En 2015, la magnífica residencia edificada hacia 1905 en la Colonia Roma –probablemente para el señor James Speyer del Banco Mexicano de Comercio e Industria– en la que luego habitó el deportista, general, banquero y aviador, que además sería Gobernador del Distrito Federal y presidente “de facto” en 1914, fue intervenida y enteramente restaurada al estado que guardaba cuando albergó primero al matrimonio Iturbide-Rubio –desde el inicio de 1924– y luego a doña Carmen Romero Rubio viuda de Díaz, a su regreso a México en 1934 y hasta su muerte en 1944.
Don Eduardo Iturbide transitó por una interesante vida de peripecias y aventuras durante uno de los períodos más turbulentos en la zaga revolucionaria de nuestro país, y esas andanzas son poco conocidas; fue una vida prácticamente anónima y pocos saben de su importantísima intervención al obtener de los ejércitos de Carranza y Obregón la garantía de no saquear la capital luego de la salida de Victoriano Huerta y durante el corto gobierno de Francisco Carvajal. Nombrado General por el propio Victoriano Huerta en 1913 y ascendido a Brigadier cuando al año siguiente el mismo presidente lo nombró “Gobernador del Distrito Federal”, Iturbide nunca formó parte del ejército, pero con ese grado gobernó a la Ciudad de México.
Eduardo Iturbide Plancarte nació en Morelia -Michoacán- el 29 de octubre de 1878 y fue bautizado al día siguiente; hijo mayor de don Eduardo Iturbide Gómez (n.1849) y de María del Carmen Plancarte Menocal (n.1859), se formó en una familia de ocho hijos -seis niñas-, dedicada al comercio y producción agrícola –la familia era propietaria de las haciendas “Coapa”, “El Calvario” y -después- “Huandancareo” (al paso del tiempo el propio Eduardo adquiriría las de Coahuayana y San Vicente), todas en Michoacán–. Además y dadas sus notables habilidades administrativas, al paso del tiempo participó el “Banco de Michoacán”, para establecerse luego en la Ciudad de México y participar exitosamente en la “Sucursal mexicana del Banco Alemán Trasatlántico” que se transformó en el Banco Mexicano de Comercio e Industria.
Eduardo mostró desde joven –trabajando en aquel rancho de “El Calvario”, propiedad de su padre– extraordinarias habilidades como jinete y cazador, habilidad que desarrolló en las propiedades de Michoacán y le serían útiles después, cuando ya en la ciudad de México se desenvolvió como jugador de polo y tirador, por lo que participó en la educación que Luciain de Merignac –Campeón Mundial de florete en 1889– ofrecía en su academia de esgrima, gimnasia y tiro.
Ya residiendo en la Ciudad de México, sus habilidades como jugador de Polo le permitieron hacer fructificar cercana amistad con algunos de los hombres más acaudalados del período que se daban cita en el jockey club, incluyendo a José Suinaga y Jorge Gómez de Parada (Ver y Ver), con los que frecuentemente hizo equipo en los terrenos del Hipódromo de La Condesa.
Para la foto de arriba –en la que he señalado al propio Iturbide– que apareció en p.2229 de 6 siglos de Historia Gráfica -tomo IV-, indica Casasola: Parte del equipo de Polo: “Los vencedores, formado -el equipo- por Manuel Campero, Eduardo Iturbide, W. Honey y José Suinaga.”
Además, más adelante en el texto, Casasola agrega: El 16 de marzo de 1920, recibieron la copa de capeones los señores marqués del Apartado, José Suinaga, Jorge Gómez de Parada y Guillermo Rivera Mora. En terrenos del Hipódromo de la Condesa, se efectuó el 7 de mayo de 1921 un brillante juego a beneficio de la Cruz Roja, en el que tomaron parte: blancos, señores Miguel Parada, Antonio Pliego, Guillermo Mora y Jorge Parada; los rojos lo formaban los señores Manuel Campero, Eduardo Iturbide, W. Honey y José Suinaga. Y agrega, además: “El polo que era un deporte que lo jugaban únicamente los ricos, el secretario de Guerra y Marina general Joaquín Amaro lo introdujo y lo hizo obligatorio entre los jefes y oficiales del ejército.”
Aunque la familia Iturbide Plancarte dejó Michoacán hacia 1894 para residir en la Ciudad de México –luego de vender la hacienda de Coapa–, habitaron en la Colonia de los Arquitectos –en la Calle de La Paz–, mientras que Eduardo trabajó inicialmente en la “Casa Boker”; tiempo después, regresó a Michoacán y por algún tiempo se hizo cargo con su hermano Eugenio de la hacienda “El Calvario” logrando hacerla prosperar…
Arriba, parte de la ex hacienda de Huadancareo en la que también intervendría Iturbide.
Para 1904, Eduardo Iturbide casó con Ana María de Jesús Carmen de la Expectación Rubio Obregón, ligada a las familias Romero-Rubio y Fernández-Castelló. La hermana menor de Ana María, María Concepción Rubio pasó a vivir con la pareja y con ellos permanecería como albacea y luego heredera.
Luego de dedicarse a hacer productiva “El Calvario” y por la súbita muerte de su hermano, Iturbide volvió a la capital con su esposa y su cuñada. Nos cuenta el propio Iturbide en sus memorias “Mi paso por la vida” que en 1941 publicó en la Editorial Cultura:
“Nosotros vivimos en 1905 pared por medio con la familia Madero en la calle de Londres…” –Cabe aclarar que la casa de don Pancho Madero estaba en la esquina de Berlín y Liverpool de la entonces “Colonia del Paseo”, que luego de 1910 se llamaría Colonia Juárez– (Ver ).
Los otros miembros de la familia establecerían magníficas relaciones por matrimonio, con Eugenio Iturbide Plancarte que contrajo matrimonio el 27 de enero de 1905 en Londres, con Dolores Sanz Calderón (foto de arriba), aunque moriría al poco tiempo; Carmen I. P. (1882-1938) que casó en noviembre de 1904 con Manuel Romero-Vargas Marín (1870-1913); Teresa I. P. (n.1883) que contrajo nupcias en mayo de 1913 con Alfonso Castelló Sosa (1880-1974); Luisa I. P. (n.1885) que casaría en mayo de 1916 con Manuel Rincón-Gallardo Romero de Terreros (1882-1933, hijo de don Pedro Maximino Francisco de Paula Rincón-Gallardo Rosso –ligado al Marquesado de Guadalupe Gallardo– y Paz Romero de Terreros Gómez de Parada) (Ver); Virginia I. P. (1889-1969) que en agosto 1911 casaría con José Ignacio Limantour Mariscal (n.1887) (Ver); Dolores I. P. (1893-1985) que para enero de 1925, contrajo matrimonio en Morelia con Pedro Carlos Martín Wilson (1892-1967) y la hermana menor Laura I. P. (n.1901) que el 17 de julio de 1922 contraería matrimonio en el templo de Santa Brígida con José Cobián Fernández del Valle (1898-1955) (Ver).
Entre esos “logros matrimoniales”, son de destacar las hermanas Luisa y Virginia, que casaría una con Manuel Rincón-Gallardo Romero de Terreros –Luisa– y con el exuberante José Ignacio Julio Limantour Mariscal (n.1887) la otra –Virginia (foto de arriba)–, entusiasta corredor de automóviles e hijo mayor del acaudalado banquero Julio M. Limantour que apenas había muerto el 11 de octubre de1909; en 1912, “Virginia y José Ignacio” eran la pareja del momento por excelencia, y al año siguiente José Ignacio Limantour se hizo aún más notorio cuando organizó con Rafael Aldúcin la primera carrera en una pista urbana… (Ver)
Es relevante mencionar que a pesar de no haber una relación directa con el Emperador Agustín I de México -Agustín de Iturbide- el apellido conservaba algún encanto, ya que ambos -Agustín Iturbide -padre- y Pedro Antonio Iturbide habían llegado en el S. XVIII, provenientes del valle del Baztán en Navarra. De hecho, había un parentesco más directo con Ana Huarte -emperatriz de México- ya que Carmen Huarte y Sánchez de Tagle -hermana de la anterior-, era la abuela de Eduardo Iturbide Plancarte. Esta tenue relación con el 1º Imperio tendría graves consecuencias para don Eduardo durante la revolución y en 1914. Como referencia aparece abajo, el escudo del imperio de Agustín de Iturbide, pequeño óleo sobre tela (54 x 41 cm.) que es parte de la colección Museo de Historia Mexicana en Monterrey.
Para enero de 1909 don Eduardo vendió la hacienda “El Calvario”, según nos cuenta, con una buena utilidad –“…quedándome un capital líquido en buenos valores de unos doscientos mil pesos.” – y ya establecido en la Ciudad de México, habitó con su esposa y sobrina “… donde teníamos una casa pequeña en la calle de Nápoles, en una de las nuevas colonias; la arreglamos muy bien: teníamos un coche con tres bonitos caballos y pude dar a mi mujer lo que nunca había soñado tener ninguno de los dos”. -Aquella casa debe haber estado en la calle de Nápoles Nº70, donde ahora hay un pequeño edificio de seis niveles y justo frente a una sorprendente casa que hacia 1907 edificó el arquitecto Adamo Boari en Nápoles Nº67 -ahora la escuela Primaria “Miguel de Unamuno”-.
Desde 1906, don Eduardo se aventuró en nuevas empresas con el apoyo de un par de amigos y un préstamo del apenas creado “Banco Mexicano de Comercio e Industria”: por un lado, hacer productivo el rancho “San Vicente” en las riberas del río Coahuyana –que limita los estados de Colima y Michoacán–, para beneficiar 8,000 hectáreas de tierra de aluvión y sembrar caña de azúcar, para enviar la producción directamente a San Francisco. Por otro, revitalizar la vieja hacienda de “Huadancareo” –fundada en el S. XVII por los agustinos de Michoacán–, que prometía abundante producción de maíz y frijol en las tierras anegadas al norte del lago de Cuitzeo; y finalmente, lograr clara mejora en la producción de “Zinciro” –también en la ribera de Ciutzeo–. Aunque para las “Fiestas del Centenario” parecía lograrse el objetivo, los disturbios que iniciados desde 1910 por los bandidos que merodeaban el área, causaron un desplome en la producción de 1911 y para 1913 –luego de saqueado San Vicente primero (donde los bandidos mataron a varios empleados) y luego Huadancareo y Zinicro– Iturbide abandonó la aventura y regresó a la Ciudad de México.
Aparece aquí el Banco Mexicano de Comercio e Industria, que parcialmente fundó aquella aventura de Coahuayana y con el que Eduardo Iturbide tendría una larga y próspera relación; desde 1902, se había establecido la “Sucursal mexicana del Banco Alemán Trasatlántico” (BAT) -dependiente y/o filial del Deutsche Bank-, cuya intención era lograr –en lo relativo al comercio exterior– la paridad alemana con los bancos ingleses (que dominaban las transacciones financieras en México), y que se creó precisamente en ese 1902. El responsable de la primera administración del BAT fue el Cónsul del Imperio Alemán, Pablo Kosidowski, que desde su misión consular, vigilaba los negocios de los súbditos alemanes y cuidaba las buenas relaciones con el gobierno, en especial con el ministro de Hacienda, don José Y. Limantour.
Además de otras varias adquisiciones –como el edificio de oficinas en Cadena 5, frente a la residencia de Porfirio Díaz– dos años después, el BAT decidió edificar para su director una residencia en la novísima Colonia Roma, que se construiría en un predio de 713m² y adquirido desde 1904 sobre la proyectada calle de Tonalá, a medio camino entre Durango y la diagonal Veracruz (ahora avenida Insurgentes), apenas a unos pasos de la gran residencia que uno de los inversionistas –Mr. A. Armour– construiría para sí (Ver) en la cuchilla de Veracruz y Puebla.
Aquella “Colonia Roma” nació desde 1903 gracias a la “Compañía Fraccionadora de la Calzada de Chapultepec, S.A.” –sociedad en que participaron Edward Brown, Gabriel Morton, C.C. Lamm, Walter Orrin (Gerente), Pedro Lascuráin y otros inversionistas– y que en 1904 iniciaron los trabajos definitivos para trazo, nivelación y saneamiento; el 17 mayo de 1905 quedó redactado un “CONTRATO Celebrado entre la dirección General de Obras Públicas, el Sr. Leandro F. Payró, en representación de la compañía de pavimentos de adoquines de asfalto, y el Sr. Lic. D. Pedro Lascurain, en representación de la compañía de terrenos de la calzada de Chapultepec S.A., para pavimentar las calzadas de treinta y tres calles en la Colonia Roma.” En la imagen de abajo –que corresponde a una copia heliográfica del “Plano de lotes de la Colonia Roma” y está fechado en 1917–, he marcado el sitio en que se edificó la casa de Tonalá Nº20.
No tengo datos respecto al constructor o diseñador de la residencia, pero para 1906, cuando por negociaciones con “Speyer & Co.” el BAT se transformó en “Banco Mexicano de Comercio e Industria” (BMCI), la casa se había terminado y albergó inicialmente a Mr. James Walker, encargado de las negociaciones con don Pablo Macedo (directivo del Banco Nacional de México) y don Hugo Sherer, pivote central de los acuerdos y socio mayoritario del nuevo banco.
Así, para octubre, hay noticia en varios diarios de la capital, que la casa apenas terminada en Tonalá Nº20 era ocupada por el señor James W. Walker, que se hacía cargo del banco apenas transformado en BMCI, luego de que el 27 de julio de 1906, Rafael Núñez, subsecretario de Hacienda, Albert Fricke y Martin Ribon, en representación de Richard Schuster –alto directivo del DB– y el propio Walker, firmaron el contrato que dio apertura oficial al BMCI -Banco de Comercio-; la casa albergó luego de las Fiestas del Centenario a don Elías S. De Lima, sucesor de Walker en la dirección del BMCI y después durante el gobierno del presidente Francisco Madero, enfrentando también el difícil período de transición durante el gobierno de Victoriano Huerta...
A diferencia de muchas de las modernas residencias que se edificarían luego en la Colonia Roma, la casa de Tonalá Nº20 presenta un diseño que parece recordar la vieja tradición colonial, alineando el paramento al frente, marcando una planta noble y creando un espectacular portalón de acceso que pareciera dar paso a un patio…
Esa fachada estaría guarnecida con trabajo de cantería de muy diversa inspiración ornamental, con ventanas de vena medieval, escudos heráldicos de procedencia diversa y balaustradas de inspiración académica, todo en un curioso conjunto ecléctico que claramente refleja ese gusto finisecular por lo diverso, que en México tendría gran éxito en los primeros años del siglo XX.
Pasado ese portal, la casa tendría elementos de mayor modernidad, con una amplio jardín que permitía a la fachada de orientación sur abrir las ventanas de recámaras a esa mejor orientación, manteniendo las áreas de servicio en el piso bajo, mientras que una espectacular escalera ceremonial permitía subir a la planta noble desde la puerta-cochera.
La distribución general de la casa –diseñada sobre un esquema en “L”–, albergaba en esa “planta noble” los salones públicos con ventanas hacia la calle, mientras que las zonas privadas se alineaban con ventanas hacia el jardín, con grandes ventanas saledizas -a manera de “bay window”- para biblioteca y recámara principal, mientras que un amplio pórtico cubierto recibía la escalera ceremonial en ese gran hueco creado por el portalón y puerta cochera; abajo, además de un amplio salón, sala de juegos y un par de habitaciones, se colocaron las dependencias de servicio, incluyendo escalera, cocina, cocheras y probablemente caballeriza. Además, al fondo del jardín se colocó una fuente, que, a manera de abrevadero, pudo dar además alivio a los caballos…
Sin duda, el elemento más conspicuo del conjunto, sería la escalinata ceremonial que lleva del portal al vestíbulo alto, escalera curva que engalanada de peldaños de mármol y barandal de intrincada herrería, permitía recibir a los visitantes justo al bajar del carruaje o automóvil.
Ya arriba, el convidado ponía pie en una terraza cubierta y limitada por columnas y balaustrada que permitía amplia vista hacia el jardín y que tan agradable resultó, que pronto se cerró con herrería y vidrios –seguramente ya en tiempos de don Eduardo y doña Ana María– para transformarla en aposento en lugar de simple espacio de paso…
Tonalá Nº20 debió así funcionar como residencia de Mr. James W. Walker primero y don Elías S. De Lima después, hasta 1914, momento en que para el Banco Mexicano de Comercio e Industria todo cambió, dado que con la derrota de la restauración huertista se marcó el fin de una época para México; además, la gran guerra europea también marcaba el final de una época a nivel mundial. De hecho, el año también comenzó mal para De Lima: quizá por las tensiones o simplemente por algún contagio, el Director del BMCI cayó enfermo y apenas y pudo renovar sus trabajos a mediados del año…
Volvamos entonces a don Eduardo Iturbide, que desde enero de 1901 había fundado con Joaquín Esteban Oseguera, Ramón Ramírez y Francisco Elguero el “Banco Refaccionario de Michoacán” quedando Iturbide como Presidente del Consejo de Administración. El banco se fusionó luego en el Banco de México para crear el “Banco de Michoacán” -banco emisor- quedando como consejeros los hermanos Eduardo y Felipe Iturbide. Luego de la muerte del primero en 1905, y con un pie en Michoacán y otro en la Ciudad de México, luego de las fiestas del Centenario don Eduardo miró la llegada a la presidencia de Francisco Madero, y luego del sobresalto de la “Decena trágica” –cuando pasó a dar sus condolencias a la familia– miró la degradación del sistema administrativo y legal en México; la sorpresa llegaría en 1914, cuando casi de inmediato, el presidente golpista -Victoriano Huerta- propuso a Iturbide gobernar la Ciudad de México...
En su muy personal visión del período, nos cuenta Iturbide en la página 89 de “Mi paso por la vida” -1941, Ed. Cultura- que:
Desde sus principios, el gobierno del señor Madero se manifestó falto de organización. Inmediatamente comenzó a perderse el respeto y la obediencia a las autoridades; nacieron las rivalidades entre los soldados improvisados de la revolución y los militares de carrera; pronto se levantó Zapata en el Sur y poco más tarde Pascual Orozco en el Norte; y fue el caso que no volvimos a tener día tranquilo. Todo vino a menos, poco apoco, así la disciplina en el ejército como en los puestos públicos. Los dineros de la Tesorería, economizados peso a peso por Limantour, se evaporaron en un santiamén y comenzaron a revivir los tiempos de antaño, con las arcas públicas vacías y los negocios todos perdiendo terreno.
Arriba, los generales Victoriano Huerta y Manuel Mondragón con el coronel Joaquín Mass, durante la ceremonia del 5 de mayo de 1913 en el panteón de San Fernando, después de depositar una ofrenda en el monumento a Ignacio Zaragoza.
Y sigue don Eduardo Iturbide en “Mi paso por la vida”:
Por entonces había logrado tener la mayoría de las acciones del Banco de Michoacán, Sociedad Anónima, al que habían puesto los accionistas en liquidación y que esperaba volver a poner en trabajo; por esa época, me dijo el Presidente que me iba a nombrar Gobernador del Distrito Federal, y yo no acepté el honor, rogándole que me excusara, tomando en cuenta las responsabilidades que tenía sobre mis hombros…
Y cuenta luego en la p.106 que:
A fines de marzo me enteré, por un amigo, que el General Huerta había vuelto a pensar en mí para Gobernador, y tan luego como lo supe, me fui a Michoacán a esconderme en una pequeña isla en el lago de Pátzcuaro donde teníamos una casita rústica, pensando que se olvidaría de la intención...
Me equivoqué de medio a medio, pues me mandó buscar con el Gobernador Garza y tuve que presentarme en México inmediatamente. Lo encontré fuera del Café de Chapultepec despachando en su automóvil: allí me recibió y me dijo, más o menos: “Me han informado mis amigos que no es usted tonto y que es honrado y valiente. En vista de la situación difícil por la que atraviesa mi gobierno, necesito su ayuda y, al efecto, le voy a ascender a usted a brigadier y a nombrarle Gobernador del Distrito Federal.”
El 15 de abril de 1914, un grave incendio destruyó el edificio de la casa comercial “El Palacio de Hierro”; en la foto de Casasola (aparece en p.1788 de 6 siglos de Historia Gráfica -tomo III-), dice:
“El gobernador del D.F., general Eduardo N. Iturbide con el comandante Blanquet presenciando la terminación del siniestro al Palacio de Hierro.”
En ese puesto, Iturbide duraría poco, dado que Huerta renunció a la presidencia de México el 15 de julio de 1914 después de ser derrotado por las fuerzas constitucionalistas, dejando el gobierno a Francisco S. Carvajal, que tampoco perseveró en el puesto.
En su texto “México: el ejército federal después de su disolución en 1914”, Mario Ramírez Rancaño nos dice que:
Al iniciarse la segunda semana de agosto de 1914, Francisco S. Carvajal consideró que su misión había concluido, que todo estaba perdido, y que su propia vida peligraba. A causa de ello decidió abandonar la Presidencia de la República y salir hacia el puerto de Veracruz. A las dos de la madrugada del 13 de agosto de 1914, Carvajal y algunos de sus colaboradores abordaron el tren. Lo acompañaban José María Luján, Antonio Escandón y Eduardo Preciat Castillo, subsecretarios de Gobernación, Comercio e Industria y Justicia, respectivamente, además de Joaquín García Pimentel. En vista de la salida de Carvajal, Eduardo Iturbide, gobernador del Distrito Federal, se quedó al frente del gobierno, y José Refugio Velasco como jefe supremo del ejército. (“Don Eduardo Iturbide queda como gobernador de México”, en El Imparcial, 13 de agosto de 1914. Una versión detallada se encuentra en Federico Gamboa, Mi diario VI -1912-1919-)
El temor era que las fuerzas comandadas por Álvaro Obregón tomarían la Ciudad de México con violencia y los daños serían irreparables. Así Iturbide y un grupo de representantes diplomáticos se dirigieron a entrevistarse con don Venustiano Carranza. En la foto de arriba, iniciadas las pláticas en Teoloyucan, aparecen Eduardo Iturbide y Álvaro Obregón, segundo y tercero desde la izquierda.
Narra Iturbide en la página 136 de “Mi paso por la vida” que:
A las 9 de la mañana me recibió Don Venustiano en su carro particular y me hizo sentar a su lado; tomaron también asiento el General Obregón y el General Pablo González, y quedaron de pie el licenciado Isidro Fabela y el general Juan Barragán. El señor Carranza tenía un aspecto en extremo respetable; hablaba muy claro y muy calmosamente…
El General Obregón repitió al Primer Jefe nuestra conversación del día anterior y mis proposiciones de rendir la plaza, siempre que nos dieran garantías de vidas y propiedades. Escuchó con paciencia Don Venustiano a su General y cuando éste hubo concluido, contestó, dirigiéndose a mí: “Todo el país está hecho pedazos y sus pobres habitantes han sufrido lo indecible con la revuelta; sólo la ciudad de México nada ha perdido y, sin embargo, es siempre cuna de todos los cuartelazos y todas las revoluciones; justo es que pague esta vez sus faltas y la vamos a castigar duramente, igual que a usted y a todos los que ayudaron a Huerta…
Afortunadamente, Carranza cambió de parecer y luego de solicitar las legalidades necesarias, se firmó la rendición de la plaza…
Así, en su carácter de “Gobernador del Distrito Federal”, Eduardo Iturbide pactó con Álvaro Obregón la ocupación de la Ciudad de México el 13 de agosto de 1914. Entre otras cuestiones se acordó que las tropas federales abandonarían la plaza de México, distribuyéndose en las poblaciones ubicadas a lo largo de la línea del ferrocarril de México a Puebla en grupos no mayores de cinco mil hombres y que “El ejército al mando del general Obregón, consumará la entrada a la ciudad de México, en perfecto orden, y los habitantes de la misma no serán molestado en ningún sentido.”
Abajo, la p.141 de “Mi paso por la vida”:
Vendría luego la huida de Iturbide: Nos cuenta Robert Quirk que “La División del Norte, la fuerza revolucionaria que más había contribuido al derrocamiento militar de Huerta, nunca pudo olvidar el papel que tuvo Iturbide al negociar con Obregón los Tratados de Teoloyucan. Los zapatistas, por su parte, también clamaban venganza contra Iturbide porque había ordenado que entraran en acción militar las fuerzas de la policía federal contra los surianos.”
Iturbide, se había ganado el agradecimiento de los Estados Unidos -y el absoluto rechazo de los revolucionarios- por haber sofocado a la fuerza las manifestaciones antinorteamericanas en la capital, a raíz de los sucesos de Tampico. Más tarde y a petición del cuerpo diplomático, asumió el gobierno de la capital durante el período que medió entre la salida de Carbajal (con la ocupación de México por Obregón) y la huida de Lucio Blanco, a fines de noviembre (con la consiguiente entrada de los zapatistas en la capital).
Arriba, una magnífica imagen -anónima- que muestra la entrada triunfal de las fuerzas Convencionistas a la Ciudad de México por el Paseo de la Reforma, el 6 de diciembre de 1914; a la cabeza marchaban Emiliano Zapata y Francisco Villa.
Dado que los jefes del Ejército Libertador del Sur se opusieron a que Iturbide conservara el mando y mantuviera en paz la capital mientras ellos la ocupaban, tuvo que esconderse y vivir en casa de diversos ingleses, norteamericanos o mexicanos, siempre amigos de su confianza; esa existencia de gitano no podía durar, y como las noticias acerca de ejecuciones eran cada vez más frecuentes, no tardó en ver la gravedad de la situación y decidió salir del país. De no haber sido por el embajador Canova, Iturbide probablemente habría muerto víctima de la violencia revolucionaria, que se cebó en los hombres que habían servido al gobierno de Huerta.
Aunque luego de periplos diversos –que al interesado recomiendo leer en “Mi paso por la vida” del propio Iturbide– y con la ayuda de embajadores y amigos del viejo régimen, logró llegar a los EE.UU. y movilizar diversos apoyos para intervenir en la lucha. Por desgracia, sus esfuerzos eran mal vistos por los villistas y las acusaciones –generalmente infundadas– no se hicieron esperar; así, de Francisco Pineda Gómez, en su «Ejército Libertador, 1915» transcribo:
Eduardo Iturbide -miembro de la “casa imperial” de Agustín de Iturbide, primer emperador fusilado por la república- ha sido apoyado por compañías petroleras extranjeras y por el cardenal James Gibbons, uno de los capitanes de la derecha estadounidense, presidente del Consejo Católico Nacional de Guerra durante la intervención de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial… Es indispensabel hacerle pagar por los infundios contra el país que por culpa suya se desangra.
Arriba Iturbide con el general Snyman del ejército Boer del Transvaal, que le asistió en la huida y encaminó a pasar la frontera cerca de Ojinaga.
En los EE. UU. Iturbide viajó en diversas ocasiones a Washington para entrevistarse con los políticos; residió luego -con su esposa y sobrina- en Nueva York, donde trabajó en el despacho de don Emilio Rabasa y se ganó la vida exportando “chacharas”, medicamentos y alimentos a México. Para 1918 -luego de intentar volver a México y ser expatriado- pasó un período en Corpus Christi -Texas- dedicado a los negocios de don Pablo Escandón y bajo el alias C.Y. Plancarte, enviaba medicamentos como “Salvarsan” -medicamento contra la sífilis- a México.
A principio de 1919 Iturbide regresó a México auspiciado por Carranza, pero para 1920 cayó su gobierno y fue luego asesinado en Tlaxcalaltongo. Desde fines de 1921, Mr. James Speyer encargó a Iturbide sus asuntos en México y en 1922 lo nombró gerente del Banco Mexicano de Comercio e Industria (el BMCI de líneas arriba) sustituyendo a don Elías S. De Lima a la cabeza de la maltrecha institución.
En “Apuntes de Historia de la Escuela Libre de Derecho” nos cuenta Enrique Toroella De la Estrada : “Nos hallábamos en las oficinas altas del Banco de Comercio, cuyo subdirector era Eduardo Iturbide y Plancarte, hombre de mucha capacidad intelectual, muy listo para los negocios, casado con una señora Rubio. Los…”
Desde 1923, el matrimonio Iturbide Plancarte/Rubio Obregón, recibió la casa de Tonalá Nº20, aunque habría que esperar al año siguiente para ocuparla, luego de que don Eduardo compró la mayoría de las acciones del BMCI y lo liquidó con buena utilidad, incluyendo en el trato la casa y su amueblado; además no fue sino hasta inicio de 1924 que Virginia Iturbide terminó la remodelación que encargó su hermano (Ver).
Al exterior apenas debió haber alguna intervención por parte de Virginia Iturbide, y la casa conservó la totalidad de los elementos con que fue originalmente edificada en 1906. Seguramente recibió algún mantenimiento, pintura y se debió refrescar la talla y herrerías creadas casi veinte años antes.
Al interior, se debieron actualizar las instalaciones eléctrica y sanitaria, colocaron muebles y decoraciones que para entonces resultaban de absoluta vanguardia; un magnífico ejemplo son los dos salones al frente de la casa –conjunto de estancia y comedor que sumaban poco más de 60m²–, que frente a los grandes ventanales de inspiración gótica recibieron la sala principal con acceso desde el gran vestíbulo y el amplio comedor principal, con acceso también desde el vestíbulo y además conectado con “pantry” y cocina.
Las imágenes que acompañan esta parte de la descripción, corresponden al estado que guardaba la casa luego de la restauración que ya entrado el S. XXI hiciera “CAV Diseño e Ingeniería, SA de CV” de los hermanos e ingenieros civiles y Javier y Ramón Velázquez, con la restauración a cargo de Liliana Olvera, el ingeniero Ricardo Padilla y el arquitecto Gilberto Leal.
Edificada sobre aquel terreno de 713m² y poco más de 20m frente a Tonalá, la edificación que se acercaba a los 860m² construidos, mantuvo la distribución original, con un gran vestíbulo al que se accedía -luego de subir por amplia escalera- desde la terraza/recibidor, y permitía el paso tanto a estancia y comedor, como a biblioteca y zona privada.
Arriba, el vestíbulo de Tonalá Nº20, con -a la izquierda- la puerta que da paso al comedor; abajo la biblioteca, con su ventana al jardín y a la derecha, la puerta al vestíbulo.
Aunque se conservó intacta la sorprendente escalera de acceso al piso alto, la terraza/recibidor limitada por columnas y balaustradas se cerró con herrería metálica, preservando la vista hacia el amplio jardín –poco más de 225m²– y transformó en una de las estancias más agradables de la casa.
Inmersa en la tradición finisecular, el esquema de esa “Planta noble” de la casa, ligaba las habitaciones gracias a un pasillo interior que permitía acceso desde el vestíbulo ceremonial al antecomedor, cocina, recámaras, servicios sanitarios y escalera interior para descender al piso bajo.
Hasta donde tengo entendido, la casa aún conserva un baño en el estado que guardaba hacia 1920, con tina exenta y de patas, excusado de tanque separado (el original debió ser alto) y un lavabo de pedestal rodeados por un lambrín de mosaico, todo sobre un piso de diseño hexagonal que repite el dibujo del que se colocó en la terraza.
Una de las aportaciones de Virginia Iturbide –que tuvo una destacada labor como diseñadora, incluyendo en su haber una boutique de moda femenina y el diseño interior de varias residencias– y que la casa conservó hasta bien entrado el S. XXI, fueron un par de sillones y muebles integrados con espejo en terraza y biblioteca, que recuerdan lo que luego diseñó para su sobrino –Luis de Yturbe y Limantour– hacia 1939 en Lomas de Chapultepec (Ver).
Mención especial merecen los lambrines de madera en vestíbulo y biblioteca, que renovados en 1924 y remozados en 2014, muestran mucho de ese espíritu ecléctico en la decoración que aún ahora conserva la casa.
Hasta donde tengo entendido, don Eduardo seguiría habitando la casa de Tonalá Nº20 por varios años y hasta su muerte -cuando la propiedad pasó a su sobrino don José Castelló-, manteniéndose activo en los negocios e incluso aprendiendo a pilotear aviones entre 1928 y 1930.
Abajo, aparecen hacia 1939, don Eduardo Iturbide con Fritz Bieler Doebele, de quien Iturbide nos dice: “…a quien considero uno de mis mejores amigos extranjeros.”; Bieler (Gailingen, 1895-Ciudad de México,1957) fue un piloto de combate alemán que luego sirvió como instructor de vuelo en la Fuerza Aérea Mexicana y realizó vuelos récord de larga distancia, incluyendo uno alrededor del mundo en 1935. Bieler también fue piloto fumigador, dueño de una escuela de vuelo privada -período en que se hizo amigo de Iturbide- y ejecutivo de la aerolínea Mexicana de Aviación; hacia 1948, compró la abandonada Hacienda de Cocoyoc en el estado de Morelos y la transformó en un hotel y golf Club…
Además, de ese período vale la pena anotar dos interesantes hitos relacionados directamente con la casa:
Hacia 1930, don Eduardo entabló amistad con Ernesto García «El Chango» Cabral (Huatusco 1890 - Ciudad de México1968), un dibujante y pintor mexicano que ganó fama como caricaturista, primero en la nueva revista semanal “Multicolor” de 1911 –dirigida por Mario Vitoria–, luego en las portadas de Revista de Revistas, así como en “La vida en broma” –de Pepe Nava (José F. Elizondo) y “Monos” de Cabral– . Parece ser que en este período don Eduardo encargó a García Cabral una cenefa decorativa –inconclusa– en el cuarto de juegos de la planta baja de su casa, sitio donde convivir y bromear con los amigos.
En su trabajo como ilustrador, Cabral retrató tanto personajes de los barrios bajos como de la socialité, durante los turbulentos años de la revolución y la primera mitad del siglo XX, en una fecunda mezcla de su trunco aprendizaje europeo y práctica autodidacta, con elementos que van desde el Simbolismo y Art Nouveau -al principio de su actividad- hasta los trazos desenvueltos de su obra de madurez.
Su libre y magnífico trazo, fue auténtico látigo con que azotó fuerte las figuras políticas de Madero, Zapata y Elías Calles; línea que sintetizaba las películas más divertidas de Tin Tan; plumazo que mostró la disparidad del México burgués y el México pueblerino, en pleno proceso de cambio durante las décadas del 20’ y 30’…
Aunque el trabajo en Tonalá Nº20 no está firmado, y podría haberse ejecutado cuando la casa pasó a José Castelló, muestra todas las características de las ilustraciones de “Cabral” a final de los años 30’, específicamente lo que aparecía en los dibujos que para ilustrar textos de don José Elizondo ejecutaba la inconfundible mano: “Monos de Cabral”.
El dibujo más sorprendente, es sin duda alguna la chanza al propio Eduardo Iturbide, montado sobre una risueña mula y con atuendo de charro, que mira hacia su amigo y concuño, don Carlos Rincón Gallardo que cae de su charra cabalgadura.
No cabe duda que debe haber habido una fraterna amistad entre Cabral e Iturbide, para tolerar semejante embuste; y más aún cuando pensamos en don Carlos Rincón-Gallardo y Romero de Terreros, nada menos que 4º Marqués Guadalupe Gallardo, 3º Duque Regla, 11º Marqués Villahermosa de Alfaro y portador de la Gran Cruz San Juan de Jerusalén (Malta), y Caballero Santo Sepulcro de Jerusalén, que históricamente era reconocido como magnífico jinete e impulsor de la charrería en México.
Nacido el 31 de julio de 1874 en la Ciudad de México, don Carlos casó con Concepción Cortina Cuevas (n.1876) y era primo carnal de Manuel Rincón-Gallardo Romero de Terreros (1882-1933) casado 1916 con Luisa Iturbide Plancarte, hermana de don Eduardo. Por años establecieron una cercana amistad que seguramente floreció en el Hipódromo y Jockey-Club, jugando frecuentemente al polo y perduró luego durante los difíciles tiempos en que Iturbide dirigió los destinos de la ciudad.
Abajo, en una toma de 1914, aparecen al centro don Carlos Rincón-Gallardo y Romero de Terreros al lado de don Eduardo Iturbide Plancarte.
En la cenefa del cuarto de juegos, Cabral ilustró a otros varios personajes del período –17 hombres y una mujer –, cuya cercanía a Iturbide es indudable, destacando además –y en el mismo tomo que lo hizo con el Marqués Guadalupe– la caricatura de Antonio Riba Cervantes, aviador, cazador y en aquel tiempo, dueño de la magnífica hacienda La Gavia.
Nos dice Iturbide en “Mi paso por la vida”: era Toño Riba “Tirador admirable, como no he visto otro en ninguna parte del mundo, muy modesto y buen compañero, sin envidias ni piques con nadie, siempre listo a dar un consejo al que lo necesitaba, modelo de paciencia y generosidad, con un talento notable y un “esprit” poco común, que nos tenía a todos encantados, cuando pasábamos las noches en los montes o las ciénagas al redeor del fuego, esperando la madrugada para perseguir a los ánsares, las grullas o los venados y jabalíes.”
Acorde a tal descripción, García Cabral presnta a Riba huyendo de un melenudo león…
Finalmente, el propio Ernesto García Cabral, se representa en una esquina, en la circunstancia que lo llevó a conocer al General Iturbide, luego de sus desafiantes caricaturas del presidente Huerta en 1914.
Resulta sorprendente el enterarse que un fragmento de la historia de nuestro país está plasmado en una cenefa -apenas una franja- del cuarto de juegos de Tonalá Nº20.
Otro de los interesantes hitos relacionados directamente con la casa, es que albergo desde 1934 y hasta su muerte -diez años después- a María Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio y Castelló viuda de Díaz, ex Primera Dama de México, viuda del general Porfirio Díaz, que como tía de Teresa Castelló Iturbide y don José Castelló, estableció su residencia en Tonalá Nº20 a su regreso de Europa.
Carmen fue la segunda hija de don Manuel Romero Rubio que se formó como abogado. Agente político liberal, contribuyó en la lucha contra los conservadores y a favor de la resistencia a la invasión francesa. Elegido diputado en 1867, presidió el Congreso durante la declaratoria de don Benito Juárez como presidente electo y a su muerte en 1872 -cuando Lerdo asumió el poder-, Romero Rubio se convirtió en asesor de la Presidencia, llegando luego a ocupar una silla como Senador en 1875. Casado con María Agustina Castelló Rivas en 1861 –año que inició con Benito Juárez entrando triunfalmente a la ciudad de México, luego de derrotar a los conservadores, dando así fin a la Guerra de Reforma–, don Manuel procreó siete hijos iniciando con Manuel Timoteo en 1862, Carmen en 1864, Francisco Javier en 1865, María Dolores en 1867, María Luisa en 1869, Sofía en 1873 y María Eugenia al año siguiente, adoptando las sobrevivientes el apellido Romero-Rubio Castelló. (Ver)
Luego de la muerte de Porfirio Díaz, el 2 de Julio de 1915 en París, doña Carmen decidió volver a México en 1934; ese regreso no pasó desapercibido. La viuda de “Don Porfirio” fue recibida con entusiasmo por viejos porfiristas, muchos curiosos y una prensa que fue amable a pesar de más de dos décadas de exilio. Sin otro interés más que pasar en paz la vejez, doña Carmen vivió con relativa modestia durante más de nueve años en la casa de Tonalá Nº20, sosteniendo una vida social más bien austera.
Arriba, doña Carmen a su llegada a Veracruz, el 1 de noviembre de 1934, aún a bordo del trasatlántico Mexique.
Entrevistada para el periódico Excélsior comentó:
Yo, de México, no me he separado nunca. Me encuentro encantada, me siento feliz de hallarme en mi querido México. He experimentado intensas emociones en todos sentidos; pero vuelvo a decir que me encuentro dichosa, tanto más cuanto que he vuelto a ver personas para mí muy queridas, así de mi familia como de mi amistad. […] en un día que coincide con la fecha de uno de los momentos más dichosos de mi vida, […] en que me casé por lo civil con mi amado e inolvidable esposo…
Arriba, el detalle de una fotografía captada el 5 de noviembre de 1934, durante el recibimiento a doña Carmen Romero Rubio a su llegada a la ciudad de México; instalada en Tonalá Nº20, doña Carmen vivió con relativa modestia durante más de nueve años, período en el que contadas ocasiones se vistió de gala la casa para recibir visitantes.
El 25 de junio de 1944, Carmen Romero Rubio y Castelló falleció en la capital mexicana a los ochenta años. El duelo se recibió en la casa de Quintana Roo Nº87, unas veinte cuadras al sur de la casa de Tonalá; fue sepultada en el Panteón Francés, y la misa fue oficiada por el arzobispo Luis María Martínez.
En 2004, por Acuerdo número 380, se declaró monumento artístico la casa habitación ubicada en calle Tonalá número 20, colonia Roma, Delegación Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, Distrito Federal.
El acuerdo indicaba entre otras muchas cosas:
Que esta obra presenta un alto grado de innovación de acuerdo a la época de su construcción, donde se optimizan los recursos técnicos en las diversas instalaciones, como son el cableado eléctrico oculto, calentador fijo y la agrupación de servicios en su interior. Asimismo, resalta la técnica en el diseño exterior de su fachada por el uso de cantera en diversos elementos, como son un alto rodapié con entrecalles, la decoración de vanos, la balaustrada y el acceso principal en arco de medio punto de doble altura; Que la Comisión Nacional de Zonas y Monumentos Artísticos, en sesión celebrada el día 14 de diciembre de 2004, por unanimidad de sus integrantes opinó a favor de que el inmueble ubicado en calle Tonalá número 20, colonia Roma, Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México, sea declarado monumento artístico, y Que se ha estimado que dicho inmueble es una obra en la que se conjugan la forma, el espacio y la función, logrando un conjunto de relevante valor estético que merece alcanzar el mérito de ser declarado monumento artístico, en atención a lo que he tenido a bien expedir el siguiente…
Como es natural, la casa ha cambiado de propietario al paso del tiempo y en 2014, esa propiedad cayó en don José Luis Calderón que intentó dar el mejor mantenimiento posible al inmueble y en el proceso agregó un amplio departamento en la parte alta; según entiendo, la intervención estuvo a cargo de “CAV Diseño e Ingeniería, SA de CV” de los hermanos e ingenieros civiles y Javier y Ramón Velázquez, con la restauración a cargo de Liliana Olvera, el ingeniero Ricardo Padilla y el arquitecto Gilberto Leal.
El inmueble conserva algunos elementos de enorme interés, además de lo estrictamente histórico, entre lo que sobresale el baño principal, que conserva buena parte de las características que debió tener hacia 1920 y donde además –para la venta de la casa en 2020– se actualizó el decorado.
El magnífico vestíbulo conserva el lambrín –revestimiento de madera en muros– marcos y puertas de madera, donde además se trasladó la chimenea de la sala para crear un nuevo ambiente con amueblado que sorprende en las fotografías promocionales.
En 2020 la casa se puso a la venta, anunciada en las plataformas de “Sotheby’s International Realty”, en que se daban algunos datos:
El cuerpo principal de la propiedad incluye un vestíbulo exterior y uno interior, una espectacular sala, un comedor con capacidad para 12 comensales, una moderna cocina italiana, y una impresionante biblioteca. También cuenta con un antecomedor, dos baños con tina que conservan los mosaicos originales, tres generosas recámaras que se pueden usar para diversos propósitos y una sofisticada sala de juntas completamente equipada con tecnología de punta. La planta baja del edificio es actualmente un espacio concebido para “family office” e incluye una sala de proyecciones.
El texto promocional indicaba además:
Tonalá es un viaje en el tiempo… No es solo una casa, o un museo… Es una experiencia que nos transporta a una época donde la arquitectura y la historia convergen. La casona fue edificada alrededor de 1900 en la colonia Roma, con un estilo ecléctico, a partir de una serie de elementos de diversas corrientes estilísticas como la renacentista, el gótico y el afrancesado.
Con magníficas fotografías y vistoso amueblado, la promoción indicaba también:
Por su importancia en el contexto urbano, La Porfiriana (Tonalá 20) es uno de los 52 Monumentos Artísticos enlistados por el INBA, junto al Palacio de Bellas Artes, el Monumento a la Revolución y el Ángel de la Independencia.
De reciente adición, el tercer piso es un moderno departamento equipado para la vida cotidiana. Una sensacional roof garden de 172 metros cuadrados se integra al departamento por medio de ventanales de cristal de piso a techo. Esta área privada tiene una recámara principal con walk-in closet, así como una recámara secundaria. Para finalizar, una funcional cocina Scavolini de concepto abierto se mezcla con el área social para disfrutar con los invitados o en la intimidad.
Con 220 metros cuadrados de jardín, la propiedad mezcla tecnología de punta (seguridad, paneles solares, pantallas táctiles, sonido) con profundo respeto por la herencia histórica (candiles, candelabros, chimeneas, arte en madera, herrería, mosaicos, etc.).
La Porfiriana es una joya única para aquellos que buscan disfrutar de una vida urbana mientras vislumbran múltiples generaciones de buen gusto y comodidad.
Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las fotografías a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.
Conforme haya más entradas (¡Ya hay más de ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…
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