Edificada desde 1898 al cruce de las avenidas Dinamarca y Londres, en la nueva Colonia Americana —frente a la glorieta que recibía el nombre de Plaza Dinamarca—, el ingeniero Antonio Torres Torija construyó la casa probablemente diseñada por Federico Wulff que el ya presidente municipal de Torreón, coronel Carlos González, edificó para su esposa la señora María Fariño Jove, como sito donde residir en la Ciudad de México cuando el matrimonio decidiera trasladarse a la capital; desafortunadamente doña María falleció en 1911…
Frente a la casa se instaló en 1912 una estatua que rendía homenaje a George Washington —inaugurada por el presidente Francisco I. Madero y el embajador Henry Lane Wilson— por lo que el nombre de la glorieta pasó a ser el de Plaza Washington; ese 22 de febrero del 1912 y luego de la develación de la estatua a medio día, el coronel González -aún de luto- recibió con esplendido piscolabis a los miembros del cuerpo diplomático, así como al presidente de la República.
Luego del asesinato de Madero y Pino Suárez, el coronel decidió mudarse a Barcelona, donde falleció en 1917; entonces la casa pasó a la propiedad de María González Fariño y su esposo don José Andrés Villarreal Sepúlveda, casado desde 1910 con la hija mayor de don Carlos, nacida en 1883; muerta María en 1936, sus herederos vendieron la casa que al poco tiempo sería derribada para edificar ahí un inmueble de habitaciones para renta, que permaneció en funciones como “Departamentos Washington” primero y “Suites Dinamarca” después, hasta 1985 cuando fue también destruido; ahora, el predio está ocupado por un edificio de departamentos de seis niveles, registrado como Dinamarca -Plaza Washington- Nº42.
Carlos González Montes de Oca nació en la entonces Villa de Viesca -Coahuila- (70 Km. al este de Torreón, antes Álamo de Parras, sitio donde Miguel Hidalgo se refugió durante el inicio de la guerra de independencia) el 31 de diciembre de 1846, hijo de don José González Hermosillo y doña Trinidad Montes de Oca – jaliscienses dedicandos a la “arrería”– que se habían trasladado a la región lagunera con su creciente familia en ese mismo año; apenas instalados en Villa de Viesca, nació el menor de la familia que sería bautizado como Carlos.
Aquellas tierras formaron parte de la Nueva Vizcaya, que por derechos de conquista habían pasado a manos de Francisco de Urdiñola y sus descendientes. El marqués de San Miguel de Aguayo y Santa Olaya –don Joseph Aslor Virto de Vera–, obtuvo por esponsales la propiedad y hacia 1730 solicitó le fueran mercedados 115 sitios de ganado menor, que ampliaron sus dominios incluyendo lo que hoy llamamos “Comarca Lagunera” que comprende los municipios de Torreón, Gómez Palacio, Lerdo y poblaciones aledañas a la Laguna de Mayrán.
Arriba, "Plano Corográphico é Hidrográphico de las Provincias de la Nueva Vizcaya y Culiacán de el número de las de Nueva España, situadas entre los 22 y 32 grados de Latitud Boreal y entre los 256 y 271 de Longitud a el respecto de el Meridiano de la Ysla de Tenerife [...]" , fechado el 23 de agosto de 1726 en Santa Fe de Nuevo México y parte de los planos (de una serie de cinco), levantados con motivo de la expedición realizada por el brigadier Pedro de Rivera Villalón a las Provincias Internas del Norte de Nueva España entre los años 1724-1728. Es parte del acervo del Archivo General de Indias de Sevilla, España. Justo al centro, aparece el Río Nazas.
Gracias al presbítero Anacleto Lozano –cura teniente de la Villa de Viesca– que mandó levantar en 1848 un padrón de aquella villa y su jurisdicción, que incluía la enorme Hacienda de San Lorenzo de La Laguna, propiedad que fuera de los marqueses de Aguayo desde el siglo XVIII, sabemos había pasado a manos de los hermanos Jacobo y Carlos Sánchez Navarro al terminar la primera mitad del XIX: En abril de 1848, Leonardo Zuloaga –de origen vasco, aunque de nacionalidad mexicana y estadounidense– y Juan Ignacio Jiménez compraron a los hermanos Sánchez Navarro la Hacienda de San Lorenzo, incluyendo sus anexos entre los que se añadió un sitio llamado Rancho La Concepción, territorio que será relevante en la historia de don Carlos González. Es relevante hacer notar que Zuloaga se avecinó en la margen sur del río Nazas –lo que corresponde al estado de Coahuila–, mientras que Juan Ignacio Jiménez hizo lo propio en la margen norte –correspondiente al estado de Durango– donde luego florecería la ciudad de Gómez Palacio. Como referencia, aparece abajo un fragmento del plano “Región de la laguna y el río Nazas 1910”, que pertenece a la Mapoteca Manuel Orozco y Berra.
Para 1865 y habiendo ya cumplido los 19 años, Carlos González se incorporó a los rebeldes laguneros que apoyaban a don Benito Juárez –se cuenta que el 15 de agosto de ese 1865 entregó en Chihuahua al propio Presidente Juárez importante documentación proveniente de La Laguna, que le mereció felicitación del Ejecutivo peregrino–, incorporándose primero con los revolucionarios de Matamoros y luego sumándose a las fuerzas republicanas al mando del general Mariano Escobedo, y participó en las batallas finales contra el emperador Maximiliano I en Querétaro; parece haber estado ahí cuando cayó la ciudad y fueron capturados los principales personajes del Imperio, aunque se entiende no estuvo ya durante las acciones que darían muerte al emperador y los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, el 19 de Junio de 1867 en el Cerro de las Campanas.
Arriba y parte de la colección del Instituto Nacional de Antropología e Historia –en el Museo de Sitio Casa Juárez–, “Lic. Benito Juárez, izando la enseña patria en la Plaza de la Constitución, frente al ejército después de la intervención francesa”, acuarela/mixta de autor desconocido.
Aparentemente, luego de haber entrado a la Ciudad de México el 21 de junio de 1867 con el general Porfirio Díaz, Carlos González Montes de Oca se retiró a la Hacienda del Torreón ya con el grado de coronel, dado que para 1868, cuando se levantó el primer censo oficial en la propia Hacienda del Torreón –el nueve de marzo de ese año, en un padrón asentado por don Fernando González Montes de Oca–, se registraron 225 habitantes de ambos sexos y en varios casos se anotaron sus ocupaciones respectivas: encabezaba a su grupo familiar el “coronel Carlos González Montes de Oca” acompañado de sus hermanos Urbano y Fernando.
Paradójicamente, existe la versión de que a final de 1871 el coronel González se unió nuevamente a las fuerzas de don Porfirio Díaz cuando el 8 de noviembre se lanzó el Plan de la Noria, dirigido por el general Díaz para impedir que don Benito Juárez contendiera en una nueva reelección. No he encontrado datos fiables respecto a su participación en las manifestaciones que enfrentó el general Sóstenes Rocha en la Ciudadela, aunque sabemos que para el 15 agosto 1865 el coronel Carlos González Montes de Oca, había sido elegido como primer alcalde de Torreón…
Arriba, el óleo "Batalla del 2 de abril de 1867" de José Cusachs, firmado en 1902, donde el pintor catalán representó el triunfo de Porfirio Díaz; parte de la Colección de Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.
De vuelta en Coahuila y siguiendo con el rastro de la Hacienda de la Concha, parece ser que al morir don Leonardo Zuloaga, doña Luisa Ibarra –su viuda– quedó como propietaria de la Hacienda de la Concha, hacienda a la que pertenecía el rancho de La Concepción; confiscada la hacienda por el gobierno liberal, fue liberada en 1867 y devuelta a doña Luisa quien la hipotecó y luego vendió al señor Mateo Lapatza en junio de 1879. Tras la muerte del señor Lapatza, sus herederos vendieron al coronel Carlos González la Hacienda de la Concha en dos partes, una en julio de 1883, y otra en enero de 1884. Ahí y con el cultivo de algodón, florecería la fortuna de González Montes de Oca que ya en 1882 había contraído matrimonio con María Fariño Jove, originaria de Parras –Coahuila–.
En 1883 don Carlos y María Fariño festejarían el nacimiento de su primera hija: María; y por su parte, la doctora María Vargas-Lobsinger nos cuenta en su libro “La Hacienda La Concha una Empresa Algodonera de la Laguna 1883-1917” que el 20 de diciembre de 1883, en venta de remate en el juzgado de Matamoros, Coahuila, “el agricultor y militar Carlos González adquirió la hacienda La Concepción” (hoy ejido La Concha), en una escritura de compraventa protocolizada en Lerdo, Durango.
Nos dice la doctora Vargas-Lobsinger que:
Para controlar personalmente los cultivos de algodón en su latifundio de mañana, tarde y noche, Carlos González decide habitar con su familia en la propia hacienda La Concepción, donde vivió durante veinte años, desde 1884 hasta 1904. Todo lo anotaba y fue un celoso administrador.
El coronel fue jefe político de la Región Lagunera y aunque en 1885 solicitó su baja del ejército, sabemos que ese mismo año –conseguida ya la paz en La Laguna–, se dedicó enérgicamente a la vida productiva y podría decirse fue prototipo del hacendado lagunero como uno de los “señores del algodón”: Había comenzado en 1868 con un contrato de aparcería (a partes iguales) –con su hermano– sus primeras actividades agrícolas en el rancho del Torreón y arrendó el rancho de San Esteban. Once años después compró un gran agostadero e inició su actuación como ganadero. En Torreón mismo compró las tierras que no fueron comprendidas en la constitución de la Villa por don Andrés Eppen y parte de ellas las vendería eventualmente a don Feliciano Cobián, el otro “señor del algodón”.
Sin duda, el punto culminante llegaría en 1884, cuando compró la hacienda de La Concha que transformó en una de las más grandes y prósperas, y que con 17 mil hectáreas en producción algodonera sería primerísima en 1910…
Parece ser que, para fines del siglo XIX, don Carlos González era ya uno de los hombres más adinerados de "La Comarca Lagunera"; en marzo de 1888 el coronel compró la manzana número seis con todos sus lotes –limitada por las avenidas Hidalgo y Presidente Carranza, entre las calles Zaragoza y Valdés Carrillo– en la urbanización que había sido el “Rancho del Torreón” donde construyó bodegas, oficinas y una casa con fachada de cantera y frente a Zaragoza. Para 1901, cuando el Ingeniero Wulff se estableció ya en la villa de Torreón, el coronel González le encomendó la construcción de un hotel con todo lujo en el lote de la esquina de las avenidas Hidalgo y Zaragoza, para ofrecer hospedaje de tipo europeo a comerciantes, industriales y hacendados que visitaban la villa. Luego, y para 1904, edificó también el “Hotel San Carlos” –en la esquina de avenida Hidalgo y Múzquiz–, enfocado a una clientela menos afluente.
El “Hotel San Carlos” –llamado así por el hijo mayor del coronel, Carlos González Fariño– operó con éxito durante varias décadas, con sus 70 habitaciones –anunciadas todas con baño y agua caliente–, además de servicio de lavado y planchado de ropa; desgraciadamente el inmueble se quemó al inicio de la década del 80’.
Para el “Hotel Salvador”, el coronel González encomendó el diseño a aquel Friedrich (Federico) Wulff, originario de San Antonio -Texas-, que había nacido en 1856; luego de estudios básicos, fue enviado a Alemania junto con dos de sus hermanos para concluir su educación. Tras graduarse como ingeniero civil y arquitecto en la Gottfried Wilhelm Leibniz Universität de Hannover, regresó a Estados Unidos en 1876 para iniciar su carrera profesional en San Antonio primero –edificó un par de puentes sobre el Río San Antonio– y luego en Nueva York, aunque al poco tiempo sería empleado por la familia Gónzález Treviño de Nuevo León -México-.
Desde 1881, Wulff llegó a lo que entonces era aún el “Rancho del Torreón”, contratado por los González Treviño para ejecutar el levantamiento topográfico en un predio agrícola que habían comprado. Una de sus hijas, Dalla Wulff de Jamieson –generalmente conocida como Tulita–, escribió una obra titulada "Tulitas of Torreón", que ofrece una encantadora descripción de la vida en aquel Torreón. Durante esa estancia, el ingeniero y arquitecto Federico Wulff estableció lazos permanentes en la ciudad y además de obras de ingeniería hidráulica y planificación urbana –trazó la primera sección de lo que ahora llamamos Torreón–, diseñaría el hotel para González y su propia casa, edificación que aún se conserva, ahora como “Museo Histórico de la Ciudad -Casa del cerro-”…
Desde ahí –su despacho estaba instalado en un edificio anexo de dos pisos junto a la entrada a la casa, frente a la entonces estación ferroviaria–, el ingeniero Wulff se encargaría del diseño y supervisión de obras, incluyendo la del “Hotel Salvador”, que sería uno de los edificios más relevantes en el Torreón de 1901.
Edificado a un lado de su propia casa en Torreón –que luego de la muerte de don Carlos fue ocupada por su hijo y después cedida a la secundaria John F. Kennedy, antes de su demolición a final del S.XX–, el “Hotel Salvador” sería en su momento el hotel más lujoso y vanguardista de la ciudad y “Comarca Lagunera”…
En su crónica de “México al día”, publicada en París en 1911, don Adolfo Dollero –historiador y viajero italiano que con Armando Bornetti y Arturo Vaucresson emprendió un viaje por México y publicó sus impresiones– contaba:
...“Nos alojamos en el Hotel Salvador, verdadero palacio digno de una gran ciudad y provisto de todas las comodidades modernas: Luz eléctrica, timbres eléctricos, elevador hidráulico, en fin, todo el confort deseable. Nos parecía que nos habíamos transportado a Nueva York o a Chicago”.
En 1996 el Ayuntamiento de Torreón publicó en la Gaceta Municipal el reglamento de protección y conservación de los edificios y monumentos que conforman el patrimonio cultural de Torreón –Coahuila–. En el artículo IV se enlistan los edificios que por su valor artístico, arquitectónico e histórico integran el Patrimonio Cultural de Torreón e "...incluye el edificio del Hotel Salvador, en la esquina Sureste del cruzamiento de las calles Zaragoza Sur y Av. Hidalgo Poniente, edificado en 1901 por el ingeniero Wulff…"
Además de su incursión en el cultivo de algodón, ganadería y luego hotelería, el coronel González dejó significativa huella durante su aventura en la administración pública –cuando en enero de 1894 resultó electo como presidente municipal de la aún Villa de El Torreón– en el desarrollo urbano y cultural de Torreón: durante aquella gestión, inició proyectos que tendrían profundo impacto como drenaje y pavimentación, además de la creación del Hospital Civil y el Mercado Juárez, llamando la atención la donación terrenos para la estación del ferrocarril "Coahuila y Pacífico", así como la construcción –con el ingeniero José Farjas– de la primera Plaza de Toros en 1901, edificada en la avenida Morelos, que parece haber tenido un toque exótico con ornamentación mudéjar...
Además, su estampa marcaría las propiedades que atesoró en Coahuila y que estarían ligadas a la prosperidad del estado, así como a otras fortunas, destacando la de los hermanos Feliciano y Prudencio Cobián de Durango (Ver y Ver ) que también desde fin del S. XIX construirían residencias en la Ciudad de México. Abajo, una vista sobre Torreón desde la terraza de la casa Wulff, captada por 1907 u 8; la imagen forma parte de la “Federico Wulff Collection, PH024” de “The Univesity of Texas at El Paso”
Aunque la prosperidad de su comercio algodonero era proverbial y requería de atención permanente, la diversificación y éxito de sus hoteles obligó a don Carlos tomarse algunas libertades en el empleo de su tiempo y viajar con frecuencia a diversas ciudades de los EEUU, Europa y del interior del país. Fue seguramente en ese período –a final del siglo XIX– que don Carlos decidió edificar para su esposa María una residencia en la Ciudad de México, en el nuevo fraccionamiento llamado “Colonia Americana” que al poco tiempo se transformaría en Colonia Juárez.
Cuando en 1866 se hizo el trazo para la avenida imperial ordenada por Maximiliano I –al que el coronel González ayudó a derrocar– y ejecutada por Luís Bolland, el protocolariamente conocido como Paseo de la Emperatriz atravesaba los terrenos que tiempo atrás habían pertenecido al 5° Conde de Santa María de Guadalupe del Peñasco, don José Mariano Espinosa y Cuevas.
Arriba, en un fragmento del plano dibujado por los ingenieros Mc. Clellan y Hardcastle en 1847, titulado “Battles of Mexico” –que es parte del acervo de la Mapoteca Orozco y Berra– puede verse el estado que guardaba la zona en esa fecha. Bajo el título, aparece la Loma de Chapultepec –que entonces albergaba el Colegio Militar– y a la extrema izquierda el Molino del Rey; arriba y a la extrema derecha, el casco de la ciudad de aquella época, que hacia el poniente apenas llegaba hasta la hoy Avenida Balderas y el edificio de “La Ciudadela”; al centro, aparece lo que ahora llamamos Avenida Chapultepec y que ahí aparece marcado como “Aqueduct of Belem”, y sorprende el que aún no existe el trazo de lo que hoy llamamos Paseo de la Reforma (que he señalado en rojo). Como referencia, la estrella roja marca el sitio aproximado en que hoy se encuentran los restos de la casa en la calle de Dinamarca -Plaza Washington- Nº42.
De origen, esos terrenos formaban parte de la enorme extensión ofrecida a postores tras la venta de las propiedades del 5° Conde de Santa María de Guadalupe del Peñasco, Ingeniero don José Mariano Espinosa y Cuevas. Entre 1865 y 1872 la zona al norte de la Calzada del Acueducto pasó a formar parte de la Hacienda de la Teja, propiedad del ingeniero Francisco Somera y sobre cuyos peculios se perfiló el “Paseo de la Emperatriz” que hoy llamamos Paseo de la Reforma (Ver), avenida trazada por el ingeniero Luís Bolland por orden expresa de Maximiliano I, ligando de manera conveniente el Cerro de Chapultepec –donde edificaría su Residencia Imperial– con la primera glorieta del Paseo de Bucareli, sitio en que se había colocado la estatua ecuestre de Carlos IV en 1852.
La avenida, que en palabras de José María Marroqui, “…en su momento apenas llegó a ser angosta y sin adorno alguno”, no era aún eco de los grandes bulevares europeos, por lo que en 1880 cuando se trazó la “Colonia Limantour”, las calles siguieron la retícula normada por el Paseo de Bucareli, aun a pesar de que en la glorieta cercana se había colocado en 1877 el monumento a Cristóbal Colón donado por Antonio Escandón y esculturas ejecutadas por Charles Cordier, y en la siguiente glorieta del paseo se edificaba ya un monumento a la memoria de Cuauhtémoc. La primera piedra de aquel otro monumento fue colocada el 5 de mayo de 1878, cuando en su entorno no había más que huertos y milpa; durante su inauguración el 21 de agosto de 1887, Manuel Gutiérrez Nájera apuntó:
“Pasead a todas horas por ésta calzada de la Reforma, si es que no podéis alejaros más de la ciudad. ¿No habéis observado cómo la ciudad marcha rumbo a occidente? …México parece como irse desprendiendo y alejando del lugar en donde la dejaron los conquistadores… ¡Cómo brotan casas en esta anchurosa calzada dedicada a la Reforma! Pronto, sin duda, México se unirá a Tacubaya, que lo espera como una novia espera al novio, con prendido de flores y con una rosa en el corpiño…”
Arriba, el “Plano de la Colonia de la Teja - 1881” –que forma parte de la colección de la Biblioteca del Museo de la Ciudad de México–; aunque la urbanización final no corresponde exactamente al proyecto (nótese que a las glorietas no desembocan calles principales), el diseño de retícula alineada al Paseo se conservó. Abajo, una fotografía captada en 1904 por Guillermo Kahlo, donde se observa el ya Paseo de la Reforma con los monumentos a Colón y Cuauhtémoc.
Así, para 1881, la vasta propiedad de la hacienda del ingeniero Francisco Somera, entre las calzadas de los acueductos de Belem y San Cosme fue proyecto de fraccionamiento por don Rafael Martínez de la Torre ‒abogado, Regidor del Ayuntamiento de México y Diputado ante el Congreso de la Unión‒, sin que se lograra concretar la permisión; para 1882, Martínez de la Torre cedió los derechos de la urbanización a Salvador y Javier Malo Valdivielso y así comenzó la urbanización del sector Sur-oriente del proyecto que incorporaba la Colonia Limantour, aunque modificando la retícula.
Aunque el ambicioso proyecto de fraccionamiento de Martínez de la Torre y los hermanos Malo no prosperó en su totalidad, para 1895 la sección sur-oriente se había trazado y urbanizado, pasando a ser la “Colonia del Paseo”, sitio que se consideraba el nuevo sector “Correcto y deseable” en el crecimiento de la ciudad y en el que se edificarían las extraordinarias residencias de la Colonia Americana...
Abajo, en una imagen de 1898 aparece la calle de Berlín mirando hacia el sur, con el encuentro de las calles de Londres al centro y Liverpool al fondo (ninguna de las edificaciones que aparecen en la toma se conserva); la foto -con caballos- es de R. J. Carmichael y apareció en “México Ilustrado” de J. R. Southworth, Tomo VII de 1903.
Desde 1886, se decidió ampliar la urbanización hacia el poniente y buena parte de los predios quedaron en propiedad del Banco de Londres y México y la “Compañía de Mejoras de los Terrenos de Chapultepec” en remate celebrado en 1896, sociedad en la que don Thomas Braniff acumulaba el 45% de las acciones en compañía de Félix Cuevas (20%), Rafael Dondé (20%) y el propio Banco (15%) del el que Mr. H.C. Waters había fungido como Gerente General desde 1878.
Abajo, en el fragmento de un plano fechado en 1907 que describe la urbanización de la Ciudad de México, he señalado el trapecio que delimita la zona que inició como Colonia del Paseo y se llamaría Colonia Americana a cargo de la “Compañía de Mejoras de los Terrenos de Chapultepec”. Al cruce de Londres y Dinamarca –con su glorieta– he señalado el sitio en que desde 1898 se edificó la casa González/Fariño.
El trazo cardinal de esa urbanización que se conoció como “La Colonia Americana” usaba el eje de la calle que ahora llamamos Dinamarca (que iniciaba al cruce del Paseo y la Calzada de los Insurgentes) y la ahora Londres (Paralela al Paseo de la Reforma) ‒que se cruzaban en una amplia glorieta‒ para organizar la nueva retícula y articularla con las grandes manzanas del Paseo de Bucareli hacia el oriente (el límite era la actual calle de Versalles) y la anterior colonia Limantour hacia el norte (el límite era la actual calle de Roma), mientras que la urbanización terminaba hacia el sur en la avenida del Acueducto de Belem (hoy Avenida Chapultepec) y hacia el poniente frente a la “Calzada de los Insurgentes”…
La tradición cuenta –cosa que aseveran Héctor Manuel Romero y otros muchos‒ que la nomenclatura se debe al ingeniero, historiador y diplomático Dr. Ricardo García Granados, uno de los pioneros en aventurarse a vivir en aquellas lejanías –en la Avenida Reforma 2, que sería luego Hamburgo–; se cuenta que así ensalzaba la memoria de aquellas ciudades de Europa en las que había vivido durante el servicio exterior y en las que habían nacido sus hijos, aunque en realidad, únicamente fungió como vicecónsul de México en Hamburgo, y encargado de negocios en El Salvador y Cuba.
En aquella Colonia del Paseo de los últimos años del siglo XIX, la primera parte en poblarse fue la sección Oriente, con las casas del propio Sr. García Granados en Hamburgo, y las de los Sres. Arturo Smith y Thomas Philipps en la calle de Roma, límite con lo que había sido la colonia Limantour y ya incorporada a la Colonia del Paseo, que luego –ampliada– sería Colonia Americana y desde 1906 conocemos como Colonia Juárez.
Arriba, en una imágen que apareció en “El Mundo ilustrado” el 18 de marzo de 1900, la casa de los Señores García Granados sobre la calle de Hamburgo; abajo, la casa del coronel González Montes de Oca en proceso de construcción en 1898, al cruce de las calles Dinamarca y Londres –la avenida que se descubre a la derecha y de la que se distinguen los cruces con Berlín y Bruselas y Roma– en una postal de “Latapi y Bert”.
Algunas de las residencias más sorprendentes se habían edificado ya al cruce de esa calle de Londres con Berlín, encabezando la esquina la casa del señor Hugo Marquard –representante en México de la “Poenix Assurance Company of London”– así como la de don Oscar Braniff a medio camino hacia Hamburgo ; las construcciones con torreones, pórticos y remates a la inglesa o francesa, son representativas de aquel eclecticismo que a fines del S. XIX se había vuelto tan popular en el mundo entero y provocaba agitación vanguardista en México…
Abajo, aparece de nuevo la calle de Berlín en una toma ya de 1925, con las fachadas que miran hacia el Sur-poniente entre las calles de Hamburgo y Londres; a la derecha, la casa del señor Hugo Marquard –cubierta por hiedra– seguida de la casa Frenk y luego el torreón de la casa de don Oscar Braniff Ricard y Guadalupe Cánovas y Portillo, buenos ejemplos todos de la arquitectura ecléctica de final de siglo XIX.
Aunque es probable que el conjunto más sorprendente de la zona se haya edificado desde 1899 sobre la propia calle de Dinamarca, entre Londres y Liverpool –3ª de Dinamarca–, con la “Privada” de diez casas de dos niveles marcadas con el número 420 (aunque el conjunto fue destruido sería luego reedificado con departamentos de corte moderno y hora se identifica con el Nº50 de la calle Dinamarca).
Ese conjunto de “Estilo inglés” con intricado aparejo de tabique en las fachadas y ecléctico lenguaje, sería inmortalizado como escenario en la película “Una familia de tantas”, dirigida por Alejandro Galindo y protagonizada por Fernando Soler, filmada en 1948 aprovechando el conjunto como contexto y estrenada al año siguiente durante la inauguración del Cine Opera…
Es precisamente en esa trama urbana que se construyó la casa del coronel González Montes de Oca, entre edificaciones que lo mismo evocaban el renacimiento francés o el período Tudor britanico, creada con una infusión que podríamos calificar como medievalista, haciendo referencia a algún período del pasado en que las fortalezas con garitas almenadas vestían de gala las históricas justas o ejercicios de caballería.
Abajo, una magnífica perspectiva de la Colonia Americana recién bautizada Juárez –captada hacia final de 1907 por Guillermo Kahlo para ilustrar el “Álbum Gráfico: México en el Centenario de su Independencia” publicado por MÜLLER Hnos. en 1910– y las calles dedicadas a Dinamarca (izquierda) y Liverpool (derecha); a la extrema derecha, se distingue la torre/mirador de la casa de don Francisco Madero y Mercedes González (Ver) en la esquina de Berlín y Liverpool, mientras que a la extrema izquierda he marcado la casa del coronel González Montes de Oca y su esposa María Fariño Jove en la entonces aún Plaza Dinamarca.
Al pie de la imagen se indica por parte de don Eugenio Espino Barros:
No basta recorrerla rápidamente para darse cuenta exacta de la importancia y de la belleza de esta colonia riquísima. Es preciso haberla habitado ó conocerla con toda plenitud de detalles. Es indispensable haber caminado á lo largo de sus anchísimas avenidas, magníficamente pavimentadas, y haber contemplado con detenimiento sus fastuosos edificios, ornato de la capital… Como en todo estilo moderno, verdaderamente no hay “estilo” propiamente tal, en las construcciones que se levantan á lo largo de estas calles. La fantasía de los arquitectos ha tenido un campo amplísimo donde explayarse.
Todo parece indicar que, para el diseño de su residencia, el coronel González solicitó al arquitecto e ingeniero Friedrich Wulff un proyecto inicial –mientras diseñaba también el Hotel Salvador en Torreón– que sería luego transformado y precisado en la Ciudad de México por el ingeniero Antonio Torres Torija para su edificación en la Colonia Americana, compitiendo en aquel ecléctico contexto con un memorable alzado de influjo historicista…
La casa tendría clara inspiración en la arquitectura románica, seguramente parte de las enseñanzas de Wulff en la Gottfried Wilhelm Leibniz Universität de Hannover, aunque siguiendo los lineamientos arquitectónicos que Henry Hobson Richardson –destacado arquitecto norteamericano del siglo XIX cuyo trabajo tuvo significativo impacto en ciudades como Boston, Pittsburgh, Albany y Chicago– había creado con su notable lenguaje, adaptando la arquitectura románica del sur de Francia, con diseños de sabor bizantino que dieron origen al nombre de un estilo: románico richardsoniano…
Sin duda, su obra más conocida sería la Trinity Church de 1872 en Boston, que consolidó su reputación y le facilitó ser contratado para grandes proyectos, aunque también le colocó como uno de los diseñadores más copiados y glosados del período. Uno de sus más destacados seguidores fue William Lang, que en el estado de Colorado consolidó su reputación diseñando residencias para las grandes fortunas del área, sobresaliendo la que para el señor William Church y su familia edificó en Denver.
Arriba: “View of the William Church house at 10th (Tenth) Avenue and Corona Street in the Capitol Hill neighborhood of Denver, Colorado. The rusticated stone house has a tower, bartizan, and tile roof.” Parte de “Digital Collections of the Denver Public Library”. Inserto, otra toma de la casa Church -diseño de William Lang- que muestra el belicoso tratamiento de las fachadas, a las que se añade una sorprendente garita almenada en la esquina (-el “Bartizan” de la descripción- reminiscente de la “Échauguette” en las fortificaciones medievales).
La casa del minero y ganadero Church en Denver, fue representativa de aquella corriente medievalista en que las recias fachadas forradas con cantera o granito de acabado rústico y torres con remates dentados –a manera de fortificación con almenas– y rematadas con la curiosa garita almenada se transformarían en imagen codiciada.
Una Garita –Échauguette en francés, o Bartizan en inglés– es en un castillo fortificado, una torre de vigilancia -pequeña saliente cuadrada, poligonal o cilíndrica- generalmente construida sobre ménsulas y aderezada con matacanes y aspilleras, destinada a albergar un vigía y permitirle tener un campo de visión completo sobre el territorio. Uno de los ejemplos más celebrados está en la antigua puerta “Micklegate Bar” de la antigua ciudad de York (arriba).
Aunque también en esa vertiente de entusiasmo historicista estaría la mansión de Potter y Bertha Palmer en Chicago, terminada en1885 siguiendo un diseño de la mancuerna “Cobb & Frost” (Henry Ives Cobb y Charles Sumner Frost) en “Early romanesque style”, primera casa levantada en Lake Shore Drive, y al terminar la construcción, la mayor residencia de Chicago –conocida también como la “Bendix mansión” por su siguiente dueño–.
Queda claro el que en los últimos años del S.XIX seguía vivo el espíritu romántico y victoriano que había hecho de un “Romanesque house with Battlement” un sitio deseable en que habitar y donde las alusiones a un novelesco período medieval -piénsese el Rey Arturo o Lohengrin- serían sugerencias aceptables y deseadas…
Abajo, una toma en el Belvoir Castle, casa señorial en el condado de Leicestershire -Inglaterra- reconstruido en el S. XIX por el arquitecto James Wyatt que se sustenta gracias al turismo y como escenario el rodaje; se usó en la película de intriga “El código Da Vinci” y recibe anualmente el “Knight's of Nottingham Jousting Tournament”.
Supongo que entusiasmado por recrear algo de la historia medieval en México, el arquitecto e ingeniero Federico Wulff propuso al coronel González algo que abrevaba en lo que estaba preparando para su propia casa en Torreón, que iniciado el siglo construiría sobre la colina frente a la estación del ferrocarril. La casa que no sería concluida sino hasta 1905, tendría una fachada claramente ecléctica, que según indica Wikipedia “…inspirada en un castillo alemán con elementos neoclásicos”.
Para la apariencia final de su “Castillo Alemán”, Federico Wulff empleó cantera traída desde Durango que sería labrada a la manera del rusticated Stone de Lang y Richardson, a fin de fortalecer la imponente masa del inmueble con sus 15 estancias, balcones y sótano; abajo, una toma de la casa Wolff por 1905, con parte de la familia en la espaciosa rampa de acceso; la imagen también forma parte de la “Federico Wulff Collection, PH024” de “The Univesity of Texas at El Paso”.
En todo caso, no sería el Ingeniero Wulff quien concretaría el proyecto de la casa en México; esa labor se encomendaría al ingeniero Torres Torrija, (sin que quede claro si al padre –Antonio‒ o al hijo –Manuel‒). Así, sobre el equivalente de dos predios en la confluencia de Dinamarca y Londres, con desarrollo de fachada principal mirando hacia el sur y superficie de poco más de 944m², (el predio norte con 282 m² serviría como jardín, mientras que habría un acceso para vehículos por la calle de Londres) se diseñó una magnífica casa de dos pisos, semi-sótano y torre/mirador, que superaría los 1,500m² construidos y recordaría las “fortalezas medioevales”. Abajo, la casa González-Fariño en septiembre de 1910.
En 1908 “El Arte y la Ciencia –México‒” publicaba (en su ejemplar de mayo y agosto) las notas a una conferencia del ingeniero civil y arquitecto Manuel José Torres-Torija Mendoza –dictada en octubre de 1907 en la Escuela Nacional Preparatoria– que con el título “Ventajas é inconvenientes de la carrea de arquitecto” de donde extraigo:
…he advertido ya que la arquitectura indica los momentos culminantes de la cultura humana, que cuando el arte llega á la perfección, los monumentos al multiplicarse y la belleza plática al esparcirse por doquiera, trasmiten á la posteridad, la historia palpitante de una época, de una raza o de un pueblo… Nada más interesante para el arquitecto que suscitar esta resurrección de los siglos pasados, que presenciar de nuevo, en alas de la imaginación y con la ayuda de una sana crítica, el desfile grandiosos, los esfuerzos pujantes del talento, los florecimientos desbordantes de la inspiración, las palpitaciones soberanas del genio que ha dejado un rastro inmortal en el templo helénico, en el arco romano, en la catedral, en la mezquita, en la policromía deslumbrante de los bizantinos, las fortalezas medioevales y en el arte esplendoroso del primer imperio.
Es interesante señalar que el ingeniero y arquitecto Manuel José Isaac Francisco Torres-Torija Mendoza nació en junio de 1872, cuarto hijo del reconocido ingeniero Antonio Torres-Torija Sánchez-Valverde; cursó ambas carreras –por separado‒ recibiendo los títulos correspondientes en 1894 y 1896. En enero de ese 1896, contrajo matrimonio con Raquel Díaz-Barreiro García-Moreno con quien engendraría al también ingeniero Manuel Torres-Torija Díaz-Barreiro, y en 1910 se mudaría a la Colonia Roma.
El padre -don Antonio- era Ingeniero titulado en la Escuela de Bellas Artes en 1861, donde fue profesor desde 1863 hasta 1916; además fungió como jefe del Departamento de Obras Públicas de la ciudad de México de 1877 a 1903 y es recordado porque elaboró los planos de la Prisión de Lecumberri, edificio de gran relevancia que ahora alberga el Archivo General de la Nación. Por su parte Manuel Torres-Torija fue profesor de Matemáticas y Construcción, así como músico, poeta y prolífico teórico de la arquitectura. En su currículo destacan el edificio “El Comercio” en la esquina de Cinco de mayo y Bolívar, así como el “Teatro Lírico” en la ahora calle de República de Cuba.
Diseñada con planta a manera de una escuadra inglesa (tipo “A”), la casa del coronel Gonzáles y doña María Fariño mostraría algunas similitudes con la casa Wulff de Torreón –específicamente en proporciones y el rustico acabado de la cantera en fachada–, pero sería una novedosa aportación en cuanto al diseño de las diversas partes del conjunto, salpicado de terrazas y ventanales y ornato “medioeval”.
Con vista hacia el sur y la rotonda de la “Plaza Dinamarca” –que se diseñó para tener un surtidor en el centro–, la casa mostraba una composición simétrica en su eje –regido por el centro de la rotonda–, escalonándose a partir del pórtico de acceso y su escalinata, con terrazas y balcones que estarían luego contenidas por las habitaciones y su recia apariencia, rematado todo por pilones que daban la clara imagen de barbacana…
Sin duda alguna, el distintivo capital de ese diseño sería la silueta del conjunto, erizado de almenas –acentuadas con un par de garitas– complementado todo por el rústico acabado de la cantería que revestía todos los paramentos exteriores.
A decir del DRAE, una Almena es “…cada uno de los prismas que coronan los muros de las antiguas fortalezas para resguardarse en ellas los defensores.”, y no cabe la menor duda de que la casa en la esquina de Dinamarca y Londres podría haber sido bien defendida desde el mirador y sus terrazas con arqueros o arcabuceros parapetados detrás de las almenas...
En la parte más alta, un mirador de planta octagonal –un rectángulo de esquinas ochavadas– albergaba un salón fumador y cuarto de juegos, con mesa de billar y amplios sillones, con salida a dos terrazas laterales y pudiendo mirar al sur por una magnífica trifora -ventana de tres arcos- ataviada de vitrales emplomados y decorada por dos columnillas con capiteles de inspiración bizantina.
Haciendo también eco al ornamento de “fortaleza medioeval”, un par de garitas almenadas –muy a la manera de las fortificaciones españolas que aún salpican la auténtica España medieval– aparecen en el conjunto tal y como sucede en el Alcázar de Segovia cuyo torreón se levanta, majestuoso y con diez garitas originales, sobre el valle del Eresma en memoria del rey Alfonso X “el Sabio”…
Aquel cuerpo central de la casa Gonzáles-Fariño con sus cuatro niveles edificados, contendría además una escalera que permitía ligar la terraza/mirador con la planta alta y piso principal de la residencia, al que se podía acceder desde la calle por la entrada principal, guarecida detrás de un pórtico que además creaba una magnífica terraza a la que se llegaba desde grandes puertas decoradas por emplomados.
Trabajada casi como una tribuna, guarecida entre los recios paramentos de las habitaciones de la casa y resguardada también por almenas, la terraza central debió ser magnífico sitio desde el que se contemplaban los llanos del “Potrero de La Romita”, propiedad de don Francisco Lascurain Icaza, y donde desde 1901 se urbanizaría la nueva Colonia Roma.
El conjunto de acceso a la casa, con su pórtico de tres arcos sostenidos ahora por cuatro columnillas rematas también por capiteles de inspiración bizantina, destacaba del conjunto al estar trabajado en piedra de terso acabado, contratando con los rústicos sillares del resto del conjunto.
Ese pórtico de trazo diagonal al del resto del conjunto, permitía establecer una franca entrada desde la plazoleta y creaba un grato remanso al ascender por la escalinata de acceso, para pasar luego al “Hall” y contemplar la gran escalera interior ejecutada en madera de roble.
La fachada sur estaría aderezada en el piso principal –de manera simétrica– con grandes ventanas divididas por batientes estructurales –a la manera de las “Fenétres a Meneau” de la tradición renacentista francesa– que se complementaban con una sección semicircular –en cuartos de cilindro–, que complementando el pórtico y su terso acabado, sostenía también un balconcillo semicircular al que se accedía desde las recámaras de arriba.
Hasta donde he logrado averiguar, la totalidad de los vanos estaban protegidos por emplomados de inspiración histórica y deben haber sido un magnífico complemento a la apariencia exterior.
No he logrado encontrar descripciones o fotografías del interior de la casa Gonzáles-Fariño en los últimos años del siglo XIX o primera década del XX; apenas una mención en que se indica que un salón fue habilitado con estrado para los recitales que doña María Fariño de González gustaba organizar y en que frecuentemente invitó a la soprano Consuelo Escobar luego de su regreso a México en 1910.
Al paso del tiempo, la que fuera Colonia Americana pasó a ser Colonia Juárez –en 1906– y en los predios en torno a la Plaza Dinamarca se edificaron nuevas residencias que complementaban y consolidaron aquella traza urbana; abajo y también del “Álbum Gráfico: México en el Centenario de su Independencia” publicado por MÜLLER Hnos. en 1910 –en imagen captada hacia final de 1908 por Guillermo Kahlo– la casa de Plaza Dinamarca Nº43.
Apenas una década pasó la casa frente a la Plaza Dinamarca antes de que se decidiera transformar el cruce de las calles dedicadas a Londres y la propia Dinamarca en Plaza Washington:
Como parte de las Fiestas del Centenario de la Independencia de México –entre festejos, bailes e inauguraciones– el 11 de septiembre de 1910 el representante Guild y el propio embajador de los Estados Unidos de Norte América Henry Lane Wilson, en compañía del presidente Díaz encabezaron una ceremonia en que se colocó la primera piedra para el monumento que la Colonia Norteamericana obsequiaba al pueblo de México en la Plaza Dinamarca.
Nos dice Verónica Zárate Toscano en “Los hitos de la memoria…” que:
“…las colonias extranjeras manifestaron sus intenciones de elevar monumentos, compromisos refrendados con la colocación de la “primera piedra” de Isabel la Católica, George Washington, Louis Pasteur y Giuseppe Garibaldi. Estas ceremonias también revestían gran significado por la inclusión de las llamadas “cajas de dedicación”, unos cofres de metal que eran verdaderas cápsulas de tiempo en las que se dejaba constancia del momento histórico al incorporar certificados, periódicos del día, monedas de curso legal, etc.”
Durante la colocación de aquella “Primera piedra” el presidente Porfirio Díaz dijo: “El monumento futuro que aquí ha de levantarse sólo significa un modo plástico de exteriorizar la admiración alimentada de muchos años atrás en todos los cerebros mexicanos capaces de darse cuenta del alcance de la obra de Washington”.
Arriba, en una fotografía de Manuel Ramos que forma parte del archivo Casasola y se publicó en “6 siglos de historia gráfica en México”, la ceremonia en que se colocó la primera piedra del Monumento a Washington en la Plaza Dinamarca el 11 de septiembre de 1910.
Además, y como complemento, en la noche del 12 de septiembre, la Misión Especial enviada por los Poderes Públicos de Estados Unidos de América ofreció un banquete en honor del presidente en el “Salón de cristales del restaurant de Chapultepec”, donde entre los invitados estuvieron el coronel Carlos González Montes de Oca y su esposa doña María Fariño de González, frente a cuya residencia en la Colonia Juárez se instalaría el monumento obsequiado.
Por su parte y el 20 de septiembre, "el Embajador de los Estados Unidos de América -el excelentísimo señor Henry Lane Wilson- y su muy distinguida esposa abrieron las puertas de la Embajada Permanente para una gran Recepción".
Se nos dice en las memorias de las Fiestas del Centenario que:
“… se reunió allí a lo más selecto de la sociedad mexicana y de la colonia americana, en brillantísima recepción destinada á agasajar á los altos funcionarios del país y del cuerpo diplomática. El artístico decorado del Hall y de las salas de la casa, la profusión de luces y flores, la escogida orquesta que amenizó el festival y el exquisito buffet correspondieron á la elegancia y distinción que el señor y la señora de Wilson han sabido imprimir á todas sus fiestas. La concurrencia encabezada por la señora doña Carmen Romero Rubio de Díaz, esposa del señor Presidente de la República, estuvo formada por los Excelentísimos señores Embajadores, Enviados Especiales y Ministros Plenipotenciarios; los señores Secretarios de Estado y Presidentes de los Poderes Legislativo y Judicial, y los miembros de las Misiones Extranjeras, acompañados casi todos por sus familias.”
En un curioso giro de la casualidad, la embajada de los EEUU recién se había instalado –desde el 1º de mayo de 1910– en la que fuera casa Armour (Ver) , una gran residencia edificada por el mismo ingeniero Torres-Torija en la esquina de las calles de Veracruz y Puebla (ahora, Insurgentes y Puebla Nº173) de la Colonia Roma, terminada apenas en 1907. Con algunas sorprendentes similitudes –el frente del pórtico en ambas casas era prácticamente idéntico– una y otra edificaciones han sido frecuentemente confundidas…
Ante el rechazo a la reelección de Porfirio Díaz (para el período 1910-1916) y luego de que Francisco I. Madero publicara el Plan de San Luis, comenzó la revuelta armada el 20 de noviembre de 1910 y así el declive de la administración del general; en otra curiosa coincidencia, la casa de don Francisco Madero y Mercedes González ( Ver https://grandescasasdemexico.blogspot.com/2020/04/la-casa-de-don-francisco-madero-y.html ) –padres del revoltoso y con quienes los Gonzáles/Fariño mantenían una cordial relación– estaba apenas a una manzana, en la esquina de Liverpool y Berlín y se había edificado también en 1898.
El 29 de abril de 1911, víctima de un imprevisto padecimiento murió en su casa de la Plaza Washington doña María Fariño Jove de González –nacida en Parras, Coahuila– cuando apenas contaba 48 años. Para el 25 de mayo –menos de un mes después– y luego de las victorias de las fuerzas maderistas en el norte del país, Porfirio Díaz renunció a su puesto y salió de la Ciudad de México rumbo a Veracruz, para embarcarse hacia Europa.
Al año siguiente, el 22 de febrero de 1912 (aniversario del natalicio de Washington) el Embajador Wilson acompañando al presidente Madero, develaron frente a la casa del coronel González la estatua homenaje a George Washington al centro de la Plaza Dinamarca –rebautizada ya como Plaza Washington– en el sitio donde en septiembre de 1910 se había colocado la primera piedra para el monumento. El autor, Pompeo Luigi Coppini –italiano que había emigrado a Estados Unidos– ejecutó más de 45 esculturas a lo largo de su vida y se considera que la de Washington de la ciudad de México es una de sus mejores piezas.
En su alocución desde el presídium montado frente a la casa del general González, el embajador Henry Lane Wilson señaló: “
These two Republics have been at peace for more than half a century and during all that time the currents of a constantly increasing volume of commerce, immigration, and vast mutual interests have been bringing them more and more into intimate and cordial association. Nor can the eye of the prophet or the vision of the seer see aught in the horizon of the future portending the lessening of those cordial relations which the dictates of sound statesmanship, as well as the imperative considerations of mutual interest teach us are vitally essential to the peaceful progress and development of both countries."
Arriba, la placa de dedicación; abajo, la ceremonia de “Develación del Monumento a Washington” el 22 de febrero de 1912 a medio día, con Henry Lane Wilson pronunciando un discurso ante Francisco I. Madero; en ese momento, no parecía haber indicio de lo que apenas un año después sucedería.
A pesar de conservar el atuendo de duelo ‒su esposa había muerto diez meses antes‒ el coronel González recibió a una parte de los asistentes en el jardín de su casa “…con esplendido piscolabis a los miembros del cuerpo diplomático, así como al presidente de la República”.
Apenas unos meses después, y para festejar su sexagésimo sexto aniversario ‒nació el 31 de diciembre de 1846 en Villa de Viesca, Coahuila‒, don Carlos decidió hacer un largo viaje en el que lo acompañaría su hijo mayor Carlos González Fariño, mientras que su hija María González Fariño ocupaba con su esposo ‒don José Andrés Villarreal Sepúlveda‒ la casa de Plaza Washington.
Pasando el tiempo, el embajador Wilson parece haber criticado sistemáticamente el gobierno de Madero ante el suyo, enviando noticias contrahechas y exageradas, tanto que el propio gobierno de la Unión pidió a cónsules informar de manera complementaria sobre la situación. De hecho, cuando el general Reyes se sublevó en contra del gobierno de Francisco I. Madero mediante la proclamación del Plan de la Soledad (Tamaulipas) ‒el 16 de noviembre de 1911‒ Wilson pareció complacido. Al no contar suficientes seguidores, Reyes se rindió en Linares, fue encarcelado y trasladado a la prisión de Santiago Tlatelolco. Luego del juicio militar fue condenado a muerte, pero gracias a los buenos oficios de José Peón y el propio Wilson, el presidente Madero conmutó la pena por prisión y lo mantuvo retirado en Tlatelolco, aunque recibiendo visitas y ausentándose para acudir a algunas comidas...
Entretanto, la Colonia Juárez parecía insistir en un compás de espera y aunque en mayo de 1911 algunos pobladores parecían preocupados, para 1912 las cosas volvieron -aparentemente- a la normalidad; como ejemplo, arriba aparece la casa Gonzales frente a la Plaza Washington con su monumento, mientras que abajo aparece una imagen de la calle de Londres vista desde Nápoles –a la izquierda, la torre de la casa de don Eduardo Schests, edificada en la misma manzana que la casa González–, hacia donde miraba la efigie de Washington.
"Decena Trágica" se llama al golpe militar que se desarrolló entre el 9 y el 19 de febrero de 1913 para derrocar al presidente Francisco I. Madero. La sublevación inició en la Ciudad de México, donde un grupo de disidentes comandado por el general Manuel Mondragón se levantó en armas y puso en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, quienes estaban presos; luego, asaltaron algunas dependencias del gobierno –intentaron tomar Palacio Nacional‒ y decretaron el estado de sitio desde “La Ciudadela” que era entonces un depósito de armas y municiones.
Ese 9 de febrero, Madero salió del Castillo de Chapultepec rumbo a Palacio Nacional, custodiado por cadetes del Colegio Militar y gendarmes de la capital, acompañado además por miembros de su gabinete y amigos, en lo que se conoció como la «Marcha de la Lealtad».
A las 10:30 del 11 de febrero comenzaron las acciones bélicas y las calles quedaron llenas de cadáveres de hombres y caballos, ese día hubo más de quinientos muertos y heridos; el Reloj Chino de la glorieta de Avenida Bucareli y Atenas ‒apenas a unos pasos de la casa de la familia Scherer en Reforma (Ver)‒, quedó destrozado y varias casas aledañas sufrieron daños por los obuses disparados desde La Ciudadela.
Para las 14:20 horas del viernes 14 de febrero, la casa de don Francisco Madero –apenas a una manzana de la casa que María González Fariño ocupaba con su esposo don José Andrés Villarreal Sepúlveda en la Plaza Washington– se incendiaba. Nos cuenta Antonio Saborit en su antología “Febrero de Caín y de metralla”:
“La casa de Don Pancho Madero, en la esquina de Liverpool y Berlín, está ardiendo y existe peligro de que el incendio se propague a las casas vecinas. Los rurales que están en la calle de Londres toman posiciones; corren de un lado para otro y nadie sabe por qué hacen tantos movimientos”…
Luego del asesinato del presidente Madero y su vicepresidente Pino Suárez, el poder pasó a don Pedro Lacurain –que ocupaba la cartera de Relaciones Exteriores (Ver)– y que asumió el cargo de Presidente Interino de los Estados Unidos Mexicanos el 19 de febrero de 1913, entregándolo casi de inmediato al general Huerta…
Ante la negativa del gobierno de los EEUU de aceptar la legitimidad de Victoriano Huerta en el gobierno de México –que el 10 de octubre de 1913 disolvió el Congreso– y haber levantado el embargo de armas en favor del Ejército Constitucionalista en febrero de 1914, el ejército de los Estados Unidos encontró un pretexto para intervenir cuando el 9 de abril, en el puerto de Tampico, marinos estadounidenses del U. S. S. Dolphin fueron arrestados por el ejército federal en tierra firme. En el contexto de un conflicto militar entre los imperios europeos –que llevaría a la Primera Guerra Mundial– que comenzó en agosto de 1914, surgió la amenaza de la intervención militar de Estados Unidos a México, que inició con la toma del puerto de Veracruz el 21 de abril.
Entretanto, una turba arrancó de su pedestal la estatua de George Washington que apenas se había inaugurado en 1912, y la arrastró por las calles, arrojándola frente al monumento a Juárez. Las notas periodísticas indicaban que “…Un grupo de estudiantes, entre los que se encontraba el fotógrafo José Vélez, derribó la estatua el 24 de abril de 1914 y la arrastró por las calles de la ciudad de México”.
Tendrían que pasar cuatro meses para que el bronce de George Washington y sus placas conmemorativas fueran repuestas sobre el pedestal frente a la casa González…
En su sección “-Progreso material de México-” la revista El Mundo Ilustrado publicó en noviembre de 1913 una nota ilustrada con “Algunas perspectivas de la Colonia Roma” en que se mostraban las residencias Schests, Gutiérrez, Braniff y González, todas en la Colonia Juárez...
En cada uno de los cuatro círculos que ilustraron el artículo, aparecen la casa de don Eduardo Schests, en la calle de Londres esquina con Nápoles; la curiosa casa de don Rafael Gutiérrez de la que escribiré en poco tiempo; la ya mencionada residencia de don Oscar Braniff, en la calle de Berlín entre Hamburgo y Londres –que ya para entonces edificaba su nueva y muy amplia casa en el Paseo de la Reforma–; y finalmente la de don Carlos González, en la Plaza Washington. El artículo que habla de la Colona Roma termina con: “Prueba palpable de nuestro progreso material, dirigido por la evolución del buen gusto, es esta colonia que nos da honra y prestigio en el mundo civilizado”, aunque las residencias fotografiadas correspondan todas a la Colonia Juárez y parecieran no saber de lo sucedido durante la “Decena trágica”…
La lucha armada continuaría con sublevaciones diversas en todo el país e intentos de pacificación; incluso tocaría Torreón, donde en el general Venustiano Carranza –que visitó la ciudad en octubre de 1915 como parte de una gira por el norte del país para consolidar su gobierno– pronunciaría un discurso dese el balcón del el Hotel Salvador el 19 de octubre anunciando –según telegrama de su enviado especial en Washington Eliseo Arredondo–, el reconocimiento de su gobierno por el de los Estados Unidos de Norteamérica…
El coronel Carlos González Montes de Oca murió el 17 de agosto de 1917 en Barcelona –España– contando ya 71 años, ciudad en la que había decidido retirarse luego del asesinato de Madero y la destrucción de la casa de don Francisco Madero y Mercedes González. Las propiedades en Coahuila quedarían en manos de sus hijos y la casa de México pasó a la propiedad de su hija María que para entonces ya se había separado de José Andrés Villarreal.
La casa de Plaza Washington permanecería en manos de doña María González Fariño hasta su muerte el 9 de abril de 1936; luego de sus exequias en el Panteón Francés de La Piedad, su primogénito Felícitos Eusebio Villarreal González –que había nacido el 14 de agosto de 1901 en Torreón y murió el 24 de febrero de 1961 en Tijuana Baja California– puso a la venta la casa, que sería destruida al año siguiente, con miras de edificar ahí un nuevo edificio con servicios de vanguardia que recibiría el nombre de “Departamentos Washington”...
Arriba, en una toma oblicua de la Compañía mexicana de aerofoto, fechada en 1936, aparece a la izquierda el Paseo de la Reforma y al fondo se distingue el rectángulo de la Alameda; abajo a la derecha he señalado la casa González al cruce de las calles Dinamarca y Londres –poco antes de su destrucción–, frente a la glorieta Washington al centro de la que se distingue el monumento inaugurado en febrero de 1912.
Arriba, la parte central del edificio de los “Departamentos Washington” –diseño de 1938 a cargo de Vicente Mendiola y A. Hurtado– peculiar edificio de cuatro pisos que para 1938 sustituyó la casa González; la fachada de ascendiente neocolonial pero singular eclecticismo, mostraba además de grandes terrazas con pérgolas a ambos lados, algunos elementos que abrevaban en la tradición gótica, mientras que el acceso pareciera retomar fragmentos del arte mudéjar, con un alfiz –moldura o marco que rodea la parte exterior de un arco– que recuerda el templo de Santiago Apóstol, Angahuan -Michoacán-.
En apenas unos cuantos años, la Colonia Juárez se transformaría de manera radical, en concierto con el resto de la ciudad; para 1945 los cambios serían evidentes ya que luego de la II Guerra Mundial, el impulso modernizador y su nueva arquitectura se advertirían en cada rincón…
Arriba, un ejemplo de la nueva arquitectura que sustituyó las eclécticas propuestas de final de S. XIX con la arquitectura del funcionalismo a mediados del S.XX en la calle de Dinamarca Nº50, antes Nº420. Otro cambio en esa modernización fue el retiro definitivo del monumento a George Washington –luego de su presencia ahí por poco más de sesenta años– y su traslado al Bosque de Chapultepec, a fin de “mejorar la circulación” en las ya congestionadas calles de la Colonia Juárez; así, en la década del 70 el Monumento a Washington del cruce de Londres y Dinamarca se retiró, aunque paradójicamente el sitio sigue conociéndose como “Plaza Washington”…
La escultura de Pompeo Luigi Coppini está ahora a un lado del estacionamiento del “Bistró Chapultepec” frente al Lago Mayor de la 2ª sección del parque, sobre el Circuito Bosque de Chapultepec y a unos metros de la “Fuente Físicos Nucleares” con su magnífico conjunto escultórico de Francisco Zúñiga.
Pompeo Coppini es reconocido por su obra que se descubre fundamentalmente en los Estados Unidos, obra entre la que destaca el monumental conjunto The Spirit of Sacrifice que conmemora la Batalla del Álamo en San Antonio, Texas.
Aunque ha sido frecuentemente vandalizada, la magnífica pieza de Chapultepec es uno de tres bronces que Coppini ejecutó de Washington, sumándose luego otro colocado en 1927 en Portland –Oregon– y un tercero colocado en 1955 dentro del campus de la University of Texas at Austin.
Así como sucedió con innumerables construcciones de la vieja Colonia Juárez, la casa de Plaza Dinamarca Nº43 sería sustituida por los edificios de Londres 31 y Dinamarca 9 con sus cuatro pisos de departamentos y comercios en planta baja, aunque al paso del tiempo la altura de los inmuebles se incrementó notablemente y para los años 80’ el entorno resultaba prácticamente irreconocible…
Los “Departamentos Washington” perseveraron por años y serían un hito en la zona, y una de mis intensas remembranzas es que ahí habitó por algún tiempo la polémica Pita Amor, que recibía a visitantes y admiradores en su habitación, enjoyada y presta a declamar sus sonetos…
Casa redonda tenía
De redonda soledad:
Era redonda armonía
De irreparable ansiedad….
Al paso de los años y el cambio de administraciones, los “Departamentos Washington” que sustituyeron la casa González dejaron de ser rentables y el edificio se puso a la venta -como terreno- a fin de ser aprovechado con un nuevo giro.
Así, los 662m² de Dinamarca 42 pasaron a recibir un nuevo edificio de departamentos con seis niveles, cuyos balcones miran hacia la Plaza Washington -que ya no tiene Washington-.
Supongo que muy pocos residentes de ese edificio saben de la historia del coronel Carlos González Montes de Oca y su esposa doña María Fariño Jove, o de la casa –casi fortaleza medieval– que se edificó en ese sitio en 1898, sin duda, una de las Grandes casas de México.
Este Blog se hace gracias al apoyo incondicional de Julieta Fierro; está dedicado a las “Grandes casas de México” y pretende rescatar fotografías e historia de algunas de las residencias que al paso del tiempo casi se han olvidado y de las que existe poca información publicada. El objeto es la divulgación, por lo que se han omitido citas y notas; si alguien desea más información, haga el favor de contactarme e indicar el dato que requiere. A menos que se indique lo contrario, las imágenes provienen de mi archivo, que incorpora imágenes originales recopiladas al paso del tiempo, así como el repertorio de mi padre y parte del archivo de don Francisco Diez Barroso y sus imágenes de Kahlo; en general, he editado las imágenes a fin de lograr ilustrar mejor el texto. Si se utilizan las imágenes, favor de indicar la fuente –aunque advierto que pueden tener registro de autor–.
Conforme haya más entradas (¡Ya hay ciento cincuenta!), aparecerán en el índice de la parte superior derecha de esta página…
Una de las pocas edificaciones que aún sobreviven de aquel período –cuando menos parcialmente– es la casa con el actual número 34 de Dinamarca, transformada en departamentos desde 2020. Si se observa con detenimiento la fotografía de arriba, se descubrirá que colindaba con el jardín de la casa Gonzáles y es reconocible gracias al “Bay Window” que aún conserva el edificio remodelado -abajo-.
También se puede encontrar un índice general en: http://grandescasasdemexico.blogspot.mx/2016/02/indice-de-grandes-casas-de-mexico.html
Durante los 90s pude atestiguar la situación y cambios de esta zona, tanto en sus edificios como en su gente y costumbres. Solo conocí al inmueble de los Departamentos Washington como hotel, con un amable restaurante en su planta baja llamado "La Oca".
ResponderEliminarGracias por la muy interesante información, y el tiempo dedicado.
¡Hola "CarlosPC"!
EliminarMil gracias por tu comentario.
¡Saludos!
RF