miércoles, 8 de agosto de 2018

Casa de la familia Romero Rubio en la calle de San Andrés



Desde 1873, una vieja casona colonial con estructura del S.XVII y anexa al hospital de San Andrés, había pasado a la propiedad de don Manuel Romero Rubio; luego de su regreso a México y hacia 1882 la intervino con esplendor y dotó los interiores de sorprendentes novedades. La casa tuvo luego varios usos comerciales y por años albergó una funeraria y luego oficinas del Banco de México, hasta que recientemente fue ocupada por el gobierno de la Ciudad de México para alojar su Escuela de Administración Pública.



La calle de San Andrés –llamada así en ese tramo por haberse edificado ahí el Colegio Jesuita de San Andrés– era parte del largo trazo que tiempo atrás unía el eje del centro ceremonial de Tenochtitlan con la ciudad de Tlacopan (Tacuba) en tierra firme, calzada por la que corría el extenso acueducto que traía agua desde los manantiales de Chapultepec. Arriba, en la versión de Luis Covarrubias, la ciudad lacustre y marcada en rojo la calzada que ligaba la urbe con Tlacopan hacia el poniente, parte del óleo “Gran Tenochtitlan en 1519” pintado en 1964 para la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología.


El trazo de aquella calzada se había incorporado a la traza que en el S. XVI hizo para la capital conquistada el "buen geómetra" Alonso García Bravo y que puede entenderse claramente en el magnífico plano (arriba) que para 1807 trazó el Capitán de Dragones Diego García Conde, ilustrando la capital virreinal; aquella vieja calzada (marcada en amarillo) corría detrás de la catedral y limitaba al norte la Alameda, parque perfilado por orden de Luis de Velasco y Castilla, y bordeado también por el nuevo acueducto de arcos que abastecía la capital novohispana y que para entonces había sido ya complementado con otro, llamado “de Chapultepec” del que aún hay restos.

Tan significativa era aquella calle, que en 1793 el gremio de la industria minera decidió comprar un solar llamado Nilpantongo (pequeña milpa), y acordó en 1797 edificar ahí una escuela para la educación de la juventud destinada a las minas, conforme a planos y maquetas presentados por el arquitecto valenciano Manuel Tolsá, quien lo edificó y entregó el 3 de abril de 1813.



Dice Justino Fernández:
“…los deseos del Real Tribunal de la Minería en la Nueva España encontraron su justo intérprete en Tolsá, quien tenía para todo un sentido de lo monumental y lo grandioso…”

Para 1840, el extraordinario pintor Pedro Gualdi nos muestra aquella calle mirando hacia el poniente, donde entre 1797 y 1813 se había edificado ‒siguiendo el diseño de Tolsá‒ el ya "Palacio de Minería" frente al hospital de San Andrés.


Al fondo de la perspectiva, se percibe la esquina Nor-oriente de la Alameda y a la izquierda –al costado del propio edificio de Minería‒ el Hospital de Terceros en el predio que desde 1906 ocupa el edificio de Correos que diseñó Adamo Boari; a la derecha, se distingue el muro que daba acceso al Hospital de San Andrés y su capilla donde desde 1907 –dejando una plaza que ahora aloja la Estatua ecuestre de Carlos IV‒ se construyó el edificio de Comunicaciones y Obras Públicas (hoy Museo Nacional de Arte). De particular interés me resultan los arcos del acueducto de Santa Fe, que concluía justo detrás del Convento de Santa Isabel –donde luego se edificó el Teatro Nacional (Palacio de Bellas Artes) ‒ y que remataba en una “Caja de agua” conocida como la “Fuente de la Mariscala”, por haberse edificado justo frente a la casa de los Mariscales de Castilla, construcción de fin del S. XVI.



Carlos de Luna y Arellano -III Mariscal de Castilla- casó con Leonor de Ircio y Mendoza –sobrina del primer virrey de la Nueva España y cuñada del virrey Luis de Velasco– y dio fama a la casa edificada en el solar en magnífica esquina –hoy cruce de Eje central y Avenida Hidalgo–; aunque luego de enviudar casó tres veces más (con doña María Colón -bisnieta de Cristóbal Colón-, Catalina de Orduña e Isabel de Villegas), la casa siguió siendo conocida como la Casa de la Mariscala hasta su demolición en la segunda década del S. XX. Ni de la casa ni del acueducto y su caja de agua queda huella, a no ser por algunos que aún recuerdan que ahí se edificó un alto edificio de oficinas llamado “La Mariscala”, diseño del arquitecto Manuel Ortiz Monasterio que sufrió daños en 1957 y luego de 85 fue demolido.

Entonces para el S. XVIII, aquella esquina que agrupaba importantísimos edificios civiles y religiosos, hospitales, residencias y acueducto en cercanía al parque y camino a Tacuba, era sitio de enorme relevancia; abajo, en el redibujo de una acuarela de “México Pintoresco” fechada en 1853, se muestra parte del convento de Santa Isabel (extrema izquierda), el Acueducto de santa Fe y su caja de agua, así como la esquina de la casa de los mariscales de Castilla en el tramo conocido como Calle del Puente de la Mariscala (ahora Hidalgo).



La “Casa de la Mariscala” permaneció prácticamente inalterada durante más de 300 años y era ejemplo de las edificaciones novohispanas de fin de siglo XVI y principio del XVII; aunque en la sección poniente de la casa, el arquitecto Tolsá edificó su propia residencia, hasta bien entrado el siglo XX se podían ver las almenas que coronaban la vieja construcción, la esquina de singular balcón y el patio con arcadas que preservaba columnas de orden jónico guareciendo los pasillos del piso alto.



Integrando esa esquina, la calle frente al Convento de Santa Isabel –que ahora conocemos simplemente como “Eje Central -Lázaro Cárdenas-” era una de las amplias avenidas de la ciudad, y junto con San Andrés –ahora Tacuba– de las primeras que recibieron un novedoso sistema de drenaje en 1878.

Abajo, en una espléndida imagen fotográfica que probablemente haya sido captada en 1879, aparece a la extrema izquierda el campanario del templo de santa Isabel, cuyo convento daba nombre a ese tramo de la avenida; arriba a la extrema derecha, se distingue el perfil del “Palacio de Minería” y al centro, la cúpula de la capilla del hospital de Terceros. En primer plano –a la izquierda- la casa del Marqués de Santa Fe de Guardiola –con evidentes similitudes a la “Casa de la Mariscala”, que sería sustituida hacia 1880 por la residencia Escandón ver y es el espacio que ahora ocupa el edificio “Guardiola”; es importante notar que en la imagen aún no existe la calle de Cinco de mayo, que no sería abierta sino hasta inicio del S.XX.




Volviendo a Tacuba, al otro lado de la calle de Santa Isabel (que por algún tiempo se llamó “del Teatro Nacional” y ahora es Eje Central), mirando al oriente y donde la calle recibía el nombre de San Andrés, también se habían edificado varios edificios virreinales, destacando evidentemente el colegio Jesuita de san Andrés, que luego de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 pasó a ser temporalmente un hospital para los afectados por la epidemia de viruela de 1779, cuando a final de octubre se instalaron ahí 400 camas; para 1783 el edificio se transformó en Hospital General y tiempo después se amplió hacia el terreno lindante –que había servido como cementerio para los Jesuitas– donde se edificó anfiteatro y botica, permaneciendo el conjunto como relevante institución médica y clínica por 124 años...

Abajo, en el detalle de una litografía de Decaen, la calle de San Andrés mirando hacia el oriente, donde podemos ver a la extrema derecha el edificio del hospital de Terceros Franciscanos, y frente a la calle el hospital de San Andrés y su edificio anexo “dedicado a botica y anfiteatros” (el más alto con pilastras estriadas). A la izquierda la casa baja –que entonces servía como servicios para el anexo del hospital– y al extremo izquierdo la casa colonial que reformada es de la que trata ésta entrada.



La casa N°6 de San Andrés, aparece en algunos documentos como parte de las propiedades de don Carlos de Luna y Arellano -III Mariscal de Castilla-, pero junto con la casa de la esquina –formando una sola propiedad–, está registrada también como parte de las posesiones que en 1525 recibiera Hernán Martín Serrano. La casa de la esquina –N°2 de San Andrés– es de las poquísimas edificaciones que se conservan con estructura del S. XVII en el piso bajo y ampliación del S. XVIII en la parte alta; a los 720m² de la construcción corresponde una placa de la Dirección de Monumentos Coloniales que dice: “Aquí estuvo la casa del Conquistador Hernán Martín -1527-”. La edificación que por años albergó la tienda de ropa “La Mariscala” ha sido intervenida en diversas ocasiones, y ahora alberga una tienda Sanborns y su restaurante.

Abajo, en una sorprendente imagen fechada en 1880, aparece también la calle de San Andrés vista desde la calle de Santa Isabel; igual que en la litografía de arriba, aparecen lo que fuera el hospital de Terceros Franciscanos y el hospital de San Andrés con su edificio anexo, aunque ahora además las casas N° 2 y 6 de San Andrés -que en esa época se llamaba Avenida Oriente 76, por el sistema de Nomenclatura Numérica que se puso en práctica-. Asombran los postes con líneas de la Compañía Telefónica Mexicana, que entonces albergaba a sus operadoras en el N° 9 de la calle de Santa Isabel, llamada entonces Calle Sur 9.


En la fotografía he señalado la casa N°6 –típica residencia colonial de dos niveles, con cuatro vanos en cada uno y balcones con jambas en el piso alto–, que entonces albergaba un local comercial abajo; es interesante hacer notar que el acceso principal es por el segundo entre-eje –de los cuatro vanos de la estructura– y gracias al ángulo de la imagen, daría la impresión que efectivamente, en algún momento los números 2 y 6 formaron parte de una sola estructura que luego fue partida.

En todo caso, la casa N°6 de la calle de San Andrés, contaba a final del S. XIX cerca de quince metros de frente y 46 m de fondo, en un terreno casi rectangular aunque con ancones, que sumaba prácticamente 700m². Es ésta propiedad la que entre 1870 y 73 habría adquirido don Manuel Romero Rubio, abogado que entonces era asesor del presidente Sebastián Lerdo de Tejada y Corral.



Don Manuel Romero Rubio había nacido en la Ciudad de México el 7 de marzo de 1828 -hijo de Luis de Gonzaga Romero Reyes y María Dolores Rubio Fonseca-, y se formó como abogado. Agente político liberal, contribuyó en la lucha contra los conservadores y a favor de la resistencia a la invasión francesa. Elegido diputado en 1867, presidió el Congreso durante la declaratoria de don Benito Juárez como presidente electo y a su muerte en 1872, cuando Lerdo asumió el poder, Romero Rubio se convirtió en asesor de la Presidencia, llegando luego a ocupar una silla como Senador en 1875. Sería durante ese turbulento período que Romero Rubio adquirió la vieja estructura en San Andrés N°4, probablemente como sede para su práctica legal.


Casado con María Agustina Castelló Rivas en 1861 –año que inició con Benito Juárez entrando triunfalmente a la ciudad de México, luego de derrotar a los conservadores, dando así fin a la Guerra de Reforma–, don Manuel procreó siete hijos iniciando con Manuel Timoteo en 1862, Carmen en 1864, Francisco Javier en 1865, María Dolores en 1867, María Luisa en 1869, Sofía en 1873 y María Eugenia al año siguiente, adoptando las sobrevivientes el apellido Romero-Rubio Castelló.


Aunque la residencia familiar estaba en Tacubaya, hacia 1876 –año en que fungió como ministro de Relaciones Exteriores de México– don Manuel emprendió la tarea de remodelar de la vieja casa de San Andrés a fin de unificar en una sola dirección despacho y residencia, apalabrando para tal efecto al arquitecto e ingeniero Civil Eleuterio Méndez –maestro de “Caminos Comunes y Ferrocarriles” en el Colegio de Ingenieros– que se había hecho de notoriedad al intervenir el edificio del “Palacio de Minería”, sustituyendo en colaboración con el ingeniero don Emilio Dondé, la cubierta ejecutada por Antonio Villard Olea en 1830 que remplazó la original– creando la nueva bóveda y linternilla de estructura de acero que hasta hoy cubre la magnífica escalera.

No está claro que tanto se avanzó en la empresa de remodelar aquella casa, ya que a la llegada de Porfirio Díaz al poder en mayo de 1877, Romero Rubio se exilió a toda prisa con su esposa e hijas (solo tres hijas –Carmen, María Luisa y Sofía– sobrevivieron) a los Estados Unidos -morando en Nueva York- acompañando a su amigo Sebastián Lerdo de Tejada. A pesar de su temor a represalias, don Manuel volvió a México en 1880 y reanudó sus actividades como litigante, aunque manteniendo un bajo perfil.

En “Las mieles del poder” Alejandro Sánchez nos dice que “Romero Rubio detestaba a Díaz, pero le tenía miedo; creía que lo mandaría matar porque era un secreto a voces que los lerdistas no se habían rendido y de un momento a otro podrían organizarse para levantarse contra Manuel González o, lo que era lo mismo, contra Porfirio.”



Para 1889, aparecía en las páginas de “El Mundo Ilustrado”, encarnando las residencias del “México Moderno”, la “Casa de la propiedad de la familia Romero Rubio en la calle de San Andrés”, razón por la que podemos suponer que luego de su regreso a México, don Manuel terminó la remodelación y mudó práctica y familia al inmueble.

La vieja estructura colonial había recibido una nueva organización al interior y el exterior se había remozado por completo, cambiando el frugal aspecto de jambas y aplanado por un extraordinario trabajo ornamental…



Nos dice Francisco Schroeder Cordero:
“Llama poderosamente la atención la ornamentación de cantera labrada, enmarcando las puertas y balcones, pues parece un encaje bordado en piedra, finas grecas de dibujos geométricos, círculos con flores estilizadas que se entrelazan por la magia del cantero, guirnaldas de flores y frutos y sobre el dintel de la platabanda de la puerta principal, una gran concha vista por su envés; tanto en el zócalo o guardapolvo como en el pretil de azotea, hay sillares tallados como grandes diamantes facetados."




La intervención fue mucho más que ornamental ya que el inmueble recibió un nuevo acceso (la entrada pasó al extremo izquierdo de la fachada) y novedosa distribución al interior, con recibidor y patio en planta baja dedicada a las oficinas del abogado, que separado por una cubierta de cristales coloridos albergaba la residencia en planta alta.



No tengo imágenes de ese espacio en su estado original, pero en una imagen actual, puede verse la estructura que a fin del S. XIX soportaba el techo de cristal y daba luz al patio interior, iluminando el camino a la amplia escalera que daba acceso a la residencia de la familia Romero-Rubio.



En concordancia, en la “Lista de suscriptores N°1 de la Compañía Telefónica Mexicana” del 1° de noviembre de 1891, aparecía:
Número 119 --- Romero Rubio Manuel, Despacho, ave. Oriente 76, San Andrés 6.
Número 127 --- Romero Rubio Manuel, ave. Oriente 76, San Andrés 6.

Del piso alto, apenas queda la disposición en torno a un patio cubierto, parte de la espectacular escalera y fragmentos de la decoración residencial del S. XIX; los diversos usos posteriores han modificado sustancialmente las decoraciones y se ha perdido la totalidad del amueblado. Los patios traseros han sido intervenidos y la construcción se amplió en el fondo del predio.





Aunque parcialmente alterada, en la escalera aún se pueden distinguir algunos de los elementos decorativos, mientras que en el patio alto, se conservan elementos que debieron formar parte de la casa en que habitaron Carmen, María Luisa y Sofía Romero-Rubio y Castelló.



En las dependencias del piso bajo, que albergaban oficinas del abogado, la decoración interior se ha perdido, pero perduran vestigios en las pilastras, que conservan las intrincadas tallas de origen.


Esa minuciosa talla está en concordancia al detallado trabajo de labrado en la fachada, donde marcos y pilastras muestran también una meticulosa labor, que a pesar de los 120 años desde su ejecución y las agresiones de los transeúntes, bien comprueban aquello de ser “…encaje bordado en piedra, finas grecas de dibujos geométricos, círculos con flores estilizadas que se entrelazan por la magia del cantero…” descrito por Schroeder.



Aquellos aposentos de la planta baja cobijarían algunas actividades del que desde 1884 se transformó en Secretario de Gobernación del Presidente Díaz y que se mantendría en ese puesto por once años, hasta 1895. Muchos atribuyen el cambio de actitud ante Díaz a la extraordinaria habilidad política de Romero Rubio; otros imputan el puesto al haberse transformado en suegro del Presidente…



Parece ser que Porfirio Díaz –que había enviudado en abril de 1880 y entregó la presidencia a Manuel González el primero de diciembre de ese mismo año– conoció a “Carmelita” en una recepción en la embajada estadounidense, celebración a la que habían acudido los Romero Rubio poco tiempo después de regresar a México; casi en broma, acordaron que ella –de 17 años– le enseñaría a hablar inglés y para sorpresa de muchos comenzaron a intimar, con la frecuente visita del ex presidente a la casa de San Andrés.



Cuenta Maddelyne Uribe que fue en la casa de San Andrés (Tacuba 6), en el salón que da a la calle, donde Carmen Romero escucho del viudo y recio político Porfirio Díaz las contundentes palabras:
‒“Carmelita: yo debo avisar a usted que la amo. Comprendo que sin una imperdonable presunción no puedo esperar que el ánimo de usted pase otro tanto y por eso no se lo pregunto; pero creo que en un corazón bueno, virgen y presidido de una clara inteligencia como la de usted puede germinar ese generoso sentimiento, siempre que sea un caballero el que lo cultive y sepa amar tan leal, sincera y absolutamente como usted merece y yo lo hago ya casi de un modo inconsciente. […] si usted me dice que debo prescindir no necesita usted decirme por qué, yo siempre juzgaré poderosas su razones e hijas de una prudente meditación”...

A las siete de la noche del 5 de noviembre de 1881, don Porfirio contrajo matrimonio civil con Carmen Romero Rubio, actuando como testigo el entonces presidente de México, Manuel González; al día siguiente se efectuó la ceremonia religiosa, cuando el matrimonio recibió la bendición del arzobispo Antonio de Labastida. En viaje nupcial, la pareja fue a Nueva York, para que don Porfirio practicara el inglés que Carmelita le había enseñado; el resto, sería motivo de un largo texto…



El 3 de octubre de 1895, falleció don Manuel Romero Rubio, Secretario de Gobernación en funciones, parte del gabinete que su yerno había integrado desde el 1° de diciembre de 1884; en el gobierno sería sustituido por don Manuel González Cosío y la casa de San Andrés quedó a cargo de doña María Agustina Castelló Rivas viuda de Romero-Rubio, que para entonces ya había casado a su hija María Luisa -con José María De Teresa Miranda y que por un corto período habitaron en una casa a apenas una calle de distancia Ver - y estaba en espera del matrimonio de Sofía que en 1897 casó con Lorenzo Elizaga Retes.

Para 1900, la zona comenzó a cambiar de manera vertiginosa iniciando con la demolición del Hospital de Terceros -franciscanos- (justo frente a la entrada de la casa) para levantar la moderna estructura de la nueva sede del Servicio Postal Mexicano…


El edificio diseñado por el arquitecto Adamo Boari y edificado bajo la supervisión del ingeniero Gonzalo Garita era una novedosa estructura metalica que albergaba lo más avanzado de la tecnología bajo un exterior de palacio gótico. En la imagen de arriba, la obra de la “nueva casa de correo” durante la colocación de las columnas del primer piso, fotografía en la que he marcado la casa Romero-Rubio, que por un período funcionó como oficina del ingeniero Garita para la supervisión de la obra. Abajo, imagen de la misma edificación, tomada desde el balcón de la casa Romero-Rubio y donde a la izquierda se distinguen el Palacio de Minería así como el templo de San Felipe de Jesús y a la derecha, las obras de demolición del Convento de Santa Isabel a fin de edificar el Teatro Nacional...



Para el 7 de febrero 1907, el “Palacio Postal” había quedado terminado y fue inaugurado por el presidente Díaz en compañía de su esposa, con acceso frente a la casa paterna, sobre la calle que ya dejaba de ser “de San Andrés”…



Desde 1869 se había destruido la capilla del Colegio de San Andrés creando la calle que llamamos Xicoténcatl, luego de que ahí –siendo capilla del hospital– se hubiere re-embalsamado el cuerpo de Maximiliano I, consecuencia de que el 19 de junio de 1867 fuera fusilado en Querétaro; para 1903 se decidió demoler la totalidad de la vieja estructura de lo que había sido el Colegio Jesuita y luego Hospital General para dar lugar al nuevo edificio de la Secretaría de Comunicaciones y obras Públicas, siguiendo el diseño del arquitecto Silvio Contri.



El edificio también contaría una estructura metálica e innovaciones sorprendentes, pero además, en una de las decisiones urbanas más afortunadas del período, el diseñador dejó espacio frente al edificio remetiéndose sobre la ya calle de Tacuba –tanto para reconocer la categoría del Palacio de Minería, como para permitir mejores vistas sobre su edificio–. En la imagen de arriba la estructura metálica del “Palacio de Comunicaciones” en 1906, vista desde la calle Xicotencatl y donde al fondo se distingue al Palacio de Minería. Bajo, el palacio de Comunicaciones, terminado en 1910.



Los alrededores de la casa Romero Rubio cambiaban radicalmente en la primera década del siglo, y aún faltaba la zona Sur-poniente, donde luego de la destrucción de Santa Isabel, se edificaba a toda prisa el Teatro Nacional. Abajo, en una fotografía fechada en 1906, la plataforma de cimentación del nuevo teatro; a la derecha el “Palacio Postal” prácticamente terminado y al fondo se distingue la casa de los mariscales de Castilla. Al centro, se alcanza a distinguir parte de la casa Romero-Rubio/Castelló.



Durante esa primera década la planta baja de la propiedad se alquiló como oficinas aunque la parte alta siguió funcionando como vivienda, incluso cuando se inició la edificación en el predio colindante. En 1908 comenzó la construcción del “Edificio Garantías” en la esquina de Tacuba y la calle de Marconi N°2 (calle que se había creado luego de la demolición del Hospital de san Andrés), siguiendo el diseño del ingeniero militar José Espinosa Rondero.

El proyecto de cuatro niveles y buhardilla sacó enorme provecho de la calle recién creada y el remetimiento del edificio de Comunicaciones, aunque modificó por completo la estampa de la casa Romero-Rubio.



El edificio de estructura de acero y magnífica factura se llamó “Olivares” a su terminación en 1909, aunque más tarde sería conocido como “Corona” y luego “Edificio Garantías” cuando fue adquirido por la compañía Mexicana de Garantías en 1929.


Las Fiestas del Centenario de la Independencia de México en septiembre de 1910 fueron una curiosa pausa en el sobrevenir de la calle de Tacuba, pero luego de la renuncia del presidente Díaz ‒aceptada en el Congreso el 25 de mayo de 1911‒ la casa de San Andrés N°6 –para entonces Tacuba N°706– pareció quedar en suspenso. Durante la segunda década, aquel espacio urbano era sitio de regocijo, a pesar de lo sucedido durante el levantamiento y su agravio.



Doña Carmen acompañó a su esposo en su destierro a Francia en 1911. Después, a la muerte del general, vivió unos años en Francia gracias al dinero que le redituaban algunas de sus propiedades en México, incluyendo la casa de sus padres que para entonces estaba rentada por la agencia funeraria “Alacázar Hnos.”. En 1931, Carmen Romero-Rubio viuda de Díaz decidió regresar a México y habitó en la Calle Tonalá de la Colonia Roma.



En ese período se dio una nueva transformación al entorno de la casa de Tacuba, cuando por un lado se terminaron oficialmente los trabajos en el Teatro Nacional, que fue inaugurado como Palacio de Bellas Artes el 29 de septiembre de 1934; por otro lado, a unos metros –ahí donde había sobrevivido la casa de los Mariscales de Castilla–, se edificó a partir de 1937 el edificio “La Mariscala” (oficialmente Edificio Hidalgo), que con veinte niveles auguraba lo que parecía un futuro prometedor para la Avenida Hidalgo…



El 25 de junio de 1944, doña Carmen Romero Rubio y Castelló falleció en la capital a los ochenta años; desde entonces, la casa de la calle de Tacuba recibió a diversos ocupantes, aunque destaca el largo período en que fue ocupada por oficinas del Banco de México.



En 1979 se trasladó a la plaza de Tacuba –apropiadamente bautizada “Plaza Tolsá”– la Estatua Ecuestre de Carlos IV que casi todos llaman “El Caballito” y en 1982, la Secretaría de Gobernación cedió el edificio creado en 1907 para la Secretaría de Comunicaciones y obras Públicas a la Secretaría de Educación Pública, con el propósito de que se creara ahí un museo: el Museo Nacional de Arte. Aunado esto a la rehabilitación del Centro histórico y la cuidada atención que se ha puesto en la calle de Tacuba, la que fuera casa de la familia Romero-Rubio y Castelló tiene ahora un entorno envidiable…



La casa alberga ahora la Escuela de Administración Pública del gobierno de la Ciudad de México que con regularidad programa conferencias y cursos en el salón que mira a la calle, en el que aún se percibe parte de la decoración de 1890…





Este Blog se ha hecho gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; si utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–. Conforme haya más entradas (ya hay 80), aparecerán en el índice a la derecha de ésta página…



También se puede encontrar un índice general en: VER http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html







¡A visitarla!




































6 comentarios:

  1. Gracias,

    Una vez mas un artículo exquisito.

    Saludos cordiales

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  2. MIS MAS SINCERAS FELICITACIONES POR TAN EXELENTE INFORMACION, MUCHA INVESTIGACION.
    AL IR A CDMX NO PARO DE ADMIRAR TODAS ESAS JOYAS COLONIALES.
    EDPERO VISITAR ESE LUGAR LA PROX VEZ QUE VAYA A CDMX.
    SALUDOS

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