (ausente), en el número 12 la 1°calle del Indio Triste, “…residencia que los Marqueses han ampliado para la mayor comodidad de sus convidados”.


Arriba, en una foto de Charles B. Waite tomada en 1903, aparece la calle que hoy llamamos Correo Mayor, en la que se señala la residencia de los Marqueses de Salvatierra y Peralta; al fondo se distingue la torre de la capilla del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo (que mis contemporáneos conocieron como la Hemeroteca Nacional) y al lado izquierdo, la “Botica del Indio Triste” en los bajos de la casa del Mayorazgo de Guerrero…

Para 1910, la casa sería engalanada para recibir a una de las representaciones internacionales que asistirían a los festejos del Primer Centenario de la Independencia de México, y en la crónica que de las ceremonias publicara don Genaro García en 1911, aparecen varias fotografías de esa casa.



Y dice el pie de la foto: “Casa del Sr. la Horga, que sirvió de residencia a los representantes militares de la Embajada Española.”

En “Crónica Oficial de las Fiestas del Primer Centenario de la Independencia de México, publicado bajo la dirección de Genaro García”, se nos dice que:

“En la sociedad mexicana había provocado interés extraordinario la noticia del envío de una Embajada Especial encargada por la Nación Española de presentar al Gobierno de México sus plácemes con motivo del Centenario, de ofrecer al señor Presidente de la República las preciadas insignias de una de las primeras dignidades de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y de poner en las manos del mismo Jefe de Estado el uniforme y otras prendas del Generalísimo Morelos que los azares de la guerra de Independencia habían deparado al Museo Real de Artillería de Madrid.”




Mientras que el Excelentísimo Sr. Marqués de Polavieja -representante de su Soberano con el grado de Capitán General-, se hospedó en la casa del Sr. Gobernador de Landa y Escandón (ver: https://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2012/11/la-casa-de-don-guillermo-de-landa-y.html) los militares a cargo de las prendas del Generalísimo Morelos encontraron solaz en la casa De la Horga/ Cervantes Romero de Terreros, apenas a unos metros del Palacio Nacional, donde harían la entrega protocolaria.




Arriba, “Antesala de la residencia de los militares de la Embajada Española” y abajo, “Corredor de la residencia de los militares de la Embajada Española” según aparecieron en “Crónica Oficial de las Fiestas del primer centenario de la Independencia de México” publicado en 1911 y que corresponden a la casa de José Horga y María Matilde Cervantes Romero de Terreros, Marqueses de Salvatierra y Peralta en la 1° calle del Indio Triste.



A la vieja casa De la Hidalga se le había añadido un piso más a fin de alojar a los Marqueses de Salvatierra y Peralta, estructura que se conserva cien años más tarde y que ahora alberga la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH en un edificio de sorprendente historia...



Para quienes visitan el Centro Histórico de la Ciudad de México el edificio pasa prácticamente desapercibido, en buena medida porque las calles de Correo Mayor y Del Carmen no figuran en los recorridos tradicionales, o porque cuando se recorre la que fuera Calle del Indio Triste, el comercio ambulante ofusca al viandante…



Arriba la calle de Correo Mayor mirando hacia el norte, donde se distingue al fondo lo que fuera la torre campanario de la Capilla del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo y que ahora alberga el Museo de las Constituciones; a la izquierda, la casa del Mayorazgo de Guerrero y al centro, la que fuera casa de los marqueses de Salvatierra y Peralta.

Abajo, la misma calle de Correo Mayor pero mirando hacia el sur, donde aparecen el edificio de la casa de Moneda -ahora Museo de las Culturas- y la casa del Mayorazgo de Guerrero; en primer término, la casa que levantara don Lorenzo De la Hidalga para doña Ana García Icazbalceta y que luego pasó a ser propiedad de Mª Matilde de Cervantes y Romero de Terreros. Ahora, la casa de Correo Mayor N° 11, alberga la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH a cargo del arquitecto Arturo Balandrano Campos.



Abajo, una toma de Google-maps fechada en 2015, en que se señala el predio que ocupa la que fuera casa De la Hidalga/ García Icazbalceta, luego De la Horga/ Cervantes Romero de Terreros y actualmente Coordinación Nacional de Monumentos del INAH. A la izquierda de la imagen se distingue la cúpula de la Capilla del señor de Santa Teresa que ahora forma parte de “ExTeresa”, con frente a la calle de Lic. Primo de Verdad; abajo aparece un fragmento de la calle de Moneda y al centro derecha la calle de Correo Mayor que hasta 1915 fuera la 1° del Indio Triste…



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay 60), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…

También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html






6 comentarios:

  1. QUIERO ENTRAR AL BLOOG PERO NO ME DEJA QUE HAGO
    elmineru@yahoo.com.mx JOSE MARIA FERNANDEZ GRACIAS

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    1. ¿Cual es el problema?
      Sugiero entrar al índice en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
      ¡Saludos!
      RF

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  4. ¿Alguien sabe si existe alguna casa habitada de este estilo en el centro histórico de la Ciudad de México?

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  5. Increíble recopilación de datos! Felicidades, muy completa y detallada en muchos sentidos; además de comparar la arquitectura con edificios europeos con precisión no es poca cosa.

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