Edificada desde 1786 frente al Convento de Santa Teresa, la casa que luego recibiría el número 60 de la calle que rinde homenaje a la República de Guatemala, fue remodelada en diversas ocasiones y para 1838 albergó a la familia Hope/Garay; desde 1864 sería habitada por la familia de don José Ysita y luego –ampliada con un tercer piso– por la familia de su hijo, Manuel Ysita Rubio que casó con María del Carmen Septién primero y con Rosa Ortega Hay después.
El extraordinario decorado y amueblado de aquella casa es ejemplo de la edificación residencial decimonónica con que llegó la capital al inicio del siglo XX y el sitio que ocupó el inmueble es ahora la parte central del Museo de sitio del Templo Mayor …
La casa en cuestión, se edificó justo frente al convento que por doscientos años daría nombre a la calle; así, el convento y templo de Santa Teresa fue parte conjunto conventual de la Orden de las Carmelitas Descalzas que fuera levantado en el siglo XVII, y conocido de origen como "Convento de San José de las Carmelitas Descalzas". Nos cuenta Guillermo Tovar de Teresa que el enorme conjunto fue muy importante, pero a final del siglo XIX, el arquitecto Manuel Francisco Álvarez transformó las dependencias del convento mismo –en la esquina nor-poniente del terreno–, demoliendo muros y arcadas para convertirlo en Escuela Normal; esa misma sección, recibiría luego el edificio de la Universidad Nacional, inmueble que ahora conocemos como “Palacio de la Autonomía Universitaria”. Afortunadamente el templo –obra iniciada en 1678 siguiendo el diseño del maestro de arquitectura Cristóbal de Medina Vargas Machuca– y su magnífica capilla dedicada al Señor de Santa Teresa, llegan a nosotros como museo…
En el templo –que se conoció como Santa Teresa “La Antigua” por oposición a “Santa Teresa la Nueva” fundada en el S. XVIII por doña Manuela Molina, y que se edificó frente a la Plaza de Loreto–, llamaron la atención desde el S. XVII las magníficas portadas pareadas de la fachada poniente que con sus columnas salomónicas mostraban ese elemento decorativo que dejó los retablos interiores para aparecer primero en la portada de la Catedral Metropolitana y luego en Santa Teresa hacia 1684, anunciando la llegada del barroco...
Esa doble portada –que mira hacia la que fuera Calle de la Imprenta y ahora conocemos como Licenciado Primo de Verdad–, es extraordinario ejemplo de la arquitectura conventual femenina novohispana, y a pesar de su hundimiento diferencial, sigue recibiendo visitantes –ahora como “Ex Teresa”– que se maravillan ante la obra de Cristóbal de Medina –que innovó el colocar columnas salomónicas en la arquitectura local– y donde los dos cuerpos de cada portada –el primero con columnas pareadas que flanquean las puertas y el segundo con fustes a cada lado de las ventanas– rematan en frontones triangulares rotos, que resguardan esculturas del Niño Jesús; ambas portadas están contenidas por ambos lados con esbeltos pero recios contrafuertes y fueron destacado ejemplo de la arquitectura religiosa en la capital de la Nueva España.
Para 1798, y dado que la capilla del Cristo resultaba insuficiente, las autoridades eclesiásticas decidieron dedicar una capilla al Señor de Santa Teresa, y para la reedificación convocaron a los mejores maestros de la Real Academia de San Carlos de la Nueva España para crear una ampliación en el nuevo estilo neo-clásico; así, los planos de la capilla serían obra de don José Antonio González Velázquez, adornos y esculturas de Manuel Tolsá, mientras que a Ximeno y Planes corresponderían las pinturas en la cúpula.
El 3 de abril de 1845, un fuerte sismo abatió aquella cúpula de la capilla anexa al templo de Santa Teresa -obra de Antonio González Velásquez-, y se confió a Lorenzo De la Hidalga la reposición, tarea que cumplió con gran éxito al diseñar y edificar una fastuosa y airosa estructura con tambor de dos cuerpos, que al interior sorprende con una doble cúpula de gran óculo que mira a una nueva pintura. De la Hidalga respetaría la estructura de González Velázquez y Tolsá, interviniendo el edificio únicamente de pechinas hacia arriba, con una esbelta estructura que maravilló a la sociedad mexicana y paradójicamente, reavivó los temores de su colapso…
Creada la Constitución de 1857 y aplicadas las Leyes de Reforma con la exclaustración del convento hacia 1861, el inmueble –tal y como varios otros de la capital y México–, pasaron a manos del gobierno para venderlos o asignarles usos muy diversos; así, el convento carmelita pasó a ser bodega y cuartel, hasta que finalmente, intervenido el edificio en la esquina de la calle de la Imprenta y Santa Teresa, se designó sede de diversas escuelas, incluyendo la Escuela de Odontología y la Escuela Preparatoria, hasta que ya remodelado por completo, lo que fuera convento se convirtió en la rectoría de la Universidad Nacional de México.
Aquel edificio/convento en la esquina nor-poniente, había sido intervenido en 1890 por el arquitecto e ingeniero Manuel Francisco Álvarez –que también había “Refuncionalizado” en 1878 el convento de San Lorenzo y por orden del ministro Joaquín Baranda, para albergar la Escuela Nacional de Artes y Oficios– a fin de albergar la Escuela Normal para Profesores, edificio que sería luego intervenido y renovado por el también ingeniero Porfirio Díaz Ortega para albergar desde 1910 la Rectoría de la Universidad Nacional.
Fue desde su sexto aniversario que Manuel Ysita y Rubio vio levantarse la fachada norte de este edificio, que se transformó en asiento de la Universidad Nacional a partir del 22 de septiembre 1910, luego de que en procesión desde el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria llegara la comitiva que atestiguó la toma de protesta del Rector, el Señor Doctor Joaquín Eguía Lis.
Edificada desde 1786 justo frente al que entonces aún era el Convento de Santa Teresa la Antigua –y testigo de la construcción de la nueva capilla del Señor de Santa Teresa y su primera cúpula– la casa construida sobre un predio de cerca de 800m² y 25m de frente mirando al sur y hacia la calle de Santa Teresa, sería ampliada e intervenida en diversas ocasiones hasta alcanzar notable fasto durante el período en que Maximiliano I reinó en México, fungiendo por entonces como residencia de Archibaldo Hope (1803-1871), pionero casi olvidado de la industria textil en México.
Hope –que nació en Rainford -Lancashire-, el 30 de mayo 1803– fue testigo de la primera Revolución Industrial en el Reino Unido y como inmigrante trajo a México esa predisposición y conocimiento; al invertir en la naciente industria textil con novedosos métodos de producción (en 1829 viajó a México con su hermano Cuthbert Hope), enfrentó conflictos internacionales –como las intervenciones de Francia y Estados Unidos–, y problemas nacionales –como la dificultad de capacitar trabajadores rurales y un transporte caro e inseguro–, además de conflictos entre los intereses de la generación más añeja de comerciantes –casi todos de raigambre española– caracterizada por el férreo control del comercio y la usura.
En Tepeji del Río, Hope creó una primera fábrica de tejidos de lana y algodón –además de instalar un molino aprovechando la caída de agua– y para 1836 comenzó operaciones en Contreras “La Magdalena” con la asociación de Antonio Garay (mexicano), Lorenzo Carrera (español), John Currigan (irlandés) y él mismo (inglés), sociedad en la que Garay (ya por entonces suegro de Hope) poseía el 80% de las acciones; aunque “La Fábrica La Magdalena Contreras” pasó por dificultades financieras, para 1870 era la segunda productora de “manta” en el país, y operó por más de 70 años, desde 1836 y hasta 1910…
Con extraordinaria habilidad, Hope logró establecer ligas con la comunidad de comerciantes, y de hecho se incorporó a ella, cuando en 1832 contrajo matrimonio con Dolores Garay Jiménez con quien sería padre de una docena de hijos –todos Hope-Garay– entre los que destacó María de los Dolores, que contraería matrimonio con José Rincón-Gallardo y Rosso (hijo del segundo marqués de Guadalupe-Gallardo), con quien engendraría seis hijos –todos Rincón-Gallardo Hope–, y todos parte de la modernización que México emprendió hacia 1900.
De vuelta a la calle de Santa Teresa, la casa sería ocupada –desde 1864, poco antes de la muerte de Archibald Hope en1871– por don José Ysita (José María Catarino Luis Gonzaga Manuel Ysita Segura, n.1832) y María Ernestina Ana Carlota Margarita Rubio Figueroa (n.1857), y sería la casa en que nació por 1884 Manuel Maria Marcelino José Federico Juan Nepomuceno Ysita y Rubio, que la conservaría como su residencia en la Ciudad de México; luego de su matrimonio en Querétaro el 29 de septiembre de 1911 –a los 26 años– con María del Carmen Septién y González de Cosío (n.1889), trasladó buena parte de sus actividades a la Ciudad de México y dotó la casa de extraordinario amueblado y modernas comodidades donde criar a sus hijos Manuel (n.1911), Jaime (1915) Fernando (n.1916), y José (n.1919) todos Ysita Septién…
El terreno, con cerca de 800m² (al igual que los terrenos a sus espaldas y con frente a Justo Sierra, donde aún se conservan intactas edificaciones como el Nº19 que alberga ahora a la Academia Mexicana de la Lengua) está ahora ocupado por el gran atrio central del Museo del Templo Mayor y sus escaleras, luego de que fuera demolido el edificio e inmuebles circundantes, a raíz del descubrimiento de la piedra “Coyolxauhqui” en febrero de 1978.
Ocupada entonces desde 1864 por la familia de don José Ysita y María Rubio, la casa había sido extensamente remodelada y ampliada antes de recibir al matrimonio Ysita-Septién, incluyendo la adición de un tercer piso al frente -a manera de buhardilla-, en una intervención que se hacía eco de las injerencias urbanas en el París de Haussman…
También los vecinos inmediatos –la familia Bolland-Palomo/Pardo en Guatemala Nº68 (foto de arriba)– habían ampliado la casa con una novedosa “mansarda” de tres cuerpos, que daba a la calle frente a Santa Teresa un aire cosmopolita; recuérdese que entre 1864 y 1865 el ingeniero Louis Alois Bolland Kühlhackl –paisajista e ingeniero en minas austriaco que formó parte del séquito del emperador Maximiliano– había participado con Ferdinand von Rosenzweig en el trazo del Paseo de la Emperatriz (que hoy conocemos como Paseo de la Reforma) y había decidido permanecer en México formando familia con Leticia Palomo Morales, cuyos descendientes –Elena Bolland casada con Salvador Pardo Cosío y Luís Bolland casado con Concepción Carrere y Gómez-Farías– habitaron en la casa de la calle Santa Teresa.
Aunque al paso del tiempo esas casas sufrieron algún deterioro, en las tres fotografías captadas en 1921 que aparecen arriba, aún se puede adivinar la opulencia de las viviendas que recordaban la idea de “Town-House” que tan popular se había hecho en buena parte del mundo.
La familia Ysita-Septién fondeaba su fortuna en las propiedades que don José Ysita Segura había hecho prosperar desde 1850, y era propietaria –además de diversas fincas urbanas en la ciudad de México– de una buena cantidad de heredades campestres en Guanajuato y Querétaro, entre las que destacaba la hacienda de Santa Ana y Lobos, una de las más conocidas del Bajío ‒propiedad exaltada desde la explotación agro-ganadera jesuita del siglo XVII y que llegó a Ysita luego de su matrimonio con María Ernestina Rubio Figueroa‒, además de Santa Ana y San Nicolás, e intereses en la propia Fábrica de Hércules en Querétaro.
Aquella hacienda de Santa Ana y Lobos, fue propiedad en el S. XVII de Juan Francisco de Goñi y Peralta, uno de los primeros terratenientes españoles y principales benefactores de la Compañía de Jesús en la Región; luego de la expulsión de los jesuitas y diversos cambios en la propiedad, buena parte de las tierras serían entregadas a De Paula y Rubio, y aún hoy los vetustos vestigios resultan intrigantes…
Como ya lo he escrito, en septiembre de 1911, Manuel Ysita Rubio contrajo matrimonio en Querétaro con María del Carmen Septién y González de Cosío (n.1889) y al poco tiempo trasladó buena parte de sus actividades a la Ciudad de México, probablemente como consecuencia de la inestabilidad política que se vivió luego de los disturbios de 1913; durante el período de las revueltas, la familia permaneció ancorada en la ciudad y resguardados en Guatemala 60, aunque las actividades administrativas llevaran a don Manuel en viajes a la provincia.
Arriba, en una toma aérea y oblicua, aparece la sección nor-oriente de la Ciudad de México por 1948, imagen en la que he señalado la casa Ysita en el Nº60 de la calle República de Guatemala; destacan al frente la Plaza de la Constitución con la portada del Sagrario Metropolitano (abajo a la izquierda) y la fachada principal de Palacio Nacional (abajo a la derecha), mientras que al centro derecha se distingue la cúpula de la capilla del Señor de Santa Teresa. Arriba -al centro- se distingue el templo de san Pedro y san Pablo, por entonces Hemeroteca Nacional y ahora “Museo de la Constitución”. En la esquina de Guatemala y Seminario, aparece el vacío de “las escalerillas” iniciado por don Manuel Gamio en 1913 y que permanecería como “Museo Etnográfico” hasta 1973, cuando se amplió la excavación.
Desde 1913, don Manuel Gamio Martínez –que trabajaba entonces en la Inspección General de Monumentos Arqueológicos– comenzó las exploraciones de la zona aledaña al Templo Mayor, y para 1914, luego de la demolición de un edificio en la esquina de Seminario y Santa Teresa (hoy República de Guatemala), descubrió parte de la esquina suroeste de la Etapa III de aquella estructura, confirmando así la ubicación del recinto ceremonial mexica. En la imagen de arriba, la excavación y vestigios por 1915, vistos desde la esquina de Seminario; a la izquierda, la calle de Santa Teresa, donde se distingue la casa de la familia Ysita-Septién. Don Manuel Gamio sabía que lo descubierto no era el templo como tal, pero sospechaba que se trataba de los recintos de Huitzilopochtli y Tláloc, aunque dedujo que el Templo Mayor debía estar bajo las casas aledañas y quería comprobarlo, pero no logró desalojar mas residencias, y para enero de 1915 se suspendieron las excavaciones y en noviembre se consolidaron las colindancias y abrió al público el nuevo museo…
Abajo, la calle de República de Guatemala –antes Santa Teresa– por 1930; recuérdese que en 1921, durante las celebraciones para clausurar el centenario de la Independencia de México -y dar fin a la Revolución-, el comité de festejos integró a José Vasconcelos (que para octubre asumiría el cargo como Secretario de Educación) que propuso rendir homenaje a las naciones latinoamericanas que primero reconocieron al gobierno revolucionario de México luego de promulgada la Constitución Política de 1917. En la imagen, a la extrema derecha se distingue el hueco de la excavación del Museo Etnográfico, donde se presentaban danzas y vestimentas regionales, vestigios arqueológicos descubiertos por Manuel Gamio en 1914 y una maqueta del Templo Mayor…
Aquella casa en la que fuera calle de Santa Teresa, con suntuosa decoración decimonónica, se transformó desde 1911 en receptáculo de la compilación de magníficos muebles y elementos decorativos de que los Ysita se rodeaban y formaban el marco de desarrollo familiar. Con la nueva década, la violencia parecía disminuir y las cosas comenzaron a mejorar, pero lamentablemente en 1920 murió doña Carmen.
Eventualmente, y dado su nuevo matrimonio, don Manuel edificaría una nueva casa en las tierras que habían pertenecido a la Hacienda de San Juan de Dios, en una zona que ahora es parte de las Lomas de Chapultepec (Ver), pero en marzo de 1947, justo antes de desmontar la casa, concedieron una visita a la revista SOCIAL, en que se leían las descripciones que para fortuna nuestra hacía Francisco Borja Bolado, y que transcribo abajo gracias a la gentileza de la señora Carmen Ysita de Sayve que me permitió consultar la revista:
La gentileza de don Manuel Ysita y Rubio y de su esposa, doña Rosa Ortega Hay de Ysita, hacen posible que SOCIAL, en exclusiva para sus lectores, pueda ofrecerles la excepcional ocasión de conocer, en la brevedad de esta rápida descripción, una de las últimas, auténticas casas señoriales del siglo XIX. Está en la que fuera calle de Santa Teresa (hoy Guatemala), antigua zona de los palacios de la nobleza y de las familias próceres de México, y en ella ha vivido la familia Ysita por cerca de noventa años, desde 1860 en que la adquirió a los señores Hope.
Por su época y por influencias posteriores, la casa tiene y conserva el precisado estilo francés que fue signo de calidad desde los días del Imperio hasta 1910, y es por ello que esta visita gratísima, viene a ser como el hojeo de un viejo álbum, cuyas estampas evocan vivamente todo un romántico pasado.
Para dar ambiente a nuestra información, hemos preferido a las acostumbradas fotografías de las fachadas, ésta del archivo de los señores Ysita, de 1908, en que aparece, a la puerta de la casa, uno de los coches de su famoso tren de carruajes y caballos europeos. Es un coupé francés con un soberbio tronco de yeguas tordillas, francesas también, tan iguales y parejas que parecen una sola. El cochero, con la librea azul de la casa, el fondo de la ventana y el ancho zahuán con marcos de cantera labrada, dan carácter inconfundible a la composición, cuyo mejor complemento es la doble arquería de piedra -en la foto siguiente- que separa los dos clásicos patios de la casa y da sitio a la gran escalera que conduce al piso principal. Al fondo un bello grupo de gladiadores, en bronce, y, a la izquierda, tras las puertas con primorosos vitrales, las caballerizas, el guarnicionero y las grandes cocheras, hoy los garajes de la casa.
Y sigue Borja Bolado:
En la planta alta, a cuyo corredor de cuatro tramos, muy de la época, dan los salones, las alcobas, el comedor, etc., está el fumador -fotos de abajo- con sus elegantes muebles ingleses de caoba, firmados por Maple. Los libreros angulares, con descansos de cuero verde oscuro, como los sillones, son de gran categoría. Lo son también, el Grand-Father clock, inglés antiguo, con primorosa caja incrustada, y el Eardley Norton, victoriano, que se ve en la gran chimenea de caoba, espléndida pieza marquetada, cuyo barandal de bronce con pasamano de cuero, pone un toque original en el conjunto. La tapicería de las paredes, en moaré de seda, verde imperial; las cortinas de pana color café, la gran lámpara de hierro forjado, el tapete persa y numerosos bronces y porcelanas de mérito, deben mencionarse igualmente por su calidad.
Puede ser interesante agregar que Eardley Norton –activo entre 1760 y1794– fue en su momento uno de los más destacados fabricantes ingleses de relojes musicales y astronómicos; muchas de sus creaciones se exhiben ahora en museos, firmados “Yeldrae Norton” (el nombre invertido). Como curiosidad, uno de los relojes Norton -muy similar al de los Ysita- fue adquirido por el rey George III y aún da la hora en una de las habitaciones del Palacio de Buckingham.
Y sigue la crónica de SOCIAL:
Estamos ahora -fotografías inmediatas- en el gran salón Luís XV, positivamente un gran salón que conserva, intacta, la rica y brillante suntuosidad de su tiempo. La decoración, en la que destacan la bellísima chimenea de mármol blanco, el gran plafond con figuras celestes y temas de nubes pintadas al óleo, los artesonados, las cornisas, los altos relieves y los numerosos panneaux con fondos de brocado de seda color trigo, con ramos de rosas, es de categoría extraordinaria, y, sin duda, uno de los mejores y más completos ejemplares fin de siglo. En el mobiliario, riquísimo, además de los magníficos espejos de la chimenea, del muro, del piano y de las consolas, todos con marcos tallados y dorados, hay, notables, un valioso, espléndido ajuar de Aubusson, color rosa, dos cómodas bombé, primorosas, una gran mesa con marqueterías admirables y bellos bronces cincelados, y la gran vitrina que atesora una soberbia colección de abanicos antiguos, miniaturas, y marfiles y esmaltes de alto valor artístico.
Mencionemos, por excepcionales, los tapetes persas, el piso de parquet con una estrella central y otros motivos preciosamente taraceados, y, entre las obras de arte, los grandes, maravillosos tibores chinos, antiguos, los de Sèvres, y otras innumerables piezas de porcelana, entre ellas las románticas lámparas de aceite, con base y bombillas pintadas a mano. El piano de concierto, un biombo chino delicadamente bordado y los grandes cortinajes de brocado color rosa, enriquecen el salón y lo precisan en su regia categoría palaciega.
Aunque lo que aparece en las imágenes resulta sorprendente, mención especial merecen la vitrina –una fastuosa pieza “Bombé” de tres puertas y cristales curvos firmada François Linke– así como el magnífico “Bureau plat” al centro de la habitación, majestuosa pieza de la ebanistería francesa inspirada en la obra de Charles Cressent (1685-1768); Cressent fue uno de los principales autores de muebles barrocos, y con André-Charles Boulle y Antoine Gaudreaux, creó los mejores ejemplos de la ebanistería ligada con el reino de Luís XV. La pieza de los Ysita, probablemente creada en el taller “Veuve Sormani et Fils” es un valioso ejemplo de la ebanistería establecida por 1880 y que la familia Ysita aún conserva.
Merece también mención el “espléndido ajuar de Aubusson”; fueron conjuntos muy socorridos, y el de la imagen, aún se conserva en magníficas condiciones. Como ejemplo, muestro un conjunto que por 2015 apareció en “Auction/France” como: “Important Mobilier de salon en bois dore recouvert de tapisserie D’Aubusson. Comprenant un canapé et quatre fauteuils. Modèle à dossier plat sculpté de fleurettes en son milieu, au milieu de la traverse avant et en haut des pieds avant cambrés. Accotoirs en coup de fouet. Ils sont recouverts d’une superbe tapisserie d’Aubusson présentant des personnages sur les dossiers et des animaux sur les assises. Beau travail de style Louis XV exécuté au XIX siècle.”
Por desgracia, el parquet y “La decoración, en la que destacan… el gran plafond con figuras celestes y temas de nubes pintadas al óleo, los artesonados…” se perdieron, aunque la “bellísima chimenea de mármol blanco”, se desmontó y junto con varias otras, restituyó en la nueva casa familiar.
Y sigue el texto de Borja Bolado:
En el comedor -fotografías siguientes- se continúa el estilo de la casa con su misma rica suntuosidad; estucos, remates, molduras, puertas de espejos, piso de parquet, chimenea de mármol blanco y bronces, con gran espejo mural, etc., etc. El mobiliario, de caoba con mármoles y bronces en profusión, tiene piezas espléndidas. Muy valioso el tapete -azul y oro- de la Real fábrica de tapetes de Madrid, y las cortinas de seda, oro también. Anotamos el grupo escultórico Las Tres Gracias, en mármol, sobre la chimenea; un bellísimo tibor de Limoges -en el buffet-; los cuadros al óleo, de la más pura escuela flamenca del XVIII; La lámpara y los arbotantes de bronce, y, en la mesa, un lindo frutero antiguo, de porcelana. En la platería, inglesa y, naturalmente de la época, hay además de la gran vajilla, los juegos para té y la cuchillería, varios candelabros cincelados y otras piezas accesorias de filigrana. La cristalería, de Baccarat y las vajillas de porcelana, son igualmente de gran calidad.
Y sigue SOCIAL:
La biblioteca, muy rica por sus libros antiguos en pergamino, sus manuscritos y sus colecciones clásicas, lo es también por la extraordinaria belleza de los muebles. La chimenea, los libreros, la mesa y los sillones, de raíz de nogal, son propiamente obras de gran arte, no sólo por sus maravillosas tallas, sino también por las figuras escultórica que destacan en cada mueble, particularmente las cariátides de la chimenea y de la mesa. El tapete persa, antiguo, un “Chinaco” en bronce, curiosa y meritísima escultura francesa, firmada por Dubucand, y otras numerosas figuras hípicas y trofeos, también de bronce, algunas de plata, dan a la composición la misma, sostenida categoría palaciega.
Durante la segunda mitad del S.XIX y en prácticamente todas las capitales del mundo, se dio un brioso deseo por recrear los grandes diseños del pasado; ese “Eclecticismo” –un estilo mixto en las bellas artes, que toma los rasgos de varias fuentes y estilos; se identifica por no ser un estilo particular, sino una combinación de variedad de influencias, en particular la copia y sobreposición de elementos y estilos diferentes de la arquitectura, pintura y artes gráficas– se reflejó en innumerables bibliotecas y salones públicos que recrearon fragmentos de un pasado glorioso al que se quería apelar…
Un magnífico ejemplo son las diversas antesalas y salones que hacían referencia al prestigioso pasado en Italia, con alusiones a edificios como el Palacio Ducal de Venecia, o las salas que procuraban recrear palacios romanos en bibliotecas históricas como la Biblioteca Roa Bastos en el Palacio de Linares, o la Morgan Library en la Avenida Madison de N.Y.
Por su parte y de ecléctica inspiración con sus Atlantes y Telamones diversos, la biblioteca Ysita recuerda la tradición del barroco veneciano, inspirándose en la gran chimenea de la “Sala dell’Anticollegio”, habitación diseñada por los reconocidos Andrea Palladio y Gianantonio Rusconi en el Palazzo Ducal de Venecia; tradicionalmente, la sala servía como espera a quienes pretendían visitar al dux. Se tiene registro de que aquella chimenea es obra de Vincenzo Scamozzi (1548-1616) e incorpora dos telamones, atribuidos a Girolamo Campagna (1549-1625), mientras que en el bajorrelieve central –obra de Tiziano Aspetti (1559-1606)– aparece Venus pidiendo armas a Vulcano.
Una magnífica copia se hizo en mármol de carrara para decorar el salón de Longleat House, en Wilshire, Reino Unido (abajo) y diversas reproducciones en maderas varias se han creado al paso del tiempo y siempre es interesante descubrirlas...
De hecho, una pieza similar a la de Guatemala 60 y de magnífica factura se ofreció en “Wesland London -Specialists in Antique Fireplaces & Architectural Antiques since 1969-” como:
A Monumental Carved Walnut Chimneypiece and overmantel in the early 17th century Venetian Baroque manner. The architectural pediment, surmounted by a pair of reclining putti above a tympanum centred by a carved panel depicting Vulcans Forge, is flanked by figures of the twins Castor and Pollux known as the Dioskouri and the whole chimneypiece is supported on the shoulders of two massive carved figures of Atlas. Italian circa 1870.
Por su parte, sobre la mesa que aparece a la izquierda de la imagen, ejecutada por el prestigiado ebanista Henri Fourdinois con su escogida inspiración también en el pasado italiano, aparece de Dubucand: “Chinaco”.
Alfred Dubucand (1828-1894) fue un afamado escultor francés, buscado principalmente por sus grupos animales creados en cera y fundidos luego en bronce; reconocido más por sus grupos de personajes árabes con camellos -por lo que comúnmente se le habilita como “orientalista”- Dubucand creó su “Chinaco” (o “Chevalier mexicain” de unos 60cm. de altura) como parte del interés en la cultura de mexicana durante la Intervención.
En 1996 ingresó el “Fondo Manuel Ysita y Rubio” al acervo del Archivo Histórico de la UNAM con buena parte de los documentos de aquella biblioteca, que incluyen varios de los textos descritos y además fotografías y registros familiares. En la descripción del archivo, se da cuenta que:
Los documentos dan noticia sobre las actividades económicas de la región (Guanajuato y Querétaro) y también son de utilidad para el estudio de las haciendas como unidades productivas… Una gran parte (332 cajas) tiene que ver con la administración de las haciendas de Santa Ana y San Nicolás y de otras propiedades (libros contables, inventarios, facturas, contratos de servicio y sobre todo comprobantes de gastos). Contiene, sin embargo, una interesante sección de correspondencia familiar (postales de viaje inclusive) y algunas colecciones de documentos históricos (de la pluma de Guadalupe Victoria, por ejemplo), y se complementa con una biblioteca de más de 900 volúmenes sobre literatura, religión, arquitectura y decoración y música (incluyendo partituras), así como revistas extranjeras encuadernadas sobre equitación o deportes campestres, además de una colección discográfica, todo lo cual permite acercarse al estilo de vida de una familia acaudalada de la época…
Pero sigamos con la descripción de la revista SOCIAL, en texto de don Francisco Borja Bolado:
Otro saloncito con mucho estilo, es el que aparece en la fotografía de arriba. Está inmediato a la alcoba de la señora y tiene idénticas características: la elegante chimenea de mármol blanco con espejo, puertas talladas, y en el decorado de los muros, cornisas y paneles preciosamente moldurados. Como piezas notables, debemos citar la escribanía con incrustaciones y con bronces artísticos positivamente admirables; el costurero, la mesita de charola, y, entre las ornamentales, el reloj en forma de copa, de porcelana azul, que se ve en la chimenea, los tibores románticos y varios pequeños objetos de orfebrería. Los bronces en el hogar de la chimenea, el tapete, persa también, y las cortinas de brocado azul, con rosas, son detalles de mejor gusto.
Por último, de las numerosas alcobas de la casa, todas en el estilo, ofrecemos, en dos ángulos, la de la señora, igualmente con su chimenea de mármol blanco, espejo en el panneaux (sic.) de medio punto y artísticos bronces en el resguardo. En los muebles, también de caoba con marquetería, mármoles y bronces cincelados, la cama, con dosel de brocado y cubierta de seda china, antigua, bordada a mano, forma una equilibrada composición con el vanity y los burós, continuada por el conjunto opuesto, en el cual el chifonier, la mesita y el Bergère, hacen, con la chimenea, otro set muy vistoso.
Cuando la familia mudó la casa al “Rancho San Isidro” en Lomas de Chapultepec, se trasladó buena parte de esa habitación -tal y como se hizo con buena parte del amueblado-, incluida la “la elegante chimenea de mármol blanco con espejo” que sería adaptada en la habitación de doña Rosa Ortega Hay de Ysita.
Concluye el texto de SOCIAL que apareció en julio de 1947:
Las cortinas, en las que se repite la tela del dosel; al valioso tibor chino, los candelabros, la lámpara de bronce y cristal y los tapetes, complementan el estilo y la época, tan afirmados en toda la casa que, repetimos, debe considerarse como uno de los ejemplares más exactos y mejor conservados de su tiempo.
Agradecemos a los señores Ysita sus atenciones para nuestra revista, y nos complace haber agregado su casa como una de las más suntuosas entre las Residencias de México, que SOCIAL ha publicado desde su fundación.
Como ya he descrito, luego de la muerte de su primera esposa en 1920, don Manuel contrajo nupcias con Rosa Ortega Hay –hija de don Manuel Ortega y Espinosa (1856-1907) y Beatriz Hay Fortuño (n.1868)‒ con quien engendró seis hijos más, de apellido Ysita Ortega. Aunque la casa de Guatemala siguió siendo el asiento de la familia, ya desde 1936 y por recomendación médica, don Manuel decidió adquirir un terreno donde edificar una nueva casa y con doña Rosa centró su mira en la zona campestre en que se había creado el fraccionamiento “Chapultepec Heights”, donde la familia Cuevas aún poseía terrenos en las inmediaciones de la Hacienda de San Juan de Dios.
Para cuando se publicó el artículo en SOCIAL, la casa ya había comenzado a ser desmontada, a fin de trasladar los muebles a la nueva propiedad en la arboleda del “Rancho San Isidro” limitado por lo que ahora llamamos las calles de Sierra Candela y Camino de Tecamachalco (Ver).
En la calle de República de Guatemala las cosas habían cambiado, dado que los pobladores originales habían trasladado su residencia a sitios más tranquilos y ahora sus propiedades eran ocupadas por comercios diversos; el cambio radical llegó cuando la casa contigua –que fuera propiedad de la familia Bolland-Palomo/Pardo en Guatemala Nº68 – se demolió y edificó en su sitio un edificio de departamentos con ocho pisos y comercios en planta baja.
Don Manuel también participaba en esa transformación y desde 1940 edificaba un edificio para renta en un predio sobre la calle de Donceles y el número 101: ahí, durante las excavaciones, descubrió una magnífica caja/relicario que los conocedores llamarían “Altar de los Animales de la Muerte”…
Según Salvador Mateos Higuera, el artefacto fue localizado cuando se preparaban los cimientos de una moderna edificación. Mateos Higuera también consigna que la pieza le fue comprada al señor Manuel Ysita y Rubio para el acervo del MNA. En 1943 Benjamín Péret publicó 20 fotografías, tomadas por Manuel Álvarez Bravo, y una descripción del altar.
La idea de que vestigios prehispánicos estaban justo debajo del piso de las edificaciones y bajo la calle de Guatemala –y la casa Ysita– no era novedad, como ya lo había demostrado don Manuel Gamio desde 1913, y aunque con frecuencia se revelaban nuevos vestigios, ningún descubrimiento sería tan trascendente como el de la piedra que sería luego identificada como “La que se ornamenta las mejillas con cascabeles” (Coyolxauhqui), descubierta por una cuadrilla de trabajadores excavando una zanja el 21 de febrero de 1978. Don Manuel no vería esa etapa de cambios, ya que había muerto 25 años antes -en 1952-, aquejado de un mal respiratorio.
Descubrir “Coyolxauhqui” causó enorme revuelo e innumerables visitantes se dieron cita para admirar la piedra circular, incluido el presidente López Portillo que decidió se debían buscar más vestigios y descubrir el resto del conjunto ceremonial…
Arriba, sobre una fotografía aérea y oblicua, se destaca el área de edificios que fueron retirados por iniciativa presidencial, para descubrir una mayor área de los vestigios de “Templo Mayor”. En la imagen –que apareció en “El Templo Mayor”, de Beatrice Trueblood y publicado por Bancomer en 1981– he marcado la casa Ysita-Ortega. Abajo, una toma que mira la calle de República de Guatemala desde Catedral, donde se distinguen las primeras etapas de aquella demolición, cuando ya se habían derribado varias de las casas sobre la acera norte de Guatemala. El asterisco indica la que fuera casa Ysita, al lado del edificio Nº68 que tiempo atrás fuera casa de la familia Bolland-Palomo/Pardo.
El que fuera terreno de la casa Ysita en la calle de Santa Teresa, luego Guatemala Nº60, pasó a incorporarse al edificio del Museo de sitio del Templo Mayor –diseño de Pedro Ramírez Vázquez y Jorge Ramírez Campuzano, con investigación museográfica a cargo de Eduardo Matos Moctezuma–, y es ahora el sitio que ocupan el gran hall central y sus escaleras, al centro del conjunto que se inauguró el 12 de octubre de 1987, y donde originalmente se colocó una maqueta del conjunto ceremonial.
Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea mayor información, haga favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.
Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de ciento treinta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…
También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
Ver
Excellent !!!
ResponderEliminar¡Gracias Carlos!
EliminarSaludos...
RF
Magnífico reportaje, como todos los nos presentas en este blog, Rafael Fierro Gossman.
ResponderEliminar¡Muchas gracias y saludos!
¡Gracias "Unknown"!
EliminarSaludos...
RF