martes, 20 de agosto de 2019

La casa de don Ignacio Castera en la 2ª de Revillagigedo



Edificada a partir de 1785, la casa que para sí construyó don Ignacio de Castera Oviedo y Peralta, Maestro de Arquitectura y Agrimensor, Maestro Mayor, y autor entre muchos otros documentos del “Plano Ygnográfico de la Ciudad de México” -fechado en 1794-, aún conserva su fachada a la calle que el propio Castera trazó ese año y rinde homenaje al virrey Vicente de Güemes. Aunque inexorablemente intervenida y menoscabada, a más de 230 años de su edificación un fragmento de esa construcción se conserva, buen ejemplo de la arquitectura residencial y planeación urbana del virreinato…



Y dice el Diccionario Porrúa ‒Historia, Biografía e historia de México‒ en el suplemento de 1966 a la primera edición de 1964:
CASTERA, IGNACIO. Arquitecto. Ligado con el Virrey Revillagigedo. Intervino en muchas obras; proyectó y construyó fuentes, como la de la Plaza de Sto. Domingo (1793); los empedrados de la cd. de México, el del cuartel de los Gallos, el de la plaza de los Gallos. Redactó informes sobre la iglesia de Tláhuac, etc. Son obras suyas dignas de mención: la fachada con la que la cd. de México adornó sus Casas Capitulares (ayuntamiento) en la Jura de Carlos IV, el 27 de dic. de 1789; y sobre todo el templo de Loreto (vid.), que se atribuía a Tolsá (un documento del Conde de Bassoco –benefactor y constructor de Loreto–, demuestra que, rechazado el proyecto de Tolsá, se adoptó el de Castera). Tuvo una casa que abarcaba desde la calle de Revillagigedo hasta el Paseo de Bucareli, de 18,167 varas cuadradas y se dijo que en ella enterró su tesoro cuando estalló la Guerra de Independencia.

Imaginarán ustedes mi sorpresa cuando en los 70’ -del S. XX-, luego de que el arquitecto Manuel Berumen me llevara a comer al entonces maravilloso Restaurante Lincoln, me mostrara –casi enfrente‒ los restos del acceso a la estupenda casa Castera y González de Aragón en Revillagigedo N°31, aún notable a pesar de ya no conservar los 12,697m² a que se refieren Felipe Teixidor y Ángel Ma. Garibay en Porrúa…

¿Cómo hacer para explicar usos y costumbres de quien ahí vivió, cuando una casa del S. XVIII llega al S. XXI?

Abajo, frente a aquella casa de Ignacio Castera edificada hacia 1785 a unos pasos de la Alameda, “Hacendado” según aparece en una litografía a color como parte de “Costumes Civils, militaires et Rréligieux du Mexique” de Claudio Linati, publicado en Bruselas hacia 1828…



Ignacio José Bartolo de Castera Oviedo nació en la Ciudad de México, hijo de don Esteban Castera Goicoechea –arquitecto y constructor– y Francisca Oviedo Peralta –emparentada con don Alonso Núñez de Haro y Peralta, arzobispo de México y virrey de la Nueva España‒. Casó el 7 de mayo 1768 con Ana Gertrudis González de Aragón Rivera (hija de Francisco González de Aragón y Ana María Rivera) con quien engendró nueve hijos: María Ignacia Benita Gertrudis (n. 1769) José Antonio Crescencio (n.1773), José Mariano (n.1774), José Vicente (n.1776), José Manuel (n.1779), Mariana Catalina Margarita (n.1781), José Manuel Joaquín (n.1782), José María Gabriel Ramón (n.1784) y José Vicente Irineo (n.1785), todos Castera y González de Aragón.

Para festejar el nacimiento de José Vicente, don Ignacio abrió por invitación el jardín de su nueva casa de la “Calle nueva”, cuando su hija mayor -Maria Ignacia- cumplía 16 años y el arquitecto celebraba 17 de matrimonio con Ana Gertrudis González de Aragón y de Castera, residencia cuya portada de acceso –trazada según los lineamientos de los tratadistas, en disidencia de la aún dominante práctica barroca y adelantándose a las Reformas Borbónicas–, dejaba entrever ante la sociedad novohispana la jerarquía que el “Maestro Mayor de la Ciudad de México” alcanzaría frente al virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, II conde de Revilla Gigedo…



Nos cuenta Regina Hernández Franyutti del Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora que: “En 1777 ‒Ignacio de Castera Oviedo y Peralta‒ solicitó al virrey Antonio María de Bucareli (1772-1779) que le fuera practicado el examen para obtener el título de agrimensor y maestro de arquitectura. El virrey designó como examinador a Ildefonso de Iniesta Bejarano quien informó el 8 de mayo de ese mismo año "hallaros suficiente y experto" por lo cual la Real Audiencia, el 9 de mayo, pidió se le expidiese el título correspondiente, que le fue otorgado el 3 de julio de ese 1777.”

Son varias los documentos y obras relevantes de Castera, aunque me referiré únicamente a los principales, iniciando con uno de los trabajos que ejecutó aún con su padre desde 1775.

El Salto del agua


Don Esteban Castera Goicoechea –padre de Ignacio– era contratista del Ayuntamiento ‒realizaba obras materiales y prestaba sus servicios por acuerdo con el gobierno de la capital del virreinato– y trabajó en la conversión del Hospital de San Andrés, así como en el antiguo Acueducto de Chapultepec donde Ignacio ‒Castera Oviedo y Peralta‒ laboró junto a su padre y ejecutó la “Caja de agua con fuente” que sería conocida como “Salto del Agua”, y fue entregada a la ciudad el 20 de marzo de 1779 por Antonio de Bucareli y Ursúa, recién llegado Virrey de la Nueva España.


Con orgullo, los Castera dejaban constancia de sus habilidades técnicas (lograr que el agua cayera en mayor volumen desde mayor altura) en la placa de la Caja de Agua inaugurada en marzo de 1779, con una cédula que dice: “Se advierten de distancia desde la toma en la Alverca hasta esta caja 4663 varas y desde el Puente de Chapultepec 904 Arcos. Y haviendose echo varios esperimentos para dar la mayor elevación y mas fuerte impulso â la agua se consiguiò el de vara y tres quartas mas de la que al tiempo de esta nueva Arquería tenia siendo asi que de halto, que los Señores Governadores anteriores le elevaron â la targéa poco mas de vara. De donde se vee, que en esta ultima construcción se hà cöseguido llegase â la de dos varas y tres quartas de altitud mas de la que en su origen tubo, presediendo (como ya dicho) varios prolijos y exitosos esperimentos.”



La caja original se exhibe ahora en los jardines del Museo Nacional del Virreinato en el antiguo Colegio de San Francisco Javier de Tepotzotlán, y una réplica ‒reproducción de Guillermo Ruíz‒ se colocó casi en el emplazamiento original…

Desafortunadamente, de los 904 arcos que conformaban el acueducto terminado por los Castera, apenas se conservan 23 (entre Paraga/Valadolid y Varsovia/Medellin) que transformados en fuente se pueden mirar hacia el poniente, sobre aquella Calzada y Cañería de Chapultepec llamada ahora Avenida y ligada a los proyectos del Corredor Cultural Chapultepec. La caja de agua y su “Salto” desafían ahora la imaginación, y muy pocos entienden la trascendencia de haber dotado de agua proveniente de aquellos manantiales a la ciudad de 1779. La caja de Castera podía contener hasta 36m³ de agua para ser distribuida a la red de cañerías, y la parte más visible ‒el salto de agua que emanaba del escudo de la ciudad‒ caía en una amplio brocal frente al que transeúntes y aguadores se congregaban…


Arriba, y nuevamente aprovechando “Costumes Civils, militaires et Religieux du Mexique” de Claudio Linati, “Aguador- Porteur d’eau” inserto en una imagen de 1899 en que aparece “El Salto del agua”, fuente y cisterna que completaba el acueducto de Chapultepec frente a la capilla de la Inmaculada Concepción, en lo que ahora conocemos como el cruce de “Eje Central –Lázaro Cárdenas–” y Arcos de Belén.

Ahí, el venero público caía a un tazón sostenido por barroca realce en cantera, representando 3 infantes montados en insólitas marsopas y colocado bajo un águila de alas extendidas y tocada de medallón laureado que entre estandartes resguardaba el coronado escudo de la Muy Leal Ciudad de México y de cuyos puentes brotaba el agua; esa talla al frente oriente de la caja, está aún flanqueada por columnas salomónicas y otras peculiares criaturas marinas que se alzan para sostener dos figuras femeninas –una mujer europea y una mujer indígena– que rematan la composición rivalizando con ocho vasijas y una urna. El escudo se desfiguró al consumarse la Independencia, porque presentaba una soberana corona.


Es importante recordar que varios kilómetros hacia el poniente, se conserva aún la “Fuente de Belén” –donde formalmente iniciaba aquel Acueducto de Chapultepec‒, el abrevadero colonial más antiguo de la Ciudad de México que desafortunadamente, luego de ser intervenido en múltiples ocasiones, subsiste en deplorable estado al lado de una de las entradas al Metro Chapultepec…




Desde 1778, Ignacio Castera trabajó en varios proyectos para el virrey Antonio María de Bucareli incluyendo ajustes, arbolado y decoración del Paseo Nuevo, trabajos desafortunadamente trucados a la llegada de Martín de Mayorga y la necesidad de combatir una epidemia de viruela. El fantástico Paseo sería modelo para varias nuevas ampliaciones a la traza urbana y aunque al paso del tiempo se modificó –redujo– sustancialmente y las decoraciones se sustituyeron, aún conocemos la avenida como el “Paseo de Bucareli”


Arriba, en un extraordinario óleo de Anzelmo López con el título “Plano Ignographico de la Nobilíssima Ciudad de México hecho en el año de 1776 por D. Ignacio Castera, Mtro. de Architectura y Agrimensor de tierras, aguas y minas por su S.M. Aumentado en el 1778.” (durante el período de Bucareli) que se conserva en la Biblioteca de la Hispanic Society of America de Nueva York, aparecen en la parte baja las ilustraciones del “Paseo Nuevo” con fuentes, arbolado y garita.

Es interesante atraer la atención a esa esquina inferior izquierdaa, donde aparecen el acueducto de Chapultepec y "los arcos" o la "garita nueva" que no es otra que la Garita de Belén (también llamada de la Piedad) intervenida por Castera desde 1775 y ampliada sustancialmente para cumplir con los designios del virrey Bucareli como parte de la regeneración de la Zanja/Muro de la Ciudad.


En su tesis de Maestría, nos cuenta Ana Lorenia García Martínez que “Este barroco conjunto que abría paso a la ciudad, formó parte de gran reforma urbana emprendida por Bucareli. En ella Castera fue el artífice principal, responsable del diseño, la realización y de la coherencia estilística en cada una de sus partes…”

Cuando en septiembre de 1821, Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero ‒comandantes del ejército Trigarante‒ entraron a la Ciudad de México, lo hicieron por esa Garita de Belén, en la esquina de las actuales Avenidas Chapultepec y Bucareli. Abajo –en un magnífico lienzo anónimo del S. XIX y de colección particular, que afortunadamente ha sido presentado públicamente varias veces–, aparecen los arcos del Acueducto de Chapultepec –y a la extrema izquierda las “cajas” del “Sifón” que desde 1802 permitía el paso libre hacia “Romita”‒, así como el gran arco enrejado y la Garita misma, diseñados por Ignacio Castera cuarentaicinco años antes…




Además del levantamiento mismo de la Capital y las ilustraciones de importantes trabajos de Castera, sorprende ver que en el ángulo inferior derecho aparece una vista de la Catedral, frente a la que se dibujó –en un promontorio y sentado de espalda– al que conviniera ser el arquitecto Ignacio Castera trazando un apunte. A decir de Yolanda Terán Trillo, “…a la derecha, soga, trípode y una plancheta con compases y otros instrumentos aluden a su profesión de agrimensor y arquitecto”; además –detrás de los implementos– se pueden distinguir una basa y balaustrada sobre la que descansa una cartela de marco rococó que indica: Nobile Paradigma Superba ac magnifica frontis Santa Metropolitana Eclesia Mexicana modo ano hec nunc aparet anno MDCCLXXVIII” (Noble grandeza en el ejemplar dibujo y la magnífica Santa Iglesia Metropolitana de México este año de luz 1778).




Aunque las labores como agrimensor y maestro de arquitectura de Ignacio Castera continuaron durante los períodos de Martín de Mayorga (1779-83), Matías de Gálvez (1783-84) y Bernardo de Gálvez (1785-86) a la cabeza del virreinato, sería gracias al patrocinio de Alonso Núñez de Haro y Peralta (1787) que su transición de artífice barroco a impulsor de la arquitectura neoclásica -como reflejo de las Reformas Borbónicas- se haría evidente.

Para 1789 –ya con la presencia de don Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla a la cabeza del virreinato–, se encomendó a Castera la creación de una sucesión de construcciones temporales para celebrar la solemne proclamación de Carlos IV en la Plaza Mayor de la capital. Abajo uno de los diseños de “Arco triunfal para la Jura de Carlos IV” que en dibujo del pintor Francisco Reyes se presentó al Cabildo.


La proclamación e investidura de 1789 se celebró durante tres días en la Plaza Mayor de la capital, levantándose una serie de arquitecturas efímeras proyectadas por el maestro mayor de la ciudad, Ignacio de Castera –entonces considerado ya promotor de la arquitectura neoclásica aunque disconforme con la fundación de la Academia– y Antonio González Velázquez . Nos dice Federico Fernández Chriestlieb que “…si decimos que la ciudad de México fue disfrazada de arquitectura neoclásica no estamos exagerando: las grandes fachadas barrocas de la Plaza Mayor fueron cubiertas con tela y papel para darle aspecto neoclásico.”

De entre esos montajes, destacó el bastidor que enmascaró la fachada principal de las casas capitulares –el Cabildo Metropolitano‒, ocultando el cansado edificio barroco bajo un revestimiento de madera adornado con estatuas, escudos y cortinajes entre los que destacaban tondos con las diez efigies de reyes españoles, las de Hernán Cortés y del virrey II conde de Revillagigedo, así como los retratos de los reyes y cuatro esculturas que representaban Europa, América y las ciudades de Madrid y México. Abajo, el magnífico grabado de José Joaquín Fabregat “Fachada con que la N. C. de México adornó sus Casas capitulares en la Jura del S. D. Carlos IV en 27 de Dibre de 1789” firmado en 1791.



Para el Arzobispado y desde 1790, Castera trabajó en la renovación de la Iglesia de San Pedro Apóstol en Tláhuac -conjunto dominico concluido en 1587- que quedó consolidado para 1806 y al que Castera añadió el campanario de tres cuerpos y planta ochavada, además de ampliar el convento. Aunque el conjunto ha sido intervenido en innumerables ocasiones, la torre se conserva inalterada.



Lo que hoy conocemos como Parroquia de Santiago Apóstol en Chalco, fue suntuosamente ampliada por Castera –sobre la edificación franciscana terminada en 1585– con propuestas de diseño que iniciaron también en 1790, aunque se desarrollaron hasta 1797. La grandilocuente portada rematada con la virgen de Guadalupe, torre octagonal de dos cuerpos y cúpula que rinde homenaje a modelos italianos, es sorprendente experimento de un barroco que no mengua la vista puesta en los tratadistas.


Durante la revolución, la parroquia fue saqueada, incendiada y tomada como cuartel. Tanto el atrio como el templo han sido totalmente reconstruidos; aunque en los 222 años siguientes el templo ha sido copiosamente intervenido, la huella de Castera sigue siendo clara y distintiva...




Desde 1790 y con don Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla ‒II conde de Revillagigedo‒ a la cabeza del Virreinato, Ignacio Castera ingresaría a un período enormemente productivo y de gran diversidad en sus diseños, que abarcarían desde fuentes y residencias hasta empedrados, drenajes y planos urbanos, pasando por conventos y templos…

Fuente en la Plaza de Sto. Domingo

Cuando en 1791 Revillagigedo mandó desalojar la Plaza Mayor y quitar la fuente del “Aguilita” –que desde 1713 estaba junto a la horca y picota frente a Palacio–, dispuso construir una en la Plaza de Santo Domingo y encargó al ya Maestro Mayor -don Ignacio Castera- aprovechar los materiales y el águila de bronce en una nueva fuente que se presentó en septiembre de 1793 y permaneció ahí hasta 1826, año en que fue reconstruida por el arquitecto José Agustín Paz.



Arriba, en la magnífica toma de 1855 –cuando templo, convento y atrio aún estaban íntegros–, aparece desde lo alto el templo de Santo Domingo y a la izquierda el portal frente la que se distingue “La fuente del Aguilita”. Abajo, otra toma –ahora de 1897- en que aparecen plaza, portal “de los evangelistas” y templo de Santo Domingo, aunque habiendo perdido barda atrial y portería; en primer plano la “Fuente del aguilita” que sería retirada al año siguiente, aún visitada por aguadores. Como complemento a ésta fuente, Castera diseñó y ejecutó otra en la plaza del Colegio de Niñas, a un costado de la casa de cadena N° 11 y que recibía agua del acueducto de Chapultepec.


En 1898 la fuente de Santo Domingo fue sustituida por un nuevo reservorio que para 1900 recibió la efigie de Josefa Ortiz de Domínguez -la Corregidora-, ejecutada a partir de un yeso de Jesús F. Contreras, fundido por Federico Homdedeu en 1900; la de Colegio de Niñas, desapareció con la edificación del edificio del “Banco Internacional & Hipotecario de México” en 1882…

La Casa del Real Desagüe y protección de la Ciudad

Como complemento a sus actividades en el resguardo de la Ciudad, Castera elaboró y entregó en 1794 un plano –dibujo a tinta y acuarela– que muestra la cuenca de México con la ciudad y pueblos diversos, e incorpora las propuestas de drenado de Joaquín Velazquez de León y Pedro Ponce. Abajo, un fragmento de ese magnífico plano, que forma parte del acervo del Archivo General de la Nación (Núm. Cat. 3668 Fomento desagüe)



Hacia 1794, Ignacio Castera (con Antonio Velázquez), intervino La Casa del Real Desagüe en San Cristóbal –Ecatepec– (aparece arriba a la derecha en el plano anterior); el edificio se había edificado por el Real Tribunal del Consulado a mediados del siglo XVIII, para que desde ahí se controlara el trabajo en la trascendental obra virreinal que retomaba partes de la obra Mexica y formó parte integral de la calzada-dique que iniciaba en la propia Casa del Real Desagüe y culminaba en Venta de Carpio. Fragmentos de aquel “Albarradón de San Cristóbal” aún se conservan al lado de la carretera federal a Pachuca, y la Compuerta/Capilla dedicada a Cristo Rey –a apenas 1,500 metros de la casa‒, aún resulta sorprendente…


Su estratégica ubicación, llevó a que en su tránsito desde o hacia la capital novohispana, los Virreyes y autoridades usaran aquella casa como sitio de descanso, cambio de caballos y renovación de bastimentos. Por cercanía, algunos de los virreyes consumaron el cambio de poderes en este sitio, cumpliéndose ahí la entrega de gobierno entre el virrey saliente y entrante; así, a su paso por la Villa de Guadalupe, el ya nuevo gobernante recibía de las autoridades eclesiásticas la celebración de su adquirida autoridad. El primer virrey recibido así en este sitio fue don Antonio de Bucareli y Ursúa en 1771 y otros que celebraron el cambio de poderes en este lugar fueron Martín de Mayorga (1779), Matías de Gálvez y Gallardo (1782) y Bernardo de Gálvez (1785) por lo que en 1793 se decidió mejorar el edificio y hacerlo más cómodo para tal propósito...


Conocida así como Casa de los Virreyes, fue glorificada y preservada por haber sido escenario de la ejecución de José María Morelos y Pavón, cuando el general de los ejércitos insurgentes fue fusilado frente al edificio en diciembre de 1815, cumpliéndose ahí la orden del virrey de Nueva España Félix María Calleja; abajo, en un grabado coloreado de Julio Michaud que enfáticamente indica “Decapitación y muerte heroica del General Morelos en S. Cristóbal Ecatepec. Viernes 22 Xbre de 1815.”, puede verse la “Casa de los Virreyes” intervenida en 1794 por Castera y Velázquez.


Aunque en los siguientes 225 años la casa ha sido copiosamente terciada, la huella de Castera sigue siendo clara y puede servir para entender los espacios interiores que en su propia morada existieron; abajo, el estado original de la “Casa Morelos” en San Cristóbal Ecatepec, con la fachada de 1795 que ahora da frente a la Vía Morelos y donde desde 1912 se colocó un monumento al “Siervo de la Nación” diseñado para ser develado en de diciembre de 1910, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México, aunque no fue terminado sino hasta dos años después cuando lo inauguró el presídete Francisco Madero. Más abajo, el patio de la casa.





La Real Fábrica de Tabaco

Como parte de las Reformas borbónicas y el éxito que representaba el Estanco de Tabaco, se concibió la Real Fábrica de Tabacos de la Nueva España y el enorme edificio fue encargado por el virrey Antonio María de Bucareli al ingeniero militar Miguel Constanzó, aunque fue Manuel Agustín Mascaró y Torres, quien ultimó el diseñó y calculó el costo de los trabajos hacia 1787, en tiempos de Manuel Antonio Flórez Maldonado. Ya en tiempos de Juan Vicente de Güemes Pacheco, la Academia de San Fernando dictaminó negativamente los avances, por lo que en 1793 se encomendó continuar la edificación al arquitecto Antonio González Velázquez ‒primer director de arquitectura de la Academia de San Carlos y que trabajó en la remodelación de la Iglesia de Jesús María‒.


Por severas contrariedades, cuatro años después los trabajos fueron suspendidos, y en 1805 el virrey Félix Berenguer de Marquina encomendó a don Ignacio Castera, retomar la obra hasta su conclusión en junio de 1807 bajo la patrocinio de José de Iturrigaray Aróstegui, manteniéndose fiel a los requerimientos funcionales enfocados a la producción, aunque dando libertad para hacer algunos ajustes al adorno del edificio…



En el friso del zaguán hay una inscripción en latín, que dice “…en 1807 se hizo la inauguración en tiempos del rey Carlos IV y del virrey José de Iturriagaray… Castera concluyó.” en un edificio que fue rebautizado por los habitantes de la ciudad como "La Ciudadela" complemento a su austero carácter que tanto tiene en común con la obra de don Ignacio Castera.

En una imprudente casualidad, en 1815 el edificio sirvió de prisión a don José María Morelos y Pavón, sitio de donde salió en diciembre para ser fusilado en la “Casa de los Virreyes” de San Cristóbal Ecatepec. “La Ciudadela” sería luego fábrica de armas, depósito, epicentro de revuelta y ahora albergue de la Biblioteca de México -José Vasconcelos-…




Ese mismo año y ya como Maestro Mayor, Castera ejecutó varios planos para acompañar sus diferentes propuestas de reforma urbana, inexorablemente identificados con la política de los virreyes borbónicos, sustancialmente ligados con el virrey Segundo conde de Revillagigedo.

El primero en sorprender es un “Plano de la Ciudad de México de las Acequias de su circunferencia y de las trece garitas que tiene para el resguardo de Rentas Reales, con expresión del proyecto para reducir dichas Acequias a figura rectangular con solo cuatro entradas…” que aún forma parte del acervo de la Dirección de Estudios Históricos del instituto Nacional de Antropología e Historia y que muestra -fechado en 1793- la autoría del “Mtro. mayor de esta N.C.I. Ignacio Castera”..


Otros dos, son el “Plano de la ciudad de México, para que con arreglo al nuevo alineamiento de calles mandado observar a la junta de policía por el Exmo. Señor conde de Revillagigedo, se establezca la pensión de la contribución y subsistencia de los empedrados, con las demás que expresa el informe, e igualmente para el claro conocimiento de las tres clases en que está dividido el terreno por la diferencia de contribuciones”; y un tercero es el “Plano Ygnográfico de la ciudad de México, capital del imperio, que demuestra el reglamento general de sus calles, así para la comodidad y hermosura, como igualmente conciliar el mejor orden de policía y construcción futura, levantado de orden del Exmo. Señor conde de Revillagigedo”; ambos levantados en 1794 y probablemente entregados ese mismo año.


De esos planos solo se conservan los dibujos originales y las diversas copias ejecutadas en directo, por lo que no se volvieron tan populares como los levantamientos que por orden superior algún grabador difundió, como es el caso del “Plano General de la Ciudad de México levantado por el teniente Coronel de Dragones don Diego García Conde en el año de 1793 y grabado en el de 1807…” por la mano de José Joaquín Fabregat e ilustrado por Rafael Ximeno y Planes.

Las diversas versiones del “Plano Ygnográfico de la ciudad de México” levantados por Castera y sus numerosas transcripciones, serán documentos invaluables para entender el período e ilustrar la actividad del Maestro Mayor, tal y como lo demuestra u detalle del antes citado óleo de Anzelmo López de 1776 y sobre el que me he permitido marcar algunas de las obras sobresalientes del arquitecto.


De algunas estrellas ya hemos hablado, como son la “Fuente del Paseo nuevo”, “La Real Fábrica de Tabaco”, la “Fuente de Belén” y fuentes frente al Colegio de Niñas y “Aguilita” en la Plaza de Santo Domingo y la “Fachada que adornó las Casas Capitulares durante la Jura de Carlos IV”, aunque falta mencionar el Colegio de niñas y la propia casa del arquitecto.
Además de la línea que marca el Acueducto de Chapultepec/Belén en que Castera trabajó con su padre, aparecen marcadas otras líneas, que corresponden al Paseo de Bucareli y empedrados y “tarjeas” que el Maestro mayor ejecutó en la calle y puente de los Gallos, hoy calle de Valerio Trujano, así como de Mesones -entre Cinco de febrero y Aldaco-.

También es indispensable agregar que siguiendo el mismo deseo de renovación urbana creado por Bucareli con el Paseo Nuevo, Revillagigedo y su maestro mayor, crearon desde 1790 el Paseo de la Viga, que unía la Plaza de San Pablo por la Acequia Real con el canal de la Viga. Tuvo ese Paseo 1,848 m de largo con árboles en ambos lados, donde se citaban transeúntes, jinetes o carromatos –algo usual para la zona donde habitaban los indígenas–, y donde por el canal circulaban trajineras que proveían a la capital de comestibles y flores. Ese trazo sobrevivió hasta bien entrado el S. XX y abajo aparece en una toma alrededor de 1880, aunque sería difícil adivinar que eso existió a unos pasos lo que ahora es la avenida Fray Servando Teresa de Mier…




Desde 1790 Castera intervino también el edificio del Colegio adjunto al Convento de la Enseñanza en la Ciudad de México (actual sede de El Colegio Nacional) con Juan Crouset; aunque el reconocido Templo de la Enseñanza es de lo más representativo que se conserva del estilo barroco mexicano y es tradicionalmente atribuido a Francisco Guerrero y Torres -que fue también arquitecto de la Capilla del Pocito y del Palacio de Iturbide-, los edificios del convento y colegio tuvieron diferente historia.


Castera y Crouset terminarían el edificio de Convento y Colegio en 1795, dando conclusión a la obra primitiva de la que se había hecho cargo Fray Lucas de Jesús María, arquitecto oriundo de Zaragoza, y que constaba de un patio, tres hileras de celdas pequeñas, salas de labor y enfermería, viviendas para las pupilas, varias oficinas y una capilla provisional.

En “Conventos de monjas en la Nueva España”, nos dice doña Josefina Muriel: “El arquitecto Castera no sólo hizo un edificio funcional sino que supo aunar a ello la belleza arquitectónica dejando una construcción que se considera uno de los más bellos de la ciudad, con una singular escalera entrecruzada cuyos arranques salen de los patios y logra armonizar la doble fachada con la ya construida iglesia al centro.


Dentro del "Expediente formado sobre aprobación de los planos que levantó el maestro mayor de esta nobilísima ciudad, don Ignacio Castera, para la fábrica y convento de religiosas de la Enseñanza", nos cuenta Ana Lorenia García Martínez que para marzo de 1789 don Ignacio presentó a la Junta de la Real Academia de San Carlos, un detallado informe al que anexaba los seis planos del "convento, colegio y casas particulares de la Enseñanza" y en ellos ‒además de dar medidas exactas de cada dependencia, la razón de las mismas, y de justificar todos y cada uno de los espacios‒, señalaba "ser público y notorio, mía la traza, invención y dirección de la obra"

Con las Leyes de Nacionalización de 1867, la sobria construcción de elogiados patios vio exclaustradas a niñas y religiosas, y el edificio destinado a ser prisión de los funcionarios de Maximiliano I, para tiempo después ser aprovechado como escuela para invidentes.


A principio del siglo XX, los ingenieros Alberto Herrero Olivier y Armando Santacruz, erigieron en el convento –al lado poniente del templo– el nuevo Palacio de Justicia, que fue sede de los juzgados del ramo civil, y luego Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. La sobria construcción del Colegio con sus celebrados patios y escaleras terminados en 1795 por Castera, alberga ahora el Colegio Nacional y fue intervenida por el arquitecto Teodoro González de León.

Es interesante hacer notar que en los últimos años del S.XVIII, Castera diseñó y edificó un arco que unificaba las fachadas de Convento y Colegio resguardando la barroca fachada del templo de Nuestra Señora del Pilar –muy a la manera del colegio religioso de Fray Andrea Pozzo‒, y a decir de Pilar Foz y Foz:
“La solución encontrada para unir las dos fachadas neoclásicas del convento-colegio con la iglesia barroca fue la construcción de un gran arco, que dejaba semidescubierta la del templo y dividía el conjunto en dos partes casi iguales. Pensamos que la solución fue concebida y realizada por el propio Castera”




Templo y convento de las Capuchinas en la Villa de Guadalupe

En 1791, las monjas capuchinas recibieron terrenos de una finca donados por Salvador Beltrán, a un costado de la Colegiata de Guadalupe; entre 1792 y 1797 y con la anuencia del Arzobispado, Castera diseñó y edificó templo y convento de las Capuchinas, última gran portada barroca del virreinato y complemento al afamado templo guadalupano


El edificio merecería su propio apartado y aunque es una significativa obra de Castera, bastará aludir a su magnífica portada que concentra buena parte de los intereses del barroco novohispano en una obra de clara influencia italiana que deja entrever los intereses neoclásicos del diseñador.



Lo que ahora llamamos ex convento y Parroquia de Santa María de Guadalupe-Capuchinas sufrió por la inestabilidad del subsuelo; el inmueble resistió notables hundimientos diferenciales y tuvo que ser terciado con pilotes de control entre 1976-1982, corrigiéndose el hundimiento del templo, aunque en el convento aún se percibe considerable desplome




Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en la Ciudad de México con Agustín Paz


En la imagen de arriba, fragmento de una maravillosa toma de la Ciudad de México vista desde lo alto del Antiguo Templo de San Agustín (que se transformaría en Biblioteca Nacional) captada en 1850, la silueta de la capital rodeada de lago y cerros. A la extrema izquierda de la toma, la torre Oriente de Catedral y cúpula del Sagrario, mientras que a la extrema derecha se distingue el tímpano del recinto parlamentario frente al patio central de Palacio Nacional; al centro de la imagen y en lejanía, destacan las cúpulas de la capilla del Cristo de Santa Teresa La Antigua (levantada en 1847 por el arquitecto Lorenzo de la Hidalga), y a la izquierda y más retirada, la fachada y enorme cúpula de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto (levantada a partir de 1809 por Ignacio Castera y terminada en 1816 por Agustin Paz). La ciudad de hace apenas 169 años…


Aquel extraordinario proyecto se ha adjudicado frecuentemente a Manuel Tolsá –casi como si el magnífico diseño solo pudiera venir de su talentosa mano– y ha sido materia de prodigiosa disputa; tanto Tolsá como Castera presentaron diseños afines, pero don Antonio Bassoco y Castañiza, I conde de Bassoco – padrino del proyecto comisionado a principio del S. XIX‒ escogió el diseño del Maestro Mayor y la primera piedra se colocó en 1809.

Wikipedia indica que Loreto es una de las pocas iglesias en la Ciudad de México que muestra un fuerte y gran diseño neoclásico, aunque su esquema básico sigue siendo Barroco. Esto es porque el Neoclasicismo había empezado a estar de moda en México a principios del siglo XIX, y al poco tiempo la Independencia pondría fin a la amplia construcción de iglesias en la capital…


En su tesis doctoral, Ana Lorenia García Martínez nos cuenta que “Aunque aparenta ser una simple estructura cuadrada, las cuatro capillas o ábsides que conforman el transepto, dejan ver sus bóvedas semiesféricas al exterior, sobre los rígidos muros cuadrados; en medio de ellas se desplanta la enorme cúpula que parece adornada en su base, precisamente por las bóvedas antedichas, que parecen diminutos pétalos rodeando al gran domo. El juego de volúmenes provoca un marcado movimiento al conjunto exterior, lo que imprime un elegante toque de barroquismo.”


Y sigue García Martínez:
“Del mismo modo en que se pueden hallar los destellos del barroco novohispano en el conjunto exterior de Loreto, podemos encontrarlos en la planta. Este aspecto del edificio ha sido relegado, o quizá sólo tomado en cuenta en un segundo plano, a pesar de tratarse de un tipo de planta extraordinario en la Nueva España. Recordemos que la crítica se inclinó más hacia la grandiosidad de la cúpula o sólo destacó la originalidad de la planta, sin ahondar en el asunto…

Complementa:
El domo se eleva sobre un alto tambor circular en el que se apoya la enorme media naranja nervada, cuyos gajos están marcados al exterior con fajas de cantera. La linternilla que corona al domo es de planta circular y se cierra con un remate en forma de balaustre, sobre el que descansan una esfera y un crucifijo. La lintenilla se encuentra rodeada por cuatro ménsulas y entre cada una se abre un óculo oval... En el tambor se abren seis espigados ventanales terciados: un vano de arco peraltado al centro, y a los lados dos vanos adintelados de la misma anchura, que terminan a la altura de las impostas del anterior. A su vez, el tambor está rodeado por un fuerte entablamento de volada comisa, rematado por una balaustrada seis contrafuertes en forma de ménsula invertida lo sostienen, la cara superior de éstos es cajeada.




La construcción fue supervisada hasta su muerte en 1811 por el Maestro Mayor Ignacio Castera y terminada por el arquitecto Agustín Paz, para ser consagrada el 21 de agosto de 1816.

Esa extraordinaria cúpula siempre me ha intrigado y más por el desplome con el que siempre la he distinguido; la amenaza a la supervivencia del templo está en ese hundimiento desigual de la estructura y las grietas consecuentes que han causado graves humedades y más luego de los sismos de 2017…





Notarán ustedes que don Ignacio de Castera Oviedo y Peralta, Maestro Mayor, era un personaje importantísimo y aunque no vio terminada la cúpula del templo de Loreto, mantuvo a lo largo de su vida activa una altísimo perfil arquitectónico. No se podría esperar menos de su casa…


Arriba, en una imagen contemporánea del acceso poniente a la casa de don Ignacio Castera, he agregado -para revelar usos y costumbres de quien ahí vivió-, “Jeune Dame” y “Regidor” según aparecen en las litografías a color que son parte de “Costumes Civils, militaires et Rréligieux du Mexique” de Claudio Linati, publicado en Bruselas hacia 1828; además, en el nicho la “Thalia” del British Museum…

A partir de 1785, don Ignacio de Castera Oviedo y Peralta, Maestro de Arquitectura, Agrimensor y pronto Maestro Mayor, había comenzado la edificación de su casa en la calle nueva que a su costa trazó y aplanó desde el año siguiente, y sería eventualmente nombrada “Revillagigedo”. En el “Plano Ygnográfico de la ciudad de México, capital del imperio, que demuestra el reglamento general de sus calles, así para la comodidad y hermosura, como igualmente conciliar el mejor orden de Policía y construcción futura, levantado de orden del Señor Exmo. Señor Conde de Revilla Gigedo, por el Mtro. mayor de la N. C. Ygnacio Castera el año de 1794” la zona aparecen como terrenos libres y con algunas construcciones no permanentes y es en esa zona que Castera adquirió propiedades y he marcado en el detalle de abajo.


Nos cuenta Roberto Moreno que “El sur de la Alameda fue por muchos años barrio de indígenas dedicados a la producción de carbón, las descripciones del barrio lo muestran como un laberinto de calles estrechas y callejones; su alineamiento comienza en 1794 concluyendo en 1861; la apertura de la calle de Revillagigedo detonó el desarrollo urbano de esta región de la ciudad. El Archivo Histórico del DF resguarda en su vol. 451 un manuscrito de fecha 22 de junio de 1794, firmado por el virrey conde de Revillagigedo en donde autoriza y agradece al Maestro Mayor Ignacio Carrera el proyecto que tiene presentado al alineamiento de calles que ha abierto comprando con mi caudal las casas que ha sido preciso demoler, para lograr una amplia y bien formada calle recta desde la Alameda hasta la entrada en el Paseo de Bucareli por la calle de la Victoria…

En el “Plano General de la Ciudad de México levantado por el teniente Coronel de Dragones don Diego García Conde en el año de 1793…” aparece ya la propiedad de Castera, limitada por una robusta barda constituida por locales para renta, rodeando el enorme jardín; abajo, en un detalle de ese plano, he señalado el perímetro de la propiedad y marcado los accesos –uno por la amplia y bien formada calle recta que hoy conocemos como Revillagigedo, y otro por la “Calle nueva” que ahora llamamos Ayuntamiento–, recordando que el lindero poniente, coincide ahora –aproximadamente- con el trazo de la Avenida Balderas…




Como referencia a esa imagen anterior, me permito complementar el trazo del plano de García Conde con una toma de Google maps, donde también he marcado los límites de la propiedad, antes de la apertura –para dar continuidad– de las calles de Alconedo y Providencia para crear lo que ahora llamamos la Calle de Victoria.

Aquella larguísima barda, que en su momento de apogeo llegaría a tener 150 m lineales sobre las ahora calles de Revillagigedo, Victoria y avenida Balderas, era en realidad una sucesión de pequeños locales y estaba calada de puertas y ventanas, que al paso del tiempo serían ajustadas por los locatarios.


Arriba y abajo, imágenes de las calles de Revillagigedo y Victoria en los años 1923 y 33, donde aparecen los locales que conformaban la barda exterior de lo que había sido la casa Castera y González de Aragón, luego de su subdivisión, venta y adaptados por los diversos propietarios.


Excepciones a ese uniforme diseño, serían las esquinas Sur-oriente y Sur-poniente, así como los accesos, uno por la calle de Victoria y otro por Revillagigedo. Abajo, una imagen captada en 1931 de la esquina formada al encuentro de Revillagigedo y Victoria y mirando hacia el sur, que hace énfasis en el recién terminado “Edificio Revillagigedo” que en 1928 diseñó el ingeniero Luis Robles Gil; abajo a la derecha, se distingue parte de lo que había sido la “Barda comercial” de la casa Castera, que por entonces daba posada a la Cantina Victoria; aunque algunos de los vanos ya se habían modificado, aún se distingue claramente el tratamiento a las ventanas de la esquina y la jerarquía de los tímpanos.



Aunque no se me permitió acceso al registro, el INAH conserva diversas imágenes que permiten recrear parte de la contorno de aquella propiedad, específicamente en su frente a la actual calle de Revillagigedo, con imágenes de los diversos vanos y decoraciones arquitectónicas, específicamente del acceso oriente, cuando ya se había abierto la calle de Artículo 123 cortando la antigua propiedad por mitad.



Ese registro permite también tener una idea precisa de las características de la vivienda misma, abierta desde 1785 y en la que desde 1790 se impartían clases de botánica y vendía la obra impresa de nomenclatura binomial publicada por Carl Nilsson Linnæus…

Nos cuenta María Cristina Torales Pacheco en “Ilustrados en la Nueva España: los socios de la Real Sociedad Bascongada de los amigos del país” que Castera abrió su amplísimo jardín para el inicio de los cursos de Botánica en la Nueva España, “…pues prestó para ese efecto parte de su casa y jardín, ubicados entre el paseo de Revillagigedo y el paseo de Bucareli, y en su propia residencia estaba a la venta la obra del naturalista Linneo…”


Acceder por el portón de Revillagigedo para entrar al jardín debió ser un privilegio y sorprendente experiencia…



Una idea aproximada de esos jardines, cuando menos los del S.XVIII, nos lo pueden dar los espacios exteriores de la Casa de los Virreyes –de origen, Casa del Real Desagüe– que Castera intervino en 1793 y que debió tener elementos similares a los que incorporó a la casa de la Ciudad de México y que al paso de los años sería profusamente intervenida.



Al paso del tiempo, he encontrado cuatro descripciones distintas de aquella casa, y cada una de ellas difiere sustancialmente en lo que se refiere a puntualizar el sitio en que se había edificado.

Por un lado se menciona que los salones de la casa en que acogió cursos de Botánica promovidos por la Real Sociedad Bascongada, estaban “…a los lados de la magnífica puerta por la que se consiente a la propiedad y que da paso a la arcada interior que mira al jardín…”, sin especificar cuál de las puertas; por otro lado he encontrado que “La casa estaba al fondo del formidable jardín, y se entraba por un lujoso pórtico de grandes columnas”; esa descripción, podría complementar la idea de que “… el arquitecto dispuso la casa contra el muro del hospicio.”, cosa que implicaría que la casa misma se colocó contra la colindancia norte, en la zona que ahora lindaría contra el Teatro Metropólitan. Finalmente y de manera categórica, Constanzó nos cuenta que Castera “… se benefició de lo grande de la finca y se albergó en uno y otro lado, antes de que la calle le abriera hueco.”



Es claro que luego de su muerte la propiedad había sido seccionada, ya que seis años después, en la página 1190 de la Gaceta del Gobierno de la Ciudad de México correspondiente al 24 de octubre de 1817, se indicaba:
“Por el juzgado del Sr. alcalde ordinario de segundo voto y corregidor en turno de esta N. C. y por el oficio público del cargo de D. Francisco Calapoz, está para rematarse la casa principal del difunto D. Ignacio Castera que se halla á la entrada del Paseo de Bucareli por la calle de la Victoria, avaluada en 43749 ps. ; Otra por la que nombran de la Pelota en la calle de Revillagigedo apreciada en 11400 ps. Y un sitio que se halla á la entrada de dicho Paseo de Bucareli por la expresada calle de la Victoria avaluado en 1220 ps. Siendo de advertir que la casa principal por admitir cómoda división se puede vender parte de ella. Si alguna persona quisiere hacer postura, ocurra á dicho oficio, donde se le dará la instrucción necesaria.”



Entónces, el fragmento de la casa Castera y González de Aragón que llega a nosotros, es apenas una de las puertas de acceso, sobre la calle de Revillagigedo y que permitía entrar al jardín, área que luego sería escindida para abrir las diversas calles que darían continuidad a La Calle de la Pelota ‒y crear así la Avenida Independencia‒, la calle de Alconedo y Providencia –ahora Artículo 123‒ y dar trazo recto a la Av. Victoria como continuación de Morelos…



En diversos fondos del Sistema Nacional de Fototecas del INAH se conservan tomas de aquel perímetro de la casa, tanto frente a Providencia como a Revillagigedo y abajo aparece la toma del fondo Casasola con el “Salón Victoria”, precisamente en la esquina de Victoria y Revillagigedo, con el tratamiento que desde el S. XVII presentó la esquina y que daba importancia a esa arista con tímpanos curvos coronando los vanos…


No sucedió lo mismo con “El puerto de Cádiz” que simplemente “dobló” el tratamiento de fachada al abrirse la calle de Artículo 123.



Justo enfrente, se conservaría la entrada que da pié a ésta nota, que con el N° 31 de Revillagigedo, ha mantenido el recuerdo de aquella enorme casa de la que Felipe Teixidor y Ángel Ma. Garibay adjudicaba más de 12,500 m² sembrados de un tesoro escondido ahí cuando comenzó la independencia…



De hecho, aunque severamente intervenida, esa esquina es lo único que se conserva de la casa, y la portada demarcada por pilastras y nichos, con medios fustes pareados flanqueando el arco de acceso, sigue siendo admirable…


Aún en la toma contemporánea de Street-View de Google, aquella portada conserva algo sorprendente…



Aunque para ser franco, prefiero imaginarla a la manera del S. XVIII, cuando por ahí pasaba el Maestro Mayor don Ignacio de Castera Oviedo y Peralta con Ana Gertrudis González de Aragón Rivera y el pequeño José Vicente Irineo Castera y González de Aragón, que en 1812 heredó esa fracción de la casa.



Abajo, en el fragmento de una toma aérea de la ciudad de México captada en 1945, he marcado en amarillo el contorno de la casa Castera y en naranja lo que entonces aún sobrevivía; sorprende descubrir que por el acceso de Revillagigedo 31, aún se accedía a un jardín arbolado…



Bien nos dice Ana Lorenia García Martinez en las primeras páginas de su magnífico texto:
La idea de que la historia de la arquitectura virreinal se termina con la capilla del Pocito (1777-1791) de Francisco Antonio Guerrero y Torres no es gratuita; la mayoría de los historiadores se detiene justo ahí, en la obra cumbre del barroco mexicano; así las obras del llamado "neoclásico", posteriores o contemporáneas, han sido relegadas y forman parte del "etcétera", cuando se hace el recuento de las edificaciones novohispanas. –Así Castera con sus obras y– La iglesia de Nuestra Señora de Loreto es un ejemplo de esa omisión y aunque forma parte de tal acervo, no ha sido objeto de un estudio completo por parte de los estudiosos del arte virreinal, ni de los del siglo XIX.



Y para terminar, transcribo parte del estupendo ecrito “El virrey Revillagigedo segundo y su visión de dos ciudades” de Regina Hernández Franyuti:
Revillagigedo encontró eco a sus ideas y se identificó plenamente con el arquitecto y maestro mayor de la ciudad don Ignacio de Castera, habló con él, se oyeron, expusieron sus ideas, coincidieron en hacer de la ciudad una ciudad cómoda, útil, bella y funcional. Para lograrlo acordaron poner en práctica un plan general de urbanización. Centralizaron las obras, las desligaron del ayuntamiento, y por primera vez el espacio urbano se tomó como un todo y se enmarcó dentro de una política urbana integral. Virrey y arquitecto se vincularon, compartieron conocimientos y experiencias para trabajar "sin disputa, por un método igual, con inteligencia, economía y legalidad". A pesar de la constante oposición y las duras críticas de algunos miembros del cabildo, virrey y arquitecto fueron transformando la imagen de la ciudad. Después del arreglo de la Plaza Mayor se emprendió la reforma y limpieza del palacio, las calles se nivelaron, empedraron, se construyeron atarjeas y banquetas, para lo cual ordenó al ayuntamiento que se formasen cuatro cuadrillas de empedradores que fueran recorriendo las calles y arreglando los desperfectos. Así, escribía satisfecho, quedaron "perfectamente concluidas con tarjea, caños, banquetas y cómodo y firme empedrado, más de siete mil varas lineales de calle, de las que sólo había el año de noventa como dos mil con tarjea (...) de suerte que, desde el citado año de noventa, se han hecho más de nueve mil varas de tarjeas, caños, banquetas y empedrados". También se organizó el servicio de limpieza, extendiéndose hasta los cuatro barrios indígenas y se propuso el alineamiento de calles y edificios. Conociendo el interés del virrey, Castera le presentó un proyecto que ha sido considerado como el primer plano regulador de la ciudad de México. En él, el maestro mayor de la ciudad, sin modestia alguna le señala al virrey que es "tan hermoso, tan cómodo, tan útil, tan económico, tan grande y perfecto en todas sus partes, que estaba por creer no se puede mejorar". Revillagigedo lo estudia, sabe que las dos propuestas que presenta el arquitecto son importantes. Tanto la de continuar la alineación de las calles del centro hasta la periferia para terminar con la irregularidad de los barrios indígenas, como la de construir una acequia maestra que permitiera regular las aguas. Este proyecto lo entusiasmó, le dio el visto bueno e iniciaron las obras. El ayuntamiento se opuso, discutieron, fueron y vinieron. Finalmente, el virrey no tuvo más remedio que parar las obras.



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.



Conforme haya más entradas (¡Ya hay un centenar!), aparecerán en el índice a la parte superior derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en:
http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html  
Ver














































8 comentarios:

  1. Estupenda información!! Resulta muy interesante la forma en que ha ido evolucionando la ciudad. Saluditos maestro Fierro

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  2. ya veo el porque solo puso en agosto una casa, es extensisimo y detallado, gran labor de investigacion la suya maestro ferro. saludos

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  3. ¡Qué excelente entrada! ¿Dónde se consigue el mapa de Castera, 1778, de la AHSociety en alta resolución? GRACIAS. Mi correo es mgaudelo@outlook.com

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    1. Gracias Miguel.
      Yo tomé las imágenes que aparecen, allá...
      ¡Saludos!
      RF

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  4. Apreciado Maestro Felicidades por este interesantísimo y acucioso material de un Arquitecto poco reconocido y recordado...me permitiré comentarlo con mis alumnos de licenciatura...

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