jueves, 7 de marzo de 2013

Parque Lira --La casa Cortina/Barron/Lira en Tacubaya--




En lo que hoy conocemos como Parque Lira, se alzaba la casa que en el S. XVIII perteneció al Conde de la Cortina, en el S. XIX a Eustaquio Barron Cantillón y finalmente en el S. XX a don Vicente Lira Mora. Arriba, una imagen de la casa Lira, tomada por Luis Márquez en 1937, y abajo una foto del estado actual del mismo sitio…



Por su aire limpio y seguridad en tiempo de lluvia (la Ciudad de México solía inundarse), en el siglo XVIII la zona de Tacubaya comenzó a ser un destino popular y para el XIX se volvió el espacio más notorio para edificar quintas de descanso. En las lomas que descendían de la zona de Santa Fe, se habían instalado innumerables molinos de grano que aprovechaban los caudales de los ríos Tacubaya y Becerra y poco después se instaló el Convento dieguino con su templo de San José (hoy Museo Nacional de Cartografía); luego llegaron diversas fincas de descanso, entre las que sobresalían la “casa de tregua” del arzobispo, la casa del marqués de las Amarillas e incluso la “Casa de la Bola” que perteneció al I Conde de la Cortina hacia 1783 (la edificación actual no es la del siglo XVIII --edificada en el siglo XVII por Francisco Bazán y Albornoz, inquisidor apostólico del Santo Oficio-- , ya que en 1914 fue ampliamente intervenida por el arquitecto Manuel Cortina García para dotarla de la uniforme fachada que en la actualidad conocemos). Abajo, una fotografía de la “Casa de la Bola” sobre la avenida Parque Lira N°136 , antes llamada Calzada de la Hormiga (porque conectaba la Hacienda de la Hormiga -que se transformó en casa Presidencial- con Tacubaya) en su estado actual, luego de ser remodelada hace casi cien años.



Don José María Justo Pastor Lorenzo Ignacio Gómez de la Cortina y Gómez de la Cortina, Tercer Conde de la Cortina, Conde de Castro, Marqués de Moncalvo, así como Barón Preault y Barlberg, nació el 9 de agosto 1799 en la Ciudad de México y recibió la “propiedad campestre de Tacubaya” como parte de la herencia de sus padres Vicente Gómez de la Cortina Salceda (1765-1842) y Mariana Gómez de la Cortina Gómez, segunda Condesa de la Cortina (1779-1846). Perteneciente a una familia de ricos hacendados españoles establecida en México desde el primer tercio del siglo XVII, el 3° conde de la Cortina fue militar, diplomático, político, pensador, gobernador de la Ciudad de México en dos ocasiones y notable escritor mexicano, al que se designó miembro honorario de la Real Academia Española, miembro de la Academia de la Historia y uno de los fundadores de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Academia de la Lengua (en 1835, precursora de la actual). Además, según los datos que nos da Francisco Sosa en “Mexicanos Distinguidos”, sabemos que casó con Paula Rodríguez de Rivas García de Tejada con quien tuvo siete hijos.



Retirado de los puestos públicos, el Conde de la Cortina se instaló en la casa y parque de Tacubaya, donde llevó sus colecciones de arte y su biblioteca, que contaba con la extraordinaria cantidad de 120,000 documentos. Los domingos el Conde recibía a sus amigos y por la noche se hacían conciertos musicales. Todas las pesquisas concuerdan en señalar lo agradable de esas reuniones y hacen énfasis en el encanto de la terraza de la quinta de Tacubaya durante las veladas de primavera y otoño; además, constantemente se hace mención a que su biblioteca era extraordinaria y “siempre abierta a los amigos” y que el Conde y su señora esposa sabían manejarse como extraordinarios anfitriones.



Una descripción de don Julio Inurrigarro nos dice: “…al atardecer custodiado por la mano amiga del Conde, bastaba salir a la primorosa terraza, donde en altura podía verse en lontananza sumirse en el sueño de la noche a la Ciudad de México. Luego, la cortesía de doña Paula extendía una invitación a pasar la noche, ya en la casa grande o en la sencilla casa a la que se llegaba bajando el camino.”
Luego de varios años de recogimiento, fastuosas reuniones literarias, convites, viajes y notables dotes, la fortuna comenzó a desmoronarse y el conde hubo de vender haciendas, casas, libros y colecciones de arte. Luego de la venta de la casa de Tacubaya, don José María Justo y su lo que quedaba de su familia se mudaron en 1852 a un entresuelo en la calle de Flamencos (hoy avenida José María Pino Suárez), donde el conde murió el 6 de enero de 1860.



Arriba, en un extraordinario “CROQUIS del Municipio de Tacubaya” fechado en Junio de 1867 y que se conserva en la Mapoteca Orozco y Berra, se ha marcado una aproximación del terreno que hasta 1852 perteneció al 3° conde de la Cortina; es interesante hacer notar que Tacubaya es un “pueblo aparte”, separado de otras manchas urbanas como el “Pueblo de Nonoalco” al sur (hoy parte de San Pedro de los Pinos) o La Piedad al oriente (que cedería su nombre a la colonia Piedad Narvarte y la Plaza Parque Delta). Lo más sorprendente, es que parece indicar la casa en el mismo sitio que ocuparían las remodelaciones subsecuentes e incluso el camino de acceso desde la calle que hoy llamamos Parque Lira. Abajo, una placa conmemorativa colocada en 1955 sobre el acceso de la casa (Parque Lira N° 128), atestigua la prpiedad en el S.XIX.



El III conde de la Cortina hubo de vender la “propiedad campestre de Tacubaya”, que fue adquirida por la cabeza de una de las “familias más acaudaladas del México en aquellos tiempos”; Eustace Barron Cantillón -de origen irlandés-, conocido como Eustaquio Barrón, heredero de una vasta fortuna y que poseía fábricas, minas y tierras en el estado de Nayarit. Como cabeza en México de Barron&Forbes, poseía también la casa que había pertenecido a los condes de Heras y Soto y probablemente a partir de 1852 o poco después sería el nuevo propietario de la “Residencia Campestre, jardines y viviendas accesorias de los condes de la Cortina" (aunque todo parece indicar que en el proceso no adquirió la que ahora llamamos “Casa de la Bola” ).



Es aquí también importante anotar que no se debe confundir la casa del conde de la Cortina con la antigua construcción que es conocida como la Casa Amarilla (y que hoy –remozada y modificada—alberga la sede de la Delegación Miguel Hidalgo) y que recibe ese nombre no por ser amarilla, sino porque perteneció al marqués de las Amarillas, don Agustín Ahumada y Villalón, quien llegó a México en 1755 y murió cuatro años después. La edificación había sido construida en 1618 para albergar una casa de descanso para padres franciscanos de la orden pasionista y durante la República -con la desamortización de los bienes del clero-, fue declarada bien de la nación; para el S. XX durante el mandato de Lázaro Cárdenas, funcionó como un orfanato de niños y jóvenes (que dependía del Tribunal para Menores), y también albergó un orfanato para niños con discapacidad mental hasta que finalmente fue desalojado en 1976…



Del álbum “México y sus alrededores”, 2° edición publicada en 1864 por J. Decaen, aparece ariba un fragmento de la litografía de Casimiro Castro “LA VILLA DE TACUBAYA Tomada desde Chapultepec”, tomada de un dibujo que probablemente trazó el propio Castro en 1854. En primer plano aparece un llano que hoy conocemos como la colonia San Miguel Chapultepec (en la zona de las calles de José Morán y José Caballos) y a la extrema izquierda, el arranque del Camino Antiguo de México a Toluca (que hoy conocemos como Avenida Jalísco) y su bifurcación con el Camino a Mixcoac y San Ángel (hoy Avenida Revolución -Circuito Interior-); al centro derecha, formando una diagonal, la calle que hoy conocemos como Avenida Parque Lira que pasa frente a la “Casa Amarilla” y arriba, a la extrema derecha, la casa de campo del Arzobispo de México (hoy Observatorio Central Tacubaya) y un poco a la izquierda las torres y cúpulas del templo dieguino que fuera parte del Convento de San José (y al lado del que hoy pasa el Anillo Periferico). Se señala la edificación que fuera del 3° conde de la Cortina y que pasaría a ser propiedad de la familia Barron-Añorga.


Arriba, en un lienzo de Edouard Pingret fechado en 1852, aparecen en la Quinta Barron de Tacubaya doña Manuela Pintó Cantillón (prima de don Eustace e institutriz de sus hijas), Dolores Barron (que casaría con Pedro Rincón-Gallardo Rosso), Catalina Barron (que casaría con Antonio Escandón), don Eustaquio Barron Cantillón, doña Cándida Añorga de Barron y a la derecha Antonia Barron (que casaría con Francisco Javier Luzárraga).

Nos dice Enrique S. De Aguinaga, que para 1851 Eustace Barron Cantillón “decide quedarse definitivamente en la capital del país en sus nuevas residencias del centro (el actual pasaje América en el número 9 de San Francisco) y de Tacubaya, y es cuando resuelve remodelar la quinta de Tacubaya y ahí hacerse retratar, con toda su familia, por un pobre y desgraciado pintor francés a quien maltrata mucho, se niega a pagarle y al final lo manda meter a la cárcel porque se había atrevido a pedirle el precio convenido. Don Eustaquio Barrón ya no regresa a la ciudad de Tepic pero continúa al frente de sus negocios con la extraordinaria fiereza que siempre lo caracterizó...”

Don Eustaquio W. Barron (padre) había consolidado la fortuna familiar en el estado de Nayarit y el comercio desde San Blas, con una compañía llamada Barron&Forbes, dedicada a lo que algunos llamaban piratería y bandidaje; para mediados del siglo XIX su hijo ya trabaja a escala nacional con las oportunidades que ofrecía el Estado Mexicano: la desamortización de los bienes del clero, los ferrocarriles, la deuda externa, los empréstitos y sobre todo financiando a Don Benito Juárez. Además, como parte de su estrategia matrimonial, don Eustaquio casa a su hija Catalina con don Antonio Escandón (1855), hermano de don Manuel Escandón, quizá uno de los hombres más ricos del país en aquellos años; a su otra hija, Antonia, le casa con un banquero ecuatoriano quien vive en París, el Conde Luzárraga (de la casa Luzárraga de Guayaquil) y que haría enormes préstamos a la Casa de Borbón en España. A partir de 1856, la casa de Tacubaya, sería su nuevo centro de operaciones y así sería “reparada” por el mejor arquitecto que el dinero pudiera comprar y que resultaba ser director en La Academia…



La casa del III conde de la Cortina que ya de sí era imponente, fue entonces fastuosamente remodelada a manos del “apuesto y talentoso arquitecto Javier Cavalari”, que por esa época (1856-1864) era director del ramo de Arquitectura de la Academia de San Carlos. Según nos dice Israel Katzman: "Cavalari, que había nacido en Palermo (1811) y estudiado en Gotinga, era caballero de la orden de Alberto de Sajonia y socio honorario del Instituto de Arquitectos Británicos. Antes de venir a México, había sido director de la Imperial y Real Academia de Milán y así como lo había hecho allá, estableció aquí la carrera de Arquitecto e Ingeniero Civil." Entre varias de sus obras, vale la pena destacar el diseñó la nueva portada de la Academia –imagen de arriba— y la capilla de la familia Escandón en Tacubaya (Observatorio y arq. Ruíz -destruida-), pero de particular interés resultan las “reparaciones” que a partir de 1857 hiciera a la casa Barron-Añorga...



Según las notas del propio Cavalari, parece ser que las reparaciones se clasificaron en tres tipos: “crear una entrada de sirvientes por la “plazuela de las Huertas", hacer una nueva acogida por la calle de la hormiga que permita gozar de los jardines, y renovar la casa”. Arriba, en una imagen fechada en 1932, se ve la nueva entrada que para la casa Barron diseñó Cavalari en 1857; se trata de un “arco de cochería a la manera italiana” que permitiría una entrada ceremonial a la casa; el arco recibe a los visitantes de manera triunfal y permite ver lo que seguramente era uno de los jardines más notables del siglo XIX en México.



En el capítulo VII de su enriquecedor texto “Un viaje a México en 1864", la condesa Paula Kolonitz nos narra su visita a Tacubaya:
“Fuimos acogidos con la más exquisita cordialidad, nos condujeron primero por toda la Villa Barron, cuyo propietario, al que llaman en México don Eustaquio, y que nada sabía de nuestra visita, a las prisas dejó México para alcanzarnos. Los Barron son de origen inglés y el padre de don Eustaquio, siendo ya un rico banquero, vino a vivir a México, donde casó con una española. Don Eustaquio, jefe de la casa bancaria Forbes y Cía., todavía era soltero, con 38 años y el pequeño patrimonio de treinta millones de pesos. Era alto, tanto que en México parecía de dimensiones colosales, sencillo, cordial y el mejor hombre del mundo, dedicado a servir con su dinero a los amigos, siempre industrioso, siempre activo y probo hasta el escrúpulo. Dueño de una importantísima parte de las acciones de la English Mining Company de Pachuca, tiene también minas de oro en California y compañías de transporte en San Francisco, donde fundó la navegación a vapor sobre el río Amur. Como sus negocios se extienden hasta Europa, las actividades de Barron abarcan tres partes el globo con tanta fortuna como lo demuestran sus riquezas.



La Villa Barron está construida a la manera inglesa, muy cómoda y rica. El jardín se levanta como una terraza hasta una considerable altura, desde donde se tiene una magnífica vista de Chapultepec, de los volcanes, del valle extensísimo y de la ciudad. Tacubaya es un lugar sin mucha agua y con gran costo don Eustaquio ha puesto en su jardín fuentes, pilas y grandes estanques. Siendo primavera ofrecía magníficos ejemplares de árboles, de arbustos y de prados... El jardín de los Barron tiene especialmente estupendos cedros americanos, los cuales, por la forma y por el color son mucho más bellos y más elegantes que los del Líbano.

Y respecto a las renovaciones a la casa, Paula Kolonitz (que era parte del séquito que acompañaba a los recién llegados Maximiliano y Carlota -y estuvo aquí apenas unos seis meses en 1864-) nos dice:
“Luego de un sinuoso y encantador camino que pasa bajo majestuoso puente colgante, sobre una elevación surge la casa. Está construida al estilo italiano; en medio de ella está la sala, que tiene la altura de toda la construcción. Hay una cúpula de vidrio que sirve de techo y que por todo difunde una tenue luz. Las paredes están recubiertas de estucos; una escalera de mármol conduce a las galerías que están sostenidas por columnas que rodean la sala a media altura. Sobre esta galería están las puertas del primer piso, que dan acceso a las recámaras de la familia. Junto a esta sala que sirve de lugar de conversación, están la sala de música y el comedor, del cual se sale a los jardines y a las terrazas. Los muebles y los adornos de la casa son suntuosos, riquísimos, hermosos, aunque el conjunto resulta un poco recargado. Las estancias están rellenas de mesas talladas y doradas pomposamente y cuyas cubiertas son de mármol o piedra. Espejos venecianos raros por su belleza, muebles de palisandro adornados con bronces, grandiosos grupos de porcelana de Sax, en fin, acumulados, se ven aquí los productos más raros de miles de países, traídos de Europa, especialmente de Inglaterra. De las paredes, cuelgan cuadros de la vieja y bella España y buenas copias de las obras maestras de las galerías de Dresde y de París. Finalmente, nos esperaba una comida espléndidamente preparada…”



Arriba, el "majestuoso puente colgante" de que nos habla Paula Kolonitz en la mitad de una imágen estereoscópica que debe datar de 1890 y donde al fondo aparece el arco de acceso. Luego, del álbum “México y sus alrededores”, 2° edición publicada en 1864 por J. Decaen, aparece arriba un fragmento de la litografía de J. Campillo “LA VILLA DE TACUBAYA Tomada á ojo de pájaro sobre el camino de Toluca” trazada sobre un original de Casimiro Castro. En primer plano aparece el cauce del río de Tacubaya (afluente del Río de la Piedad, hoy Viaducto) que seguía el trazo de las hoy calles de Rufina, Iturbe y Parque Lira; al centro derecha, puede verse la que a la fecha se conoce como Casa de la Bola y marcada en un óvalo rojo, la Casa Barron-Añorga, rodeada por su jardín y recién remodelada por Cavalari.



Según se ha dicho, los jardines debieron ser espectaculares y en la vereda principal, que comunicaba terraza y estanque, se instaló una fuente de la fundición artística Le Val d’Osne con la famosa figura “L’enfant au Cygne” (pl 204 fontaine 8610 vasque) que aún sobrevive en su emplazamiento original. Arriba, una fotografía de la vereda en el S. XIX, con los orgullosos jardineros y mayordomo; abajo, dos fotografías que muestran primero el mismo sitio en la actualidad y luego un acercamiento a “L’enfant au Cygne” en su brocal, donde al fondo de la imagen hubiera aparecido la fachada principal (oriente) de la casa Barron-Añorga. En tercer sitio, la misma fuente pero en 1873, en una magnífica fotografía marcada como “Residencia Eustaquio Barron en Tacubaya”.







Los Barrón de la segunda y tercera generación se casarán con actores de la alcurnia nacional e internacional: Rincón Gallardo, Romero de Terreros, duques españoles, franceses e ingleses, viviendo generalmente en Europa. Un nieto de don Eustaquio figuró entre los fundadores del Banco Nacional Mexicano, que se convertiría tres años después en el Banco Nacional de México, hoy Banamex. Don Eustaquio Barron muere en la ciudad de México en 1859 a los 69 años. Su empresa “Barron, Forbes y Compañía” es liquidada en 1893, y casi en su totalidad es comprada por la “Casa Aguirre”. Del lema familiar "Audaces Fortuna Iuvat" (" La fortuna sonríe a los audaces” o “La fortuna favorece a los valientes.", verso de Virgilio en la Eneida) que formaba parte del escudo de la familia Forbes y por extensión de los Barron, aún quedan cuatro ejemplares en las rejas del “arco de cochería a la manera italiana” que subsiste sobre Avenida Parque Lira...



Se sabe que la propiedad se puso a la venta en 1894 y dice la tradición, que por un breve período, la casa perteneció a don Ignacio de la Torre y Mier, aunque no he encontrado documentos que lo corroboren. En todo caso, para 1918 aparece ya como propietario don Vicente Lira Mora, dedicado a la industria textil y procedente de Salvatierra, Guanajuato (hijo de don Lucas Lira y doña Petra Mora), que fue reconocido filántropo del siglo XX, nacido en 1888 y muerto en 1966.





Durante ese período, en 1927 la casa se remodeló nuevamente ahora aparentemente a manos del arquitecto Augusto Perticcioli, que poco tiempo antes (1926) había ampliado y remodelado el Palacio Nacional; la nueva intervención, ahora con el fin de darle una imagen colonial y retirar la ornamentación académica que en 1857 había añadido Cavallari, se da en el contexto de la remodelación de la Plaza de la Constitución, en una época en que el rescate de la arquitectura de “tezontle y chiluca” es favorecido. En las imagenes de arriba y cn propósito comparativo, primero una postal de la casa en 1934 donde puede verse la residencia ya remodelada; luego, en una imagen que aparece en “México en el Tiempo” publicado por Excelsior en 1945, la casa poco antes de ser destruida…



También en esa remodelación, la casa recibió una nueva pérgola en la colindancia norte, y una terraza limitada por balaustres así como una pequeña fuente de cuadrifolio. Al extremo derecho de la fotografía de arriba, puede verse el Mirador Alto de la casa, que persistió de las intervenciones de Cavalari.
Nuevamente aparecen los libros en la casa, y la biblioteca se conserva parcialmente en la colección que hoy pertenece a la UAM Iztapalapa, donde “El Fondo Antiguo «Vicente Lira Mora»” contiene impresos de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como un cuantioso acervo de volúmenes del siglo XIX y uno, no menos importante, de la centuria pasada. En total, el fondo está conformado por 11 mil 251 ejemplares que fueron donados en 1976 por los fiduciarios de Lira Mora.



Desde 1935 el Presidente Lázaro Cárdenas pretendía establecer una nueva Residencia Presidencial que desocupara el Castillo de Chapultepec a fin de transformarlo en Museo de Historia de México. Además del “Rancho de La Hormiga” (propiedad de don José Pablo Martínez del Río) se consideraron otras tres propiedades, entre las que destacaba la Casa Lira por sus amplios jardines, así como estar ligada a la “Casa Amarilla” y a los edificios de la comandancia y batallón de Tacubaya. Aunque finalmente la casa del rancho “la Hormiga” albergaría la residencia presidencial que hoy conocemos como “Los Pinos”, por decreto presidencial, la casa LiraMora y sus propiedades conexas fueron expropiadas en 1937 por lo que don Vicente Lira Mora fue el último dueño de la casa que luego se conoció como Casa del Parque Lira, y que se utilizó como escuela pública entre 1938 y 1947. Arriba, en una fotografía aérea de 1956 que se conserva en el Museo Nacional de la Cartografía, puede verse el Parque Lira en su contexto (arriba al centro, "Los Pinos"); abajo, en una toma oblicua fechada en 1958, aparece marcado el Parque Lira y sobresalen los dos trazos de la carretera a Toluca y la carretera de minas.



En la casa de don Vicente Lira Mora se filmó en 1926 “El Cristo de oro”, película de época dirigida por Manuel R. Ojeda en que se aprovecharon ampliamento los jardínes y pérgola de la residencia; de ése período es también una serie de imágenes de Luis Márquez Romay, que muestran a diversas bailarinas que dejan clara la influencia de Isadora Duncan; aunque los balaustres y galería de granito que aparecen en las fotografías se perdieron, han sido sustituidas por copias que permiten recordar los originales.



Los amplios jardínes, estanques y empedrados fueron remodelados y en 1976 se diseñaron andadores adoquinados, un audiorama, área de juegos y fuentes, convirtiéndose así en un parque público que ahora presume ser el mejor “skate-track” de la ciudad; abajo, una fotografía de lo que fuera el estanque de la casa Barron y que ahora es delicia de patinadores…



Estoy seguro que la mayoría de ustedes reconocen el acceso al Parque lira y espero que estos datos les hagan visitarlo con interés…



En una mañana despejada de principio de marzo, subí a la parte alta de Parque Lira (a la Cerrada de Las Huertas donde por años fuera la “entrada de sirvientes” de la casa Barron) para ver si era cierto que la vista sobre el valle y la loma de Chapultepec resultaba extraordinaria. Creo que la fotografía de abajo lo demuestra…



Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. Si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay más de 50), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…

También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html





18 comentarios:

  1. Mis respetos por el trabajo de investigación y la fluidez con que se narra la historia de este inmueble que es parte del espacio vital capitalino y una cadena con nuestra historia.

    ResponderEliminar
  2. ¡Me encanta este blog, excelente trabajo!

    ResponderEliminar
  3. Preciosa narrativa, muchas gracias, hoy conocí ese lugar, me encantó.

    ResponderEliminar
  4. Hola! Me encanta su blog, me hace sentir que estoy viendo las casas en su esplendor. Aprovecho esta entrada para preguntarle si sabe algo acerca de una escuela para mujeres (primaria-secundaria) que debió estar en la zona por los años 1925-1930; mi papá insiste en que mi abuela estudió en el parque lira pero por lo que he investigado, no sería posible porque en la zona sólo había un orfanato, y pues no sería el caso ya que mi abuela no era huerfana y de hecho, creo que la escuela era privada. Ojalá me pueda ayudar con ese dato. Saludos!

    ResponderEliminar
  5. Vicente Lira era tío de mi bisabuela. Una anécdota de su hijo y ahora tío mio Andrés Lira Gonzalez era que una vez le dijo "Cuantos libros tienes" y lo único que contestó mi tío Vicente fue "Testigos mudos de mi ignorancia".

    ResponderEliminar
  6. Como siempre Rafael, una delicia leer tus crónicas que recrean extraordinariamente la vida de los personajes que habitaron éstas mansiones históricas. Una pequeña observación, por más que busqué no hallé la "..litografía de J. Campillo de la Villa de Tacubaya a vista de pájaro..." que mencionas en una parte del texto. Se habrá omitido por error? Gracias. Un cordial saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Mil gracias!
      Supongo había algún problema con la descarga de la imagen...
      Ya aparece.
      ¡Saludos!
      RF

      Eliminar
  7. Y un saludo también muy cordial a la maestra Julieta Cierto.

    ResponderEliminar
  8. El jardín de la casa y el portón aparecen brevemente en algunas escenas de la película "Santa" de 1932.

    ResponderEliminar
  9. Excelente información
    Muchas felicidades
    Gracias

    ResponderEliminar